Prisionera del deseo
Cuando la única ley imperante es la del más fuerte, una pobre chica puede ser castigada por su propia violación.
Nunca pensó que se le pudieran dormir tanto las manos, sentía un dolor punzante en la cabeza y no parecía que su calvario fuera a acabar pronto. Para empeorarlo, el ojo cada vez se le estaba hinchando más y no recordaba cuanto tiempo había pasado desde la última vez que había comido algo. Le tuvieron que dar un empujón para que avanzara hacia la mesa, ni siquiera se había dado de que un hombre le estaba llamando.
A ver, vamos a hacerlo rápido que quiero irme con mi señora a casa. Nombre y edad.
Letizia, tengo 21 años – contestó la pobre chica casi en un murmullo mientras sollozaba.
Una niñita casi Garrido, cada vez las traes más jóvenes…y bonitas – añadió el viejo con un guiño que debía de creer que era sexy – ¿por qué motivo ha sido esta vez? Robo, agresión…
Mucho peor que todo eso, prostitución. Saben perfectamente lo prohibidísimo que está y las guarras siguen todavía ofreciéndose, nunca aprenden. Pero ya le enseñaré yo a comportarse – añadió con una voz autoritaria.
Así me gusta capitán, que sepa que en este país no permitimos esas inmoralidades salir impunes. Cuando quiera puede pasar.
El policía le agarró fuerte del brazo y tiró de ella por un pasillo que había al fondo de la estancia. Era de madrugada, por lo que la mayoría de las luces estaban apagadas. Fueron pasando frente a una fila de celdas bastantes angostas desde las que se oían ronquidos e incluso algún llanto contenido. Después de bajar unas escaleras que se encontraban medio escondidas en una esquina del edificio, llegaron a una celda de aislamiento, con una puerta maciza de esas que solo tienen una pequeña abertura para pasar la comida y poco más. El hombre abrió la puerta y la empujó hasta que cayó de culo en el centro de la habitación.
Bienvenida a la suite presidencial. Lo creas o no, has tenido suerte, la anterior inquilina acaba de…dejarnos, asique por ahora vas a estar aquí sola – decía el capitán sin dejar de dar vueltas en el estrecho espacio.
Por…por favor, déjeme por lo menos avisar a mis padres, es tarde y estarán muy preocupados – Letizia intentó parecer lo más dócil posible mientras preguntaba.
¿Quieres llamarles para contarles lo puta que es su hija? Ya eres mayorcita, que piensen que sigues de fiesta o follándote a alguno. Y si vienen a preguntar por ti ya les diremos por qué no vas a poder salir.
Noooo, por favor, no puede hacer eso – gimoteaba desesperada.
Claro que puedo, de hecho, puedo hacer lo que quiera y cuando quiera. Los días en los que algún abogado cantamañanas nos decía lo que hacer han quedado atrás.
En este punto la chica se derrumbó, todo su cuerpo le dolía horrores y lo único en lo que podía pensar era en turbarse en algún lado y llorar hasta quedarse dormida. Aunque para su desgracia, parecía que el policía no quería dejarle sola tan pronto. Empezó a acercaba lentamente mientras se desabrochaba el cinturón.
- Seamos realistas, vas a pasar muuuuucho tiempo aquí, no hay ninguna posibilidad de que alguien vaya a soltarte y menos sin mi permiso – se notaba que no estaba acostumbrado a que nadie le llevara la contraria – y te puedo asegurar que no soy de los que se aburren rápido.
Con los pantalones ya bajados hasta las rodillas y tirando del bóxer, dejó ver una polla de tamaño bastante considerable, con mucho vello púbico y poca higiene. La pobre Leticia sentía que empezaba a marearse, los recuerdos de lo ocurrido hacia apenas unas horas se agolpaban en su cabeza mientras el policía le abría la boca a la fuerza y le metía la polla hasta la garganta. Sentía que le faltaba el aire y empezaron a llorarle los ojos mientras que esa masa de carne se abría paso en su boca.
- Sí, así me gusta, sabía yo que esa boquita pedía guerra desde el principio – las embestidas de sus caderas no hacían más que aumentar mientras la mantenía agarrada con fuerza del pelo.
De ese modo pasaron unos minutos en los que el capitán no paraba de insultarla y decir guarradas entre jadeos mientras su polla no dejaba de entrar y salir de la boca dejando un reguero de babas y lágrimas a su paso. Parecía que al hombre le excitaba la asfixia, y comenzó a apretarle el cuello mientras le clavaba la polla en el fondo de la garganta, dejando a la chica doblemente sin aire. Sintiendo que se iba a desmayar comenzó a golpearle en los muslos y le arañó las manos tan fuerte que por fin consiguió zafarse del agarre.
Comenzó a toser y a coger grandes bocanadas de aire mientras intentaba alejarse, asustada por lo que podría pasar. La mirada de absoluto odio no se hizo esperar. Aunque agachaba la cabeza y se disculpaba no pudo un fuerte tirón del pelo y la bofetada que le cruzó la cara le partió el labio.
- ¿Tú quién te crees que eres puta de mierda? Mientras estés aquí tu única función es intentar que yo disfrute lo máximo posible o te llevo al sótano – acercándose a su oído añadió – mi amigo el teniente Martínez es un experto con el soplete, te sorprendería las maravillas que hace en las tetas.
El cuerpo de Letizia empezó a temblar de forma incontrolable. Los relatos que había leído en Internet parecían ser ciertos. Aunque la boca le dolía horrores y notaba como se le estaba hinchando por momentos decidió intentar no empeorar su situación, las historias de electrocuciones y amputaciones que había leído seguían clavadas en su mente.
Ni se te ocurra pensar que tu ataque se va a quedar sin castigo. Ponte a cuatro patas. Ahora – el tono que utilizó no admitía replica.
Perdóneme señor, no volverá a pasar.
Claro que no va a volver a pasar zorra. Después de esta noche te va a quedar muy claro que no tiene ningún sentido rebelarte contra mí y serás una perrita dócil y obediente. Y ahora desnúdate y ponte como te he dicho. ¡YA!
La chica empezó a quitarse la blusa que llevaba, mostrando unas grandes tetas llenas de marcas de mordiscos, libres de cualquier sujetador que las tapara. El policía empezó a impacientarse con la velocidad y decidió arrancarle la falda y las braguitas que llevaba de un tirón. Aparte de las marcas que tenía, el cuerpo de Letizia era lo más deseable que el hombre había visto en mucho tiempo, y eso que por sus dominios en prisión pasaban jóvenes preciosas muy a menudo.
¿Vas a obedecerme en todo y aceptar los castigos que te quiera imponer?
Sí señor – contestó en un susurro mientras las lagrimas caían incontrolables por sus mejillas.
Un golpe en el culo con saña del cinturón provocó que Letizia soltara un alarido de dolor.
¡No te he oído! ¡Dilo más alto! – el enfado en su voz iba en aumento.
¡SÍ! Le obedeceré en todo señor – Letizia gritaba desesperada.
Muy bien, eso me gusta más. Ahora, para que entiendas que ya no tienes poder sobre tu cuerpo y que puedo hacer con él lo que se me antoje te vas a quedar calladita mientras te doy 20 azotes con el cinturón. Cuando termine me vas a dar las gracias y me vas a pedir que te folle el culo. ¿Lo has entendido?
Sí…sí señor.
La excitación del hombre iba en aumento y claramente no podía esperar más. Tenía la polla dura como una piedra y la visión de ese precioso cuerpo desnudo a su merced provocaba que la punta se le humedeciera. Agarró con fuerza el cinturón y sin miramientos comenzó a descargar todas sus frustraciones en el trasero de la chica.
- ¡Zas! Eres una puta... – los insultos se iban sucediendo intercalados con los golpes - ¡Zas!
Los golpes caían rápidamente sin darle tiempo a reponerse del dolor. Nunca había sentido un dolor tan intenso en su vida, parecía que su trasero se estaba incendiando. Los gritos salían rotos de su garganta, seca ya.
- Y ahora el golpe de gracia – el capitán cogió impulso con el brazo y descargó un golpe tan fuerte que dejo una línea con sangre que cruzaba toda la nalga derecha.
La pobre Letizia estaba al borde de sus fuerza pero, por muy rota que se sintiera por dentro, no se había olvidado de sus amenazas.
Gracias por castigarme señor, me lo merecía.
Claro que te lo merecías puta, así sabrás cual es tu lugar y no se te ocurrirá volver a ponerte rebelde. Aunque creo que se te está olvidando algo.
Fóllame el culo por favor, quiero que me lo folle - no parecía importar si la voz sonaba creíble o no.
Con mucho gusto – el hombre no perdió el tiempo y poniéndole el cinturón alrededor del cuello en forma de collar de perro se escupió en la polla y empezó a embadurnársela con saliva.
La chica se agarró a la pata del camastro intentando anteponerse al dolor que vendría. Nunca lo había hecho por el culo, pero según le había contado su mejor amiga podía ser muy doloroso. Pero por mucho que hubiera intentado mentalizarse nada le había preparado de lo que sintió cuando esa gran polla empezó a empujar intentando abrirse paso en su interior.
No le había preparado el ano, estaba totalmente cerrada y sus músculos se negaban a relajarse ante esa intromisión. Arqueaba la espalda y gritaba mientras el policía empujaba con todas sus fuerzas hasta conseguir que entrara el glande.
Que culo más rebelde tenemos aquí… pero yo le voy a enseñar quien es su dueño – agarró fuerte las caderas de Letizia y con un último empujón clavó la polla hasta los huevos.
¡AHHHHHHH!
El alarido de dolor que salió de su garganta conseguiría helar la sangre de cualquiera, pero no del sargento Garrido, cuyo mayor placer en la vida era ver esos cuerpos juveniles sometidos a sus deseos de manera incondicional. Nunca se había privado del placer, y con los años solo se había hecho cada vez más sádico y brutal.
- Sí puta, siéntela rompiéndote el culo. Con el tiempo ya verás que añorarás tenerla dentro y esperarás todos los días a que te penetre – decía mientras daba contundentes embestidas con las caderas que resonaban en el habitáculo.
El llanto contenido de Letizia se mezclaba con los jadeos excitados del capitán. Cada vez las embestidas eran mas rápidas e intensas, acompañadas de sonoros azotes en el magullado culo y tirones de pelo para sujetarle mientras la domaba a gusto.
En este punto la chica estaba casi anestesiada. Lo único que conseguía sentir mientras era usada como un juguete era dolor en cada centímetro de su cuerpo. Aunque sabía que no podía llevar detenida más que unas pocas horas, lo sentía ya como una eternidad. Su ano se había acostumbrado al tamaño del intruso, pero notaba como había sangrado y cada vez que la penetraba era como si mil agujas ardientes le atacaran la zona.
Cansado de ese agujero decidió sacarla y empezar a follarse el coño con energías renovadas. Para Letizia al principio fue un alivio, no pensaba que su culo pudiera aguantar mucho más tiempo esa brutalidad, pero pronto se dio cuenta que el coño tampoco estaba preparado y que cada vez que era penetrada la punta de la polla le golpeaba el útero.
- Auuuh auh, por favor, no tan rápido – se le escapó sin querer.
-¡Cállate! Si vuelves a quejarte tu culo recibirá otra lección – lo único que consiguió su suplica fue que la violación fuera más implacable – te…follaré…como…quiera.
Le dio la vuelta para poder verle bien la cara de dolor y escupirle, eso le excitaba. La chica notaba como su espalda se arañaba contra el suelo de hormigón como cada embestida, pero lo peor era que ahora ese asqueroso le metía la lengua en la boca sin dejar de mover las caderas.
De repente las embestidas aumentaron todavía más de velocidad y el policía le agarró con fuerza los pechos y le mordió el cuello mientras por fin se corría dentro de ella. Se quedó unos segundos dentro recuperando la respiración, con Letizia al borde del desvanecimiento. Cuando parecía que no se iba a mover, el capitán se levantó, se subió los pantalones y le dio una palmada en las nalgas, cuyo dolor hizo que la chica volviera a la realidad.
- Al final no ha estado mal, nada mal. Unos cuantos días más y ya verás que, por tu bien, no se te va ni a pasar por la cabeza intentar hacer algo estúpido. Recuérdalo, aquí puedo hacer lo que se me antoje, asique te quiero todas las noches lista y abierta de piernas para mí – se sacó un pañuelo que tenía en el bolsillo y se lo tiró – y límpiate un poco, no quiero acostarme con una cerda manchada.
Letizia no sintió el pañuelo cayendo sobre su malherido cuerpo ni oyó sus pasos alejándose por el pasillo. Solo podía hacerse un ovillo en el suelo y llorar desconsoladamente por lo que había pasado y las perspectivas de lo que tendría que vivir.
Después de largas horas llorando por fin cayó en un sopor que sin embargo no le ofreció ningún descanso…
Un claxon sonando, faros de luz que le alumbraban por unos pocos segundos, el camino de la joven Letizia por el arcén no estaba siendo fácil. Sabía que no debería estar andando por allí a esas horas, era peligroso, pero el estúpido de su exnovio le había dejado tirada mientras estaban celebrando un cumpleaños en un local y no tenía como volver a casa.
De repente oyó como un coche de policía se paraba detrás suya y todos sus temores de meterse en un lio se confirmaron.
¿Pero que tenemos aquí? Una joven ofreciendo sus servicios en la carretera. Que desvergonzada – cuando se acercó más pudo ver que era un policía de alrededor de 40 años y buena forma física.
Señor agente, se lo puedo explicar – las palabras salían de forma atropellada – solo estoy intentando llegar a casa, no tengo otra forma para volver.
¿Así vestida de putón y en esta zona? No te creo, conozco muy bien a las chicas como tú. Jóvenes, extranjeras, bonitas… pensáis que podéis conseguir lo que queráis, pero no conmigo. Sube al coche patrulla – su voz no admitía replica.
Voy – a la chica no le quedó más remedio que aceptar la orden al no haber nadie más en los alrededores.
Una vez dentro del coche estaba dándole vueltas preocupada pensando lo tarde que llegaría a casa cuando el policía se subió en el asiento trasero con ella y amarró sus esposas al asidero. Antes de que pudiera preguntarle nada, el hombre empezó a meterle mano, agarrando y sobando sus tetas y a meter la mano debajo de la falda.
La escena le parecía totalmente irreal, y tardó un rato en reaccionar y luchar para quitárselo de encima. Comenzó a revolverse y a pegar patadas a todo lo que podía, por desgracia era mucho más débil que él.
- ¡Estate quieta! Ni se te ocurra volver a pegarme – el enfado era patente en su voz – además, si te hubieras quedado quieta hasta habrías cobrado algo de dinero, sucia putilla.
Cansado de los manoseos infructuosos, le quitó la camiseta y el sujetador a tirones, lanzándose a morderle las tetas. Después, le levantó la falda hasta la cintura y bajándole las bragas la intentó penetrar. No era nada fácil, estaba muy seca y el agujero estaba muy cerrado. Escupió en el coño y le metió dos dedos para intentar forzar la abertura. Volvió a colocar la punta en la entrada y de un golpe consiguió entrar. Llevaba varios días sin follar por lo que la agarró fuerte de las caderas y empezó a embestirla con ganas. Después de estar unos minutos así no pudo aguantar más y se corrió abundantemente dentro de la chica. Entre los gritos de dolor y la sangre que vio brotar del coño se dio cuenta que la chica era virgen, eso no estaba en sus planes.
- ¿Nunca habías follado? – preguntó estupefacto.
- No, nunca – las lagrimas casi no le permitían responder.
¿Qué clase de puta es virgen? Ahora va a resultar que tenías razón – el policía ya se había colocado el pantalón y se llevaba las manos a la cabeza pensativo – te iba a dejar en la gasolinera, pero no puedo arriesgarme a me vengas con mierdas después con un crío. Te vienes conmigo a comisaría.
Te denunciaré, no puedes hacerme esto – gritó repentinamente enfadada.
El golpe que se llevó en el ojo no lo vio venir y provocó que se derrumbara en el asiento mientras el hombre volvía al asiento del conductor y arrancaba el coche.
- Tu no vas a abrir la boca niñata, porque te juro que descubro donde viven tus padres y les encarcelo por conspiradores y terroristas el resto de sus vidas. No sería la primera vez que lo hago.
La chica no supo qué más hacer para no empeorar su situación, por lo que se quedó encogida y callada en el coche mientras este avanzaba en la noche.
Se despertó gritando, pensando que había sido una pesadilla, pero cuando miró alrededor y vio las paredes de hormigón vacías y el wáter metálico en la esquina supo que todo había sido real.
Intentó incorporarse del camastro, pero cuando logró sentarse soltó un grito de dolor al notar las heridas que tenía en el culo. Por el ventanuco que había supo que sería ya la hora de la comida aproximadamente, asique decidió aprovechar el tiempo lo mejor que pudiera limpiándose las heridas e intentando reponerse.
Así pasaron las horas y, mucho antes de lo que Letizia hubiera deseado, vio como se hacía de noche fuera y supo que iba a estar acompañada muy pronto. No se equivocaba, cuando llevaba ya un rato intentando mentalizarse oyó como se descorría el cerrojo y vio al capitán Garrido en su puerta con una sonrisa lobuna.
- Hombre, mi reclusa favorita, ¿cómo va ese culo? – añadió sin dejar de sonreír.
- Bien, señor – la voz robótica de la chica no demostraba emoción alguna.
- Así me gusta, que lo tengas preparado para mí. Entiéndeme, había que sustentar los cargos de prostitución y una virgen anal no hubiera resultado creíble. Ahora ven aquí, que he tenido un día muy duro y necesito relajarme – su polla ya estaba fuera del pantalón cuando terminó de hablar.
Aunque la polla seguía sin oler bien, parecía que se la había lavado y el sabor no fue tan horrible no el día anterior, aunque la hinchazón del labio hacía que le doliera cada movimiento. Por eso prefirió ser ella la que llevara la iniciativa, intentando controlar el movimiento.
- Joder, hoy tienes hambre por lo que veo, el castigo de ayer ha valido la pena – se le notaba el placer en cada sílaba – Sí, ahí, chupa los huevos…
Letizia le puso todo el empeño del mundo para que se corriera rápido, aun así no pudo evitar que con la excitación le cogiera la cabeza al final y empezaba a follarse su boca hasta correrse en su garganta. Tuvo que tragarse el semen con lágrimas en los ojos, temerosa de lo que pasaría si lo escupía.
- Bien bien, me ha gustado mucho, sabía que tenias una putilla dentro. Como premio les diré que te traigan una buena cena, les había dicho que te quería bien hambrienta para esta noche jajajaja.
Con un humor mucho más relajado y feliz de cuando había entrado terminó de colocarse la ropa y se acercó a ella para acariciarla el pelo.
Tú y yo vamos a llevarnos muy bien, estoy seguro. Te veo mañana – dijo después de besarla largamente.
Hasta mañana.
Que duermas bien.
La puerta de la habitación se cerró, dejando una mujer rota que, sin saber cómo, de repente se había convertido en una esclava sexual de un policía sádico y no sabía si algún día podría escapar de ello.
Continuará….