Primera vez en la fiesta del pueblo (+18)
El relato narra la aventura de un chico inexperto y una chica que no sabe lo que es una relación sexual, tras muchos años de conocerse ese día lo harán en profundidad. Acabaran mas calientes que los churros con chocolate del final.
Antes de comenzar a narrar la siguiente historia diré que es mi primera publicación de este tipo y seguro que me queda mucho por aprender y mejorar "como la vida misma". Vamos pues con el relato HOT de hoy. Espero que les encante tanto como a mí.
Era un caluroso 6 de agosto en un pueblo pequeño del norte de España con una población de 100 habitantes o menos. En este recóndito lugar se celebraba la festividad que daba nombre a la virgen del pueblo, uno de tantos y cada vez menos.
Un chico que procedía de la ciudad y que había asistido en otras ocasiones a dicho festejo, se dirigía con su familia y todos los bártulos posibles hacia la casa que tenían allí, al mismo tiempo una chica, vieja conocida del protagonista también se dirigía con su familia hacia el pueblo desde la capital, Madrid.
Unos días antes que ella, el chico de nombre Jaime ya estaba asentado en el pueblo esperando que todos esos amigos y conocidos de otros lugares de España vinieran para celebrar como nunca, lo poco que les quedaba de verano. Jaime era un chico mas bien alto que medía 1,80 y tenía un tono de piel blanquecino, además del cabello 'arrubiado', con unos caracolillos típicos de no cortarse el pelo en todo el verano. Por aquel entonces Jaime no había cumplido los 18 años aún, pero en él ya rondaba la idea de tener algo más que una simple conversación con las chicas, sin ser él un chico muy abierto y extrovertido tenía sus métodos para conseguir su objetivo.
Al día siguiente de llegar Jaime, llegó Clara, con unas ganas tremendas de poder bajarse del coche después de tantas y tantas horas de viaje, rodeada de su perro Max, su hermano pequeño Manu y sus padres adoptivos. En los pueblos se tiene por costumbre quedarse mirando detenidamente quién es el que pasa por la carretera, como medio de distracción y cotilleo también.
Jaime, que estaba jugando en el jardín con su perrita Dana se fijó que la casa de los "madrileños" tenía las contraventanas abiertas y que había movimiento por esa zona del pueblo. Sabía perfectamente que su amor de la infancia ya estaba por allí y no se pudo aguantar las ganas de verla tras un largo y no tan alegre año. Entró en casa y les dijo a sus padres que iba a dar una vuelta en bici y que no tardaría en regresar. Cogió la bici y en menos que canta un gallo ya estaba en la portalada de aquella inmensa casa de piedra típica Indiana.
Y allí estaba Clara, recogiendo sus maletas. Jaime la miró de arriba a bajo con unos ojos como platos y que incluso no pudo aguantar un pequeño cosquilleo que le recorrió todo su cuerpo. Cabe destacar que Clara era una auténtica belleza con rasgos colombianos, de piel como el terciopelo pero de tono claro y que no medía mas de 1,72 para los 18 años que tenía. Nuestro protagonista pecando de ser tan joven y apenas camuflado entre las flores del jardín fue sorprendido por el hermano pequeño de Clara. Manu también era adoptado aunque procedía de la zona de Paraguay y tenía 10 años.
Jaime y Manu no hacían buenas migas, siempre picándose y haciéndose perrerías. Ella, una vez reconoció a ese mirón que la observaba desde su jardín fue a saludarle dándole un abrazo y rozándole sin querer con sus pechos bien desarrollados el torso de Jaime, que respondió con una abrazo más superficial dando un paso atrás porque no se lo esperaba. Clara le dijo que se alegraba mucho de verlo y que estaba muy guapo además de tener el cuerpo más atlético que la última vez. Se citaron en la plaza del pueblo después de comer para charlar y comentar qué tal les había ido después de un año sin verse.
Sobre las cuatro de la tarde allí estaban todos los chavales de los pueblos de alrededor y de otras ciudades mas grandes, pero también estaba Clara con su hermano Manu y por supuesto Jaime junto a su bicicleta.
Jaime da un pasó más y decide invitar a Clara a dar una vuelta en su bici. Dicho y hecho.
Manu, se quedó jugando con unos chicos al balón en la plaza.
Jaime condujo su bici hasta la orilla del río, un lugar apartado donde hablar tranquilamente de muchas cosas aunque no podía quitarse de la cabeza darle un beso en algún momento.
Una vez allí Clara se puso cómoda sobre una pilastra de piedra, dejando ver su perfil perfectamente detallado. Jaime no podía apartar la mirada y con una sensación de asombro notó como algo ahí abajo se le activaba por momentos. Ella, sabiendo perfectamente lo que hacia se quitó la camiseta dejando a la vista un sujetador pequeño para toda esa carga que tenia que soportar, le miró y dijo con voz sexy pero firme además de con una media sonrisa en la boca:
- "Ahora te toca quitarte algo a ti Jaime".
Éste se quedó petrificado, sin poder moverse ni articular palabra alguna. Ella, se disponía a quitarse el sujetador pero se dio cuenta que serían ya las 6 de la tarde mas o menos y la romería estaba a punto de comenzar. Se acercó a Jaime y le susurró al oído:
- "Luego seguimos poniéndonos a tono".
Él no se esperaba que actuara de esa forma y por ende, era el momento perfecto para perder eso de lo que tanto había oído hablar. Se montaron en la bici y el la dejó en su casona para que se cambiara de ropa. De vuelta a su propia casa, Jaime estaba aún absorto de cómo el cuerpo de Clara podía estar tan desarrollado para su edad, además de lo que estaba dispuesta a realizar por "amor ".
Serían las 10 u 11 de la noche y la plaza estaba a rebosar, con un camión orquesta de los que amenizan las verbenas hasta la madrugada. Entre tanta gente Jaime pudo avistar la silueta de Clara como una modelo de esas que salen en las revistas con lo justo puesto. Llevaba un vestido muy fino, tipo blusa, que se le transparentaba el sujetador y un short dejando ver parte de su braguita. Pero claro, eso solo lo veía alguien que la miraba con otros ojos. Jaime se acercó a ella y le hizo un gesto dando a entender que si quería tomar algo el le invitaba. El chico de la barra conocía de otros años a Jaime y le puso dos gyn-tonics como si fueran Kas limón, presuponiendo también que Clara era aún menor.
Jaime le dio el vaso a Clara y se fueron a un terreno privado de la familia de nuestro protagonista. Nada más llegar, se dieron cuenta de que había una tienda de campaña ya montada y no lo dudaron dos veces. Una vez dentro, iluminados por las luces del camión-orquesta y un farolillo, se quedaron mirando fijamente el uno al otro dejando una breve pausa para saber quién daba el primer paso. Una vez más, Clara se adelantó a Jaime dándole un beso corto pero contundente. Él dejó el vaso en una esquina de la tienda y con más miedo que vergüenza, se acercó a su boca fundiéndose ambas bocas como si fueran una. Tras unos minutos desenfrenados de besos y manos palpando de todo, Jaime se quedó quieto y dando una tregua a Clara. Volvió a la carga quitándola la blusa desde arriba, dejando a Clara con el sujetador apretado y el short.
No pasaron más de 5 segundos cuando ella solo tenía ya sobre su cuerpo firme y atlético la ropa interior.
- "Deja que yo te quite la ropa ahora" . Le dijo Clara con la misma voz y sonrisa de hacía unas horas.
Él no opuso ninguna resistencia y le ayudó a bajarse los pantalones hasta los tobillos, también la camisa que lavaba a juego. Una vez en ropa interior, los dos se abrazaron y cayeron al suelo de la tienda de campaña. Serían las 12 de la noche y sabían que tenían una hora más para poder estar juntos y culminar la jugada. Jaime tomó la iniciativa y tocándola con la mano el hombro izquierdo, bajó por las costillas y se detuvo en el sujetador.
No siendo un experto en la materia, apenas tardó en quitárselo dejando así al aire sus enormes pechos y con unas peculiares y rojizas areolas que sin duda le dejaron hipnotizado durante unos pocos segundos. Ella reaccionó y le cogió la mano derecha. Se la puso sobre sus pechos y Jaime empezó a temblar, pero pronto siguió con la dinámica y no dejaba de apretar y sobar sus tetas sin parar. Una vez saciada esa fantasía Jaime llegó con sus manos hasta sus braguitas bien
húmedas.
C
ogió de cada extremo del fino slip y tiró hacia él dejando al descubierto una zona recién rasurada donde pensaba que habría algún vello. Cuando se quiso dar cuenta ya tenía en su mano derecha las braguitas arrugadas y la otra mano en la cadera de Clara.
Jaime no pudo evitar oler ese hedor tan característico y que en ese momento de excitación todo hombre se siente embriagado por su mezcla formada por su lubricante natural, gotitas de un liquido dorado y sudor de esa ruta en bici con Jaime por la tarde.
Sin mediar palabra, él se acordó que guardaba un condón en el bolsillo derecho de su pantalón. Mientras lo buscaba, ella le palpaba el paquete que además cada vez le crecía más y más hasta que lo encontró y se bajó él mismo el calzoncillo. Ella le dijo:
- " Es mi primera vez" .
Él, mirándola fijamente le contestó:
- " Prometo no hacerte daño pero primero deja que vea tu precioso coño mojado ".
Se acercó y de forma cuidadosa y apartando con los dedos sus labios menores le metió la lengua poco a poco. Clara, ya más caliente que nadie, comenzó a gemir de placer y a cada lenguetazo se arqueaba más y más por el placer que le estaba dando Jaime.
El siguiente paso era la joya de la corona: el clítoris, que ya estaba más hinchado y carnoso que nunca. Era como una gominola para Jaime. Le chupaba y retorcía con delicadeza pero en ese punto ya estaban con los ánimos desenfrenados y en un arrebato de humildad Clara se puso encima de Jaime. Estando en una postura perfecta del 69 ella le agarró la polla y tiró del prepucio hacia abajo, dejando ver ese fresón rojo hinchado que le estaba diciendo " cómeme ".
Acercó su boca y comenzó a chuparle el glande deteniéndose en el frenillo ya que sabía perfectamente que es un sitio muy intenso para el hombre. Él comenzó a gemir y sacudir su cadera cada vez de forma más desenfrenada. Ella dejó de hacérselo porque temía que se corriera tan pronto. Se pusieron de rodillas y le ayudó a ponerse el condón bien prieto. Jaime se quedo tumbado en el suelo y ella comenzó a frotar sus tetas por la boca de él, bajando hasta su polla y una vez ahí decidió que era un buen momento para sentarse a horcajadas encima de él, introduciendo con cuidado su enorme pene en su húmedo y dilatado coño. Tras hacerlo 5 o 6 veces ella notaba una sensación de frío y goteo por su cueva del placer. En ese momento se dio cuenta de que ya no era virgen y quería más, aunque le doliera ahí abajo.
Jaime, al ver la escena paró y se incorporó frente a ella subiendo las piernas de Clara cada una en su hombro respectivo y, sin mediar palabra, se la metió hasta que tras unas cuantas envestidas ya terminó de correrse. Una vez que Jaime descargó del todo, se quedaron tumbados mirando al techo de la tienda de campaña mientras se cogieron de la mano.
FIN.
Espero que les guste esta historia, si es así podria subir las andanzas sexuales de nuestro joven Jaime.
Saludos.