Primera vez con una madura
Como le puse, sin esperarlo, los cuernos a mi chica con una mujer madura... y vaya si valió la pena....
Hola, a los que no me conozcáis, soy David, soy de Barcelona, España, y tengo 29 años. Salgo con una chica desde hace más de dos años, y aunque la quiero con locura en la cama no es todo lo que yo creo que podría ser (no me las doy de gran amante, que nadie me malinterprete), y eso hace que si me surge una aventura fuera… no sea yo quien se oponga a ella. Como los anteriores relatos que he publicado, es totalmente verídico. Si fuera ficticio os aseguro que estaría en la categoría de Fantasías (que me perdonen, pero, ¿qué sentido tiene inventar?…). No sé bien si este relato debería estar en la categoría de Infidelidad o de Sexo con Maduras, ya que es un cruce de ambas, pero lo cierto es que nunca lo había hecho con una madura y…wooow… os lo recomiendo. Y repetiría sin dudarlo.
Esto me sucedió esta misma semana. Ni lo buscaba, ni lo esperaba. Simplemente surgió. Y ni me arrepiento de nada, ni me disgusta. Los diálogos son lo más fieles posibles a cómo se dieron, pero después de los días es inevitable que haya variaciones. Aunque el significado y el concepto es 100% válido.
El jueves salí de trabajar un poco tarde, y como suelo hacer más de una vez, me fui a tomar una cerveza yo solo para despejar un poco mi cabeza. Generalmente voy al mismo bar siempre, pero dado que era casi medianoche me dio por cambiar, y me fui a un bar/discoteca que me venía de camino a casa al que hacía años que no iba. Es un sitio que suele estar frecuentado por gente un poco madura, pero me dije que tanto daba. Al fin y al cabo, quería una birrita, y a casa con mi chica que ya iría por el séptimo sueño.
Entré en el local, y tal y como esperaba en un jueves, y a tan temprana hora para gente que quisiera salir de fiesta estaba prácticamente vacío. Habría unas 5 personas, en un grupito, así que en vez de ir a la pista o a alguna mesa me quedé en la barra, donde pedí mi cerveza y saqué mi móvil para jugar a algo y así no aburrirme.
Casi me había acabado la cerveza cuando entró una mujer, sola, en el local. Una mujer de unos 45-50 años, un poco rellenita, y de pelo corto y rizado, vestida con unos pantalones y una camiseta de manga larga, aparte de su chaqueta. Vamos, una madura, a la que catalogué enseguida como una majurona, la verdad. Cuando entró miró el ambiente del local y está claro que debió pensar lo mismo que yo, pues se sentó en la barra, a tres taburetes del mío. No recuerdo qué pidió, pero era un cubata seguro.
La verdad es que la ignoré totalmente, pero no tenía sueño y pedí otra cerveza. Fue en ese impás cuando vi que ella me estaba observando. Fui disimulado y no la miré directamente, pero notaba que no me quitaba el ojo de encima. Sinceramente, pasé de ella…¡era muy mayor para mí!.
Pero según me iba tomando la birra no podía evitar notar su mirada en mi, y al final, yo también empecé a mirarla a ella de vez en cuando. Hasta que llegó el momento en que se cruzaron nuestras miradas y no pude más que sonreírle amistosamente. Ella me devolvió la sonrisa.
Seguí con mi bebida y ella con la suya, y las miradas se iban cruzando, y a cada cuanto, nos dedicábamos alguna sonrisa. Lo cierto es que la mujer me estaba intrigando.
El punto de inflexión vino cuando se puso la chaqueta. Yo creí que se iba dejándose el cuarto de cubata que aún le quedaba, pero de pronto de dijo a la camarera “ no te lo lleves, que salgo a fumar y vuelvo” .
Como suele pasar, basta con que alguien vaya a fumar y tú lo sepas para que te entre el mono de golpe y tú también quieras un cigarro. Además, no lo negaré, me había entrada cierta curiosidad por esa mujer, seguramente casada y con hijos, sola, a las tantas de la noche en un bar, así que me puse la chaqueta y le dije a la camarera exactamente lo mismo.
Salí a la calle y allí estaba ella, al lado de la puerta, apoyada en la pared, fumándose su cigarro. La vi bien, entradita en quilos, con algún michelín, pero sin llegar a estar gorda (sin ofender a nadie, por favor). Yo me apoyé en la pared del otro lado de la puerta, tras un breve y cortés Hola , que ella también contestó.
Mientras fumaba notaba como de vez en cuando me miraba de reojo… y para qé negarlo, yo a ella también. No por nada, me picaba la curiosidad.
Cuando yo estaba a mitad de cigarrillo ella apagó el suyo, y se acercó a mí. Yo la miré mientras cruzaba los escasos 3 metros que nos separaban, hasta que se puso en frente mío.
- Disculpa, ¿tienes un cigarro?, es que era el último, y la verdad, me apetece otro.
- Claro! Ningún problema – contesté.
Le dí el cigarrillo y como cortesía también le di fuego. Mi sorpresa fue cuando en vez de volver a “su sitio”, se puso a mi lado, a fumar.
- Es que te fumas uno, y si ves a alguien fumando te entran ganas de otro – me dijo.
- Estoy de acuerdo, a mí también me pasa.
- Me llamo Mari, ¿y tú?
- David
- Encantada.
No nos dimos dos besos ni nada por el estilo, simplemente seguimos fumando.
- ¿Y vienes por aquí a menudo? –me dijo. – Yo sí, y nunca te había visto.
- Pues no, la verdad es que antes sí, pero ahora hacía años que no venía, pero mira, me ha dado por ahí… pero si vienes a menudo y nunca me has visto es que no, ¿no crees?
La verdad es que tal cuál contesté me sentí un poco borde, pero ella no se lo tomó a mal en absoluto.
- Pero podrías haber estado en una mesa, o pista, y no haberte visto – contestó.
- Pues ahí tienes razón.
- Y que estás, ¿esperando a los amigos? –me preguntó.
- No, para nada. He salido de trabajar hace poco y me gusta tomarme una cervecilla antes de irme a casa, con la novia, para despejarme un poco y relajarme del trabajo.
- Muy bien hecho, eso siempre sienta bien. ¿Y a ella no le molesta?
- No, la verdad es que se va pronto a dormir, y ve lógico que yo quiera tomar algo.
- Eso está muy bien –contestó.
Hubo unos segundo de silencio fumando ambos. Y mi cigarro se consumió. Por algún motivo esa mujer que podría ser mi madre me atraía, o me provocaba curiosidad, así que saqué otro y me lo encendí.
- Me ha pasado como a ti. Acabo el piti, pero te veo fumando, y me he de encender otro.
Ella sonrió. Yo seguí hablando.
- ¿Y tú?, ¿esperas a alguien o…?
- No. – me contestó.- Vivo aquí al lado pero a veces me da por bajar a tomarme un cubatilla antes de dormir. En casa me aburro.
- ¿No estás casada?, si te puedo preguntar.
- Divorciada.
- Vaya… lo siento si he tocado un tema sensible.
- No, tranquilo, no te preocupes –me contestó.
Dudo que fuera paranoia mía cuando noté que ella se acercó un poco más a mí y su brazo rozó con el mío. Yo no hice ningún gesto por apartarme. Al contrario. No me disgustaba su contacto.
- Pues nada los dos aquí echando una antes de dormir, ¿no? –le dije.
- ¡Pues sí! –me dijo sonriendo.- Mejor eso que sola en casa. Y si tú al llegar te has de encontrar a tu novia durmiendo, pues también lo veo bien.
- ¡Sí!- contesté. Y aún no sé cómo le dije la siguiente frase, que tengo grabada a fuego.- Somos dos animales nocturnos que están solos, ¿no?
- Sí! – dijo entre risas. – Debe ser eso. Y además, nunca sabes a quién puedes conocer saliendo solo, ¿no?
Me quedé de piedra con esa frase, y me di cuenta que quizá me tiraba la caña. La mujer no me disgustaba, era simpática, y la verdad es que yo estaba un poco, no sé como decirlo, intrigado y a la vez un poco cachondo con el flirteo fortuito que se había creado, así que decidí soltarle una medio indirecta-medio directa.
- Pues sí. Y mira, te he conocido a ti. Ya no estoy solo.
Ella se me quedó mirando y sonrió. Y ahí fue cuando me mató.
- ¿Y te apetece otra cerveza? – me dijo-. El bar es caro, pero vivo aquí al lado y tengo cervezas, te invito a una si quieres, y charlamos un rato.
Me quedé de piedra, y ella debió notarlo porque disimuló una sonrisa. Pero contesté lo que todo hombre intrigado por una mujer de noche.
- Pues por mi, vale. Lo más seguro es que fuera a pedir otra, y ya que la ofreces, pues, ¿por qué no?.
- Pues vamos, que total el cubata ya debe estar caliente – me dijo.
- Como mi birra.
Y echó a andar conmigo a su lado. Sólo entonces me di cuenta que ya no estábamos ni fumando, nuestros cigarros llevaban un buen rato apagados y habíamos estado hablando sin más. Yo estaba a cuadros, preguntándome qué hacía siguiendo a una desconocida a su casa mientras mi chica dormía. Pero ya no había vuelta atrás, ni tampoco quería darla, siendo sinceros.
Si hablamos mientras caminamos la verdad es que no me acuerdo, pero tampoco hubo tiempo, porque no es que la mujer viviera cerca, es que vivía a 4 puertas del bar. Sólo recuerdo el comentario ¿ Lo ves como estaba cerca? cuando llegamos. Abrió el portal y entró, yo detrás de ella, y subimos las escaleras hasta el segundo piso. Era una finca antigua, pero se veía bien cuidada. Al llegar a su puerta, abrió y me hizo pasar.
- Adelante
- ¡Gracias!
Era un piso antiguo, típico del barrio de Gracia de Barcelona, pero bien cuidado, limpio y ordenado. Mari me hizo pasar al comedor, donde había una mesa, un sofá, una mesita de centro y la tele y un tresillo. Dejó el bolso y la chaqueta sobre la mesa del comedor y se volvió a mí.
- Siéntate, ponte cómodo. ¿Cerveza?
- Sí, gracias. Y gracias. – respondí sentándome en el sofá.
Mari se fue un momento a la cocina y volvió con dos latas de cerveza en la mano. Sin dudarlo se sentó a mi lado en el sofá, y aunque había espacio, muy cerca de mí, con su rodilla rozando la mía.
- Es de lata, espero que no te moleste.
- Para nada, es cerveza igual, ¿no?
- Pues sí.
Se quedó mirándome un instante mientras abríamos las latas. Yo estaba nervioso, y cortado, pero a la vez ansioso, viendo que esa noche podía no ser una más.
- Me gusta tu piso, es guapo
- Gracias
- No sé, se ve muy personal, todo – le dije, casi mintiendo.
- Muchas gracias.
- Y… me sorprende que estés sola.
- ¿Y eso?
- No sé, pareces simpática, extrovertida, una buena persona.
- Muchas gracias…
- No me las des – le dije, cogiéndole la mano.- Es lo que pienso.
Nos quedamos mirando unos segundos, mientras con mis dedos jugueteaba con los suyos.
- Que bien entra la cerveza –le dije. – me alegra haber subido.
- A mí también me alegra que hayas subido. A veces me siento un poco sola –me contestó.
Dejé mi cerveza sobre la mesita, y coloqué, lentamente, mi mano sobre su rodilla.
- Pues hoy estoy aquí y no estás sola – le dije mientras acariciaba su rodilla.
- No. Eso ya lo noto – me contestó mirándome a los ojos.
Ya no dudé, y lentamente, sin abalanzarme sobre ella, acerqué mi cara a la suya, y le besé en la mejilla.
- ¿Lo ves?. No estás sola.
Ella sonrió cerrando los ojos y volví a besarle su mejilla, un poco más cerca de los labios, mientras cogía su mano y no dejaba de acariciar suavemente ya no su rodilla, sino su pierna.
- Ninguno de los dos lo está – le susurré.
Y rocé mis labios con los suyos. Un leve piquito, un beso muy suave. Ella tenía los ojos cerrados, pero no hizo ademán de apartarse, así que le di otro. Cuando fui a por el tercero, ella entreabrió su boca y nos fundimos en un largo y profundo beso. Muy lento, con mi lengua explorando poco a poco su boca, disfrutando del momento, mientras soltaba su mano y pasaba a acariciar su nuca, masajeando su pelo, y mi otra mano ya acariciaba sin pudor su pierna. Tras unos segundos me separé de ella y nos miramos.
- Besas bien –me dijo.
- Tú también.
- Pero, -me dijo- ¿no soy un poco mayor para ti?
- Si yo no soy joven para ti, tu tampoco eres mayor para ti.
- ¿Y tu novia?
- Mi novia no está aquí.
Y acto seguido volví a lanzarme contra su boca, besándola ahora con más fuera y pasión, mientras sus brazos me abrazaban y mi mano abandonaba su nuca para acariciar sus grandes pechos. Mi otra mano no dejaba de acariciar su pierna, subiendo cada vez más, introduciéndose en la parte interior de sus muslos separados solo por la tela del pantalón. Mis manos ya amasaban sus pechos, masajeándolos mientras no dejaba de besarla.
- Me gustas, Mari – susurré.- Me pones mucho…
Ella no contestó, y empecé a besar su cuello, oyendo como ella emitía leves jadeos. De pronto noté que su mano estaba en mi entrepierna, y yo ya la tenía durísima. A saber cuanto llevaba allí. No me importaba. Sólo me importaba que los tejanos me dolían con la presión de mi polla. Así que aparté un momento la mano de sus pechos, y sin apenas dejar de besarle, empecé a desbrochar mi pantalón. Sólo hicieron falta dos botones. Del tercero y del cuarto se ocupó ella, y empezó a masajear mi polla directamente sobre mis calzoncillos. Yo no podía ni hablar, sólo dejaba escapar ahogados murmullos mientras compaginaba los besos en su boca y su cuello. Era una mujer madura, sí, pero fogosa a más no poder. Más que besarme, me devoraba.
Mari dejó de besarme y me recostó sobre el sofá, sonriendo maliciosamente. Yo me dejé hacer. Y ella se bajó del sofá, situándose en el suelo y entre mis piernas. Me levantó la camiseta y empezó a besarme el abdomen… qué gozada… y poco a poco fue bajando, hasta empezar a lamer mi polla sobre los calzoncillos, a ratos dándole pequeños mordiscos, siempre sin dejar de mirarme, sonriendo. Le devolví la sonrisa, y entonces con sus manos, y con mi ayuda, empezó a bajarme los pantalones y calzoncillos, liberando mi polla, que se irguió inhiesta delante de ella. Sin dudarlo, la cogió por la base, y empezó a pajearla lentamente, sin prisas, haciéndome disfrutar del tacto de su piel.
- ¿Esto es por mí? –me preguntó mirando de reojo a mi polla.
- Está claro que ahora mismo no es por mi novia –le contesté.
Como toda respuesta ella sonrió y acercó su boca a mi polla, para empezar a besar su cabeza, poco a poco. Y después empezar a lamerla con toda su lengua. Yo estaba en la gloria. Hasta que finalmente abrió su boca y la metió en ella. No la metió entera, básicamente solo la cabeza, y empezó con el vaivén de su nuca para follarme con su boca. Está mal, quizá, que lo diga, pero esa mujer, aún sin meterla tanto como a mi me gsuta en la boca, me estaba haciendo una de las mejores mamadas de mi vida, mientras su mano masajeaba lentamente mis testículos y mi ano. Yo estaba en la gloria, cachondo a más no poder. Y le dejé hacer. En ningún momento le puse las manos en la cabeza para marcar el ritmo. No hacía falta, ¿Para qué? Quizá el riemo no era el perfecto, pero sí el apropiado para ese momento. Lo estaba disfrutando al máximo, sintiendo su lengua recorrer mi polla minetras no dejaba de masajearme. De vez en cuando se la sacaba y recorría toda su extensión con la lengua, desde la cabeza hasta los huevos y bajando hasta la entrada de mi culo, causándome un gran placer, para luego volver a subir volver a introducirla en su boca, mirándome con lascivia a los ojos.
Tras unos minutos tuve que separarla de mi con delicadeza. Estaba al borde del clímax, y lo último que quería era correrme tan rápido. Esa mujer, esa “madurita” de la que yo pasaba en el bar, merecía mucho más. Así que la aparté y me puse en pie. Ella también, y la cogí por la cintura para empezar a besarla de nuevo, con pasión, con fuerza, casi devorando su boca, mientras mis manos bajaban a su culo y lo amasaban, deslizándose hacia el interior de sus glúteos, bajando, buscando su raja.
Ella con la mano seguía acariciando mi polla, y al mismo tiempo, caminando de espaldas sin soltarme, guiándome hasta el pasillo del piso. Me hizo caminar unos pasos más, hasta que de espaldas, sin dejar de besarnos, entró en la habitación y se sentó en la cama. Yo dejé de besar su boca y empecé a bajar por su cuello, besándola, lamiéndole, dándole pequeños mordisquitos, mientras notaba su respiración sobre mi piel. Deslicé mis manos por sus costados, introduciéndolas debajo de su ropa para sacarle la camiseta de manga larga que llevaba. Ella me ayudó, y sus grandes pechos, con unos sostenes blancos, quedaron a la vista. Podría haberme detenido más tiempo, pero no quise. Deslicé mis manos hacia su espalda y le quité el cierre, para luego deslizar los tirantes y dejar que quedaran totalmente descubiertos. Era unos pechos grandes, típicos de una mujer de su edad, con grandes aureolas y unos pezones grandes y duros. No dudé, bajé mi cabeza y empecé a lamerlos, a ratos metiéndome todo lo que podía de sus pechos en la boca, a ratos lamiendo todo su pecho, ahora el izquierdo, ahora el derecho, a ratos metiéndome en la boca sólo los pezones, succionando, mordiendo, jugando con mi lengua, saboreando y lamiendo, mientras con mis manos jugaba con ellos, apretando sus tetas y masajeándolas, mientras ella jadeaba y gemía.
Tras dedicarme un rato a ellos volví a subir para buscar de nuevo su lengua y volver a besarla, cada vez con más pasión, metiendo mi lengua hasta el fondo, como ella, mientras me abrazaba y apretaba contra ella. Nuestra respiración era agitada, la excitación era total… y tras unos pocos morreos volví a separarme para empezar a descender por su cuerpo con mi lengua, parándome un momento de nuevo en cada pezón.
Coloqué mis manos en sus hombros e hice un poco de presión para que se recostara, mientras yo seguía bajando hasta detenerme en su vientre y su ombligo, besando su piel mientras ella se retorcía. Mis manos bajaron y empezaron a desabrochar sus pantalones. Primero el botón, luego la cremallera, y tras separarme de ella empecé a quitárselos hasta que quedó ante mí en bragas. Ella sonrió satisfecha, y yo volví a su boca, para volver a besarla, mientras mi mano se posaba sobre sus bragas, sobre su coño sólo separado de mi mano por la tela de las bragas. Notaba que estaban muy mojadas. Esa mujer estaba a 1000, y empecé a masturbarla sobre la ropa, mientras la besaba, notando sus jadeos y fuerte respiración en mi boca. Aumenté la presión en su coño, y ella soltó un gemido más fuerte que los que había hecho hasta ahora, así que ya no lo pensé y me separé de ella. Nunca había probado un coño de más edad que yo y tenía muchas ganas, mucha curiosidad y mucho morbo de cómo sería. Desde luego, de momento, pintaba muy, pero que muy bien.
Me deslicé sobre ella hasta llegar a sus piernas, algo regordetas, pero apetitosas, y empecé a besar el interior de sus muslos mientras ella misma abría las piernas, dejándome entrever sus labios por los laterales de su ropa interior. Hubiera estado más rato con sus piernas, haciéndole “sufrir”, pero lo cierto es que yo estaba cachondo perdido y el que sufría era yo, así que acerqué mi boca a su entrepierna. Dios, como olía ese coño. Un olor más penetrante del que nunca había olido. Hay gente a la que me consta que no le gusta el olor vaginal, pero lo cierto es que a mí me embriaga… y acerqué mi boca, empezando a lamer su coño por encima de sus bragas mientras ella gemía y se arqueaba. A través de la tela notaba un coño grande, ancho, y eso me ponía muchísimo. Ella bajó sus manos e intentó tirar de las bragas hacia abajo para quitárselas, pero le cogí las muñecas. No aún. Seguí lamiendo, clavando mi lengua, recorriendo toda su raja y presionando mientras ella gemía, hasta que la tortura ya fue demasiado para mí y tras apartarme empecé a bajarle la ropa interior, mientras ella levantaba las caderas para ayudarme.
Ante mí quedó un coño precioso. No voy a negar que me sorprendí, pues dada su edad esperaba una selva de pelo y un genital descuidado. Para nada. Tenía un poco de pelo, pero bien cuidado, bien recortado, y dejaba ver una gran vulva con unos labios carnosos y grandes, nada que ver con los pequeñitos de mi novia y las chicas jóvenes que hasta ahora me había tirado. Y brillaba. Brillaba supongo que de mezcla de mi saliva que habría traspasado, y de lo mojada que estaba. Y el olor era cada vez más fuerte, así que ya no pude aguantar más y me lancé sobre él.
Empecé lamiendo toda su raja en su extensión, de arriba a abajo, hasta su clítoris, para luego volver a descender y dejar que mi lengua se introdujera un poco en su coño. No me había equivocado, estaba mojadísima. Su sabor era fuerte, penetrante, una droga. Ella gemía y me acariciaba la cabeza, como pidiendo más. A ratos aprisionaba alguno de sus labios vaginales entre mis labios, y los succionaba. Al fin volví a subir levemente mi cabeza y mientras presionaba con una mano su pubis, empecé a lamer su clítoris, no muy grande pero hinchado, rosado. Lo introduje en mi boca, succionando y una vez dentro de ella jugando con mi lengua, para acto seguido dejarlo libre y seguir lamiéndolo antes de volver a succionar, morder… mientras un dedo empezó a deslizarse dentro de su ardiente coño. Entraba como nada. Luego un segundo dedo, mientras saboreaba su clítoris. Sin dejar de comérselo empecé a meter y sacar mis dedos de su coño, follándola con ellos, no muy rápido, pero siempre llegando tan al fondo como podía, para luego sacarlos casi del todo y volver a introducirlos. Cada vez lubricaba más, cada vez estaba más mojada, y cada vez tragaba yo más fluídos, cosa que me encanta. Dirigí mi otra mano a su ano, y empecé a masajearlo, sintiendo como estaba también mojado fruto de los líquidos que se deslizaban hacia su ano, y mientras no dejaba de follarla con mis dedos y comerle el coño, dejé que poco a poco, sin hacerle daño, uno de mis dedos entrara en su culo, lo cual no fue difícil. Empecé entonces a follarla por los dos agujeros, coño y culo, dos en el coño, uno en el culo, acompasando mis movimientos con mi lengua, mientras ella no dejaba de retorcerse y gemir. Cada vez la follaba con mis dedos más rápido, tan profundo como podía, hasta que empezó a convulsionarse y tras ahogar un gritito, noté como un torrente de líquido se deslizaba por mis dedos y asomaba levemente por su coño. Sin dejar de follarla con mis dedos, bajé mi lengua para recoger ese manjar. Se había corrido. Y yo ya era feliz. Si hay algo que siempre intento es que la mujer se corra antes de follar… así al menos tiene un orgasmo garantizado (¡aunque no siempre lo consigo!). Dios, estaba buenísima.
Dejé mis dedos unos segundo dentro de ella, ya quietos, antes de sacarlos lentamente, brillantes, lubricados, con su corrida, y tras un último lametón me levanté, dirigiéndome a su boca para besarla. Ella se recostó, ofreciéndome su boca, besándonos con pasión, depositando sus fluidos dentro de su boca, y ya de paso, colando mis dedos en ella para que se saboreara bien a sí misma.
Tras unos minutos de beso me cogió de la espalda y me lanzó sobre la cama, colocándome tumbado, con ella encima mío. Me saqué rápidamente mi camiseta. Dios, notaba su chorreante coño sobre mi piel… ella se levantó un poco y con su mano cogió mi polla, más que dura, y la dirigió a su coño, para lentamente empezar a bajar y metérsela hasta el fondo. ¡Qué sensación! Era un coño tan caliente y tan húmedo… se quedó sentada unos segundos, hasta que empezó a moverse, primero solo las caderas, en círculos, mientras tenía los ojos cerrados, sintiendo mi polla dentro de ella, y al poco tiempo empezó a subir y bajar, follándome lentamente, con los ojos cerrados, y dejando que viera como sus pechos se movían delante de mí. Me incliné y la cogí de la espalda, quedando pegados, para volver a meterme esos pechos en mi boca, pero no me dejó, me separó de ella y me volvió a tumbar en la cama. Ahí empezó a follarme más rápido, con un ritmo constante. Esa mujer sabía lo que se hacía. Desde luego, la experiencia se notaba… Literalmente me cabalgaba y yo sólo oía sus gemidos y el golpeteo de su húmedo coño contra mi pubis. Yo ni reaccionaba, simplemente me dejaba hacer, hasta que de pronto se paró y se bajó de mi, dándome la espalda colocándose a cuatro patas, ofreciéndome su culo… Fóllame , fue todo lo que me dijo.
Y a fe que lo hice, ni dude en colocarme detrás suyo y de un golpe le metí mi más que mojada polla hasta el fondo. Entraba como nada, y empecé a follarla, primero lentamente, metiéndola hasta el fondo, disfrutando de esa maravillosa cueva follada por a saber cuántas pollas a lo largo de los años… y poco a poco ella empezó a moverse para que la follara más rápido, más duro, cosa que hice, metiéndola siempre tan al fondo como podía. Mientras le follaba situé mi dedo pulgar en su ano y le introduje en dedo en su culo, follándola también con él mientras ella gemía, y yo también. Mari me llevaba a un ritmo frenético, constante… y de pronto empezó a gritar un poco más fuerte. Y de nuevo, antes de quedarse quieta un par de segundos, de nuevo el torrente, de nuevo una corrida, esta vez derramándose sobre mi polla. Me apreté contra ella, y al los pocos segundo volví a follarla, de nuevo rápidamente, notando mi polla encharcada en sus fluídos… pero poco iba a durar ya… y le susurré me corro… me corro…. , como una invitación para que me dijera dónde quería mi leche. Invitación que ella captó al moverse y liberar mi polla.
Mari se volvió hacia mí y sin usar sus manos se introdujo de nuevo mi polla en la boca, follándome con ella, para luego sacarla y pajearme rápidamente mientras chupaba la punta de mi polla. Ella notó enseguida mis convulsiones y el cambio en mi respiración, y tras apartarse un poco dirigió, más si cabe, mi polla hacia ella, con la boca abierta. Y al nada, unos buenos chorros de leche salieron disparados a su boca, su cara, y sus tetas.
Ví como restos de leche resbalaban sobe sus tetas y ella con la mano los repartía por sus pechos y los hacía bajar hacia su coño, humedeciéndolo con mi semen, mientras, sin tragar, dejaba escapar la leche de su boca.
Cuando por fin me relajé se acercó a mi y me besó largamente, morreándome y haciéndome saborear mi propia leche.
Luego nos recostamos unos pocos minutos, hablando de lo que habíamos disfrutado. No sé si ella mentía, pero yo desde luego sí que había pasado un rato genial.
Al poco me levanté, aduciendo que tenía que irme, y ella con una sonrisa me dijo que lo entendía. Me acompañó, aún desnuda, a la puerta, donde nos dimos un último beso y yo le hice una última caricia en su coño, aún húmedo.
Me fui a casa, me duché, y me acosté en la cama con mi novia, ajena a todo lo que acababa de ocurrir.
No sé si volveré a ese bar. No sé si volveré a encontrar a Mari. Pero creo que sí que volveré y espero volver a encontrarla… o a otra madura con la que pasar una noche tan fantástica como esta. Nunca lo había hecho con una madura… y valió la pena.
Como os he dicho este relato es REAL. Estaré encantado de recibir vuestros comentarios, o que me agreguéis al msn para charlar. Este es davidbcnn@hotmail.com