Primo y prima casada e infiel (11)

Mientras mi marido salió a realizar unas compras para la cena se la chupé a mi primo en mi cuarto.

Luego, de lo sucedido con la dichosa revista, estando en casa de mis padres, mi primo y yo, más tranquilos y satisfechos por habernos masturbado mutua y originalmente, tuvimos tiempo, irremediablemente, porque ya había vuelto mi madre, para conversar bastante, sin meternos ni siquiera una mano.

De igual forma, el momento tuvo mucho de excitante porque, sentados en el jardín, a simple vista éramos dos jóvenes comportados, pero esa apariencia hubiese, inmediatamente, desaparecido si algunos pasajes de nuestra platica hubiesen llegado a oídos de alguien o si, además, supiese que la tanga que aún colgaba en la cuerda era la contraseña convenida para indicarle que yo estaba en situación de encontrarnos tranquilamente

Mi madre, que, en esos momentos, se encontraba dentro de la casa, desde, lo que supongo, su ingenuidad, adoraba a mi primo; siempre decía que era muy bien parecido pero además le gustaba por el efecto, muy visible, que producía en mí; como el de ese mismo día, que a primera hora de la tarde, al partir, ella me había visto hecha pedazos y a su vuelta me encontró bastante recuperada, tomando un té y conversando tranquilamente con él; aunque, también, decía –"¡ Debe ser un pillo! ", pero con respecto a la relación conmigo, por mi embarazo, aún estaba libre de su suspicacia.

Con mi primo conversamos de todo lo que había pasado en esos pocos días en que no nos habíamos visto. Yo le puse al tanto de que estaba todo arreglado para que en cualquier momento, no bien apareciese algo de dinero para comprar algunos materiales, comenzar las reparaciones de la casa, cosa que, como ya se los he contado muchas veces, nos permitiría estar mucho más tiempo juntos y solos, prácticamente todo el día, mientras mi marido se encontrase en su trabajo.

No ocultando mi alegría, y demostrándole que confiaba en él, para lo que se venía en el futuro, incluso, le conté, con muchas ganas y lujos de detalles, como es mi estilo, todo lo que había pasado sexualmente con mi marido, sobretodo, lo del baño de mi casa, en la noche del domingo anterior.

Por otro lado, me resultaba increíble, que solo una hora antes le había hecho, a mi primo, una, incontrolable, escena de celos, para luego estar ahí disfrutando de contarle como me había chupar toda, sin haberme bañado, por mi marido..

Por su parte él, que en un momento de mi relato ya se le notaba la erección de su pene debajo del pantalón deportivo, me contó, que se había encontrado con una amiga; en realidad, la íntima amiga de una ex novia, de su antiguo barrio; y que se conocían desde la época de adolescentes.

La tal fulana, por lo que mi primo me dijo, siempre había quedado muy agradecida con él, porque cuando ella, aún siendo menor, quedó preñada de un tipo que no asumió nada, y, no solo por eso, ella no estuvo dispuesta, de forma alguna, a continuar con aquel embarazo, y sin tener ningún apoyo familiar, sobretodo, por razones económicas, y con pocas personas en quien confiar, prácticamente, todo el aguante recayó en los amigos más cercanos.

Según me contaba, mi primo, fueron momentos muy difíciles, y no solo para ella que estuvo a punto de suicidarse, sino para todos porque eran muy jóvenes y, por supuesto, sin recursos. En ese momento los abortos, por supuestos ilegales, eran, y aun lo son, carísimos, más si la mujer es menor, por los riesgos legales que eso conlleva, elevando los precios siempre muy por encima del equivalente a 500 dólares; una cifra inimaginable, para ser conseguida de un día para otro, para muchísimas de nosotras y fue por eso, que, en mí momento, esa opción fue impensable; no tenía forma de reunir tanto dinero.

Entonces, de acuerdo a su cuento, las alternativas para ella fueron muy limitadas por falta de información y asesoramiento y porque, además, para empeorar las cosas, en esos días, habían sido puestas al descubierto algunas clínicas clandestinas tras un desgraciado suceso, haciendo todo mucho más difícil, incluso anímicamente para ella, de mucho miedo para todos los involucrados, y, por supuesto, mucho más caro.

En resumen, mi primo, por amistad y solidaridad, había sido, desde todos los aspectos, de las pocas personas que la apoyaron, una vez que ella tomó la irreversible determinación de interrumpir su embarazo, para lo cual, la fulana, tuvo que hacer de todo, todo... para conseguir el dinero

Después de casi dos años sin verse se habían encontrado inesperadamente y tomando un café, se pusieron al tanto, mutuamente, de algunas cosas de sus actuales vidas.

Lo importante para lo nuestro fue que: él le contó que estaba teniendo una relación muy especial, claro que, sin abundar en todos los detalles. Por otro lado ella le puso al tanto, que después de batallar mucho, recientemente, había logrado alquilarse, con la ayuda de un hombre mayor que se la cogía una o dos veces por semana, , un pequeño y bien ubicado departamento pero que aun le faltaban ultimar algunos detalles, como colocar estantes y artefactos eléctricos, para que le quedase lo más cómodo posible dado su reducido tamaño. De esta conversación y la alegría del reencuentro surgió que a cambio de que mi primo le hiciera esos arreglos se lo prestaría, para que lo curtiera con su "amor especial" por todo un día ya que, ella a partir de los viernes a mediodía, generalmente, esos fines de semana del verano salía de la ciudad. Parecería que es verdad aquello de que el trueque es una de las formas privilegiadas en la economía, por la falta de empleo fijo y la consiguiente escasez de dinero, entre los desocupados..

Cuando llegó a la parte de su relato en que me comentaba que la había acompañado al depar para que conocerlo y ella le indicase que era lo que quería que hiciera, sentí un cosquilleo, en realidad, una inquietud, que no pude ocultar ya que en mi cara surgió una mueca de rabiosa interrogación.

Él se dio cuenta enseguida y, bromeando, me dijo que parecía que yo no tenía remedio, y si no intentaba cambiar, le daba la impresión que lo que yo estaba buscando era recibir otra lección pero más severa.

Otra vez, por el tono jocoso que empleó y recordando lo que solo un rato antes había ocurrido, me causo gracia y, a la vez, que sabía que de no achicar con los celos tarde o temprano me la iba a ligar, pero también me tranquilizó, porque me sonó muy sincero, al decirme que entre la mina y él no había pasado nada

Entonces, ante la divertida posibilidad de vernos fuera de nuestros lugares habituales, me mostré sorprendida y encantada, ya que sería, para mí, toda una novedad estar, un buen rato, a solas con él en un confortable departamento de la ciudad. Solo de pensarlo me erotizaba.

Ahí mismo, decidimos que, por conveniencia y economía, sería, si todo salía bien, el día en que me correspondía ir a levantar los resultados de mis estudios y continuar con los chequeos médicos.

Pero esto sería algo para después, porque lo primero, e importante, era el encare de lo de mi casa. Así que allí mismo, como si solo dependiera de nosotros, quedó resuelto que su visita sería al otro día a la tardecita cuando mi marido ya estuviese en casa para planificar lo que hacer.

Ya en mi casa, sin tratar de ocultar mi euforia, le informé a mi esposo que había combinado todo con mi primo; por supuesto, que por otras razones, el también se mostró contento y muy animado al ver mi propio entusiasmo. Esa noche, en la cama, lo masturbé un poco dejándole aun más contento y caliente.

Al otro día, el indicado para el encuentro, en realidad, desperté muy ansiosa y así lo estuve durante toda la jornada; pero encausé esa ansiedad ordenando y limpiando la casa como nunca antes.

No era estuviera tratando de impresionar a mi primo, porque eso dada la humildad de la vivienda era casi imposible, sino como prolongación de mi misma lo mismo que sucede, también, con la ropa, es decir, como un cuidado normal, algo natural, que se hace para agradar más o cuando se espera impacientemente el encuentro con la persona que más nos gusta.

Mi marido, al llegar, se sorprendió, un poco, por el buen aspecto general de la casa, que lucía con algunos detalles no habituales, incluso también por el mío, que, aunque vestía de forma sencilla, solo una colorida solera, y quizás con un aire un poco aniñado, estaba impecable y exuberante. Enseguida lo mandé directo a la ducha donde tenía todo pronto, incluida la ropa que yo había elegido para él.

Cuando mi primo llegó, también, lucía todo prolijito. Creo que, a pesar de mi visible embarazo, todos parecíamos aun más jóvenes de lo que en realidad éramos.

De cierta manera, no esperaba que mi primo se comportara de forma tan tímida como, en un principio, lo hizo.

Así que, yo, en mi papel de anfitriona y dueña de casa, pero, sobretodo, porque era la prima y amante de uno y la esposa del otro, fui la que más entusiasmo demostraba y la que más "color" le daba a aquel trascendental encuentro.

Mientras conversábamos sobre las reparaciones, buscaba con mis ojos a los de mi primo y a través de esos encuentros fugaces de nuestras miradas intentaba transmitirle todo el erotismo que sentía, y que quería sentir, al tenerlo por primera vez ahí.

Poco a poco fui rompiendo el hielo, con mi locuacidad y coquetería ya que, mientras hablamos, alternativamente, me recostaba en mi marido o apoyaba mi mano en el brazo, incluso una vez, descaradamente, en la parte superior del muslo de mi primo.

El clima reinante era de mucho optimismo y con el correr del encuentro nos fuimos poniendo de acuerdo en lo que se debía hacer, De alguna manera, mi primo, fue tomando el mando, pero siempre siguiendo las sugerencias que había hecho el tipo de la inmobiliaria.

Yo estaba encantada y por mí la reunión podía prolongarse indefinidamente. Moviéndonos por la casa para comentar y localizar lo que debíamos hacer, conseguí divertirme al lograr hacerle a mi primo algunas disimuladas caricias y hasta una vez apoyar mi cola contra su bajo vientre que automáticamente reaccionó con un inicio de erección que si se observaba con atención su entrepierna era levemente perceptible y que de ahí en adelante, prácticamente, no perdió, sino todo lo contrario.

Como todos, pero, especialmente él, con la pija dura parece, o, en realidad, se convierte en otro, y lo primero que desaparece es su timidez.

Así que con la excusa de mostrarle unas humedades en mi cuarto, nos dirigimos a él, mi marido permaneció en la sala a escasos metros; los dos ambientes están comunicados por una puerta que, por supuesto, permaneció abierta. Desde el lugar en que me ubiqué, contra el armario, no podía ver a mi marido, pero lo más importante era que él tampoco podía hacerlo; a la vez que mi primo desde donde estaba nos veía a ambos pero, por estar más próximo de mi inter actuaba sobretodo conmigo

Luego de que a través de exageradas e inequívocas señas y sin parar de hablar de cualquier otra cosa, le interrogué que era lo que estaba haciendo, en esos precisos momentos, mi maridito; a lo que el rápido de mi primo se encargó de hacérmelo saber de la propia boca de éste, al preguntarle directamente , sin moverse, que era lo estaba escribiendo y mi marido le informara que hacía una lista de materiales para comprar y unos cálculos sobre el dinero a gastar.

Así, supe que se encontraba sentado y entretenido, y de seguro que yo lo oiría cuando intentara incorporarse, pero de cualquier manera, llevando el dedo índice debajo de uno de mis ojos, le hice, a mi primo, la señal de que estuviera muy atento a cualquier movimiento que el otro hiciera.

Entonces siguiendo la conversación que estaba usando como excusa, que en esos momentos ya era sobre el colchón que me resistía, eso sí sinceramente, en dejarlo en la casa para uso de los futuros inquilinos le dije, en voz alta:

-" Fíjate, que esta nuevito, casi sin uso.-"

Parecía que estaba hablando del colchón pero en realidad, apoyada en la cama, me había recogido el vestido y dándole la espalda, a mi primo, le estaba mostrando mi cola. Girando un poco la cabeza pode ver su expresión y la forma forzada en que tragaba saliva, entonces para estimularnos, aún más, tiré, hacia arriba, de mi tanga para que entrara al máximo entre mis nalgas.

Esto bastó para que terminase de encenderme, pero para él, también, fue super fuerte, como luego me lo dijo, ya que tenía que permanecer ahí, sin moverse mucho, ni tocarse solo observándome pero a la vez, sin descuidar su vigilancia. Mismo así, reaccionó con humor pero también con mucho morbo y perversidad, diciendo:

-"- Bueno, no exageres tanto, tampoco es a estrenar, además con tres meses casados ya debe tener bastante uso.- "

Aquel comentario audaz, con mi marido oyéndolo, pero sin ver realmente a lo que nos estabamos refiriendo, me enardeció. Miraba a mi primo a los ojos con la boca sensualmente abierta buscando comunicarle todo lo que estaba sintiendo y todo lo que lo deseaba, porque yo quería seguir aquel pornográfico juego.

-"- Tonto, en serio, está super nuevo. La que no está para nada nueva es esta colcha. La tengo desde la época de soltera y la voy ha dejar para que los que vengan le den con todo. – "

Y, como ya se habrán podido imaginar, lo que, en esos momentos, le estaba mostrando, sosteniendo el ruedo de mi solera con mi mentón y bajando el frente de la tanga era mi delicada pepita. Sin dudas, . me estaba descontrolando, porque lo que decíamos aunque rayaba la grosería, solo aumentaba la calentura nos dominaba, en especial la mía.

Así, en aquel delirio, con el ingenuo de mi marido escuchando todo y que solo demostró un poco de interés en el momento en el que nos referíamos al uso del colchón, volvimos, con mi primo, a lo nuestro y hablando de las sábanas y la blancura de algunas, también le mostré, manoseándomelas, ambas tetas. El hijo de puta, en el mismo tono jocoso y agresivo no se contuvo de decir:

-"- Esas, también, están para dejarlas, pero no se acostumbra hacerlo y menos con esas manchas que de rosadas llegan a violeta.-"

El diálogo presentaba varios niveles, cada cual más excitante y relajado, porque desde el más trivial que se centraba en los artículos de cama, pasando por el sugerido de mi actividad sexual de casada, hasta llegar al super explícito y pornográfico de mi infiel y lujuriosa exhibición.

Mi excitación, ahora me resulta, sinceramente, muy difícil de describir y abarcar, ahora en un relato escrito, probablemente por su alto componente sicológico. En realidad aun no sé que era lo que más me excitaba: si fue el modo que usé para calentar a mi primo, y de esta forma, pervirtiéndolo, más aun de lo que ya era, al hacerlo cómplice obligado de mi perversidad matrimonial; o si era por la infidelidad pura y descarnada, quizás, sin importarme con quien le ponía los cuernos a mi marido, que, a pesar de tener mis razones, no me explicaba totalmente porque en tan poco tiempo de estar con él solo lo quería ver bien cornudito; o, también, el lugar en donde estabamos, mi cuarto matrimonial, antiguo dormitorio de mi suegra y que aún conservaba la cama de su matrimonio, era como si estuviera violando, al exhibirme impúdicamente a mi amante familar, la intimidad no solo de mi marido sino de toda su familia; para mi era como una violación sicológica, pero sin lastimar por aquello de ojos que no ven... ; sentía más o menos el mismo placer lujurioso que había buscado experimentar al hacerlo con mi primo, días antes , en el cuarto de mis padres.

Fue tanta la excitación que mi primo tuvo que calzarse, prestamente, la verga hacia arriba y asegurarla con el elástico de su pantalón deportivo y para disimular, un poco más, su tremenda erección, también, provocarle un pliegue a la remera que traía puesta. Estoy segura que se arrepintió de no tener a mano la inseparable parka que acostumbra, cuando no la tiene puesta, amarrar a su cintura.

Yo traté de recomponerme un poco, para volver a encarar a mi marido, después del rápido y particularisimo episodio de infidelidad visual y verbal que habíamos protagonizado, aunque un rubor excesivo se evidenciaba en mi rostro porque ya, a esas alturas, tenía muchisimas ganas de coger.

La conversación, entre los tres volvió a los carriles prácticos del tema de los arreglos. Mi primo, quizás por el exceso de hormonas, tomó una actitud ejecutiva y autoritaria estableciendo un cronograma de lo que se debía hacer. Lo primero era acondicionar la pieza del fondo y su precario baño ta Serviría para dormir, cuando en lo de mis padres estuviese la familia de mi hermana de vacaciones, y allí sería donde irían a parar muchas de las cosas personales que debíamos sacar de la casa. También poner unas chapas a modo de cobertizo abierto, para ampliar el lugar y además con unas maderas de tercera hacer un cerco para dividir el terreno y dar mayor intimidad a unos y a otros. La forma en que presentó el plan fue por demás convincente incentivando el entusiasmo ya reinante.

Como todo se alargó hasta la hora de la cena y yo, con mucha previsión había, en la tarde, preparado unas excelentes pizzas, le propuse a mi marido, franeleándome cariñosamente contra él, delante de mi primo, que, como había ambiente de festejo, comprara un par de cervezas para acompañarlas, ya que igual había que salir a procurar un poco de queso para las pizzas; mi primo sugirió comprar también, ofreciendo dinero, un refresco porque al yo no tomar mucho ellos no debían pasarse de alcohol debido a que aun era entre semana. . A mí, me pareció demasiado comportado pero en ese sentido le considero que generalmente, tiene los pies en la tierra, mucho más que yo. Porque si hubiese sido por mí y mis fantasías, con la calentura que ya tenía, los emborrachaba, allí mismo, a ambos y luego ver hasta donde llegábamos. Pero mi primo tiene esas cosas que por lo general despertaban confianza y creo que esto le cayó muy bien a mi marido que solo dudo un poco, cuando asumió que el encargado de hacer la diligencia era él.

Mientras mi primo se encontraba en el baño, seguramente aprovechando, compulsivamente, para masturbarse, al saber que quedaríamos solos, acompañé a mi marido hasta la puerta, despidiéndole con un sugestivo:

" - No demores.- "

Aunque, yo sabía bien que lo haría, porque ya habíamos establecido que llamaría telefónicamente, desde el locutorio del barrio, a su madre que vivía en otra ciudad, a más de seis horas de ómnibus desde la terminal de la ciudad, para solucionar el tema de los papeles de la casa, ya que figuraba como la dueña, además de intentar, a través de ella, conseguir, por lo menos una parte, del dinero necesario para los materiales de construcción.

No bien salió, y lo oí alejarse en la vieja, pequeña y ruidosa moto, entré directa e intempestivamente en el baño y sin dejar que mi primo terminase, luego de lavárselas, de secarse, totalmente, las manos, le bajé de un tirón su pantalón arrastrando con él su calzoncillos y bastó que mi mano aprisionara su pene para que adquiriera la dureza y la perpendicularidad a su abdomen, que tanto me atraen.

Luego de unos besuqueos y manoseos, que nos causaban mas estremecimientos y risas, como si nos hiciéramos cosquillas, por lo divertido que nos resultaba la situación, sin dejar de empuñar su pija, y tironeándole de ella, lo conduje hasta el cuarto. Allí, serpenteando mi cuerpo contra el suyo y besándonos en la boca, refregué su verga en mi vagina por encima de mi tanga.

El vestidito pasó, rápidamente, a enredarse solo en mi cuello. Mi primo manoseó, besó, chupó y hasta mordió con ganas mis tetas; a la vez que yo no dejaba de masturbarlo.

En ese momento realmente, lamentamos no tener un condón a mano, porque estaba todo dado para que me ensartara con el mayor placer. Me confesó que no había imaginado que ya el primer día llegaríamos a eso.

Ni que decir lo que fue cuando provocativamente me puse en cuatro patas sobre la cama, ya que era la forma de desarreglarla lo menos posible sin perder la comodidad y la excitación que nos producía estar morboseándonos en ella; y más aún, cuando mi primo parado detrás de mí acariciándome las nalgas, mismo sin sacarme la tanga, solo incrustarla entre ellas y introducirla en mi raja, me puso la verga entre las piernas, por donde yo, y por el frente, la podía ver aparecer y desaparecer, sintiendo a la vez como su vientre chocaba contra mi cola; y simulando una violenta penetración, aumentaba cada vez más su rápido vaivén masturbándose con mi entrepierna

Sin parar, lo que estaba haciendo, llevó una de sus manos a mi boca, que, a esa altura de nuestra relación, estaba implícito que lo que quería era que le mojara los dedos con mi saliva. Incorporándome hasta quedar hincada y una vez que sus dedos quedaron bien húmedos, aunque no hubiera sido necesario por el estado de lubricación en que ya se encontraba mi vagina, corrió hacia un costado mi tanga y sin ningún esfuerzo me penetró con dos de ellos.

Por un buen rato, jugueteo con ellos dentro de mí en un delicado mete y saca; rápidamente alcancé un sonoro orgasmo, producto, sin duda, de una pre disposición altamente sicológica, y externamente inocultable por la forma en que comenzaron a escurrirse mis líquidos vaginales, tanto por mi entrepierna como por toda su mano. La intensa sensación me obligaba por momentos a cerrar los ojos y cuando los abría, las familiares imágenes del dormitorio parecían que giraban en torno de mí y al reconocerlas me recordaban el morbo de mi infidelidad, provocándome nuevas contracciones.

Mi primo estaba como poseído, tenía la verga en su máximo esplendor pero ambos, a pesar de la locura, recordábamos, perfectamente, en especial mi primo, nuestra postergada fantasía de que me haría la cola ahí en esa cama cuando estuviésemos seguros de poder hacerlo sin preservativo.

De cualquier manera yo quería hacerlo aunque sea simbólicamente; así que volví a mi anterior posición, en cuatro patas, en la cama transversalmente, con mi primo parado por detrás. Este corrió minuciosamente, aún más hacia un lado, mi tanga, dejando mi culo , totalmente, al descubierto. Abriendo con sus manos mis nalgas y agachándose como quien se dispone a mirar por el ojo de una cerradura, acercó su cara a mi ojete, pero no para mirar a través de él sino para posar su boca y besarlo con pasión. Lo ensalivó penetrándolo con su lengua de una forma que siempre me produce diversas sensaciones que van de unas suaves y deliciosas cosquillas hasta las ganas de hacer caca, pero, lo que más me calienta no es tanto, aunque también me encanta, la forma que su lenguita entra y sale de mi ano, sino con que amor lo observa, , besa y chupa. Emocionalmente, con él, siento prácticamente lo mismo que cuando me besa con pasión la boca y más, como esa vez, cuando uno de sus dedos humedeciéndose, aún más pinceleaba de arriba hacia abajo la endidura de mi vulva.

Adoro su boca acariciando mi oyito, porque también sé que, generalmente, es la previa de su penetración. En esos momentos la deseaba especialmente por el lugar en que nos encontrábamos y aunque, de cierta forma esa vez, fuera solo un poco más que simbólica, porque ambos nos habíamos puesto de acuerdo desde el primer día, que por el momento no lo haríamos, igual yo quería entregarle allí mismo mi culo para que lo poseyera, de alguna forma, en aquel cuarto y aquella cama intensificando mi infidelidad. Ambos sabíamos que a ese dedo mayor suyo que se deslizaba desde mi clítoris al interior de mi vagina no lo detendría nada.

Y así fue, su dedo, como pude verlo por última vez brillando por mis abundantes fluidos vaginales fue a posarse cerca de mi ano, bien distendido y super ensalivado

Manteniendo, mi canina posición, y solo atenta a las sensaciones que provenían de mi trasero comencé a sentir como con los dedos de la otra mano abría mis nalgas, en una actitud y cuidado casi clínico, dejando bien expuesto mi ojete para apoyar en él su lubrificado dedo. Tras una leve y continua presión mi culo se comió, sin dificultad por lo menos un tercio de él. Después comencé a percibir como mi primo realizaba giros con su dedo hasta el punto de sentir la caricia de su yema en m recto y a cada movimiento circular experimentar que estaba siendo, centímetro a centímetro, invadida por el culo. Cuando, según creo, ya tenía dentro bastante más de la mitad del dedo, al movimiento circular, le agregó el de entra y sale, y así transformarlo en uno de tirabuzón que, mientras yo permanecía ensartada y prácticamente inmóvil en tan sumisa posición, y luego de unas pocas embestidas, facilitó que no quedara nada de su dedo fuera de mi deseable culito; cosa que solo vine a darme cuenta cuando sentí chocar los nudillos de los otros dedos contra los pliegues de mi ano y la parte interior de mis nalgas; porque la sensación interna era más difícil de definir, algo distinto q un poco de dolor, de incomodidad o ganas de mover el vientre, tenía la impresión por dentro de tener el culo muy dilatado y lleno pero a la vez ganas de recular aun más.

El desespero de mi primo frente a tanta calentura lo llevó que manoteara su pija para infrigirle un violento movimiento de vaivén a la vez que con un poco de sadismo retiró de dentro de mí casi todo su dedo y sin aviso volver llevarlo nuevamente hasta el fondo al punto de hacerme dar un pequeño respingo; repitió un par de veces la operación; literalmente ¡me estaba rompiendo el culo ! y así, desesperada, a pesar de que sentía su dedo atravesándome hasta la garganta se lo hice saber entre jadeos, casi sin poder hablar, precisamente con esas palabras

Él, descontrolado, comenzó gemir anunciando su inminente eyaculación. Yo, buscado su verga con mi boca, aproveché, porque el no se resistió, para safarme del ensarte y hasta me pareció que mi ojete emitía un característico sonido al expulsar al violador dedo. Una vez que alcancé mi objetivo, justo en el momento en que comenzaban a salir los primeros choritos de esperma, chupé con todas las ganas, me relamí no queriendo desperdiciar ni una sola gota y menos que fueran a caer sobre la colcha ni sobre la almohada de mi cama matrimonial, porque si mi marido encontrara una sola marca de esa pegajosa humedad sería cosa muy difícil de explicar. .

Como también tenía miedo de ensuciar la cama con mi cola , ya que de cierta forma no sabía, porque no había tenido tiempo de investigarlo con mi mano, exactamente en que estado estaba mi culo ya que solo lo sentía abierto, ardiendo y mojado; entonces, para poder chupársela había permanecido hincada sin apoyar mis nalgas , con una mano dirigiendo su verga y con la otra sosteniéndome de su trasero.

Por otro lado, habiéndome tomado de la cabeza con sus manos y acercándolas a mi cara, al punto de hacerme sentir, muy a propósito, el penetrante olor que mi culo había dejado en su dedo, mi primo no paraba de acabar; era un chijetazo, y cuando parecía que había culminado, tras brevisimos intervalos, me lanzaba otros hasta el fondo de mi garganta. Su perversidad, que siempre termina por calentarme mucho, al hacerme oler el perfume de mi propio culo me incentivó para que, en contra partida, con los dedos húmedos de la mano que hasta ese momento empuñaba su pegoteada verga, que, de igual forma, permaneció aun atrapada en mi boca, le acariciara la raya de su pequeño y magro trasero y , antes de que mi dedo mayor se secara de su cristalino semen, apoyárselo en su apretado y seco ano que se contrajo en una guiñada que no impidió una pequeña penetración.

Cuando yo aun sentía intensas sensaciones en todo mi bajo vientre, donde por momentos se confundían físicamente las reminiscencias del orgasmo, una sensación extraña en mis intestinos, el ardor en el culo, pero que anímicamente aun conservaba todas mis ganas; de su verga, que no había perdido todavía nada de su erección, continuaban saliéndole gotitas que yo tras saborearlas tragaba; el degenerado inventó no solo darme a oler su dedo sino que se deleitó en pasármelo repetidamente por mis labios, que rodeaban golosamente el tronco de su verga, hasta vencer mi ya fingida resistencia y terminar por introducirlo, junto a ella , en mi boca. Sin inhibiciones y gozando por complacerle terminé por pasarle la lengua y chuparlo, hasta sentir claramente mi propio gusto amargo

Es indudable que, basta calentarnos, para que con mi primo transformemos todas las situaciones más o menos eróticas en explícitamente pornográficas, ya que como en ese primer día en casa, en mi cuarto matrimonial, no hicimos más guarradas por que no tuvimos tiempo, aunque ya lo hemos comprobado que somos capaces en minutos y como quien no quiere la cosa, de inventar y hacer un sin fin de perversidades.

Para terminar les cuento que cuando a lo lejos sentimos el ruido de la moto, nosotros ya habíamos salidos del cuarto y acomodado la cama; aunque por el aspecto bastante desencajado de ambos le sugerí a mi primo que rápidamente se fuera para la pieza del fondo, llevando, de paso, unas cajas y que permaneciera allí simulando estar desde un tiempo inspeccionándola, mientras, a la vez, yo aprovechaba para lavarme y recomponerme un poco, entrando en el baño justo en el momento en que llegara mi marido. De esta forma no nos encontraría juntos, porque si así fuera, tal vez, le sería más fácil percibir similitudes sospechosas. Por suerte, cuando mi marido entró lo hizo preguntando por mi primo, y le contesté desde el baño que estaba en el fondo planificando. Demoró un poco, guardando las bebidas en la heladera y a mi pedido cubriendo las pizzas con el queso antes de volver a ponerlas en el horno. Al rato lo oí salir en su búsqueda.

Respiré tranquila, porque la que tenía más aspecto sospechoso era yo, y no quería, en esos momentos, tener que inventar, para disimular, una indisposición de embarazada.

La cena transcurrió, para mis intereses, de la mejor manera; con algunos toqueteos por debajo de la mesa y con muchas bromas, incluso algunas groseras, sobretodo cuando tocamos el tema del dinero: las formas de pago, que pasaría si alguno no cumplía lo pactado, etc. etc. También me mostré, delante de mi primo, agresivamente cariñosa y hasta un poco lanzada de más con mi marido poniéndole un poco nervioso.

Solo se me hizo muy difícil la despedida con mi primo, cuando ya mi marido se caía de sueño. Nos arriesgamos mucho, mientras mi marido se aprontaba para acostarse, cuando insistí en acompañar a mi primo hasta afuera y despedirnos con un prolongado chupón y algún manoseo como esos que te das cuando estas en lo mejor con tu enamorado, pero en casa de tus padres y tienes, si o si, quieras o no, que, irremediablemente, despedirte.

Aunque ya era tarde, cerca de medianoche, la inconsciencia mayor fue que, nos expusimos a que algún vecino pudiera habernos visto en tan descarada despedida.