Primo y prima casada e infiel (12)

Despues de la visita de mi primo, quedé tan caliente que me aproveche de mi marido.

A partir de que mi primo - amante entró, definitivamente, en mi casa, con la excusa, aunque también verdadera, de ayudar a mi marido, con algunos arreglos de la casa, fue para mi una incesante y creativa actividad sexual, por llamarla delicadamente de alguna forma.

Ya en el primer día, en que, entre otras cosas, le chupé la verga, en mi cuarto, mientras mi marido había salido para hacer unas compras, y luego de una cena que resultó muy excitante, cervezas mediante, cargada de insinuaciones groseras de doble sentido, por ejemplo, continuando el rollo, que ya habíamos comenzado cuando impúdicamente me exhibí a mi primo a espalda de mi marido, sobre los posibles usos que los inquilinos veraneantes, le darían a mi cama matrimonial.

Por otro lado, con mi primo la fuimos demorando lo más posible porque sabíamos que lo que más nos habría de costar, y por cierto que fue lo que más nos costó, sería la despedida.

Pero una vez que este partió, me di cuenta de que no solo nosotros, que sí, teníamos muy buenas razones, habíamos sido los únicos que nos habíamos excitado porque al quedar a solas con mi marido, este se me abalanzó cariñosamente reaccionando a sus últimos momentos de visible modorra, dificultándome, con sus cariños, las tareas de ordenar la cocina; no lo rechacé totalmente, pero lo mandé a la cama diciéndole que yo no me demoraba luego de ir al baño.

En realidad, yo permanecía por lo acontecido y por todo lo que, de seguro, iba acontecer, aun muy caliente y excitada, pero también contenta porque a partir de ahí podía vislumbrar un poco de esperanza de que por lo menos ese verano, en las vísperas de mis últimos meses de embarazo, la cosa, aun sin solucionar nada definitivamente, no sería tan paupérrima y mediocre; pero sobretodo porque sentía que podía confiar en el apoyo, aunque sea moral de mi primo.

Esa misma alegría, me cargaba de energía y sensualidad; además de que en las dos últimas veces que habíamos estado juntos con mi primo, nos habíamos re chupado y, sobretodo, masturbado pero no me había penetrado; y si, en esos precisos momentos, no estaba ensartada en su largo pene era porque ahí estaba mi marido, y, aparentemente, no teníamos, en esos momentos, forma de burlarlo, aunque esto último yo soy la menos indicada en garantizarlo.

Después, en el baño, higienizándome, antes de ir a la cama, aproveché para inspeccionar, desnuda, todo mi cuerpo, buscando alguna comprometedora marca. El machucón del camisetazo prácticamente había desaparecido, aunque no es lo común en mí ya que por un tema de circulación de la sangre cualquier golpe me deja marca por un buen tiempo y las recientes nalgadas que mi primo me había dado con la revista habían sido más que nada simbólicas.

Con la ayuda del espejo de mano, en su lado cóncavo que amplia la imagen, por ejemplo a efecto de facilitar la depilación, pude observar curiosa y detenidamente, el estado de mi ano, luego de que mi primo introdujera en él totalmente su dedo mayor, incluso, en algún momento, con un poco de violencia.

A la vista, no mostraba nada inusual, quizás solo un poco de irritación; por lo demás parecía, como siempre, igual de hermoso y deseable enmarcado en mis redondas y duras nalgas; claro, que esto era una impresión muy mía pero no solo porque era el mío, sino que sabía lo codiciado que le resultaba a muchos, y muy especialmente, a mi primo, que, sin duda, estaba contagiándome su pasión por él y que se aprestaba, luego de haber sido el primero, años ha, en esos días, a penetrarlo, nuevamente, con su culeadora pija.. algo que yo, también, ya esperaba ansiosa.

Bastó estar unos momentos probando diversas posiciones con el espejo en búsqueda del mejor ángulo para poder apreciar la imagen de mi ampliado oyito para que se dispararan en mí los más calientes recuerdos y pensamientos que lo tenían como protagonista.

Todo lo acontecido con mi primo, muchos años antes, lo tenía, últimamente, super presente y

Recordaba que con mi primer novio formal, el que me desvirgó la conchita cuando yo estaba a punto de cumplir los quince y él casi d los diecisiete, fue un romance juvenil muy intenso durante el primer verano, después, como no era del lugar solo veraneaba aquí, nos seguimos viendo cada dos fines de semana que lo recibía en casa de mis padres y en las vacaciones de invierno y primavera que él venía con los suyos. Fue una relación muy tranqui, que se enfrió naturalmente, al terminar el segundo verano porque eran por momentos muchos los días que nos veíamos y terminábamos cada cual saliendo a divertirse con sus amigos. De cualquier manera la relación duró un poco más de un año. Él a pesar de siempre decirme que tenía la cola más linda que había visto, que, por supuesto, desnudas no habían sido muchas, y cosas cariñosas por el estilo, nunca, ni siquiera me dio un besito en el ano, solo alguna pinceleada con su pene pero la penetración siempre solo quedó en unos infructuosos empujoncitos.

Creo, que yo, en esa edad, aún estaba también en una etapa "romántica" y mi culo, fuera del tema de las tangas, de la ropa, la moda, el moverlo en los bailes etc, que, eso si, siempre lo curtí, sexualmente lo tenía muy asociado a los tempranos y escondidos juegos eróticos con mi primo.

Luego con la siguiente pareja, que tuve una relación estable y que duró más de dos años, varias veces lo intentamos hasta alguna lo logramos, dada su insistencia, más que nada para satisfacerlo a él ya que me resultaba, siempre, muy doloroso por la sencilla razón que su pene era muy grande; tan largo como el de mi primo pero más grueso. Fue una relación bastante pesada, porque él era muy celoso, y muchas veces sin motivo, porque más allá de mi natural coquetería, que estando juntos, en muy pocos momentos, no la pude controlar. Él tenía un buen trabajo y su familia, en términos del tercer mundo, vivía bastante cómodamente. Yo: tenía muchas amigas y algunas de ellas salían o eran novias de sus amigos, todos los sábados salíamos a las discos y pubs, tomábamos bastante alcohol, sobretodo, cerveza y luego cogíamos y como, generalmente, andaba en auto, muchas veces lo hacíamos en él.

En esa época, que no hace mucho, solo unos dos o tres años atrás y que tampoco he cambiado tanto, excepto por el embarazo, me preocupaba mucho por la ropa, pasando siempre por la dificultad económica, aunque durante dos veranos trabajé como despachante de una heladería, de pocas veces conseguir la que me gustaba. Él me hacía bastantes regalos, incluso, una vez muy contenta y sintiendo que le debía una merecida retribución, luego de que me obsequiara un deseado y costoso jean, yo misma me le ofrecí para que me hiciera la cola que tan bien se veía dentro su ajustado regalo y que él disfrutaba solo de verme ya que gustaba mucho lucirse conmigo frente a los demás. Esa vez estuve dispuesta a aguantar el dolor hasta el final; mi novio quedó satisfecho y pronto para hacerme algún otro regalo ya que se ponía loco con mi cola, y yo no pudiéndome sentar bien por un par de días

Por otro lado, mientras tanto yo me aplicaba a los estudios secundarios; y durante un tiempo frecuentaba, en la época, una compañera de clase con la cual nos unía una particular confianza, además de la simpatía y de que teníamos, en algunos aspectos, novios parecidos.

Aunque casi nunca salíamos juntas, casi todos los sábados, durante todo un año, nos reuníamos a estudiar, por lo general, en casa de sus padres porque ellos tenían una computadora que nos era super útil para nuestros trabajos escolares. Pero a la vez, cuando nos aburríamos, que era siempre, en algún momento, nos conectábamos, con mucha mesura por lo de la cuenta de teléfono para navegar por todas las páginas eróticas y pornográficas,; entrábamos en foros y chat, no había foto que no viéramos, pero generalmente terminábamos bajando uno o dos relatos, sin preferir una categoría en particular, que nos permitía emocionarnos, leyéndolos, sin estar conectados, porque, además, como el ordenador estaba en la sala de la casa, aunque los sábados de tarde, generalmente, estábamos solas, un texto siempre es menos comprometedor, a simple vista, que alguna de aquellas fotos.

Esta actividad la desarrollábamos con mucho humor, aunque también con mucho erotismo; la tomábamos como lo previo al sábado a la noche y de esa forma, con mucha complicidad, la denominábamos: la previa. Fue solo como un excitante vicio porque nunca pasó de eso; la falta de intimidad que la sala ofrecía, decidido muy a propósito por sus padres, que de ninguna manera permitieron que la máquina fuese a parar al cuarto de mi amiga, a pesar de que ambas ya teníamos más de dieciséis. El hecho era que la previa siempre fue sólo la previa erótica al encuentro con nuestros novios, nunca hubo, por lo menos de mi parte, en esa casa ni siquiera una verdadera masturbación individual. Pero, de igual forma, a mí me daba mucha onda, por ejemplo, luego al bañarme y vestirme preparándome para la salida nocturna, me servía mucho para andar desde el inicio bien cachonda.

A la vez que, frente a algunos alucinantes relatos familiares, sentí, algunas veces, ganas de contar mis inicios con mi primo, que si bien en alguna conversación subida de tono con amigas había insinuado algo, nunca contado completamente y menos con lujos de detalles, como increíblemente lo estoy haciendo ahora.

Entonces les puedo decir que en toda esa época y con ese muchacho, unos tres años mayor, aunque no llegamos a vivir juntos fuimos pareja ya que en mi casa estaba todo bien con él, y en algunas de sus licencias o fines de semana largos salíamos por ahí a acampar o casa de amigos.

Pero, como en todo, había cosas del loco que también me aburrían un poco como su machismo, los amigos, cierta falta de sensibilidad artística, además de los celos que lo hacían intolerable; así que a medida que yo fui creciendo y la relación no evolucionó hacia otra cosa, cuando ya estabamos prácticamente separados, luego de varias peleas, para mi tranquilidad se fue a España, buscando mejorar económicamente. En realidad, sin ser feo, lo que más me impresionaba de él era su empuje y determinación para conseguir, no ahorrando ningún esfuerzo, las cosas materiales.

Después, vino un período, de andar, siempre, de marcha con las amigas. Hubo algunas salidas con muy poco de sexo, sexo pero siempre calentando a los chicos, y sin dejar de excitarme terminar masturbándome sola, hasta que quedé enganchada, sin buscarlo, luego de estar saliendo por un tiempo con mi actual marido.

También, después de mis tempranos inicios, a lo largo de todos esos años tuve otros dos encuentros, fugaces pero muy picantes, con mi primo: uno cuando yo tenía unos doce y aún continuaba virgen y otro a los dieciséis, en el corto período entre mi primer noviazgo y mi segunda pareja, donde, por supuesto, no dejo nunca de elogiarme la cola y de intentar hacérmela

. Por otro lado en familia, o con los amigos de mi hermana, por ser la pequeña de la casa siempre tenían algo que decir cosas de mi cola, tipo: "colita de pato" o "de perita", hasta alguno tratar de que me sentara en su falda, y también de incentivarme a bailar reboleándola, cosa que hacía muy bien, y que, con mucha ingenuidad de mi parte, imitando, después me di cuenta de eso, a las más perras y putas que veía moverse en la tele, provocaba su ruidosa aprobación sintiéndome una estrella del espectáculo. Cosas de niña. Hasta que mi hermana, un día se comió una dura reprimenda de parte de mi madre por divertirse fomentándome la práctica de tan lascivas danzas.

Esos pensamientos y recuerdos, estando en el baño preparándome para entrar en la cama con mi marido y más por lo que veía en el espejo, ya que mi culo, al haber ganado peso todo mi cuerpo, no solo parecía sino que ya estaba un poco más grande y carnoso, terminaron por calentarme completamente, solo me faltaba mi primo.

Mi ojete, de tanta lengua y dedo que el pervertidor le daba, lo podía ver más rosadito y sus pliegues no tan apretados y marcados, aunque comprobé que, perfectamente, con mis músculos podía dilatar y contraer visiblemente mis esfínteres.

Sin dudas, el verme así, inspeccionándome a mi misma, a la vez, que recordaba todas las oportunidades que me lo quisieron penetrar con mi disposición o contra mi voluntad, las pocas veces que lo hicieron, mis primeros juegos, la obsesión de mi primo por él, me llevó a imaginar, ya que no faltaba mucho para que, si todo daba bien, y por todo lo valioso del mundo, ya que no cabría pensar otra cosa, como sería cuando tuviera su bella y durisima verga desdiibujando aquella pequeña abertura.

Entre mi calenturienta mente y la imagen que veía en el espejo, se me ocurrió, y me lo dije a mí misma, dándole la razón a mi primo, que yo tenía un hermoso culo, y sobretodo muy "pornográfico" A la vez que, definitivamente, luego de eso, también asumí que las primeras experiencias marcan fuerte siendo muchas veces reprimidas pero que cuando afloran con toda su fuerza en algún momento especial, como ese que estaba viviendo, y que conducida por el entusiasmo, calentura y otras cosas, que mejor ni decir, que mi primo despertaba en mí, me había dejado contagiar por su preferencia erótica.

Después de esto, solo me quedaba masturbarme o ir, cuanto antes, a la cama con mi marido que, de seguro aún, me esperada impacientemente, a pesar de que lo habitual es que a esa hora este siempre desmayado de sueño.

Esa vez, mismo estando de costado como si durmiera, estaba bien despierto. Conversamos un poco de todo lo que había pasado esa noche; por supuesto, que guié la charla para aumentar aún más mi excitación.

Mi mano no paraba de suavemente masturbarlo, casi una caricia, mientras nos congratulábamos y nos "dábamos para arriba" de que todo iba a ir bien con la ayuda familiar. Hasta me dio para, en tono de broma, advertirle que no fuera a hacerse el vivo e inventara intentar no pagarle o demorarle el pago a mi primo porque este era muy calentón y iba armar tal lío que no nos iba quedar otra que "rompernos el culo" para que estuviese la plata en el momento de pagarle.

Mi marido, al igual que yo, estaba muy divertido y excitado por la novedad de los planes, pero sobretodo, a pesar de que me confesó un poco de recelo, por la soltura, familiaridad, osadía y optimismo que yo dejaba de manifiesto en el trato con mi primo, pero incluso, también bromeó con eso; sus pícaras palabras me produjeron el mismo efecto que un beso en el clítoris. Su pene se había ido endureciendo poco a poco ya palpitaba en mi mano; y aún más lo hizo, luego de que de un solo impulso me saqué la camiseta que usaba para dormir quedando completamente desnuda, ni bombacha me había puesto.

Tire de la sábana y la colcha, destapándole por completo, él fue sacándose el calzoncillo mientras yo me posicionaba por un costado, en dirección inversa para masturbarlo y eventualmente darle unas chupadas; pero en realidad lo que mentalmente estaba buscando era que mi cola le quedara bien visible continuando el rollo erótico, que indudablemente me dominaba en esos días y que había comenzado, con mi primo, en ese mismo cuarto, y retomado en el baño, en forma solitaria, con el espejo.

Besaba mis nalgas, desesperado, por alcanzar mi sexo con su boca. Lo complací, mientras él permanecía boca arriba, pas´r una de mis piernas por encima de su cabeza, quedando a horcajadas, sobre su cara. Por un momento me incorporé, abandonando su pene, para quedar más sentada y permitir que su lengua entrase profundamente en mi vagina, sentía los resoplidos de su nariz pegada a mi ano. El trabajo de su lengua, era optimo, recorría las paredes interiores de mi raja, aunque tampoco tenía muchas otras opciones ya que lo tenía aprisionado; con su boca aplastada por mi empapada vulva y su nariz atrapada entre mis nalgas.

Para estimularlo, le dije, entre cortadamente y sin fingir, mientras él continuaba en lo suyo, que quizás porque estaba muy contenta por todo lo bueno de ese día, me estaba gustando mucho como me la chupaba y lamía con esa lengua bien larga y que en cualquier momento me iba a hacer correr. Al oír esto le puso toda su energía; nunca imaginé que pudiera llegar tan dentro de mí con su lengua.

Mis movimientos eran cortos y secos, hacia delante y, sobretodo más violentos, hacia atrás, facilitando que su lengua entrara al máximo Girando la cabeza por encima de mi hombro, a la vez que mis manos sostenían mi pancita o acariciaban mis tetas de embarazada trataba de ver su cara desencajada por el sofoco y, en especial quería percivir, aunque no era fácil lograrlo por que tampoco quería separarme mucho, la expresión de sus ojos, al quedar ocupado todo su campo visual por mi culo, más cuando yo me esforzaba, en un juego que me estaba dando mucho placer porque también con esto ejercitaba todos mis músculos vaginales, y mucho morbo, en contraer y distender continua y exageradamente mi esfínter anal, deseando alucinarlo con mi violentado orificio trasero. Realmente estaba haciendo bastante fuerza para que mi recto, como si quisiera vaciarse, empujara los pliegues de mi oyito hacia fuera, como si fuera una boquita apretada tratando de dar un beso.

Sentí que me gustaba, solo me faltaba la verga de mi primo en la boca para que fuera perfecto, cerré los ojos y mi dedo gordo la sustituyó, lo chupé como cuando era bebe, a la vez que al ocupar mi boca, evitaba que de ella escaparan algunas cosas que en esos momentos, me moría, por la calentura, de ganas de decirle pero todavía eran imposible decir; pero nada impedía, al contrario, que las pensara. Me abandoné, al ritmo de la lengua, y a mis más ocultos pensamientos. Imaginé, que mi primo estaba allí mirando, masturbándose, dándome a chupar su verga y pasándomela por las tetas, incentivándome a que le mostrara bien a mi marido como movía mi ojete mientras le acababa en la boca.

Entre toda la excitación erótica del día, la sorprendente lengua de mi marido, mis perversos pensamientos y mis locos movimientos me llegaron las primeras contracciones anunciando el orgasmo, a lo que él insistió aún más con su lengua; yo enloquecida hice una última fuerza con mi culo "escapándoseme" un par de peditos en el preciso momento en que entre unos prolongados ahhh y hasta algun Siii de triunfo, me abandonaba sentándome, definitivamente, en su cara, en un orgasmo, como nunca antes lo había alcanzado con él.

A pesar de mis delicados pedos y de que mis fluidos que comenzaban a empapar su rostro, continuó, hasta con más pasión, trabajándome con su lengua, a la vez de que comenzaba a tragar y atragantarse con mis líquidos; su curvo pene, apuntando en mi dirección, cabeceaba solitario apoyado en su vientre, fue el momento de decirle.

"- Quiero mucha pija.-"

Sin más y sin dejar de darle la espalda, me desplacé hasta su bajo vientre y sentándome encima de su pene; se lo aplasté contra su barriguita moviendo mi culo como quien busca acomodarse, luego me incliné, un poco, hacía adelante para elevar mi cola, dejando bien visible mi orto, para que él con su mano guiara su cabezona hasta la abertura de mi vagina que, esa vez, sin dificultad y rápidamente se la devoró toda; Con ella dentro me senté con fuerza , aunque siempre respingando mi culo hacia atrás; con una mano le estrujé los testículos, que por su reducido tamaño, lucían apretaditos en su bolsa , cada vez más, me resultaban una morbosa tentación apretarlos, y sin soltarlos, mi dedo mayor húmedo por mis propios jugos que ya mojaban el tronco de su pija, encontró su orificio anal también húmedo por la transpiración de sus apretadas nalgas,

Sin demora, lo penetré con la puntita, a la vez, que me alzaba, un poco, facilitando mis movimientos de cadera y la visión de mi argolla subiendo y bajando alrededor de su pene y de mi tentador ojete, que, luego de los impúdicos peditos, prácticamente, se contraía y distendía solo, de tanto que lo había estado ejercitando últimamente. Cuando comenzó a acabarse, mi dedo buscó, sin compasión, sus entrañas. Él emitía unos repetidos y ambiguos no que no dejaban percibir si eran una fingida resistencia a la pequeña penetración que sufría su ano por mi dedo, que en realidad no era ni un tercio de la aplicada por mi primo en mi culo, o como una manifestación, deseando prolongar su placer, de contrariedad al sentir que se acababa, como siempre, de forma tan precoz. Pero esos lamentos, solo me estimularon aún más, sobre todo cuando comencé a sentir su semen caliente dentro de mí; entonces, acompasé mis movimientos de caderas, ordeñadores de su pene, con los de mi dedo, que al entrar y salir, repetidamente, de su culito me dio la excitante impresión de que la leche salía de su pija al empuje del bombeo yo le hacía desde atrás con mi dedo mayor. Hasta pareció que sus lechazos eran más entrecortado, prolongando, con esto, un poco más el tiempo de su erección Esto me fascinó y, de cierta forma, parecía que estaba temiendo una identificación con todo lo de mi primo ya que todo lo que él me hacía, sobretodo en el culo, yo se lo quería hacer a mi maridito.

Despacito, mientras su pene perdía rigidez dentro de vagina, fui retirando de su orto, que parecía que palpitaba, mi dedo, aunque no totalmente porque quería prolongar mi calentura que era evidente por los involuntarios movimientos de mi cadera.

El no se quejó de nada, solo percibí que quería demostrarme, al haberme visto gozando esta vez, que realmente deseaba que el placer fuera más prolongado, ni se animó a preguntarme si me había quedado con ganas por que sabía perfectamente, por todo lo que había percibido, incluso mi excitación anterior a lo de la cama, cual sería mi respuesta más sincera. Por otro lado, yo no tenía ninguna intención de hacerle reproche alguno, aunque, en verdad , todo había sido muy rápido, pero con tanta calentura previa, no lo había pasado nada mal Estaba contenta y quería que el también lo estuviese y de cierta forma relacionase algunos cambios de actitudes mías e, incluso suyas, a la oportuna visita de mi primo.