Prisionera de un gigante (6)

Nueva entrega, la humillación se agrava con lluvia dorada

PRISIONERA DE UN GIGANTE (6)

Quedé allí, encerrada en la jaula, a oscuras, completamente empapada de semen mientras escuchaba los monstruosos ronquidos que emitía el gigante. La cabeza me daba vueltas. ¿Cómo podía haberme metido en aquella pesadilla? ¿Cómo podría salir de ella? Tanteé un poco los barrotes de la diminuta jaula, parecían sólidos. No había cerradura. ¿Cómo se abriría? Supuse que tendría un pasador o un seguro, pero no podía verlo en la oscuridad. De todas formas confieso que en ese momento ni siquiera pensé en escapar. Las palabras de Luis acerca de que una araña podía comerme aún resonaban en mi cabeza y me quitaban las ganas de salir de la protección de la jaula. Casi me alegraba de estar encerrada.

Seguí cavilando mientras notaba como aquella masa viscosa que cubría mi cuerpo empezaba a endurecerse. Intenté quitarme lo más posible, aunque no conseguí gran cosa. ¿Podría escapar de allí? Sin duda me echarían de menos. En el bufete, mi familia... Mi padre ya había fallecido y mi madre vivía aún en el pueblo, del que yo había salido para estudiar. La llamaba de vez en cuando, pero tardaría en echarme de menos. ¿Se preocuparían por mí en el trabajo? La verdad es que aunque me apreciaban como profesional nadie me quería mucho, ya que mi atractivo me había granjeado malas pasadas con los compañeros y me había obligado a ser arisca y huraña. Tampoco tendrían a quién dirigirse. Nunca había dado allí muchos detalles de mi vida privada. Por otra parte tenía algunos conocidos en la ciudad, pero mis más íntimas amigas vivían lejos y nos veíamos bastante poco. Era relativamente nueva en aquel lugar y aún no había hecho amistades reales.

No obstante, me decía, antes o después me echarán de menos y me buscarán. Pero, ¿dónde? Nadie me iba a relacionar con este hombre. No había hablado de él con nadie. ¡Maldita mi prepotencia y aquella seguridad en mí misma! Un rayo de esperanza se abrió a pesar de todo en mi mente. Mi transformación y captura se había producido en mi portal. Aunque a esa hora el conserje ya se había marchado el edificio estaba videovigilado. Tal vez las cámaras hubiesen captado algo. Me aferré a aquella esperanza, aunque me daba cuenta de que era una posibilidad ínfima. Incluso aunque lograran identificar a mi captor y viniesen a registrar su casa, ¿qué conseguirían? En mi tamaño actual podría esconderme en cualquier parte, en el bolsillo de su pantalón o incluso dentro de sus calzoncillos. Noté que este pensamiento me secaba la boca, al recordar aquel miembro monstruoso y aquellos inmensos cojones. Con una mezcla de rabia y deseo noté que me humedecía otra vez. ¿Cómo podía excitarme aquel canalla?

Pese a estas infinitas cavilaciones que atormentaban mi mente, el tremendo cansancio acabó por vencerme y me quedé dormida. Me despertó un ruido que me pareció terrible. La luz entraba abundantemente por la ventana del cuarto. Abrí los ojos recordando solo vagamente los acontecimientos de la noche anterior y pensando que no habían sido más que una horrible pesadilla. Mis ojos me devolvieron a la cruda realidad al encontrarme con aquel rostro inmenso y sonriente agachado sobre mi jaula. Temblé mientras aquella situación golpeaba mi mente y cerré los ojos. El espantoso ruido que había oído debía simplemente haber sido el sonido que Luis había hecho al levantarse.

De repente me di cuenta de que no me podía mover. La masa de lefa pegada a mi cuerpo se había adherido a él de tal forma al secarse que tenía los miembros como pegados con pegamento. Grité asustada. El gigante se percató de ello y rió.

  • Jajajajaa, no estás muy cómoda, ¿eh? Tendremos que lavarte un poco.

Abrió la jaula soltando un muelle y de nuevo sus dedazos me sacaron de allí. Me vi transportada por toda la habitación, con la espantosa sensación en el estómago de estar en una montaña rusa, hasta el cuarto de baño. Lo poco que pude ver no parecía muy limpio ni olía muy bien. De repente me vi suspendida en su manaza sobre el inodoro. “¡NO!”, pensé, “eso no, por favor”. Mi horrible pensamiento se confirmó. Sus dedos me soltaron y me precipité al vacío, en lo que para mí era una caída terrible, cayendo directamente al agua del wáter. El agua helada, que afortunadamente estaba limpia, estremeció todo mi cuerpo desnudo en el impacto, pero al menos ablandó el semen y me hizo recuperar la movilidad, con lo cual pude salir a la superficie y nadar.

No obstante, cuando llegué arriba deseé volver a sumergirme inmediatamente. Allá arriba, muy lejos, el gigante sostenía en su mano su monstruosa polla, mientras me miraba y sonreía. Ya sabía lo que venía a continuación. Con un atronador sonido, un torrente de pis golpeó mi cuerpo. De nuevo no pude evitar que el nauseabundo líquido invadiera mi boca y mi nariz. El olor y el sabor eran fortísimos. Estuve a punto de vomitar. Traté desesperadamente de alejarme del inmenso chorro, lo que provocó que el gigante estallase en carcajadas que resonaban por todo el baño. No podía alejarme de la cascada inmensa de meo. Se movía conmigo, sabiamente dirigida por la mano de mi captor. Después de un tiempo que me parecieron horas el chorro se fue apagando y se convirtió en gotas que caían. Me quedé allí nadando en la inmensa meada, tratando por un lado de no respirar por la nariz y por otro de evitar por todos los medios que el inmundo líquido entrase en mi boca. El gigante me dejó allí un rato, observándome divertido.

Al fin oí de nuevo su atronadora voz:

  • ¿Qué te parece si tiro de la cadena y te vas con todo el meo y toda la mierda, que es adonde perteneces? -su mano se dirigió hacia el pulsador del inodoro.

  • ¡No, por favor, por favor...! -logré exclamar en medio de mi agonía-, No quiero morir, por favor amo, déjame vivir, por favor...

Mis ojos se nublaban por momentos, pero oí el ruido de la cisterna al activarse y pensé que había llegado mi hora. La inmensa cascada de agua se abatió sobre mí pero súbitamente, una fracción de segundo antes de que me alcanzase, sentí como la fuerte mano de Luis me agarraba y me sacaba de allí. No sé cómo pudo hacerlo con tan increíble rapidez.

  • Creías que lo iba a hacer, ¿eh? ¿Y quedarme sin mi juguete? Aún hemos de pasar muchas cosas juntos, jejejeje. Y ahora sí, vamos a lavarnos.

Casi no le escuché. Sentía un infinito alivio al seguir viva, a pesar de la terrible experiencia que acababa de vivir. El estar envuelta en su inmensa mano me produjo en ese momento una inexplicable sensación de seguridad. Casi como estar de bebé en los brazos de mi padre. Tuve la extraña sensación de que no deseaba que me soltara, jamás. ¿Qué vendría a continuación?

(Continuará?)