Primo y prima casada e infiel (9)

Es la continuación de lo que pasó con mi marido y de la alegría que sentí al confirmar mis planes.

Como,  algunos,  se habrán dado cuenta tuve que cortar, un poco arbitrariamente,  mi relato anterior, debido, como siempre, a su extensión.

Pero les contaba que en ese momento,   luego de volver de la playa,  donde había pasado toda la tarde con mi primo, me encontraba, en el baño de mi casa exhibiéndome semi desnuda, frente a mi marido que acababa de ducharse.

Gracias a lo alucinado que había quedado frente a la visión de mis tetas y a mis perversas fantasías, mismo que tras tan agitada tarde aun no me había higienizado absolutamente nada, y muy a propósito, había hecho que me re chupara mis enlechadas tetas por el  esperma de mi primo que, mismo ya seco, había dejando en ellas  marcas blancuzcas similares a las que la sal el mar deja al adherirse a la piel  y que mi marido,  sin saberlo,  limpió con sus labios y ágil  lengua. Y que también, prácticamente, casi lo asfixio en una  locura repentina por  quererle meter toda una teta dentro de la boca.

Como  él  no salía de su asombro por la dureza de mis senos y  no paraba de decírmelo;  consideré que había llegado el momento de doblar su sorpresa y calentura, pero sobretodo para aumentar mi diversión; quitándome el pareo.

Al dejar desnuda la parte inferior de mi pálido cuerpo,  que la diminuta tanga negra no hacía otra cosa que  resaltar su morbosidad,  quiso disimular los sentimientos contradictorios que lo invadieron, pero no pudo

“-¡¿ Y así fuiste a la playa?!.-“ preguntó sin poder esconder su alarma y celos.

”- Te lo dije. Me di cuenta, ya  antes de salir, de  lo chica que me quedaba. Además luego tuve que permanecer la mayor parte de la tarde cubierta por este  trapo.-“ respondí frívolamente, y girando, en busca de unas cosas del armario,  pero, en realidad, para que me viera bien  de atrás, porque lo único que me importaba era,  para  su propio bien y el mío, que continuara calentándose.

Con los ojos como platos intentó reprocharme.

“-¿Cómo se te ocurre andar así mostrando la cola?  Si hasta  parece que la tanga te la va a partir en dos.-“

Divertida  por su alarma, sobretodo porque tenía toda la razón en lo referente a la forma en que la tanga  se me incrustaba entre las nalgas haciéndolas resaltar aun más, continué dándole la espalda, en realidad el culo,  ya que,  estoy segura,  era lo único él veía,  mientras que en el mismo tono intrascendente le decía:

“- Lo peor es que no tengo otra, es la misma del año pasado, cuando era más chica y no estaba embarazada. Tengo que, urgentemente, comprarme o conseguir que  alguien me regale otra, quizás lo haga mi hermana cuando venga de vacaciones, porque de ti es poco lo que puedo esperar.”

Esto último se lo dije sin animo de agredir pero si como una velada amenaza de un posible e intempestivo cambio de ánimo si proseguía con sus reproches de esposo celoso.

Al apoyándome,  en su hombro para quitarme la tanga  pude ver que aún no había perdido totalmente la erección alcanzada mientras me chupaba las tetas, así que volví aproximarme sin parar de hablar:

“ - Cuando me la puse, en casa de mis padres, los vellos se me salían por todos lado. No tuve más remedio que afeitarme como nunca lo había hecho.–“

Si lo de las tetas y lo de la tanga en el culo  lo habían sorprendido, yo diría hasta descolocado, lo de mi pepita afeitada con solo una crestita de pendejos negros, lo alucinó por completo. Y creo que con eso terminó,  realmente, de darse cuenta que estaba frente a otra mujer, pero como no se lo podía explicar  fue por eso  demoró bastante en decir algo.

Pero yo estaba  verbirrágica. y me exhibía con detalles

“_No te imaginas, al no estar acostumbrada  y con  la tanga apretándome la entrepierna. Menos mal que no dejé que el sol me diera de lleno ahí -“

El pesado de mi marido no se entregaba;  así que al ver el rasguño, que me había hecho con la rama, en mi muslo,  un poco más abajo del dichoso machucón, me preguntó a que se debía.

Pero,  yo andaba, en esos días, volando y de la misma forma le respondí:

“- Justamente, cuando se aproximaron los chicos, que de chicos no tienen nada, ya me fue imposible volver a entrar al agua, sobre todo porque el mulato estaba ”alzado”, como siempre  es, en realidad  como son todos,  en los primeros días de playa, llevándole la carga  todas las minas  y lo que menos ganas tenía era que él me viera así. –“

“ ¿Y eso que tiene que ver?-“ me re preguntó

“-  Que, en un momento me moría de ganas de orinar, así que, al no poder hacerlo disimuladamente en el agua,  tuve que ir a hacerlo entre unos arbustos y nerviosa porque había mucha gente  me enganché en unas ramas.-“ Otra mentirita a media ya que era verdad que había orinado entre los arbustos pero bajo la mirada atenta y divertida de mi primo cuando nos encontrábamos en nuestro erótico y agreste refugio.

Sin darle importancia y,  sobretodo, sin dejar de darle la espalda tomé con un dedo un poco de una delicada crema curativa y comencé espaciosamente  a aplicármela;  le estaba dándole tiempo a que procesara el cambio que tenía frente a sus ojos. Y mostrándole mi entrepierna agregue:

“- Voy a tener que también ponerme  un poco en mi pepita porque esto de afeitarse y el agua salda  da comezón -“

Con este espectáculo vencí su inconsciente resistencia. Tomándome de la mano me acercó a él para volver a chuparme las tetas que volvió, al ver que no me desagradaba,  hacerlo maravillosamente.

Quejándome  un poco, mimosamente,  de  que estaban muy irritadas, empujé, casi imperceptiblemente, su cabeza hacia abajo. Él, inclinándose,  prosiguió besando cariñosamente  mi barriga, pero se notaba que no era la paternidad la emoción que, en esos momentos,  lo invadía porque  su mirada estaba permanentemente dirigida hacia mí entre pierna y su boca se aproximaba,  cada vez más, a mi bajo vientre. Fingiendo cosquillas me moví facilitando su llegada, y agachándose cada más, besó el nacimiento de mis,  ahora, escasos  vellos; pero yo solo quería que me pasara un poquito la lengua por el clítoris y algún que otro lenguetazo,  por pura maldad,  nada más, porque de seguro que mi pepita estaría apestando después de toda la  actividad que le habíamos dado  con mi primo esa misma tarde,  pero, de forma increíble, aparentemente,  no le produjo asco.

Entonces para facilitar las cosas y poder  verlo bien  levanté una pierna apoyando un pie en una de sus  rodillas quedando su cara  a la altura de mi vulva le dije:

“ –No mucho, porque está peor que las tetas, debe tener hasta arena.-“

No bien se prendió con su boca a mi raja,  lo detuve, un poco,  ordenándole:

“- Solo con la lengua que está demasiado  irritada.-“

Yo no lo podía creer,  de la emoción, hasta me temblaban las piernas,  que estaba cumpliendo una fantasía super personal y tan íntima que incluso aún no se la había comentado, explícitamente,  a mi primo.

Verlo,  ahí,  entre mis piernas,  a mi joven marido,  con su rosado rostro y recién afeitado, limpito y perfumado, haciéndome sentir la  fresca caricia de su boca,  sacando al máximo,   hasta con esfuerzo,  su larga lengua para pasarla repetidamente en mi abultado clítoris, indudablemente saboreándolo, y chupando, sin saberlo,   mi manoseada,  re cogida y,  probablemente,  en esos precisos momentos, olorosa y salada concha,  sin demostrar ninguna repugnancia  y  hasta parecía que,  por lo contrario, lo disfrutaba;  todo  esto era muy fuerte

Tomándolo  de los cabellos,  en un momento en que su lengua comenzó a subir a lo largo de toda mi raja, separé un poco su frente de mi cuerpo para poder apreciar mejor su lambida, y al verse observado, levantando la vista me obsequió,  como si quisiera demostrar que podía llegar ser un experto,  con un rápido movimiento de lengua,  que me estremeció,  a la vez que me pareció ver algo,  muy lascivo y sumiso, en su mirada, que quizás nunca antes había reparado en él.

Si en algún recóndito lugar de mi mente existía algo de culpabilidad o remordimiento por las cosas que le estaba haciendo,  que estaba dispuesta hacerle y a sugerirle  que él, en el futuro,  hiciera, esa mirada  que creí ver,  o quizás solo imaginé,  los  disipó totalmente;   porque la impresión, que tuve por un instante,   fue que pese a su ingenuidad y falta de experiencia, en momentos como este, en donde yo ponía toda mi  imaginación y fantasía,    se le notó que, en el fondo,  quería  experimentar algo más que la mediocre y poco satisfactoria relación que venía teniendo.

A la vez que de mi misma confirmé,  sin lugar a dudas,  que al contrario a mi vida cotidiana que desde niña soy super  higiénica y ordenada, que adoro tener todas mis  cosas impecables, como la ropa, mi cuarto y ni que decir de mi cuerpo, a la hora de calentarme  tampoco le hacía asco para nada al sexo bastante sucio y puerco.

De cualquier manera, mi excitación e imaginación dependía, en esos momentos, del avance de mis planes. Así que, mismo que mi marido estaba con su pene bien erecto,  entré en la ducha  y corrí la cortina plástica. Él permaneció  sentado conversando, seguramente también dispuesto a deleitarse con el espectáculo de,  por lo menos,  verme secarme al acabar mi baño.

Yo estaba dispuesta,  mismo que exagerara peligrosamente con la insistencia de traer a mi primo a colación y  a agitar el tema de la casa;  así que mientras disfrutaba dejando caer sensualmente el agua por mi cuerpo le pregunté como iban las cosas de los arreglos, él estaba indeciso, aparentemente no tenía en mente solución alguna; le conté que en la playa yo le había comentado a los otros de los planes y dificultades para alquilar y parece que todos los del barrio están en la misma porque parece la temporada promete ser buena etc. etc.  Hasta que por fin llegó, el momento en que escuche,  exactamente, lo que quería escuchar:

“ -¿Por qué no le preguntas a tu primo, ya que tienes tanta confianza con él, sino nos  quiere ayudar con esto de la casa?-

Al oír esto, casi me violo con mis propios manos, y menos mal que la cortina no era totalmente transparente porque mientras me enjabonaba mi entre pierna, me introduje dos dedos en la vagina y solo, disimulado por el agua que corría por mi cara ahogándome,  pude articular:

“- Puede ser, hasta que no es mala idea..-“ tuve que agarrarme con la otra mano  de las canillas, por el estremecimiento que me invadió.

Al ver que yo no ponía resistencia frente a  su idea,  mi marido continuó argumentando a favor de la conveniencia  y, en realidad la única opción  de salir adelante,  sin saber que sus palabras me estaban sonando como el mejor afrodisiaco, apenas si podía responderle pero quería hacerlo, a la vez que me masturbaba frenéticamente, como hacía mucho tiempo que no lo hacía,  incluso cuando le dije:

”- Pero, de o cualquier manera,  mi primo,  querrá ganar algo de dinero.-“

Mientras esperaba, impacientemente, su respuesta, había llevado la otra  mano hacía atrás y inclinándome solo un poco, para poner mi cola en realce, apoyé un dedo en mi orificio trasero. Y en el preciso momento en que oí su propuesta:.

“- Deberías hablar con él para pagarle de alguna forma aunque sea poco    a poco.- “

Mis dedos se deslizaron en mi interior,  también el que tenía apoyado en mi ano que con una facilidad, para mi asombrosa, se introdujo casi hasta el segundo nudillo. :Estaba como rabiosa de calentura,  y,  más que mover mis manos,  moví mis caderas hacia delante y hacía atrás en una violenta y sugestiva doble penetración; por suerte,  el jabón,  que facilitaba la penetración,  era de buena calidad, muy suave y cremoso sino probablemente me hubiese ardido.

Las palabras de mi marido, ajeno a lo que estaba sucediendo a tan escasa distancia,  detrás de la cortina de  plástico, nombrando, continuamente,  a mi primo,  me sonaban como lo más morboso que me había ocurrido con él en todo ese tiempo desde que comenzamos a salir.. Yo no podía ni hablar;  disimulaba mis gemidos con el correr del agua en mi boca, pero un par de ellos los llegó a oír con toda claridad;    A lo que, a la vez que me enterraba casi todo  mi dedo mayor en el trasero, en un acto lleno de simbolismo que es de  los que más me moviliza, le   tuve que inventar la excusa que se debían al ardor que producía el agua y el jabón en mi sensible y achicharrada piel.

Cuando cerré el grifo y corrí la cortina, aprecié que él había perdido, pero no totalmente,  su erección. Mientras me secaba, manteniendo la distancia, re inicié la excitante conversación que prosiguió durante ligera cena donde dando inequívocas muestras de alegría y optimismo intercalé  algunos  de los subidos comentarios que  mis amigas  habían formulado en la playa.

Darle vueltas al tema  era por demás estimulante, aunque a medida que mi cuerpo se enfriaba el cansancio y los pequeños dolores me invadían; ya que había sido mucho para un solo día. Pero a la hora de estar, esta vez,   en la cama no quería dejar en ascuas sexuales  a mi marido. Todo lo contrario, quería, mientras transcurriera la conversación “premiarlo”,  sobretodo por su propuesta,  para que aquel día culminara, como conmigo, siendo trascendente y memorable.

Así que no bien se me arrimó, en la cama, permití que mientras me preguntaba sobre  cuanto dinero habría que pagarle a mi primo, fuera  desprendiendo los botones superiores para que, enseguida mientras escuchaba mi respuesta,  volviera a besarme las tetas.

Se sorprendió gratamente  cuando terminé por abrirme todo el camisón y ver que nos llevaba ninguna  ropa interior aunque le manifesté,  mimosamnete,   que estaba muerta    de cansancio pero de ninguna manera lo rechacé sino que permaneciendo boca arriba adopté una actitud pasiva pero receptiva. A la vez que le confesaba que era optimista frente a lo que pretendíamos.

Se entretuvo besando y lambiendo mis senos mientras yo con los ojos cerrados disfrutaba de sus caricias a la vez que me dejaba llevar por mis recuerdos y mi imaginación;  en ella quería tener a mi primo ahí, para,  mientras,  poder, por lo menos,   chuparle la pija. Como sustituto de esta fantasía tomé una mano de mi marido, y sin que este dejara de hacer lo que estaba haciendo, y por cierto muy bien,   me llevé su dedo pulgar mi boca y luego de juguetear con  él con mis labios y lengua. me lo introduje y lo chupe como si fuera un pequeño pene. Mi marido, al levantar su vista, estoy seguro  alucinó con mi cara de chupa pija.

Su calentura llegó al punto que apresurándose a sacarse toda su ropa;  amagó con  prepararse penetrarme pero delicadamente lo rechace, porque  la emoción que sentía, en esos momentos, no pasaba por tenerlo en cima de mí.  Me preocupé cariñosamente,  sin dejar juguetear con su dedo cerca de mi boca,  de decirle que estaba físicamente agotada y dolorida para aguantar la penetración  sin una conveniente preparación. Esta vez, ni siquiera como excusa, sentí de decirle, por que él ya lo sabía y porque no era a favor de mis planes y deseos, que el problema, aunque ahora con mi primo a mi lado había dejado de serlo,  pasaba por que    él se acababa enseguida sin darme tiempo a mí para llegar a sentir placer.

Así que frente a tanta delicadeza, la onda erótica no se cortó en ningún momento, por lo que lo incentivé  a continuar lo que había comenzado, tan decididamente,  en el baño;  pero esta vez totalmente desnudos. Permanecí boca arriba dispuesta a dejarme  que me chupara toda, que era lo que realmente quería. De mis tetas pasó a comerme, directamente,  la  vulva; yo  lo ayude abriendo mis piernas y flexionando las rodillas, a la vez que acomodaba bien la almohada debajo de mi cabeza, incorporándome,  para que, lo más cómoda posible,  cada vez que abría los ojos poder ver con que voracidad él lo hacía y que  ya tenía una de sus manos aprisionando y manipulando su pene, era una escena que sumado a todo lo que había hecho con mi concha ese día  y a todos perversos pensamientos que ella misma provocaba me aproximaron a un orgasmo que de estar  mi primo ahí, hacía horas que se hubiera desencadenado.

Cuando vi, al pendejito de mi marido, que lambía,  se separaba un poco para observar detenidamente mi cuquita para volver a lamberla,  mientras aumentaba el ritmo de su mano en su  miembro  supuse que de continuar así en cualquier momento podría eyacular, cosa que a pesar de mi cansancio por el momento no deseaba  así que le exigí que me diera la mano, la cual guié hacía mis tetas  y acompañé, con una de las mías,  sus caricias  para luego hacerla llegar, con  un poco de esfuerzo,  hasta mi boca donde inmediatamente aprisioné con mis labios su dedo gordo para volver a chuparlo exageradamente mientras con la otra mano dirigía los movimientos de su cabeza entre mis piernas. Desde los pelos volví  a separarlo, un poco,  para que apreciara visualmente la degenerada chupada de dedo, pero luego lo empuje contra mi concha para que la  siguiera chupando  a la vez que le demostraba con mi lengua que estaba gozando con algo en la boca aunque fuera solo un dedo, pero del que no quedaba  duda, simbolizaba,  por la forma en que lo trataba, aunque más pequeño, un miembro.

Mis contracciones aumentaron junto con la presión de mi mano en su cabeza, sentí que mis jugos se mezclaban  con su saliva. Él, seguramente sorprendido, no dejó de hacer lo suyo, por el contrario, chupó y tragó todo lo que fluía de mí, mientras yo, tensa,  le mordía el dedo.

Con un sugestivo suspiro, separé su cara de mi entrepierna para poder girar mi cuerpo, ubicándome de costado, e invitarlo a ponerse, bien pegado,  detrás de mí. Tras descansar unos instantes, volví a tomar su mano para llevármela a la boca y re iniciar la sugestiva chupada de pulgar. Él, alucinado,  no desperdició la oportunidad de penetrarme.

Pero no bien, sintió, supongo, con  que  facilidad  su pene,  que es algo grueso,  sobretodo la cabeza, se perdía en mi vagina, tan encharcada y dilatada como nunca antes él  la había experimentado, hasta el punto de que su ingle, sin ninguna dificultad,  llegó rápidamente a chocar con mis nalgas,  no pudo contenerse y  emitiendo  sus habituales y repetidos “ no” se acabó rápidamente dentro de mi,  sin que yo dejara, en ningún momento,  de chupar el gordo dedo convertido en ocasional pijita, y así continué, acompañando tan exhibicionista chupada con algunas contracciones voluntarias de mis músculos vaginales hasta que el pene, totalmente exprimido, se escurrió de mi interior.

Lo sucedido ese día, fue clave en ese momento de mi vida y en mi matrimonio, ya que a partir de ahí,  fue que logré introducir a mi primo en mi casa y la propia relación  con mi marido,  desde lo sexual,  comenzó, rápidamente, a evolucionar, sobretodo, porque  los mensajes explícitos y implícitos que, muy oportunamente, habitualmente le dirijo, muchas veces, no solo ha logrado entenderlos sino que, algunos,  hasta los disfruta.