Pringando a mi prima

Cada verano nos vamos al pueblo para alejarnos de la rutina de la ciudad. Este verano tenemos compañía, mi prima Demelsa,con la que descubriré nuevas sensaciones.

Me encuentro en el coche, de vuelta a casa, junto a mis padres, mi hermana pequeña, y mi prima. Me llamo Javier, acabo de cumplir diecisiete años, y como siempre, como todos los veranos, siempre nos vamos al pueblo, a las afueras de la ciudad, donde mis padres tienen una casa heredada de mis abuelos. Allí permanecemos un mes y medio más o menos, entre vacas, gallos, etc.

Sin embargo este año fue diferente a los demás, y a continuación les contaré por qué.

Este verano tuvimos una invitada nueva en la casa, una nueva inquilina con nosotros, mi prima Demelsa, que tiene tres años más que yo, y que vino al pueblo con nosotros obligada por mis tíos.

Desde el primer instante dejó claro que para ella no era plato de buen gusto venir con nosotros, y lo demostró estando todo el viaje de ida totalmente callada y seria. Allí en el pueblo fue otro tanto de lo mismo. Siempre estaba mandándose mensajes con su novio, al parecer un tipo que le saca más de diez años.

Pues bien, como decía, desde el primer día no nos puso las cosas fáciles, y la verdad que yo nunca había tenido mucha relación con ella, sólo en alguna ocasión, alguna cena familiar y demás.

Pero a decir verdad, y ahora hablando en serio como hombre que soy, y en la edad que me encuentro, plena revolución hormonal, tengo que decir que mi prima era un bollito de chocolate. No voy a decir que no me fijara nunca en ella, siempre desde el respeto claro, pero, la mirada se me ha escapado muchas veces a su trasero, la verdad que tiene un culo de esos prominentes, no gordo, sino redondo, de esos que se menean como un flan, y que cuando se ponen unas mallas o leggins se le marca todo.

Más de una vez he tenido que clavar mi mirada en su culo, para apreciar los pequeños tangas con los que de vez en cuando nos deleitaba. Y no voy a decir que no me haya hecho alguna que otra paja pensando en ella después de ver esos tanguitas.

Sus pechos eran normalitos, ajustados con su cuerpo, redondos pero pequeños. Y de cara no es que fuera muy guapa, en realidad no lo era, pero era una de esos rostros, que tienen algo que te llama la atención, vamos que te la pone dura.

Pues bien, en esa situación nos encontramos cuando llegamos al pueblo. Sacamos el equipaje del coche y entramos a la casa. Entonces aquí comenzó la anécdota, lo que realmente marcó ese verano en el pueblo, lo que lo diferenció de los demás.

Al entrar y ver de nuevo todo, nos dimos cuenta de que no había sitio para mi prima. Mi hermana dormía con mis padres, y yo solo, en otra habitación.

Había una tercera habitación, pero estaba vacía, no había ni cama, ni nada, porque como siempre íbamos nosotros al pueblo, ni nos molestamos en amueblarla.

Por lo tanto, la única solución era acoplar a mi prima en mi cama, conmigo.

En un primer momento, quedé callado, algo asustado, con la adrenalina invadiendo mi cuerpo. Después para disimular hice algo de teatrillo negándome, a la vez que mi prima desde un primer momento se negó.

Luego acepté entre dudas, realmente lo estaba deseando,  pero mi prima se enfadó y salió a la calle.

Mi madre salió detrás, que no se qué método utilizo, pero al final aceptó.

Llegó la noche, habíamos estado en la piscina del pueblo, habíamos hecho varias actividades, y estábamos cansados.

Así que era la hora de dormir. Mi madre nos preparó la cama, y después se acostó con mi padre y mi hermana. Nos quedamos mi prima y yo solos en la habitación.

Entonces me desvestí, como siempre, quedando en calzoncillos, y me metí en la cama, a un lado, en el extremo mirando hacia la mesita de noche, me daba hasta apuro girarme.

En el otro lado, aún fuera escuché como mi prima se desvestía, la cremallera del pantalón, o la camiseta. Se sentó en la cama y abrió su parte de las sábanas. Entonces, con voz cabreada, me advirtió que nada de roces ni cosas raras.

Ni me giré, no me moví en toda la noche de posición.

Entonces al día siguiente, por la mañana, sentí como se levantaba de la cama. Yo aún adormecido, giré un poco la cabeza y abrí un poco el ojo. Contemplé algo espectacular que me hizo mojar instantáneamente el calzoncillo. Se levantó de la cama para ponerse el pijama, cuando observé la mejor escena de una mujer en mi vida, en directo, la primera vez que tenía de ver una mujer en pleno esplendor y no era mi madre.

Se levantó de la cama inclinándose hacia arriba y dejando a la vista, a mi vista, el enorme y perfecto culo que la caracterizaba, delante de mi, con un microtanga de hilo, que por momentos se perdía entre las nalgas.

La polla se me puso como una porra, desperté de golpe, mientras con el rabillo del ojo admiraba su culo y como se vestía el pijama para ir a desayunar, como ese tanga verde chillón fino como la seda se perdía en esas carnes y se cubría con el prenda.

No podía creer que hubiera estado durmiendo con eso al lado y no pudiera ni rozar con los nudillos de la mano.

Me levanté, empalmado y con un calentón de órdago, mi prima ya estaba abajo desayunando. Entonces se me ocurrió algo.

Salí a la puerta y me percaté de que realmente estaba desayunando. Me acerqué a su equipaje y tras rebuscar saqué un tanguita de esos que ella usa, de hilo, de color rosa con el bordeado negro. Me encerré en el servicio, y comencé a masturbarme con el, frotándome, oliéndolo y chupándolo. Podía sentir el sabor de su culo, el aroma de su coño húmedo de cada vez que charla con su maromo.

La corrida fue monstruosa, dejé la taza encharcada en lefa. Y es que seguía sin poder creérmelo, estar más de un mes allí con ese culo a mi lado y no poder hacer nada. Solo de pensarlo me ponía malo

Tras limpiarme, guardé el tanga entre mi ropa, como recuerdo, y bajé a desayunar.

Allí estaba ella comiéndose casi un paquete entero de sobaos pasiegos.

Tras desayunar y ducharnos todos, marchamos a dar un paseo y seguir haciendo cosas como de aquí al final del verano. Entonces charlando, mi madre mencionó algo de una cama, a mi prima, algo de que al día siguiente iríamos a comprar una cama para mi prima. Resulta que ese fue el trato al que llegó mi madre con Demelsa.

Comprendí que sería la última noche, quizás, seguramente, para toda la vida, que dormiría con ese culo a mi vera.

Cavilé durante todo el día, en mi cabeza, pensando en que hacer, necesitaba sentir, tocar, n quería perder la oportunidad, pero mi cabeza no daba para mucho, y en realidad no había mucho que hacer, estaba todo dicho.

Llegó de nuevo la noche, segundo día. Me acosté como el día anterior, idénticamente, y escuché de nuevo como Demelsa se desvestía. Se quitaba el chándal que se había puesto y se metía, ésta vez sin advertencias, en la cama. Empalmé nada más escuchar el pantalón tocar el frío suelo de la casa. Notar el calor que generaba ese culo a mi lado me ponía enfermo.

Ya había pasado un buen rato desde que no habíamos acostado, unas dos horas. Yo seguía despierto dándole vueltas al asunto.

Cachondo perdido, con la polla chispeando sin parar. Sentía el fuerte respirar de mi prima totalmente dormida.

Entonces en una de estas, noté como se movía estirándose y moviéndose hacia mí involuntariamente.

Su culo, pasó a presionar el mío. Sentí sus nalgas calientes apretando las mías, y fue entones cuando de verdad me puse caliente, los nervios invadieron mi cuerpo y sentí de verdad la necesidad de hacer algo.

Esperé unos quince minutos, tras comprobar que seguía dormida como un angelito, suavemente me fui girando, poco a poco, sin armar mucho escándalo y que se despertara. Ya por fin completamente girado hacia el otro lado, suavemente me arrimé hasta unirme completamente a ella, a su culo. Por primera vez sentí lo que siente un hombre con una mujer. Moví la mano lentamente y la posé sobre su nalga deslizándola tranquilamente y sintiendo la suavidad de su piel y la curvatura que formaba su culo. Seguí frotando mi mano hasta llegar al punto clave, el tanguita, otro de sus modelitos. Comencé a tocarlo por la gomilla y dibujando su recorrido hasta la raja, dónde se perdía entre carnes.

Estaba excitadísimo, no podía soportarlo ni un minuto más.

Entonces en un alarde, saqué la polla, qué salió disparada golpeando sus nalgas y dando las primeras gotas de leche sobre su culo. Por un momento me asusté y creí que iba a despertarse, pero no fue así. Sentí el calor de su culo de sus nalgas en mi polla, que frotaba sin parar y sin piedad sobre sus carnes dejando todos mis chisporroteos sobre su trasero y su tanga. No podía creer que lo estuviera haciendo.

La polla dura como que se yo, se movía como pez en el agua en ese mar de carnes, pasando la punta sobre su tanga, notando la gomilla y sintiendo el roce de las costuras.

Tuve que dar un paso más allá y avanzar. Sin meter la cabeza debajo ni mirar, solo palpando, agarré ligeramente la gomilla del tanga y lo fui desencajando de la raja muy despacio. Me costo, era una tarea difícil y el tanga estaba bien metido. Cuando por fin conseguí sacarlo lo aparté hacia un lado sobre la nalga.

Podía notar el tanga mojado por el sudor que se formaba en su culo, después de tanto caminar.

Comencé a meter los dedos en su culo completamente mojado, y a frotar con las yemas su coño, húmedo y encharcado como si higuera estado corriendo dos horas seguidas.

Era alucinante que no se diera cuenta. La verdad que me lo estaba pasando pipa.

La polla estaba a punto de estallar, así que la acerqué al punto clave y comencé a frotarla por la raja del culo dejando la punta sobre su ojete, arrastrando y arrebañando regueros de sudor con mi verga. Comprendí a su novio, el premio que ese cabrón se había llevado. La verdad que el placer de follarse este culo siempre que quieras tiene que ser una delicia.

El coño estaba mojado hasta atrás, sudor, flujos, la polla se resbalaba arriba abajo por los labios vaginales que no daban señal de un solo pelo.

Estaba calentísimo, sólo me faltaba poder meterla, pero eso era imposible.

Sus nalgas atrapaban la polla en cuanto las soltaba dejándola encerrada. Era la primera vez que mi manubrio visitaba un coño y un culo, y la verdad que para ser la primera vez, y con mi prima, fue perfecto.

Coloqué la punta sobre el coño, justo en el agujero, quería sentir lo que siente su novio cada ve que la folla. Frotaba haciendo círculos sobre él, cuando de repente sin querer, a causa de mis flujos y sus sudor, la polla se escapó hacia dentro metiendo la punta hasta el fresón. Quedé paralizado a la vez que el placer que sentía me hacía temblar y me envolvía en un mar de lujuria.

De su boca salió un pequeño gemido, pero sin legar a despertarse. El placer fue tan intenso, tan fuerte la presión que noté. Sentí en la punta que sin querer disparé un gran chorro de semen en su coño, con la punta dentro. La polla comenzó a convulsionar como nunca antes lo había hecho, estuve por lo menos veinte segundos corriéndome. Sentía la leche empapando y encharcando su coño. Cuando por fin acabé, la saqué con cuidado y la guardé. Pasé mi mano sobre el chumino totalmente bañado en leche, que caía hacia la cama por sus nalgas poniendo perdidas las sabanas y el propio tanga. El coño estaba completamente encharcado de lefa, grumos que coloreaban sus labios vaginales y chorros que salían desde dentro.

Agarré la gomilla y la dejé encajarse de nuevo en su raja. Pude oir el sonido pringoso del tanga frotándose con la lefa de mi polla, como se encajaba en su coño pringoso. Lentamente volví a girarme y me dormí como si no hubiera pasado nada de nada.

Al día siguiente escuché de nuevo como se levantaba. Me gire despacio y con el rabillo del ojo observé la misma jugada. Su espectacular culo saliendo de mi cama. Se puso en pie y tras quedarse unos segundos pensativa se paso la mano sobre el coño y el tanga, empapados de la noche anterior. Se olió la mano, y tras mirar hacia mí con cara de duda, se dio la vuelta y se vistió como todos los días.

La muchacha pensó que se había corrido en sueño, que eran flujos propios, y nunca se enteró de lo que había ocurrido realmente. Después de ese día ya no dormimos más juntos. Mis padres le compraron una cama, y se mudo  ala otra habitación. Sin embargo sigo masturbándome pensando en ella, cogiendo sus tangas, y recordando el calor de su culo y su raja en mi polla aquel día.