Primero. todo empezó como una venganza

Cuento en tres partes de amor y sadomasoquismo

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RELACIÓN DE MARÍA CON JENNY

Jenny no buscaba poseerla dominarla o pervertirla con su sabiduría -que ya le había demostrado- de mujer corrida en cien plazas… solo buscaba comprarla, asegurarla para sí mediante la delicia del sexo que le daba… y lo estaba logrando.

Para María, que captaba el argumento mercantil de su posesión -que también había sido el de Macarena en su momento-, el sexo con Jenny no satisfacía su necesidad ni la llevaba más allá de algunos portentosos orgasmos –aunque eso no sucedía todas las veces-; lo que sí satisfacía, era su necesidad de protección. Mucho más que la que le pudiera dar un hombre, por más poderoso que fuera, porque la posesión por parte de una mujer madura tenía mucho de amor maternal… estaba signada por ese drama de su existencia.

Jenny era rica y trataba de llenar el vacío de amor en María, con regalos y maravillas.

Desde que la volvió a ver, se le metió en el corazón. Quería que la amara, que la necesitara. Estaba enamorándose de la chica. Como dice el Gabo… “cayó en la trampa de la nostalgia…”

Jenny resultó una mujer sabia, interesante, culta, buena maestra, amable y provista de una especial capacidad para comprenderla que especialmente era lo que más la atraía hacia ella. Con ella se sentía a gusto y en confianza; era de las pocas personas en las que depositaba su confianza; pero Jenny, agregaba una sensación de útero maternal que con sus amigas no podía sentir. Jenny estaba ya cerca de los sesenta años y María no se sentía especialmente atraída desde el punto de vista sexual hacia ella, no por el asunto de su edad ni por su físico, sino porque no poseía esa actitud dominante e imperativa que tanto la había subyugado cuando la conoció… rogaba  porque la hiciese sentir poseída, dominada, objeto de una pasión que le transmitiera su poder… eso era lo que la ponía aguadita mansita  abierta y entregada. Si hubiera actuado así… otra historia se hubiera contado…

Fue lo que le había pasado la noche de su matrimonio con Macarena.

La sensación de que había otra que la quería poseer -por las malas de ser necesario- de manera dramática, sin importarle nada… en plena fiesta y a pocos pasos de otras personas; que se encontraban en la cocina en el momento en el que María (la novia) y Jenny (la madrina de la boda) allí coincidieron.

Lo perverso y arrollador de la situación que se planteó entre ellas desde el momento que se miraron al tropezar sus manos al coincidir ambas en el simple gesto de abrir la nevera, logró que la decisión de entregarse a Jenny en ese momento, tomara un cariz de acto inevitable, alevoso traidor y bajo que le arrancó un escalofrío placentero apenas sintió su mano sobre la suya.

Iba temblando de deseo al sentirse arrastrada por los fuertes brazos de Jenny; delante de todos, que miraban la escena enmudecidos y con los ojos desorbitados por la sorpresa; hasta la puerta del cuartico de la lavandería, la cual abrió abruptamente y decididamente la tomaba por la cintura y la empujaba dentro de la pequeña habitación donde terminaría de poseerla para siempre…

Esa vez había sentido más emoción y placer que cuando era poseída por Macarena, la mujer con la que esa noche estaba casándose. Cuando abandonaron el cuartico pocos minutos después, María era consciente de que una sensación tan deliciosa como la que se había apoderado de su espíritu en esos minutos, la harían esclava del recuerdo de Jenny… ya Macarena, desde que la supo su propiedad, no la subyugaba ni la violaba… sólo la amaba: eso no era suficiente.

La historia estaba a punto de repetirse por los mismos motivos.

Se llamaba Bárbara, era amiga de Lobenia (su amiga, administradora de la empresa) y la conoció a los pocos meses de su llegada a la vida de Jenny.

Habían decidido hacer una pequeña reunión íntima para agradecer a Lobenia su intervención en favor de su relación amorosa que ya cumplía seis meses.

Bárbara era una muchacha de unos veinticuatro; contemporánea de María; era pequeña, no llegaba a los ciento sesenta centímetros; delgada y musculosa sin exageraciones. Era no muy agraciada en su rostro y tenía el cabello corto con un corte de hombre. Su inteligencia y encanto eran superiores: avispada y buena contadora de historias. Durante toda la noche se dedicó a Lobenia en cuerpo y alma… pero sus miradas, se las dedicaba a María y sin que nadie pudiera notarlo le hacía morisquetas, le sacaba la lengua y le lanzaba besos con los dedos…

A María le caía en gracia su comportamiento pero a medida que pasaba la fiesta y la música y el licor hacían su efecto, determinó que lo mejor era no acercársele mucho porque se la podía comer.

No se apartó ni un instante de Jenny, pero ni Lobe ni Jenny notaron sus prevenciones, ni se dieron cuenta de nada… sólo era un asunto entre ellas: un cortejo maléfico que la hizo humedecer contra su voluntad.

Esa noche hizo el amor con Jenny pensando en Bárbara.

UNA PEQUEÑA CELEBRACIÓN DE COMPROMISO

A

Lobenia

no quiso sacarle informes acerca de su amiga, no hablaron nada sobre ella cuando al día siguiente se encerraron en su oficina a trabajar en lo de su entrenamiento.

Pero el demonio siempre trabaja… nunca descansa…. es un trabajo muy cansador ese de ser demonio.

Esa tarde, antes de la salida del trabajo, Jenny las llamó para que se reunieran con ella en su apartamento, estaba aún regocijada con la llegada de María a su vida y quería seguir celebrando.

Lobe llamó a Bárbara para que se les uniera -María tembló- les informó que estaba en las cercanías, que la pasaran recogiendo. Así lo hicieron.

Las tres iban en el carro de Lobenia, María entre las dos, con su cuerpo opulento estaba frotando con su muslo el de Bárbara, quien se le pegaba más de lo normal. Pero no se miraban a pesar de que iban conversando animadamente y las maliciosas y divertidas salidas de Bárbara las hacían carcajearse a cada momento.

Se detuvieron a reponer gasolina. Bárbara descendió del carro para encargarse del asunto.

_ ¿no es bella? Le preguntó a María.

_ ¿te gusta…la quieres? le preguntó María a su vez, interesada en saber hasta qué grado la afectaría una infidelidad.

_ Sí. Me complace y llena mi vacío de compañía, mientras regresa la mía… cumple su propósito… ¿la quieres probar?

_ creo que ella me quiere probar a mí- declaró Malena de lo más cruelmente.

_ es buena… te la recomiendo… ja, ja, ja… pero ten cuidado, porque Jenny es muy sensible y la harías sufrir.

Esta afirmación de Lobe le pareció a María que tenía otro sentido: pero no quiso averiguar:

_ no creo que Jenny esté enamorada de mí… para ella sólo soy un juguete… una alhaja que muestra a sus amigas del club… le gusto, pero más nada. En cualquier momento me dejará… no me importará mucho… bueno sí… por la pérdida de su cuantiosa manutención y los lujosos regalos que me hace constantemente. Yo… no me enamoro de mujeres, ya se lo advertí… cada vez que se lo recuerdo me colma de regalos y me hace el amor como loca…

_ entonces… cómete a Bárbara o déjate comer, cómo prefieras… tienes permiso… ja, ja, ja…

_ Ella me va a  comer a mí… estoy segura, con tu permiso o sin él… pero es mejor saber que no te afecta tanto…

_ ¡mami!  Dijo Bárbara en ese momento a

Lobenia

interrumpiendo la conversación al irrumpir sorpresivamente por la ventanilla del vehículo –cómprate dos botellas en la licorería de la estación de servicio, para llevarle algo a Jenny, mientras yo termino aquí.

_ es verdad... vente María, vamos a escoger qué le llevamos… a tu mujercita ...

María, quien por el momento no quería quedarse a solas con Bárbara,  se disponía a salir del carro cuando observó la mirada vehemente de la muchacha a través de la ventanilla ordenándole que no saliera.

Fue tanta su turbación por la ansiedad que la acometió, que hizo un mal movimiento y metió uno de los tacones de sus zapatos en un recoveco del piso del automóvil y tratando de sacarlo por fuerza, lo quebró…

Lobenia

se interesó por saber si no le había pasado nada a su pie y ella le respondió un poco turbada que no.

_quédate… ya regreso, -y a Bárbara le gritó- ayúdala con eso…

Bárbara afirmó con la cabeza y un ¡ujúm!

_ no te vayas a estar allí toda la tarde, le gritó cómo respuesta, es sólo comprar dos botellas y ya… ¿no?

María había sacado el pie del zapato y trataba de sacar a este, del lugar en el que lo había incrustado.

Lobe ya había entrado en el local.

Bárbara, abrió la puerta, tomó su pie entre sus manos y se lo besó. María sintió una corriente de placer que le llegó hasta su perineo:

-¡deja, chica! Dijo,  pero su expresión no apoyaba su pedido.

Bárbara la miró seria:

_ perdiste un par de bellos zapatos por desobediente, te ordené que no te bajaras… quiero estar un ratico contigo… a solas… para decirte lo que va a pasar…

María la miraba con los ojos muy abiertos y expresión expectante.

Bárbara, de un solo jalón sacó el zapato con su tacón fracturado que pendía de un pedazo de cuero. Se lo entregó con mirada burlona. Rodeó el auto y ocupó el sitio del chofer, movió el carro hasta estacionarlo frente a la vidriera de la licorería a través de la que se veía a

Lobenia

escogiendo las bebidas.

Volteaba cada cierto tiempo hacia ellas para mostrarles una botella, ellas la saludaban y denegaban o afirmaban. Bárbara le hacía señas de que se apresurara. Lobelia no tenía interés en ello, quería darles su tiempo para que entraran en la fase de traición en la que María seguro caería arrastrada por la voluntad de Bárbara.

Ellas, a su vez, simulaban estar hablando de cosas banales para pasar el tiempo, pero no era eso lo que sucedía… Bárbara realmente le daba instrucciones y le profetizaba que esa noche delante de

Lobenia

y Jenny la poseería. Le describía vívidamente lo que le haría y lo que ella le exigiría que le hiciera.  María oía y callaba. La mano de Bárbara estaba entre sus muslos semi abiertos que facilitaban la maniobra y la transpiración del aroma de su sensualidad.

Una angustiante efervescencia sensual la hizo estremecerse mientras Bárbara le hablaba y tocaba sus labios mayores con salacidad. Se volteó hacia su ventanilla y cerró los ojos para que la angustiante y sabrosa sensación se disipara sin que Lobenia, en el caso de que mirara atentamente, no pudiera notar el descalabro de su voluntad marcado en la cara de puta que ponía en esos momentos cruciales.

Llegaron a casa de Jenny sin más novedades.

Jenny les mostró el nuevo regalo que le había comprado: un bello conjunto pijama de dos piezas transparente y sedoso.

Le obligó a que se lo probara y lo modelara entre las rechiflas y risas de todas. Le pidieron que se lo dejara, que estaban en confianza, que le quedaba bello, pero ella insistía en irse a cambiar hasta que la mirada de Bárbara se cruzó con la suya… desde ese momento desistió de su intención, todas lo celebraron.

La reunión estaba divertida especialmente por las curiosas intervenciones de Bárbara, una mezcla de vulgaridad, salacidad y perfidia, que a todas entretenía, hipnotizaba y excitaba.

Especialmente María se sentía  quebrantada, su entrepierna estaba  húmeda y lubricada.

Jenny la besaba un poco y la tocaba otro poco y así podía

pretender

que su calentura se debía a la fuente de perversión que manaba de esas caricias de Jenny y no de los ojos y la boca de Bárbara.

Lobenia

observaba el acontecimiento atentamente, Jenny estaba muy borracha y cansada como para estar fijándose en detalles.

El momento llegó.

Tres días de farra eran demasiados días de farra para Jenny  y se quedó dormida al lado de María rodeándola con su brazo por los hombros.

Bárbara la miraba con desesperación erótica, contaminándola, pervirtiéndola: ya Jenny no era problema.

Lobenia

estaba un poco borracha, seguía bailando con Bárbara, frotándose con ella y buscando su redención antes de que fuera tarde.

María permanecía sentada al lado de Jenny dormida, observando lo que su amiga y su novia hacían, oyendo la música y terminando de emborracharse.

De repente las cosas se desbocaron.

Lobenia

se dejó llevar por su calentura y su borrachera y se ofreció sin tapujos a Bárbara.

- con permiso , le dijo a María antes de posar su espalda en la mesita central.

Bárbara le subió la falda y le bajó las pantaletas sin dejar de mirar a María.

Encima de la mesita de centro de la sala, a menos de un metro de Malena, Bárbara la poseyó con su boca mordiéndola brutalmente. Se oía el perverso sonido de su lengua y de su boca mientras la acariciaba y metía sus dedos entre su raja hambrienta.

El sonido de la música había parado y ya no se confundía con los murmullos de angustioso placer de

Lobenia

.

Bárbara le hacía el amor mirando a María, lo estaba haciendo para ella, el espectáculo era en su honor.

María estaba sintiendo que un gran placer se levantaba entre los pliegues más recónditos de sus entrañas.

Bárbara en un último empujón arrancó el grito del placer final a

Lobenia

quien quedó allí rendida, aplanada contra la fría piedra de mármol de la mesita... logró mirar a María antes de dejarse caer rendida de goce ya embolsado en el recuerdo triunfal... parecía decirle:

-“ahora es tu turno”

Bárbara se levantó y se fue desvistiendo delante de María sin dejar de mirarla ardorosamente.

María pasó su lengua entre sus labios resecos para humedecerlos y aprestarse. Le indicó con mímica, articulando las palabras en silencio: “ cu-i-da-do” .

Jenny la continuaba abrazando dormida. Estaba inmovilizada y Bárbara con su pequeño y bello cuerpo musculoso avanzaba hacia ella.

Comenzó por desenredarla del abrazo de Jenny, cuidadosamente para no despertarla. Pronto quedó liberada.

Mientras ejecutaban la maniobra ambas estaban que no aguantaban la risa porque el tipo de acción alevosa que se aprestaban a realizar en desmedro de la fidelidad, que por lo menos nominalmente debían a sus parejas, les parecía risible a la par que excitante.

María fue deslizando lentamente su trasero, sin causar mucha conmoción en el asiento con sus  movimientos, para abandonar el mueble. Bárbara aprovechaba su posición para despojarla de la parte inferior de su nueva bella pijama, mientras se movía hacia ella.

Por fin ambas estuvieron de pie, echaron una última mirada a sus parejas dormidas. Estaban a punto de reventar de las contenidas ganas de reír. Tomadas de la mano comenzaron a alejarse en silencio.

Se encerraron en el balcón que había sido el lugar elegido por Bárbara para amarla a la luz de las estrellas, al mismo tiempo que podían vigilar a sus novias dormidas a través de las puertas de vidrio, y, en caso de un despertar inoportuno, simular que simplemente estaban conversando mientras miraban los luceros y que habían salido para no molestarlas con sus voces.

Todo sucedió en silencio. Ya no hubo más risas.

Con un gesto le ordenó que se tendiera en el suelo. Estaba frio, veía el cielo estrellado sin nubes ni luna. Le pasó la lengua repetidas veces por su cara, sus tetas erizadas y por su vulva. La embadurnó de saliva y seguidamente colocó con lentitud pavorosa sobre los de ella, los labios de su pequeña vulva.

Sus surcos se besaron apasionadamente, ninfas sobre ninfas, clítoris sobre clítoris. Cachapitas o tijeritas… era lo mismo, estaban unidas por un beso de coñitos que se deseaban.

María no quiso cerrar los ojos.

Se miraban. Querían calibrar la sensación que se producían mutuamente. Bárbara articulaba, muy quedamente, palabras licenciosas mediante las que la amenazaba con hacerla suya y no devolverla. María reía y se estremecía.

Ya los flujos hacían muy resbaladizas la superficie. Bárbara sucumbió primero.

María la atrajo hacia su pecho. Se trabaron en un beso profundo y básico. De él, emergieron por el orgasmo de María que casi se ahoga con la lengua de Bárbara. Esta, recuperó su autocontrol con prontitud, controló a su pareja con su lengua y mordisqueó los pezones que tan cerca tenía. María soltó un chorro de meados con el orgasmo que no acababa.

Se quedaron quietas pero acezantes, una sobre otra con los ojos cerrados.

Un leve rasguño sobre el vidrio de la puerta llamó su atención. Miraron.

**Lobenia

apoyada contra el vidrio de la puerta del balcón las miraba. Estaba llorando.**

El respingo de Bárbara la hizo desmontar a Malena. Ambas la miraban sorprendidas más por el llanto, que por su presencia. Bárbara se puso de pie y abriéndole la puerta le cedió el paso.

Lobenia

no quería entrar. Bárbara la tomó a la fuerza por la cintura y la obligó a pasar. La abrazó y la besó. Malena tirada en el suelo, enredada entre cuatro piernas que sobre ella sostenían dos cuerpos unidos por un voluptuoso abrazo, no hacía más que mirar con sus manos tras la nuca… ¿qué pretendía

Lobenia con toda esa obra de teatro

?

De repente lo entendió.

Tras la puerta abierta había aparecido Jenny observando la escena en silencioso lagrimear.

Quien primero reaccionó fue

Lobenia.

Lentamente se fue agachando sin quitarle la vista a Jenny; Bárbara observaba la escena tan expectante como María, en silencio y sin moverse: parecía un asunto entre Jenny y Lobe.

Cuando estuvo en cuclillas al lado de María, movió su mano lentamente hasta que la colocó sobre su monte de Venus y allí la posó. María la miraba sin reaccionar.

Bárbara volteó a mirar lo que su amiga hacía.

En cuanto

Lobenia

notó su mirada, la tomó por la mano y le indicó que se agachara a su lado.

Jenny tenía lágrimas que profusamente humedecían sus mejillas, pero se mantenía hierática apoyada en el marco de la puerta.

Cuando Bárbara estuvo acuclillada a su lado,

Lobenia

le indicó con la mirada la intimidad de María, quien estaba estupefacta observando el espectáculo del que ella era parte protagónica… pero del que, a la vez, se sentía extrañamente despegada.

Bárbara como si sólo esperara esa orden, hundió su cara en el bajo vientre que se le ofrecía tembloroso y húmedo y lo mordió fuertemente al mismo tiempo que hundía su lengua en su entrada. María gritó. Jenny dejó escapar un sollozo.

Lobenia

no había perdido tiempo y había colocado su raja sobre la cara de la víctima mientras sostenía sus brazos con fuerza insospechada… para un ser tan fino y tranquilo como ella. María quedó dominada sin entender perfectamente la razón de todo este rito de violencia. Era una representación aturdidora.

No pudo fijarse cómo el dolor se marcaba en la faz de Jenny demacrándola instantáneamente, pues las nalgas de Lobe le impedían una buena visión de la situación y los protagonistas. Pero

Lobenia sí la observaba regocijada.

Bárbara, mientras tanto, no se daba cuenta de estas pequeñeces, ante ella tenía esa espléndida alhaja carnosa y se ocupaba de mantener sus  muslos abiertos con rigor doloroso para inmovilizarla mientras le hacía barbaridades .

La gata de María  maullaba enloquecida más por la violenta situación, que se asemejaba mucho a una violación, que por el propio placer que la boca de Bárbara le ocasionaba, pues al verse privada de la capacidad de respirar por la violenta postura de

Lobenia

, la angustia le impedía concentrarse en lo que sentía.

Finalmente,

Lobenia

comprendió que se estaba excediendo y aflojó su opresión, además María la estaba mordiendo cruelmente y el dolor la hizo reaccionar.

El odio era contra Jenny. María no tenía culpa. Sólo  quería que Jenny la viera sufrir y gozar por otras manos y que supiera que era a ella a quien estaban castigando.

La estimulación de Bárbara se hizo patente en cuanto pudo respirar libremente, la situación de su cuerpo violado la llevó al máximo… ¡coño, soy masoquista! pensó con crueldad antes de soltar el inmenso placer que se agazapaba desde hacía un buen rato entre sus tripas alborozadas.

Atrapó entre sus brazos las caderas  de Lobe y hundió su lengua en su grieta ensalivada…rodeó la espalda de Bárbara con sus piernas, elevó su cadera involuntariamente y en medio de un bramido que le salía de lo más profundo, soltó su orgasmo mojado con sus orines en la propia boca de la comelona Bárbara.

Lobenia, a su vez,

estaba echando sus flujos orgásmicos sobre su boca: tenían cierto sabor a whisky.

Tardaron unos momentos en recuperarse.

Lobenia

se levantó y le sonrió. María la miraba con ademán interrogativo de “¿qué fue todo esto?”

Bárbara al fin quedó liberada del tremendo agarre de sus macizos muslos: tenía la cara enrojecida y llena de flujos y meados.

María rompió a carcajearse por la expresión compungida de Bárbara.

Cuando volvió a la realidad recordó a Jenny.

Se levantó y fue en su busca, pues ya no estaba en la puerta del balcón. Estaba enroscada sobre sí misma en el sofá.

Cuando intentó hablarle la miró con cara de odio y le gritó que se fuera y que no regresara:

_ ¡ya no te quiero!... ¡vete! eres una perra como las otras…¡ya no me sirves!

En cambio,

Lobenia

y Bárbara se estaban terminando de vestir de lo más tranquilas, como quien acaba de terminar un trabajo.

_ Vístete que nos vamos, le ordenó Bárbara a María.

La obedeció. Se colocó las ropas con las que había llegado y dejó sobre un sillón las que Jenny le había regalado. Salieron sin mirar atrás. María no se sentía triste y la consciencia la tenía en paz. Esa etapa ya había terminado simplemente.

Ya en el ascensor las increpó: -¿qué fue todo eso?

Lobenia

la abrazó y humedeció su cuello con sus lágrimas:

_ perdóname, hermanita, fue una venganza...si te hubiera puesto al tanto anticipadamente no hubiera salido tan perfecto como salió… no te hicimos daño…

_ Claro que sí… la idiota esta, dijo señalando a Bárbara mientras le propinaba un golpe en el brazo, me mordió duro… todavía me molesta… me quería comer…

_ Lo que te quiero comer es ese hermoso y suculento culo que te gastas… ¡qué nalgas tan bellas! ¿Y el anito? una gloria palpitante…un bomboncito de carne rosadita… ¡ummm!

-¡ay, cállate boba! -dijo María enfurruñada-no me interesa saber los detalles… ¿Hay más sorpresas por allí?

_ no, hermanita, le respondió

Lobenia

, mientras salían del edificio; esto fue una concatenación de casualidades que se presentaron y que aproveché… ella me apartó de la mujer de mi vida… la engañó y se la llevó… está en Estados Unidos pero pronto regresará -Lobenia hablaba atropelladamente mientras abordaban el automóvil-… por sus propias palabras supe que estaba enamorada de ti, que te había conocido en la época de una tal Macarena, que te extrañaba, que no sabía dónde estabas, que te quería para tenerte mientras estuviera en el país, yo le dije que sabía dónde estabas, quería a cambio la dirección de mi nena… accedió… te presenté… de verdad se veía enamorada… planeé la venganza…

_ Y yo te cogí… ja, ja, ja… para que la idiota sufriera… ja, ja, ja…se carcajeó Bárbara mientras encendía el automóvil.

_ déjala Bar…

_ ¿y qué gano yo en todo esto? preguntó María.

_ ¿quieres más? respondió Bárbara… sólo el cofre y la prenda valen bastante... ¿y lo que te hizo gozar la vieja, y los demás regalos…? y ¿lo que nosotras te hicimos gozar…? ¿No cuenta?...por cierto, me traje la bella pijama que te regaló hoy… aquí la tienes –completó haciendo un gesto hacia una bolsa plástica que había lanzado sobre el asiento de atrás- te la ganaste… ¿porqué despreciarla?

_ déjala Barb… no te metas… dime qué quieres de mí y te lo doy… exponiéndote a ti pude hallar a mi amor y eso vale mucho para mí…

_lo único que deseo es que no me vuelvas a engañar, detesto eso… nada más…

_ ¿Y yo? -Preguntó burlonamente Bárbara mientras conducía- ¿Qué gano…?

_ Barb, que conoce mi pena, se aprestó a ayudarme si le gustabas … parece que sí...ja, ja, ja… después que le saqué la dirección de mi amada a Jennifer… Barb, fue la que planeó la venganza… para causarle dolor con tu traición…

_ ¿cómo supiste que iba a caer? Preguntó a Bárbara, si no caía… no había plan, ni venganza…

_ ¿eres idiota?… eres una zorrita fácil y manipulable… estás divina, por lo que supe que podría desplegar todas mis artimañas con sumo gusto… desde que te vi supe que te tendría… se lo dije a Lobe… y pusimos en marcha el plan… claro, ¡idiota! que no te podíamos decir nada… no podíamos ser sinceras… sino, no hubiera funcionado...¿estás bravita?

_ O sea, que todo eso de que…

_ Mi amor -le interrumpió Bárbara al saber lo que iba a preguntar- no te atrevas a dudar de mi sinceridad con respecto a lo mucho que me gustas… eso fue sincero y bello… me considero bien pagada y aún creo que me endeudé… di menos de lo que recibí…

_ ¡Upa!  ¡Tremenda declaración! Afirmó Lobe aplaudiendo alborotada.

_ Gracias idiota, respondió María ruborizada, me alegra haber ayudado a Lobenia y lo volvería a hacer…

_ ¿qué tal mañana? preguntó inmediatamente Bárbara…

_ Chacha ¿qué te pasa, sigues birrionda?

_ es que contigo siempre se tienen ganas…

_ gracias… pero…mañana le toca a mí hombre…

_ será hoy… porque son como las cuatro, intervino

Lobenia

.

_ ¿estamos pendiente… de verdad no me vas a engañar?  Mira que me gustas mucho… estoy como tú vieja: ¡enamorada!rogó Bárbara.

_

Lobenia

es mi proxeneta… y mi jefa… así que,  ¡ya sabes!…pórtate bien con ella para que te dé un número…

_ ¡ya sabes!… -le dijo

Lobenia a Bárbara en tono amenazador-

pórtate bien…

Todas arrancaron a reír al mismo tiempo.

A otra rosa mariposa.

Ya en su cama, María pensaba que se había librado a bajo costo de una relación sin futuro y sin presente, pues le quitaba tiempo y energía… había recuperado la valiosa joya que Macarena le había regalado, más otros valiosos regalos que Jenny le había dado...a la par que ganaba la eterna gratitud de

Lobenia

, que por el poder que detentaba y las informaciones que manejaba, no era poca cosa como aliada confiable.

Se durmió pensando que esa misma noche Ricardo estaría haciendo maravillas con su cuerpo.

Fin de LA VENGANZA.