Primera visita al club de intercambios (3)

Vamos! mis querid@s lector@s: Ya estamos a un paso de conocer, mi primer intercambio. Serà delicioso. ¿Me acompañan?

Primera visita al club de intercambios (3 bis)

La joven pareja recorría en su auto la ciudad rumbo a la Zona Rosa, un sitio frecuentado por "gays" y "lesbianas" a partir de las 17:00

(NdelA)

y aunque Andrés había puesto una de las grabaciones favoritas de su esposa, ambos iban dedicados a sus propios pensamientos. María seguía con el recuerdo de la primera aventura con su ex, mientras trataba de imaginarse cómo sería aquel Club...

Algunas fotos de publicidad en Internet, ya le daban algunos "nortes"… pero su excitación crecía imaginándose de saber que conviviría con desconocidos que estaban dispuestos para el sexo en pareja, en trío, de a dos parejas en la misma habitación… ¡algo difícil de imaginar! … se interrogó María. Por más que se esforzaba en calmar sus nervios y sus ansias por llegar… poco lograba.

El momento de saberse descubierta por su Cuñis minutos atrás alentaba sus fantasías

  • ¿y si me llegara a acostar con mi cuñadita?... -una nueva pregunta-

  • ¿será lesbiana?...

  • ¿en verdad se sorprendió cuando me vio bajar las escaleras?... lo noté por la forma en que se mordía el labio inferior, -los pensamientos venían unos tras otros en la mente de la autora.

María se hacía ésta y otras mil preguntas distraída, completamente despreocupada de los intentos de Andrés por calmarla, quería mantener la excitación que rondaba aún en su entrepierna, pero esta crecía con cada kilómetro que los acercaba al "punto de encuentro".

  • ¿Sería él capaz de entregar a su amada mujer al primer hombre que le llenara la cara?...

  • ¿y si encontraba una pija que fuera más cumplidora y complaciente que la suya?... ¿Le dejaría? -¿Perdería a su amada María por andarla compartiendo con desconocidos?,

-¿Acaso no sería mejor una aventurita con viejos conocidos como cuando estuvieron con Julián?...La cabeza de Andrés se revolvía en inquietud.

De reojo veía a su mujer sentadita, con aquel vestido negro que tan perfecto le quedaba; sus muslos gruesos y atractivos se veían de lo mejor, envueltos en aquellos mayones a rombos. Traía unas zapatillas negras con atractivos brillos dorados que le mostraban un empeine para besar y besar.

Viró como distraído por la calle que cruzaban y notó sus pezones aún erguidos por la aventurita que habían tenido en la casa. Sus pechos se dibujaban firmes y llenos

  • ¿compartiría esa rica mujer con cualquier conocido?, -¿le amaría de nuevo, luego de verla cogiendo con placer con un par de "cabrones" que jamás volverían a ver?, - ¿o quizás lo haría mientras el trabajaba como burro? ¡engañándole por su propio impulso!. –demasiadas preguntas.

  • Ahhh- se quejó Andrés.

-¿Qué pasa amor?, -le preguntó María, haciendo una de esas caritas que le rompían el corazón y le excitaban de inmediato.

-Es que me duele un poco la cabeza, mi amor- dijo tratando de disculparse por interrumpirla en sus pensamientos.

-¡Nada que me duele la cabeza!, -le increpó su esposa… -¡eso déjalo para las mujeres, cuando llega el marido de copas, buscando solo su placer!…- contestó ella, al momento que le acercaba una mano para sobarle alevosamente la entrepierna.

-…ya me has prometido que me llevarías al club, -¡y al club quiero que me lleves!, -su tono no admitía posibilidad de reproche alguno.

-No cielo, no es una excusa, en verdad, me duele un poco la cabeza… -él ocultaba que esas molestias eran por la incertidumbre de imaginarse a ese "forro" de mujer en brazos de otro, de otros o peor aún; ahora la imaginaba engolosinada en cuatro patas recibiendo por el culo, al tiempo que se mamaba una verga más grande y jugosa que la suya.

-¿y si le dejaba por otro hombre?, -las preguntas volvían, arrebatándole de nuevo al mar de sospechas que casi le hacen desandar el camino, llevarla a casa, darle la mejor de las cogidas en la vida y tratar de hacerla olvidar el asunto del club.

-¡¡Mi amor, mira!! Ahí, hay una farmacia, -¿por qué no te compras unas aspirinas, y de paso algunos condones de todos tamaños y sabores?, -Finalmente, no me dejarás acostarme con algún extraño -"sin protección"- ¿cierto?, -terminó de hablar con esa carita de: "quiero más", que sabe poner María cuando lo deja completamente "seco" después de una larga sesión de sexo pasional y desenfrenado.

-¿Eehhh? Ah! Sí sí.

Andrés enfiló a la farmacia… estacionó y bajó por las "dichosas pastillitas".

Ya dentro; pensó mejor en la noche que se vendría y pidió unas "viagras".

-¿Son para usted?- le preguntó la dependienta con cara de "no me lo puedo creer".

-No señorita. Son para mi tío Enrique, que está por recibir la visita de su sobrina, -algo molesto le contestó… -¡¡mire!!!- le señaló, -allá está sentada en el auto negro ¿la alcanza a ver?.

La dependienta se asomó por el ventanal del establecimiento alzándose de puntitas y entornando los ojos, pretendió enfocar a la mujer de su cliente.

-¿Esa es la sobrina del tío Enrique?

Al mismo tiempo Andrés la revisaba de arriba a abajo, notando una rica cintura y buenas caderas, las pantorrillas se marcaron poderosas por la posición de puntitas que la chica había asumido. –¡¡pero que rica está ésta!!, -se dijo al tiempo que sobaba discretamente su entrepierna.

-Oiga… ¿y qué edad tiene el tío Enrique?, porque las pastillas que lleva, son para mayores de 60 años, y si es menor de 45, le va a quedar la verga dura y complaciente por tres días… ¡¡¡la dosis es importante!!! ¿sabe?

El tono de la dependienta había bajado, pretendía ser confesional, además de haberse acercado un poco más, hasta percibir su perfume, lo cual innegablemente, llamó la atención de Andrés.

-Ahhh, ¿el tío Enrique?... mmm… -pues tendrá unos… 50 o algo así, casi 60, -corrigió, pensando en llevarse esa dosis a toda costa.

Si por alguna razón había competencias en el Club de cogidas o algún concurso de lechazos, él quería ser el ganador. La vendedora le miró con duda, coqueteó un poco inclinándose mas sobre el mostrador, al tiempo que los ojos salían de las cuencas de Andrés, tratando de comerse con la mirada aquel par de apetitosos senos.

-Señorita –ejem- -¿y dónde están los condones?

-¿De qué medida señor? – su voz sonó como la de una prostituta y le sonrió con descarda coquetería fijándose en su entrepierna, para luego penetrarlo con la mirada sin pestañear.

-¿¿Medida??, -¿¿ya los venden de medidas??

Con una sonrisita suspicaz, la dependienta le mostró una larga fila de sobrecitos que se veían por el mostrador.

-¡¡Sí, don!! esos dorados son talla extra, aquellos azules, son "ultra-sensitive". Pero no los lleve, porque se rompen tan fácil; -el otro día, no sabe que susto me llevé, -jijiji-… la sonrisita se volvió inocultable. Mientras revoleaba los ojos y le coqueteaba con rápidos pestañeos.

La mujercita apoyó su mano en el antebrazo de Andrés y continuó exhibiéndole en comparación los diferentes tamaños, texturas y sabores. Al tiempo que se inclinaba por los cristales; la bata médica se abría de a poco, dándole una vista directa de su par de jugosos senos.

-¡Mire señorita!, -¿Qué le parece que me escoja una docena de tipos variados?… ¡total!, -ya veremos cuáles se usan- Andrés ya sentía ganas de sacarle la hora de salida para volver por ella.

La franqueza y claridad con que la vendedora se dirigía hacia él, le pareció que era una chica de esas que se van con cualquiera.

-Oiga... ¿y ese Mercedes es suyo o del tío?- preguntó con curiosidad fingida, mordiéndose el labio inferior.

(¡¡Ya la enganché!!),- se dijo.

-Nooo, ¡mi amor! ese cochecito negro es tuyo cuando quieras, si lo prefieres yo lo manejo y hago de chofer… -¡¡tú dirás mi amor!!!

Andrés ya tenía el torso pegado al mostrador, frotándose la erección contra el cristal, pensando en pagar con su "American Express Platinum", que era carísimo usarla, pero siempre le conseguía alguna cita inesperada.

-Serán $850 pesos señor, -dijo la ricurita con la trompita extendida pegándose casi a su rostro, quien; ya se imaginaba montada en el "Meche" del señor, al tiempo que negaba con la cabeza.

-Ay, lo siento señor, sólo aceptamos efectivo.

-Pero… -balbuceó Andrés, coqueteándole con la exclusiva tarjetita como si fuera abanico.

-Mire señor, allá hay una maquinita de dinero, -¿por qué no saca efectivo y me lo trae?, -solo son $850 pesitos señor… -volvió a decirle al tiempo que señalaba con una mano de uñas hermosas hacia el cajero automático.

-¡vaya, no sea malito, ande!, -le animó como niña traviesa.

Andrés se fue tras la máquina, intentando sacar el efectivo con otra tarjeta menos cara. Uno, dos, tres intentos y le rechazaban el efectivo. Se volvía discretamente para cuidar a la dependienta y ocultar su vergüenza por "los inconvenientes" que le daban las maquinitas esas… (-¿me habré quedado sin efectivo?)- se preguntó al tiempo que una mano se posaba suavecita en su trasero. Se dio medio paso para atrás, seguro de que era la mano de la vendedora quien se le acercaba para ayudarlo.

-¿Qué pasa amor? ¿Por qué tardas tanto?...

Todo el teatro se vino abajo ruidosamente. Su mujer se había bajado del coche y… estaba justo ahí, arruinándole la nueva conquista.

–!!!Con un chingado!!! –gritó.

-Estas pinches maquinitas… no sirven para nada!!!,

María le besó suavemente la mejilla.

-No te preocupes, amor. Traigo efectivo en la bolsa ¿cuánto es?, -y se dirigió a la caja sacando su cartera.

-¿Cuánto es señorita? -le preguntó a la cajera, que ya veía con cara de burla a Andrés sobre los hombros desnudos y coquetos de la esposa.

-Son 850 pesos ¡¡¡SE-ÑO-RA!!!

-Lleva usted dos cajas de Viagras, y una docena de condones en variedad de tamaños y sabores

-¿lo sabía?, –le preguntó en voz muy alta tratando de descubrir al marido, segura de arruinar la relación por esa noche al menos. No dejaría comer a los otros si ella no probaba bocado. "Tal el perro del Hortelano".

-¿Dos cajas de Viagra?

-Y pa-ra ma-yo-res de 60 años, -completó la vendedora, haciendo énfasis en cada sílaba, viendo con desprecio al marido, segura de la impotencia que sufriría por tener que comprar "Viagras" de a pares.

-¡¡Paga y vàmonos!! -interrumpió Andrés, - en el coche te explico amor.

Y arrebatándole dos billetes de 500, se los entregó en la mano a la dependiente. Ella casi le acarició la mano al tomarlos, en franco coqueteo.

-Ven amor…. ¡¡Vámonos ya!!, -empujando a su mujer a la salida, tomó la bolsa de plástico apresuradamente intentando salir a toda prisa.

-¡¡Señooorr!!!

La chica le llamó con ese descaro femenino que se dan las mujeres cuando descubren a un Don Juan Casado.

–se olvi-daaa de su cam-biooo, son 150 "vueeel-tos", -le dijo al tiempo que "papaloteaba" los billetes como él antes lo había hecho con la tarjetita VIP que había mostrado al pagar.

Andrés sacó a su mujer a la calle, apurándola al coche mientras regresaba por el dinero sobrante.

-¡¡Que le vaya bien, viejo impotente y coqueto!!, -le dijo la vendedora al tiempo que dejaba el cambio sobre el cristal, para que su cliente lo tomara por sí mismo. Se dio media vuelta y alzando lo más que pudo la cara al cielo, desapareció altiva tras una esquina de la estantería.

–¡¡Pinche vieja!!!, -dijo Andrés con la cara sudorosa por el susto y aún nervioso por la escena que no llegó a presentarse "afortunadamente".

Tomó el dinero y casi alcanzó a cerrarle la puerta a María para luego rodear el auto y arrancarse a toda velocidad con las luces apagadas para que no brillaran sobre las placas.

-Algún día volvería por ella, -se prometió.

Ya en camino de nuevo; María se subió la falda hasta casi las caderas. Cruzó las piernas provocativamente, y sentándose de lado en los mullidos asientos en piel del autito de lujo. Miró a su marido tacándole una oreja con los dedos y le dijo:

-¿Estabas coqueteando con la vendedora amor?

-¿Ehhh?, de dónde sacas esa idea?, -entrecerrando los ojos como para ver mejor la calle en la oscuridad de la noche, solo intentaba ocultar el característico bailoteo de su mirada, que aparecía siempre que era descubierto en alguna mentirilla. Él llevó su mano al carnoso muslo que se le insinuaba, tomándolo para acariciarlo, en un fallido intento por convencerla.

-¡¡Auuuuchh!!! –se quejó cuando los dedos le apretaban por las uñas el lóbulo de la oreja.

-¿Quién crees que podría tener más éxito esta noche?, –preguntó Marìa… -¿Un viejo panzón y cansado como tú, que se toma dos cajitas de viagra para mantener la serenidad?...

-¿o esta mujer ganosa y experimentada, que lleva una docena de condones para usarlos en igual cantidad de hombres que se morirán por poseerla?

-dime bomboncito… -¿quién ganaría?...

Andrés encendió las luces, abrió el quema-cocos y subió el volumen de la música en otro torpe intento por distraer la charla.

-¡¡Mira amor!! Ya llegamos, -le dijo señalando los setos de hermosas flores y las bien iluminadas calles repletas de transeúntes ataviados en llamativas vestiduras.

Buscaron un espacio en la calle y estacionaron. Caminaron y olvidando el "asunto"; se fueron por esas calles repletas de personitas con personalidad propia.

Frente a ellos andaba un grupo de chicas muy jóvenes, vestidas de manera exquisita. Iban en parejas tomadas de la mano o por la cintura. Sus miradas se cruzaban en simpatía y seguridad. De vez en vez se besaban en los labios, compartiendo sus intereses y mostrando al mundo sus preferencias.

Camino al club, se cruzaron con docenas de parejas gays.

Algunos chicos eran verdaderos "metrosexuales", con el cabello pulcramente recortado, barbas, patillas o bigotes bien definidos, impecables. Paseaban con paso firme y seductor. Uno de ellos miró a la esposa discretamente recorriéndole de arriba a abajo.

-Segura que ese No es gay, -le dijo a su marido, deleitada por aquella figura bien formada, joven y masculina.

-Pero le gusta el "arroz con popote", -le contestó, al tiempo que la jaloneaba con galantería para apurar el paso.

La atmósfera de la Zona Rosa era realmente embriagante, y además era viernes por la noche: el mejor día para conocer y darse a conocer.

Flotaba todo tipo de aromas en el ambiente; desde el conocido incienso hasta los más exóticos y costosos perfumes. María lo notó y sacando discretamente su frasquito, se dio una rociada, como para también darse a notar, mimetizándose con el ambiente de gays y lesbianas que se respiraba hasta por los poros.

Caminaron distraídamente, pero sin perder detalle de personas y lugares.

Fueron acercándose al Club, mismo que Andrés ya había ubicado con anterioridad, pero que fingió desconocer, preguntando varias veces por el camino, como para averiguar cómo llegar.

Un viejo edificio de cantera y cristales biselados, iluminado en tonos rojos y púrpuras, destacaba de entre el resto.

-Aquí es, mi amor- señaló Andrés -¿quieres que entremos, o nos regresamos a casita?, -preguntó.

-¿Y me quedo con una docena de condones, para usarlos en lo que yo quiera, mi vida? -contestó María, con visos evidentes de no haber olvidado el incidente de la farmacia.

-Buenas noches, -les saludó un enorme individuo vestido en traje negro con cara de "pocos amigos" - ¿sólo vienen ustedes dos?

-Sip, -contestó María relamiéndose por la musculatura de aquel mastodonte.

-Pasen al registro, por favor, -haciéndose a un lado, les franqueó el paso.

Una linda chica vestida de "Darketta" extendió la mano besándoles a ambos muy cerca de los labios.

-Sean bienvenidos, -¿les espera alguien?

-No, venimos solos, -contestó el esposo.

-¿Quieren registraste en este libro con sus nombres o sus pseudónimos?, por favor… -alargándoles un grueso cuaderno de visitas, señaló las páginas abiertas para el registro.

*Erróneamente firmé con mi nombre

(NdelA)

ya era demasiado tarde; -Andrés firmó como Juan y pasamos al interior.*

El salón estaba iluminado sólo por velas (cientos, miles), antorchas en los jardines, amplios sillones y sofás distribuidos en semi círculos que daban oportunidad a crearse grupos de conversación o de conversión, a saber.

La decoración en las paredes; todas cubiertas por gruesas telas de terciopelo azul marino con bonitos remates en cuerdas doradas y motas en flor del mismo dorado. Algunos cuadros de tomas a desnudos renacentistas con remembranzas de clásicos pintores de época, todos encuadrados en gruesos "marcos rococó" en oro de hoja.

La pareja, se dirigió a una de las alas más apartadas y discretas, desde donde supusieron encontrarían la discreción de "ver sin ser vistos".

Escogieron un "love-seat" en negra y brillante piel para esperar el servicio.

La música era llevada por un grupo de cinco delgados chicos que entonaban hábilmente los mejores éxitos del momento. Parejas del mismo sexo bailaban juntas con cadencia exquisita.

A pesar de personajes y ambientes tan desconocidos para ellos, en el ambiente se respiraba pulcritud y decencia. Los nuevos miembros se relajaron cuando sintieron que no era un lugar "donde habrían de cuidarse": Todos charlaban amigablemente y les saludaban inclinando la testa con amabilidad y cortesía.

Dos exquisitas damas se sentaron en el sillón de enfrente y les abordaron.

-Buenas noches, somos las dueñas del lugar, queremos darles la bienvenida a nuestro club, y espero que pronto sea también el de ustedes.

-¿Es la primer vez que nos visitan?, -dijo su pareja, -pues no me parece reconocerles de antes. –Yo, soy Adriana.

-Yo soy Juan y ella es mi esposa Ma

*-¡¡Rommy!! -le interrumpí. Recordándole que ese era el nombre que anotado en la bitácora de visitas.

(NdelA)*

-Hola linda, -besándole casi los labios, Lorena se presentó a sí misma.

-Pues nosotras estaremos por aquí y por allá, cualquier duda que tengan o queja, sólo asistan a nosotras y con gusto resolveremos cualquier problema o inquietud que tengan.

-En este sitio, les explicaré, no estarán obligados a hacer nada más, que divertirse y conocer personas muy interesantes. -Pueden bailar, tomar o simplemente observar, nadie les molestará, -les aseguró.

-Si desean tener más contacto con nuestras reuniones y eventos especiales, no olviden incluir su correo electrónico en el "Boucher" que les pasarán al pagar su cuenta. -Sólo necesitamos nos extiendan una Tarjeta de Crédito en este momento y podrán disponer de todos los servicios, -explicó Adriana.

-Aahh, -y no se preocupen por los cargos en ella; lo más que les podrán cobrar por su visita no pasará de 500 dólares, -y les aseguramos que si llegan a gastarlos será porque se han divertido de lo mejor

-como en ningún otro lugar del Distrito Federal, -terminó Lorena, al ver la cara de extraños que estaba haciendo Andrés, ante la solicitud anticipada por la garantía de pago.

-Anda chiquito… -saca la "Platinum" y papalotéala como antes, -le dijo María, asegurándole con ello a su marido que lo había visto "todo" desde el coche.

Lorena pasó la tarjeta por la maquinita lectora y la regresó con una cautivadora sonrisa.

De esas que uso con mi marido, cuando le quiero sacar unos miles para correr al "Palacio" por los últimos modelitos de moda.

(NdelA)

-Todo está Incluido, no se limiten en pedir para beber, comer o usar, -dijo al tiempo que se retiraban.

-Bienvenidos nuevamente y pasen su mejor noche. –se despidieron saludándoles con un lindo vaivén de cabellos.

La Matronas, se levantaron y salieron abrazadas dejándoles apreciar un par de bien delineados cuerpos femeninos. Andrés no pudo evitar seguirlas con la mirada mientras se alejaban con una mano sobre la nalga de la otra, reposándola suavemente.

Quedaron aún extrañados por la cortesía y el ambiente del lugar, aquella inexperta pareja se sentía excitada por estar en un sitio desconocido. Tantas veces planeado, pero sin llegar a acercarse en sus fantasías a las sensaciones de olores, texturas y decoraciones que ese lugar les impregnaba a cada minuto.

Donde habría de pasar de todo y podrían acostarse con todos.

Cuando sus ojos terminaron de acostumbrarse a la penumbra, encontraron más detalles para admirar.

Hermosos arreglos florales con Casa Blancas y flores exóticas, impartían su grácil aroma por el recinto. Notaron las gruesas alfombras traídas seguramente del Medio Oriente que acariciaban sus pies. Aprovechándose del descubrimiento; María se quitó de inmediato las zapatillas y cerrando los ojos, gozó con aquel roce.

-¿Ya viste quién anda por allá?, -señaló Andrés a su mujer.

-¿Ehh? -¡¡no mames viejo!!, -le contestó cuando pudo distinguir el cuerpo de su socio abrazando a un muchachito por los hombros.

-¿Y esa no es Miriam, la instructora del Gym?, -le giró la cara para que confirmara sus sospechas.

-Pero si se ha cogido a medio gimnasio… - contestó Andrés con cara de asombro.

-¿Sin incluirte?

-Yaaaa!!, no empieces… ¡¡Míra!! allá están los papás de Rosita, la compañera de kínder de la bebé.

-¿Y ese, no es tu primo Edgar?, -tan machito que me parecía… ¡¡veelo, cómo se come a besos a ese cuate!!, -comentó María, haciendo un mohín de disgusto por la sorpresa de saber que ahora jamás sería de ella.

La pareja iba de sorpresa en sorpresa. Todo México estaba en ese club, amigos, conocidos, vecinos

No les era posible creer que tantas personas hubieran salido del "closet" esa noche, para encontrarles sin haberlo acordado antes