PRISIONERA EN MARRUECOS Parte III
Tras la cena, Magi ordenó a todos que pasaran a una gran sala donde se habían dispuesto varias cámaras y focos alrededor de una gran cama con dosel (...) Magi conducía de la mano a una Mabel asustada y ausente.
Nadie puso impedimento alguno cuándo abandonaron la prisión, con sendas mochilas. Un vehículo las esperaba en la puerta y ambas accedieron a él. Tras recorrer un centenar de kilómetros el vehículo estacionón en un barrio marginal, frente a un bloque destartalado, Mabel se dijo que podría contener cien viviendas como mínimo. Durante el viaje trató de hacerse una composición de lugar, el chofer era un hombre obeso de expresión adusta y muy parco en palabras, no le cupo duda de que había sido contratado por Magi para el traslado pero era evidente que ambos se conocían.
A Mabel le soprendió gratamente que tras subir por las escaleras un par de pisos y a pesar del deplorable aspecto de suciedad y abandono de todas las zonas comunes el apartamento de Magi podría incluso considerarse lujoso. Estaba limpio y el mobiliario parecía nuevo, incluso el suelo d parket estaba cubierto por alfombras que en cualquier otro lugar hubiese identificado como persas. Cuando entraron un chico y una chica, aún en la adolescencia, corrieron hacía Magi y se auparon a su cuerpo para besarle las mejillas, ella correspondio su gesto y se dirigió a Mabel.
—Mira, son mis sobrinos, te hable de ellos, ¿recuerdas?, Anna y Paolo.
Mabel les abrazó y besó sus mejillas.
Anna tenía catorce años y su hermano Paolo dieciseís. Lo cierto es que Mabel tuvo que hacer un gran acto de fé para asumir que los chicos erán realmente los sobrinos de Magi. Ambos erán rubios, de facciones nordicas y ojos azules, Mabel se dijo que eran tremendamente atractivos. Anna, a pesar de su temprana edad parecía toda una mujer: vestía un jean ceñido y una blusa holgada cuya tranparencia permitía apreciar la silueta de sus senos cubiertos por un sujetador de color pardo, Mabel reparó en que sutiles pecas rosadas poblaban su cutis y ello le confería una expresión de bondad y sobretodo, de infinita inocencia. Su hermano también era esbelto, sin ser musculoso, marcaba torax y, como Anna, su expresión destilaba inocencia.
—Son muy guapos, Magi.
— ¿Verdad? Su madre nació en Noruega, vive allí.
—Supongo que han salido a ella.
—No lo dudes. Vamos, te mostraré tú habitación.
Cuando accedio al salón tras una ducha eterna, Mabel no dio crédito a la escena: Magi estaba sentada en un mullido sofá, completamente desnuda y los chicos se abrazaban a ella entrelazando su torso con sus brazos. Anna vestía un camisón azul, muy ancho, que parecía de seda, y su transparencia evidenciaba la carencia de ninguna otra prenda interior y Paolo tenía el torso descubierto y sólo llevaba un pantalón corto de pijama. Cuándo la niña se percató de la presencia de Mabel se incorporó de inmediato y fué a su encuentro para abrazarla con efusión.
—Que bien, Maby, ¿puedo llamarte Maby?
Mabel pareció desorientada y por unos instantes no supo que decir.
—Pues claro…
Se había vestido con una falda corta y un jersey muy fino que marcaba su talle con suma precisión. Magi la observó en la distancia.
—Anna y Paolo han preparado la cena.
Mabel observó la mesa puesta mientras trataba de escabullirse del abrazo de la niña, pero un gesto de ésta le aturdió por completo: maquinalmente, Anna introdujo su mano por el dobladillo de su falda para tactar la tela de sus bragas mientras besaba su pómulo con los labios entreabiertos.
— ¿Qué haces, Anna?
—Eres muy guapa Maby… que divertido, casí te llamas como la tía Magi, “Magi y Maby”… super guay…
Su hermano rió la ocurrencia mientras acariciaba el sexo de su tía y esta le correspondió introduciendo su mano en el elástico del pijama para acariciar su pene.
—Te acostumbrarás a esto, Mabel. Los niños disfrutan mucho con los juegos y lo cierto es que obtenemos pinguës beneficios con ello.
Pareció azorada.
—Formas parte de la organización de tu hermano. Grabas a los menores para comercializar los videos, ¿no es cierto?
— ¿Y qué si es así?, no hacemos daño a nadie.
—No voy a participar en eso Magi
—Claro que lo harás, pequeña, haras cuanto te ordene, ¿o acaso olvidas a tu sobrina Raquel?, la estás protegiendo, ¿recuerdas? Ahora vamos a cenar. Niños, a la mesa.
Obedecieron de inmediato y ocuparón sus asientos. Mabel fue la última en sentarse.
La conversación discurrió entre anécdotas infantiles e historias que, relatadas por los niños, a Mabel se le antojaron obscenas y perversas. Anna explicaba que había incluido en sus juegos a su vecina y a su prima, ni siquiera habían cumplido los trece años y en sólo unos días habían conseguido su más increible sumisión.
—Son de goma, tía Magi.
Paolo parecía entusiasmado.
—Supongo que lo habreís grabado todo.
—Claro tía Magi, ¿sabes?, el guarro de Paolo me pidió si podía metermela por detrás.
Mabel había entrado en un estado catatónico en el que las imágenes se desfiguraban a su alrededor y los sonidos se distorsionabanen su cerebro.
— ¿Y tú que le dijistes, Anna?
—Qué aún no, que cuando tu volvieras.
—Esa es mi chica, ven sientate en mi regazo y dame un beso.
Anna se sentó en la falda de Magi y besçó sus labios con ternura.
—Deberías hacerle un poco de caso a nuestra invuitada, ¿no te parece, Paolo?
El joven pasó su brazo tras la nuca de Mabel y acercó sus labios a los de ella. Fue como si algo en su interior le impidiese reaccionar, trató de que sus labios permanecieran sellados pero la presión ejercida por Paolo le impedía hacerlo y sólo unos segundos después cedio su resistencia para consagrarse a aquel beso lujurioso y humillante. Paolo introdujó su brazo entre la tela del jersey y pellizco con inusitadfa violencia uno de sus pezones haciendo que Mabel se retorciese de dolor, pero la lacerante sensación se trocó en anhelo y, éste, a su vez, en un irresistible furor que fragüó en su utero haciéndo que casí perdiera la razón. Le asustaban sus reacciones y se preguntaba que maldita droga le habían dado para sentirse así.
Tras la cena, Magi ordenó a todos que pasaran a una gran sala donde se habían dispuesto varias cámaras y focos alrededor de una gran cama con dosel, propias de cualquier estudio fotográfico profesional en cualquier agencia de modelos. Los chicos aplaudieron la idea y se despojaron de sus ropas antes incluso de llegar a la estancia mientras Magi conducía de la mano a una Mabel asustada y ausente.
Besó sus labios con ternura mientras desajustaba la cintura de su falda para deslizarla por sus piernas.
—Vas a disfrutar, pequeña, ya lo verás.
Aún se desconfiguraban las imágenes pero Mabel observo como los dos hermanos se abrazaban y se basaban con pasión desnudos sobre la cama. Por un instante recordó a su sobrina Raquel y la imaginó junto a ellos, rerpudió la imagen al instante pero está se convirtio en un destello recurrente que luchaba por arraigarse en su imaginación. Odió aquello pero finalmente se dejó llevar permitiendo que Magi la desnudase por completo y la acostara sobre la cama, se odió a si misma por ello.
CONTINUARÁ