Príncipe azul

Cuando parece que la vida es maravillosa, que todo es color de rosa, puede que esté comenzando la peor de tus pesadillas.

Aquel día era mi día, me sentía toda una princesita. Derrotaría a Mercedes dejándola a la altura del betún, no sé si de Judea o de Galilea, dejaría alucinada a esa mala puta, perdón a esa mujer algo irritable. Se terminaría el que me mirase por encima del hombro, ¿quién se creía?, ¡pero si era como Maradona más valía saltarla que rodearla! Me tenía frita a bromitas desde que descubrió mi vibrador: ”¿Le abrazas y le dices lo mucho que le quieres?”. Sí, y luego se lo presento a mis padres, ¿no te jode?”, me hubiese encantado contestarle pero ya sabéis cómo son los jefes debemos reírles las gracias.

Iba a morirse de envidia cuando Jorge viniera a recogerme a la boutique. De culo se caería al ver el BMW descapotable en el que vendría a por mí. ¿Qué se pensaba?, ¿que el familiar de su Antonio era muy cool, por muy Mercedes que fuese?, además tenía más kilómetros que la furgoneta del Equipo A.

Por si fuera poco, su marido no se parecía en nada a Bruce Willis, nada de entraditas sexys y ojillos traviesos. Era calvo y tenía los ojos como un chino estreñido. Se moriría cuando viese los rizos de oro de mi Jorge y los dos zafiros que iluminaban su rostro.

--¿Por qué me miras tanto hoy?, ¿es que te gusto? –me preguntó como se dirigiría una leona a una gacela. Su Antonio la debía follar mal y se desahogaba pinchándome a todas horas. Os lo juro, ¡que ganas de meterle una hostia!, perdón una bofetada.

--Es que me preocupas Mercedes, te estás quedando en los huesos.

--Eso es envidia, que yo estoy hecha una sífilis y tú no –encima de cateta no debía tener espejos en su casa, “Que teñirte de pelirroja no te convierte en Nicole Kidman”. ¿Os podéis creer que Incluso tenía una fotografía abominable de cuando fue elegida dama de honor de su pueblo? Dios, si seguro que los cochinos del tal Villa Palomos de Arriba tenían más glamour que ella y seguro menos bigote.

Una clienta entró por la puerta interrumpiendo la ácida respuesta que tenía en la punta de la lengua y que como sabéis hay que tragársela hasta que tengáis arcadas, ¡eso no cochinos!, las palabras. Ha estas alturas ya sabréis que mucho ladrar pero no muerdo y luego claro me duele la úlcera.

--Buenos días chiquita –saludó con suficiencia la cuarentona como si me perdonase la misma vida por el hecho de existir.

--Buenos días señora, ¿en qué le puedo atender? –respondí solícita aunque las ganas de retorcerle el cuello como a un pollo se me debían traslucir.

--Pues mira, buscaba un vestido rojo ¿sabes?

--Si saber sé, pero este año no viene nada en rojo, este año se lleva el azul petróleo –fue mi primera oportunidad de hacerle zas en toda la boca, ¡que agusto me quedé!

--¿Y eso rojo de ahí?

--Eso es la funda del extintor pero si quiere se la puede probar –respondí aguantándome la carcajada.

--¡Impertinente!, ¡Habrase visto!, pienso hablar con tu encargada.

--Vale, si lo hace, recuérdele que me debe dos días de vacaciones –dije mirando a Mercedes. Ella era incapaz de vender una escoba y sabía que yo le vendería una a un saharaui. Seguro que vosotros también tenéis un jefe que es un incompetente, va con el puesto.

--Bien, sácame un vestido de noche azul petróleo de la 38.

Esa fue la segunda ocasión de darle en todo el hocico. Puse mi mejor cara de altanería, como Cristiano Ronaldo mirando a… a cualquiera que se le ponga delante.

--¿La 38 dice?, usted tiene que estar entre la 40 y la 42.

--Perdona, yo soy una 38 –me dijo comenzando a adquirir cierto tono rojizo en su rostro. Claro por eso iría buscando un vestido rojo, para que le conjuntara con su cara de reprimida irascible.

--Ya, ya, si seguramente sea usted una 38, pero es que este año las 38 vienen ceñiditas.

--¡Perdona!, te he dicho una 38, ¿vas a saber tú mejor que yo qué talla uso?

Pues 38 que le di. Estaba divina de la muerte, lástima que no le pudiera hacer una foto con el móvil os la hubiera puesto en el relato, unos ponen modelos y yo embutido autóctono. Parecía una morcilla, una morcilla azul petróleo.

--Está usted divina, creo que le favorece muchísimo –aquella afirmación me costó un esfuerzo sobrehumano.

--¿Tú crees?, ¿no me hace un poquito rellenita?

¿Rellenita dice? “Parece una puta foca, una puta foca que se ha acercado demasiado a un petrolero encallado en la costa. Ni los de Greenpeace intentarían rescatarte.

--Qué va mujer, para nada, yo la veo a usted perfecta –perfecta para los carnavales o para ir de mascota a una convención de la Exxon----. Además si sobra un poquito así se obliga usted a privarse de algunas cosillas.

--¿Sí, verdad?, creo que me sobra kilito o kilito y medio.

Kilito y medio dice, pero si esos flotadores deben rondar la media tonelada. Los de Greenpeace necesitarían un remolcador para sacarla del mar, porque con eso fijo que no flota.

--Lléveselo usted, si puede devolverlo, además tengo unos zapatos preciosos que le hacen juego. Siempre que utilizo la técnica de la devolución todas pican. No hay ningún problema si tiene cualquier pega se pasa por aquí y se lo solucionamos, aún no he devuelto el dinero a nadie, menuda soy yo.

--Uy, pero estos zapatos me aprietan un poquito.

---No mujer, qué va, este año se llevan así –Dios, le iban a hacer llagas, si antes no los reventaba—. Se la ve a usted preciosa –preciosa para llevarla al circo o al zoo a exhibirla. “redoble de tambores… ¡con todos ustedes… la albondiguilla de YPF. A ver si a esta nos la quiere quitar la Cristina I de Argentina”.

Cobré los 400 euros del Dior y los 200 de los Manolos, mirando con suficiencia a Mercedes, ni en sus mejores sueños esa mojigata tendría mi arte para vender y cuando conociera a Jorge se iba a morir de una embolia, bueno eso si no se quedaba tonta, claro que más tonta de lo que estaba era complicado, perdonadme, ya sé que no hay que hablar así de quien te da trabajo pero es que…

Se volvió a abrir la puerta de la tienda y entró Fermín con los cafés y bocadillos de media mañana. Aquel tipo era zafio y soez, aunque me divertía verlo babear por mí como si fuera un bulldog comiéndose un chicle. Ya sabéis se mira pero no se toca.

--¡Hola Carmencita!, ¡preciosidad, que tienes unos ojos… que… te comía to el coño!

--Carmen, enano, Carmen, y sube la bandeja más arriba de tu cintura.

--¡Pero qué burrote me pones cuando te cabreas!, ¡te partía en dos con solo pedírmelo!, y sonríe mujer que eres más seca que una inyección de pan rayado.

--Ves Carmen, si podrías jubilar tu viejo vibrador en el momento que te lo propusieras –intercedió Mercedes con su aire de suficiencia mientras agarraba uno de los bocadillos de la bandeja.

--¡Claro que sí tontina!, no veas como me vibra el manubrio, te pondría los fluidos a punto de nieve, ¡te iba a sacar nata montada de ahí dentro!

--¡Serás guarro!, ¡pervertido! --gritó Mercedes soltando el emparedado con presteza.

--Ay Mercedes es que el de salchicha es el especial de la casa para Carmencita.

--Anda calla y cóbrate energúmeno. Ni en tus sueños más húmedos me comería esa salchicha.

--¿Cobrarte?, pero si a ti te lo haría gratis churri. ¡Ay, quién fuera baldosa pa verte toa la cosa!

--Vete con viento fresco, salido, que estás salido –no solo era feo, que lo era un rato largo, encima bajito y regordete. No me iría con él aunque un meteorito fuera a acabar con la tierra y me lo pidiera como favor. Uy, esa historia me suena a lo mejor la he leído en la web guarrona esa.

--Fresco sí hace sí. No veas qué rasca que hace, viniendo para aquí me he encontrado con Admunsen que llevaba la muerte colgada de su mochila dispuesta a demostrar…

--A ti te voy a demostrar yo lo que pueden dar de sí unos buenos tacones, y por dios guárdate eso ¡cochino!–mi plan se me venía abajo si hacía frío, aunque estaba dispuesta a que Jorge bajara la capota del BMW cuando viniese a recogerme aunque agarrara una pulmonía-- ¿En serio hace frío?

--No te debes cerrar al amor Carmencita. Fermín es un chico trabajador y te quiere mucho --dijo Mercedes mientras pagábamos al camarero tras lo cual le despaché con cajas destempladas.

--¿Trabajador?, pero si trabaja menos que el sastre de Hannah Montana, a no perdón el de Miley Cyrus. --la muy puta no hacía más que echarme encima lo peorcito del barrio. Vale que en los últimos meses los polvos que había echado habían sido contados, contados por la propia Mercedes y por mi amiga Marisa, pero lo de Fermín ya era excesivo.

--Vaya Merceditas, mi novio ha venido a buscarme –la interpelada abrió muchísimo los ojos al ver aparecer el atlético rubio que se dirigía hacia el escaparate.

Jorge caminaba lentamente hacia la puerta de la tienda. Tensaba una pierna utilizándola como apoyo para alargar la otra en una zancada majestuosa. Alargó la mano hasta aproximarse al pomo de la puerta. En aquel instante, ni antes ni después, extendió sus cinco dedos, no uno ni dos ni tres, los cinco, en un movimiento perfectamente coordinado. Mientras hacía esto iba tan sobrado que le daba para saludar con la otra mano mostrando su sonrisa de dientes perfectos.

Los dedos, largos y estilizados, rozaron el pomo y acto seguido se cerraron sobre él. La mano convertida ahora en un sólido puño hizo gala de gran destreza accionando el mecanismo de la puerta. El pomo fue girando milímetro a milímetro, estaba a punto, lo iba a lograr. Entonces con un certero movimiento de muñeca Abriooo. “Tengo que dejar de ver las reposiciones de Oliver y Benji.

Allí estaba Jorge con sus preciosos rizos, con aquellas cejas perfiladas que le daban un aire de cuidada inocencia, con sus manos suaves de perfecta manicura. “Si no fuera por el curro te follaba aquí mismo encima del mostrador”, pensé comenzando a calentarme. Debo moderarme que ahora tengo novio. Bueno mejor sería hacerle amorosamente el amor yaciendo sobre el expositor.

Tomé mi bolso con una mano y con la otra el brazo que caballerosamente me ofrecía mi chico. ¿Habéis sentido alguna vez la sensación de que os están clavando un puñal por la espalda?, Mercedes me estaba clavando toda la cubertería, hasta las cucharas.

--¿¿Dónde has dejado el coche? –pregunté al salir de la boutique colocándome rápidamente la bufanda con una perfecta doble Nelson. El frío era insoportable, por lo menos en eso no había mentido Fermín.

Llegamos al BMW que se encontraba cerca. Jorge preocupado por un posible catarro recomendó no abrir el techo mas un par de caricias obraron la maravilla. Si es que una tiene sus armas de gata, no sé si colorada o no pero tiene sus armas.

--Al pasar por delante de la tienda hazlo muy despacito, que me dé tiempo a saludar a Mercedes. Estaba eufórica, mi triunfo sería seguro, tan seguro como el resfriado que tendría al día siguiente. Juraría haber visto una ardilla corriendo tras una nuez, con el frío que hacía no me extrañaría que detrás viniera una manada de mamuts corriendo o un par de ángeles a lomos de un dragón.

Jorge era el novio perfecto, mi príncipe azul, pero en vez de caballo blanco tenía un descapotable rojo y yo sabía cómo usarlo. ¡Quietas todas, aquí llega Carmen!, ¡voy armada con un deportivo y un chulazo rubio!

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Los días iban pasando y cada vez estaba más perdidamente enamorada de Jorge. Mi novio no fumaba, no bebía y por si fuera poco no le gustaba el fútbol, eso lo pude constatar cuando cambié de canal durante una tanda de penaltis de la Eurocopa. Creo que jugaban España contra Portugal y aunque Cristiano Ronaldo está de muy buen ver, me interesaba más la comedia romántica que hacían en otro canal. Que delicia de hombre que estaba atento a todas mis necesidades. En un principio temía que se enfadara, que me gritara, que por lo menos pusiera una cara de disgusto, nada oye, se quedó tal cual. ¿Conocéis a algún hombre así?, era perfecto y pluscuamperfecto.

--No te importa ¿no?

--No, cielo, no te preocupes…, si el partido ya ha terminado… los penaltis no tienen el menor interés, son una lotería… además me gusta más Sandra Bullock que esa chica desnuda con el cuerpo pintado de rojo y gualda.

En aquel momento debía de haberme olido la tostada pero, ingenua de mí, pensaba que estaba ante el hombre más maravilloso de la tierra. Lo que no terminaba de comprender es por qué estaba conmigo. No podía perseguir la nacionalidad porque ya la tenía y además yo no era una tonadillera septuagenaria. Tampoco estaría interesado en mi dinero, porque todo lo mío era del banco y debería liarse con el director de la sucursal que le vendría más a cuenta. “¡Ya lo tengo, está conmigo por lo bien que la chupo!, ¡seguro que es por eso! Tenía fama de mamarla muy bien, o al menos eso ponía en los baños del instituto.

Yo vivía en una nube de algodón de azúcar salpicada de virutas de chocolate y adornada con sirope de caramelo. ¿Diabética?, pues hasta aquel momento pensaba que no, que mi cuerpo y mi mente necesitaban de todo el dulce del mundo.

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Habíamos terminado una de nuestras maratonianas sesiones de sexo y me encontraba en la gloria recibiendo un masaje capilar, sabéis lo mucho que nos gustan esas cosas a las chicas. Jorge me había hecho el amor durante seis horas y aún tenía ganas de conversar conmigo al tiempo que desenredaba mi cabello. ¿Era o no era el chico perfecto?

Me había hecho un masaje de espalda sensacional, me había lamido uno a uno los dedos de los pies. Luego mirándome a los ojos me dijo:

--Cariño, ¿permites que saboree tu crica? --¡coño!, casi me caigo de la cama, ¿Qué clase de guarrada querría hacerme?

me estuvo comiendo mi cosita durante horas y él como si nada. Eso sí, siempre me la comía con condón femenino, que él era muy aseado y encima precavido, que si el papiloma, que si los gérmenes… Incluso cuando escupió un pelillo de mi vello púbico, lo hizo con tanta gracia que era para comérselo.

Desde que me acostaba con él me estaba comenzando a entrar complejo de eyaculadora precoz. No podía ser que me llevase cuatro o cinco veces al cielo y él no haber despegado. Era la máquina perfecta. Lo único malo es que me dejaba agotada y el continuaba más fresco que una rosa.

Reprimí un bostezo, lo cierto es que en aquellos momentos, reventada a polvos lo único que quería era dormir, pero tener en la cama un chico que te daba conversación tras hacer el amor era algo tan increíble que tenía que disfrutarlo.

--Vamos cariño que si queremos estar en la ópera a tiempo nos tenemos que duchar –me dijo dándome un suave beso en la comisura de los labios.

¡Que yo lo que quiero es pegar cuatro ronquidos!, pero la oportunidad de ir a un sitio tan selecto como la ópera y con mi pedazo de novio bien merecía un sobreesfuerzo.

Le seguí al baño y entré tras él en la ducha. Aquella iba a ser mi oportunidad de devolverle tan maravillosa sesión de sexo. Ya que no podía dormir disfrutaría antes y luego dormiría durante la soporífera función, porque la ópera tiene mucho estilo pero no hay Dios que la comprenda.

Tras enjabonarle y aclararle con las atenciones que aquel cuerpo de Adonis requería, me arrodillé delante de su preciosa verga. Estaba perfectamente depilada, ningún vello afeaba la tersa piel del tallo, el resto del pubis estaba recortado con muy buen gusto, unos caracolillos aquí y allá le daban ese toque moderno y desenfadado, vaya, toda una entrepierna metrosexual.

Acerqué mi boca a al glande saboreando la esencia a flores silvestres que emanaba de aquella divina polla.

--Aguarda un momentito mi amor –Jorge salió apresuradamente de la ducha dirigiéndose al inodoro donde se puso a desahogarse copiosamente. “Vaya tontería salir de la ducha para mear, Espero que no le haya molestado que yo lo hiciera dentro”, pensé mientras decidía que no me hubiera molestado que me empapara enterita con su lluvia dorada, Jorge debía mear Moët Chandon.

Por si salir fuera a mear no hubiera sido suficiente, cuando terminó se volvió a enjabonar concienzudamente su pene y se enfundó un preservativo. Mi libido había descendido considerablemente pero necesitaba verle vibrar por lo que me apliqué de nuevo a la tarea.

--Ven para aquí que te coma esa polla.

--Cariño, se siente delicioso lo que me estás haciendo pero si continúas besando así mi mascarón de proa no llegaremos a la ópera.

Aquello sí bajó mi calentura hasta hacerla desaparecer, seguro que en el instituto no hubiesen cambiado una mamada mía por ver cantar en alemán, tampoco nadie me hubiese pedido que le chupara el mascarón de proa ni de popa. En ocasiones un par de guarradas bien dichas también apetecen. Me enjuagué el cuerpo mientras él se iba vistiendo.

--No sé qué blusa ponerme con esta falda.

--Ponte la de color mostaza –dijo Jorge que en los escasos dos meses que llevábamos saliendo ya se conocía todo mi ropero.

--Vale, la mostaza.

--No, no, mi amor, esa es la de color curry te dije la mostaza.

¡Coño!, sí que había aprendido este leyendo el Cosmopólitan, normal que un día le pillara hasta subrayándolo. El tío era capaz de diferenciar un millar de tonalidades de naranja, ¡bueno, Y de azul ni te cuento! Sabía más de colores que Doctorbp de tallas de sujetador.

Aquel día me llevaba a la ópera porque según él hacíamos un mes del primer cunnilingus. Lo cierto es que era súper detallista, recordaba todas las fechas significativas. Me regaló flores cuando hizo el mes desde que nos conocimos, bombones para rememorar el primer beso, una orquídea en el aniversario de nuestra primera cena, un peluche para recordar el primer masaje y una pulsera preciosa cuando hizo el mes del primer polvo, hasta me envió una felicitación el día de la mujer trabajadora. A este ritmo podría montar una tienda de souvenirs. ¡Era como Ana del alba felicitando los cumpleaños!, no se le pasaba ni una fecha.

Terminé de vestirme, maquillarme y ponerme las joyas y solo había tardado una hora y media, durante la cual no parecía que hubiera mejorado mucho. Él, en cambio, en diez minutos estaba perfecto, parecía salido de una revista de moda masculina. Entré al baño buscando la colonia y casi me da algo.

¿Qué coño le había pasado a mi cuarto de baño?, ¿dónde estaban las toallas que hacía un rato estaban por el suelo?, ¿dónde el charco de agua?, ¿por qué mis bragas sucias no estaban en el pomo de la puerta?, ¿y mis pegotes de maquillaje esparcidos por el lavabo?

--Me he tomado la libertad de recoger un poco el baño, espero que no te importe. También he puesto una lavadora en el programa de prendas delicadas, deberías usar ropa interior de algodón es mejor para la dermis.

--¿Importarme? –dios mío, salía con el hombre perfecto.

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--¡Cariño!, ¿tú te has saneado las puntas? ¡Y creo… sí, creo… creo que te has hecho un alisado!

Era la primera vez que un novio se percataba de que había ido a la peluquería. Ya sabéis cuanto nos gusta a las chicas que se fijen en esas pequeñas cosas, Jorge era ideal.

Me sujetó la puerta del coche mientras alababa mi conjunto de top rosa y traje de chaqueta blanco, por supuesto con bragas pero sin sujetador. Es que hay cosas a las que un hombre no se puede resistir mi amiga anita me había aconsejado muy bien.

Llegamos a casa de mis padres cinco minutos antes de la hora. Mi madre por supuesto se extrañó muchísimo.

--Vaya, es la primera vez que no vienes tarde y con la mesa ya preparada.

--Sí, mamá yo también te he echado mucho de menos. Mira, quiero que conozcas a Jorge, es mi novio.

--¡Jacinto…!, ¡que la niña no es tortillera!

El aludido entregó un espléndido ramo de rosas blancas a mi madre. Le contó toda la simbología de los colores de esa flor mientras mi padre observaba inquieto, es un poquito tradicional el hombre en cuanto a la conducta varonil.

Las dudas de mi progenitor se disiparon cuando Jorge y él comenzaron a hablar de fútbol. ¿Pero no era que a él no le gustaba el futbol?, pero si se conocía las alineaciones del Real Madrid desde los tiempos de Di Stéfano.

El colmo fue cuando comenzó a charlar de videojuegos con mi hermano pequeño.

--Anda a jugar con el primo Francisquito y deja a Jorge en paz. Podéis ir a lo de las ovejas. Por cierto, ¿tú no tenías el pelo verde la última vez que vine?

--¿Verde?, coño ni yo lo recuerdo, es lo que tenemos los secundarios muy secundarios, sería que lo tenía a rastas o rapado al cero.

Durante la comida mi padre no logró convencer a Jorge para que tomase vino, su abstinencia era irrenunciable, al menos ahí no me llevé una sorpresa. Aunque bien mirado hizo que me ganara varias miradas reprobadoras de mis padres, ¡pero si solo me he tomado dos copas!

Ya empezábamos como en las cenas de amigos de Jorge. Como ninguno bebía, en cuanto yo me pedía un gin-tonic, me hacían sentir como Paris Hilton. Sus amigos también eran de bailar con sutileza y elegancia por eso cuando me animaba, tras el tercer coctel, a salir a la pista hacían que en comparación yo pareciera… Paris Hilton.

Todo aquel mundo de perfección me estaba comenzando a marear. Volví en mí al escuchar la palabra tabú, seguro que sabéis cual es, ¿Voda?, no, no, aún hay otra peor.

--Es que treinta años ya va siendo una edad para sentar la cabeza –dijo mi santa madre--. Que ya se lo digo a Carmen que luego se le pasará el arroz.

--Yo estoy totalmente de acuerdo con usted, Encarnación, me encantaría que por las noches una pequeña Carmencita tocase a la puerta y dijera que no puede dormir solita. La tomaría entre mis brazos y me la llevaría a la cama. Así tendría a las dos mujeres de mi vida junto a mí.

Algo comenzó a desafiar la ley de la gravedad, ascendiendo a toda leche por mi esófago.

--Per… perdonad… --salí a toda hostia en dirección al baño a echar la pota. La cabeza aún me daba vueltas cuando regresé al salón familiar. Yo cometo un principidio por muy maravilloso que sea, yo lo mato.

--Pues nada a ver si vienes a menudo –dijo mi madre despidiéndose.

--Mamá, ya sabes que vengo cuanto puedo.

--No te decía a ti, si no quieres venir no vengas, se lo decía a Jorge.

Cojonudo encima mi familia lo quiere más a él que a mí.

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Creí que todo cambiaría cuando un día al despertarnos me dijo:

--¡Por favor Carmen!, ¡quítate las bragas inmediatamente! –me entusiasmé, mi chico se había vuelto pasional y con un puntito rudo, que no solo nos gustan las delicadezas.

--¿Así mejor?

--Mucho mejor, no veas lo malo que son los encajes para la piel, se te iba a irritar el trasero.

Se fue hacia la cocina y salió con unas bragas de algodón en la mano.

--Toma mi amor, ponte estas que ya verás qué cómoda te sientes. Están recién planchaditas.

--¿Me planchas las bragas?

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Aquello había sido la gota que hizo rebosar mi paciencia. Llegué hecha una auténtica furia al trabajo. De esos días que si alguien os lleva la contraria le arrancáis la cabeza de cuajo.

Como todos los días me tocó aguantar las impertinencias de Mercedes.

--Y Jorge, ¿cómo está?, cuídalo bien que chicos así no hay muchos.

Ahí si que mi paciencia se quebró:

--Mira Mercedes, estoy hasta los mismísimos cojones de tus tonterías. Si tanto te gusta Jorge vas tú y te lo follas que ya verás qué gustito aguantarle seis horas dale que te pego –la cara que puso fue un poema, en la vida se hubiera imaginado que le podría responder así.

--¡Carmen, no te tolero!

--¡La que no te tolero soy yo, vieja reprimida!, ¡vete a tomar por el culo con el calvo de mierda!

--¡Carmen que te despido! –gritó Mercedes mientras Fermín alucinado entraba en la boutique.

--¡Métete el trabajo por donde te quepa!, ¡y tú!, ¡tira para el almacén que me vas a meter a mí una cosa! –dije agarrando de la pechera al camarero y empujándolo hacia el almacén. Tras la puerta del cual se seguían oyendo los aullidos de Mercedes.

No tardé ni un segundo en quitarme las bragas, estaba desesperada por regresar a la realidad de una vida normal y aquel infeliz iba a ser mi válvula de escape.

--¿Qué es lo más guarro y soez que sabes hacerle a una mujer? –Fermín me miró con ojos como platos, apenas fue capaz de articular palabra durante un tiempo--. Vaya, ¿no eras tan machote?

--Coño Carmen, yo… --sus ojos de besugo no se desviaban de mi chochete que lo mostraba impúdicamente al haberme remangado la falda.

--Que me hagas algo joder, algo muy guarro –tuve que ser yo quien tomara la iniciativa agachándome y bajándole los pantalones.

Desde luego la polla de Fermín no era comparable a la de Jorge. El primero la tenía corta, gruesa y oscura mientras que la de mi exnovio era todo lo contrario. Además el olor que desprendía aquel rabo era a rancio, a escasa higiene lo cual me encantó, no tardé ni un segundo en llevármelo a la boca, aquella esencia a macho cabrío me encendió.

En segundos aquella barra de carne tomó la consistencia suficiente para pasar a mayores. Necesitaba ser follada, no quería que me hicieran el amor quería ser follada y de la manera más guarra posible.

Me alcé apoyándome sobre unas cajas de ropa mostrando mi trasero en plenitud para que Fermín hiciera con él lo que le diera la gana.

Para mi sorpresa aquel zafio no me endiñó su polla de golpe. Se agachó detrás de mí y después de volver a levantar mi falda incrustó su cara entre mis glúteos. En mi vida me habían comido el ojete y no pensaba que pudiera ser tan placentero. Aquel animal chupaba como si la vida le fuera en ello. ¡Dios!, aquello sí era cochino, más si tenemos en cuenta que un pedete quería escapar de mi cuerpo.

Punteaba con su lengua mientras el esfínter se iba relajando poquito a poco. Cada vez más porción de su lengua se introducía en mi recto, saboreando las paredes intestinales. Su boca descendió hasta mi empapada vulva al tiempo que el lugar de aquella lo ocupaba un grueso dedo, el cual no tuvo muchos miramientos al introducirse en mi culo, el pedete rápidamente se escondió en lo más profundo ante la irrupción.

Me sentía la mujer más guarra del mundo y me encantaba. Me estaban comiendo el coño sin el dichoso condón femenino y un segundo dedo se abría paso en mis entrañas.

--¡Fermín, más guarro por favor! Tras aquella petición comenzó el delirio. Jamás me habían insultado haciendo el amor, ¿qué coño haciendo el amor? ¡Follando como una perra!

--¡Qué guarra eres Carmencita!, ¡te voy a romper ese culito de niña bien que te gastas!

--¡Sí, cabrón!, ¡rómpemelo!

Dicho y hecho, aquel energúmeno se puso de pie retirando los dos dedos del interior de mi recto. Una sensación de vacío turbó a mi pedete que no sabía si era el momento de salir o no. Sentí aquella gorda cabezota empujar contra el anillo. Un dolor atroz me atravesó por completo mientras aquella gruesa polla se abría camino en mis intestinos.

--¡Calla puta!, ¡que te va a oír todo el edificio! –las palabras fueron acompañadas de una sonora palmada en mi trasero. Aquello en vez de incrementar el dolor lo mitigó, por raro que pareciera--. Comienza a hacerte una paja que quiero ver cómo te tocas.

No obedecí hasta LA SEGUNDA PALMADA en mi culo por extraño que pareciera aquellos golpes me enajenaban más aún. Cuando mis dedos se dirigieron a mi coñito me lo encontré completamente encharcado, mis flujos se derramaban empapando la cara interna de mis muslos. La polla de Fermín permanecía quieta en el interior de mi cuerpo.

--¡Muévete cabrón!, ¿no me ibas a romper el culo?

--¡Zorra!, ¡pedazo de culo guapo que tienes!, ¡te voy a barrenar hasta mearte en ese ojete prieto que tienes!

Aquellas palabras y la amenaza de orinarme en el culo hicieron que me pusiera más frenética, ni siquiera esperé a que Fermín comenzara a percutir, yo solita moví mis caderas iniciando el meneito. Fermín me tomó con fuerza de las caderas y me forzó a caminar por el reducido almacén con él ensartado en mi culo.

--¡Conga!, ¡follow de líder, líder, follow de líder, líder!, ¡sígueme!

Aquello era tan esperpéntico como excitante. Yo intentaba caminar espatarrada al tiempo que no dejaba de frotar ansiosa mi perlita del amor, como la llamaba el imbécil de Jorge, lo que en realidad me hacía era un dedo monumental. Fermín intercambiaba los violentos tirones de mis caderas con las sonoras palmadas en mis nalgas. Eso sí, en ningún momento dejaba de insultarme.

--¡Venga puta!, ¡que te voy a quitar el estreñimiento de por vida!, ¡te voy a meter la polla hasta el estómago, y más allá…!, ¡alárgate bastón mágico!

Y yo seguía frota que te frota como si quisiera sacarle brillo al puto garbancito de la pasión. Comencé a sentir un reflujo en el estómago y pensé que la polla de Fermín me saldría por la boca.

En aquel instante llegó, como una ola que rompiera contra el acantilado. Como un volcán abrasador que lo incendiara todo a su paso. ¡Qué coño!, llegó como la mierda tras tres días de estreñimiento, que eran los que llevaba sin ir al baño.

Un escalofrío recorrió mi columna desde la rabadilla hasta la nuca y de vuelta a la rabadilla. Un cosquilleo en mi vientre anunciaba el feliz desenlace.

--¡Fermín que me voy…!

--¡Vamos zorra!, ¡córrete!

--¡Fermín que me voy…!,¡que me voy a cagar…!

Primero salió la polla del camarero y acto seguido le acompañó el zurullo más impresionante que se pudiera imaginar. ¡Oiga!, digno de ser pesado. ¡Dios!, no había sentido tanto placer en mi vida. Ya sabéis como se queda uno cuando por fin da rienda suelta a sus necesidades.

Verdaderamente una se podía quedar rota y vacía tras follar bestialmente.

--¡Joder!, las he visto guarras pero tu te llevas la palma.

--¡Calla que ahora te pajeo!

No hicieron falta ni dos meneitos para que aquel tarugo comenzase a esparcir leche como si fuera un aspersor. Me dejó toda la cara y el pecho a estuco veneciano.

Cuando la intensidad comenzó a flojear le agité un poco las caderas y le pegué un par de palmadas en el culo como si fuera un bote de Ketchup. Enseguida reanudó la dispersión de lefa calentita.

La segunda vez que la cosa menguó decidí soplarle por el culo a ver si se volvía a animar. ¡Oiga!, mano de santo, como las botellas de cava de Fernando Alonso, aunque no sé si aún recordará como se agita una de ellas, todos están en su contra, pobrecito.

Al final parecía que no iba a haber más lechita para la nena buena, pero yo quería más. A la mente se me vino la imagen de mi tubo de pasta dental. Comencé a retorcer desde los huevos en dirección hacia la polla. Fermín al principio gritó un poco y tomó un tono azulado pero luego me obsequió con las últimas gotitas de semen.

Yo me había quedado completamente vacía y parecía que Fermín también. Eso había sido un buen polvo y lo demás eran tonterías. Príncipes azules a mí…

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