Primos y cuñadas son amantes

Continuación y última parte de en la piscina con mi tía y por fin el sueño de mi vida, mi madre, donde veremos como se forma otra pareja algo más efímera...

Cuando sonó el despertador para levantarnos en la primera mañana que despertaba junto a mi madre, me invadieron muchos y diferentes sentimientos. Por un lado adoraba sentir el calor de su cuerpo, su perfume. Acaricié la redondez de su culo y continué acariciando su cintura para abrazarla y pegarme a ella. Pero después me asaltó el pensamiento de si ella no se arrepentiría al despertar. Tal vez tuvo un calentamiento al no tener un hombre en su cama por mucho tiempo… tal vez una vez sosegada sus ansias de sexo pensaría que hacerlo con su hijo era algo malvado y no me amaría nunca más. No sabía que pensar.

-Cariño, hay que levantarse. – se volvió hacia mí y me besó en los labios.

-Sí mamá, pero sigue abrazada a mí cinco minutos más.

Permanecimos un poco abrazados y acariciándonos hasta que su cordura se impuso e hizo que nos levantáramos para ir cada uno a nuestras labores, no había duda, mi madre me amaba. En el instituto ya no me atraían las niñas bobas de mi edad. Yo tenía un amor de verdad en mi casa y aunque fuese furtivo, pues no estaría bien visto por nadie, era verdadero. Ya sus conversaciones y jugueteos adolescentes me aburrían. Mi visión de la vida había cambiado en sólo una noche. "El amor es poderoso" pensé mientras miraba como llovía desde la ventana de clase.

Habían pasado tres meses desde que comenzamos nuestra relación. El único problema que teníamos y que nos costaba controlar, era aparentar en la calle que éramos madre e hijo. En casa nos comportábamos como si fuésemos una especie de "matrimonio", nos hacíamos cariños, nos dábamos arrumacos, hacíamos el amor cuando nos venía en ganas, ya lo habíamos hecho en casi todos los lugares de la casa. Para excitarnos nos seguíamos llamando mamá e hijo. Un día hablando descubrimos que de esta manera nos excitábamos más.

Un día en que teníamos una reunión familiar en casa de mis tíos, allí en el campo, nos levantamos sobre la diez de la mañana, entre el desayuno y charlar se nos echó el tiempo encima. Para tardar menos tiempo decidimos ducharnos juntos, así que los dos nos desnudamos y nos metimos en la ducha. Era la primera ducha juntos y no sé si fue por eso o ver como mi madre se enjabonaba su mojado cuerpo, la cosa es que se me levantó el "ánimo".

-Hijo, ¿quieres hacerlo ahora? – me preguntó sin levantar la vista de mi erecta polla.

-Es que así mojada y tocándote me está poniendo caliente.

-Pues habrá que bajarte el calor.

Se puso de rodillas y comenzó a mamarme la polla. Yo acariciaba su mojado pelo y veía como sus hermosas tetas se movían al ritmo de la mamada. Mi aparato creció y cuando tuvo la dureza que a ella le gustaba, se levantó, apoyó sus manos en la pared y me ofreció su culo en pompa para que penetrara su húmedo coño.

Agarré mi polla con una mano y me acerqué a su culo, pasé mi glande por su raja hasta que noté su entrada. Empujé un poco hasta que le entró y entonces agarré sus caderas y la empecé a penetrar.

-Vamos, folla a tu mami… - me decía para que me excitara – métemela toda entera, mi niñito sabe muy bien cómo darme placer.

-Mamá, córrete… estoy muy caliente y no puedo más… - le decía y sentía que mi semen quería salir de mis huevos.

-Hazlo, yo no puedo, me cuesta pero lléname entera de tu semen. – me animaba.

No pude más, no sé si por mi juventud o que esa noche no follamos y ni siquiera me hice una paja, la verdad es que en dos envestidas más descargué en su interior. Después se volvió y me abrazó. Me besaba y yo me apoyaba en ella pues no tenía apenas fuerzas después de mi orgasmo. La tarde en el chalet de mis tíos fue normal. Pero no creáis que soy desagradecido, cuando volvimos del chalet de mis tíos, después de ducharnos y prepararnos para dormir, la esperé en la cama. Ella llegó directamente de la ducha y simplemente traía puesto unas bragas.

-No te pongas nada… - le dije mirándola de arriba abajo y ella entendió al momento lo que yo le pedía.

-¿No te ha bastado con lo de esta mañana?

-Tengo que devolverte el favor… - y vi como sus pezones se pusieron rápidamente de punta por la excitación.

Le destapé la cama para que se acostara a mi lado. Ella se tumbó y yo me eché encima para besar su boca. Ella me abrazó y me acariciaba. Pasé a mordisquear su cuello y poco a poco bajé para jugar con sus duros pezones a la vez que con ambas manos los apretaba y acariciaba. Continué bajando por su barriga. Cuando llegué a su hombrito comenzó a reírse pues le hacía cosquilla, así que me alejé de allí rápidamente en dirección a su coño. Cuando comencé a besar por encima de las bragas su coño las risas cesaron, entonces apretaba con mis labios sobre él como si quisiera morderlo, presionando fuerte. Noté como la tela comenzaba a mojarse, se estaba excitando con aquello y ahora empezaba a lanzar suspiros y pequeños gemidos.

-Cariño, nunca he dejado que me hicieran eso… - me dijo apoyando una mano en mi cabeza para que parara – siempre me ha parecido sucio y no creo que te guste

-Mamá, no te preocupes por eso, hoy me has dejado follarte y me has dado placer aunque tu no lo sintieras, déjame que ahora yo te de placer aunque pueda parecer algo sucio. – noté como la mano empezó a acariciarme y seguí trabajando su sexo.

Mientras su mano me acariciaba, con una mano aparté las bragas a un lado y aparecieron los pelos de su coño. Pasé la lengua por ellos y se humedecieron, entonces con la otra mano los separé e intenté separar los labios a la vez sin éxito. Acerqué mi boca a su raja y con mi lengua jugué con sus labios para intentar separarlos. Poco a poco noté el sabor de sus flujos que me condujeron por el camino hasta su clítoris. Mis dedos auxiliaron a mi lengua separando las puertas que me impedían entrar en la antesala de la vagina de mi madre.

-¡Hijo, me vuelves loca! – dijo ella cuando mi lengua tocó la húmeda entrada de ella - ¡Sigue así que me voy a correr!

No tuve que lamerla mucho, ni siquiera tuve que meter mis dedos en ella para masturbarla, en menos de cinco minutos estaba lista.

-¡Aaaaaah, no puedo más! ¡Necesito que me la metas ya! – me gritó implorando que acabara de darle el orgasmo que necesitaba con mi polla.

Retiré mi boca de su raja y se quitó las bragas en menos de un segundo. Cuando la miré estaba totalmente abierta de piernas delante de mí, sus pechos tenían los pezones más duros que nunca y su coño estaba abierto pudiendo ver perfectamente su rosada entrada. Ella se retorcía pidiendo que la penetrara de una vez. Me coloqué entre sus piernas y sentí la mano de mi madre que guiaba mi pene hasta su mojada entrada.

-¡Métemela, por favor! – me pidió.

Empujé y ella se retorció al sentir como mi glande le iba entrando e inundando su interior con mi pene. Sus piernas me rodearon por la cintura y mi pene entró por completo en ella. Empecé a moverme y cada penetración que le daba me lo recompensaba con un gemido profundo de placer. Me tensé sobre ella y le empujaba con violencia. Cualquier cosa que le hiciera le producía un gran placer y ella me arañaba en la espalda y mordía en el cuello.

-¡Más rápido! ¡Más! – me gritaba como si estuviera poseída - ¡Folla a tu madre y haz que se corra! ¡Aaaaaah, más!

Entonces se retorció y entre movimientos convulsivos empezó a tener un gran orgasmo. Permanecimos abrazados y yo sentía como poco a poco se iba relajando. La seguía penetrando despacio para que le durase un poco más el placer.

-Ahora tú, mi niño. – dijo.

-Al igual que tú me dijiste esta mañana, no te preocupes.

-Entonces déjame que te monte, se qué te gusta mucho.

Me tumbé con mi polla dura y ella se montó sobre mí. Se la clavó hasta el fondo y no dejaba de moverse frotando nuestros sexos en un frenético movimiento. Sabía como hacerlo y no pude aguantar mucho. Me tensé bajo los movimientos de ella y sentí que me descargaba dentro de ella. Descansé con mi madre encima y al poco se acostó a mi lado y dormimos abrazados y enamorados.

Habían pasado unos meses más, era viernes por la tarde cuando aparecieron mi tía Ángeles y mi primo Eduardo en casa. Los dos venían nerviosos y él había llorado. Traían una maleta y entraron en casa. Ella no tenía más familia que nosotros en la ciudad pues el resto de su familia no eran de allí.

Nos sentamos en la salita y les dimos unas tilas para que se tranquilizaran. Entre sollozos y lamentaciones nos contaron que se habían peleado con su marido. Por lo visto él tenía una amante desde hacía bastante tiempo y hasta tenía un hijo. Cuando llegó al medio día les comunicó que se marchaba de casa y les abandonaba pues no soportaba más a mi tía. Mi primo en la discusión llegó a pegarle un puñetazo. Total que decidieron pasar la noche fuera de casa y el único lugar que se les ocurrió ir fue con nosotros.

No sabíamos cuanto tiempo estarían allí y egoístamente pensé que no podríamos tener nuestro amor incestuoso diario con la presencia de ellos, pero después pensé que los pobres estaban sufriendo y qué importaba si tenía que hacer el amor furtivamente con mi madre mientras durara la estancia de ellos.

Después de un buen rato y una vez que ellos se tranquilizaron algo más, decidimos que los dos dormirían en mi habitación en la que había dos camas pequeñas y yo dormiría con mi madre. Ángela insistía en que sería por poco tiempo, que buscarían otro piso y se marcharían para no molestarnos. Mi madre insistía que nada de eso, que aclararan primero la situación y después hicieran lo que creyeran conveniente. Yo me alegré pues dormiría todas las noches con mi madre y, aunque tuviéramos que hacer el amor silenciosamente, podríamos hacerlo cuando quisiéramos.

Pasó ya un mes en que estaban allí y mis tíos llegaron a un acuerdo de separación. Repartieron los bienes que habían ganado conjuntamente y después firmaron el acuerdo de separación. Después de aquel turbulento tiempo, mi tía y mi primo parecían ya más centrado en sus propias vidas.

Llegó un sábado por la tarde y mi tía decidió de por qué no salíamos de marcha los cuatro. Mi madre y yo pensamos que desde que teníamos nuestra relación nunca habíamos salido a las discotecas, así que aceptamos la propuesta. Sobre las diez de la noche los cuatro salíamos e íbamos primero a un restaurante. Decidimos ir con ropas elegantes, ellas con trajes de noche y nosotros con trajes de chaqueta.

Cuando entrábamos en el restaurante me fijé en nuestras maduras acompañantes. Si bien se apreciaba que eran ya maduras, tenían unos cuerpos excitantes con aquellas ropas y los maquillajes que se habían puesto, no en vano todas las mujeres que se iban a casar en mi familia le pedían a mi madre que ella las maquillara.

Cenamos y conversábamos de todo un poco, de sus trabajos, de nuestros estudios. Mi primo había conseguido un trabajo para el verano en una empresa como administrativo. Con lo que sacara ese verano pagaría el curso siguiente.

-¿Vamos a la discoteca? – preguntó mi tía.

Mi madre me hizo señales de que Ángela había bebido ya bastante y era recomendable volver a casa.

-Mejor volvamos a casa y allí tranquilamente bailamos y bebemos lo que queramos, ahí fuera están los controles de alcoholemia y es jugársela. ¿Quién está de acuerdo? – propuso mi madre.

Todos menos mi tía votamos por volver y así lo hicimos. Al llegar a casa, mi tía seguía con su marcha. Puso música y me sacó a bailar. Se pegaba a mí demasiado y veía como mi madre y mi primo tenían mala cara. Mi madre no soportaba que mi tía se mostrara tan cariñosa conmigo, sabía que con quince años me había follado y, aunque el hecho no le importara, no le gustaba como estaba mi tía. Mi primo supongo que no quería ver a su madre en ese estado.

-Ven mamá, deja ya a Enrique… - le dijo agarrándola por la mano.

-Déjame, o es que me vas a pegar como a tu padre… - le dijo con furia y sin pensar lo que decía.

Mi primo salió de la habitación y yo lo seguí para hablar con él. Mi madre se hizo cargo de tranquilizar a Ángela que empezaba a llorar cuando yo salía de la habitación. Mi primo salió a la calle y lo encontré sentado en un banco que había cerca de la puerta del bloque pensativo.

Hablé con él y después de un rato conseguí sacarle lo que le preocupaba. Eduardo siempre había sido un chico solitario. No tenía amigos, uno o dos compañeros de clase y no salía con ellos. Era más corpulento que yo y tenía un año más. Tras mucho hablar, cerca de una hora, me confesó que desde hacía muchos años estaba enamorado de su madre. La quería, pero su sentimiento iba más allá del que se tiene por una madre, sentía a menudo deseos de poseerla en la cama. Tras confesarme su secreto y hacerme jurar que nunca lo diría a nadie, volvimos a casa.

Mi madre nos recibió. Mi tía se había dormido entre sollozos. Eduardo se acostó en su cama y mi madre y yo nos dirigimos a la nuestra. Entramos en la habitación, yo detrás de ella y cerré la puerta.

-¿Por qué haces eso? No están los ánimos para jaleos. – me decía intentando que esa noche no la amase.

Me desplacé hasta donde estaba ella y la agarré por la cintura y ella puso sus brazos en los míos frenando mi avance. Clavé mi mirada en sus ojos y una lágrima cayó de mis ojos. La apreté contra mí.

-Te amo mamá… - le dije a la vez que le daba un profundo beso en los labios. Sus defensas se retiraron ante aquel beso y me abrazó.

Nos metimos en la cama y le conté lo que le pasaba a Eduardo. Los dos estábamos abrazados como amantes compartiendo nuestra pasión y decidimos que se debía hacer algo. Pensamos que en una oportunidad que tuviéramos, hablaríamos con mi tía y le contaríamos todo para ver si ella podía hacer algo. Me confesó que esa noche hablando con Ángela, le había contado todo lo nuestro y que aunque estaba un poco borracha, le aseguró que se alegraba de lo nuestro. Además esa noche le confesó lo que me había hecho cuando yo tenía quince años. Mi madre la tranquilizó diciéndole que ya lo sabía.

Pasarían dos días cuando apareció una oportunidad. Mi madre estaba de descanso, yo no tenía exámenes y mi tía había pedido el día para arreglar unos papeles. Cuando Ángela volvió de la calle, yo estaba estudiando y mi madre hacía cosas en la cocina. Vino a buscarme y nos sentamos en la salita para hablar con mi tía.

-Ángela, - dijo mi madre - ¿ves bien la relación que tenemos Enrique y yo?

-No me parece mal, si se queréis, ambos sois mayores y, aunque seáis madre e hijo, sois libres para elegir con quien se acostáis. Sólo espero que no decidáis tener niños, eso sería genéticamente catastrófico.

-No te preocupes, pero ¿tú serías capas de tener sexo con Eduardo?

-Bueno… Eduardo es un chico mono, está bien formado y físicamente está bien… - estaba algo confusa por las preguntas de su cuñada – lo que no sé es si me enamoraría de él

-Verás tita, es que el pobre el problema que tiene es que te ama desde hace algunos años, por eso no sale con nadie, por eso le pegó a su padre cuando te trató malamente

-De verdad, no lo sabía… - estaba más confundida aún.

-¿Quieres que te ayudemos a tenerlo? – le dijo mi madre.

-Dejadme pensar y ya os contestaré.

Ese día mi tía lo pasó entre pensamientos. Cuando llegó mi primo lo saludó con poco cariño y mi madre y yo pensábamos que habíamos metido la pata. Hasta el día siguiente después de que volviera de su trabajo no se decidió. Habló con mi madre a solas y le dijo que estaba dispuesta a amar a su hijo. Se había fijado en nuestra relación y esperaba tener lo mismo con su hijo.

Por la noche, estábamos los cuatro en el salón viendo la televisión después de comer y mi madre empezó a hablar.

-Ángela, Eduardo, tenemos algo que confesaros… - dijo como si su cuñada no supiera nada – es difícil de decir, pero como pasaréis tiempo viviendo con nosotros, hemos de decíroslo. Enrique y yo somos amantes

Todos miramos a Eduardo para ver que cara ponía. Él no sabía que hacer y miró a la madre.

-A mí no me parece mal, - dijo y miró para su hijo buscando su apoyo en su discurso – si os queréis, por qué no vais a tener sexo. Sois adultos los dos. ¿Tú que opinas? – le lanzó la pregunta a Eduardo.

-Bueno… Verás… Eso es incesto y no está bien visto… - dudaba y no sabía que hacer.

-Pero si nadie los ve, qué importa, tú y yo somos dos personas recogidos por ellos y debemos agradecérselo con nuestra discreción. – continuaba la madre.

-Ya pero… pero… - y no sabía que decir, a fin de cuentas él estaba enamorado de su madre.

-Piénsalo, si tú te enamorases de mí, ¿te gustaría que te guardasen el secreto? – le dijo y él se puso colorado. Ángela decidió atacar. – La verdad cariño, desde hace algún tiempo estoy sintiendo cosas raras por ti

Eduardo parecía estar en una nube, nos miraba a nosotros y veía a una madre y su hijo abrazados mostrándose amor, justo como a él le gustaría estar con su madre que además le acababa de confesar que sentía cosas por él. Estaba confuso pero pensó que era su oportunidad.

-La verdad… - empezó a hablar y hundió la mirada – la verdad es que hace tiempo que yo me siento enamorado de ti y a veces siento necesidad de amarte más allá de lo que se puede amar a una madre.

-Cariño, una vez te has peleado por defenderme, ¿querrías ser mi hombre? – le dijo ella acercándose para besarlo en la boca.

Eduardo titubeaba, pero una vez que los labios de su madre rozaron los suyos se fundieron en un gran beso. Mi madre y yo nos marchamos a la cocina y los dejamos solos para que pusieran las cosas claras. Como en veinte minutos aparecieron cogidos de la mano.

-Somos una pareja formal. – dijo mi tía. Eduardo tenía una gran sonrisa de gozo. – Si no os importa nos retiramos a nuestra habitación.

Se despidieron y se marcharon. Mi madre y yo hicimos lo propio y en diez minutos estábamos abrazados dándonos cariño y caricias. Entonces empezamos a escuchar como mi tía empezaba a gemir y a decirle cosas a su hijo. No había tardado mucho en coger confianza y ya estaban los dos follando. Los gemidos de mi tía y los gruñidos de él al follar nos calentaron y al poco estaba mi madre cabalgándome y haciendo que los dos nos corriéramos a la vez.

Al día siguiente era sábado. Primero nos levantamos mi madre y yo y mientras desayunábamos en la cocina, aparecieron los dos nuevos amantes. Sus caras irradiaban felicidad.

-Hemos de daros las gracias, gracias a ustedes hemos descubierto algo muy bonito. – nos dijo mi tía.

Después de desayunar decidimos dar un paseo por el parque. Caminábamos separados, por un lado las mujeres y por otro los hombres. Mi primo me comentaba lo agradecido que estaba por haber conseguido que su madre se fijara en él y accediera a amarlo. Yo ya sabía como follaba su madre, pero él me contó las sensaciones que había tenido al hacerlo con su madre, estuvo en la gloria.

Habían pasado ya varias semanas y habíamos decidido que los cuatro viviríamos bajo el mismo techo, a fin de cuentas entre todos podríamos ocultar mejor nuestras relaciones a los demás familiares. Casi todas las noches escuchábamos a mi tía gemir y los estridentes gruñidos y gemidos de Eduardo. Mi madre y yo también gemíamos fuerte, pero no tanto como ellos. Una mañana de sábado mientras desayunábamos mi madre le comentó lo fuerte que gemían a su cuñada.

-Es que cuando Edu me penetra veo el cielo… - dijo y besó en la boca a su hijo con un beso apasionado.

-Yo también gimo, pero no tanto… - respondió mi madre.

Entonces empezaron a discutir sobre si se debía gritar tan fuerte, tanto por los vecinos como por los que vivíamos con ellos.

-¿No te excitas cuando nos escuchas? – le dijo mi tía – A menudo os escuchamos gemir a ustedes después de que nosotros lo hagamos

-Pues claro que nos excitamos… y follamos… - le comenté – Eduardo, ¿creo que debemos hacer una competición de gemidos? – le dije mirando a mi primo.

-¿Cómo lo haremos? – me contestó y las mujeres se miraban al ser ignoradas por nosotros.

-Si ellas están de acuerdo, podemos hacerlo en el salón, cada uno con su pareja para ver quién se corre antes y con que gemidos

-¿Qué os parece? – les preguntó Eduardo a las dos.

-Así que queréis follar no sólo escuchando a los otros, si no además viéndolos… eso me volvería loca… - dijo mi tía y creo que en ese momento su coño se humedeció.

Todos miramos a mi madre esperando que se decidiera. Ella nos miró uno a uno y después habló.

-Qué voy a hacer, tendremos competición esta noche.

Después de aquello seguimos con nuestra vida normalmente incestuosa, pero estábamos algo más excitados de lo normal. Decidimos que después de cenar no reuniríamos en el salón y haríamos lo que fuera mientras tomábamos unas copas. Y así lo hicimos. Los cuatro estábamos sentados, cada pareja en un sofá más o menos uno en frente del otro. Cada pareja abrazada y besándose.

Nos mirábamos de reojo. Mi tía empezó, a fin de cuentas había follado con los dos así que empezó a acariciar el paquete de Eduardo y se arrodilló delante de él para sacarle su pene.

-¡Por dios Ángela! – dijo mi madre cuando mi tía se mostró ante nuestros ojos con la polla del hijo en la mano. – Eso te debe de partir

-Todo lo contrario, me "llena" de placer… - dijo la otra con voz sensual y con doble sentido.

Mi madre no quitaba la mirada de los otros y yo me arrodillé delante de ella, subí su falda y abrí sus piernas. Le aparté las bragas para que su raja estuviera a mi disposición. Empecé a acariciar su entrada con mi lengua. Ella veía como su cuñada se esforzaba en mamar la enorme polla del hijo y como lo único que se podía meter era el glande al que le daba enormes chupadas. Yo sentía como Marta se excitaba cada vez más con lo que le hacía en su coño, pero sobre todo con la visión de la otra pareja.

Me hizo sentarme en el sillón y pude ver a mi tía que se había quitado toda la ropa de la parte superior de su cuerpo, estaba sin bragas, con la falda reliada en la cintura, a cuatro patas sobre el sofá y con la enorme polla del hijo dentro de la boca. Eduardo nos miraba y se fijaba en el coño de su tía.

Mi madre se quitó toda la ropa y me quitó los pantalones y calzoncillos. Se subió sobre mí para cabalgarme como normalmente me hacía y sus pechos quedaron a la altura de mi cara. Chupaba sus pezones tocando sus redondas tetas cuando sentí como mi polla entraba dentro de ella. Comenzó su cabalgada. Ella gimoteaba y me ofrecía sus pechos cogiéndolos con sus manos. Yo chupaba y sentí que mi madre se paraba y miraba hacia atrás. Levantó su culo y una mano agarró mi polla y la sacó de mi madre.

Sentí como la boca de Ángela empezaba a mamarme un poco para después devolverla al interior de mi madre que comenzaba a cabalgar de nuevo. Mi primo estaba junto a nosotros y empezó a besar a mi madre que no se resistió. A la vez que se movía para meterse mi polla, su lengua jugaba con la de su sobrino.

Entonces mi tía me auxilió, se puso a mi lado y comenzó a besarme. Pude sentir el sabor del coño de mi madre en su boca, sin duda al chuparme la polla había saboreado los flujos de la otra. Mi madre se volvió, sin sacarse mi polla, y me dio la espalda, continuó moviéndose mientras mi primo se colocó delante de ella y aprovechaba sus movimientos para poner su polla entre las tetas de mi madre y que lo masturbara. Mientras, mi tía se puso sobre el sofá y, abriendo las piernas, colocó su depilado coño en mi boca.

Saqué mi lengua y lamí su raja con más destreza que unos años antes. Sentí como mi boca se llenó de los flujos de ella y comenzaba a gimotear a coro con su cuñada. Entonces mi madre se sacó mi polla y se marchó al otro sofá de la mano de Eduardo. Observé a mi madre mientras Ángela se colocaba a cuatro patas para que la follara por detrás, me excitó mucho ver como abría sus piernas y la polla de él empezó a entrar en su coño, obligando a su vagina a dilatarse más de lo que nunca lo había hecho y arrancando unos gritos mezcla de placer y dolor. Pude ver como poco a poco mi primo la empezaba a penetrar forzándola a que entrara hasta el fondo.

-Ven aquí y dale placer a tu tía… - me dijo Ángela.

Agarré mi polla y la llevé al coño de mi tía. Le entró sin problemas, ya estaba mojada y además, si todos los días se metía aquel instrumento de mi primo, debía de estar muy ensanchada. Empecé a penetrarla y gemía. Las dos hacían un bonito coro, cada una con el hijo de la otra, con su propio sobrino.

Yo no dejaba de follar a mi tía, pero me preocupaba más en mirar a mi madre que cabalgaba desaforadamente sobre Eduardo sintiendo enormes placeres con el enorme pene. Entonces se levantó de él y se puso a cuatro patas en el sofá.

-Ven cariño y métemela... – dijo mirando hacia mí y mi primo se puso detrás para metérsela – no, tú no, mi amado hijo, ven a darle verdadero placer a mamá

La saqué de mi tía sin preocuparme si estaba llegando o cómo se sentía, mi amada madre me había pedido que la penetrara y la amara y ella era la única dueña de mi amor y mi cuerpo. Me coloqué detrás y busqué su coño. La penetré y ella se incorporó para besarme. Mientras yo la penetraba agarrado a su cintura, ella forzaba su postura para ofrecerme su boca.

Mi tía todavía estaba a cuatro patas sobre el sillón cuando mi primo se colocó debajo y comenzó a chuparle el coño. Ella gemía y al momento se desplazó sobre él para sentarse sobre su pene. Se lo hundió de golpe en su interior y su gritos empezaron a llenar todo el piso, no tardó mucho en correrse ella y al momento él.

Yo seguía agarrado a las caderas de mi madre y sentía como mi polla entraba despacio en ella mientras me miraba con sus hermosos ojos volviendo su cabeza y mostrando el placer que sentía en su cara. Me paró y se colocó boca arriba abriendo las piernas para que volviera a su interior. La penetré de nuevo y ahora mi ritmo se aceleró, estábamos sintiendo mucho placer y no tardó mucho en tener el orgasmo buscado. Yo sentí que me llegaba el momento y aceleré para descargar todo mi semen en su interior.

-Marta, - dijo mi tía – Creo que ustedes tenéis más suerte que nosotros… lo de ustedes es verdadero amor.

Y así era. Mi tía había tenido relaciones con mi primo más por morbo que por el amor a su hijo, no como mi madre y yo que nos amábamos como mujer y hombre, aunque el hecho de ser madre e hijo era un motivo que aumentaba nuestra excitación. Eduardo quedó bastante apenado después de aquel día, su madre le mostró que no lo amaba, aunque siempre que él quisiera harían el amor.

Desde aquella noche, Ángela y Eduardo se fueron distanciando, ya no se les escuchaba follar todas las noches, cada vez pasaban más días entre sesión de sexo y al final Eduardo se busco una chica de su edad con la que con el tiempo se casó y Ángela se convirtió en "un putón", se mudó de allí y casi todas las noche había un hombre diferente en su cama.

Mi madre y yo mantenemos nuestra relación viva. Ya es muy mayor y no follamos, pero la sigo queriendo y no he tenido relación, ni sentimental ni sexual, con otras mujeres. Eso sí, aún ahora me deleita con alguna masturbación o mamada que hace con gran maestría