Princesa de tres caballeros

Mi marido radica desde hace 8 meses en Canadá, por las restricciones no nos fue posible reuniros allá, pero por trabajo citó a sus colegas en una ciudad americana, cercana y bien comunicada. Me invitó a que me reuniera o también aprovechando que salía de Canadá. entre los colegas y nos reunimos vario

PRINCESA DE TRES CABALLEROS (Primera Parte de 3)

Ya había iniciado la pandemia, al inicio aún se permitía la entrada a personal contratado, es por eso que Horacio, mi marido, aún tuvo la suerte de llegar a su nuevo empleo. Primero viajó él, el plan era que él se encargaría de localizar una casita para que yo también emigrara a Quebec, a vivir juntos allá, pero el gobierno canadiense decretó cierre a todos los emigrantes hace unos meses y yo aun sigo en la espera de que se me permita la entrada.

Aún sigue la restricción, sin embargo, personas provenientes de los Estados Unidos, llenando los requisitos, ya pueden regresar a sus lugares de residencia a Canadá. Horacio no podría regresar si intentara su regreso desde México. Por cuestiones de trabajo, tuvo que reunirse con varios colaboradores, que tampoco podrían entrar a territorio canadiense, y decidieron encontrarse en una ciudad norteamericana, en este caso se decidió que fuera Atlanta considerando las conexiones aéreas para sus colegas. A la reunión se programó asistieran varios colegas de América, entre ellos nuestro amigo de Aruba, el lindo Jak.

Inmediatamente que Horacio conoció el plan, me llamó emocionado y me propuso me reuniera con él en Atlanta y pasáramos juntos pocos días, y reviviéramos nuestras vidas, aunque solo iban a ser muy pocos.

“Ahí podrás saludar a Jak, que asistirá. Lástima que Gloria no estará, pero yo primero deseo estar contigo. Ya será en otra ocasión que le toque también a Gloria.” Me dijo muy emocionado y ya con el itinerario a seguir elaborado. Nos reuniríamos dentro de dos días después, el jueves, en un hotel cercano al aeropuerto. El encuentro solo sería por menos de una semana, suficiente para sentirnos felices de nuevo.

En la llamada en la noche, como es habitual con Gloria, le platiqué de los planes. Se emocionó, pero se entristeció porque no iba a estar presente y ver a Jak del que estaba muy enamorada también, así como de Horacio. Se lo platiqué a Horacio, inmediatamente dijo que la invitáramos, que su compañía le pagaba el vuelo.

La llamé inmediatamente de regreso y se puso feliz, al día siguiente me diría si lograba dejar todo en orden e ir a alcanzarnos en Atlanta. Su respuesta al día siguiente fue de que sí nos alcanzaría, que podría llegar hasta el domingo en la tarde, ya había checado el vuelo, aunque solo esperaba confirmación de nuestra parte si lo hacía. ¡Claro que sí! Fue nuestra respuesta y lo confirmó Horacio, por su parte.

Coincidió esa noche, que Greg me llamara, como lo hace de vez en cuando y le platiqué de mi próximo viaje a Atlanta. Opinó que lástima que él no iba a estar a verme, pero me pidió los datos en dónde iba a estar hospedada. Le expliqué de los asuntos de trabajo que llevaban a Horacio a esa ciudad, y hasta ahí quedó nuestra plática.

Al llegar a Atlanta, Horacio me esperaba ya a la salida de los pasajeros y no en el hotel, como habíamos quedado, pero estaba ansioso y solamente alcanzó a decir entre sus expresiones de amor, que no podía esperar más. Estaba como loquito, muy feliz, como yo también y no alcanzábamos a darnos más y más amor. Abrazados caminamos hasta el taxi que nos llevó.

En el hotel llegamos a nuestra habitación y nos lanzamos a la cama. Abrazados nos besábamos, le desate el cinturón y él me arrancó los pantis. Seguíamos abrazados, nos acariciábamos, nos dábamos ese amor que había estado triste durante todo el tiempo de nuestra separación.

Aunque sean escenas maritales, me emocionan tanto y las viví con tanto amor y emoción, que aquí las cuento.

Sentí sus manos heladas, hacía un frio horrible, me sobaban mis caderas, eso me emocionaba más, las sentía como si fueran de algún extraño, pero con mucha emoción. Para continuar, los dos quedamos desnudos y al ver nuestros cuerpos, los dos hicimos la misma expresión.

“¡Te ves muy delgada!” él me dijo y yo también lo ví muy adelgazado, los dos bajamos de peso, la ausencia uno de la otra, nos había causado perdiéramos peso, pero mejor para él, me tomó con mucha fuerza de las caderas e hizo se me movieran con más fuerza para arriba y para abajo, logrando así que él me sintiera más y yo disfrutando una mayor penetración. Me golpeaba su pubis contra el mío, sus huevos me golpeaban suavemente ahí, en donde más siento, entre mis piernas, contra mi ano. Estuvimos gozando por bastante tiempo, que a los dos se nos hizo poco. Nos recuperamos y fuimos a tomar lo que aquí se le llama el dinner, ya que ninguno de los dos habíamos almorzado.

Después del ‘dinner’ salimos un rato a caminar, uno del brazo del otro, hasta que el frio nos hizo regresar. Fuimos al bar a platicar, pero después de un rato decidimos subir al cuarto y seguir recuperando esos casi 8 meses de separación. Al día siguiente despertamos muy tarde y pedimos desayuno en la habitación, así que seguimos platicando. Él deseaba saber cómo le estaba yendo a Olga en el restorán, la chica a la que le habíamos ayudado a poner un restorancito y era, además de cómplice, muy buena colega, y ya le informé.

Y él pasó al capítulo del Dino, nuestro adorado cachorro. Aunque la mayoría de los detalles, con el tiempo, se los fui contando por teléfono, me los pidió se los volviera a describir. Creo que fue el mayor gusto que le pude dar al platicarle de cómo dejé que nuestro cachorro hiciera uso de mí. Él recordaba todos los detalles que yo ya le había mencionado, ahora los deseaba oír de su mujercita directamente, y con más detalles, así que así lo hice y pasamos todo el día platicando del Dino y de lo que gozó su mujercita con él, a falta del patrón. Le fui narrando cada momento de la actividad con Dino causando que a cada pausa él me complaciera con otro orgasmo, o ya después, solo eran muy buenos intentos que nos hacían reír y gozar, pero él insistía en oír más detalles de nuestra interacción entre ese amor consentido y yo.

El viernes por la tarde fuimos al aeropuerto a recoger a Jak. Nos saludó muy efusivamente y con mucho cariño y me dijo que aquel día que se despidió de nosotros pensó que nunca más nos íbamos a poder ver de nuevo, pero ahora ahí estábamos, que solo faltaba Gloria, o Silvia, el seguía confundido. Ya le aclaró Horacio que llegaría al día siguiente. Fuimos al hotel y quedamos de vernos para cenar y platicar. Los señores bajaron al restorán primero, yo tuve que tardar un poco más, me preparé muy bien para estar muy hermosa esa noche, estaba super excitada.

Al entrar al restorán los ví que estaban muy contentos platicando. A propósito, me retrasé algo más, pero finalmente entré, los dos me dijeron una cantidad de piropos hermosos al verme, me sonreí y charlamos ya de asuntos familiares. Jak recibió una llamada y se puso de pie para contestarla, apartándose de nosotros solo unos segundos, mientras tanto le pregunté a Horacio, ¿De qué te platicaba, que le gustaría hacer a Jak en estos dos días aquí?

“¿Sabes que me preguntó que qué me gustaría a mí que hiciéramos, que él no tenía mucho interés en ver la ciudad?” me dijo

“¿Y qué le dijiste?” le pregunté.

“Deseo que te cojas a mi mujer” fue todo lo que Horacio me dijo que le había dicho.

“Pero ¿CÓMO! ¿Y qué dijo? ¿De veras se lo dijiste? cómo eres aventado, pero que te dijo, ¡me interesa mucho saberlo! ¡Sí, ya sé, él está muy bueno, ya lo sé, ya lo sé! ¿Pero qué te respondió?” le dije, yo ya super excitada y con la presión de que en cada momento podría aparecer Jak y no me iba a decir todo lo que me importaba oír.

“Me preguntó que si sin problemas, ya le dije que estaba muy seguro de que tú lo deseabas y en eso él me confesó que él estaba en una situación muy igual a la nuestra, solo que su mujer no sabía que él ya lo sabía.” Fue lo que platicaban cuando yo llegué.

Al regresar Jak, mis hormonas daban un vuelco, se me descontrolaron, me alboroté por la excitación y ya las pocas cosas que dije u opiné iban cargadas de una lujuria que yo desconocía en mí. Nunca antes me había sentido de esa manera. Me entró una desesperación tremenda y un nerviosismo, urgía comerme a Jak, enterito, vestido, o como fuera, ahí mismo.

Nos sirvieron tragos y brindamos, pero yo, torpemente, le dije que él debería de beberlo directamente de mi seno, y me lo acerqué al pecho sin considerar que él, efectivamente, iba a acercarse a mí, bajarme algo el escote y besarme uno de mis senos. Eso fue lo mejor que podía haberme sucedido. Durante toda la cena nos lanzamos piropos y frases lisonjeras, ya muy elevadas de calor. Él me sobaba discretamente las piernas por debajo de la mesa. Claro que Horacio, que también se notaba excesivamente excitado hacía de las suyas con mi cuerpo, Jak nos había puesto en este trance, hasta en ese momento yo dudaba si en realidad yo le podría interesar, lo conocía, era muy diplomático en todas sus respuestas.

Terminada la cena ya no había tiempo para aguantar, nos dirigimos a nuestra habitación, Jak apareció, pero Horacio no, así que Jak lo fue a buscar. Ya los tres en la habitación Horacio se hizo a un lado y dejó que Jak hiciera de mí lo que le complaciera. Entre risas y jalones, quedamos casi desnudos Jak y yo, Horacio decidió dejar la habitación e ir a refugiarse a la de Jak, pero al salir me besó y me acarició, agregándole unas palabritas tiernas.

Jak me levantó, en el aire me besó y lamió todo lo alcanzable de mi cuerpo. Me cargaba con la cabeza hacia abajo, él me hacia un lado los pantis y lamía mi conchita y yo me comía su hermoso pene. Nos recostamos, me levantó las piernas y me lamió mi conchita. Se dio cuenta de que estaba muy mojada, parte de mi secreción me la limpió con su lengua y continuó incrustándome su lengua en mi conchita.

Yo ansiaba su pene ya dentro de mí, y ya había planeado que me lo iba a incrustar lo más profundo que mi concha lo aceptara. Con su calma, finalmente me empezó a meter ese hermoso pene, yo no recordaba si era grande o corto, eso no me importaba, solo quería ese hermoso pene que finalmente si se me clavó. ¡¡LO SENTÍ DELICIOSO!! Ya adentro buscaba sentirlo más y más profundo, pero ya sentía la parte carnosa de su cuerpo, su pubis.

Desde el restorán estaba yo tan excitada que desde el momento en que sentí que la cabecita de su pene rozaba mi piel, entre mis piernas, exploté en mi primer orgasmo. Lo dejé me hiciera lo que le gustara, no preví algo especial, solamente me preparé por si se le ocurría un anal.

Me había recostado boca arriba, cuando me la metió yo lo abracé con mis piernas y enganché mis pies sobre su espalda. Después de un rato de acción en esa posición, me pidió lo montara, así lo hice, su pene lo sentí bastante más adentro y sus movimientos más excitantes hasta que volví a tener otro orgasmo, pero esta vez uno de esos muy alargado que solo las mujeres podemos sentir, que me hizo gozar por un tiempo lindísimo. No paraba de sentirlo, seguía y seguía. Me dejé caer sobre su pecho, lo lamí y lo saboreé a mi gusto, él también hizo lo mismo conmigo.

Se dio la vuelta, me levantó las piernas hasta la cabeza y mi conchita le quedó nuevamente, a su placer. Decidió voltearme para que quedara de perrita, de nuevo me la metió hasta el fondo y desfrutó de mi conchita por bastante tiempo hasta que su naturaleza lo venció, dudó nos segundos y después de que le dije.

“¡Vente en mí, mi vidita, vente fuerte! ¡Yo te la guardo! ¡VENTE, VENTE …! ¡” Explotó dejándome una cantidad que sentí muy abundante de su lechita. ¡Que ricura! Una cantidad que yo sentía muy grande me escurría por el interior de mis muslos, la sentía calientita, rica, linda, de amor.

Yo quería más y más, yo la estaba gozando como nunca antes, eso fue lo que le alcancé a decir y que aún recuerdo.

“Eres hermosa y lo haces muy bien. Horacio ha de ser feliz contigo de tener esta hermosa conchita que sabe moverse.” Me decía.

“¿En verdad te gusto, o solo es una linda cortesía tuya?” le pregunté.

“Eres bonita y siempre tienes cara muy alegre y risueña, sobre todo en los segundos más calientes, me derrites y haces que me corra antes de lo que puedo controlar.” Me afirmó

“¡Dime!, ¿qué es lo que te gusta de mí, que no sea igual a cualquier otra mujer?” le pedí me dijera, a sabiendas de que él es muy cortés, y así que me iba a halagar su respuesta.

“Ustedes dos son un equipo, actúan y viven en él. Horacio, reconozco, es muy inteligente y tanto en su vida personal como en su profesión es una maravilla. Los dos se han hecho uno al otro, son marido y mujer, socios, cómplices, hasta hermanos. La consecuencia es que él supo escogerte, a ti, como esposa y a Gloria, con casi todos los atributos como los tuyos, pero solamente cómo complemento en su vida. Tú dices que a ella también la amas, como él a ella también, y estoy seguro de que ella corresponde con su amor hacia él.” Comentó.

“Ya llegará Gloria y yo deseo que a ella le des algo como lo que me das a mí. Ya después ella encontrará su camino con Horacio, a Horacio también le dará mucho gusto que tú la tengas, te la cojas fuerte, como a mí. Horacio encuentra también placer saber o presenciar lo que nos hacen. No es cornuto, solo es voyeur. Y solo voyeur tratándose de nosotras.”

“Con Gloria, a lo mejor, te gustará más ella, cómo te lo va a hacer y a mí me olvidas, no te lo tomaré a mal.”

“¡Entiende, mi Silvia adorada! Tontamente estoy enamorado de ti, desde la vez pasada que nos reunimos, a ella le cumplo, también con cariño y, aunque sea ortodoxo, es para darles gusto a todos, aunque no lo niego, también para tener placer con ella. ¡Tú eres única! No podría llevarte, aunque son mis deseos de arrancarte de Horacio, pero eso no nos haría feliz a ninguno de los 4. Soñemos, disfrutemos todo lo que podamos.” Fue lo que me contestó.

“¡Déjame verte esa parte tuya que dices que es tu conchita, que en realidad es nuestra y aún no la conozco bien!” me pidió, pero le recordé.

“¿Qué te atrae de mi conchita? ¿tienes curiosidad de vérsela a una chica de acá, a una blanca? Le pregunté.

“Sí, me sorprende tu vagina que tanto placer me da y deseo verla y analizarla porqué me da tanto placer. ¿te molesta si te digo que me muero de ganas de conocérselas a las mujeres blancas?” preguntó ya con precaución.

“Pero ¿recordarás la vagina de Paty?, la tuviste por mucho tiempo en tu habitación y se la tienes que haber visto y gozado, ¿ya la olvidaste? Ella te añora con todo su corazón.” Le recordé.

“Paty me encantó, es una niña muy activa, pero no me dio respiro, la gocé todo el tiempo, pero todo ese tiempo no alcanzó para que le viera más allá de esa linda cabellera risada y apreciar ese lindo cuerpecito que tiene. Además es la tuya, tu conchita, o cuquita, o como la desees nombrar, la que me intriga.” Le entendí y acepté.

“¿Cómo deseas que me coloque para que puedas observar mi conchita, la conchita de una blanca derivada de indio y español? Ma da mucho gusto que te interese y ojalá descubras lo que buscas en mí, pero después me vas a tener que dejar investigar lo que ese bebito tuyo tiene que das tanto placer.” Y tomé la posición que me indicó, de espaldas con las piernas bien abiertas.

“¿Has disfrutado otros penes de negros, como el mío?” me preguntó

“¡De ningún negro, tú no lo llegas a ser, aunque tu tamaño es bastante grande, eres diferente!” se lo acariciaba y me lo introduje hasta donde mi garganta lo dejó, lo gozaba y me llenaba de felicidad.

“Me encantaría llevarme la imagen exacta de tu conchita, en donde se distinguieran todos sus detalles, sus pliegues, su color y ese lindo clítoris.” Dijo

“Si te da gusto, tómame una foto de ahí y guárdala en tu corazón. Bien guardada para que nadie te la descubra, pero que la puedas ver cada vez que te acuerdes de mí.” El es fotógrafo y no dudo que cargaba con su equipo de fotografía, así que sentí algo de miedo si se llegaba a decidir a tomarme la foto.

De la posición inicial me colocó de lado, me observó mis nalgas, me las besó y me lamió hasta mi ano, excitándome como primeriza. Me cambió de poses varias veces, me observo, así como lo hacen los expertos que analizan a las modelos. Pero al final dijo:

“No, no está bien, uno nunca sabe en qué manos quedan las fotos, basta con que algún día sí me envíen una foto de la pintura que cuelga en tu recamara. Con esa tendré para tenerte presente y aparecerá solamente como parte de mi colección de arte.

De las poses, los cambios y movimientos nos excitamos mucho. Él me tenía boca abajo, me sobaba y me mordisqueaba mis nalgas. Me llenó de su saliva mi culito, lo sentía anegado, uno de sus dedos intentaba entrarme, yo me aflojé lo más que pude, con esto confirmaba mis sospechas de que intentaría hacerme una penetración por el trasero, lo que le facilité.

“¿Te gustaría? ¿me dejas metértelo por atrás?” todavía me preguntó, cuando en realidad ya estaba tomándose el permiso.

“¡Viene!, por favor ¡mételo muy bonito ya sabes que con mucho cariño lo recibiré! Ya está listo, lo has lubricado bastante bien, ahora ¡MÉTEMELO, POR FAVOR!” Yo ya estaba lista desde antes.

Me acercó su precioso pene, me sobó con la cabecita ya lubricada y lo apuntó a mi roseta. Me entró muy fácil al principio, pero tuvo que brincar esa parte que duele un poco, pero lo jalé para que prosiguiera. Yo hacía lo que podía, levantaba un poco mi cadera, mis nalgas, ahuecando mi zona de mi vientre, con mi conchita al aire, dándole mejor camino a ese lindo y fuerte pedazo de su carne. Su pene aceptaba entrar otro poquito más, recibía un poco de resistencia que yo misma provocaba al apretar mi vientre, solo con la intención de darle más sensibilidad a esa hermosura que siguió, pero encontraba a ratos una pequeña resistencia. Por mi lado, yo hacía pequeños pujidos, y apretaba. Estaba aprendiendo algo nuevo. Ya resbaló totalmente, hasta que mis nalgas le apretaban su pubis y sus vellos me acariciaba esa zona tan sensible, entre mis nalgas.

Con una de mis manos yo le acariciaba sus huevos, mientras él se concentraba, por lo menos al principio, en bombear su pene dentro de mí, cada vez con más, y más fuerza que mi cuerpo tenía que resistir. De repente una de sus manos me comenzó a acariciar mi clítoris. ¡¡QUE ORGAZMO TAN TREMENDO TUVIMOS!! Una maravilla. Él se vació en mí, sentí, con todo detalle, cómo fue eyaculando en mi interior, ya reconocía cómo ir sintiendo el momento en que me depositan su semilla, y en donde iba a quedar su semen depositado. No me agrada que el semen se me escurra por las piernas al terminar alguna sesión, me encanta mantenerlo dentro de mí, por lo menos por un tiempo y yo dejarlo salir conscientemente, así que ahora me dejó su lechita bien depositada, calientita, muy dentro de mí, ya mañana la veré salir.

Quedamos dormidos, acurrucados él detrás de mí, su pene había quedado dentro de mi trasero, así lo esperábamos recibir al día siguiente, pero Horacio llamó preguntando si no importunaba.

“Un poquito, te avisamos cuando se pueda.” Le contesté.

“No importa, tárdense lo que puedan, mientras más, mejor, me dará más gusto.” Fue su respuesta.

Parecía cómo que nos animaba a hacer más, le pedí entrara en nuestra habitación, yo solo cubierta con la sabana, desnuda, Jak se cubría con la otra parte de la sabana.

“¡Ven, mi vida, dame un besito que te deseo mucho! Estaremos listos en un ratito.” Le dije, pero él impidió me enderezara, me abrazó. Jak se enderezó intentando ponerse de pie, Horacio lo detuvo.

“¿Amigo, estas cansado? ¿Fue muy divertida la noche? Se ven muy frescos.” Nos dijo.

“¡No, la noche estuvo maravillosa, tienes una hembra de lo mejor que existe! ¡Mírala que sabrosa se ve, coje como nadie más!” contestó Jak.

“Solo verlos para creerlo.” Opinó Horacio, yo interpreté sus palabras de que él deseaba vernos coger, y que eso insinuaba, así que destapé a Jak, que se notaba, en su erección, que estaba excitado y listo, y con muchos deseos de dejar que mi marido presenciara cómo me iba a complacer. No me quedó otra opción que tomar su pene y metérmelo lo más que me cupo, hasta mi garganta.

Horacio gozaba, no se movía del lugar, seguía de pie junto a la cama y nos observaba. Jak me recostó sobre mi espalda, me abría las piernas, y yo, presumiéndole, las abría hasta quedar totalmente abierta, cómo bailarina. Jak me observaba y seguía admirando mi conchita, la veía y la acariciaba, en eso Horacio se inclinó y, tomándome de la pierna, me besó y lamió, metiéndome la lengua en mi vagina. Yo ya me imaginaba, desde el momento en que yo le hice a Jak la Deep Throat Horacio ya no se podía detener, y salió de su calma.

“¡Ven, amigo, entrale tú! ¡Ve que rica está, aprovéchala!” le dijo Jak.

“¡No, yo veo!” fue lo único que Horacio le contestó.

Jak se acercó a mi entrepierna y jugueteaba con su largo pene, me golpeaba suavemente mi vaginita, pero fue metiéndomela lentamente, excitando a los presentes.

“¡Ough, ough, que rico la tengo toda adentro! ¡Vente papito! ¡Vente fuerte, vente en mí, que vea Horacio cómo se cogen a su mujercita, cómo le dan duro y cómo se la llenan de lechita!

“¡Vente, vente, vente lléname de esa preciosa lechita que quiero muy adentro, la quiero, LAA Quiero GGGGUUUAAARRRDDAAA AAAAAARR!” Ya no supe más, solamente sentí su hermosa eyaculación dentro de mí, a la vez de un hermoso orgasmo.

Jak me dejaba gozar la sensación de su pene dentro de mí, permaneció unos segundos recostados sobre mi pecho. Yo cerré las piernas para apretarlo, pero se enderezó y le dijo a Horacio que me dejaba para él. Horacio solo alcanzó a bajarse los pantalones y fue derechito a mí. No podía venirse pronto, me decía que sentía muy rico que estuviera mi vagina tan lubricada.

“¡Que rico siento metértela sobre el semen de Jak!” me dijo,

“Se van a mezclar las dos lechitas, ¿No sientes muy bonito?” le pregunté, eso que le dije provocó que en ese momento explotara, también él me dejaba su semen dentro, calientito, bastante, como a mí me encanta.

Debido al tamaño de este relato, lo estoy dividiendo en 3 partes. Ésta fue la primera.