Princesa Por elección (Secuencia 2)

Mas mujer que nunca... no paré de sentirme así desde aquella primera experiencia. No sabía todo lo que me faltaba por vivir...

Princesa por elección

(Secuencia II)

Mas mujer que nunca... no paré de sentirme así desde aquella primera experiencia. No sabía todo lo que me faltaba por vivir...

Pasaban los días, los meses, mientras se acercaba mi cumpleaños número 15 me la pasaba recordando ese día en que probe el miembro masculino por primera vez. Guardé aquella, mi primera bombachita como un preciado tesoro, ya ni podía recordar como la conseguí. Sólo podía pensar en Lucio, mi primer hombre, a quien no veía desde hacía una eternidad. Todas las semanas fui, como su fiel muchachita, a la escuela de teatro, con la firme esperanza de verlo (o tocarlo...) pero su repetida ausencia me hizo perder las ilusiones. Un viaje, novia afuera, intercambio estudiantil... escuché tantos sinsentidos, saliendo de tantas bocas, todas tan vírgenes en comparación a la mía.

Llegó el día. Cumpleaños de 15 de una de mis primas, quien curiosamente nació el mismo día que yo, con apenas unas horas de diferencia. La fiesta fue en la enorme sala de recepciones de un hotel del centro. Nada especial. Como parte de la organización yo propuse hacer una fiesta de disfraces (se imaginaran porqué) ya que teniendo amigos en teatro no me sería difícil conseguir trajes divertidos para retardar el aburrimiento de amigos y parientes.

La cena, el baile, risas, llantos y besos. No faltó mi homenaje: -"Atención, gente! Hoy festejamos el doble!... Martincito, 15 años, quien diría... ya está hecho todo un hombre..."- bla, bla, bla... si supieran que debajo del pantalon azul de vestir llevo una atrevida colaless blanca con puntillas... pensaba yo. Mas entrada la noche se repartieron los disfraces, que con todo el alcohol disponible no tardaron en encontrar dueño sin inhibiciones.

La mayor de mis primas, irreconocible bajo una máscara de bruja, se acercó a mi asiento: -"Que buen disfraz de mate!". -"Qué??" le pregunté yo. –"No, digo por lo amargo!! Jejeje. Dale, che! Vos tuviste la idea y ahora te quedas aca sentado, ni siquiera una miserable nariz de payaso, che...". Hice un barquito destartalado con una servilleta, me lo puse de sombrero y le sonreí, irónicamente. Ella se rió: -"Jaa! No te hagas el vivo que sino hago que te pongan el vestidito de quince... jeje!". Yo le contesté provocadoramente: "A quien queres asustar vos??, mira que si quiero me visto de colegiala". –"Ay, dale, Martín! Que buena idea! esperá que llamo a las chicas, te planchamos el pelo, todo, vas a ver!". Yo me hice el boludo pero en verdad me la estaba buscando.

Un minuto después me encontraba encerrado en un vestidor. Me desvestí y me vi el cuerpo en el espejo. Ni un rastro de pelos, ni uno solo. Rellené un poco el corpiño que siempre traigo puesto bajo la ropa, haciendo juego con la cola less, claro. La camisa blanca ya la tenía durante la fiesta bajo el traje, aunque dejando bien disimulados los voladitos, que ahora colgaban libres dejando entrever mi pancita, suave como la de un bebé, hasta el ombligo, y mas arriba el corpiño, que ahora se traslucía atrevidamente. Me puse una pollera negra tableada, bien cortita, para que se luzcan bien las medias blancas hasta las rodillas y buena parte de mis piernas.

Al salir me crucé con algun tío lejano, muy borracho: -"Preshiosa... ¡hic! Essstas en el baño de varonesh! El de las chicas esh por ashá..." (dijo esto señalando hacia una pared). Yo le contesté agudizando la voz: "Gracias!", y me fui al cuarto de al lado pensando que ya no haría falta mucho maquillaje. Entré y me encontré a mi prima y una cenicienta pelirroja, que en seguida gritó: "Donde conseguiste esa camisa??!! Es re linda!!, y con ese escote como de encaje... como te queda!!". Mi prima habló algo más calmada: "Sentate acá. A ver... por acá tengo un labial rosa con brillitos.. acá está. Con tus ojitos celestes te va a quedar bárbaro." Empezaron a producirme como una verdadera diva. Se movían con precisión científica, como haciendo una obra maestra del transformismo.

Yo, calladito haciendome el desinteresado. –"Esto es para levantar un poco las pestañas" me explicó (por supuesto que yo ya lo sabía...). –"Esto es un delineador, para darte una mirada más provocativa... viste?" (ay, como si no hubiera usado tu delineador cada vez que te visitaba... ). Cenicienta me miraba estupefacta: -"Estás mas linda que nosotras, hija de puta! Jejej. A ver.. parate un rato asi te vemos..." Yo di un par de vueltas haciendo volar la pollerita. Arqueándome como una gatita me puse de espaldas, volteé la cabeza y las miré mordiéndome el labio. Ellas rieron, pensando que yo estaba jugando –"jajaja, pero bien afeminado quedaste, con ese cuerpito... ¿Cuánto pesás? ¿60 kilos?". –"54". –"Que chiquitito, jeje". Una de ellas se acercó con un peine: –"Dejátelo así, medio que te tape un poquito la cara... así... espléndida!".

Salí hecha una divina total, toda una adolescente juguetona. Bailé con mucha gente conocida... unos cuantos me preguntaron como me llamaba. Había bastante confusión entre los disfraces, el alcohol, las luces centellantes. Estaba distraída mirando un par de chicos a lo lejos sin disfraz, cuando alguien me tomo de la cintura, pero no en tono de broma de fiesta, sino con una sensual suavidad, como un príncipe abrazando a su princesa (lo sé por experiencia propia). Todo parecía aletargarse... pensé en él... ¡Es él! ¡Es mi hombre!. Una voz desconocida me susurró: –"¿Bailas conmigo, linda?". Al darme vuelta el chico tardó en reconocerme, pero retrocedió con sorpresa. –"Uy, perdoname, loco, es el vino, viste? Eh.. chau." Dicho esto huyó. Pero yo sonreía. Me encanta cuando me confunden con una chica. Me siento en el cielo.

Esto me hizo tomar coraje, y pensé en divertirme un poco. Como nadie parecía fijarse en mi, empezé a bailar sola entre la gente, contoneando las caderas, sacudiéndome el pelo, como me gustaba!! Haciendo señas con mi dedo índice invité a un chico a acercarse, obviamente no me conocía, porque se sintió muy entusiasmado y enseguida se me acercó, sin decir una palabra, para bailar conmigo. Dos de mis primas me observaban desde lejos, sonriendo atrevidamente ..."voy a tener que dar muchas explicaciones, pero esto me encanta!!!..." Yo me hacía la desinteresa, y miraba a la gente, pero el morochito que bailaba conmigo no dejaba de desnudarme con la mirada.

Algo me llamo la atención; una figura conocida, estaba lejos, pero resaltaba por no tener disfraz. Me quise acercar, pero al asesino de la pelicula "scream" se apareció y me cerró el paso. "ay, correte boludo!!!" (me salió con una voz naturalmente femenina que me sorprendió) Cuando volví a mirar ya no había nadie.

Ya con menos euforia y mas aburrimiento, me despedí del chico (pobre, que calentito que lo dejé...) y fui otra vez a sentarme en un rincon alejado. Estaba llegando al fondo cuando una voz gritó a mis espaldas, tratando de superar el volumen de la música: -"Feliz cumple, princesita!!!". Lo único que faltaba, pensé yo, algún idiota me confundió con mi prima.

Cuando me di vuelta mi boca se abrió, pero ningún insulto se escuchó, sólo pude sonreír ampliamente, estupefacta. Tuve que esperar un año, pero al fin me estaba viendo a los ojos con Lucio. –"Te reconocí en seguida" me dijo. –"Pero no sabía cómo encararte". Sin decir nada le extendí la mano, invitándolo a bailar, como la primera vez, pero más cómplices que nunca. Y como aquella vez, él me abrazaba desde atrás. Bailamos. Sentí su bulto acomodarse entre mis nalgas mientras me susurraba: –"No sabés como te extrañé, Angie". Disimuladamente pasó su mano por debajo de mi pollera, levantándola un poco. –"quien te arregló asi? estás hecha una nenita presiosa!". Su pene, que salía de la bragueta, hizo contacto con mis nalgas desnudas bajo la pollera. Lo hacía rozar muy suavemente, por mi bombachita, siempre disimulado por debajo de la ropa. A mi me gustaba y él lo sabía. "Toda esta gente acá, si supieran..." pensaba yo. Lucio me seguía susurrando: -"Como me calentas, cómo me calentás!!".

Pasamos unos minutos más así, moviéndonos lentamente, pero llegó un momento en que ya no se pudo contener. Me alzó de las piernas y me cargó en su hombro. Yo solté un suspiro de sorpresa que nadie escuchó. Lucio avanzaba decididamente por entre la gente, cargándome con facilidad, como un peluche. En la posición en que estaba se podía ver mi bombachita blanca con facilidad, pero ya no me importaba lo que pensaran los demás, sólo él y yo existíamos.

Sin dejar de cargarme se detuvo frente a una puerta. –"Cuando me enteré que estabas acá reservé una habitación para nosotros", dijo. –"Nadie nos vió llegar". Yo estaba más excitada que nunca, estaba por convertirme en una verdadera mujer. Luego de trabar la puerta con el cartelito de "No molestar", Lucio me soltó, finalmente, sentándome con delicadeza sobre la cama. Me solté el pelo, que ahora me llegaba bien por debajo de mis hombros con algunos bucles. Nos miramos a los ojos, yo puse mi mejor carita de colegiala inocente mientras él se desabrochaba la camisa. El pantalón se lo quité yo, al tiempo que recorría su figura con la mirada, sus músculos trabajados, su rebelde cabello rubio. El es bastante mas alto que yo, alrededor de 1,80 por lo que yo sentada quedaba exactamente frente a su erección.

Yo acariciaba sus muslos, él; mis hombros, mi cuello, después mis mejillas, sin dejar de mirarme. –"Sos la más linda", me dijo. Así era él: pocas palabras y mucha acción. Acto seguido me tomó de la nuca, haciéndome chupar con un movimiento de vaivén muy lento. Abrí mi boquita todo lo que pude para abarcar todo su miembro. Yo sólo quería seguir hasta sentir su semen en mi boca, pero él me separó y me pidió que me acostara en la cama boca abajo, no sin antes sacarme la camisa y dejar al descubierto mi bien rellenado corpiñito. Él no lo sabía, pero yo había estado tomando hormonas femeninas, por eso mis pechitos comenzaban a desarrollarse.

Es increíble todo lo que puede conseguirse en internet. Leí alguna vez que si las hormonas comienzan a tomarse antes del desarrollo se puede lograr una formita bastante femenina. Así conseguí mantener ese cuerpo levemente curvado, que ahora Lucio recorría con sus manos de arriba a abajo mientras yo me refregaba de placer contra la almohada.

Me untó un gel por los hombros y empezó a masajearme. Bajaba lentamente por mi espalda y subía hasta el cuello. La sensación de estar así, el cuerpito todo lubricado, y sus manos recorriéndome magistralmente es simplemente indescriptible. Una de sus manos pasó a mis piernas; me quitó las medias, y fue subiendo lentamente hasta el borde de la pollera. Se escabulló por debajo, acariciandome las nalgas, siguiendo minuciosamente la forma de la bombachita. Fácilmente la corrió hacia un lado dejando mi agurerito al descubierto.

Su otra mano llegó cargada de lubricante, el cual esparció delicadamente. Sin sacarme la pollerita empezó a jugar con el dedo, y después lo deslizó hacia adentro con enorme facilidad, como si alguien lo succionara desde adentro. Mientras me acariciaba los pechos empezó a penetrarme con un dedo, con dos, lentamente me iba dilatando. Finalmente me levantó la pollera y apoyó su pene en mi cola. Por un momento me acarició el cuerpo con las manos y la colita con el miembro, jugando muy suavemente, pero sin penetrarme. Luego hizo entrar la puntita un segundo y la sacó; cuando hacía esto me hacía desear con desesperación, quería que me rellene por completo. Cuando me penetró no pude evitar soltar un gemido. –"Gritá, gritá todo lo que quieras, mi amor.." me decía, sin sacar su pene. Suspiré aliviada cuando lo sacó. Pero en seguida volvió a penetrarme, con suavidad, no muy profundo, pero si con mucha firmeza.

Ahora bombeaba muy despacito, cada vez más adentro, mientras yo gemía al compás. Me agarraba de la cintura; sus enormes manos podían rodearla casi por completo. Sentía su respiración muy cerca, haciendo volar mi pelo, sus manos subiendo y bajando por mi cuerpo, su cálido pene entrando firmemente, su voz susurrando: –"Angie... Angie..." De vez en cuando me levantaba un poco de las caderas para llegar más adentro.

Todo mi cuerpito era un juguete entre sus brazos, lo sentía por todos lados, me dominaba por completo. Después se quedó quieto, y con sus brazos me hacía mover adelante y atrás, haciendome entrar y salir su pene. Me sacudía cada vez más y más rápido, me estaba penetrando cada vez mas duro y cada vez mas profundo, haciéndome gritar como una quinceañera perdiendo su virginidad. Después me apretó bien fuerte contra su cuerpo, y pude sentir como toda la leche desbordaba, muy adentro de mi colita. La sensación era increible, como si una tibia caricia me recorriera por dentro. Y así quedé, aún suspirando, rendida en la cama, rellena con sus jugos, hasta dormirme...

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-JAMAICA-