Primera visita al club de intercambios (4)

Estaba en las puertas del tan ansiado club. Sabìa que adentro mi esposo, me entregarìa a decenas de desconocidos...

Primera Visita al club de intercambios (4)

-¿Y esa no es Miriam, la instructora del Gym?, -le giró la cara para que confirmara sus sospechas.

-Pero si se ha cogido a medio gimnasio… - contestó él con cara de asombro.

-¿Sin incluirte?

-Yaaaa!!, no empieces… ¡¡Mira!! allá están los papás de Rosita, la compañera de kinder de la bebé.

-¿Y ese, no es tu primo Edgar? tan machito que me parecía… ¡¡veelo!! Cómo se come a besos a ese cuate- comentó María, haciendo un mohín de disgusto por la sorpresa de enterarse de esa forma que jamás sería de ella.

María se puso de pie, impulsada por la curiosidad de encontrar más conocidos. Tomó su copa y descuidadamente salió rumbo a los diferentes salones y privados de la casona. Andrés la vio irse, con una mezcla de admiración y recelo: "qué mujer más hermosa tengo… quiero que sea feliz, pero temo tanto perderla…"

-Hola linda, ¿eres nueva por estos rumbos? no te había visto antes por acá.

María estuvo a punto de voltearse a rajarle un bofetón a quien descaradamente le había rozado las nalgas. Pero el tono femenino de voz y la suavidad de la caricia alcanzaron a llegar a tiempo a su cerebro para detener la copa que ya volaba rumbo a la cara del atrevido.

-Ehh?... ¡hola!

Acercando la copa que ya venia alzada en dirección a un certero golpe, Andrea acercó la suya, a modo de brindis.

-Pues seas bienvenida "amis"- le dijo.

-GraPcias- y chocaron las copas junto al consabido intercambio de miradas. Ambas midieron sus cuerpos, discreta y a la vez profundamente.

María recorrió de arriba a abajo la mirada, regresando a gozar el par de ricos senos que Andrea le ofrecía por el escote de su blusa, y allí se quedó deleitándose. Una mano le tomó dulcemente por la quijada, alzándole la mirada a un par de bellos ojos miel, dulces y profundos a la vez.

-Acá estoy, cielo. Si quieres este par de senos para tus labios, habrás de preguntarle a mi pareja; eso, si eres también de su gusto. –te anticipo que me dejaste impresionada por el tamaño de tu cola y la brevedad de tu cintura, amor. -Pero sabrás que tengo dueña y ella decidirá si podemos estar "juntas las tres".

"¿ Juntas las tres ?" pensó, "pero si apenas vengo dando el primer paseo por el lugar y ¿ya me están invitando a un trío?, "mira que en este club se mueven rápido las cosas"

Los pensamientos de María se detuvieron al acercarse Brendita, quien abrazando a su pareja se presentó.

-Ahhh!!! Veo que estás haciendo nuevas amigas amor- y con un beso descarado en la boca de Andrea se dio a conocer como su única y auténtica dueña.

María cambió su copa de mano y estirándola en cordial saludo, se presentó.

-Encantada de conocerlas, soy Rommy… ehmmm, es decir… ¡¡María!!

Su mirada revisaba el grácil, breve y tentador cuerpecito de Brenda. ¡Es una bebé! -pensó para sí.

Era en verdad una beba. Sólo la seriedad del lugar podría asegurar que no era una menor de edad. A la vista de cualquiera, Brendita parecía una mujercita de no más de 14 años. Alta y delgada, vestida en vaqueros, con las botas

puntiagudas en piel exótica

por fuera, una blusa a cuadros muy bien entallada, amarrada a la cintura dejando a la vista un hermoso vientre plano y un ombligo más apetecible aún, con las mangas arremangadas, el cinturón a juego y un sombrero "alacranado" que le sentaba de maravillas.

Usaba el cabello largo, y unos breves pero muy firmes senos se podían adivinar a través de los botones abiertos de su blusa (sus pezones empujaban claramente la tela hacia delante diciendo; aquí estamos). Hablaba en tono norteño con una suavecita voz adolescente.

-¿Te habíamos visto antes?- preguntó arqueando una ceja.

-Creo que no. Es mi primera visita, allá está mi esposo…- señaló hacia un sillón vacío- "¡¡el muy cabrón!!" , pensó para sí.

-Pues seas bienvenida María-Rommy ¿o Rommy-María?… ¿cómo es?

-María… soy María, si!…¡¡eso es!!

La nariz de María se llenaba por el rico perfume de la pareja, que ya estando juntas se notaba usaban la misma fragancia. Un breve pero notorio escalofrío recorrió su espalda haciéndola temblar de pies a cabeza, al mismo tiempo que algo tibio comenzó a deslizarse por su entrepierna.

La ágil mente de María trabajaba a mil por hora creando escenas lésbicas, viéndose acostada con ellas, haciendo decenas de travesuras en la misma cama. Su mirada volvió de nuevo al pecho de Andrea, para deleitarse con esos ricos senos. Brenda se inclinó sobre ellos, le abrió más la blusa y los lamió con descaro, en otra clara muestra de "esta es mi propiedad".

-¿Te gustan?- preguntaron ambas al mismo tiempo.

-Perdón, pero es que

La conversación se interrumpió. En ese momento las chicas se abrazaron justo frente a ella juntando los senos, los labios y con las manos sobre sus nalgas se apretaron en un candente beso. Siguieron el ritmo de la música y bailando con descaro y cachondez entrelazaron las piernas frotándose sus sexos.

-Ven amor… -una de ellas le indicó, y tomando a María por la cintura la invitaron a unirse a ese baile privado y caliente.

Algún atinado mesero tomó la copa de sus manos, y las tres se abrazaron prosiguiendo con los besos y toqueteos. María se unió al grupo tomándoles por la cintura. Bajó un poco la mano para sentir las duras nalgas de Brenda y buscó con la otra sentir la suavidad en la piel de los senos liberados de Andrea. Al tacto, aquella tibieza le llevó nuevas sensaciones húmedas con el roce de aquel par de pequeñas bellezas aterciopeladas.

Jamás antes había tocado a una mujer. Quizás alguna vez lo hizo con sus primas, pero todo aquello era consecuencia de "toqueteos" normales entre adolescentes que se convertían en mujeres. Ahora tenía bajo sus dedos una auténtica hembra… y pronto serían las dos.

Una mano le recorría la cintura rumbo a su entrepierna, mientras cálidos besos le daban caricias por el cuello. Se dejó hacer… Las chicas le abrazaron dejándola por en medio.

Por delante, Andrea le ofreció sus senos, deshaciendo el nudo de la blusa, liberando completamente sus dos suaves y erguidas tetitas, y María fue directamente a probarlas. Oliendo y besando, lamiendo y acariciándolas con la lengua, poco a poco se fue bajando entre la hendidura de aquellas ricas montañitas de carne.

Tuvo que empinarse un poco para seguir con el toqueteo y se siguió a besos un camino hacia la entrepierna de Andrea. Al mismo tiempo que comenzaba a desabrocharle el cinturón, se detuvo a probar el sabor de su bello ombliguito. Andrea exhaló un suspiro, excitada echó la cabeza un poco hacia atrás.

Esta inclinación de María permitió que Brenda se encuclillara a sus espaldas, y alzándole el vestido se vino a besos y lamidas por sus redondeces. Marìa, alzó más la cola en franca invitación, se abrió de piernas en compás y apoyándose en las caderas de Andrea le ofreció franco el acceso a la chocha lo más que pudo, empinándose completamente.

Andrea echó las caderas al frente; su jean delineaba dos grandes y calientes labios vulgares al tacto de María, que además se apretaba leve pero firmemente con sus dientes sobre la tela, mientras luchaba por quitar la prenda. La nueva amante colaboró en bajarse los pantalones y una breve tanguita, asomó cubriendo apenas su húmedo pubis incrustada en su intimidad. Ante tan clara invitación María alargó la lengua para tocar la caliente vulva a través de la seda.

-Perdón chicas…- interrumpió Lorena, una de las socias del lugar- ¿No les gustaría conocerse en un lugar un poco mas cómodo?- preguntó interponiéndose entre ellas.

Cuando las chicas levantaron la mirada, vieron que ya se había formado un redondel de lascivos asistentes preparándose para disfrutar el inesperado espectáculo.

María encontró su copa en manos de su marido, quien le miraba satisfecho por los rápidos avances sociales que estaba logrando su mujer.

-¿Se podría?- preguntó Andrea.

-Por supuesto-

Lorena tomó de la mano a dos de ellas y las guió a un privado ante la rechifla de la audiencia.

Les condujo a un saloncito, cubierto en la entrada por una gruesa alfombra persa. Su interior, regado con pieles de animales sedosos y peludos, invitaba inmediatamente a tirarse desnudas sobre ellas.

La primera en irse de espaldas sobre las pieles fue Andrea, al tiempo que quitándose los jeans, fue abriéndose de piernas para mostrar su breve tanga, a todas luces empapada.

Brenda se fue sobre su pareja para confortarla con ricos besos, mientras María recargándose en la pared se dedicó a observar.

La cola de Brenda, empinada frente a María, se veía esplendorosa. Ya libre de los vaqueros, se le apreciaba un par de redondas nalgas en su bien torneado trasero, se había colocado justo entre las piernas de Andreíta y le comía a besos jalándole la tanga a mordiscos, para abrirse camino a esa cuevita de dulces fluidos que tanto gozaban las dos.

-Parecen tan amorosas- comentó Lorena.

-Sííí- María recordó que la anfitriona seguía ahí- le miró de nuevo embriagada por el momento lésbico que estaban presenciando y se le quiso ir a besos. Ella le detuvo en un grácil movimiento de Judo tirándola al suelo. Luego yéndose a horcajadas sobre María, le sometió con las piernas abiertas sobre su cara.

  • Amor, ¿si me quieres tener?, -deberás someterte a mis caprichos.

  • quiero!, -le contestó con la voz entrecortada por el deseo y la excitación.

  • Iré por mi atuendo y volveré con mi látigo favorito.

  • Te aseguro que hará delicias en ese gran trasero que me atrajo desde que te vi llegar

Diciéndole esto a una sorprendida María, se levantó de ella, dejándola con la boca abierta por la forma tan sencilla con que fue sometida… y convencida, Lorena se alejó con paso felino.

Ya las tres sobre el piso, María se dedicó a gozar del momento.

Poco a poco se acercó para tocar los expuestos senos de Andrea. Primero una caricia, y luego sus labios ya se estaban mamando aquellos erectos pezones.

Una mano recorría sus nalgas levantándole el vestido y acariciándole con maestría.

Era Brenda que le miraba con la boca llena de jugos y le abría los labios en un beso invitador. María se fue sobre ellos perdiéndose en mareos y deseos.

Chupó con ansias su lengua, dura como si fuera un pene, y saboreó la saliva de aquella mujer impregnada en los fluidos de su pareja.

Se abrazó a ella y, cayéndole encima, se dejó hacer por caricias que ya le buscaban ávidas el sexo, corriendo a un lado la pequeña tanga, una palma abierta le acarició la vulva, apresurados dedos comenzaban a hurgarle el caliente interior.

Luego un dedo fue abriéndole los labios mayores intentando llegarle al clítoris. Ella se dejó.

En un tris, su tanga se rompió a pedazos; era Andrea que le arrancaba aquel estorbo con los dientes. Antes de poder notarlo, su lengua le acariciaba magistralmente el clítoris, enviándole corrientes eléctricas que recorrían su cuerpo velozmente.

María se apretó más a la boca de Brendita, sus lenguas entrelazadas jugaban en lujuriosos círculos dentro y fuera de sus bocas, sus salivas eran frescas y agradables. La de Brenda podría ser la deseosa boca de Andrés, elevando la temperatura de su cuerpo a medida que esas leguas encontraban la caricia ideal; sentía que a cada lengüetazo un orgasmo se acercaba más y más.

Besar aquellos labios sin bigotes, causó extraños recuerdos en María, que siempre había preferido a los machos peludos y bigototes… Ahora sentía y disfrutaba la suavidad y delicadeza de una experta boca femenina, que le urgía y exploraba por todos los rincones, mordiéndole los labios y acariciándole por dentro las mejillas.

  • esta mujer podría hacerla acabar sólo con los labios y lengua en su boca. -se dijo a si misma;

Allá debajo, otra boca se esforzaba por dale el placer máximo, pero…tampoco sentía los pelos de su marido en el labio superior acariciándole el clítoris.

Aquellas caricias linguales en nada se parecían a la rudeza de los pocos hombres que le habían comido. Sin embargo, ese nuevo placer resultaba inenarrable y fantástico.

-¡¡Qué bien le comía el chocho esa mujercita!!, -sintiò Marìa. -aquella boca era de una mujer. "Y solo una mujer sabe cómo acariciar la crica excitada y deseosa de otra mujer".

María enloquecía a cada beso, a cada lamida. Un fuerte orgasmo se desató justo en el momento que mordía los puntiagudos y duros pezones de Brendita.

Hizo un candado con las piernas y atrapando la cara de Andrea la atrajo lo más que pudo. Un brioso río de excitación, muy diferente, anunció una potente descarga como de "eyaculaciòn masculina". Una explosión interminable que se multiplicó infinitamente en su vagina.

La chica, abrió todo lo que pudo la boca y succionó con fuerza la dura venida de Marìa. Esta se abrió completamente de piernas sintiendo como si en un venir de orines algo se le escapara desde la vagina, al tiempo que una lengua en forma de cuchara le comía y lamía hasta la última gota.

La fuerza de aquel orgasmo no se le olvidaría en años.

  • aaaahhhhgg, - Marìa convulsionaba en placer.

  • dame amor, dame tu venida, la quiero beber completita para mi, -respondía Andrea brindándole todo el placer de que era capaz su boca y lengua.

-ven mami, ven a mi, mamita!!, -te abrigo en mi pecho. -Brenda le ofrecía los senos como cobijo al caliente rostro de Marìa, quien revolvía su cabellera como intentando despertar del mas cachondo de sus sueños.

Las tres chicas se hacían un ovillo de piernas y brazos. La joven pareja ya había quedado desnuda y Marìa en tirones arrebatados lanzó el vestido a un rincón de la habitación.

Se revolcaron en abrazos sin recato alguno. Las pieles acariciaban sus cuerpos transmitiéndoles más excitación. Mientras sus sexos se unían compartiendo calientes fluidos femeninos. Las entrepiernas brillaban en ellos y las vulvas depiladas en intensos tonos carmesí invitaban a ser comidas y lamidas.

Sus manos pasaban de vagina en vagina, las lenguas se encontraban de a tres en besos húmedos y ardientes. Los senos rebotaban libres. Ahora entrelazados, ahora al aire buscando una mano caliente y chorreante que les acariciara.

-asiii, siii!!!, -dijo una de ellas apretando con su mano los dedos que le hacían redondeles por la vagina.

-a mi mamita, te quiero en mi, mami!!, - penétrame con esa dulce lengua, Brenda insistía apretando a Marìa sobre su inflamada vagina.

Los gemidos y arrebatos de placer se fundían en un canto de sirenas que entonaba cuanto necesitaban más de ellas mismas. En ningún momento pensaron en tener un hombre entre sus piernas. Las tres se bastaban para dar y recibir todo el placer que cada una necesitara.

Suspiros y miradas de verdadero sentir, ojos entornados y agradecidos era todo lo que aquel trío trasmitiría por siempre jamás.

Suavemente el canto fue acallándose, mientras los cuerpos comenzaron a fundirse en uno solo. La larga cabellera de Marìa vino a convertirse en una capa que envolvía y protegía a las tres como si fuesen un capullo de crisálidas. Las chicas nacerían a una nueva vida de pasiones lèsbicas, donde solo se da ese amor puro que nace de mujeres que se entregan como jamás lo haría hombre alguno.

Las pieles les acariciaban con suavidad y a la luz de las velas todo fue quedando en penumbras, hasta que la oscuridad de un sueño placentero se apoderó de las saciadas mujeres.

Inesperadamente: Un par de soldados Romanos se abrieron paso por la alfombra Persa, que fungía como puerta en aquel recinto de amor.

Uno de ellos era Andrés y el otro, su socio: Quienes vestidos en falditas tableadas, huaraches atados por las pantorrillas, cascos y relucientes lanzas; despertaron al trío a una nueva realidad.

Cuando las chicas se incorporaban al verse rodeadas de aquellos hombres. Apareció Lorena enmascarada, ataviada en pieles, al tiempo que blandía su látigo negro; señalaba con índice de fuego a Marìa.

-!!!ELLA!!!, esa es la mujer que intentó besarme por la fuerza!!.

  • a ella!, mis valientes Centuriones. –ordenó.

Continuarà….