Prisionero 1: Una ducha poco rutinaria

Elena me va a lavar!!!

Aún estaba en shock por todo lo ocurrido anteriormente que como zombi caminaba hacia la ducha sin fijarme en nada. Me quite lo calzoncillos y me metí dentro quedándome de pie dentro esperando algo que en otras circunstancias me habría gustado.

-¡Gírate y mírame!-oí de pronto el grito de mando de Elena y como un resorte me dispuse a hacerlo.

Al girarme pude contemplar quien era Elena. Ella era la chica que estaba a la izquierda de la que me habló. Ella era más o menos una chica de metro ochenta, largas piernas, cuerpo estilizado y hermoso, pechos más bien pequeños pero sensuales, labios turgentes y pelo largo y lacio hasta su cintura del color de la noche. Ella vestía como si una colegiala fuera.  Lástima que tuviera aquello entre mis piernas pues me la habría follado allí mismo.

-Bien, ahora ponte en equis y mira hacia el frente. –Me susurro dulcemente como si con ello me iba a relajar- Y no te muevas si no quieres otro castigo.-finalizó con tono juguetón.

Me puse como ella quiso y quieto esperé. Entonces ella en vez de lavarme se fue al váter, sé bajo sus bragas, se sentó, orinó, defecó y sin limpiarse nada se volvió a subir las bragas. Con risa se acercó nuevamente hacia mí sabiendo que no había dado a la cisterna y el olor comenzaba a emanar por el baño. Sentí un poco de nauseas al oler aquello, pero acostumbrado a entrar a váteres públicos donde normalmente huelen por el estilo, aspire aire y me relaje.

Ella sonriente aún y sabiendo que aquel clima no era agradable, se fue hacia una ventana que estaba casi dentro de la ducha y la abrió para que el olor se fuera y con la excusa el aire frio del exterior comenzó a entrar, por lo que pronto por la proximidad a la ventana comencé a helarme.

-Tienes frio, lo sé tus inservibles tetas de hombre me enseñan que si lo sientes.

Riéndose un poco más, se sentó delante mí y comenzó a hurgar en el cacharro ese que me pusieron, sentí como algo se abría e instantes después abrió el grifo. Espero y espero con el compartimento abierto y el grifo emanando agua y supuestamente cuando llego a la temperatura deseada activo la manguera de la ducha y comenzó a llenar la cavidad de agua. Pronto comprendí a que esperaba, el agua estaba hirviendo y al mas mínimo toque de calor en mis partes me estremecí y e instintivamente me moví.

-¡Quieto!-dijo ella mientras aumentaba la presión en mis huevos y polla además del abrasamiento.

No podía parar de moverme me dolía, me quemaba.

-Espera un poco que ya termino. –dijo ella mientras cortaba el grifo y cogía un bote de algo, roció el agua con el y cerro el compartimento que hasta ese momento desconocía que tenia aquello.

-Bueno, primera fase completada con éxito. Lo malo es que llevas una falta y tengo que salir a comunicarlo. Mientras tanto, quiero que te sientes en el váter y te quedes allí esperándome.

Yo me dispuse a caminar, pero aquello me costaba, sentía ese dolor que se clavaba muy dentro de mí y casi me cortaba la respiración. No había recorrido mas de unos pasos cuando sentí la puerta cerrarse quedándome solo en la habitación con un tremendo dolor que hizo que algunas lágrimas cayeran.

Finalmente llegue al váter que seguía lleno de caca y orines. Una vez sentado el dolor no remitía sino que en esa posición se acentuaba aunque si la presión bajaba. Mire al cinturón de castidad y comencé  locamente a intentar buscar algún otro compartimento o del mismo con la esperanza de soltar toda esa agua. Encontré una especie de botón en la zona que va desde donde estaban mis huevos y terminaba en mi culo. Comencé a hurgar probando tirar, girar, apretar,… y de pronto sentí aquello que me avisaron, como si alguna cuchilla se posase en mis huevos. Me pare asustado y aquello no se movía de su posición. Entonces no me quedo otra alternativa que quedarme quieto, aguantando ese dolor sin remisión alguna.

Paso un tiempo eterno hasta que ella volvió a entrar y con paso decidido se acercó a mí y me dijo al oído:

-Levántate que aún no hemos terminado.

-No puedo-respondí como entre un susurro, pues no me quedaba otra que hacerlo, ya que temía que al levantarme la cuchilla cortara algo.

-¿Cómo que no puedes? ¿Acaso no te funcionan las piernas?

-He hurgado en el cinturón.

-umm, comprendo… pero eso no quita que no te levantes… eso se merece otro castigo. Pero para que veas que soy buena, si te levantas antes de que cuente hasta cinco no te lo tendré en cuenta.

Comenzó a contar, lentamente: “uno”, “dos”,… Y pensando que aquella tortuosa ducha no finalizada aún era un castigo, temí otro y con todo mi valor me levante del váter. ZAS, sentí como esa cuchilla raspaba un poco mis huevos sintiendo como un aguijonazo al instante.

-Ves como tenemos que cuidar de ti. Ahora dime que resorte has tocado.-señale el lugar, ella comenzó a tocar y la cuchilla se retiró.-Ahora vete a la ducha que aún no hemos completado tu lavado.

Poco a poco, camine a la ducha me quede en la misma posición de antes. Ella se acercó nuevamente hacia mí, cogió un bote que abrió y comenzó a untarme de una crema por todo mi cuerpo. Me hizo girarme para las partes traseras y finalmente me pidió que me arrodillase. Entonces comenzó a echar algo más de esa crema por mi cara. Seguido a esto me pidió que esperase un poco y me la quito. Al sentir la tibia agua en mis carnes y sus suaves manos quitándome aquello pude saber que aquella crema no era otra cosa que una depilatoria.

-El perder tu vello es por hurgarte el cinturón. Esto será nuestro secreto aunque de poco valdrá cuando te vean depilado. Pero al menos no tendrás un castigo.

Seguidamente siguió lavándome con otras cremas, geles, champús,… Y pude notar algo en todo aquello que no era otra cosa que todo aquello olía un tanto femenino pues lo olores a rosas,… no eran nunca los que un hombretón como yo hubiese usado para la ducha. Además, comprobé que las molestias en mis huevos se calmaron al enfriarse el agua,..

-Bien ya estas limpio, ahora ábrete de piernas lo máximo que puedas.

Me abrí un poco más en aquella posición de equis, ella metió entre ellas un cubo y comenzó a tocar el mecanismo que tan dolorosamente conocí. De pronto comenzó a salir toda el agua que ella metió, pero esta vez estaba algo sucia y un tanto rojiza por la sangre de la herida que me había hecho.

Una vez vacío echo el agua por el váter y me tapo con una toalla al estilo de las mujeres, por debajo del sobaco y no estilo falda. Cogió otra toalla y me la ato como un turbante a la cabeza cosa que no serviría de mucho por lo corto que lo tenía. Me pidió levantar las axilas y me unto en ellas un desodorante pidiéndome instantes después que las bajase. Y finalmente me dio unas zapatillas de paño rosas con florecillas y me dijo que saliera del baño.