Primera, y deseada, experiencia (fragmento)

Traducción de un fragmento de "Látigos, cadenas y esposas, ¡oh dios mío!" ("Whips and Chains and Cuffs, Oh my!", de Camella Rose) ofrecido gratuitamente por Pink Flamingo Publications ¡Esta aventurera insolente consigue exactamente lo que buscaba y mucho más!

Látigos, cadenas y esposas, ¡oh dios mío! (fragmento)


Título original: Whips and Chains and Cuffs, Oh my!

Autora: Camella Rose (c) 2004, all rights reserved

Traducido por GGG, diciembre de 2004

¡Esta aventurera insolente consigue exactamente lo que buscaba y mucho más!

Mi personalidad extrema permite muchas exploraciones. No hay mucho que no intente sexualmente al menos una o dos veces. A veces es una buena experiencia, a veces es algo que no volvería a repetir. Mi filosofía es, "Nunca lo sabes hasta que lo pruebas, ¿verdad?"

Una noche encontré a un hombre en un club y habíamos tenido un par de citas antes de practicar sexo. Hablábamos de lo que a cada uno le gustaba y que estaríamos dispuestos a hacer y que no estaríamos dispuestos. Ambos, él y yo, estábamos interesados en probar algo de sadomasoquismo con accesorios y juguetes. Siempre he tenido una atracción al dolor suave y un temor para todo lo que se relaciona con los juegos sado. Tenía unas cuantas ideas al respecto en la cabeza y sabía que él sería precisamente el hombre adecuado para hacerlo.

Había ido a una tienda especializada y comprado una cadena moderadamente gruesa, de unos 4 pies (aproximadamente 1,20 m) y un látigo suave, diseñado para escocer, no para dañar. Por supuesto que hay que tener esposas y cuerdas para atar a tu pareja o a ti misma. No estaba por hacerlo en plan duro pero definitivamente quería probar algo que nunca antes había hecho. Mi fantasía era que el me hiciera tumbarme boca abajo en la cama y luchar con él. Esta resistencia solo provocaría que me forzara más, que era lo que yo quería. Me pasaría la cadena por delante del cuello, me esposaría las manos a los postes de la cama y me clavaría por la fuerza la polla en el culo sujetando los extremos de la cadena para apalancar y empujar en mi interior. Me azotaría con fuerza con el látigo y así podría sentir los aguijonazos cruzando mis nalgas.

Se le había puesto tan dura cuando le dije lo que quería que me arrancó la ropa, haciéndola jirones.

Me dio una bofetada en la cara, (no demasiado fuerte) y me dijo, "¡Boca abajo en la cama, perra!"

Le miré y dije, "¡En tu puta vida, cabrón!"

Dijo, "Vale, ¡te vas a arrepentir de haber dicho eso!"

Me agarró del pelo, me empujó la cabeza contra la cama haciendo que me tumbara sobre el estómago.

Luego me esposó las manos tras la espalda en vez de a los postes de la cama. ¡Pensé que esto era todavía mucho más emocionante! Me sentía más restringida de esta forma.

A continuación tomó la cuerda y me la ató alrededor de los tobillos atando los extremos a los postes de los pies de la cama. Me asaltó una ráfaga de miedo, porque esto no era nada que hubiera mencionado. Aunque confiaba en él, me sentía realmente vulnerable, puesto que no podía moverme.

Luego tomó la cadena y me pasó el frío acero a través del culo y dijo, "¡Puta miserable! ¡Cuando termine contigo vas a desear no haberme insultado! Voy a hacer que hagas cosas que no quieres hacer. ¡Tendrás que matarme para que me detenga!"

Vale, ahora estaba aterrada. En el fondo sabía que nunca me haría daño de verdad pero estaba aterrada de lo bien que representaba su parte.

Tomó la cadena y me la pasó por debajo del cuello hasta delante dejando un extremo en cada uno de mis hombros. Se arrodilló entre mis piernas y me abrió las nalgas y me clavó la polla en el culo, haciéndome gritar a la vez de placer y dolor.

Dios mío, me sentía tan bien que casi me corro instantáneamente.

Dijo, "¿He dicho yo algo de que pudieras hacer ruido, perra?" Agarró cada uno de los extremos de la cadena y tiró hacia atrás de mi cuello y empezó a clavármela en el culo con toda su fuerza. Hizo que me corriera con tanta fuerza y duró tanto que pensé que iba a perder la consciencia.

No quería que se acabara. Empezaba a dolerme el cuello y la cadena estaba empezando a arañarme con rudeza la piel pero me sentía tan a gusto que no me importaba.

Cuando se salió del culo me quitó la cadena del cuello y empezó a empujarla dentro de mi coño. El frío acero me gustaba mucho. Con cada eslabón que penetraba me palpitaba el coño. Fue capaz de meter como un pie (unos 30 cm) de cadena en mi interior, porque era una cadena gruesa. Luego agarró el extremo que estaba fuera y lo sacó de un fuerte tirón, provocándome un orgasmo instantáneo.

Trasladándose a mi cara dijo, "¡Voy a hacer que te ahogues con mi polla!"

Luego me metió su acerado vástago en la boca y me aseguró la cabeza bien abajo pasándome la cadena por detrás. Agarró los dos extremos de la cadena y me folló la boca usando la cadena como anclaje para hacer más fuerza. Me ahogaba pero a la vez me corría.

En ello estaba cuando de repente empezó a correrse, se salió de mi boca y se corrió sobre el látigo. Cuando hubo terminado me pasó el látigo por la cara, azotándomela levemente con el cuero empapado en corrida.

Finalmente me soltó las manos, me desató los pies y me levantó la cabeza preguntándome si todo había ido bien.

Repliqué con una gran sonrisa. Estaba tan plena de placer que no podía decir una palabra.