Prisionera de mi amante (4)
A pesar de que las nalgas son bastantes flácidas, la joven ofrece resistencia a la penetración por ser la primera vez. Él hace presión al mismo tiempo que la chica llora dolorida,...
He quedado con Carlos en un hotel de carretera a las doce del mediodía. El coche va raudo por la carretera, estoy ansiosa de encontrarme con él. Observo el exterior del diminuto hotel por si diviso su vehículo, pero no lo veo, quizá no ha llegado aún. Aparco el coche y me dirijo a la cafetería. Me sorprende ver a Carlos, que me hace señas para que vaya a su encuentro, sentado en una mesa del fondo acompañado de un corpulento hombre de mediana edad y una joven de color. La chica tendrá unos diecinueve años, tiene cara de niña. Me los presenta y me dice.
-Diana, este señor ha pagado por ti, quiere follarte junto a su joven pareja. Será rápido, iremos a su finca que está muy cerca de aquí-
-De acuerdo Carlos, como desees- Le respondo.
-¿De verdad es tan buena como dice?-Le pregunta el corpulento hombre a Carlos.
-Ya lo comprobará-
Salimos del local sin apenas tomar nada, nos subimos en la ranchera de aquel hombre, la chica y yo. Carlos esperará en la cafetería. Después de una media hora de caminos agrícolas, llegamos a un caserón campestre apartado de la civilización. Nada más llegar el hombre, que no ha pronunciado palabra en todo el viaje, nos conmina con un gesto a que le sigamos. Agarra a la jovencita negra por el brazo y le ordena que se desnude por completo, a mí me ordena lo mismo. La chica está asustada, se le nota en la cara. Nos desnudamos y seguimos a aquel tipo hasta una especie de cobertizo. Allí saca unas cuerdas, apoya la chica en una barra de manera que el cuerpo queda inclinado hacia delante apoyado en la barra y la ata juntando los tobillos y las muñecas. Después se dirige a mí y hace lo propio. Estamos así unos minutos. El hombre se adentra en el cobertizo lo que aprovecho para dirigirme a la chica que gimotea.
-Tranquila, no te asustes haz lo que yo. ¿Es la primera vez?-La chica sigue gimoteando pero no me responde.
-No llores, relájate y será menos doloroso-Le susurro mientras veo venir al corpulento hombre que se ha despojado de la ropa.
El hombre me coloca un correaje en la cabeza y una pelota en la boca, supongo que será para que no grite. ¡Qué estupidez! Se coloca detrás de mí y me da unas sonoras palmadas en las nalgas. Hace lo mismo con la joven de al lado. La chica llora ahora sin disimulo. No entiendo como no le coloca a ella la pelota en la boca. Vuelve a colocarse detrás de mí y me agarra por las caderas, coloca su miembro a la entrada de mi experimentado culo y comienza a hacer presión, se retira y escupe intensamente toda la zona anal. Vuelve a colocarse en posición y a repetir la operación. Su erguido miembro, bastante grueso por cierto, hace esfuerzos por vencer la natural resistencia de mis esfínteres, pero ya estoy preparada para estas cosas. Me relajo mentalmente pensando que es Carlos quien me empala de esa manera y mi esfínter como por arte de magia se abre ante el coloso de carne que pugna por entrar. El resto es sólo aguantar las embestidas de este bruto acoplado a mi culo. Resopla con furia mientras se introduce en mis entrañas. La chica sigue llorando a mi lado consciente de que le ocurrirá lo mismo. El hombre se desahoga en mi culo a tenor de las embestidas y los insultos que profesa.
-¡Ábrete más zorra!- Me grita con furia. Ignora que estoy indefensa y que su inmovilización impide que pueda abrirme más.
Está follándome durante largos minutos. Mi culo no opone ninguna resistencia. Él entra y sale a su antojo, tal es la facilidad que se le ofrece. De repente se detiene y se separa. Se dirige a la chica y repite la misma operación, escupe abundantemente en la entrada de su culo y se coloca detrás de ella. Agarra su masa de carne gigantesca y la coloca en la entrada del estrecho culo de la chica. A pesar de que las nalgas son bastantes flácidas, la joven ofrece resistencia a la penetración por ser la primera vez. Él hace presión al mismo tiempo que la chica llora dolorida, vuelve a hacer presión y la chica aumenta el gemido impulsada por el dolor que le causa la polla de ese tipo en la estrecha entrada de su culo. Vuelve a hacer presión y la chica, que sólo puede llorar al estar inmovilizada como yo, da un grito de dolor ante la inminencia del intruso palo de carne en la entrada de sus entrañas. De repente el individuo da un golpe de fuerza con su pelvis en el culo de la joven negra, lo que motiva que el aire se llene de un alarido infrahumano producido por la introducción total de aquella masa de carne en la estrechez virginal de la jovencita de color. Él se sacia dando tremendos empujones mientras ella grita a cada embestida del animal. Poco a poco se va apagando los alaridos para convertirse en gritos y estos a su vez dejan paso a unos gemidos que parecen fruto del placer. A medida que el hombre ha roto la resistencia de su culo, sus embestidas van produciendo placer en la chica. Ésta gime ahora de placer y el hombre brama de poder, la folla como una bestia, la posee como un animal. Si no estuviera atada al travesaño de hierro caería al suelo debido a la tremenda fuerza que hace el hombre para follarla. Así está más de quince minutos, follándola como una esclava en un harén. Ella, ya sin disimulo, gime de placer y él, sabedor de su poderío, hace inminente su corrida, lo que ocurre poco después dentro del culo de la joven, como su peculiar marca de dominio.