¿Principio de nada, final de algo? II
Este relato será una mezcla del presente sin saber lo que sucederá y de un pasado divertido y excitante.
Dos días tomando café y Adriana no ha aparecido. El miércoles llego un poco mas tarde y está sentada, dando la espalda a la entrada y al entrar como siempre saludo dando las buenas tardes en alto. Me saluda el camarero y dos parejas sentadas en distintas mesas, Adriana o no me ha oído o ha pasado, que para mí ha sido lo último. Tampoco es que me preocupe mucho, últimamente estoy acostumbrado a los silencios.
Esta todo en bastante silencio, algo que particularmente agradezco, solo es roto el silencio por la música ambiental, por cierto muy agradable y buena selección y por el sonido que hace Adriana al escribir, que suena según escribe. La veo de medio perfil, tiene una cara graciosa y me doy cuenta de que ella me ve por el reflejo de la cristalera. Me corta el momento el camarero cuando me trae el café, me dice que es algo que le ha llegado nuevo, que ya le diré que tal esta.
Lo pruebo y esta fantástico, muy buen aroma y un sabor excepcional. Le miro y le señalo con el pulgar hacia arriba. Adriana no debió ver bien por la cristalera y se giró como accidentalmente, salude con la mano y ella hizo un leve movimiento de cabeza, con una mirada distante pero fingida, porque quería que se le notara, no hice ni caso.
Esto la disgusto, era patente que la cabreo y se puso a escribir como una desesperada en su móvil. Di mi primer sorbo, saboree el café y abrí un libro, que tenía que terminar antes de acabar el año, por algo muy especial para mí. Es un libro que me tenía enganchado desde el principio, interesante y provocador (Sapiens. De animales a dioses) estaba sumido en su lectura, cuando me llegaron varios wasap, se me había olvidado poner el móvil en modo avión. Iba a pasar de los mensajes y ponerlo en silencio, cuando vi que eran de Tiano… “Hola, ya me han dicho que estas tomando café, seguro que sin azúcar como lo hace mi mujer, no hay quien se beba un café así, demasiado fuerte” no sabía si contestar o no, pero lo hice, tenía curiosidad por saber que más le había dicho su mujer.
- Buenas tardes. El café se debe de tomar así y poco ha tardado tu mujer en soplarte que estaba aquí.
- Jejeje, ha tardado poco sí. Pero reconoce que un café así es de gusto muy fuerte.
- Lo mismo es que en mi vida me gusta lo fuerte. Jajaja…
- No me vas a preguntar por lo del otro día.
- ¿Qué se supone que tengo que preguntar?
- Joder, no te pica la curiosidad por saber que hablamos, que hicimos, algo.
- Lo que sea ya me lo dirás tu o ella, si queréis decir algo. Además por cómo me mira tu mujer no debe ser nada bueno lo que opina de mi… Jajaja…
- Que va te equivocas. Es verdad que le supo muy mal quedarse a medias una vez que se había decidido a dar el paso después de tanto tiempo. Me dijo que jamás nadie la había masturbado de esa manera, que tienes muy buena mano, ya me entiendes.
- Si te entiendo, aunque sería más correcto decir que… buenos dedos.
- Jajaja… es verdad.
- ¿Eso es todo lo interesante que tienes que contar?
- Bien, te pica la curiosidad. Pues que si con los dedos eres excepcional, dice que besas con una lujuria fuera de lo normal, que como serás besando si encima estas enamorado de la mujer.
- Me alegro de que la gustase.
- Si pero esperaba que cuando la vieras dijeras algo más que el saludo que las has dedicado.
- Lo dije, me gusta marcar los tiempos. Dame su número de móvil y no la digas nada.
Me dio su número, lo metí en mi móvil y le mande un wasap, que decía… “Cuando quieras saber algo de mí, me preguntas… no mandes a nadie de recadero” , miraba a su móvil y se giró a mirarme, me hacia el loco y tenía un móvil encima de la mesa, pero no el móvil con el que lo había mandado, ese lo tenía camuflado. Vi que escribía y miraba a mi mesa, se quedó extrañada, pude leer su wasap… “¿Quién eres? ¿Te conozco? Si no es que te has equivocado”
Con mucho cuidado oculto mi móvil por mi libro le puse… “Zorrita no me he equivocado y hoy… ¿Para quién te has vestido tan provocativa?”, escribió con muy mal genio, apretaba los labios, dejo de pronto de escribir y llamo por teléfono, al principio hablaba suave y bajo, hasta que saco mal genio diciendo… “Tiano, no me fastidies, si eres tú dímelo…” se quedó en silencio, escuchaba y sentencio diciendo… “Júramelo… ya sabes lo que supone eso. Vale te creo, pues no sé quién puede ser, espera que ahora te escribo, que es mejor”
Me costaba no reírme. Poco después me llego uno de su marido, era una captura de pantalla. Ella le había mandado lo que le puse y él le dijo que lo mismo era yo. Ella decía que no me había dado su número salvo que el me lo hubiera dado y sin dejar contestar le decía, pero no, no es el, tiene el móvil encima de la mesa, no lo ha cogido para nada. Tiano le puso… “Lo mismo es alguien que lo dice al azar. Porque no ha dicho nada de cómo vas vestida en concreto” y ella le dio la razón diciéndole que esperase.
Escribía y escribía, se paraba, pensaba, debía de borrar y luego vuelta a escribir, hasta que al final me llego lo que escribía… “Muy bien, dime una cosa… ¿Por qué son tan provocativos mis pantalones? ¿Por lo ajustados que son o por qué?” , no llevaba pantalones, porque llevaba un vestido eso si ajustado, corto y con escote. Le contesto sin prisas… “Seguro que esos pantalones que dices ajustados te quedaran muy bien y te harán más zorrita, pero me gusta más el vestido que llevas, solo una pega, si no llevaras nada debajo y abrieras un poco las piernas, seria…” su cara fue un poema al leerlo.
Aunque abriera las piernas al máximo me sería imposible ver nada desde donde estaba sentado, por eso ella miro hacia fuera, miraba fijamente a la cristalera. Me volvió a mirar y yo a lo mío. Se pudo a escribir y su marido em mando un pantallazo, donde ella le juraba una y otra vez que como fuera el, lo caparía, palabras textuales y me llego otro wasap de ella, donde me decía con letras mayúsculas… “VOY A DENUNCIARLO A LA POLICÍA, ES ACOSO Y ENCIMA ME LLAMAS ZO…TA, TE VAS A ENTERAR, TE VA A CAER UN PAQUETE QUE TE VAS A CAGAR, CHULO DE MIERDA” , tenía genio y carácter.
No me hice de rogar y le escribí… “Tienes razón es imperdonable que te llame zorrita, porque eres una buena zorra. El otro día no te quejabas cuando te lo llamaba y tampoco te quejabas cuando te corrías en mis dedos, ¿tan malo fui que se te olvido?” , se giró del todo, se me quedo mirando y deje que me viera con el otro móvil en mis manos la sonreí y se volvió a girar con cara de furia. Otra vez que se puso a escribir como una fiera y lo que escribía era para mi…
- Te has pasado y lo sabes. No está nada bien lo que has hecho y no creo que a Tiano le hiciera gracia y cuando se lo cuente seguro que se enfadara.
- No me he pasado, ha sido un simple “juego” y por el cornudo no te preocupes que está al tanto de todo, bueno de que te estaba escribiendo, pero sin saber el que.
- Oye no te pases, mi marido no es ningún cornudo.
- Tu marido si lo es y bien a gusto que se siente siéndolo. Me ha dicho lo que paso al irme y lo que hablasteis. ( Mientras ella leía y escribía le mande a su marido algo provocador )
- Bueno ero eso no quiere decir nada, solo que ha hablado mas de la cuenta, pero es un problema entre él y yo. (Lo que le mande a su marido era… Voy a hacer que se corra y que me haga una mamada hasta correrme en su boca)
- Cornudo, cornudo, pero porque él quiere y le gusta, mira el pantallazo que te mando. ( El pantallazo era con lo que le dije a él y la respuesta, que me decía, que pena no estar delante, solo de pensarlo me he empalmado )
- (Miraba con detenimiento la pantalla del móvil) No te entiendo a ti, pero menos a mi marido y os quedáis tan frescos.
- ¿Por qué te has puesto tan colorada?
- Pues ya me dirás…
- Pues te digo… ves al baño, quítate las braguitas y cuando vuelvas, cámbiate de asiento para que te pueda ver.
- Jajaja… ¿Qué estas tomando café o alguna hierba que se te ha subido? Estás loco, ni lo sueñes.
- Tu misma.
- Pues si… yo misma.
Se acabo la conversación y ella dejo el móvil sobre la mesa. Le dije todo a Tiano y este me dijo que esperase. Ella miro su móvil y escribió algo corto. Tiano me mando un pantallazo… “No seas tonta, que no voy a decir nada, vive el momento y ya me cuentas cuando nos veamos” y una contestación breve de ella… “Vete a la mierda” él no le dio importancia. Volvió a escribirme Adriana…
- Que no es que me haya enfadado contigo, bueno ni con nadie. Ponte en mi lugar, todo esto para mi es nuevo, reconoce que un poco fuerte, que no es muy normal. (Leí el wasap y deje el móvil sobre la mesa. No la contestaria de momento, ella al ver que no respondía, se giró un poco y me volvió a escribir) ¿Es que no piensas decirme nada, es que te has enfadado? Porque si te has enfadado ya te he dicho que no iba contigo, de verdad. (leí el wasap y me espere un poco en contestar)
- Pues es fácil… haz YA lo que te he dicho antes.
- Pides mucho.
No hubo respuesta y ella ni se giró ni volvió a escribir. Pasaron como cinco minutos o tal vez alguno más, vi que se levantó, ni me miro, le dijo al de la cafetería que le echase un vistazo a la mesa y se fue al baño. Tardo en volver y cuando lo hizo venia mas colorada que al irse, bastante más. Se sentó de frente a mí, pero con las piernas totalmente cruzadas y muy bien colocadas para que no se viera nada.
Le mande un wasap… “A que esperas” y ella leyó pero no contesto, descruzo sus piernas tímidamente. Nuestra miradas se cruzaron y la suya era una mezcla de excitación con vergüenza. Le hice señas y abrió un poco mas las piernas, hasta que las abrió bastante. La verdad que no se veía nada, solo jugaba la imaginación y la suya le decía seguro que lo estaba enseñando todo. Una de las ventajas de tener una lengua larga y puntiaguda, es que haciendo como quien no quiere la cosa, uno la puede sacar riéndose de algo y tocarse la punta de la nariz en plan “vergonzoso”, eso hice mirándola a ella. De forma rápida, pero mirándola con el descaro que ella necesitaba.
Le mande un wasap que iba a tener que digerir… “Ves recogiendo todo y nos vamos, que tenemos algo pendiente de hacer. Si quieres nos vamos juntos o por separo tú eliges” leyó lo que le puse y no se pudo contener, me miro extrañada, con disimulo. No escribía, solo miraba la pantalla de su móvil y se puso a escribir. La contestación… “¿A que te refieres? No te entiendo” me sonreí porque me esperaba alguna respuesta de ese tipo y le conteste… "Lo que le he dicho a tu marido, que me vas a hacer una mamada… y lo que venga”
Después de leer lo último, Adriana se pudo muy colorada y no me miro. Tardo un poco en contestar, escribió y escribió, una vez que lo mando vi como si le temblaran las manos. “Lo hablamos mejor fuera, pero no salgamos juntos. Si te parece sal tu primero y me dices para donde vamos” mi contestación fue decirle en el parking donde tenia mi coche aparcado y preguntarle si sabia donde estaba. Me contesto que si y recogí mis cosas, pague y salí.
Me quede cerca de las escaleras de entrada al aparcamiento y unos minutos después la vi caminar a lo lejos. Me hizo gracia, porque alguna vez la vi andar por la calle y siempre lo hacia de forma ligera, esta vez venia caminando no lenta pero casi. Cuando llego a donde yo estaba, se quedo parada y no dijo nada, se quedo esperando a que dijera algo, me limite a cederle el paso y fuimos hasta la maquina del pago del ticket. Llegamos a mi coche y le abrí la puerta, la cerré y fui a mi asiento, mientras lo hacia la vi con una cara con cierta “angustia”
Una vez me senté, fue ella la que con cierto nerviosismo hablo… “Oye Carlos, el que este aquí no quiere decir nada, no lo interpretes por donde no es. Porque te digo desde ya que no va a pasar nada, entre otras cosas porque no estoy en situación. Solo hablar… ¿Me has entendido?” apretó varias veces los labios, puro nervios y miro esperando a que la respondiese. Me estiré un poco y la bese suavemente, cuando no note rechazo, del beso pasamos al morreo.
Fui acariciando sus piernas y ella trataba de impedirlo, lo hacia de una manera suave y yo seguía. Hasta que llegue casi a su coñito, donde cerro fuertemente las piernas. No me costo mucho llegar con un dedo a tocar su clítoris y su rajita. Se estremeció y sus piernas se aflojaron. Estaba empapada, pare de besarla y le dije mirándola a los ojos, sin dejar de acariciarla… “Menos mal que no estás en situación…” ella me abrazo para que no la mirara y me dijo al oído… “No me digas esas cosas, no seas guarro, que me corto y no estoy muy tranquila, con el peligro de que nos pillen”
Le comía ahora el cuello, sus primeros gemidos no fueron nada suaves, estaba muy cachonda, lo que hacia que me pusiera yo muy cachondo. Adriana según la iba acariciando, no paraba de moverse en el asiento. Se giro un poco y empezó a tocarme por encima del pantalón, recorría la dureza de mi polla una y otra vez.
Al principio la tocaba con la palma de la mano y luego ya la atrapaba con sus dedos, eso me indicaba lo caliente que estaba. Cuando aminoraba mis caricias en su coñito, ella se removía mas y alzaba su culito un poco mas, para que mi mano tuviera mas contacto, era una manera de pedirme que no aflojara.
Resoplaba y ya no se aguantaba mas, me pidió que continuase que no parase. Quite la mano con la que me acariciaba por encima del pantalón. Le dije… “Ahora vas a llamar al cornudo de tu marido, que te oiga como lo pasa y como te corres” ella me decía que no con la cabeza. Me pare de golpe y ella se puso más “mimosa” y quería desabrocharme el pantalón, no la dejaba y se enfadaba, me dijo… “¿No tenia que hacerte una cosa?” y le dije un rotundo… “Cuando yo diga no cuando tu quieras” refunfuño y casi me saca de concentración, por que mi mente se fue un momento.
Al final cedió, aunque creo que desde que se lo dije quería hacerlo, pero necesitaba ser “obligada” tal vez para no sentirse mal. Su marido cogió la llamada a la primera, le dije que pusiera el altavoz, una vez lo puso dije… “Cornudo, aquí tengo a la zorrita de tu mujer sin braguitas y muy mojada…” el con la voz encendida le pregunto a ella… “Adri… ¿Lo pasas bien?” y ella no quería decir nada, solo estaba con las piernas abiertas y recibiendo mis caricias.
Pare y abrió los ojos que los había tenido cerrados desde que volví a acariciarla, le hice una seña para que respondiera a su marido. La respuesta fue un tanto arisca… “Que preguntas tienes, lo que esta pasando es por culpa tuya, hasta permites que me llamen lo que me llaman y a ti cornudo y no dices nada. (La acaricie con más intensidad ) Aaahhh… ves lo que has conseguido… Aaahhh… madre mía… UUUFFFFFFF…” mientras ella hablaba, yo la decía muchas guarradas al oído… “Sigue así zorrita, que al final te convertiré en mi puta, solo mía. Te follare como y cuando quiera, me obedecerás”**
Ella me decía no con su cabeza, pero su cuerpo me decía que íbamos por la senda correcta. Suavice de nuevo mis caricias, ante el orgasmo que se avecinaba, volvió a refunfuñar y le dije que cuanto mas le hablara a su marido, mas y mejor orgasmo. Me miro con furia y se oyó a Tiano que la decía… “Venga Adriana, déjate llevar, suéltate…” fue como si la espolearan…
“Eso quieres cabrón… pues lo vas a tener. Venga Carlos no pares, vamos a hacer mas cor… lo que sea a mi marido. Dale, dale. (La empecé a acariciar como ella quería ) AAAaahhhhh… SI… SIIIIII… que dedos tienes, no pares, buaf… como me pone este hombre Tiano… y menudo bicho que tiene, lo he tocado y que barbaridad… AAAHHH… NO PARES… NO PARES… QUE ME VENGO… AAAHHH… AAAHHHHHHH… AAAAAHHHHHHH… SIIIIIIIIIIIIII… YAAAAAAAAA…”** se movió en todas direcciones y apretaba mi mano con sus manos.
Mis dedos estaban empapados y ella cuando se recupero un poco y al ver que la miraba, como avergonzada y con media sonrisa, me aparto la cara diciéndome que no la mirara así. Su marido dijo que tenia que cortar la llamada que le llamaban. No dio tiempo ni a despedirnos. Nos besamos y ella empezó a acariciarme de nuevo, estaba mas suelta y no la deje, se quedó desconcertada.
- ¿Por qué no me dejas? Te debo una. Mejor dicho dos.
- No me debes nada.
- Ya lo sé, ha sido una manera de decirte que me apetece hacerlo.
- ¿El que?
- Pues eso, ya sabes.
- No, no sé.
- ¿Me vas a hacer decirlo?
- Pues sí. Si quieres que sea más… tienes que ser clara y no quedarte a medias en las palabras ni en las frases.
- Que quieres que diga, ¿Una felación, sexo oral?
- Jajaja… ¿Así hablas tu con tu marido, con tus amigas?
- Es que hay más confianza.
- Pues cuando tengamos mas “confianza” avanzaremos más. Así que por hoy está bien… ¿A dónde te llevo?
- ¿De verdad lo vamos a dejar así? Pues que sepas que ni una vez más. Déjame al salir que ya me voy yo por mis medios.
No hablamos mas y tuve que volver a pagar por retrasarme en la salida. Ella se aguantaba el decir nada. Salimos, pare y ella sin mirarme dijo un… “¡¡¡ADIÓS!!!” me sonreí y me fui. Si teníamos que volver a “vernos” nos veríamos y si no, pues no nos veríamos. La vida continuaría para los dos. Por la noche, bastante tarde, de echo lo leí al levantarme, Tiano me mando un testamento, que resumo…
“Se que es muy tarde, antes no he podido. La tienes muy cabreada, es la primera vez que no controla ella la situación. Se que te ha dicho, igual que me ha dicho a mi que se acabó, pero la conozco y se que le pones mucho. No seas malo y dale un poco de cuartelillo, para darle una excusa para ceder, que es muy dura en eso. Y si ha dicho que no a algo, es difícil que cambie de opinión salvo que le den una salida, una excusa. Se que sabrás como, te lo digo por si esta tarde la ves u otro día. Un abrazo”
Leí con detenimiento lo que me puso y fue bastante breve mi contestación… “No le daré excusas, si quiere bien y si no quiere pues también. Seguro que sabrá que hacer. Un abrazo” no recibí ninguna contestación a la mía.
Al hilo de este relato que continuara, recuerdo otro que ya publique que se titulaba… “¿Por qué los prejuicios priman sobre las realidades?” un relato que era la realidad de tres mujeres, MADRE, HIJA Y NUERA, que se quitan los prejuicios y se adentran en un “nuevo” mundo.
Hay personas que, para conseguir llegar a la calma, necesitan “agitar” su vida, crear una “tormenta”. A esas personas va dedicado este relato y a esas otras personas, que en un momento dado crearon esa “tormenta” y antes de “mojarse” decidieron parar, porque les asusto… les dio un “bajón”, que no se rindan.
Estaba en mi despacho y me sentía muy contento. En poco tiempo, había pasado a tener varias nuevas “amigas”, pero sobre todo me interesaban mucho, Pau y su amiga Sonsoles, como también el juego de Sonsoles y su marido. Sabía que este último, tarde o temprano, este querría estar presente, no escondido, pero pensé que eso ya llegaría. Estaba absorto en esos pensamientos, cuando me avisaron de que tenía una visita, me llamó la atención, porque todavía no me había relacionado con gente del exterior. Hasta que me dijeron que era Jaime, mi amigo. Enseguida pensé que pasaba algo grave. Al entrar en mi despacho, le vi cara de preocupado.
-Dime Jaime, en que te puedo ayudar, porque la cara que traes lo dice todo y él no haberme llamado antes me dice más.
-Carlos… no cambiarás nunca, siempre tan directo. El caso que tienes razón, hay amistad y para qué perder el tiempo.
-Pues ya que estamos de acuerdo, hablemos tranquilamente y sin rodeos, que, a ti, siempre hay que sonsacarte las cosas.
-No aguanto más. Es sobre mi Madre y mi mujer, no hay manera de que se lleven bien, aunque a estas alturas, me conformaba simplemente con que se tolerasen.
- ¿Pero que les pasa?
-Es como una competición permanente. Las dos quieren mandar en la empresa, en la familia, en todo en general… Y ya no sé qué hacer. Hasta se echan las culpas, de que tú ya no hayas vuelto ni a comer ni a cenar con nosotros.
-Yo no puedo decirte lo que tienes que hacer. Eso tendrás que solventarlo con tu familia.
- ¿Pero tú en mis circunstancias que crees que harías?
-Es difícil ponerme en tu situación. Porque no estoy en ella y por qué no creo que lo esté nunca. Pero, ahora bien, si yo estuviera en esa situación, creo que las retiraría de sus puestos, hasta que se vinieran a razones.
-Eso es casi imposible. Sería una guerra, contra mí.
-Ya… pero habrías conseguido, que se unieran y se dejarán de pelear.
-Jajaja… no sé si sería peor el remedio que la enfermedad. No se parece en nada, a lo que yo había pensado.
-Es que seguro, que lo que tú habías pensado, era algo en donde tu quedarías a salvo. Que las tienes a las dos, mucho miedo. Como te conozco, veo que en lo que tú habías pensado, estaré yo de alguna manera implicado, así que cuéntame… ¿Cuál es la solución que habías pensado?
-Hombre Carlos, sabes que te aprecio mucho, que confío totalmente en ti, que…
-Vamos Jaime no te disperses y dime lo que sea.
-Vale, que cortante que eres. Se me había ocurrido, que, ya que tengo que viajar a Argentina, podría decir que ya teníamos una cena o una comida preparada, ya fuera en casa de mi madre o la mía, que tu cenaras con ellas dos solas y tratases de hacerlas ver, mi situación, pero como si yo no te hubiera dicho nada.
-Mira Jaime, lo veo todo muy embrollado y con algún problema que otro. Podría pasar, que me hicieran caso. Pero también podría ser, que me dijeran, que quién era yo para meterme en vuestra familia, que por otro lado lo entendería. Ahora viene un problema más gordo y es el de las suposiciones. Supongamos que cenó con ellas y se lo digo, supongamos que después de lo pasado con tu mujer, nos ponemos los dos, un poco “contentos” y acabamos lo que empezamos en su día…
-Eso último sería tal vez, lo que menos me preocupara. Que ya sabes, que te he dicho de que vinieras a cenar otro día a nuestra casa. ¿Qué te parece? ¿Lo organizo?
-Hazlo y ya me vas contando.
Le hubiera dicho más cosas, pero tuve que cortar la conversación, porque me avisaron que el director quería verme urgentemente. Me despedí de él, me puse la chaqueta y me fui hacia el despacho del director. Una vez en el despacho, Don Manuel el director, me presentó a un hombre que estaba también allí, diciéndome que era Don Agustín, él con decisión, extendió su mano y me dijo que era el director adjunto, nada de subdirector. Era un hombre de gesto adusto, aproximadamente de entre 48 y 52 años. Bastante delgado, entre 1,75 a 1,78 más o menos. Vestía elegantemente, con el pelo totalmente cano y una barba blanca, fina y muy recortada.
Me hicieron sentar y nos pusimos a hablar, de asuntos totalmente profesionales. Se interesó mucho por mis estancias en el extranjero. El director prácticamente estaba de comparsa, tenía cara de que le daba igual lo que habláramos. Poco a poco, Don Agustín, empezaba a ser un poco más afable. Parecía que bajaba la guardia. Lo que hizo que yo también me relajara un poco más. A la pregunta que me hizo, sobre mi primera impresión de la jefatura que me había tocado, me explayé con total sinceridad, no me estaba guardando nada, cuando vi, que su cara empezaba a cambiar de nuevo. La seriedad de su cara me decía que algo de lo que había escuchado, le había sentado mal.
Don Agustín no se aguantó más y me interrumpió. Hasta Don Manuel pareció salir de su letargo. Me pregunto… “¿Usted y yo, no nos conocemos de algo?” con rotundidad le dije que no, porque no me sonaba para nada. En ese momento, se acabó la mini reunión y Don Agustín me dijo, que ya hablaríamos más tranquilamente de algunos temas, que yo le había dicho. Que algunas cosas le habían parecido interesantes. Me fui a mi despacho y podía notar la mirada de Don Agustín, clavada en mí.
No perdí el tiempo, nada más meterme en mi despacho, llamé a Joan, con la intención de informarme mucho más sobre Don Agustín. Mientras Joan venía, mi cabeza de forma acelerada pensaba si conocía a ese hombre de antes. No sé por qué, me vino a la cabeza, una discusión que tuve hacía ya años, en mi último año de carrera, con un hombre, en la entrada de un cine. Recuerdo que tuve el encontronazo, al entrar en el cine y luego en la salida, me buscó nuevamente para seguir discutiendo. Recuerdo también, que ese hombre del cine se puso muy pesado y al final, lo tuve que mandar literalmente a la mierda.
Ese pensamiento que me había llegado sobre ese famoso día me decía que podía ser una posibilidad, de que Don Agustín pudiera ser ese hombre, aunque por más esfuerzos que hacía no recordaba al hombre del incidente. Cuando llegó Joan, le dije que me contara todo lo que supiera de Don Agustín. Se quedó un poco sorprendido con mi petición, para disimular y no decirle lo que me había pasado, me limité a contarle lo de que la habían parecido bien alguna de mis ideas y que pronto hablaría conmigo, pero como le había visto un hombre muy serio, quería saber el terreno por dónde me movía.
Joan con cara de tranquilidad, empezó a contarme maravillas sobre ese hombre. No quise interrumpirle por no ser descortés, pero cuando acabó le dije… “No quiero que te siente mal, pero me cuesta creer, que tengas esa opinión tan idílica, del hombre que tú y yo sabemos, que fue el que no quiso que tu ocuparas este puesto. Salvo que no me quieras ayudar, para que pueda meter la pata” , un poco indignado Joan me respondió… “No soy de los que traicionan, cierto es que me pareció indignante que no me ascendieran, pero sé de sobra que tu no has tenido la culpa. Ya que ni tan siquiera, trabajabas en la empresa. Para que veas que no te estoy haciendo la cama te contaré lo que se y lo que pienso”
En ese momento me contó, que si bien Don Agustín, era además de estúpido un prepotente, que era verdad que estaba donde estaba, porque su hermano, era una persona con muchas influencias. Pero que, al margen de eso, era muy buen profesional, muy inteligente y trabajador. Que ya lo comprobaría, como comprobaría también que tenía una memoria prodigiosa. Como ejemplo me decía, que se acordaba del nombre de todos, del nombre de las parejas, como también recordaba perfectamente las conversaciones. Todo eso que me acababa de contar, no es que me dejase muy tranquilo. Mi última pregunta fue muy directa, que fue si era peleón. Joan me dijo que no, que las discusiones las zanjaba de forma fulminante. Para finalizar, me contó también, de que estaba casado, que tenía tres hijos, que su suegra vivía con ellos.
Como no recordaba al hombre del cine, no quise comerme más la cabeza, ya que lo que tuviera que ser sería. Aunque eso no quería decir, que no tirara de la lengua a algunos jefes de departamento y prácticamente fueron unánimes. Muy inteligente, trabajador, estricto, no apea a nadie del usted, muy creído y bastante prepotente, no le hace gracia que le lleven la contraria… con toda esa información ya sabía por dónde andaba. Además, pensé, que, aunque fuera ese hombre, el seguro que tendría alguna duda.
Pasé del tema y me dediqué a pensar en lo que me había dicho Jaime. Lo siguiente que hice, fue llamar a su madre. Note enseguida la alegría de Mercedes al oírme. Le conté la conversación con su hijo, no se disgustó en absoluto, se limitó a no hablar bien de su nuera. Lo que me dejó bien claro, que Jaime tenía razón. Pero estaba claro, que Mercedes no quería hablar de eso. Estaba más interesada, en saber si nos íbamos a ver ella y yo solos. Para no dejar lugar a dudas, le recordé lo que le había dicho las últimas veces que nos vimos.
Que era estar los dos con Cristina. Cambió su tono de voz y supe que no le había gustado. Le dije que la pelota ahora estaba sobre su tejado y que, si se iba a producir esa cena, que mejor que en su casa y qué mejor que su habitación secreta. Antes de terminar la conversación, le dejé bien claro, que si no iba a ser como yo decía, que no hiciese la cena. Las últimas palabras que me dijo Mercedes fueron un… ”Pues nada…”
No me molesté en llamar a Cristina, si ya había dudas con Mercedes, para que llamarla. Sería cuestión de esperar lo que sucedía en los próximos días. Estando ya a punto de irme, recibí una llamada de Jaime, que por la forma que tuvo de hablarme, imaginé que no estaba solo, que bien estaría su mujer o su madre junto a él. Me decía que solo me llamaba, por si me apetecía ir a cenar el próximo viernes. No había esperado que se produjera esa llamada tan pronto. Diciéndole que iría encantado.
La semana paso sin ninguna novedad y no me moleste en pensar en la cena del viernes. Ya que todo se tendría que ver sobre la marcha, porque por separado, era fácil entenderse con la suegra o con la nuera. Pero juntas era imposible, porque se palpaba su animadversión entre ellas. Aunque, si Jaime me había invitado, era porque su madre estaba dispuesta a entrar en el juego, o eso era lo que suponía yo, por la conversación que había mantenido con ella.
Ya era viernes y me dirigí, a la casa de Mercedes que era donde se celebraría la cena. Una vez que llegué allí, me hice el sorprendido delante de Mercedes y Cristina, cuando me dijeron que Jaime se había tenido que marchar de viaje, que no le había dado tiempo a llamarme. Las dos iban vestidas de forma muy sugerente, aunque Cristina iba un poco más provocativa. Lo curioso es que, desde el principio, las dos querían llevar la iniciativa en la conversación. Durante la cena, la situación me parecía divertida, sobre todo con las “pullitas” que se lanzaban una a la otra, eso sí, sin perder la sonrisa. Cada vez que podía, las provocaba un poco más, dándole la razón a una o a otra, según me interesase.
Mientras tomábamos los postres, provoque que la conversación derivara, en temas sexuales. Al principio todos hablábamos de manera sutil, hasta que empecé a hacer preguntas y comentarios, más directos. Ellas fueron entrando poco a poco. Todo tomó otro cariz, cuando Cristina me preguntó… “Según Jaime tú has tenido relaciones frecuentes, tanto con mujeres mayores como Mercedes o con jóvenes como yo… ¿Quiénes son mejores?”
La cara de Mercedes al oír que la llamaba mayor se tensó y con la mirada, fulminaba a su nuera. La entendí, porque Cristina lo dijo con muy mala leche, estando claro, que quería provocar a su suegra. Pero las dos esperaban mi respuesta… “Es cierto que tengo cierta predilección por las mujeres maduras, pero nunca cierro la puerta con una mujer joven” les contesté.
Las dos casi al unísono, protestaron y me dijeron que eso no era una respuesta, que me tenía que mojar. Siguiendo con mi provocación y de manera intencionada, le dije que no podía generalizar, que les repetía, que mi predilección eran las maduritas, pero que luego dependía, de que madura y de que joven. Y antes de que me pudieran replicar, les dije… “Por ejemplo, entre vosotras dos, así a simple vista, no podría decidir, porque las dos estáis muy bien, pero las apariencias pueden engañar, lo mismo luego alguna de las dos o las dos, luego sexualmente es muy parada o aburrida…”
La primera en responderme fue Mercedes, ya que Cristina se quedó un poco cortada. Me di perfecta cuenta, que Mercedes iba a por todas, sobre todo cuando dijo… “Las maduras estamos más liberadas, sabemos de sobra lo que queremos y lo que no queremos, no nos andamos con remilgos, que eso es lo que les pasa a las generaciones jóvenes, que son más torpes y no saben sacar provecho al sexo…” , poniendo una amplia sonrisa después de decir eso. Para seguir provocando un poco más, le dije que estaba bastante de acuerdo con lo que acababa de decir.
Como era de esperar a Cristina sólo le quedaban dos soluciones. O bien entraba a saco en la conversación o cerraba la boca y no hablaba más del tema. Hizo lo primero, lo que a mí me gusto. Decía que lo que había dicho su suegra era muy relativo. Porque ni todas las maduras eran iguales, ni tampoco todas las jóvenes. Pero el sorpresón vino, cuando Cristina dijo… “No por tener una habitación especial, como la que tú tienes, (Dirigiéndose a su suegra ), se sabe o se disfruta más del sexo”** , Mercedes sin apenas alterarse, le dijo a su nuera que ya se había imaginado, que había cotilleado sus cosas.
Haciéndome el despistado, pregunté por eso de una habitación especial. Mercedes me siguió el royo, tratando de explicarme de forma poco detallada, lo que era la dichosa habitación. Cristina no permitió que continuara y de forma un poco alterada dijo… “Dejaros de tonterías, que aquí todos sabemos lo que es la habitación. Que no soy tonta y sé de sobra, que te has acostado con mi suegra” , al decir eso, poco quedaba para seguir con el “juego”, me limité a decir, que una parte de lo que había dicho era cierto, pero que no conocía lo de la habitación. Para ser más concreto, que no la había visto. Propuse que ellas que si conocían la habitación, que me la enseñaran a mí. Cristina rápidamente, dijo que me la enseñara su suegra y yo a la misma velocidad, le respondí, que o me la enseñaban las dos, o pasaba de verla y me iba.
Como veía que ninguna de las dos se decidía, tuve que quitarles la indecisión. Me puse de pie y mirándolas le dije que si me enseñaban la habitación o no. Mercedes se levantó al instante y Cristina estaba algo remisa, entonces la piqué diciéndole… “Ves… Esto era de lo que yo hablaba antes, la rápida decisión de una madura…” , a Cristina eso fue como si le indignara, porque se levantó y se puso delante camino de la habitación. Al llegar a la puerta, estaba cerrada con llave y Mercedes fue a su habitación a por la llave. Una vez que abrió la puerta y encendió la luz, puse cara de estar alucinando y dije que no me esperaba algo así.
Durante unos momentos se produjo un silencio prolongado, no quería dejar pasar la oportunidad. Empecé a hacer preguntas, como tratando de saciar mi curiosidad, ante todo los artilugios que veía por ahí. En un principio Mercedes, haciendo cómo si estuviera un poco avergonzada, algo que le estaba saliendo bastante bien, me explicaba las cosas, pero utilizando un lenguaje muy suave y sin llamar a las cosas por su nombre. Mientras Cristina apuraba la copa que llevaba en la mano, se atrevió a preguntar también alguna cosa. Ya estaba roto el hielo, la conversación empezó a ser más fluida entre los tres. Pero a pesar de eso, no llegábamos al momento que yo quería. Aunque las miradas de los tres estaban muy “encendidas”.
Sin embargo, todo cambió, cuando Cristina preguntó por uno de los potros, en concreto pregunto o cuál era la función, porque no lo veía claro. Los ojos de Mercedes se iluminaron al oír esa pregunta. Como quien no quiere la cosa, Mercedes le cogió la copa de su mano, para dejarla sobre una estantería junto a la suya. Luego la invito a colocarse sobre él, explicándole cómo hacerlo, como se tenía que colocar. Cristina se mostró indecisa, yo la animé, diciéndole que nadie se la iba a comer. Cuando Mercedes volvió a explicarle nuevamente como se tenía que colocar, Cristina decía que imposible, ya que llevaba faldas y se le vería todo. Otra vez interviene yo, para decir que me colocaba al otro lado, adonde quedaba su cabeza, para no ver nada. Mercedes ya, no volvió a explicar nada y se limitó a decirle que se colocara de una vez.
Cristina se colocó boca abajo como le indicó Mercedes. Luego Mercedes me miro intensamente y se fue hacia la cabecera, diciéndole que estirara los brazos, para luego adaptar le una mano con una corrida y luego la otra. Cristina protestó porque decía que le apretaban mucho, Mercedes no la hizo caso y le dijo que eso era porque andaba tirando, que se relajara y no le dolería. Luego se fue a la otra parte e hizo lo mismo con sus tobillos. Cristina dijo que ya estaba bien, que no le hacía mucha gracia.
Mercedes, le dijo con la misma seriedad que ella, a mí tampoco me hace gracia, que te acuestes con otros hombres y menos aún si es amigo de mi hijo. Que lo sé todo. La voz de Cristina cambio. Trató de justificarse, me miro a mí, como pidiendo ayuda, ni me inmute, porque era algo que tenían que resolver entre ellas. El cambio de Mercedes fue total, se la veía feliz, porque estaba controlando la situación. Se acercó hacia su nuera, se agacho un poco, acarició suavemente su cabeza y con esa misma suavidad le decía… “Si te entiendo, sé que mi hijo es muy bueno, muy buen marido, pero ni sabe, ni puede, ni tiene capacidad para satisfacer plenamente a una mujer como tú” , ahora Cristina era como una niña pequeña, como si estuviera desvalida. Daba la sensación de estar entregada a su suegra.
Con auténtica maestría, Mercedes acariciaba el cuerpo de su nuera, mientras la seguía hablando. Le decía que esa noche iba a aprender lo que era gozar de verdad. Se fue hacia sus piernas, las acariciaba suavemente, veía como la cara de Cristina se relajaba, no podía saber en cambio con exactitud lo que hacía Mercedes.
Cristina dio como un respingo, dijo que mejor la soltara, que era mejor parar en ese momento. Se puso un poco tensa. Hasta que Mercedes me miró, me sonrió, se mordió el labio inferior y me guiñó un ojo. Pudiendo ver cómo se colocaba de lado y metía una de sus manos entre las piernas de su nuera. Por la cara de Cristina, supuse que le estaba tocando su coñito. Ahora Cristina no decía nada, se limitaba a tratar de ocultar su cara de mí.
Mercedes ya me había avisado, de que nunca había estado con una mujer, que, si algún día se daba la situación, ya la ayudaría. Pero por lo que veía de momento lo estaba haciendo más que bien. Yo creo que Mercedes paró en el momento más adecuado, porque Cristina levantó un poco su cabeza y su cara estaba congestionada de placer. Mercedes se fue hacia uno de los muebles y de un cajón saco unas tijeras de grandes dimensiones. Regreso a donde estaba Cristina y dijo que le molestaba el tanga, cortándoselo sin miramientos y sin protestas por parte de su nuera. Una vez que se lo quitó me lo lanzó a donde estaba yo, al cogerlo pude darme cuenta de cómo tenía que estar Cristina, porque estaba completamente empapado.
Cristina estaba totalmente entregada, pasó de aguantarse sus gemidos, a exteriorizarlos de forma muy sonora. Ahora sí quise decir algo yo, le dije a Mercedes que estaba siendo muy blanda con la puta de su nuera, que le vendría bien unos azotes y también le dije que las quería ver totalmente desnudas. Poco tardó Mercedes en quedarse desnuda. Esperaba que desatará a su nuera para que pudiera desnudarse, otra vez que no se lo pensó, cogió nuevamente las tijeras y se lio a cortar la ropa de Cristina, que ahora sí quiso protestar. Diciéndole Mercedes con voz potente… “Cállate de una puta vez, que ya te compraré toda la ropa que quieras” y siguió cortando todo. Una vez que terminó, dejó las tijeras en su cajón y se trajo unas palas, para azotar su culito. Cristina no la había visto, ahora yo estaba más pendiente de su cara. Mercedes dio su primer azote, tal vez se pasó un poco, estaba acostumbrada a recibirlos y no a darlos.
La sorpresa de Cristina fue evidente, los siguientes, que fueron más suaves, los recibió con mejor cara. Pero veía e intuía que no estaban saliendo las cosas bien, me estaba dando cuenta de que Mercedes no estaba muy a gusto. Había que darle una vuelta a la situación, ordene a Mercedes que soltara a su nuera. Lo hizo sin rechistar y después, ayudo a su nuera a levantarse, fue un momento de impasse, porque las dos no sabían qué hacer. Empecé a desabrochar lentamente mi camisa, ellas me miraban y les dije que a que esperaban, que vinieran a ayudarme. Nuevamente la que no titubeó fue Mercedes, que llegó a donde estaba yo, se agacho y empezó a soltar mi cinturón. Aprovechando de vez en cuando, a tocar el bulto que se notaba en mi pantalón.
Cristina se acercó a donde estábamos nosotros, indecisa, me miraba como esperando que le dijera algo. Estiré mi brazo, pasando mi mano por su cuello, atrayéndola hacia mí y acercando su boca a la mía. Fundiéndonos en un excitante beso. Un beso que fue muy corto, porque luego la empuje suavemente hacia abajo, para que ayudara a su suegra. Ya no estaba tan indecisa, cuando mis pantalones cayeron, ella fue la que terminó de sacármelos, mientras Mercedes, mordisqueaba mi polla por encima de mi boxers y Cristina que estaba pegada a ella, la miraba cautivada. Mercedes, puso sus manos en los laterales del boxers, luego tiró hacia abajo y mi polla saltó como un muelle. Miró a Cristina se sonrieron y empezó a mordisquearla, con ayuda de Cristina me dejaron sin nada.
Ahora sin miramientos, Mercedes me hacía una mamada. Cristina se animó y sin dejar de mirar a su suegra, me acariciaba mi culo, como también acariciaba mis testículos. Hasta que la viciosa de su suegra sacó la polla de su boca y se la ofreció a su nuera, que no lo dudó y continuó con la mamada. Todo había mejorado, pero Mercedes seguía sin estar, como en anteriores ocasiones. Podía ser por la presencia de su nuera o porque quisiera más intensidad. Sin decir nada, me fui hacia la cama, ellas se vinieron detrás. Estando ya los tres en la cama, empezamos a acariciarnos y a besarnos, pero a pesar de lo sucedido en el potro, ellas trataban de no tocarse.
Mercedes otra vez que se fue a mamarme la polla. Mientras lo hacía, le hice una seña a Cristina, para que trajera las palas. Una vez que las trajo, le dije… “Tu suegra no estaba cómoda, no está disfrutando plenamente, le gusta por lo que se ve, que la azoten a azotar, así que ya sabes, se buena y dale placer” , al contrario de lo que sucedió con Mercedes, Cristina desde el primer momento no lo dudo, empezó a azotar, el culazo de su suegra.
Ahora sí se notaba a Mercedes más a gusto, Cristina seguía azotándola y se la veía alucinada, yo también estaba alucinado, pero de ver, con qué ganas la azotaba. Se veía a las dos disfrutando. En un momento dado, tuve que decirle que parara. Se podía ver el culo rojísimo, le dije que ahora se lo acariciara, igual que antes dudo en tocar a su suegra, ahora la acariciaba con ganas, con deseo, se le notaba. Le pregunté a Cristina que como estaba su suegra, vi como metía su mano por detrás y no me dijo nada, solo me enseñó sus dedos, que se veían mojados y brillantes.
Me levanté de la cama, me fui a una de las estanterías, sacando un arnés, el cual tenía un consolador con forma de polla perfecta, pero de un tamaño fuera de lo normal. Cristina al verlo puso hasta cara de preocupada. Se lo di y le dije que sólo pusiera. Mientras lo hacía yo me tumbé boca arriba en la cama, Mercedes que sabía de sobra lo que yo pretendía, vino hacia mí y se sentó sobre mi polla, moviéndose desde el primer momento de forma frenética.
Cuando vi que Cristina se la había colocado, le dije que lo pusiera con vibración mínima y que follara el culo de su suegra. Se puso detrás de ella y con algo de reticencia, intentó metérselo, me decía que no podía, que era imposible que eso pudiera entrar por ahí. Iba a decirle que lo hiciera, cuando Mercedes dijo… “Que te crees… ¿Que mí culo no puede con eso? Haz lo que te han dicho, que yo no soy tan delicada como tú” , eso le dio un poco de rabia a Cristina, lo pude ver en su cara.
Esta vez no se anduvo con tonterías, ni con miramientos, pude notar, cómo fue follándose el culo de su suegra, de una manera rápida. Es más, según se lo metía, Mercedes ponía todo tipo de caras, hasta que la tuvo toda dentro y entonces se quedó como más relajada. Aunque le duró poco, porque Cristina le tomó el gusto, agarro las tetas de su suegra, empezando a meter y sacar como si no hubiera un mañana. Todo se volvió una auténtica escandalera, los gemidos y los gritos de placer de Mercedes, los “insultos” y las “bestialidades” que le decíamos tanto Cristina como yo. Hasta que Mercedes de forma alborotada, se corrió varias veces seguidas, sin parar de follárnosla Cristina y yo. De pronto Mercedes, quedó tumbada sobre mi pecho.
Necesitaba ir al baño, por lo que, de una manera suave, quité a Mercedes de encima de mí. Cristina se quitaba el arnés. Desde el baño podía oír voces, me preocupaba por el tono que percibía, que estuvieran discutiendo. Me di toda la prisa que pude e iba dispuesto a poner orden. Esperaba encontrarme con cualquier tipo de situación, menos con la que me encontré. Ahí estaba, Cristina sentada sobre la cara de su suegra, mientras veía como restregaba su coño en su boca. Estirando de los pezones de Mercedes y diciéndole fuera de sí… “Vamos… Puta, mete bien la lengua y no pares de moverla” , era increíble el vuelco que había dado todo.
Decidí volver a coger el control de todo. Así que cogí dos juegos de esposas y uno de los látigos, que tenía Mercedes en su colección, el elegido fue el látigo fetish. Hice que Cristina se levantará de la cara de su suegra, no le hizo mucha gracia. Las esposas que cogí eran de cadena larga. Le puse uno a cada una en sus muñecas, pasándolas por el cabecero de la cama. A Mercedes se la veía encantada de la vida y a Cristina no muy convencida, pero no quiso ser menos que su suegra. Era una preciosidad y muy excitante, ver esos dos culos en pompa y a mí plena disposición. Me puse detrás de ella y empecé a tocar sus coñitos a la misma vez. Estaban muy mojadas, muy cachondas, se notaba según las tocaba, sus movimientos, sus suspiros y sus gemidos lo decían todo.
Una vez que sus gemidos estaban al máximo, quité mis manos y cogí en látigo. A la primera que azote fue a Mercedes, que dejó escapar un gemido profundo. Luego continué con Cristina, que se quejó y me dijo que no me pasara tanto. Mercedes no tardo nada en decirme que me olvidará de Cristina y que siguiera con ella. Así lo hice, era más el ruido que hacía en látigo, que el dolor que pudiera ocasionar. Mercedes no paraba de gemir y de pedirme más, Cristina miraba la cara de su suegra, de cómo gozaba. En un momento dado, Cristina me dijo que podía azotarla un poco, pero sin pasarme. No la hice caso y seguí con Mercedes. Me volví a levantar y me fui a por dos juegos de pezoneras, como es lógico las primeras se las puse a Mercedes, ante la mirada estupefacta de Cristina. Que cada vez alucinaba más.
Cristina se la veía impresionada, por ver así a su suegra, gimiendo fuera de sí. Acerque mis dedos al coñito de Cristina, antes estaba mojado, ahora estaba chorreando, lo que quería decir que estaba cachondísima, a pesar de que no lo quería demostrar. Acerque mi boca a su oído, mientras acariciaba sus nalgas, diciéndole muy suavemente, que iba a azotarla, que, si volvía a protestar, ya no haríamos nada más esa noche. No me dijo ni sí ni no, se limitó a no decir nada.
Empecé con azotes leves, pero poco a poco fui subiendo de intensidad. Hasta dárselos, cómo se los daba a su suegra. En los primeros azotes, aguantaba él no decir nada, pero luego se le escapaban como susurros fuertes. Ya dejaba que le hiciera lo que quisiera. Mercedes le decía, relájate y quítate los prejuicios, ya verás cómo logras gozar más. Cristina no decía nada, gemía y movía la cabeza afirmando.
Cogí las otras pezoneras, tuve que graduarlas, porque los pezones de Cristina eran muy grandes, no quería hacerla un daño gratuito. Cuando vio lo que iba a hacer, se tensó un poco. Mercedes rápidamente la tranquilizó, le dijo que tomará aire y que se dejara hacer. Cristina seguía sin hablar, cuando atrapé el primer pezón, que lo hice de forma muy suave, se le escapo un leve quejido. Cuando lo hice en el otro, ya no hubo ningún tipo de quejido, simplemente resopló. Solté a las dos e hice que Mercedes se colocara unos almohadones debajo de su culo, para que quedara bien elevado, a Cristina la hice ponerse de rodillas, a cuatro, con la cara delante del coño de su suegra.
Todos sabíamos lo que venía a continuación y Cristina volvía a hacerse la remilgada. Se la metí con suma facilidad, ya que estaba muy mojada, empezó a gemir más rápido de lo que yo me esperaba y la echaba hacia adelante, para que comiera el coño de su suegra, pero se resistía. Mercedes no aguanto más, estiro una mano y agarro la cadena de las pezoneras, estirando de ellas, lo suficiente para que su nuera, metiera la cabeza entre sus piernas y empezara a comerse el coño de su suegra, que me miro, me sonrió perversamente y sus ojos lo decían todo, estaba gozando como una perra.
El movimiento de la cabeza de Cristina era estar comiéndose el coño de Mercedes con muchas ganas. Y contra más oía a Mercedes gemir y como le decía lo puta que era, ella se enganchaba más, hasta que Cristina medio resopló, haciendo un ruido “escatológico” con su boca en el coño de su suegra, porque se estaba corriendo y su suegra se corrió detrás. Una vez que terminó, se incorporó un poco y pedía que le quitáramos las pezoneras, que su suegra se había pasado tirando y estaba con un poco de dolor. Se las quite y tenía los pezones grandísimos, sin ponernos de acuerdo su suegra y yo, los dos a la vez, nos pusimos a comerle cada uno un pezón, ella grito por lo sensibles que los tenia, pero la muy cachonda nos decía que siguiéramos, que no paráramos.
Mientras lo hacíamos, la íbamos metiendo mano por todos los sitios. En concreto, Mercedes le tocaba el clítoris y su coñito, yo me dedicaba a jugar con un dedo en la entrada de su culito y era como si no le hiciera mucha gracia. Pero estaba bastante entregada, sabía que lo estaba gozando tanto, que haría lo que quisiéramos. Deje de lamer su pezón y se lo deje para su suegra, que se encargara ella, la miraba y ella quería besarme, pero no se lo permitía, me gustaba como se enrabietaba por no dejar que me besara. Cuando menos se lo espero, metí uno de mis dedos en su culo, lo metí completamente, su cara fue de sorpresa y esta vez se lanzó bestialmente sobre mi boca, morreándonos de manera salvaje, mientras mi dedo entraba y salía de su culo.
Estábamos poniéndola al límite, la manera que tenia de besarme me indicaba que estaba más que preparada para que hiciera lo que quisiera y para hacerle de todo. Fue cuando le dije, que ahora llamaría a su marido para decirle lo que estábamos haciendo y antes de que ella pudiera decir nada, Mercedes salto rápidamente, diciendo que, de eso nada, que no podíamos decirle que ella estaba por medio. La tranquilice diciéndole que no era lo que yo buscaba, entonces dijo que adelante, llame y puse el altavoz, pasándoselo a ella…
-Hola Carlos… ¿Ha pasado algo? (No se esperaba mi llamada )**
-No cariño, no soy Carlos, soy tu mujercita.
- ¿Cómo me llamas desde su teléfono?
-Porque ya hemos hecho las paces, ya somos buenos amigos, lo que querías.
-Cuanto me alegro, de verdad. Pero… ¿Estas segura? que luego tu interpretas mal las cosas.
-Cariño segura no… segurísima. ( Metí dos dedos en su culo ) Aaaauuuuu…
- ¿Qué te pasa?
-Pues que nuestro amigo, me está metiendo sus deditos en mi culito…
-Jajaja… que bromista que eres… que ganas tienes de provocarme.
- Que es verdad que llevamos toda la noche haciendo de todo, mejor dicho, haciéndome de todo y ahora se ha empeñado en que te llamara, para que oigas como me lo hace por detrás.
-Que no me lo creo… que no me harás caer…
-Pues escucha… que esto es un adelanto para cuando regreses. Que sepas lo que veras…
Dejo el móvil en un lado y muy predispuesta se puso con el culo, bien empinado a mi disposición y Mercedes sin apenas hacer ruido, se deslizo debajo de ella, quedando su boca en su coñito. Se oía a Jaime diciéndole que se dejara de tonterías, que le contara como fue la cena. Cristina, estaba un poco tensa, pero estaba tan cachonda por todo, que se dejaba hacer y con la ayuda inestimable de su suegra, empecé a follarme ese culito. Se entremezclaban los quejidos suaves y los potentes gemidos de Cristina, como lo que le decía a su marido… “Cariño, es muy grande, se siente muy bien como entra, que barbaridad…” Jaime seguía diciendo cosas, pero en su voz se notaba cierta inseguridad, ya dudaba y lo tuvo claro cuando le dije… “Amigo mío, que culo tiene el putón de tu mujer, ni se queja, le entra toda mi polla, como le rompo el culazo…”
Ya tenía toda mi polla dentro y su suegra comiéndole el coño, solo se oía por el teléfono la respiración fuerte de Jaime, Cristina seguía gimiendo y pidiendo que fuera más duro, que para blando ya tenía al del teléfono. Estaba fuera de sí y yo muy cerquita de llenarle el culo de leche. Le dije a Cristina que estaba a punto y ella me pidió que me esperase un poco más, que a ella le faltaba nada, ya no me podía aguantar más cuando ella en voz bien alta me dijo… “Vamos mi macho, lléname… ¡¡LLÉNAME!!” y nos corrimos los dos con buenos chillidos, gemidos… dedicados a su marido.
Una vez nos corrimos, Jaime la llamo insistentemente y Cristina cuando recupero un poco la respiración, se puso a hablar con él. Le decía que estaba agotada, pero que pensaba seguir toda la noche, aunque le salieran agujetas hasta en las pestañas, que le daba igual y Jaime solo le dijo que lo disfrutara, que él se había puesto muy excitado. Les dejé hablando y me fui a lavar mi polla. Mercedes me dijo al oído, que me acompañaba, que me lavaría ella.
Esa noche además de estar cachondo como un burro, estaba especialmente “pervertidor” y Mercedes lo iba a saber muy pronto. Nada más entrar en el baño y una vez se empezó a entusiasmar lavándome mi polla, la pare en seco. Agarre su cabellera, di un tirón para atrás, de tal manera que su cara quedara mirando hacia arriba, la di un beso mordiéndole el labio inferior y le “ordene” … que ahora llamara a su hija Raquel, para que viniera, que quería que nos la folláramos. Yo me espere varias respuestas, como… es mi hija, estás loco, jamás con mi hija… pero no, su respuesta fue que era muy tarde. La mire intensamente y le conteste… “Tú y yo sabemos, que tu hija está mal follada con el cretino que tiene por marido, hagámosla que goce como nunca, que se desquite”
Mercedes no lo tenía claro y cuando apareció Cristina, nos preguntó de que hablábamos y se lo conté, se echó a reír y solo dijo… “Suegrita llámala, di que no te encuentras bien y que venga sola, así ya tenemos un acercamiento total la familia… que tu hija tiene que ser una caja de sorpresas, ya se me hace la boca agua y lo que no es la boca… jajaja… que mala me estoy volviendo… jajaja…”
Seguro de mí mismo, le pase el teléfono inalámbrico de su casa, volvió a mirar la hora, le dije que no mirara más la hora, que llamara y punto. Su seguridad de siempre se vino un poco abajo. Acabo marcando el número de su hija, cuando le cogieron la llamada, se giró, como si estuviera avergonzada, había cogido la llamada su yerno, que por las horas que eran, estaba claro que se preocupó. Mercedes con voz tímida, insegura, se limitó a decirle que es que se encontraba un poco mal, a continuación, respondió que no era cosa de hospital, pero que se pusiera su hija.
Una vez que su hija se puso, le dijo que se acercara a su casa, que no se encontraba muy bien. A continuación, dijo… “Gracias, hija” dándose la vuelta y diciéndonos… “Ya está, en nada estará aquí, pero yo con ella no haré nada y tampoco provocare nada, me mantendré al margen o mejor os dejo solos” . Se trastabillo diciendo algo que no entendimos, para luego más claramente decirnos que nos pusiéramos algo, que su hija ya mismo estaba allí, que vivía muy cerca. Cristina se fue y regreso con una camiseta de publicidad grande, que hacía como de vestido, me dio a mi otra y un pantalón corto de los que su marido tenía por ahí, quedándome bastante justo. Mercedes se puso un camisón largo de raso azulito. Donde se le marcaban los pezones, como a su nuera.
Oímos como se abría la puerta de entrada de vehículos. Al momento se oyó como abrían la puerta de la casa y a Raquel llamando a su madre, ese fue el momento en el que Cristina, su cuñada, salió con los brazos en alto gritando… ¡SORPRESA! Raquel se quedó pasmada, con mosqueo y después del primer impacto, pregunto con voz de cabreo… “¿De qué vais mi madre y tú? Ya os vale, que me he llevado un susto de mucho cuidado…” todo hasta que me vio a mí y entonces ya sí que no entendía nada de nada. Venía con una chaqueta larga de punto y debajo un camisón corto, de color crema.
No se veía mucho más, porque no tenía abierta la chaqueta del todo. Volvió a preguntar… “¿A que ha venido esto? Que alguien me cuente lo que pasa” , la que hablo fue su cuñada… “Pues cuñadita, estábamos aquí hablando y nos dijimos, porque no llamar a Raquel y sacarla un rato de junto a su marido, que es muy aburrido… porque seguro que él estaba acostado y tú en el ordenador ¿A que sí?”
Raquel con cara de no entender nada se limitó a decir… “Os habéis pasado, menudo susto y si, de acuerdo estaba en el ordenador, que no tiene nada de malo. Pero que sepáis que como broma no me ha gustado y mamá, de ti no me lo esperaba” decidí contar la verdad, con toda claridad… “Ya que ninguna se decide a contar la verdad lo hare yo. Llevábamos follando los tres un buen rato y se me ocurrió llamarte a ti, para que participaras también, que probaras nuevas cosas y joder… que lo pasaras bien de una puta vez…”
Mercedes me miraba como diciendo… tierra trágame, Raquel me miraba con incredulidad y Cristina miraba a su cuñada con mucho deseo. El silencio se apoderó del lugar, yo no quise romperlo, quería ver que sucedía. Sonó el teléfono y pareció que lo hacía con un tono fuera de lo normal, nos sacó a todos del impase. Raquel se fue pare el teléfono diciendo que sería su marido. La contestación que le dio dejaba la puerta abierta… “Nada, que ha comido lo que no debe comer, que no hace caso al médico y ya sabes cómo se pone, estaré un rato con ella y en cuanto le haga efecto el medicamento me voy”… cuando acabó, nos miró diciéndonos que alguien le pusiera una copa y recalcó que bien cargada.
A continuación, empezó a sermonear, sobre todo a su madre. Se quito la chaqueta larga y decía que cuando se acabara de tomar su copa, se iría y que esperaba que su hermano no se enterara, de lo degeneradas que eran su madre y su mujer, mirándome a mi añadió… y del canalla de su amigo. Sus palabras, su tono de voz, no concordaban con su mirada intensa y de deseo. Mercedes le daba la copa a su hija, Cristina estaba sentada junto a mí. Al oírla tan seria, madre y cuñada, trataban de medio justificar lo sucedido, lo que había dicho yo, pero era surrealista, porque ese tipo de situaciones es difícil de justificar, se entienden o no se entienden, se aceptan o no se aceptan, todo lo demás son tonterías.
Como siempre yo a lo mío, no decía nada, ya había dicho lo que tenía que decir. Mercedes que estaba sentada sola, como su hija, estaba medio girada mirando a su hija, mientras seguía hablando, por lo que no nos veía a su nuera y a mí. Por lo que no veía como yo estaba tocando las piernas cruzadas de Cristina, que, al llevar una simple camiseta larga, quedaban muy expuestas. Raquel escuchaba a su madre, pero no se perdía nada de lo que yo hacía.
Su cuñada cuando se dio cuenta, descruzo las piernas, dejándolas bien abiertas, mi mano entraba y salía de debajo de la camiseta, no llevaba nada debajo y cada vez se mojaba más. En plan descarado se recostó sobre el sillón, disfrutando de lo que yo hacía y mirando a su cuñada, mientras se mordía suavemente los labios. Estaban tan absorta las dos, una provocando y la otra mirando, que Mercedes se giró y vio lo que pasaba, paro de hablar y se puso a mirar también. Solo se oía un leve jadeo de Cristina, acompañado de algún que otro suspiro.
Hice una seña a Mercedes para que se acercara, pero, aunque en un principio, pareció que iba a acercarse, se contuvo y se quedó dónde estaba. Sus pezones se marcaban de forma importante, igual que a su hija, lo que me indicaba que íbamos por buen camino. Sin dudarlo, deje de hacer lo que hacía, me puse de pies, me quite la camiseta y el pantalón corto, quedando mi polla en toda su plenitud. Me senté nuevamente y sin más le dije a Cristina… “Vamos putita… enseña a las zorras de tu suegra y de tu cuñada como se come una polla” , nada más decírselo, se quitó la camiseta quedándose desnuda, se puso de rodillas en el sillón, quedando de lado, de tal manera que, al comerme la polla, las otras dos invitadas, pudieran ver como lo hacía.
Era una situación excitante y muy provocadora, sobre todo con los ruiditos que hacía Cristina al comerse mi polla y con los intensos lametones que daba, era toda una exhibicionista. Sabía que tanto madre como hija, si estuvieran sin la otra, ya estarían haciendo lo mismo que Cristina, pero eso las frenaba. Cristina agarrando y apretando mi polla, le dijo a Raquel con tono de viciosa total… “Cuñi… no seas tonta, acércate, que un pollón así no lo encontraremos fácilmente, vamos no seas tonta, que tu madre no se va a escandalizar, que la muy puta ya la tiene bien probada”
Raquel estaba como en trance, no dijo nada, movía los labios nerviosamente, pero nada más. Mercedes estaba “descompuesta” por el esfuerzo que estaba haciendo por no lanzarse. El ambiente estaba totalmente caldeado, estábamos todos muy excitados y super calientes. Una de las veces que la mirada de Raquel y la mía se cruzaron, le dije que se acercara, pero se lo dije con firmeza, casi como una orden, que ella acepto y se acercó.
Una vez la tuve cerca, la mire y dándole un suave tirón a su camisón, le dije que le sobraba ropa, puede ser que titubeara un poco, pero dejó caer el camisón al suelo, quedando únicamente con unas bragas no muy excitantes, por lo que le reiteré que le seguía sobrando ropa. Sin más se desnudó del todo. Quise que se agachara para comerme la polla y se resistió un poco, diciendo que vale, pero que no quería nada con mujeres y mucho menos con su madre, esto último lo recalco mucho, con un tono especialmente firme y serio.
Se puso desde el principio con muchas ganas, lo curioso que antes de empezar, paso sus manos, como secando toda la saliva que su cuñada había dejado en mi polla. Mercedes miraba con ojos incendiarios, era toda lujuria, pero se aguantaba sin acercarse y tenía sus manos entre sus piernas, pero sin levantar el camisón. Estaba muy entusiasmada comiéndome la polla, aunque tenía pensado hacerle una seña a Cristina y Mercedes para que le hicieran algo a Raquel, no me hizo falta, Cristina se puso detrás de ella, que estaba de rodillas. Vi lo que iba a hacer y estuve atento.
Empezó con unas leves caricias, Raquel al sentirlas se quiso revolver y no la dejé, no permitía que sacara mi polla de la boca, se fue calmando y continuo con la mamada, eso hizo que Cristina me sonriera y se agachó, metiendo su cara entre las piernas de su cuñada, que se le escapo un chillido muy suave al notar la lengua de su cuñada por detrás. Ahora me miraba mientras Cristina le hacía lo que quería, simplemente le dije que disfrutara, que se relajara. Pestañeo de tal manera, que supe que lo iba a hacer.
Mercedes seguía mirando con mucho deseo y sabía que estaba muy a punto. Decidí quitarme y Cristina hizo sentarse a su cuñada en el sillón, Raquel se hacia la “avergonzada”, pero en el momento que su cuñada volvió a meter su cabeza entre sus piernas, bien que las abrió, se echó para atrás, se relajó y empezó a gozar. Me acerque a Mercedes la hice levantarse para que se quitara el camisón y menuda sorpresa, tenía una mancha de humedad en la parte delantera, una mancha de buen tamaño. Me senté en el sillón y luego, una vez desnuda, Mercedes quería sentarse sobre mi polla, pero hice que se diera la vuelta, para que viera a su hija y a su nuera, que no se perdiera detalle. Mi polla entro en su coño suavemente por lo mojada que estaba ya. Llevábamos un rato follando y ya era la tercera vez que oíamos a Raquel correrse de forma salvaje.
Hice que Mercedes se levantara y una vez le saque mi polla, hice que se fuera sentando nuevamente, pero esta vez para clavársela en el culo, que también le entró con bastante facilidad. Una vez estaba bien clavada mi polla en su culo, dije en voz alta … “Chicas… aquí alguien os necesita…” , al girarse, la imagen era más que sugestiva, la “MADRE-SUEGRA” bien ensartada y con su coño a disposición de quien quisiera. Mercedes al oírme se inquietó, pero yo creo que por el no saber, el deseo…
Cristina nos miró y se veía su boca, su barbilla, toda brillante de las corridas de su cuñada. Se levantó, cogió la mano de Raquel, que no quería levantarse y al final se acercaron a nosotros. Cristina muy cachonda, muy decidida y sin cortarse, se morreo “violentamente” con su suegra, que al principio reusó un poco a hacerlo. Cuando terminaron de morrearse, Cristina con voz provocadora le dijo… “Que… ¿Te gusta como sabe el coño de tu hija?” , no contesto, pero yo sabía que sí, porque meneo mucho el culo mientras la besaban, lo hizo de una manera provocadora.
Raquel estaba de pie mirando la escena, no sé si le gustaba o no, pero no perdía detalle. Hice que se acercara y nos morreamos, lo hacía de una forma muy caliente, estaba cachonda perdida. Le pregunté al oído si alguna vez se había comido un coñito y meneó su cabeza de forma negativa. Nuevamente le dije al oído, que hoy sería su primera vez, que tenía que comerse uno de los dos.
Quería y no quería, solo hacía falta darle un pequeño empujoncito y para ayudarla, sabiendo que sería mucho para su primera vez, el hacérselo a su madre, mande a Cristina que se sentase junto a mí, que su cuñada iba a agradecerle lo que le había hecho. Cristina dio una palmada contenta y se sentó. Al ver que su cuñada no sabía cómo hacer, ella de manera dulce y sugestiva, le fue indicando como hacerlo y acabo diciéndole, que lo hacía muy bien, que siguiera su instinto. Al rato cristina no paraba de gemir, agarraba la mano de su suegra y decía… “Suegrita menuda lengua tiene la puta de tu hija… que bien lo hace… me mata de gusto… ha nacido para esto… que gatita más buena…” , oír todo esto, nos ponía más cachondos a todos, pero sobre todo a Raquel que se la veía más decidida. Cristina se corrió dos veces seguidas y lo hizo de muy buena gana.
Acerco a su cuñada a ella y se fundieron en un tremendo morreo, se las veía que lo hacían con muchas ganas y mucha pasión. Cuando terminaron de besarse, algo le conto Cristina a su cuñada, que respondió con un… NOOOOOO… y ella le replico… PUES SIIIIII…, no sabía de qué hablaban, pero pronto salí de mis dudas. Cristina se puso ahora entre las piernas de su suegra, que recibió con ganas la lengua de su nuera. Mientras yo desde atrás, pellizcaba con intensidad sus pezones, algo que sabía que la ponía a mil. Todo iba perfecto hasta que Cristina hizo ponerse a su cuñada junto a ella.
Al verlo Mercedes, dijo… “Carlos por favor, mi hija… ¡NO!” , la verdad que yo pensaba que Cristina la había hecho colocarse ahí, para darle más morbo a la situación. Pero quede alucinado cuando Cristina, de forma muy decidida y casi a la fuerza, coloco a su cuñada entre las piernas de su madre. Ante la queja de Mercedes que decía de forma repetitiva… No, no, no… no, hasta que de pronto empezó a subir su respiración, Cristina se apartó, dejo a su cuñada sola y Mercedes gemía de manera exagerada.
Mientras oíamos eso, Cristina y yo nos besábamos, paramos cuando oímos como Mercedes decía… “No paréis, no paréis, mas… mas… MAASSSSSSS…”, corriéndose sin parar. Yo me corrí detrás, dejándola el culo bien lleno. No paso como otras veces, que Mercedes, se queda como reposando. Se levanto de pronto y dijo que eso no estaba bien. Raquel siguio con su argumento diciendo que éramos unos “enfermos” y Cristina dijo con una medio sonrisa… “Pues mi cuerpo si estaba enfermo y ahora esta super sano, que buena medicina” . Madre e hija siguieron dándonos el mitin moralista, hasta que Cristina de forma contundente las cortó diciendo… “¡YA ESTA BIEN! MORALISTAS DE PACOTILLA, BIEN QUE LO PASABAIS Y NO DECÍAIS NADA, SOLO PEDÍAIS MAS, ¡NO SEÁIS HIPÓCRITAS!” , después de eso se hizo el silencio.
Intenté poner un poco de sosiego y parece que en parte lo conseguí, otra vez madre e hija estaban de acuerdo, nos pedían de por favor, que Jaime no se enterara, que les daría mucha vergüenza, que le haríamos daño. A mí no hacía falta que me lo dijeran, que yo no tenía intención de contar todo, solo lo de su mujer. Cuando se quedaron relajadas, fue cuando Cristina les dijo si es que estaban tontas, que a ella ni se le ocurriría.
Raquel de pronto se llevó la mano a la boca, diciendo que no había llamado a su marido. Mercedes le dijo que se quedase, que no fuera a ser que le notase lo que había estado haciendo. Que mañana ya se excusarían. A Cristina como todo eso le daba igual, se dirigió a mí y me preguntó si yo seguía con ganas de “juerga” a lo que le respondí que sí. Entonces miro a su suegra y a su cuñada, para decirles a continuación… “Os dejamos con vuestros dilemas y nos vamos a mi habitación a seguir curándonos… jajaja… si alguna quiere venir…” , Mercedes dijo rápidamente que con ella no contásemos y Raquel lo mismo.
Nos fuimos a la habitación de Cristina y Jaime, pase un momento por el baño y al momento estábamos otra vez enfrascados. En plena vorágine apareció Raquel, con cara de niña buena y su cuñada riéndose dijo… “Ya sabía que desde hoy seriamos muy buenas cuñadas” “¿Quién se va a comer mi chochito?” , a lo que Raquel dijo… “Yo te lo voy a comer… “SO GUARRA”…” , continuando los tres el resto de la noche, sin que apareciese Mercedes.