Primera vez (2)

Siempre la primera vez es la más satisfactoria, he aquí otra idelaización de como sería este encuentro.

PRIMER ENCUENTRO (II)

Estamos solos... En una pequeña habitación y está haciendo calor... Estamos tomando algo de licor, lo cual incrementa el sofoco que sentimos en este momento.

Tú estás empapada de sudor y con ganas de quitarte todo... Muy poco en realidad pues sólo llevas un tenue vestido y ropa interior. Seguimos tomando y hablando de las cosas que podemos experimentar juntos y tú, sentada en la cama, te remangas la ropa cuanto puedes... dentro de los límites de tu pudor. Bueno, quizá un poco más, porque yo estoy sentado enfrente y para tus adentros te preguntas... ¿Me estará viendo el dulce triangulito al final de mis largos y bien torneados muslos? Cierras un poco las piernas, por si acaso, reprimiéndote.

Debía estarte haciendo efecto el licor pues sientes unas tremendas ganas de abrirlas. Comienzo a ponerme inquieto, en todos los sentidos, y asegurarme que todo a partir de este momento será placer y que no conviene dejar esta oportunidad que tenemos para vernos en otra vez. Se que te atraigo y sientes escalofríos, en vez de el calor del momento, imaginándote como recorreré tu cuerpo. Ahora estás deseando enseñarme tu cuerpo. Separas los muslos un poco. Al fin y al cabo vas a ser mía, ¿para qué ocultarme nada?

Hablamos, nos conocemos y tú has estado jugando distraídamente conmigo... Tu juego consiste en abrir las piernas un poquito, cerrarlas levemente, bajarte un poco el vestido... Dada tu posición en la cama y la altura de tus rodillas, resulta probable que, al separar tus piernas, te vea, no sólo tu ropa interior, sino el húmedo canal de tela sobre tu sexo... trato de controlarme pero no puedo quitarte la vista de encima.

Te pregunto de repente que vamos a hacer juntos y mi voz y el evidente doble sentido con que te pregunto vuelve a mandarte escalofríos de tu sexo a tus pezones. Estás nerviosa y tus pezones adorables se te marcan con nitidez en la tela del vestido.

Ansías recibir un beso en la boca, quieres excitarme haciendo que contemple tu entrepierna y las frases del momento nos tienen ardiendo de pasión. Estás sudando a chorros. Notas como las gotas caen por tu cuerpo, por tus muslos, del ombligo hacia abajo. Todas parecen impactar un poco en tu sobreexcitado sexo. Te sientes excitada a mi lado, te gusta sentir mi presencia, te sientes más hembra, sientes que tu cuerpo es puro sexo.

En el lugar donde nos encontramos todo es absoluta soledad y silencio. Me pides repentinamente que me quite la ropa. Aparezco frente a ti desnudo y tu te encuentras llenas de deseo, vacilas pero te acercas a mí lentamente.

Cuando te encuentras lo suficientemente cerca de mí, comienzo a quitarte la ropa, a desnudarte lentamente y cuando mis manos llegan a la altura de tu sexo, te acaricio por encima de la ropa interior. Luego te acaricio los vellos que se proyectan fuera de ellas, por las ingles, y sientes como si tus vellos y mis dedos se hubiesen conocido de toda la vida. Me quedó con tu ropa en la mano, te contemplo maravillado, y con mi otra mano, entera ahora, te acaricio el sexo tiernamente y digo lo hermosa que eres.

Me siento súper excitado. Te arrimó hacia mí y sientes mi fuerza en tu cuerpo. Meto una mano por detrás de tu ropa interior y acaricio tus nalgas delicadamente. Te beso, te estrecho contra mí, y sientes mi lengua al interior de tu boca. Estás decidida a vivir lo que sea en este instante, no te apartas de mí, no sueltas mis manos, y buscas ansiosamente mis besos; luego, te vuelvo a contemplar, orgulloso de ti, incrédulo de mi suerte.

Estás sudando de una manera espectacular, se ha humedecido tu ropa interior y se te transluce todo el sexo. Te traslado a la cama y comienzo a quitarte la ropa interior. Te dejó completamente desnuda, y te contemplo toda, tus pechos, tus caderas, tu ombligo, tus piernas, tu sexo, y te toco cuanto quiero. Mi pene tiene una erección con la que ya no puede más y tu lo miras con la misma ansia con que mis ojos devoran tu sexo.

Conduzco tus dos manos hacia mi pene y tú te dejas caer de rodillas ante él, y un momento después tienes toda tu boca ocupada por mi pene. Chupas como loca, con frenesí, sin olvidarte de los testículos ni de las ingles, hasta que yo no puedo más y eyaculo en tu boca.

Tu te recuestas en la cama sobresaltada de placer y mis manos te comienzan a acariciar toda. Nuestras manos acarician ansiosamente cada rincón de nuestros cuerpos, y el placer palpitando allá abajo en tu sexo, remontándose por el cuerpo todo. Caigo sobre ti y tu anhelante sexo se siente más cerca del placer. Coges mi duro miembro, que se ha puesto a tu disposición nuevamente, y pronto te olvidas del mundo. Gimes, me masturbas, te apretabas contra mi, subes una pierna sobre mi cuerpo y pretendes introducirte todo mi pene dentro de tu humedísima vulva. En tu mente piensas que tus bellas nalgas, que tu sexo, que tu olor a hembra, tienen que ser enormemente turbadores para mi. Acaso tanto como el olor de hombre, mi erecto pene, mis testículos, mi vello, para ti.

Toda la alcoba está en completa oscuridad. Estás tumbada en la cama con las piernas abiertas, gimiendo, sin pedir nada, y tienes tantas ganas de ser jodida que tu culito te salta casi hasta el techo, o así te sientes. Por lo menos, tu sexo sube tan arriba que casi lo colocas en mi cara. Y yo, excitado por todo el interés que pones a nuestro placer, soy más tierno contigo:

Me situó delicadamente entre tus piernas y dejó que con tus saltos y algunas manipulaciones se introduzca mi pene en tu olorosa y mojada raja, comienzo a moverme lentamente y sólo hasta cuando te tengo bien y firmemente penetrada. Lo hago de la manera más tierna para llenarte toda.

Ahora sobre ti, dentro de ti, mis manos te vuelven a recorrer: Te incrustó un dedo en la vagina y otro en el ano y sin embargo sigo penetrándote. Te encuentras tan excitada y sobresaltada que no puedes parar más el orgasmo que viene y a poco empiezas a gritar, a sollozar, a maldecir, a suspirar, a gemir, y te mueves tanto y tan rápidamente que al final de tu orgasmo me arrancas uno a mí, salvaje, dos orgasmos juntos, un placer sostenido durante largo rato, me vengo entero en tu interior y tu mojas mi cuerpo con tu miel.

Luego de un rato de descanso, conseguimos acompasar el ritmo de nuestras respiraciones. Nuestros cuerpos húmedos de sudor se juntan nuevamente y sin haber agotado por completo nuestro placer comenzamos nuevamente nuestro juego.

Luego de tu orgasmo, eres aún más bella. Me acerco nuevamente a tu cuerpo y beso los pezones aún excitados. Además, me entusiasma cómo te huele el cuerpo, todo ese olor a sexo pegado a ti.

Te tumbo nuevamente en la cama, hermosa, desnuda, aún goteando tu vagina de tu miel, y me arrodillo en el suelo entre tus separados muslos.

Estás temblando y caliente otra vez. Me acerco más a tus abiertísimas piernas, pongo mi cara contra el abierto y jugoso agujero. Me retiro lentamente y contemplo en la parte inferior de tus muslos, tan suaves, tan hermosos y, sobre todo, tan abiertos, y veo también, fascinado, tu vagina que gotea tus jugos lentamente hasta el culito, y todo allí, al alcance de mi boca. No puedo más, me excito rápidamente y quiero masturbarte toda.

Empiezo a meterte los dedos por todos tus orificios, a acariciarte, a masturbarte, a besarte los muslos y, eventualmente, la vagina misma. Luego me inclino y recorro con mi lengua por doquier, vagina y culo, vellos y rajas, clítoris e ingles, y tu comienzas a retorcerte de placer, a gemir, a disfrutar como una gata en celo, y me pides a gritos que te penetre. Pero esta vez me tomo todo tiempo que quiero, y te la introduzco de vez en cuando, para jugar solamente -media docena de penetraciones bien dadas ahora, diecisiete después, dos aquí, y así sucesivamente-, continuando impecablemente este juego, para calentarte hasta el infinito. Te pongo boca abajo, examino tu culito largamente, te amo, te violo, te beso, pero sin olvidarme esta vez de tus tetas, tus axilas, tus piernas, tus pies, desde los que durante un rato extraigo pequeños gemidos hurgándote entre tus dedos con mi lengua...

Hay momentos en los que tus impulsos me refrenan pero casi siempre te dejas llevar entre mis manos: de pronto te ves arrodillada junto a la cama chupándomela, o masturbándome con tus pechos, o perseguida a cuatro patas por el suelo, con el culo al aire, y penetrada, acariciada largamente. Te comienza a doler un poco la vagina después de tanto trajín, crees que ya no puedes más, pero sigues ansiosa y te preguntas cómo somos capaces de poseer tanto control sobre el placer y quieres todavía más.

Al momento te acorralo en un rincón, y te penetro por los dos orificios, los convierto en dos canales de placer, y tu me agarras de los testículos para impedirme que me salga. Gimes y ruegas que quieres venirte nuevamente. Y te penetro de seguido, frenético, unas veces por detrás y otras por delante, hasta que rompes en un brutal orgasmo que te eleva al cielo...

Al final, luego de hacer el amor toda la tarde, me pongo a darte besitos tiernos en las orejas, en los senos y la boca, y a hacerle toda clase de mimos. Compruebas que comienzo a tener una erección otra vez, y sientes nuevamente un inmenso placer en tu coñito a pesar de los orgasmos anteriores. Te atreves a decirme que quieres hacerlo nuevamente. Y al verte desnuda no se qué hacer ni qué cara poner ni adónde mirarte, aunque quiero poseerte toda como si nunca hubiera pasado nada. Te recuesto nuevamente junto a la cama y comenzamos otra vez.

Sientes mis manos cogerte descaradamente el sexo, te oprimo, te acaricio y te repito lo magnífica que eres. Me dejas hacer y al cabo de un instante otra vez estás caliente... Mis manos se infiltran por entre tus muslos, tiento otra vez tus rajas, ya sin pretextos te vuelvo de espaldas, y me pongo a hurgar el culito con todos mis dedos, uno por uno. Luego, me inclinó tras de tí para tenerlo más cerca, más abierto, más a mi completa disposición. Te tumbo boca abajo sobre la cama, te hago poner los codos y la cabeza en ella, te separó los muslos y comienzo a acariciarte el ano. Sientes mi lengua penetrándote muy hondo y te calientas como nunca. Después me incorporo a tus espaldas y te voy penetrando por el culo, bien lubricado por todo lo que te he hecho. Sientes como me voy metiendo por el, muy despacio, haciéndote disfrutar enormemente. Cuando me corro dentro de ti, tu estas culminando otro orgasmo.

Y, en fin... no se que más decir... cuando pienso en como puedes ser y en todo lo que estamos escribiendo, me excito, y se me nubla la cabeza...

Manuel Alejandro.