Primera vez

Desvirgación y pasión juvenil.

Estaba nerviosa. Era mi primera vez. Si bien antes me había masturbado, nunca había sentido con mis dedos lo que sentí con su miembro.

Aún siento un poco de vergüenza, aunque cuando me conecto por un poco de sexo cibernético soy bastante sucia, esa noche fue surrealista y muy excitante.

Estábamos en mi casa cenando. Era la segunda vez que nos veíamos, la primera fue en un café literario a cuadras de casa. Esa vez él vestía un jean común y una remera lisa negra, charlamos de libros y de música además de los problemas cotidianos de la vida y de cómo la muerte nos calma. La tarde del café la terminamos con unas cervezas y un simple beso inocentón, aunque cuando su lengua tocó la mía tuve pequeños cosquilleos en mi vagina. Quería más pero sabía que si cogía con él pensaría que sería una puta, cosa que no quería demostrar aún.

Él me desvirgó. La segunda vez que nos vimos me desvirgó. Fue abrupto, violento, pero tan caliente que cuando acabé quise más.

Cuanto llegó a casa estaba asustada. Sabía que podíamos coger, que era posible que pasara, pero tenía mis dudas. Él entró, me dio un beso en la mejilla y se acomodó en un sillón. Charlamos un poco sobre banalidades hasta que terminé de cocinar. Nos sentamos a la mesa, comíamos y nos reíamos sobre nuestras anécdotas de la niñez hasta que llegamos a temas más íntimos. Empezó a preguntarme a qué me animaba en la cama o qué tipo de experiencias había tenido, que cosas me desagradaban. Quería decirle que había mostrado mis pezones por cam, que había ayudado a hombres desconocidos a acabar con sólo mensajes calientes y audios con mi voz explicando cómo chuparía una pija, pero no me animaba. Le dije en ese momento que era virgen, aunque es extraño porque sentía que tenía experiencia a pesar de nunca haber tenido una verga en mi interior.

Cuando dije la palabra con “v” él me miró asombrado. Claro, quién podría creer que una chica de veintiún años podría ser virgen a estar alturas.

Tomó mi mano y me dijo que era admirable. No pude evitar reírme cuando lo dijo, sabía que quería cogerme. Estaba mojada, él me gustaba y sentía ganas de tocar su nuca mientras metía mi lengua en su garganta.

Me paré de mi silla, me acerqué a él, puse mis manos en su cuello y acerqué mis labios a los suyos. Temblaba y respiraba con dificultad. Él me devolvía el beso, era apasionado y extremadamente excitante. Se paró y sin dejar de besarme metió su mano dentro de mi remera y comenzó a tocarme la espalda. Mis senos subían y bajaban al respirar mientras él besaba mi cuello. Me llevó hasta la cocina, me encerró entre la mesada y su cuerpo y me apoyaba su pene en mi entrepierna mientras seguía besándome. Nuestras lenguas jugaban, eran besos rápidos como si alguien nos estuviera apurando. Yo tiraba de su cabello mientras él tenía sus manos en mi cintura y me apoyaba tanto como podía.

-Estoy mareada- le dije, mientras apoyaba mi frente sobre la suya.

-Podemos ir más despacio si te parece- respondió, también agitado.

-Vamos a mi pieza mejor- y sin pensar volví a sus labios, pero de forma más suave lo besé, más lento acariciando su cuello lentamente.

Una vez en mi cama nos sentamos los dos, sin dejar de besarnos. Me sentía ya muy húmeda a esas alturas. Y veía que él estaba duro también por la carpa que se había armado en su pantalón. No sabía cuánto tiempo llevábamos a los besos, pero sentí que quería más. Él me recostó en la cama mientras con mis pies me sacaba las convers negras. Me sacó la remera y luego yo se la saqué a él. Se posicionó arriba mío mientras seguía besándome, ambos con los pantalones.  Comenzó lentamente a bajar, besándome el cuello, el pecho, sacándome el corpiño en el camino, tomándose tiempo en cada uno de mis dos pezones, lamiendo y succionándolos mientras mis gemidos llenaban la habitación. Siguió bajando, me desabrochó los jeans y me los sacó. Se levantó de la cama, yo me apoyé en mis codos mientras él me veía ahí, con mi bombacha de encaje coral y mis pezones duros.

-Te ves realmente hermosa- balbuceó mientras se sacaba su pantalón.

Vi su bóxer negro y una mancha de humedad. Su pija estaba lista, y yo también. Me senté en la cama, y con una mirada que le había dado a muchos online lo miré a él. Se acercó y dejó su pija a la altura de mis labios. Lo miré, me puse el pelo detrás de mi oreja y acaricié su miembro por sobre el bóxer. Quería hacerlo lento, quería hacerlo sufrir y disfrutar a la vez. Llevé mi nariz allí, y la acaricié con ella. Bajé un poco la tela y dejé solo la cabeza afuera, acerqué mis labios y la besé sin dejar de mirarlo a los ojos. Vi como cerraba los ojos mientras lo hacía. No soporté más y le bajé el bóxer por completo, él se lo sacó de su cuerpo y lo tiró lejos con un pie. Lo tomé con mi mano derecha, y lo moví un poco de arriba abajo, nunca había tenido un pene entre mis manos, lo sentía caliente y palpitante así como mi corazón estaba. Lo metí en mi boca y lo chupé como siempre quise hacerlo con cada pija que veía en mi computadora. Lo chupé y lamí demasiado, mientras tenía sus huevos con mi mano izquierda. En un momento tomé su mano derecha y la llevé a mi cabeza, entendió la idea porque enseguida me agarró del pelo y empezó a cogerme la boca. Me gustaba bruto, sentía mi pelo tirar, mi concha mojada, y su pija entrando y saliendo de mi boca. Me soltó, me paró de la cama y me besó mientras metía sus manos en mi bombacha, tocando mi culo. De mis labios bajó a mis pezones, de allí a mi ombligo y hasta mi vagina. Tomé su cabeza y le dije que quería tenerlo dentro. Tenía miedo de tener su lengua en mí.

Ambos nos tiramos en la cama, yo sentía como su pene jugaba en mi mojada vagina, queriendo entrar. Corrimos abruptamente el acolchado y nos quedamos sobre las sábanas. Me besó una vez más y acto seguido tomó un preservativo de la mesa de la luz y se lo puso, y así comenzó a rozar mi agujero, con mis ojos cerrados gemía mientras le decía “más”

-¿Te duele?

-La siento grande, me gusta, seguí por favor, no pares.

Gemía muy fuerte y hacía respiraciones cortas. Sentí como me penetraba centímetro a centímetro. Me estaba abriendo, sentía como su cuerpo iba adelante y atrás, yo lo recibía con mis piernas abiertas enroscadas sobre su espalda. Lo hacía despacio, era todo muy erótico, cada toque, cada caricia hacía que mi vagina se mojase todavía más.

-Me encantás- escuché mientras lo sentí por completo.

-Oh sí, más. ¡AH! ¡AH!

No hablábamos, él entraba y salía, se había vuelto un baile violento, arriba y abajo, ambos cuerpos transpirando desnudos. Era mejor que cualquier cosa en el mundo.

Se sentó en la cama y yo encima de él, empecé a saltar en su pija, el miraba al techo, me besaba y luego volvía a mirar al techo. Yo gozaba como la puta que siempre quise ser.

Me di vuelta, me acosté boca abajo y cerré los ojos, él tocó mi vagina y estimuló mi clítoris, luego volvió a penetrarme, levanté la cola y sentí como su cuerpo chocaba con mi culo, en esa posición era más fuerte aún.

Mientras seguía dándome por atrás pensaba en que era nunca dejar de coger.

Me acomodó boca arriba y volvió a cogerme. Para ese punto había perdido la noción del tiempo, no pensaba en nada, solo en placer.

Sus penetraciones me estaban enloqueciendo, tanto que empecé a rasguñarle la espalda y a gritar, sintiendo como un orgasmo se asomaba. Él, creyendo algo imposible, comenzó a darme más fuerte, lo sentí gemir tal y como lo hacían los hombres de mi pantalla cuando estaban por acabar. Nos movíamos los dos, gritando y transpirando, acabando.

Siguió moviéndose, ralentizando sus movimientos a medida que los segundos se iban, besando mis labios, mi cuello. Salió lentamente de mí, me acarició desde mi cintura hasta mi cuello unas dos veces.

Se acostó a mi lado y me abrazó mirándome a los ojos. Tocó mi nariz con la suya dándonos un beso esquimal. Apoyó su frente sobre la mía y ambos sonriendo nos dormimos.

Ignoro el momento en el que se sacó el preservativo de su miembro.

A la mañana siguiente me desperté para verlo mirándome.

-Buenos días- Le dije apenas, para que no sintiera mi mal aliento

-Buenos días hermosa- respondió, y siendo consciente de que en la mañana todos tenemos mal aliento, tomó unas pastillas de menta del bolsillo de su pantalón para meter uno en su boca y en la mía.

No sabía qué decir. En las películas porno todo acaba cuando la leche sale de la poronga, pero el momento post coito era extraño para mí.

-¿Querés desayunar conmigo?

Corrió un mechón loco de mi rostro, lo puso detrás de oreja y besó dulcemente mi nariz.

En ese momento supe que quería no solo tenerlo de nuevo dentro de mí, sino también dentro de mi vida .