Probando el culo de Esteban

Esteban y Lucía me enseñan su nueva casa... y algo más

Probando el culo de Esteban

-Toma, maricón- chilló el bakala con el que me había encerrado en el baño clavándome su rabo hasta el fondo. Su polla no era nada del otro jueves, pero casi me doy de cabeza con la pared por el empujón que me dió. No creo que fuese virgen pero, de follar, tenía más bién poca idea. Soltó un gruñido y se corrió, luego sacó su polla tan rápido de mi culo que se quedó el condón colgando. –Hoy no vas a poder sentarte, ¿verdad maricona?- dijo resoplando mientras se enfundaba su nabito en el boxer.

Todavía no entendía como me había liado con ese imbécil, tal vez porque me pareció guapito. El chaval salió, lo más discretamente que pudo, del baño. Yo me saqué el condón del trasero, me subí las bragas y me arreglé un poco. Ni me había enterado del polvo. Salí algo asqueado ya con ganas de despedirme de la peña y largarme a casa aunque sólo fuese la una. El caso es que me convencieron para quedarme. Bueno, así olvidaba al idiota de antes.

Después de un montón de risas y tragos la peña fue desfilando sobre las tres, hasta que sólo quedamos Esteban, su novia Lucía y yo. Bastante alegres, por cierto. Buenos amigos, y muy guapos, sobre todo Esteban. Un pelín chulito, pero muy buen tío y un macizorro de cuidado. Ante la vista evidente de que nos iban a echar en cualquier momento, decidimos que ya era hora de irse. Subimos al Audi del chico y fuimos para casa de mis padres. Al llegar, los dos besitos de rigor a Lucía, taja perdida y riéndose por cualquier chorrada y la típica broma de cada viernes a Esteban. –Bueno, guapo, el día que quieras te la chupo- repetí como siempre. –¿Qué tal hoy?-, dijo desabrochándose los levis. ¡Joder!, me puse más rojo yo de lo que él ya estaba. Lucía se partía el pecho a su lado. Yo saqué la cabeza por entre los dos asientos a tiempo para ver como salía de su entrepierna un pollón supergordo, bien pelado, brillante… precioso. Ni lo pensé.

Como pude me lo llevé a la boca. Mmmm… Delicioso. Chupeteé el miembro y Esteban comenzó a reaccionar. Se endureció un poquito más, me pilló la cabeza apretándome contra su sexo… y se soltó el freno. Con 18 años, yo no sabía mucho de coches, pero sí que debía tirar del freno de mano. Yo me asusté pero, tras parar el coche, los dos tortolitos seguían riéndose. –Vamos a vuestra casa-, les dije en un arranque de serenidad, porque lo que me pedía el cuerpo era follar con Esteban allí mismo pero, claro… estábamos en plena calle y delante de mi casa. Una cosa es que a mi mamá le parezca bién que yo sea gay, la otra es pillarme comiendole el rabo a mi amigo delante de casa y con su novia al lado.

En cinco minutos estábamos en la cochera de la adosada que se habían comprado hacía poco. Sólo bajar la puerta con el mando, Esteban me ofreció de nuevo su polla y esta vez no la rechazé. Me bajé de atrás, abrí su puerta, metí mi cabecita entre sus piernas y comencé a mamar. Chupaba, tragaba, volvía a la punta, le daba unos toques con la lengua y volvía a tragar. Al chaval le encantaba. –Joder, ¿como podeis ser tan maricas?- escuché que decía la chica entre risitas. Seguí con lo mío mientras Esteban aumentaba el ritmo de sus jadeos. Las manos de Lucía acariciaron mi colita por encima de los pantalones, las pasó por delante, me los soltó y los bajó lo que pudo. Se lo puse fácil. Yo estaba en cuclillas ante el macho, pero me puse de pie para que la niña pudiese desnudarme. Lo conseguimos sin sacar la golosina de mi boquita. Sentí como se abrían los cachetes de mi culo y una lengua dura y experta reseguía mi canalillo. Divino, aunque fuese una tía… Mi propia polla se estaba poniendo durísima. Yo mamaba y mamaba, pero prestando poca atención, así que me pilló de sorpresa. Esteban aprisionó mi cabeza contra sus ingles, me metió el rabo hasta donde pudo y se vino. Lucía me enterraba cada vez más su lengua en mi ano. Al estar más alto que él no pude tragar nada, y se me salía la lefa por las comisuras de los labios. Tres o cuatro trallazos y el chaval me soltó. La chica terminó de incorporarme, me dio la vuelta y lamió mis labios buscando la ambrosía de Esteban, chocando con mi lengua que buscaba su ración.

La cosa es que el chaval seguía con el nabo duro así que, aprovechando que le daba la espalda mientras Lucía seguía morreándome, me la metió. -¡Ostia, ohhh…-. Divino. La trancota llenó el culito que la niñata me había lubricado. Eso sí era una polla, pensé recordando cómo había empezado la noche. Sentí como se abría paso por mi anito, despacio pero sin pausa, con algo de dolor debido a su tamaño. Los cojones de mi enculador chocaron con mis nalgas, estaba empalado. Esteban resopló detrás de mí, -Joder, que bueno…- dijo apretando un poco más. Yo gemí como una gatita para darle más morbo a la cosa, aunque ya tenía mucho. Comenzó a joderme lentamente, casi la sacaba y me la volvía aclavar a fondo… era un genio. La chica, aún delante de mi, jugueteaba con mi tranquita y mis huevos. Subió un poco su falda, se apartó las bragas e intentó metérsela en su más que húmedo pozo pero se le salió un par de veces hasta que se dio por satisfecha frotándose el clítoris con mi capullo. La verdad, no me hubiese molestado follarme a Lucía si su novio seguía dándome por el culo. La cosa es que, en unos minutos, el chaval me apretó como si quisiese fundirme con él, su palo se endureció, lo apreté con mi esfínter y, entre gritos de satisfacción, se volvió a vaciar dentro de mi. Me embistió un par de veces, con lo que yo se la metí a la niñata que pegó un gritito de sorpresa, y se le aflojó. –Tío, tu culo es de vicio-, me susurró mi amigo subiéndose los pantalones. –Joder, maricones, me habeis dejado a medias-, chilló Lucía riéndose a carcajadas. La chica y yo vimos que aquello había que aprovecharlo, de modo que agarramos a Estebán y lo subimos al primer piso. Ya en la habitación de matrimonio y con un poco de esfuerzo, lo desnudamos del todo y lo dejamos sobre la cama, en la que se amenazaba con dormirse, el muy cabrón.

En cuanto lo tuvimos encuerado, nos quedamos unos instantes mirando el cipote de Esteban, morcillón, caído subre su muslo. Nuestras miradas se cruzaron y comprendimos que habíamos tenido, sino la misma, sí una idea parecida. Nos quitamos apresuradamente la ropa hasta quedar en bragas y, como locas, nos lanzamos a por el nabo del joven. Lucía se quedó la mejor parte, el capullo, al que chupeteó con ganas mientras yo le comía los huevos. El macho acusó nuestro trabajo con unos cuantos gemidos, pero su pene se empinaba demasiado lentamente, de hecho, seguía casi igual de morcillón. –Joder cabrona-, me dijo la niña, - Voy supersalida. O me folla él o me follas tu…-, remató. La chica se hacía un dedo mientras trataba de resucitar el falo de su novio con poco éxito cuando una idea macabra me pasó como un rayo por la cabeza.

Aprovechando lo cerca que estaba yo de mi objetivo, cambié los huevos del macho por su culo. Besé, lamí y punteé con la lengua el agujero de Esteban que, como yo esperaba, agradeció el gesto. Comenzó a ronronear al tiempo que Lucía, sin dejar de chupar polla, me miraba como entre curiosa y cabreada. Pero surtía efecto. La tranca comenzó a cobrar vida entre jadeos de su propietario, hasta que llegó al punto de ser "utilizable" por la loba que tenía a mi lado.

La tía dio la vuelta a Esteban, agarró el nabo, se lo acercó al coño y se sentó a horcajadas clavándose el estoque. –¡Uh, qué bueno!-, chilló al sentir la barra en su vagina. El problema es que no duró. Al macho se le aflojaba el cipote. –Espera, deja que te ayude-, le dije con cierta malicia. Les hice poner en un misionero de libro, con un poco de esfuerzo porque Esteban apenas colaboraba. Por entre los cuerpos, conduje la tranca semierecta hasta que se hundió en el chorreante hico de Lucía y enseguida volví a lo mío. Abrí los cachetes del culo de Esteban y volví a jugar con su anito, esta vez metiéndole la lengua y, discretamente, aprovechando para meterle un dedo de vez en cuando. –Ostia, funciona-, dijo la hembra al sentir el pene hinchándose mientras el chico empezaba a bombearla tímidamente. –Se me ocurre cómo mejorarlo-, comenté sin dar tiempo a la fogosa chica a que reaccionase.

Mientras Lucía y Esteban trataban de echar un polvo digno atrapé un par de sobrecitos de lubricante de mis pantalones, recuerdo de mi última visita a mi sauna favorita. Los rasgué y los esparcí directamente sobre el esfínter del muchacho. Me volví loco, no estaba seguro de cómo reaccionaria el chaval, peró le metí dos dedos en el culo. Lucía no se dio ni cuenta; sólo lo notó en el nuevo brío de su novio que ahora ya la estaba jodiendo en serio. Besé las nalgas del chulito, me toqué la polla con la mano libre para verificar su dureza y acabar de verter en ella el resto del Ky, le saqué los dedos con una leve protesta suya y, sin más, se la metí tumbándome sobre los tortolitos.

-¡Ahu!-, se quejó el niño. Esta vez Lucía sí lo notó. Además de mi propio peso, Esteban había detenido el mete y saca. –Cerdo maricón. Sácale la polla del culo a mi novio-, exigió la mujer. –Perdona Esteban, me dejé llevar-, susurré al oído del guapo macho dándole, como quien no quiere la cosa, un par de emboladas profundas. Ahí me quedó claro que ese culo había sido visitado alguna vez, y no hacía mucho. Lucía, ahora ya cláramente cabreada, trató de empujarme hacia arriba, pero una mano de hombre pasando por encima de mis nalgas me retuvo. –Sigue-, dijo casi implorante el novio. Le follé largo y duro unos segundos. Lucía trataba de zafarse de debajo de su amante recordándonos lo maricas que éramos cuando, de pronto recuperó la sonrisa – Ostia, ostia, ostia… Se le está hinchando. Joder. Dale, dale mariquita-, me ordenó. En cuanto me pareció que ya la tenía imperial le rogué que se follase a la chica. –Yo te acompaño-, le murmuré siguiendo sus movimientos copulatorios con la niña a través de él. Era difícil, pero no imposible.

Acoplamos los movimientos del extraño sandwich y, de regalo, Esteban alcanzó a comer una teta de Lucía y, como pude, yo la otra como para devolverle el favor. -¡Augh, cabrones, folladme, sí, así. Dame bujarrón. Más, más…!-. Chillaba como una loca, hasta que, en pocos minutos, puso los ojos en blanco y se corrió con una cara de tonta y unos gritos que daban miedo. Esteban, agotado pero sin vaciarse aún, quedó como peso muerto sobre la niñata que ya tenía los ojos entreabiertos y babeaba un poco. Allí empezó mi premio. Follé y follé al chico que, ahora estaba ya clarísimo, gozaba por el trasero como una locaza más. Pensé en sacársela y correrme sobre su espalda, pero me pudo el deseo. Un par de apretones y me vacié largamente en el esfínter de Esteban.

Me salí de encima de inmediato pensando en cómo evitar que la parejita me matase cuando, haciendo caso omiso, Esteban volvió a follar a la chica. Iba a apartarme cuando, en lo que fue una absoluta sorpresa, el chico me atrajo hacia las ellos. Flipaba, se peleaban por comerme la polla, ahora el uno, ahora la otra. Lucía, cómo para castigarme, me metió el dedo índice en el culo; sin avisar y sin lubricar. Fue un error, porque en ese momento era su novio quién acogía mi tranca en la boca y yo,, sencillamente, le eché dentro la poca lechecita que me quedaba. Casi se atraganta y lo escupió sobre la cara de la chica quien, sorprendentemente, no le hizo demasiado caso y siguió centrada en su jodienda. Los escuché correrse a los dos desde el baño.

Mi intención, sobre todo después del lío mental, era irme a casita, pero, aún algo borrachitos, se acordaron de lavarse. –Quédate a dormir, Marco. Ya es muy tarde-, me invitó la chica. Y así fue. Tras el sms de rigor a mi madre, dormimos entrelazados como marmotas hasta casi el mediodía siguiente. En ese momento, me apropié del primer turno de ducha.

Que el fin de semana no había hecho más que empezar, lo tuve claro en cuento escuché abrirse la puerta y vi a Esteban con un bote enorme de Ky. -¿Puedo pasar?-, preguntó con una empalmada de espanto. –Claro, es tu culo… digo tu casa-, repondí abriendo mis nalguitas