Prisionero - Preludio

Inicio de como me converti en un prisionero...

Todo comenzó de la manera más singular posible. Era la noche de un domingo en la que salí de casa para tomarme unas cervezas con unos amigos. Las cervezas se tornaron en copas y estas a una borrachera de la que apenas recuerdo nada.

Me desperté en cama extraña, por lo que pude comprobar que había mojado aquella noche. Tenía ganas de orinar y me levante para buscar rápidamente el cuarto de baño. Lo encontré al lado del dormitorio, un espacioso cuarto de baño de lo más femenino con estanterías llenas de potingues diversos que no me pare a comprobar pues mirando el reloj me quedaba poco tiempo para comenzar a trabajar. Me baje los calzoncillos y cuando iba a agarrar mi polla me encontré con una sorpresa.

Mire hacia mi polla y no podía creérmelo, era un extraño cinturón de castidad lo que llevaba puesto. Este cinturón tapaba cualquier resquicio de mi falo y huevos, siendo como una especie de prótesis en la que mi polla enclaustrada se escondía. Intente quitármelo, pero no pude pues estaba bien sujeto por un candado dorado. Sin remisión alguna y las prisas que tenía me senté en la taza y me descargue siendo la situación más humillante en mi vida hasta entonces.

Una vez me descargue me puse los gallumbos y fui a la habitación a vestirme. Allí me encontré entonces con 3 preciosas mujeres que en cosa de segundos hicieron que un dolor lacerante rodeara mi pene al intentar salir de esa prisión.

-¡Buenos días Andrés!-me saludó una estupendísima mujer de metro setenta aproximadamente, de buenas peras y largo cabello color oro.

-¿Buenos? ¿Se puede saber que me habéis puesto?-pregunte encolerizado.

-Relájate y te responderemos.-volvió a decir la misma.

-Ya me relajo…-mentí.

-Jejeje, veras eso que llevas es un cinturón de castidad patentado por nuestra casa. Verás, aquí hay una serie de reglas que se han de cumplir. La primera es que si una de nuestras chicas encuentra un buen varón y quiere follárselo, tendrá este que aceptar llevar eso durante un mes y vivir en nuestro hogar durante ese periodo por su seguridad.

-¿Mi seguridad?

-Sí, tu seguridad, pues si intentases manipular de algún modo el cinturón antes de que te lo abramos, corres el riesgo de quedarte sin huevos ni polla para siempre… y eso no queremos nadie que ocurra ¿no?

-¡Quitádmelo ya u os crujo a ostias!-grite encolerizado.

-No podemos. La llave está en un lugar seguro y entre que se solicita y la mandan tarda el mes. Así que relájate, toma aire y sigue nuestras instrucciones si no quieres quedarte así más tiempo. ¿De acuerdo?

No tenía más solución que aceptar el trato y asentí humillado por mi situación.

-Bien… Por tu numerito tendrás un castigo a tu virilidad que de no cumplirlo postergara la hora de tu salida de esta casa ¿comprendes?

Asentí.

-No te oigo.

-Sí, lo comprendo.

-En primer lugar por tus dos faltas a este momento harás lo siguiente. Te iras a la ducha y Elena te lavara como si de un niño chico te trataras. Tú disciplinadamente deberás dejarte acariciar y seguir todas sus instrucciones. A la más mínima que te rebeles intensificará la duración y obtendrás un castigo nuevo.

-De acuerdo.-dije sin más remisión.

-Bien. Y el siguiente castigo lo encontraras al salir del cuarto de baño.

De esta forma, cabizbajo me volví hacia el cuarto de baño acompañado por Elena.