Primos en su primera relación sexual
Javier y su prima tienen su primera relación sexual en una calurosa tarde de verano
Los años pasaron y Javier nunca volvería a pasar los veranos con sus tíos, aquellos veranos de su niñez y del inicio de su adolescencia, veranos interminables en los se fraguó una relación especial entre tío y sobrino, una relación tan estrecha que el último año dio paso a momentos de intimidad entre ambos, de roces, de deseo latente… Ambos intuyeron que esto no podía seguir, que había que pararlo, su tío iba a ser padre de aquel hijo tantos años anhelado; por su parte Javier pronto abandonaría el colegio para ir al Instituto, los estudios requerían cada vez más esfuerzo, nuevas amistades, las chicas…
El verano de sus dieciocho años Javier se había convertido en un adolescente muy atractivo, un poco inseguro, tímido, pero con un indudable atractivo para el sexo opuesto. A pesar de su timidez, Javier era un chico muy sexual, se masturbaba frecuentemente, leía a hurtadillas revistas pornográficas que compraba en el kiosko, se excitaba con escenas de cama de las películas que veía en la tele, tanto con los cuerpos masculinos como con los femeninos.
Aquel verano de sus dieciocho años, Javier vivía ardiendo en deseos por Ana. Ana era la hija de una prima hermana de su madre y pasaba el verano con ellos, disfrutando del sol y del mar. La chica no era tan buena estudiante como Javier, había suspendido dos asignaturas, y ese era el principal motivo por el que la adolescente compartía vacaciones con la familia del joven, que ya había acabado su primer año de universidad: cada tarde Javier le daba clases particulares de Matemáticas y Física, asignaturas que la chica tenía pendientes para septiembre , y en las que Javier era muy bueno.
Sólo con su tío había experimentado ese mismo deseo que intentó reprimir seis años antes. Javier estaba a punto de cumplir diecinueve años y ella recién había cumplido los dieciocho, lo que hacía una mezcla peligrosa, explosiva si los anhelos eróticos llegaban a coincidir en aquel apartamento de verano.
Desde que Ana estaba en su casa, Javier vivía atormentado, ardiendo de deseos que debía reprimir. Si sus padres llegaban a sospechar lo que él sentía en presencia de su prima segunda, seguramente se enfadarían. Antes, Javier nunca había experimentado tantos deseos por una muchacha.
Aquella tarde, los padres de Javier se habían ido a la ciudad, y según comentaron llegarían tarde. El joven estaba en la terraza intentando leer una novela. El calor era sofocante y no había brisa. Javier sudaba, y sentía que el aire pegajoso y cálido envolvía sus miembros, produciéndole una sensación de sensual ardor, de ganas de tener sexo. A veces no podía evitar rascars sus genitales para acomodarlos dentro del pantalón. Llevaba puestos unos pantalones de tela ligera y el torso desnudo. A pesar de sus esfuerzos , no conseguía concentrarse en la lectura de la novela. Ana , sentada frente a él hacía los ejercicios de matemáticas que el joven le había puesto. Los ojos de Javier, constantemente abandonaban la lectura para espiar la belleza de la muchacha.
Contempló sus senos , erguidos y morenos, y cuando los vio moverse, levantando apenas la blusa, sintió que la polla empezaba a hacerse notar poco a poco, presionando el pantalón. Ana era bellísima: morena, de mediana estatura y cuerpo firme, formas armoniosas, buen trasero, muslos duros. También el rostro de la muchacha llamaba la atención: la media melena negra le caía hacia los hombros, y contrastaba con los bellos ojos azules. Los pómulos eran altos, la nariz pequeña y proporcionada y la boca sensual y generosa. Cada vez que ella movía los labios, la polla del chico se endurecía provocándole una fuerte sensación de ardor.
Ana, ignorando el efecto que provocaba en el primo, seguía con los ejercicios que le había puesto el joven. Los muslos, las rodillas, las piernas, la piel tersa de la joven turbaban a Javier que no podía concentrarse en la lectura de la novela.
A la chica el calor la sofocaba, pero en aquella época, mediados de los ochenta, no estaba bien visto que las mujeres decentes se pasearan en biquini dentro de casa. Pensó que quizás, si le preguntaba a Javier, él aceptaría, porque los jóvenes de la época eran más liberales que los adultos.
-Shhh- dijo, levantando la vista y descubriendo que los ojos de Javier la estaban desnudando -Si yo me pongo el biquini ¿a ti te molesta?
- Claro que no, a mi por qué, adelante…- respondió el joven
Cuando la chica regresó y se sentó para reanudar sus estudios, le lanzó una sonrisa ingenua y encantadora a Javier; aquella sonrisa, aquel cuerpo moreno, la piel tersa, los senos duros excitaron todavía más al muchacho, que para ocultar su estado, decidió hacer un comentario en voz alta:
-Eres una niñita –dijo Javier. Afirmación que enfureció a la muchacha.
-Claro, tú eres todo un hombre…-respondió ella con ironía, si te has pasado todos estos años estudiando, sin salir de casa, sin divertirte…
-Por supuesto que soy todo un hombre, niñita –exclamó-.
-¿No me digas? –respondió la muchacha burlándose.
El comentario de la joven no gustó a Javier, hiriendo el orgullo masculino del muchacho.
-¿Quieres que te lo demuestre?
- Ja, ja- rió la muchacha -demuéstramelo.
El muchacho se levantó y comenzó a hacer poses absurdas de culturismo frente a la muchacha. Esta observó el cuerpo del muchacho, el incipiente vello castaño de su pecho, sus pobladas axilas, su vientre duro, sus brazos, sus piernas fuertes ,y aquel bulto que se intuía dentro del pantalón… A pesar de que su primo había dedicado toda su vida a los estudios, tenía un físico agradable y varonil. Sin embargo siguió riendo de las ridículas poses del joven. Este enfurecido, intentó hacerla callar, diciéndole:
-Acércate para que veas como puedo levantarte como un pluma.
-¿No me diga?- se levantó ella, aceptando el reto del joven.
El muchacho se acercó a ella y consiguió levantarla del suelo por la cintura sin gran dificultad, y la mantuvo unos segundos en el aire mientras la muchacha seguía riendo. Al bajarla, sus manos seguían en la cintura de la muchacha, ésta dejó de reír, la miró a los ojos y le preguntó.
-¿Soy o no soy un hombre?
Esta se burló de la pregunta del muchacho y soltó una carcajada. Estaban frente a frente, a escasos centímetros. Javier ciñó con energía la cintura de Ana, y sintió que ella cedía, que se abandonaba, apretando las hermosas tetas contra su pecho desnudo, y el vientre plano, contra la dureza de su polla tiesa y dilatada. Se dio cuenta que ella se pegaba a él, y que sus mejillas se juntaban. El suave roce de los cabellos de Ana lo hizo arder; sintió ganas de arrastrarla al dormitorio, y de sumirle la pinga a fondo. En cambio pensó en la seducción, acercó sus labios al cuello de la joven y rozó apenas la piel. Ana se estremeció, y se apretó más contra el cuerpo de su joven primo. Abajo, contra su vientre, experimentaba el duro contacto del miembro erecto, y se excitó con el olor corporal del muchacho que embriagaba sus sentidos. Pero de pronto le asaltó el miedo, y quiso separarse de Javier.
Él no estaba dispuesto a dejarla escapar, llevaba tiempo deseándola y quería hacerla suya, y estrechó con más fuerza la cintura de la joven.
-¿qué ocurre? ¿Te asusta el abrazo de un hombre?
- ¿Asustarme?... Es que no me conoces…
Con delicadeza primero, y con fogosidad después, besó el cuello y los hombros desnudos de Ana, pasando su lengua por la tersa piel de la joven. Tenía un sabor agradable, a adolescencia.
-Javier, no…-susurró ella sin convicción.
Él no escuchó, buscó los labios de la joven y la besó. Introduciéndole la lengua con agilidad y destreza, intercambiando saliva con la joven. Ana consiguió apartar un poco la boca, pero el chico dirigió de nuevo su boca, pasándola por el cuello de la joven, por el lóbulo de su oreja.
-Suéltame Javier- exclamó ella sin mucha convicción.
Él no la escuchó, porque sabía que ella también estaba disfrutando, siguió besándola, mientras sus manos resbalaron hacia atrás, aferrando las duras y redondas nalgas de la joven.
Él la tumbó en el sofá, cayendo sobre ella, la besó otra vez en la boca, y esta vez ella colaboró buscando la lengua del primo. Las manos de Javier le quitaron el sujetador, y su boca comenzó a succionar los suaves pezones de la joven con su lengua.
-Déjalo- protestó Ana, cuando realmente deseaba que el joven hiciera todo lo contrario.
El joven no la escuchó y bajó la braga del biquini de la muchacha. Hundió la mano entre los muslos, tocando el caliente coño de la chica, y acarició el pubis de ensortijados vellos negros.
Ana ya no protestaba. Javier le dijo que separara los muslos y esta colaboró con su macho. La montó y la penetró con su durísima polla. La verga presionó el himen de la joven y se hundió del todo. La chica gritó la sentir la polla del joven presionando. Esta también era la primera vez para Javier. Sin brusquedad empezó a moverse, follando a la muchacha. Su cuerpo estaba un poco arqueado hacia adelante, y los vellos de su pecho rozaban los prominentes senos. Javier aumentó el ritmo, y experimentó la maravillosa sensación de las paredes de la vagina femenina en torno a su miembro. La muchacha estaba completamente húmeda abajo mientras apretaba la cintura del chico con sus manos, para luego deslizarlas por las nalgas del joven, cubiertas de fino vello. La muchacha jadeaba cada vez con más fuerza hasta que estalló en un orgasmo impresionante y en ese momento Javier se corrió por primera vez dentro del coño de la joven, vaciando sus cojones dentro de la virginal vagina de su prima. Los dos permanecieron agotados, desnudos sobre el sofá, en medio del calor de la tarde de agosto. Los cuerpos sudaban abundantemente, manteniendo la respiración agitada. Así permanecieron abrazados durante media hora hasta que decidieron levantarse, pues los padres de Javier no tardarían en llegar.