Primera vez
No la dejé terminar y me lancé a comerle la boca. Dimos la vuelta y me quedé encima de ella. Entre risas agarré sus muñecas y fui bajando por su cuello. Al morderle en un pezón soltó un grito, para después succionarlo despertando nuevos gemidos para ambos.
Supongo que no era normal pensar en aquello en el contexto en el que me encontraba, pero, sin lugar a dudas esas palabras estaban grabadas en mi mente: "no hay viento favorable para quien no sabe a qué puerto se dirige".
Tenía que agradecer mi primera vez a mi hermano, a Schoperhauer, a que una actriz vieja tirara a otra por unas escaleras... Como suele pasar, lo importante es una buena historia y esta es la de mi primera vez.
Acto I: el de jugar al trivial, una mamada y espectadores indeseados.
Salió un cinco. Por fin estábamos en el quesito rosa. Elena aclaró la voz mientras leía mentalmente la pregunta, y tras sonreír maliciosamente, nos la formuló:
-¿Cómo se titula la película coprotagonizada por Joan Fontain y Bett Davies dirigida por Robert Aldrich?-
-Qué fue de Baby Jane.- Dije con poco convencimiento.
-Qué cabrón.- Dijo Elena y miró a Jaime.- ¿Nos vamos a la cama?
Ambos nos dejaron mientras recogíamos el tablero. Ellos se fueron para dejarnos algo de intimidad, en cierta forma este vieja era para que diésemos un paso adelante Sofía y yo. Habíamos ganado pero no teníamos muchas ganas de celebraciones.
Ella rellenó nuestros vasos con tequila y vació el suyo de un trago. Yo hice lo mismo mientras esperaba que rompiera el silencio. Sin embargo, ella rellenaba los vasos de nuevo una y otra vez.
-¿Qué vamos a hacer?- Le pregunté poniendo fin a la ausencia de sonidos.
-Nada.- Volvió a rellenar el pequeño vaso.- Vamos a terminar esta botella y después nos iremos a dormir. Mañana será otro día.-
-¿Hay alternativas?- Por primera vez volví a mirarle a los ojos.-
-No. Calla y bebe.- Aparté la vista y la obedecí sumisamente.
Posiblemente nunca pasaría nada y esta relación se desangraría poco a poco, si no estaba ya muerta. Quería decirle tantas cosas pero lo esencial era lo que ya sabía ella.
Empecé a darle vueltas a todo lo que había pasado, en especial al beso qué habían interrumpido Jaime y Elena. Si esa era la única oportunidad de que pasara algo entre nosotros la habían destrozado. Tampoco podía culparlos, ellos eran nuestros celestinos y nos habían engañado para estar en esta casa rural todo el fin de semana. Yo no era muy lanzado con las chicas, pero mi hermano Jaime me había ayudado bastante.
-¿Cómo sabías la pregunta del filósofo?- Aquello me sacó de mi monólogo mental.
-Sigo una página en Instagram y me sonaba el título.- Me miró sorprendida.
-¿Hay una página de Schoperhauer?-
-Una muy buena.- Dije convencido.
-No me mires con esa cara de superioridad. He contestado más que tú.-
-Venga... Te gano hasta borracho.-
-No te atreves a besarme y me desafías.- Se levantó de la silla.- Yo estoy cansada, mañana seguimos con esto. Vente si quieres.-
No sabía si era una oferta para que la besase, para follar o para seguir bebiendo. Usé el principio básico de mejor arrepentirse de lo hecho. Soy una persona muy insegura, y en aquellos momentos, lo era aún más pero me levanté de la silla e intenté decir algo que no sonara tan patético.
-Me atrevo a besarte. A eso y más.-
Ella dio la vuelta y se acercó a mí. Me besó con mucha fuerza, haciendo que me sintiera como una marioneta en sus manos. Desabrochó el botón de mis vaqueros y metió la mano dentro de mis bóxers palpando mis genitales.
Le cogí una teta para no parecer idiota. Su lengua se abría paso en mi boca y yo intentaba que la mía no estuviese quieta. Al separarnos nos unía un hilo de saliva que acabó cayendo por nuestra ropa.
-Bueno, no besas mal.- Tiró de la goma de mis bóxers y salió mi rabo disparado.- Me gusta lo que veo. Voy a ver cómo sabe.-
Inexplicablemente se agachó hasta rozar con sus labios mi polla. No pude reprimir un gemido, que se incrementó cuando le dio el primer lengüetazo. Después sus manos palparon mis huevos mientras su lengua se deslizaba.
Comenzó a hacer círculos con la lengua en mi cipote, que desprendía ya mucha humedad. Cuando sus manos agarraron mis nalgas fue haciendo presión mientras iba poco a poco entrando en su boca mi polla. Por mi parte la dejaba hacer, sorprendido por sus habilidades y el valor que tenía en hacerlo sin apenas conocernos.
La sacó de su boca llena de saliva y comenzó a chuparla con cuidado haciendo que desapareciese en su boca para salir de nuevo totalmente lubricada. Al repetir el proceso se fue acercando mi corrida. Sin embargo pareció no importarle y aumentó la velocidad con la que engullía.
Antes de alcanzar el clímax se apartó dejando su cara a escasos centímetros de mi polla, que expulsó lefa con fuertes trallazos que le llegaron a la cara y a su ropa. Se me encogió todavía más mi palpitante corazón al verla recoger con sus dedos mi semilla e introducirla en su boca. Estaba fuera de mi y no escuché los aplausos hasta que estuvieron cerca de nosotros.
En aquel momento se juntaron en mi cuerpo dos sensaciones muy males: la verguenza de estar con los pantalones bajados y con Sofía a mis pies llena de lefa, y la incredulidad, de ver a mi hermano y su novia semidesnudos aplaudiéndonos.
-Bueno, bueno, bueno. Por fin os atrevéis pareja.- Elena se acercó a nosotros solo cubierta por un tanga.- Veo que es cosa de familia lo del pollón.-
Alargó su mano y acarició mi polla semi flácida. Sofía le quitó la mano de encima de mis partes y me las cogió ella.
-Tía, esta es para mí.- Dijo, para posteriormente metérsela en la boca y limpiar los restos de mi corrida.
Recuperé el sentido lo suficiente para mandarlos a la mierda y entrar en una habitación para terminar lo que habíamos empezado sin que nos molestasen.
Acto II: el de lo que pasa de puertas para dentro.
Había enloquecido. Estaba en un estado alterado resultado de lo desatado que estaba mi sistema endocrino, era un montón de hormonas con patas. En definitiva, estaba más salida que nunca.
Había chupado la polla de Lucas hasta que se corrió en mi boca. Apenas podía metérmela dentro pero lo intenté para no parecer la novata que era. Lo que más me había gustado no era la mamada, sino verlo avergonzado y excitado porque su cuñada se la tocara.
Después de aquello nos encerramos en la habitación y seguí besándole mientras nos quitábamos la ropa que nos quedaba. Me excitaba pensar que su polla había estado en la boca que él besaba.
Sus ojos se clavaron en mi desnudez y me empecé a sentir pequeña y débil frente a él. Tenía unos brazos fuertes, un torso poderoso y una polla que me apuntaba como un arma. Mi cuerpo desnudo no me proporcionaba ninguna seguridad.
Sin saber cómo dejamos de besarnos y reconocí él lo mismo que sentía yo. Pensé que nos unía a ambos que era nuestra primera vez.
-¿Quieres qué, ya sabes?- No entendí lo que Lucas me pedía, pero me daba igual. Tomé la decisión al besarle la primera vez de llegar hasta el final.
-Ponte un condón.-
Acabé con las piernas semiabiertas mientras se acercaba su pene envuelto en plástico. Di un respingo cuando me rozó ahí abajo. Cerré los ojos esperando que entrase más, pero solo recibía placer. Mordí mis labios, pero el dolor no llegaba, solo tenía ese placer moderado. Abrí los ojos y comprendí lo que pasaba.
Lucas se había puesto a explorar mi sexo, con cuidado introducía sus dedos y miraba cada parte. Volví a cerrar los ojos y a disfrutar de su clase particular de anatomía femenina. Todo iba despacio, notaba que lo hacía con cariño y me sentía bien.
Después vino lo que estaba esperando. Poco a poco entraba su pene dentro de mí y no me molestaba. Sentía su calor, el lubricante del preservativo, el sudor en nuestros cuerpos... De repente se encontró con la última barrera que se fue abriendo para dejarlo pasar. Al poco tiempo empecé a soltarme más. Tanto placer había que aprovecharlo.
Acto III: el de dejarse llevar suena demasiado bien.
Al abrir los ojos aquella mañana no sabía si era yo, ni dónde estaba, ni qué había pasado. Poco a poco fui siendo consciente y busqué a Sofía en la cama sin éxito. La imaginé asqueada por lo que había pasado, huyendo por aquel bosque que nos rodeaba.
Afortunadamente, la puerta del baño que estaba dentro de la habitación se abrió saliendo una gran cantidad de vapor entre el que adivinaba su silueta. Me deleité mirando sus pechos que desafiaban a la gravedad, su culo prieto y sus largas piernas. Me daba un cierto orgullo saber que yo había sido su primera vez. Con todo esto mi miembro se despertó montando una carpa con la sábana.
-Veo que os habéis despertado los dos.- Salió del baño y se acostó sobre mi.-¿Por dónde iba?-
No la dejé terminar y me lancé a comerle la boca. Dimos la vuelta y me quedé encima de ella. Entre risas agarré sus muñecas y fui bajando por su cuello. Al morderle en un pezón soltó un grito, para después succionarlo despertando nuevos gemidos para ambos. Mi polla ya había alcanzado su máximo tamaño y se restregaba en las piernas de Sofía.
-Lucas, joder Lucas. Sigue bajando.-
Obedecí sumisamente me coloqué entre sus piernas. Era la segunda vez que estaba en esa posición en las últimas horas y me propuse hacerlo mejor. Fui escalando por la cara interna de sus muslos hasta llegar a su coño. Empecé a tocarlo suavemente y a pasar la lengua por sus labios.
De repente sus piernas se cerraron, y sin previo aviso, separó mi cabeza de su cuerpo.
-Cariño, tenemos visita.-
Estaba mi hermano con las manos en el marco de la puerta y las piernas abiertas. Por debajo de estas, Elena agarraba su erecta polla. No entendía su extraña manía de mirarnos follar, que ya me parecía demasiado molesta.
-¿Os hacéis una carrera para ver quien se corre antes?- Me quedé helado ante las palabras de Elena.
Estuve a punto de mandarlos a la mierda, pero Sofía dijo que sí casi de inmediato. Entraron a la habitación y Elena comenzó a chupársela a mi hermano con un ritmo endiablado. Sofía hizo lo mismo conmigo.
Parecía que mi hermano estaba mucho más excitado y estaba a punto de correrse. Sofía también se dio cuenta y me dijo que le follara yo la boca. Me pareció que podría hacerle daño, pero esa mezcla de excitación y competición me hizo introducirle al máximo la polla. Iba con cuidado y claramente, así no ganaríamos.
Casi sin darme cuenta, un dedo de Sofía invadió mi ano. Al poco tiempo entró un segundo y me invadió un placer indescriptible. Aceleré las embestidas y cerré los ojos esperando la ansiada corrida.
Escuché un gemido alto de mi hermano que acabó dentro de la boca de su novia. Yo hice lo mismo, con escasos segundos de diferencia.
Desaparecido el morbo, solo me quedaba una sensación de incomodidad. No sabía a quién, ni a qué mirar. Estábamos todos desnudos, llenos de lefa y con un ambiente muy cargado. Nunca había pensado que podría acabar mi primera vez con mi hermano al lado.
Acto IV: el de una salida feliz.
Había conseguido que no me afectara nada. Estaba caminando entre nubes y me sentía como un titán omnipotente. Probablemente todos se sienten así en su primera vez. Yo veía el cielo más azul, los árboles más verdes y a Sofía más guapa que nunca.
Tras nuestro polvo mañanero y una ducha compartida, habíamos salido a hacer una fantástica ruta por la montaña en la que estaba la casa rural sin los pesados. Recordaba otras veces que había salido por aquellos caminos y ninguna se parecía a esta. Sin lugar a dudas, mi vida había cambiado mucho con aquella fantástica noche de sexo.
Pensaba que tenía algo así como una novia y eso me llenaba el pecho de orgullo. Había una persona en el mundo que quería compartir su vida conmigo libremente. Cada vez que me llamaba cariño sentía que mi mundo se detenía.
Paramos en un claro de la ladera. Tras unos bocadillos y algo de agua nos pusimos a descansar bajo la sombra de unos árboles. Me acosté poniendo la cabeza en las piernas de Sofía. Debido a mi cansancio y a sus caricias me quedé dormido deseando que lo que había pasado fuera real. Estaba agradecido a los vientos que me habían llevado a aquel destino.
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