Primo y prima casada e infiel (16)

Les cuento como, en esos primeros días de mucho morbo mental, apareció, en nuestras fantasías, por primera vez y explícitamente, una amiguita mía que ya alguna vez me he referido a ella.

Después de aquella mañana en que mi primo re inauguró totalmente mi culito introduciendo en él por lo menos la mitad de su larga pija; aunque sin que aun yo, en contra de lo planeado, pudiera sentir su esperma inundándome porque al no podernos contener y esperar los resultados de sus análisis, enloquecidos por estar teniendo sexo por primera vez en mi cama matrimonial, lo hicimos con preservativo; y que luego nos masturbáramos morbosamente hasta el cansancio mientras yo le contaba lo que le había hecho a mi marido en esa misma cama durante la noche, solo horas antes y, sobretodo, incentivada y acicateada por mi primo, que ya se había dado cuenta del calenturiento efecto que, estando junto a él, me producía el fantasear, no paraba de imaginar y planear cosas perversas, aunque nada muy grave, un poco sadismo soft o mejor dicho ligth , para con mi marido; entonces, como les contaba, después de ese día las visitas matinales de mi primo, enseguida, de que mi marido salía hacia su trabajo, se convirtieron en algo habitual.

En el segundo día, estando totalmente relajados disfrutando de la cama de dos plazas, al punto de que, mientras él permanecía acostado boca arriba, yo estaba con mi cabeza apoyada en su abdomen chupeteando perezosamente los restos de semen de su semi dormida verga, después que me acabara en mi incipiente vientre, fuimos sorprendidos por ruidos de gente llegando en el exterior de la casa y unos golpes en la puerta.

Quedamos paralizados; a mi primo casi se le salta el corazón por la boca; el susto fue tal que ambos permanecimos, apretándonos las manos, en un super tenso silencio hasta que, por suerte, sentimos la voz de mi amiga la morenita llamándome por mi nombre.

Poco a poco nos fuimos distendiendo a la espera de que, al no tener respuesta, se fuera, pero como no aflojaba en la insistencia de su llamado decidí que lo mejor era atenderla para saber que quería.

Le sugerí a mi primo que permaneciera sin hacer ruido encerrado en el cuarto; así que, mientras me ponía algo encima pero sin preocuparme en buscar algo para abajo, me anuncié con un impaciente y repetido: "- Ya va –" .

Antes de salir del cuarto, lo besé en la boca intentando una fugaz despedida y diciéndole que se tranquilizara porque la mulatita no se percataría de que él estaba ahí: Pero una vez pasado su primer susto, volvió al ataque, su verga ya estaba tomando nuevamente rigidez y me la exhibía obligándome a agarrársela; y de esa forma retrasando que fuera al encuentro de la inesperada visita; solo luego de que se la besara, metérmela toda en la boca y bombeármela dentro de ella un par de veces, me dejó salir.

La pendeja estaba radiante, toda acalorada porque había venido en bicicleta pero también bastante mojada por la llovizna.

Mis padres la habían mandado para saber de mí ya que hacía un par de días que no aparecía por su casa.

Desde que era chica mi madre le daba algunas monedas a cambió de que le hiciera mandados o alguna tarea y ahora aun más ya que la niña siempre andaba necesitando un poco de dinero para gastarlos en el ciber café porque adoraba chatear con amistades y noviecitos.

También traía la misión de recordarme que ese día almorzarían con mi tío, el hermano menor de mi abuela, mi "padrino económico" con el cual yo acostumbraba hacer buena letra ya que él gustaba de hacerme regalos y en pocos días sería mi cumple; para el cual ya me había prometido un buen regalo pero también por lo del embarazo.

Como siempre conmigo la morenita estaba de buen humor y también quería avisarme del inicio de las clases gratuitas de informática que comenzaban en un par de horas; para las cuales, días antes, ella, con muy buena onda, me había inscripto y reservado un lugar.

Ante tan buen astral me olvidé de la interrupción del susto que nos había dado hasta le ofrecí una toalla para secarse un poco.

Tenía su corta camiseta empapada al punto de que se le notaban los pezones.; además como traía colgada de su hombro derecho una pequeña carterita que le quedaba a la altura de la cintura pero del lado opuesto; entonces la cuerda que la sostenía le cruzaba su pecho separando y resaltando, aun más, sus pequeños senos.

Bromeando, pero indudablemente inmersa en la onda erótica que estaba viviendo y que me afloraba, incluso, inconscientemente, le dije que no era muy conveniente ir a la primera clase de computación con ese aspecto de concursante de certamen camisetas mojadas. Le causó mucha gracia, así que, sacando pecho, orgullosa y literalmente, festejó mucho mi comentario.

A esa altura de la conversación, yo ya estaba experimentando cierto placer, a pesar de los riesgos, en prolongar la situación; el hecho de tener, en esos mismos momentos, encerrado, sin escapatoria, en mi cuarto, a mi primo, después de haber estado calentándonos y disfrutando al máximo de nuestras más morbosas fantasías, me excitó sobremanera. Y sentí deseos de saber lo que estaría haciendo en esos precisos instantes.

Para eso, ya que para conseguirla yo debía volver entrar a mi cuarto, pero también de buena onda con la pendeja le ofrecí una camiseta mía que sustituyera la mojada que llevaba puesta. Aceptó de muy buena gana porque si había algo que la caracterizaba era su extrema coquetería.

Le encantaba todo lo referente a la ropa y la bijuterie. A pesar de su edad ya se había tatuado un pequeño diseño en el abdomen a menos de diez centímetros por encima de su ingle derecha y también lucía un minúsculo piercing en el ombligo.

Como siempre también ese día usaba anillos hasta en los dedos pulgares, grandes aros en sus orejas, varias pulseras y colgantes en cuello. Además, como acostumbraba, generalmente que podía, usaba un poco de maquillaje pero lo que más resaltaba era el brillo que lucia en sus carnosos labios.

Como dicen los varones: con esa edad y andando así de producida en plena mañana por un pueblo y en bicicleta, por más que ya habían comenzado a llegar veraneantes, era "un verdadero penal"; pero como yo la conocía desde siempre no me llamaba, mayormente, la atención su estilo

La dejé secándose, pero la ubiqué de una forma que no pudiera ver, por las dudas, hacia adentro del cuarto cuando yo abriera la puerta.

Una vez dentro me sorprendí cuando comprobé que mi primo había estado todo ese tiempo detrás de la puerta escuchando todo. El muy arriesgado ni siquiera se había puesto el calzoncillo y me esperaba con la pija en la mano, de seguro, para que yo, a pesar de mis celos, recordara que la negrita lo calentaba,

En un segundo ya estabamos trenzados en un chupón desfrenado, sus manos buscaron mis partes desnudas debajo de la camisola que me cubría. Sus dedos entraron directo en mi vagina que se humedeció en el acto. Yo, como si se la estuviera mostrándosela a alguien, desplazaba hacia atrás la piel de su verga dejando al descubierto totalmente su hermoso glande.

El hecho de que a poco metros y separados por tan solo una puerta, en la que, incluso, estabamos apoyados, hubiera otra una persona, nos voló la cabeza.

Para mí fue espectacular percibir, en tan pocos segundos, el grado de calentura de mi primo y entendí, al verlo así e identificarme con él, porque no le molestaban y siempre estaba compartiendo e incentivando mis fantasías aunque fueran con otro hombre.

Era excitante demás, pero no podíamos hacer nada ruido y tampoco podía demorar demasiado en salir del cuarto; de cualquier manera y de eso me di cuenta enseguida, ya que si yo lo sentía así, ni que decir de primo que ya me había hecho saber que de alguna forma le tenía un poco ganas a la minita, ambos queríamos aprovechar a seguir y seguir, por lo menos en nuestras fantasías, transgrediendo en casa, como lo habíamos venido haciendo todas esas mañanas Así que aprovechamos los pocos segundos en que permanecí en el cuarto para hacer de todo: me apoyé de cara parada contra la puerta y mi primo me lambió el clítoris, la vulva y culo mientras yo me agarraba las tetas.

Luego, para completarla, a la vez que yo buscaba en los estantes del armario alguna camiseta le viniera bien a la morena, mi primo desde atrás me la puso entre las piernas de forma que la cabeza y un buen pedazo del tronco de su verga aparecían por mi frente.

Ahí recordé la primera vez, pocos días antes, que lo habíamos hecho frente al espejo, en el cuarto de mis padres;; esa vez, verme reflejada de cuerpo entero con casi diez centímetros de dura pija saliendo hacia delante de mi entrepierna como si fuera mía, me había resultado super erótico y hasta me había dejado llevar por las más extrañas fantasías de mi mente.

Así que esta vez con una mano la masturbé un poco, hasta que sentí la voz ahogada de mi primo con su boca pegada a mi oreja.

-" Trae la pendeja para que le dé unos chupetazos. "-

Quizás porque sabía que, en esos momentos, era solo una fantasía, un nuevo y excitante ingrediente para continuar nuestro morboso juego, ni siquiera me sorprendió que ni por un instante asomaran mis instintivos celos; por lo contrario, hasta pasó por mi mente la imagen de la tentadora boca de mi amiguita.

Ella era bien trompudita, de labios húmedos y carnosos, además como si supiera que quizás, su mayor atractivo era su boca o simplemente porque era una de sus zonas más erógena siempre andaba, mascando chicles y haciendo globos con ellos, saboreando algún chupetín o hasta lambiendo entretenidamente, como si aun fuera una niña, alguna paleta.

  • " Sos un hijo de puta, -" Le dije en un tono muy alejado a expresar molestia, ya que al pasar por mi mente la imagen de esa boca era muy entendible su comentario, pero también porque no podía hablar mucho,. Mi respuesta fue el aumento en la velocidad del movimiento de mi mano en su pija.

" Dale, convencela de que le dé unos besitos a tu pija . –"

Con sus palabras mi primo había logrado volver a calentarme y transmitirme su fantasía, sinceramente, no pude dejar de imaginármela agachadita lambiendo el pedazo de verga que sobresalía de mí; fue muy fuerte y casi lo hago acabar por la presión que la emoción experimentada trasmitió a mi mano.

Ahí logré separarme, porque tenía que encarar lo de la minita que había quedado esperando por la camiseta; así que tomé varias para que eligiera.

Salí del cuarto disculpándome con ella por la demora y sin poder separar la vista de su boca, le expliqué que había sido causa de no tener claro cual era la que le quedaría mejor.

Lo desarreglado de mi aspecto y cierto inocultable nerviosismo la llevó, de cierta forma también ayudándome a encontrar la respuesta, a preguntarme si recién me había despertado y si estaba mi marido. Le contesté afirmativamente a ambas cosas, porque indudablemente algo había escuchado de lo de adentro del cuarto; pero, a la vez, bajando la voz y en tono confidencial, le pedí encarecidamente que no fuera a contar en casa de mis padres que mi marido no había ido a trabajar porque sería para lío si mi padre se enteraba porque había sido él quien lo había recomendado para ese trabajo con la condición de nunca dejara de cumplir.

Me encantó la mentira a medias y me tranquilicé aun más; y ya que en teoría en el cuarto estaba mi marido y en cualquier momento podía salir la invité a pasar al baño junto conmigo para que, mientras yo me lavaba y me arreglaba un poco, ella terminara de secarse y cambiarse por fin la camiseta.

Sin ningún pudor se sacó la prenda mojada para poder secarse totalmente quedando con las tetitas al aire. Ella me hablaba del curso mientras yo cepillándome los dientes la observaba a través del espejo. Sus noveles tetas, por supuesto, aun sin desarrollarse completamente, eran todavía solo poco más que dos músculos pectorales masculinos bien formados; pero las circunferencias de las aureolas sus pezones eran enormes en relación con el resto.

En ningún momento demostró prisa por vestirse. Me preguntó cual de las camisetas le aconsejaba; le sugerí que se las probara y que luego ella eligiera. Delicadamente, me dijo que mejor no porque estaba un poco transpirada por la bicicleta; le quité importancia al hecho y hasta le ofrecí mi desodorante. A esa altura yo ya la miraba de frente, sin nada de recato, además no podía dejar de imaginar a mi primo encerrado en el dormitorio, de seguro, masturbándose. Además sabía que no bien la negrita se fuera el me preguntaría cosas morbosas de ella y yo le contaría todo.

Solo de onda para seguir haciéndome la cabeza y de paso también justificar lo que le había dicho sobre que mi marido no había ido a trabajar, y mientras ella no paraba, quizás inconscientemente en su explosión hormonal, de toquetearse cuando se probaba las prendas, le conté en tono intimo y confidencial que la noche anterior habíamos cenado con mi primo para combinar de que forma ayudaría a mi marido con los arreglos de la casa pero como también estabamos super divertidos y esperanzados, además de haber tomado cerveza, la velada se había prolongado hasta mucho después de la medianoche.

Ella me escuchaba atentamente demostrando, como siempre, real interés en mis cosas y la impresión que yo estaba teniendo era que la minita, también, con esa forma de exhibirse, tan natural, me estaba mostrando o quería demostrar que ya había dejado de ser una niña, y con sus tetas lo evidenciaba, por lo tanto, además de que a partir de ese día íbamos a ser compañeras de curso, ya podíamos ser amigas en igualdad de condiciones.

Luego de probarse todas las prendas, ponerse desodorante y elegir por supuesto la que le quedaba más chica para así, indudablemente, poder mostrar toda la barriga, por supuesto el tatuaje y el ombligo, además de mucha espalda, hasta prácticamente el nacimiento de la raya de su cola que aparecía solo oculto por el grueso elástico con la marca de su tanga que sobresalía a la cintura de su cortisimo short; por fin quedó pronta y se dispuso a partir.

Convenimos que como ella iba a pasar por el ciber por buen rato y yo aun debía arreglarme y desayunar algo, nos encontraríamos en el centro comunal a la hora del inicio del curso.

No bien salió, tranqué la puerta y reingresé a mi dormitorio. Ahí, quedé gratamente impresionada cuando vi a mi primo acostado boca arriba, aun desnudo y despatarrado, ocupando toda la cama, con sus veinte centímetros de verga en ristre.

Se masturbaba lentamente, y yo al verlo no pude dejar de amarlo, así que me quité la única prenda que me cubría y me deslicé a su lado, no sin antes, en el trayecto, detenerme con mi boca en su pija para darle unos chupetazos. Y ya, una vez bien juntos, mientras que con una mano lo masturbaba y él me acariciaba todas mis partes sensibles, además, sabiendo que era eso lo que él esperaba, le conté todo.

Se excitó mucho cuando le dije que la negrita se había dado cuenta de que en el cuarto había alguien más , a lo que yo había tenido que mentirle diciéndole que era mi marido que no había ido a trabajar, pidiéndole, incluso, mucha discreción con eso para que mis padres no se enteraran.

Pero lo máximo fue cuando que sin sentir ningún tipo de celos le describí con lujo de detalles lo de las tetas de la pendeja.

Le encantó la forma en que le conté todo y se puso adorablemente como loco conmigo diciendo que yo era una divina y que con esa forma ser mía no creía que existiese alguien que pudiera llegar a calentarlo más que yo.

Nuestras manos no paraban de acompañar, en ansiedad y osadía, nuestras palabras, solo mi ojete se salvaba de tanto manoseo porque como me lo había roto con su pija la mañana anterior aún me dolía, mejor dicho me ardía algo.

Para enloquecerlo un poco más le dije que me había parecido que la negrita, de cierta forma, en los cambios de camisetas, había aprovechado, a conciencia, a desnudar, frente a mí, sus morenas tetitas con el propósito de mostrarme lo crecida que estaba y también, cómo ya me había visto y consolado en dos de mis peores momentos, para demostrarme con la audacia la complicidad y el compañerismo de una mujer mayor que ya estaba apta para que la yo considerara mi amiga, a pesar de que a esta edad la diferencia aun se nota.

Mientras le decía todo esto a mi primo, la velocidad de mi mano había disminuido y lo masturbaba lentamente. Era tanta su calentura que sentí que yo tenía el control de enloquecerlo aun más.

Entonces, antes de que acabara, cosa que ya era eminente, me separé y salté de la cama, dejándole super expectante; fui hasta el baño para volver rápidamente vistiendo la camuflada, combinando una variedad de verdes, y mojada camisetita de la morena. Cuando me vio se dio cuenta que mi vestimenta formaba parte del juego erótico en que estabamos inmersos, y, sin dudas, por lo mojada y lo ajustada que me quedaba, supo enseguida quién era la dueña de la pequeña prenda.

De cualquier manera logré sorprenderlo y que sintiera, por un momento, y así me lo dijo, que yo era la mejor o la peor según se quiera ver las cosas y, ya que había logrado, por calentura, saltar por encima de mis celos, sentí que estaba siendo cada vez más "única" en su vida.

Dándome un aspecto que se me ocurrió de guerrera y mercenaria, la camiseta mal cubría mis durisimas lolas, al contrario, más las realzaba, sobretodo porque la parte de abajo, de tan corta, quedaba en el aire mostrando parte de mis dos redondas curvas. A la prenda, que ya de por sí era muy chica y que estaba mojada se le sumaba , por supuesto, el tamaño de mis prominentes senos de embarazada excitada; me quedaba como si fuera solo un pequeño top.

No bien me acosté a su lado mi primo se prendió de mis tetas pero sin descubrirlas, las chupó por encima de la camiseta, sin dudas oliendo y saboreando el sudor de la mulata. Sin dudas la introducción de un aroma extraño entre nuestros cuerpos se convirtió en otro excitante ingrediente.

Yo sintiendo que de alguna forma lo tenía dominado, disfruté conscientemente de la ausencia de celos, y muy por lo contrario, invadida por un espíritu transgresor, le apretaba la cabeza contra mi pecho a la vez que le decía cosas como:

-"-Chupá degenerado, pervertidor. Te gusta el olor a negra. Otro día te voy a conseguir una tanga como la que se le veía hoy.-"

Era tanta mi calentura, porque, además, él nunca había dejado de manosearme, que no pude dejar de gozarme conmigo misma frente tanta audacia y sin medir las consecuencias. Él, cuando lograba zafar de mí apriete, solo me repetía que me amaba lo que incentivaba aun más mi degenerada conversación.

-" –Algún día me vas a contar, sobre las morenitas que te garchaste en Brasil. Estoy segura que es por eso te gusta ésta.- "

Entonces, no se aguantó más, se incorporó subiendo hasta quedar de rodillas con su pija bien cerca de mi pecho, obligándome a girar el cuerpo un poco para poder introducírmela entre mis tetas por debajo de la camiseta comenzando un morboso vaivén Yo lo ayudé apretándolas con mis manos para un mayor y mejor contacto de la tela, mis senos y su pija; la veía aparecer bien larga de entre mis tetas, desde abajo del escote, al punto de que conseguí llegar a darle algunos lenguetazos.

Lo que estábamos haciendo era una verdadera maldad ya que se la estabamos arruinando toda pero no era momento de mesura, muy por lo contrario, continuamos estirándola y subiéndomela, como para sacármela por la cabeza, hasta permitir que, aun cubierta por ella, la pija de mi primo se alojara cómodamente en mi boca. Aprisionándola, envuelta por la prenda, con una de mis manos, la pajié contra mis labios, a la vez que volví a percibir claramente, por la proximidad con mi nariz, el mezclado y penetrante perfume de su dueña.

A esa altura, necesitaba si o sí que mi primo me penetrara. Mi concha era un fuego y mis caderas habían adquirido unos movimientos pelvianos ajenos a mi voluntad; nos habíamos estado toda la mañana masturbándonos, incluso el ya había acabado una vez, pero sobretodo pudriéndonos la cabeza y, excepto por las veces que la había tenido en la boca, desde que me la introdujo en culo, el día anterior, no la sentía adentro.

No aguantando más y viendo como se morboseaba con la camiseta y mi boca, le pedí que por favor me la pusiera, y hasta se lo repetí un par de veces en tono casi de suplica diciéndole, melosamente, que haríamos todo lo que él quisiera si me la ponía bien adentro.

Esa vez no demoró y estando los dos de costado y frente a frente, comenzó a deslizarse hacia abajo, inmediatamente yo manotié su verga para dirigirla rápidamente a mi ardiente vulva.

Por suerte, mi primo reaccionó a tiempo, porque si hubiera sido por mí y lo empapada de mi vagina todas las precauciones que habíamos venido tomando todos esos días habrían ido a parar al tacho; ya que, en el estado en que estabamos, no bien su glande entrase en contacto con mi entre pierna, sin lugar a dudas, como enseguida ocurrió cuando ya mi primo se había colocado un condón, mi glotona conchita se lo hubiera devorado y succionado hasta hacerlo acabar.

De igual forma, aunque fue todo bastante rápido, sobretodo porque yo no podía controlar las contracciones y movimientos de mi bajo vientre, y, ya con el preservativo puesto, al hacerlo en esa posición, de costado y frente a frente, unidos por los sexos pero con nuestros rostros bastante distanciados, resultó muy excitante poder mirarnos a los ojos y ver, por momentos, lo extraviados que estabamos de tanta calentura.

Mientras yo me movía, él continuaba manoseándome y estrujándome las tetas por encima de la camiseta, y hasta yo misma lo ayudaba en ello con mis manos. En esa oportunidad, al contrario que la mayoría de las veces, no nos decíamos nada, aunque, sin lugar a dudas, coincidíamos en mucho de lo pensábamos.

En un momento como yo sudaba a mares me ayudó a quitarme la morbosa prenda pero fue solo para poder pasárnosla por todo el cuerpo, incluso por nuestras bocas y lenguas que por instantes intentaron unirse a través de ella.

Por fin la fuimos bajando pasándola nuevamente por mis tetas. Luego mi primo, cuando más acelerados eran mis movimientos, retiró la camiseta de nuestro frente para llevarla con su mano hacia mi cola e introducírmela entre las nalgas. La movía como si me estuviese limpiando el culo, incluso, apretando con sus manos ambas nalgas para aprisionarla dentro de ellas, hasta que sin parar de moverse comenzó a juguetear con un dedo, a través de la prenda, con mi sensible ojetito; hizo presión hasta lograr, ayudado por lo fina y sedosa, además de que en esos momentos estaba muy mojada que su dedo entrara un poco, me pareció que no más que un par de centímetros, solo hasta el primer nudillo, enfundado en la tela.

A mí me dolía un poco y no paraba de emitir ahogados quejidos, pero era tanto el placer que partía de mi concha a la vez que disfrutaba viendo la cara de mi primo totalmente desencajada apretando los dientes que casi le digo que me metiera mas dedo y camiseta en el orto paro solo le grité que le quería mucho y que me encantaba todo lo que hacíamos.

Hasta llegué a llevar una de mis manos hacia atrás para con mis dedos comprobar lo que en mi culo sentía Él me preguntó morbosamente si me dolía, a lo que le contesté, aunque podía esperar cualquier cosa, que me ardía un poco. Entonces fue retirando, delicadamente su dedo de mi culo dejando la prenda en mi mano y, por fin, la hice llegar hasta nuestros sexos donde, sin necesidad de la ayuda de mi primo que me tenía agarrada de las nalgas me la pasé bien, también para que él lo viera, por el clítoris y por el pedazo de su verga que en cada vaivén de mis caderas salía de mi concha cargada de mi pegajoso y blancuzco líquido.

Ya era mucho, hasta para mi cabeza, y para entregarme totalmente a un violento, orgasmo que ya se había desatado, solté la camiseta que quedó rodeando lo que de su pija quedaba afuera separando nuestros huesos pelvianos que ambos, debido a mi embarazo y evitando una penetración muy profunda, nunca aun hacíamos chocar; era como si le estuviéramos haciendo un sanwiche a alguien.

Porque me era imposible, dado lo dilatada y empapada de mi vagina darme cuenta cuando el condón había comenzado a llenarse de su semen. Entonces, más que nada, percibí, por sus movimientos, algunos sonidos que emitía y la expresión de la cara, la descontrolada forma que mi primo se estaba acabando y hasta me dio para decirle algunas otras cosas bien degenerada s para estimularlo aun más.

Después de acabar nos quedamos un ratito enganchados por el sexo mientras él no perdía su dureza. Fue bueno y divertido ya que en la misma posición nos mirábamos y nos reíamos sin poder contenernos.

Otra sensación, un poco mas compleja, fue la que experimenté, un poco más en frío, esa primera vez, al encontrarme en el curso, que por supuesto llegué un poco tarde, con la mulatita, siempre tan cariñosa conmigo, aunque una cosa no excluye la otra, luego de que solo un rato antes había estado pensando y diciendo las cosas más guarras al respecto de ella.