Principio de cuatrimestre. Segunda parte

Continuación de la historia que comenzó en una noche en el campo con compañeras de facultad. Las dos chicas se reencuentran

Habíamos pasado un fin de semana maravilloso con Sol en aquella estancia de los abuelos de Pilar. Si bien éramos ocho chicas y sabía que algunas estaban experimentando con otras, lo mío con Sol fue distinto porque nos lo guardamos. Es verdad que solíamos desaparecer y volver a las horas pero creíamos que no mostrarnos nos resguardaria. En definitiva retomábamos todas juntas y por otro lado Sol estaba de novia con un chico que conocía desde el secundario. Al regresar a la ciudad cada cual tomo su rumbo y yo regrese a mi pueblo a terminar de las vacaciones de invierno. El primer día de clases la busqué entre la multitud pero no logré encontrarla. Al salir de la cursada tenía un mensaje de texto que decía si podíamos vernos en el bar cuando termine la jornada. Las clases se hicieron eternas pero el primer día había terminado y fui al bar. Estaba sentada con unos apuntes y escuchaba música, me acerqué y dándole un beso en su mejilla le dije que estaba hermosa. Se sonrió y me dijo que había estado pensando y tocándose pensando en lo qué había pasado ese fin de semana en la casa de campo pero que estaba Diego, su novio, quien por otro lado no tardaría en llegar. Me resultaba confusa su declaración, no sabía que quería, así que me limite a decirle que podíamos ser amigas pero me dijo que no.

La situación continuaba siendo confusa, Diego, ella y yo no era una ecuación que me gustara mucho. Yo solía tener sexo con hombres pero no hacer tríos agendados. Le pregunté qué es lo que quería decirme porque no iba entendiendo nada. Su propuesta era simple y egoísta a la vez. Fingir ser amigas y estar juntas. En aquel momento no fui racional y le dije que si.  Cuando su novio llego nos comíamos con las miradas y Sol le dijo que esa noche tenía que volver conmigo para ponerse al día con una parte de estadística. Diego nos llevo hasta mi departamento y ya en el ascensor comenzamos a besarnos. A decirnos que nos habíamos extrañado. Ni bien pude abrir la puerta tiramos las mochilas al suelo y nos revolcamos por el piso como dos amantes que pasan años sin verse. Nos fuimos quitando la ropa la una a la otra hasta quedar desnudas. Sentía su piel erizada igual que la mía, era la respuesta a todas esas sensaciones guardadas que ahora desatábamos. Arrastrándonos llegamos al sillón en donde se sentó y me pidió que me subiera arriba de ella. Sin dudarlo un segundo lo hice. Ella me apretaba el culo y me acompañaba en el movimiento de la cadera mientras con mi boca le chupaba sus tetas haciéndolas crecer y poniéndolas duras, sus pezones, rosados respondían a mi lengua porque estaban erguidos. Me gustaba sentirla así porque creía  que era más mía. Le hacía esto hasta que empecé a meterle un dedo dentro de su concha, me pedía más y la notaba bien mojada así que seguí hasta que terminó. Me metí los dedos en la boca saboreándolos.

Le gusto mi reacción, seguía sentada sobre ella así que me acosto en el sillón y bajo directamente a mi sexo y me practico sexo oral. Sentí que había estado leyendo o instruyéndose sobre el tema porque me hizo volar. Con un dedo me sostenía el clitoris y con su lengua entraba en mi concha y acompañaba con unos dedos. Estaba tan mojada que no me di cuenta que estaba bajando cada vez más y me estaba chupando el culo y queriendo ingresar un dedo por ahí también . La dejé, me encanta siempre que sea suave. De hecho me calentaba más y me hacía revolcarme y gemir con más potencia. Me tocaba las tetas, Sol me lo pedía y acabe en su cara. Queríamos seguir después de tantos días éramos dos animales sueltas.  El baño  fue lo más memorable de toda esa noche que pasamos juntas. Ella me sorprendió en la ducha apagándola y esperándome con una toalla para secarme pero fue su lengua la que me seco. Recorrió mi cuerpo completo, y yo temblaba. Saco de su mochila un pene de goma de doble entrada y me lo metió al mismo tiempo que ella hacía lo mismo. No se si puedo ser suficientemente clara, nos excitábamos y chorreábamos fluidos  mientras casi chocaban nuestras conchas de la fuerza en que nos movíamos. Llegábamos a tocarnos y lamernos las tetas de la una a la otra cuando parábamos por unos segundos. Gritábamos que queríamos más, nos tocábamos el clitoris. Estuvimos así casi un cuarto de hora.

Nos dormimos desnudas en mi cama, entrelazadas. En la mañana nos despertó su celular, era Diego que pasaba a buscarla.

Mientras se vestía y la miraba empecé a notar que esto no nos iba a llevar a un buen puerto.