Princesa Nazaret (2 de 4)

Nazaret y su hermano han quedado en un parque con Álvaro, el novio de la chica. La pareja no desaprovechará la oportunidad para 'jugar' con Jorge.

Nazaret observaba distraída la colección de monedas de su hermano. Jorge, entretanto, le masajeaba la espalda.

—¿Cuál es la moneda más antigua que tienes, Arty? —preguntó interesada.

—La más antigua es una moneda romana de bronce, princesa Nazaret. Tiene más de 1900 años de antigüedad.

—¡Uala! —expresó sorprendida la chica, buscándola rápidamente en el álbum.

—¿Y la más cara?

—La más cara creo que es una de plata de Isabel II. Me costó 500 euros.

Jorge advirtió cómo a Nazaret se le erizó la piel cuando la localizó.

—Supongo que será tu preferida...

—No, princesa Nazaret —le corrigió su hermano—. Para mí la mejor es esta. Permíteme —dijo educadamente.

El chico pasó varias hojas y le señaló una moneda a la joven.

—Es de plata. Se trata de una peseta de hace muchos años. Fue una de las primeras que conseguí —le confesó su hermano—. No sabes lo mucho que la he cuidado desde entonces. Ni siquiera la he sacado del cartón. Podría deteriorarse.

Nazaret la observó de nuevo. Era realmente preciosa.

—¿Así que significa mucho para ti? —insistió nuevamente.

—Muchísimo. Es como mi tesoro. Por eso la tengo entre algodones. No la vendería por nada del mundo. Me trae tantos recuerdos...  —respondió Jorge entusiasmado.

Nazaret se levantó, y se giró, comportando que su hermano apartase inmediatamente  las manos de sus hombros. Luego le miró fijamente a los ojos.

—¿Me la das?

Jorge la observó. Su inocente mirada azulada era demasiado para él. El blanco de sus ojos insuperable. La peca cercana a sus labios demasiado persuasiva. El chico no pudo resistir y bajó los ojos.

—Claro, princesa, Es toda tuya.

Nazaret sonrió satisfecha. Acto seguido la sacó del álbum y la extrajo del cartón ante la mirada resignada de su anterior dueño. Durante toda la tarde se distrajo pasándosela de una mano a otra. Se le cayó al suelo infinidad de veces mientras jugaba con ella. Finalmente le pidió un favor a Jorge:

—¿Podrías coger un momento el taladro y agujerearla? Me gustaría tenerla como amuleto de la suerte en mi llavero.


Nazaret llevaba más de una hora encerrada en el baño. Mientras tanto, Jorge esperaba lo más pacientemente posible a que acabase. Cuando escuchó el sonido del pestillo de la puerta, dio un respingo y fijó su mirada en el umbral de la puerta del comedor, esperando verla aparecer. Cuando su hermana hizo acto de presencia, se quedó asombrado.

—¿Qué te parece?

La observó arrobado, como quien observa por primera vez una espléndida puesta de sol en una isla perdida del Pacífico. Se había planchado su áureo pelo y se había acicalado para la ocasión: llevaba puesta una camiseta granate estampada lo suficientemente ajustada para perturbar, unos micro pantalones vaqueros que dejaban al descubierto una pequeña porción inferior de sus nalgas, y unas zapatillas de cordones.

Jorge tragó saliva para poder responder.

—Princesa Nazaret. Casi me has dejado sin palabras —se sinceró—. Dan ganas de arrodillarse al contemplar tanta belleza.

Nazaret lo miró satisfecha.

—Anda, acércate.

Jorge obedeció. A medida que fue aproximándose a su hermana, advirtió que esta también se había pintado las uñas de turquesa. Cuando quedó frente a Nazaret le invadió una deliciosa y suave mezcla de aroma a desodorante, champú, jabón y colonia.

—Te lo has ganado. —La chica le dio un abrazo. Luego añadió—: Tienes diez minutos para bañarte y vestirte. Utiliza el agua usada de la bañera.

Jorge asintió y se digirió como un cohete al baño.


Cogieron un autobús para poder llegar a tiempo al municipio donde habían quedado con Álvaro. Dicha localidad era muy turística y multiplicaba su población durante el periodo de verano. Cuando llegaron al parque acordado, Álvaro les esperaba sentado a la sombra en un banco de piedra. Al verles se levantó y se acercó a ellos. Cuando llegó a la altura de su novia, la besó en la boca.

—¿Sabes lo que más me gusta de tu hermana, aparte de los bien que besa? —dijo dirigiéndose a Jorge—. Lo bien que siempre huele.

Nazaret miró de reojo a su hermano lanzándole una mirada pícara.

—La princesa Nazaret siempre huele bien. Encantado de verte de nuevo, Álvaro.

—Lo mismo digo, tronco —contestó el chico, al que le encantaba que su novia fuese tratada con tanta deferencia y respeto por su hermano.

Álvaro era guapo, carismático y tenía algo que hipnotizaba: era un auténtico líder. Era unos pocos centímetros más alto que Nazaret pero más bajo que Jorge.  Llevaba el pelo corto y de cada lóbulo de sus orejas colgaba un pendiente de aro. Vestía unos vaqueros anchos y una camiseta oscura. En una de sus manos asía una pelota de tenis que no dejaba de mover entre sus dedos.

Álvaro observó que Jorge se había vestido para la ocasión. Estaba ataviado con una camiseta blanca sin mangas y unos pantalones cortos de algodón. Calzaba unas deportivas. Sonrió y luego lanzó con fuerza la pelota de tenis hacía unos matorrales.

—Ve a buscarla —le dijo a Jorge.

El chico miró de soslayo a Nazaret, la cual asintió risueña.

—Sí Álvaro. Como desees.

A Álvaro le recorrió un torrente de adrenalina por todo el cuerpo. Le gustaba ordenarle cosas al hermano de su novia, que aquel chico algunos años más mayor que él le obedeciese sin rechistar. Le excitaba aquel poder que ejercía sobre él gracias, sin duda, a la complacencia de Nazaret.

Cuando Jorge regresó hacia ellos y le devolvió la pelota, Álvaro la volvió a lanzar, esta vez hacia unos columpios.

—A partir de ahora, te prohíbo que la busques caminando. Quiero verte como mínimo trotar, ¿entendido?

—Sí, Álvaro.

Jorge corrió en dirección hacia los columpios ante el deleite de Álvaro. Acto seguido, este posó sus labios sobre los de Nazaret, que empezó a acariciar la entrepierna de su novio por encima del pantalón.


—¿Y tú qué querías ser de mayor cuando eras pequeñita, gatita?

—¿Yo? ‘Chica Bond’  —respondió Nazaret sin dudarlo, poniendo cara de no haber roto un plato en su vida.

—¿‘Chica Bond’? No sé por qué no me sorprende —dijo Álvaro divertido.

—Siempre me he considerado una chica de acción, no sé.

—Y que lo digas. Solo hay que ver cómo te has vestido hoy. Perfecta para dar guerra.

—Qué idiota—. Nazaret dio una suave torta en la mejilla de su novio—. Cuidado conmigo, nene, que tengo licencia para matar.

Ambos sonrieron abrazados. Después advirtieron cómo Jorge se acercaba hacia ellos jadeando mientras sostenía la pequeña pelota, la cual había adquirido un tono terroso.

—Esta vez se la lanzaré yo.

—Claro, gatita —dijo Álvaro besándola en el cuello—. Dásela a tu hermana —le mandó a Jorge cuando estaba lo suficientemente cerca.

Cuando Nazaret recibió la pelota la lanzó hacía una papelera cercana intentando encestar sin suerte.

—Vamos, Arty, ve a buscar la pelotita. Corre —le ordenó su hermana.

Jorge volvió a ponerse en marcha.

—¡Qué divertido! Parece un perrito —musitó entusiasmada  la joven—. Qué buenas ideas tienes, nene.

Finalmente, Nazaret y Álvaro ser turnaron para lanzarle la pelota a Jorge, que cada vez estaba más cansado. Nazaret le lanzaba la pelota relativamente cerca. Álvaro no tenía compasión y siempre se la arrojaba lo más lejos posible.

—Así que Bar Refaeli tiene mejor culo que yo. Qué más quisiera ella… —soltó Nazaret alegre.

—El tuyo no está mal, gatita, pero el de Bar Refaeli roza la perfección —dijo Álvaro para burlarse de su novia—. ¿Pero has visto, además, los ojazos que tiene? ¿Y su cuerpazo? Tiene una delantera que más quisieran tener muchos equipos de fútbol. Menudos sofocos me están entrando ahora mismo hablando de ese pedazo de  monumento… —Álvaro empezó a abanicarse con la mano, fingiendo que en cualquier momento podría desvanecerse. cuerpazo en generalne? ¿Y las tetas'novio perfeccigo.  respiraba ntras sosten

—Bueno acabemos con todo esto —digo Nazaret sonriendo—. Preguntémosle a alguien totalmente imparcial.

Álvaro miró en dirección al lugar al que su novia dirigía la mirada. Observó a Jorge empapado en sudor, regresando de nuevo hacia ellos.

—Sí. Alguien muy imparcial —susurró con sorna.

Cuando Álvaro recibió la pelota, se dirigió al recién llegado.

—Jorge, nos gustaría que nos sacases de dudas. ¿Quién tiene mejor culo y mejores tetas: tu hermana o Bar Refaeli? Yo creo que está claro que la segunda.

Jorge no dudó en contestar.

—Bar Refaeli parece un cocodrilo al lado de la princesa Nazaret.

—¡Un cocodrilo!, qué buena esa —soltó Nazaret partiéndose de la risa.

Álvaro también rió ante la ocurrencia del chico. Luego lanzó nuevamente la pelota.

—Por contrariarme vas a ir a buscarla a la pata coja —dijo risueño.

—Sí, Álvaro —respondió obediente.

Jorge y Nazaret le observaban mientras se alejaba.

—Será mejor que le demos un descanso. Tampoco es plan de llevar a tu hermano al hospital —reconoció piadoso Álvaro.

Cuando Jorge llegó finalmente hasta ellos, colocó la pelota en la mano de Nazaret y apoyó sus manos sobre sus rodillas. Resollaba con vehemencia.

—Arty, acércate —susurró dulcemente Nazaret—. Tengo una sorpresa para ti. Te va a encantar.

Jorge aunó sus fuerzas y se situó frente al banco en el que ambos estaban sentados.

—Te mueres de sed, ¿no?

—Sí, princesa Nazaret. No sabes cuánto

Nazaret sonrió y extrajo de una bolsa de plástico una botella que contenía agua, la misma que su hermano había llevado desde casa, pero algo más vacía y menos fresca.

La joven giró el tapón y estiró sus piernas, apoyando sus zapatillas sin previo aviso sobre el respaldo del banco en el que hasta en ese momento se apoyaba su novio, el cual se levantó expectante. A continuación esparció el agua sobre uno de sus muslos.

—Bebe de mis piernas, Arty. Sacia tu sed.

Jorge empezó a lamer el muslo húmedo de su hermana.


Álvaro observaba de pie cómo Jorge lamía con avidez las bronceadas piernas de su hermana, la cual procuraba que el agua no mojase sus zapatillas. Observó las extremidades de su novia. Eran toda una tentación; tan morenas… Atesoraban también marcas, finas líneas de cicatrices —que se distinguían mejor debido al tono tostado que el sol había proporcionado al cuerpo de la chica—, todas repartidas y que embellecían aún más sus piernas. Mirándolas se cuestionó sin realmente Bar Refaeli las tendría más bonitas.

—Nene, ¿quieres que te cuente un secreto sobre Arty que aún no he contado a nadie y que no te vas a crees?

—Claro, gatita, soy todo oídos —contestó Álvaro. Jorge, mientras, seguía lamiendo las piernas de su hermana.

—Mi hermano se la ha chupado a alguien.

—¡¿Qué dices?! —dijo Álvaro sorprendido. Luego miró a Jorge. Seguía lamiéndole las piernas a Nazaret, pero se le notaba más nervioso—. ¡Cuenta, cuenta!

—Ocurrió el verano pasado. Una tarde nos quedamos a solas mi primo Rubén, yo, y  Arty. Rubén me convenció para jugar con él una partida a un videojuego de fútbol. Hicimos una apuesta: si yo ganaba él me regalaba todos los CD´s de su colección que yo quisiese; si perdía, Arty le bajaría la cremallera de los pantalones, y luego… bueno, ya sabes

—Y perdiste la partida, claro.

Nazaret asintió risueña.

—¿Qué si perdí? ¡Me ganó 14-0! ¡Yo no sabía ni cómo iba el dichoso mando! Era la primera vez que jugaba. Rubén se pasaba todo el día jugando a ese juego. Era todo un experto. —Nazaret esparció agua sobre sus rodillas y luego prosiguió—. Si lo hubieses visto: cada vez que mi primo marcaba un gol se le marcaba más el paquete del pantalón y Arty se ponía más blanco  —dijo soltando una pícara risita.

—Normal. ¿Y que pasó luego? —se interesó Álvaro que comprobaba cada pocos segundos la reacción de Jorge ante la conversación a la que estaba asistiendo. Era evidente que le incomodaba escucharla, pero seguía estoicamente dedicado a las piernas de Nazaret.

—Luego mi primo y Arty se encerraron en el baño. Yo esperé fuera. Cuando al fin salieron,  la erección de Rubén había desaparecido y Arty se relamía con asco.

Álvaro imaginó la escena y soltó una carcajada.

—¿Y a tu primo le gustó la mamada que le hizo tu hermano?

Jorge se había quedado lívido al escuchar al novio de su hermana. Nazaret sonrió.

—Según me confesó Rubén, fue un desastre. Cuando Arty tenía metido en la boca el pene de mi primo, lo expulsaba con repugnancia, incluso con arcadas. Luego mi primo se lo volvía a meter una y otra vez. Al final, para desgracia de mi pobre hermanito, mejoró un poco y logró que eyacularan en su boca, ¿verdad, Arty? —dijo dirigiéndose a Jorge.

Jorge Asintió desde el suelo con la cabeza gacha.

—Joder. Debe de ser una verdadera putada para un ‘hetero’ que un tío se te corra en la boca. ¡Qué ascazo! —reconoció—. Pero dime, ¿porque Jorge no se negó? Estaba claro que lo estaba pasando fatal, con la polla de tu primo metida entre los dientes.

—Arty no tenía elección —dijo Nazaret—. No quería fallarme. Mi hermano es así, créeme.

—¿De verdad? Pues sí que te tiene domesticado mi gatita, tronco

Nazaret miró la botella decepcionada—. Vaya, ya está casi vacía —dijo esparciendo el agua que quedaba en su interior sobre sus tobillos.

—¿Te apetece tomar algo? —le preguntó Álvaro a su chica—. Me han dicho que cerca de aquí hay un antro que lo parte.