PRINCESA DE TRES CABALLEROS (parte 3 de 3)
Un maravilloso reencuentro con antiguos adorados amigos. Tuvimos que reunirnos fuera de Canadá, por las restricciones causadas por la pandemia.
PRINCESA DE TRES CABALLEROS (Tercera Parte 3 de 3)
Tercera parte de tres, lo tuve que dividir por ser tan largo este relato que espero les guste.
Ya en el hotel nos vocearon en la recepción, Greg nos buscaba, él había llegado. No estaba claro si se reuniría conmigo en Atlanta. Había llegado y nos buscaba.
¡Que lindo! Me dio mucho gusto que fuera a reunirse conmigo, hasta Atlanta, aunque yo ya me había hecho el propósito de ser fría con él, por lo menos un tiempo suficiente como para lograr demostrarle mi resentimiento.
La llegada de Greg, que ha sido mi gran amor por varios años en los que le he sido fiel y hasta haber llegado a la propuesta de ofrecerme para tener un bebé de él, vino a cambiar las cosas, no supe si a complicarlas o a allanar los malos sentimientos que había provocado, pero ahí estaba.
Lo recibí con mucho cariño, abrazándolo y besándolo, pero sin una sonrisa, en cambio Gloria lo acariciaba y le sonreía. Él lo notó, pero no hizo ningún comentario hasta después, cuando estábamos solos y Gloria se había retirado discretamente.
Greg me hizo los comentarios de rigor, correspondientes a mi frialdad al recibirlo. Para que no continuara con su petición de perdón, antes de eso lo abracé y le sellé la boca con un beso muy cariñoso.
“¡Te amo, te amo!” me repetía, yo solo le decía que yo también, pero yo le repetía que lo amaba y no lo dejaría por alguna aventurilla o por alcohol.
“¡Bueno ya! ¡Solo tienen 2 días para darse amor! ¡Quiero ver que se den uno a la otra! Fueron las ordenes de Gloria. Comprendí, pero mi cara seria no la dejé de inmediato.
Ya en la habitación a la que nos habíamos dirigido, guiados por Gloria, Greg y yo, solo tomados del brazo, entramos y nos besamos dulcemente.
“¿Qué quieres que te dé a cambio de que te olvides de tu enojo?” preguntó Greg.
“¿Recuerdas qué fue lo que dejaste de darme ese día en que me vestiste de amante y te fuiste con otra? ¿Qué fue lo que habías prometido antes de salir?” le recordé.
“No recuerdo bien, pero dijimos algo de que haríamos una prueba, de que te irías sentando en mi miembro, lentamente, sin llegar a lastimarte, para ver hasta adonde te entraba. Has tenido la duda de que sí te ha llegado hasta toparte con tu interior.” Ya Gloria y yo nos reímos.
“¿Eso fue lo que me prometiste, larguirucho? ¿deberás? No lo recuerdo y no lo creo hasta que me lo compruebes” Para esto, él estaba más avergonzado y solo veía a Gloria, como diciéndole ¡desaparécete! Pero ella permanecía en su asiento sin intenciones de moverse. Me le acerqué a ella y le dije que le tendremos que exigir a Greg, que a las dos nos tiene que cumplir. El rio complacido. “Me parece un castigo muy dulce. Vamos, antes de que me pidan que complazca a los tres, ya no tarda en llegar.” Y así de simple, sin preámbulos cariñosos, lo desvestimos, nosotras dos nos desvestíamos lentamente. Antes de quedar desnudas nos empinamos y nos apoderamos de ese hermoso pene gigante. ¡Qué maravilla, gordito y muy largo! No recuerdo si me cabrá sin lastimarme, tenía algo de temor.
Él ansiaba tener nuestras conchitas, disfrutar de ellas, nosotras se lo negábamos lo más tortuosamente.
“¡Por favor! ¡No quiero vaciarme sin ustedes y ya lo están logrando!” nos suplicaba. Lentamente me monté sobre su vientre, dándole mis nalgas, mi espalda, Gloria también se le montó, ella dándome el frente a mí, encaramada sobre sus piernas, nos abrazábamos, ¡Esos hermosos pechos de Gloria, ¡Que bonitos, me fascinaban! Pero su pene aún no nos lo dejábamos entrar, lo acariciábamos solo con nuestros pubis. Notábamos que ya se estaba derritiendo, que estaba ya muy próximo a su clímax. Gloria se lo tomó y lo guio a que se me incrustara, derechito y firme, así lo sentí, ¡QUE PLACER! Me entró y entró bien adentro, lo sentía cómo se me iba resbalando, muy bien lubricado, creo que, ayudado con mis jugos, pero llegó hasta adentro.
Mi cuerpo ya no respondía, abrazaba a Gloria y no me podía mantener derechita, me encogía, mis piernas las encogí encima de las de Gloria. Ella me acariciaba y me besaba.
“¡Ay manita, que cogidón te están dando! ¿Estas seguras de que no te está causando daño? ¿No te duele nada? Tus piernas te tiemblan, ¡que rico se lo estas apretando, como forzándolo para extraerle todo eso que no te dio aquel día!”
Greg se rio, distrayéndose de su concentración, y empujó más hacia arriba, tenía que vencer los pesos de nosotras dos que estábamos sobre su vientre y muslos. Me dejé caer de lado, su pene se me salió, pero yo seguía en mi trance. Voltee y le dí un beso en la punta de su pene y animé a Gloria lo aprovechara, que lo hizo inmediatamente. Ya ví que ella se lo metió, pero no llegó hasta su base, pero sucumbió a un orgasmo, se enderezó y me dijo:
“¡Chiquita, ahora te toca de nuevo a ti, acábalo, exprímelo lindo!” y me hizo que me volviera a montar sobre esa hermosura. Ya Greg me recostó de espaldas, me levantó una pierna y volvió a meterme su lindo pene. Esta vez sí muy lentamente, más que antes. Llegó a que yo sintiera sus huevitos que me rozaban el trasero. Yo estaba nuevamente que explotaba. Bajé mis piernas, lo abracé con ellas y lo jalé a que se me metiera más.
Me dí cuenta de que inició bufando, gimiendo, yo ya sabía que estaba en su punto máximo. Yo también llegué a ese punto sin querer, después supe que le mordí el hombro, dejándole una marca. ¡EXPLOTAMOS LOS DOS! ¡Su semen me había quedado ahí, en donde yo lo deseaba! Sentí un poquito que me escurría esa lechita caliente sobre un muslo, lo colecté con mis dedos y me lo embarré lo más dentro posible de mi vagina, no lo podía desperdiciar, su semen es lo más grato que tengo de él.
“¡Que cogidota te han dado, mi vidita! ¡Me da envidia de la buena, pero no tarda Horacio en llegar y ya con él nos tomaremos el almuerzo!” fue lo que a Gloria le salió decir, pero Greg le comentó
“Es solo el principio, tenemos que darle un almuerzo mejor.” Me levantó y acomodó en la cama, noté que jugaba en mi conchita, con lo poquito de lechita que se me había salido.
“¡Que hermoso se le ve! ¿No crees? Está rojita y sus labios se le cierran, y aprietan, esperan que tu monstruo los vuelva abrir.” Le dijo Gloria a Greg y se arrodilló a la orilla de la cama, sus manos me abrieron mi cosita y me empezó a lamer mi vaginita, me chupaba mis labios y mi clítoris, “Con este tratamiento vas a estar lista para otra tanda de este pitote. ¿sientes bien tu pepita, nada de dolorcitos? ¡Qué linda, estas listísima para otra tortura!”
“Todo en orden, esperemos que llegue Horacio con tu almuerzo y nos lo compartimos.” Le dije.
“¡No, no, Horacio solo me dará de comer a mí, a ti Greg te tendrá que dar más de desayunar, si es que todavía puede!” afirmó Gloria.
“¡Claro que necesitaremos desayunar más!” dijo Greg y volvió a recostarse en la cama, me lamió mi vagina por largo tiempo incrustándome un par de dedos provocando me excitara de nuevo, yo ya estaba deseosa de nuevo, necesitaba recibir al hermoso pene de Greg.
Lo detuve con mis manos, se lo lamia y le lubriqué con lo más de saliva que tenía. Lo veía frente a mi cara, lo besaba y lo acariciaba esa cabeza tan linda con mi lengua. Me lo metí hasta la garganta, ahí lo mantuve un buen rato, lo más profundo que pude, hasta que las arcadas me vencieron, pero repetí esa saboreada, una y otras veces.
Greg se me encimó quedando en un 69, permitiéndome acariciar y chuparle sus huevos, me metía uno en la boca, pero el otro no me entraba, me faltaba espacio. Él me comía mi vaginita. Como en otras veces, me succionaba el clítoris y me daba pequeños jalones que me hacían estremecerme, manteniendo completamente viva mi excitación, esos jaloncitos causaban que yo diera brinquitos en mi trasero y muslos, me hacían sentir muy excitante e instintivamente apretaba mi culito con mucho placer.
Ya me sentía olvidada de mis rencillas con Greg, me venció solo con darme su pene. Llegó Horacio y todos reíamos y nos alegrábamos de volver a estar reunidos de nuevo.
Ya me sentía olvidada de mis rencillas con Greg. Llegó Horacio y todos reíamos y nos alegrábamos de volver a estar reunidos de nuevo. Nos encontró desnudos los tres, echados sobre las sábanas de la cama, así que lo invitamos a que se reuniera con nosotras, en las mismas condiciones, así que a volar zapatos y todo lo demás. Ya desnudo no tardamos en levantarle el ánimo.
Gloria se le abalanzó a su, también hermoso, pene. Yo lo dejé que buscara mi conchita, me la empezó a lamer y se atrevió a hacer la observación de que “¡Sabe a Greg!” que nos hizo regocijarnos por esa observación.
“Gloria, ¿a qué te sabe el hermoso pito de Horacio?” le preguntó Greg.
“¡Muy rico, todavía le sabe a Gloria, me ha sido fiel! ¡Y no, como a otros que les han dejado sabores a ¡quién sabe de qué Houstoniana!!” le contestó Gloria.
“¡Oh no, mi soldadito solo ha estado listo para Silvia, y aun así se le niega que me lo cobije!” dijo Greg.
“¿No te gustó cómo te lo cobijé hace un rato? ¿Sentiste que se le negó cobija? ¡Ahora verás la nueva cobijada que le voy a dar a ese soldadito tuyo!” ya le dije. Horacio solamente reía y acariciaba a Gloria, a sus hermosos senos, que me daban envidia, pero siento rico ver que mi Horacio se los acaricia, no se si no soy celosa, pero la relación de mi marido con mi amiga, la veo con mucho beneplácito, me excita, siento como si fuera a mí cuerpo al que le hace caricias mi Horacio, esos preciosos senos los siento míos. Cada vez que tengo oportunidad se los toco y beso, a ella le encanta se lo haga, tampoco puedo entender cómo es que a ella le guste la forma de querernos. Desconozco cómo sentiré si es otra la mujer que en alguna forma nos llegue a sustituir, aunque solo sea temporalmente, entrometiéndose entre nosotros tres.
Charlábamos apaciblemente, aunque constantemente nos acariciábamos, aprovechábamos que estábamos los cuatro desnudos y abrazados, sintiendo nuestras pieles en estrecho contacto, juntas todas ellas. A ratos una pasaba su pierna encima del otro. Horacio tomó a Gloria de la cintura, la retiró un poco del grupo, le abrió las piernas y empezó a darse un banquete de clítoris, Greg y yo nos dimos cuenta y él inició comerme. Me introdujo sus dedos en mi vaginita, los meneaba dándoles vuelta, excitándome mucho y en eso me volteó boca abajo, me besó las nalgas, descubrió la marquita de la cicatriz de la mordida que me había dado Gloria años atrás, y me mordió fuerte en el mismo lugar, dejándome una segunda marca, pero muy tenue.
Me separó las nalgas y empezó a manosearme la roseta de mi ano. Me ensalivaba, movía su dedo alrededor, muy suavemente, en círculos alrededor. Yo no podía estar sin apretar mi roseta, él jugueteaba haciéndome desesperar, seguía, su dedo me entró fácilmente, lo sentí. Me lo metía cada vez más. Yo estaba preocupada, cada vez que yo sospechaba que iba a haber sexo anal, me preparaba higienizándome bien, pero en esta vez no lo precaví, en fin, vamos a ver qué pasa, ya es muy tarde para tener eso en mente.
De un dedo siguió un segundo, los dos me tenían desesperada y muy caliente. Pedirle me lo metiera por detrás, sentía muy peligroso, lo tiene muy gordo y muy largo, ya en otra ocasión lo probé, no recuerdo si con placer o con dolor, pero lo dejé continuara. Él me llenaba mi hoyito de su saliva, yo me encargaba de lubricarle su soldadito. Gloria intervino y ayudó regalándonos algo de su saliva que me depositó en mi mero hoyito, Horacio también me dejó de la suya, también ayudó a suavizarme el ano, me metió sus dedos metiéndome más saliva suya. Todo mundo tenía que ver conmigo, ellos dos sí tenían miedo de si iba a ser posible que Greg me lo metiera por el trasero, sin causarme una herida, o dolor.
Greg, muy dulce y tierno me dijo que, si yo no deseaba que me lo metiera por atrás, que no le iba a molestar.
“¡NO, YO LO QUIERO POR ATRÁS! Ya una vez probamos y nos fue muy bien, lo recuerdo, ahora otra vez hazlo, muy lentamente y cuando yo te pida que te detengas, te detienes. ¿Vale? ¿Entendido? Bueno ahora sí, ¡VIENE, CON GANAS Y AMOR! ¡VIENE, VIENE!” le dije.
Casi boca abajo, una pierna estirada, la otra medio encogida, mi cola muy bien preparada para que Greg me la fuera metiendo. Le ensalivé su cabecita de nuevo, me rozó con ella mi entradita, y mis muslos, tratando de disminuir la tensión, y el miedo que a mí me agobiaba, pero yo lo ansiaba, así que adelante. Su cabecita me entró fácilmente. La empecé a sentir como iba avanzando, sentí un poquito de dolor, se detuvo, la sacó y yo se la jalé para que continuara su camino. Sentí algún punto en el que algo me estiraba en mi interior, dificultando el camino de entrada, pero pasó, ahí si sentí algo de dolor, pero pasajero, siguió entrando lentamente, Greg hacía presión,
“¡MÁS FUERTE! ¡MÉTELO! ¡QUE ME ENTRE! Le suplicaba, yo seguía con algo de miedo. Aquél, guardando el equilibrio seguía empujando para que me siguiera entrando, el también con miedo, seguramente.
“¡DÉJATE QUE SE QUEDE TODO ADENTRO, BOMBEA FUERTE!” Ya le decía, creía que ya estaba todo su lindo pene dentro de mí.
“¿PUEDO METERTELO UN POQUITO MÁS? ¿AGUANTAS SIN QUE TE LASTIME?” me preguntó.
“¡CLARO, CREÍ QUE TODO ESTABA YA ADENTRO, PERO SÍ LE FALTA ALGO, MÉTELO TODO LO QUE ESTÉ AFUERA, LO AGUANTO, ¡LO ESTOY SINTIENDO MARAVILLOSO! ¡MÉTEMELO MÁS! ¡FUERTE, FUERTE, MÁS, MÁS, CONDENADO GRANDULÓN, ¡MMMAAAASSS!” Se esforzaba y llegó hasta su total profundidad. Me tomó de las caderas y me jaló hacia él. Sentí que me entraba todavía un poquito más. Ya me tenía prácticamente, sentada sobre su pene, de espaldas a él. Me abrazaba apretándome el vientre y me dijo
“¡Mira, aquí adentro me tienes!” decía él y me sobaba mi barriguita que se movía a cada empujón que él me daba. Yo me presionaba esa parte de mi vientre, y sí, cada empujón que él me daba se me reflejaba en movimientos de mi vientre, como si tuviera un bebé dentro, pateando.
“¡No, no está ahí, lo siento hasta acá y me hace falta me lo metas otro poquito más!” le dije mostrándole con sus manos, que su pene me llegaba por mi interior, no solo a la altura de la cintura, sino hasta debajo de mis pechos. Todos rieron, Gloria y Horacio habían estado pendientes todo el tiempo de los progresos que hacía el soldadito de Greg al entrarme.
Horacio se acercó a mí y me besaba mis pechos, me los mordía y estaba emocionado, así Gloria nos besaba a los tres. Ella se puso de pie con las piernas abiertas, sus pies a los lados, frente a Greg, en una posición en que él le alcanzaba a mamar su conchita y le apretaba su cintura, jaloneándosela junto con mi cabeza. Greg no dejaba de hacer presión contra mi recto, yo lo tenía preso. A veces él bombeaba ¡TAN RICO! Yo lo sentía muy fuerte en mi interior y me daban ganas de darme sentones, pero me tenía apresada de las caderas, inmovilizada.
Esta vez le tocó a Gloria presenciar cómo le hacían sexo a su amiguita. Hablaron entre ellos dos y los ví que ella inmediatamente se puso en posición. Horacio la acariciaba y no se desprendía de sus privilegiados pechos, ella se aborazaba de su pene, se lo manoseaba, lo jalaba y se lo chupaba. Mientras tanto Greg me hacía de las suyas, me levantaba de la cintura, casi desde mis costillas causándome cosquillas y ya arriba me dejaba caer sobre ese lindo garrote que se me volvía a meter, resbalándose, sin el cuidado que me tenía cuando me lo metía por mi vagina, cada vez aumentando mi excitación hasta llegar un momento en que no me pude contener y gritaba. Le gritaba incoherencias y hasta groserías. No dejaba de insultarlo por su traición en Houston hasta que logré me dijera la verdad de lo que había sucedido ese día. Me importaba saber si se había acostado con esa chica.
Lo mantenía apresado, con su pene dentro de mí “¡Ahora, dime cómo era ella! ¿Güera o prieta? ¿Estaba muy buena? ¿Mejor que yo? ¿Sentiste rico con ella? ¿Qué te hizo más bonito para que me lo enseñes y yo te lo pueda dar?” Lo traté de hacer que confesara, pero ¡Oh decepción! Me dijo que no había estado con ninguna de las lindas edecanes que habían estado presentes, que solo estuvo con hombres conocidos, tomando.
“¡Entonces ¿te acostaste con alguno de los Caddies?!” Le pregunté burlonamente.
“¡No! ¿cómo crees?, ¡aún no me ha dado por esa especialidad!” me dijo. Ya fue inútil seguirlo confesando. Nos amamos, su enorme miembro, bien acomodado dentro de mi trasero, se vino bien sabroso, yo quedé muy satisfecha de esa eyaculación tan prolífera, y él quedó agotado, bien exprimido, materialmente le saqué hasta su última gota, de eso me aseguré.
Nos aseamos y vestimos, Gloria y yo lo más provocativo que pudimos, considerando el frío tan fuerte que hacía. Era todavía temprano en la tarde, buena hora para la cena de los americanos, así que buscamos lo más provocativo. Gloria se puso un vestido que yo le escogí, todo de lana, de una pieza, corto, hasta medio muslo
“¿Cómo quieres que yo vaya a resistir el frío?” me preguntó. “Tú ponte estas medias tejidas, están de moda, te taparán hasta medio muslo, no se te resbalarán. Dejarán que tu falda te tape el resto. Asegúrate de llevar chones lindos, podrías dejarlos ver sin darte cuenta, o dándote cuenta, si te podría gustar.” Le pareció bien, y se puso unos pantis lindos, transparentes, que, observando bien, hasta se le veía su rajadita. Para el camino se iba a cubrir con el chal que Jak nos obsequió uno a cada una.
Yo me vestí con el vestido que Greg me escogió y me regaló en Houston, no muy propio para el frío, pero sí muy provocador. Con algo para cubrirme era suficiente. El vestidito de una sola pieza, super escotado, escote de barco, los hombros libres, abierto desde la cintura hasta la bastilla que me quedaba a la altura de la rodilla. Sedoso, como tafeta, de poliéster. Para el frío llevé también el chal de Jak.
Greg, al verme, soltó la carcajada “¡Me lo puse para que ahora sí lo desquites!” le dije.
“No eres mi esposa, ¿entendido?” me dijo Horacio.
“Te ves muy buenona, cualquiera que te vea sola te va a invitar, pero, recuerda, no tengo ganas de estarte negando si te buscan.” Dijo el grosero de Horacio.
“Yo vengo acompañando a mi marido, a él sí le gusto y le encanta que los demás me vean buenona y deseen tenerme. Ya me imagino que me van a estar asediando, pero ya mi amiguita, tu esposa, me enseñó cómo quitármelos de encima.” Y todos nos reímos.
“Es que sí te volaste la barda, te ves muy buenona, como dice Horacio. No te faltará algún zopilote que te ronde.” Dijo Gloria
“Eso es lo que quiero, Greg me vistió así y me agrada sentirme escort, o como una putilla cualquiera, que me inviten y yo los rechace.”
“¿De veras, no te importa si te confunden con una de esas chicas que se contratan para calentarle los huevos a esos señores?” me decía Gloria delante de todos.
“¡No, no me importa, hoy sí quiero ser puta, no me iré con ninguno, pero que se les haga agua la boca con la esperanza de tener a ésta buenona, disponible! ¿Veremos cuánto me van ofreciendo? Si es bastante, Horacio y Greg me tendrán que esperar, y tú también, si no vas conmigo. ¿Qué te parece, vas conmigo?” les dije
“Pelangocha, si lo dices en serio tendré que pensarlo, puede ser que sí me anime, solo si la paga es para cada una, por separada, y buena. ¿De acuerdo?” Nos reímos, pero los señores deseaban cerciorarse si era seria la oferta que yo hacía de probar fortuna en la calle.
“¡Si ustedes no nos cumplen, seguro que es en serio!” les dijo Gloria ya muy firme.
Entramos al bar, que a esa hora también era restorán y en el que habíamos estado con Jak cuando él cantó con el conjunto. No habíamos hecho reservaciones, así que nos pasaron y esperábamos. Algunos meseros nos reconocieron y eso ayudó a que nos asignaran un buen lugar y sin mucha espera. Nos veían y nos analizaban, se sorprendían de lo bien que nos veíamos, pero como a mí me habían visto acompañada de Jak, y ahora del americano éste, y vestida como prosti, no me respetaban y terminaron llevándonos al tú por tú, al grado que ellos mismos me llevaron recaditos de prospectos que nos invitaban. Yo solo les sonreía, pero sentía agrado por la confusión de estos meseros.
“Atrás tenemos unos pequeños cuartos para pasar un rato, si se te ofrecen, y a tu compañera, son dos, no hay problema.” Alcanzaron a decírmelo, fueron dos meseros por separado.
“¡Deja preguntarle a mi marido si le gustaría!” le dije a uno, pero al otro Gloria le dijo “¡Necesitamos un par de buenos cogelones, que paguen muy bien!” Gloria creyó que de esa manera se los iba a quitar de encima, pero no, nos llovieron ofertas.
Los del conjunto musical nos invitaron a cantar algo con ellos, Gloria sí aceptó, esa actuación sí nos quitó de encima a los que nos les antojamos. Aparecimos como parte del conjunto, pero las ofertas no cesaron, nos molestaban. Comimos algo muy sabroso, pero nuestros hombres estuvieron muy serios, temerosos de que nosotras llegáramos a aceptar alguna de esas ofertas y nos les escaparíamos.
“¡No tengan miedo, no los dejaremos, ustedes pagan mejor, ninguno se podrá igualar! ¡Vamos, estemos contentos de tener esta nueva oportunidad de estar juntos los cuatro, que nos amamos verdaderamente!” Les dije y todos estuvieron de acuerdo.
Greg, sin olvidar su manía de tentalearme los pechos, ahí en el restorán, casi a la vista de todos, me abrazó, pero me metió una mano dentro de mi escote, me acarició mis pechos y me besaba, todavía no mis pechos, pero sí arribita de ellos, casi en el hombro, su otra mano me acariciaba mi vientre, abajito de las costillas provocándome ataques de cosquillas que yo no podía disimular y llamaban la atención de otros comensales. Horacio y Gloria se besaban, a ratos platicaban. Decidimos irnos al hotel en vez de aceptar pasar el rato en alguno de los cuartitos que nos habían ofrecido.
Ya en el hotel, los cuatro en una sola habitación, Greg preguntó, delante de todos ¿Por qué te pusiste ese vestido que es más para clima caliente?”
“Para darte gusto, ¿no sentiste bonito, el verme y ver cómo me exponía a la vista de todos, como ese día?” le pregunté.
“Sí me gustó, pero sí me dí cuenta de que sí estaba muy atrevido.” Me contestó.
“Nosotras sabemos que a ustedes les gusta mostrarnos, lucirnos, como yeguas de clase, que los demás se den cuenta de lo que es de ustedes, lucir a sus mujeres. Aquel día no hubo la posibilidad, uno que otro sí me cortejó y logré hacer una cita fructífera, pero estaba muy enfadada. Ya vieron ahora, Horacio ahora pudo gozar, en el congreso no tuvo tiempo, y tú, loco caliente, ¿cómo te pareció, te gustó? ¿te animarías a acostarte con esta putita que aquí me tienes?”
“¡Bien dicho, compañera, aquí tienen a sus dos putas, bien calientes, esperando sus favores!” complementó Gloria toda eufórica echándose encima de Horacio.
“¿Lo quieres mucho? ¿Es verdad? ¿No te importa tu amiguita del alma? Le preguntó Greg.
“Sí, lo amo y mi amiguita lo sabe, ella también lo ama, pero ella también me ama a mí y así hemos sido felices por muchos años.” Le contestó Gloria
“¡Es verdad, no sé cómo, pero nos amamos mucho, ella lleva parte de mi ser, de mi sangre, y yo de ella!” les dije.
“Así como nos coges a las dos, a veces a la vez, como te encanta, lo mismo nos hace Horacio. Ahora, como hemos estado separados por tanto tiempo, Silvia me da la oportunidad de dejarme a Horacio mientras ella se recupera de tu ausencia, ella te ama también, y mucho. Prueba de ello es que te perdona tu aventura de Houston, aunque no tu borrachera ni que no le hayas contestado su llamada, sino fue la chica con la que estabas, la que contestó.”
“¡Ya, perdón, no mentí, no me acosté con ella, contestó porque yo había extraviado mi teléfono y ella lo encontró, gracias a la llamada supieron de quién era!”
Lo abracé dándole todo mi cariño, él me alzó y abrazándome me besaba. Tomó del brazo, primero a Gloria y la abrazó también muy fuerte, y luego a Horacio.
“Los amo a los tres, si se pudiera a los tres yo les quiero dar mi amor a la vez, tenerlos una junto a la otra y Horacio gozando también.”
Nos abrazamos, sin planearlo, nos fuimos desnudando, a mí me desvistió primero, me retiró el vestido, a medida que me lo iba retirando me besaba todo mi cuerpo y me besaba con mucho fervor mis pechos, le encantan siendo que los de Gloria están más suculentos, yo misma no los puedo pasar por alto. Me besaba por todas partes, al llegar a mis nalgas, se dio cuenta de que yo ya no levaba mi brasier puesto, solo me quedaban mis pantis, unos lindos, translúcidos, blancos, me las abrió y me dio un beso en el ano y me preguntó si todavía me dolía. “¡No, en ningún momento me dolió, después solo me sentí patizamba, como que me abriste demasiado, pero después de un rato ya me sentía muy rico, tu semen me curó! Hoy todavía te siento dentro de mí, tengo una sensación muy agradable, algo que siento un vacío, algo que te extraña.”
“¿Cómo le darías tu amor a Horacio?” le preguntó Gloria.
“Una manera sería dándoles a ustedes todo el placer que yo pudiera. Si me llegara a fallar, como ya una vez pasó, ¡Horacio tomaría la iniciativa y, aunque fuera un rayo, me dejaría que él me lo aplicara!” terminó diciendo.
“¿Hoy no necesitas ayuda del rayo?” le pregunté burlonamente.
“¡No creo, siento que aún tengo reservas, me quedan suficientes para las dos!”
“¿A ti, no te dolió cuando me lo metiste por detrás? me dí cuenta de que sufriste mucho, tuviste que hacer mucha fuerza. Me pareció que yo estoy muy apretada por ahí. Yo sentía muy bonito, cada segundo que pasaba y lo tenía adentro. Te vaciaste dentro de mí, sentí precioso, pero tenía miedo de que tú sí sufrieras.” Le dije, Gloria y Horacio estaban muy interesados en su respuesta.
“Solamente lo sentí muy abrigado y que me lo detenias con toda tu fuerza que te daba tu cariño hacia mí. Se siente muy bonito, por delante es con más cariño, amor, por detrás es más físico.
“¡Ustedes dos deben de probar!” les dijo a Gloria y a Horacio.
“De veras ¡te encantará y a él también le gustará hacértelo! ¿Quieres probar?” le pregunté delante de Horacio y de Greg, ella meditó unos segundos y al final yo sabía que estaba deseosa de probar, solo sentía algo de pena delante de nosotros.
“¡Ven al baño, te preparo para que lo hagas cómodamente, sin pena ni preocupación!” así lo hice y ya cuando la ví lista le pregunté si quería que Greg y yo nos saliéramos de la habitación.
“¡No manita, ya lo he hecho por detrás, y delante de ustedes! ¿recuerdas? ¡pero hoy sería diferente, va nuestro amor en el acto!” Me dijo. Ya iba vestida bonita, su falda bien acomodada, pero lo primero que hizo Horacio fue subírsela, él ya estaba desesperado, también ella. Se recostaron como lo hicimos Greg y yo. Horacio le ensalivó su vagina, nosotros ayudamos aportando algo más de saliva. Ya lubricada Horacio inició, lentamente el insertarle su pene. Su culito estaba muy apretado, Greg le dio una nalgada muy fuerte y Gloria se aflojó ayudando a que Horacio continuara con su labor de penetrarla. Al principio fue entrando fácilmente, después de un rato Gloria dijo que le dolía adentro. Pero le pidió más
“¡Tú síguele!” le dijo a Horacio, que continuo hasta llegar a tener todo su pene dentro de ella.
“¡TE AMO!” Le dijo Horacio,
“¡Yo también, siento tu pene que me está dando mucho amor!” le contestó Gloria.
“¡LO SIENTO MUY RICO DENTRO DE MI! ¡MUY RICO, EMPÚJALE MÁS, ¡OTRO POQUITO MÁS! ¡MEEE VVVEEEENNNNGGGGOOOO! ¡NO PUEDO DETENERME MÁS!” Gritó Gloria.
“¡Gracias, mi amor, te siento muy rico, que hermosa eres, te adoro, gracias, gracias, ahí te voy a tener que dejar mi lechita dentro, ¿no te importaaaaaaa? ¡YA SE TE QUEDÓ!”
“¡Gracias mi rey, que bueno que me dejaste tu semen adentro de mí! ¡Lo siento muy hermoso, ¡Dame todo lo que puedas, lo quiero guardar dentro de mi corazón! ¡Ya sabes que quiero mucho de esa lechita, pero muy adentro en mis entrañas, cerca de mi corazón! ¡Síguele por más tiempo, todo el que quieras, yo te estoy sintiendo muy hermoso!” Ellos se quedaron ahí, recostados no sabemos cuánto tiempo. Greg y yo nos acurrucamos en un extremo de la cama, nos besábamos hasta el cansancio y él me revisaba a cada rato mi ano.
“¿Qué me revisas?” le pregunté
“Que no te haya dañado el ano, o que te haya dejado la roseta sin fuerza.” Me dijo
“¿Y ya lo comprobaste que todo está bien? De todas maneras, siento muy bonito cómo me sobas y hasta cómo me besaste. Estoy bien y me gustaría seguir sintiendo lo que siento, por mucho tiempo.”
“¿Te gustaría volver a metérmelo de nuevo por detrás?” Le pregunté. Yo sí deseaba volver a sentirlo dentro de mí, por detrás preferentemente, pero si no, por delante. Coge muy rico, es una delicia.
Se decidió por delante, pero primero antes que otra cosa, me comió mi vaginita, me dio muchas mordiditas en mis labios y en mi clítoris. Noté que me mordía con fuerza mis labios exteriores también, tallaba su barba con fuerza, usa barba tipo piocha, como tratando de introducirse dentro de mi vagina. Después de esas maniobras decidió meterme de nuevo su enormidad.
Lentamente, como siempre al inicio, luego ya más fuerte hasta que yo se lo detenía por falta de espacio. Me daba empujones, cada vez más fuertes, mi vientre se me movía agradablemente al unísono de los empujones que él me daba buscando la penetración completa. No me lastimaba, pero me daba algo de temor, no fuera que me llegara a lastimar algún órgano de mi interior, sus movimientos fueron más suaves y ya no temí más, solo estaba pendiente de sentir su eyaculación, que es una de las cosas que más me gustan sentir, sentir su semen, algo calientito, que se me deposita muy dentro de mí, aunque después de un rato se me salga y me escurra entre mis piernas, o hacia atrás, acariciándome el trasero.
Los cuatro quedamos acurrucados en los brazos del otro. Despertamos por la mañana, hambrientos. Pedimos servicio en la habitación y volvimos a dormirnos,