Primera noche con Vanessa

Aquella noche, tras un afortunado encuentro, en el chalé de Vanessa empezó una relación de sexo y pasión con Bruno. Basado en hechos reales

Era de noche, y mi moto se había averiado en una carretera secundaria. Además el móvil se me había quedado sin batería. No pasaba nadie por allí y corría el riesgo de pasar la noche tirado y en medio de ningún sitio.

A lo lejos vi acercarse las luces de un coche. Era mi única oportunidad. Me puse en mitad de la carretera a hacer señas para que el coche que se acercaba parase. Cuando casi lo tenía encima vi que era un Porsche rojo descapotable. Frenó justo antes de atropellarme. Al volante una preciosa mujer de larga melena castaña. Me asomé por el lado del copiloto para pedir ayuda.

-                     Hola, buenas noches, ¿podrías acercarme hasta el pueblo más cercano? Mi moto se ha averiado y estoy aquí tirado.

La mujer me observó de arriba abajo, con detenimiento, como si estuviese valorando mi peligrosidad. Puse mi mejor sonrisa y eso pareció convencerla.

-                     Sube, te acercaré.

Cogí mi mochila y puse el candado a la moto para sentarme rápidamente en el asiento del copiloto.

-                     Muchas gracias, creí que pasaría toda la noche en esa cuneta. Me llamo Bruno.

-                     De nada, hombre, yo soy Vanessa – se giró de nuevo hacia mí para observarme. Yo llevaba una camiseta ceñida, un vaquero ajustado y cazadora de cuero.

Entonces aproveché para observar más detenidamente a mi salvadora. Tendría unos 35 años. Delgada, con un rostro amable,  hermosos labios pintados de un rojo sutil, un vestido corto, negro, de tirantes con un breve escote que perfilaba perfectamente unos pechos firmes, puede que operados. Medias negras que dejaban intuir unas piernas esculturales. Mientras se las miraba, giró su vista hacia mí y se percató de que la estaba observando, sonrió y dijo:

-                     ¿A dónde te dirigías Bruno?

-                     Voy hacia el Norte, sin un destino fijo. Estoy de vacaciones.

-                     Por esta zona no hay muchos hoteles donde te pueda dejar.

-                     Me apañaría con cualquier cosa, Vanessa

De nuevo sonrió y guardó silencio.

Al cabo de unos diez minutos llegamos a un precioso chalé. Abrió con un mando a distancia la verja de entrada y entramos en el jardín. Aparcó enfrente de la puerta principal.

-                     Esta es mi casa. Podrás pasar la noche aquí y mañana reparar tu moto.

-                     Pero Vanessa….no quisiera molestar.

-                     Me vendrá bien un poco de compañía. Mi marido vuelve a estar de viaje.

Se bajó del coche y seguí sus pasos hasta la puerta principal. Usaba unos grandes tacones y no pude despegar mi mirada de su trasero, muy bien marcado por lo ceñido del vestido. Aquel culito tan bien formado parecía estar pidiendo algo. De nuevo se giró antes de introducir la llave en la cerradura y se percató de mi mirada. De nuevo lanzó la misma sonrisa.

-                     Pasa Bruno. Estás en tu casa. Deja tus cosas por ahí.

-                     Muchas gracias Vanessa.

Pasamos al salón. Enorme, con un gran sofá, chimenea de esas de gas que ya estaba encendida, una gran alfombra frente a ella. Incluso había una mesa de billar. Se sentó en el sofá y señalando una vinoteca me dijo.

-                     Ahí tienes vino y copas, ¿por qué no seleccionas una botella y la descorchas?

Me quité la cazadora y pareció observar con aprobación mi cuerpo. Siempre lo he cuidado. La práctica de triatlón es exigente pero tiene sus recompensas. Me dirigí a la vinoteca y seleccioné un Ribera, reserva. Abrí la botella, y serví dos generosas copas. Ofrecí la suya a Vanessa, que con su mirada me invitó a sentarme a su lado.

Saboreó un sorbo de su vino, y con la lengua acarició sus labios con placer para a continuación recostarse, insinuante, sobre el respaldo del sofá. Su melena caía sobre su cara. Yo no tuve ninguna duda. Tras el segundo trago de vino me incliné sobre ella, le quité la copa de la mano y dejé ambas sobre la mesa. Acerqué mis labios a los suyos para besarla. El vino nos había dejado un más que agradable sabor en la boca. Nuestras lenguas se buscaron y empezaron a acariciarse. Pues mi manos ente sus muslos y aquello pareció estremecerla. Aumentó la fuerza y pasión de su beso.

Empecé a bajar con mis besos por su cuello y a bajar un poco los tirantes de su vestido. Respondió con gemidos de satisfacción y se dejó hacer cuando le pedí que se inclinara hacia delante para soltar la cremallera del vestido. Aproveché para dejar suelto el precioso sujetador negro de encaje. Así liberada, se recostó sobre el respaldo del sofá ofreciéndome sus deliciosas tetas. Retiré el sujetador del todo y efectivamente parecían operadas, pero su tamaño era proporcionado y su consistencia animaba a devorarlas. Sujeté ambas con mis manos y empecé a besar los pezones, que iban adquiriendo una consistencia pétrea. Cuando lamí uno de ellos lanzó un gemido de placer. Pronto me percaté que hacer círculos con mi lengua alrededor de sus pezones la excitaba notablemente pues su cuerpo se tensaba con cada roce.

Tras gozar unos momentos de tan fabulosas tetas empecé a deslizar mis besos más abajo por su cuerpo. Era necesario quitarla el vestido y no puso ninguna oposición. Terminé de sacárselo por las piernas y pude ver su precioso tanga negro, con un liguero espectacular sujetando unas preciosas medias negras con un delicado encaje en el muslo. No se quitó los tacones. Antes de tumbarse en el sofá me sacó la camiseta y me acarició el pecho.

-                     Ay Bruno – suplicó.

Tumbada sobre el sofá flexionó sus piernas, yo me deslicé entre ellas y dirigí mis besos a su ombligo, justo por encima del liguero. Aquello le produjo un espasmo de placer, y deslicé mi lengua más y más abajo. Pronto tuve mi cabeza entre sus piernas, retiré un poquito el tanga y empecé a lamerle los labios mayores. Estaba perfectamente depilada con una breve tirita triangular de vello en el pubis de color castaño, como su pelo. Sus gemidos de placer eran cada vez más intensos y mi lengua se fue abriendo paso por la humedad de su coño.

-                     Arráncamelas Bruno – me pidió.

Rompí con cuidado la tirita del tanga y tuve a mi entera disposición aquel delicioso coño. Hundí mi lengua en él y comencé a degustar su humedad.

-                     Siiiiiiiiii – acertó a suspirar.

Con mis dedos separé un poco los labios mayores y busqué con mi lengua su clítoris, jugoso, delicioso. Empecé a lamérselo y eso provocó que todo su cuerpo se pusiera rígido. Sujetó mi cabeza con sus dos manos atrayéndome hacia ella y haciendo fuerza. Yo respondí succionando su fabulosa perla, incluso se la mordisqueé un poco. Repentinamente lanzó un chillido de placer y noté como el coño se inundaba de sus fluidos. Se los lamí. Su cuerpo se relajó y su respiración quedó entrecortada.

Pero lejos de agotarse, Vanessa se incorporó del sofá y me invitó a sentarme. Se puso delante de mí de pie, desnuda con sus medias, su liguero y sus tacones. Apenas pude recrearme en la visión de aquel cuerpo perfecto cuando se lanzó a besarme en la boca que aún estaba húmeda por sus jugos, los lamió con delicadeza y empezó a besarme más abajo. Se detuvo en mi pecho, también rasurado y jugó unos instantes con su lengua en mis pezones. Eso me vuelve loco de placer y ella parecía saberlo.

Intuyendo lo que venía a continuación saqué mis zapatos, y ella empezó a deslizar su lengua por mi pecho, mi abdomen, y cuando llegó al cinturón lo soltó despacio, aflojó el pantalón y me ayudó a bajármelo a la vez que el bóxer. Cuando mi ropa ya estaba a la altura de los tobillos la saqué por mis pies, Vanessa se arrodilló frente a mí y acercó su cabeza a mi verga, que ya estaba en notable erección. Me miró a los ojos con expresión de deseo, su melena cubría parcialmente su cara, y dijo:

-                     Ahora vas a gozar Bruno. Me encantan las pollas gordas y rasuradas como la tuya

La agarró con ambas manos y empezó a lamerla en toda su longitud con su lengua. Era evidente que gozaba de aquello tanto como yo. Cada vez se detenía con más insistencia en el glande que lamía con especial delicadeza. De vez en cuando tenía que retirarse la melena con la mano derecha, y en ese momento bajaba hasta mis huevos y me los lamía con deleite, se los metía en la boca y jugaba con ellos. Era realmente buena. De vez en cuando me miraba a los ojos y seguro que veía una mirada de inmenso placer mientras su expresión era mezcla de deseo y entrega. En un momento dado detuvo sus lametones y abrió la boca para empezar a tragarse mi polla. Lo hizo poco a poco y tuve que esforzarme para no correrme. Mi verga iba avanzando lentamente hasta su garganta y ella finalmente logró engullir mis 21cm. En ese momento sujeté su cabeza con mis dos manos y la ayudé a que la polla le entrase y saliese de su boca a ritmo cada vez más rápido. Hacía ruidos con la garganta pero no llegó a hacer ninguna arcada. Yo estaba en el cielo del placer.

Perdí la noción del tiempo hasta que retiró su boca de mi polla, quizá intuyó que podía correrme y quería mucho más. Se incorporó y se sentó sobre mi verga.

-                     Ahora la quiero muy adentro Bruno

Sentada frente a mí, sujetó mi polla con su mano y la dirigió a la entrada de su coño. Muy despacio fue sentándose sobre ella. Cada centímetro que la penetraba me invadía una ola de placer enorme; a ella parecía sucederle lo mismo y parecía dispuesta a que aquello durase toda la noche. La agarré ambas tetas con mis dos manos y pellizqué suave sus pezones. Ella respondió con un gemido de placer y se dejó caer con fuerza sobre mi polla, que la llenó por completo. Inclinó su cabeza hacia atrás y ambos suspiramos casi simultáneamente.

Entonces apoyó sus manos sobre mi pecho y empezó a cabalgarme. Entraba y salía de su coño con asombrosa facilidad y ella iba acelerando el ritmo. Sus deliciosas tetas botando a la vez que me follaba eran una visión hipnotizadora. Noté por el acelerón del ritmo y como me empapó que tuvo su segundo orgasmo de la noche entre grandes gritos de placer. Detuvo sus embestidas; pero aún quería más.

-                     Venga Bruno, ¿Cómo me quieres ahora?

-                     Ponte a cuatro patas Vanessa

-                     Estaba deseando que me lo pidieras

Se puso de rodillas en el sofá e inclinó su cuerpo hacia delante, agarró un cojín con sus manos y se aferró a él dispuesta a sentir el mayor de los placeres. Levantó su culo un poco y me ofreció una extraordinaria visión de sus orificios. Me arrodillé tras ella y acerqué mi polla a su rajita, la deslicé arriba y abajo por sus labios sin llegar a penetrarla.

-                     No seas malo Bruno…y fóllame

-                     Quiero que me lo supliques Vanessa- respondí mientras frotaba mi polla en su rajita llegando hasta su ano.

-                     Ay Bruno por favor clávame esa polla hasta las entrañas.

En ese momento la agarré con ambas manos por la cintura, acerqué mi verga a la entrada de su coño y se la clavé entera de una sola embestida hasta que mis huevos chocaron contra ella. Lanzó un enorme grito de placer y se aferró con fuerza al cojín, creo que incluso llegó a morderlo. Me quedé durante unos instantes con la polla entera hundida en su coño sujetándola con fuerza contra mí por la cintura.

-                     ¿A qué esperas por dios? – imploró

Fue como el pistoletazo de salida. Empecé a entrar y salir de su coño con fuerza y cada vez más rápido. A cada embestida nuestras nalgas chocaban con el sonido de una palmada. Ella acompañaba cada penetración profunda con un enorme gemido de placer. Ahora sí que mordía el cojín del sofá. Empecé a sacar la polla del todo en cada movimiento y a volver a clavársela hasta el fondo en cada penetración y esto pareció gustarle especialmente, pues podía apenas emitir ruidos sin sentido. De repente su cuerpo se tensó de nuevo y volvió a chillar con más fuerza, me quedé en su interior y la sujeté por las caderas contra mí mientras se corría por tercera vez. A mí me faltó muy poco para hacerlo y no sabía si Vanessa aún querría más. Saqué despacio mi polla empapada de su coño que rebosaba de néctar.

-                     Ay Bruno….¿no quieres probar mi culito? – me preguntó sin cambiar de postura.

-                     Lo estoy deseando cielo. Te lo voy a preparar primero, no quiero hacerte daño.

Ella respondió levantando un poco más sus nalgas en señal de aprobación. Yo me incliné para empezar a lamerle el coño y aprovechar su humedad para luego dirigirme con la lengua empapada a su culito. Se lo empecé a lamer también y ella empezó a relajarlo y a gemir con creciente intensidad. Al poco pude introducir un dedo. Era un culito estrecho pero cada vez más húmedo y relajado, por lo que pude introducir un segundo dedo.

-¿Estás lista Vanessa?

  • ¡No preguntes y fóllame el culo! ¡Ya por favor!

Puse algo de saliva en mi glande y empecé a metérselo por el culo. A pesar de la estrechez, entraba más fácil de lo que yo esperaba y Vanessa se estremecía con cada centímetro de penetración. Sin gran dificultad, logré empotrar toda mi polla en el culo de aquella gloriosa hembra que gritaba de placer y se retorcía suplicando que me moviera dentro de ella.

Empecé a entrar y salir de Vanessa cada vez con más y más fuerza, cada vez más y más rápido. Ella se retorcía de placer, mi cuerpo parecía que podía estallar en cualquier momento. Ahora sí que perdimos la noción del tiempo hasta que Vanessa estalló en otro brutal orgasmo, con gritos de placer quizá incluso más potentes. Su cuerpo estaba totalmente erizado. En ese momento noté que yo estaba a punto de explotar, mi polla palpitaba en el interior del culo de Vanessa y ella lo notó.

-                     Dámelo todo Bruno

Salí de sus entrañas y ella se dio la vuelta en el sofá, se puso boca arriba y acerqué mi polla a su boca. La agarró con una mano y se la metió en la boca. Tan solo sentir el contacto de su lengua en mi glande inflamado solté el primer chorro de leche. Aunque intentó tragarlo no pudo con todo y le rebosaba por la comisura de los labios. Con el segundo disparo ya tuvo que abrir la boca para respirar, la saqué y me corrí en su cara, ella relamía mi semen con evidente gusto, mientras yo no paraba de derramarlo por su cara, y sus tetas.

La dejé casi cubierta por completo de leche y así se quedó. Mojaba de vez en cuando un dedo en los restos de semen de sus tetas o su cara y lo lamía con deleite. Me tumbé a su lado y besé sus labios

-                     Eres perfecta Vanessa.

-                     No sabes lo feliz que me has hecho Bruno. Lo que más deseo es quedarme aquí, así de satisfecha y cubierta de tu leche.

Continuará