Primera infidelidad (oral)...con mi jefecito

Mi jefe me anima a que seamos amantes y sellamos la idea mamándosela en su coche.

Me llamo Ingrid, tengo 45 años, tengo un hijo (le llamaré Toño, no es su nombre real)  y soy divorciada hace ya muchos años. Salgo con alguien hace poco más de cuatro meses y desde hace unas semanas mientras estábamos calentando motores con un rico faje, empezó a preguntarme sobre algunas experiencias mías; que si había cogido con algún compañero del trabajo, que si había cogido con algún jefe, que si las había dado para conseguir algún contrato –tengo un negocio de organización de eventos para empresas, aunque ocasionalmente doy servicio a particulares- que si era muy cogelona en la prepa o en la universidad, que si le fui infiel a mi ex esposo…en fin. A partir de esa ocasión casi siempre me hace preguntas o me dice que le cuente alguna experiencia –se caliente un chingo- así que decidí escribirlas y publicarlas; de hecho supe de la página por él. Espero se calienten, especialmente tú, mi cabroncito. Espero les gusten.

Los últimos meses de mi matrimonio –ya habiendo decidido el divorcio- vivíamos en la misma casa, pero ya cada quien en su recámara; evidentemente eso nos dio mucha libertad a ambos para comenzar a salir con otras personas. Yo no quería una relación, de hecho tardé un par de años en tenerla, pero sí quería salir y pasarla rico; la verdad es que mi aún esposo tenía como dos años que no me tocaba, por eso y porque le descubrí una infidelidad, es que yo le fui infiel. Pero contaré eso en otra ocasión; por ahora les contaré la primera vez que fui infiel con mi jefe de aquel entonces. Trabajé en dos empresas que organizaban eventos, antes de independizarme y abrir mi propio negocio; esta experiencia es de cuando trabajé en la primera de ellas.

Por más que me esforcé para mantenerme atractiva después de haber sido mamá (a los 25 años), mi esposo (Carlos) nunca me hizo caso como cuando éramos novios y recién casados; después de nacer nuestro hijo, sólo ocasionalmente teníamos relaciones. Eso me deprimió y me descuidé mucho, subí muchísimo de peso, hasta que una amiga me convenció de empezar a cuidarme de nuevo, a quererme; y así, con dietas y mucho ejercicio, logré ser atractiva otra vez. Poco a poco, comencé a darme cuenta de que no le era indiferente a otros hombres, uno de ellos era mi nuevo jefe en la empresa. Como ya me sentía segura de mi y de mi cuerpo de nuevo, empecé a usar ropa que mostrara mis atributos; caderas un poco anchas, pompis paraditas y un buen par de bubis. Mi jefe (Raúl) comenzó a verme con mayor insistencia y a piropearme todo el tiempo; con cualquier pretexto me llamaba a su oficina, me decía que me quedara horas de más para revisar eventos, logística…y me llevaba constantemente a supervisarlos o a hacer visitas de inspección. Yo poco a poco llevaba ropa que mostrara un poquito más; falda corta o pegadita pero con abertura alta, blusitas pegaditas o con escote, blusas con un botón abierto de más, en fin, ya saben. Me encantaba provocarlo.

Un día decidí ir un poco más coqueta que de costumbre y me puse una falda larga blanca pegadita y medio transparente, obvio un calzoncito pequeño y una blusa blanca también, dejando algunos botones abiertos, dejando ver mis atributos. Ya que no tenía coche, me iba en taxi al trabajo y el chofer no dejaba de echarme ojo al escote por el retrovisor; yo disimuladamente abría más la blusa para deleitarlo. Eso empezó a calentarme y ponerme en el mood adecuado para provocar a mi jefecito en el trabajo.

En la oficina éramos dos chavas (Caro y Andy) que eran asistentes, tres gerentes (Jorge, Roberto y yo) y el director, Raúl, que lo había puesto la dueña. Todo el día sentí la mirada de los hombres y las chaves me decían: “Te pasas, Ingrid; se te ve todo!” “Se quedan todos pendejos viéndote jajaja” “Te co…men con la mirada!”. Yo me hacía la sorprendida, como que no me hubiera dado cuenta de que se me transparentaba la ropa, ni de las miradas de Jorge, Roberto y Raúl. En la tarde, casi para salir, mi jefe me llamó a su oficina para revisar la logística de un evento. Entré a su oficina y en la mesa de trabajo –a lado de su escritorio- estaban los planos del salón y el material para trabajar en la planeación de la logística, por la forma en que todo estaba acomodado enseguida entendí que lo que quería era que le diera la espalda a su escritorio, así que me incliné para revisar el material y dejar que disfrutara viéndome las nalgas, viendo cómo se transparentaba mi ropa interior. Sentí cómo su mirada se clavaba en mis nalgas y cuando vino a revisar conmigo el evento, sus ojos no se apartaban de mi escote.

Cuando acabamos de preparar el evento de ese fin de semana, me preguntó que si podía invitarme a cenar y luego me llevaría a casa; le respondí que sí, que sólo debía avisar a la niñera.

Raúl – No se enoja tu marido?

Yo – (Sonreí) No, no creo que le importe nada de lo que haga –casi pude sentir cómo se calentaba al ver lo disponible de su directora de logística-.

Raúl – Pues avisa y nos vamos.

Toda la cena fue puro coqueteo e insinuaciones cada vez más directas; desde un “hoy sí me dejaste sin aliento, buenos a todos en la oficina”, “cuando vayamos a ver clientes repite ese atuendo, o uno parecido, eh”, “cuándo nos damos una escapada para darnos una buena divertida”, “tú eres entrada, plato principal y postre, Ingrid”, “nada más te veo y palpito”, hasta llegar al “estás como para un affair”. Me dijo que cada vez le atraía más y que no sabía si se iba a aguantar mucho tiempo o cuando fuéramos de viaje a algún evento: “eres mucha tentación, Ingrid”. Cuando le dije que ya mi matrimonio estaba muy mal y que hacía meses que no tenía relaciones con mi esposo, incrementó su propuesta del affair y lo bien que la pasaríamos.

Raúl - Yo sí te voy a atender como se debe, Ingrid.

Yo – A poco tienes para las dos?

Raúl – Separadas y juntas.

Yo – Jajaja, ay, sí.

Raúl – Lo comprobamos?

Yo – Eres tremendo!

Raúl – Ya verás qué tan tremendo; no estás como para dejarte ir viva.

Yo – En serio? Y qué te gusta de mi?

Raúl – Todo.

Yo – Dime.

Raúl – Me la pones dura, Ingrid…está difícil escoger…tienes una mirada muy cachonda, tus labios se me antojan un chingo y ni qué decir de tu trasero, está bien rico…y tus -señaló mis tetas con su mirada- se ven deliciosas; siempre saltan a la vista.

Yo – Ah, sí?

Raúl – Sí sientes cómo te comen con los ojos, no?

Yo – Ay, en serio?

Raúl – Cuando vamos a eventos, te encueran con la mirada, sobre todo últimamente.

Yo – Por qué “últimamente”?

Raúl – Te has puesto mejor que antes.

Yo – Qué rico, no?

Raúl – Eres canija, Ingrid.

Yo – Ya que no la paso bien en mi matrimonio, me voy a divertir fuera de él, como yo quiera, cuando y con quien yo quiera.

Raúl – Eres cabrona, mis respetos.

Ya en el camino a mi casa, Raúl volvió al tema del affair.

Raúl – Entonces qué, nos lo aventamos, Ingrid?

Yo – Qué?

Raúl – No te hagas…a poco no se te antoja? –me agarró la pierna-.

Yo – Se me antojan muchas cosas, de cuál de ellas hablas?

Raúl – Vamos a divertirnos rico.

Yo – Amantes? O sólo me quieres llevar a la cama hoy?

Raúl – Amantes, cómo sólo hoy?

Yo – Y tu esposa?

Raúl – En casita, igual que tu marido –me acarició la pierna, subiendo un poco su mano; eso me calentó muchísimo-.

Yo – Entonces quieres cogerme muchas veces? –me desabotoné un poco más la blusa-.

Raúl – Un chingo, Ingrid.

Yo – Será? –le acaricié el paquete; estaba durísimo-. A ver si es cierto, eh.

Raúl – Cómo no? Si estás deliciosa! –empecé a jalársela sobre el pantalón-.

Yo – Ah, sí? A ver, cuéntame.

Raúl – Te digo por qué estás rica?

Yo – M-hm…quiero saber por qué me quieres llevar a la cama –su paquete se endurecía cada vez más-.

Raúl – Tienes una mirada muy sexy, cachonda…se ve que eres una fiera en la cama…tienes un culo delicioso, te ha caído muy bien el ejercicio…y unas tetas de campeonato…no sé cómo tu esposo no te coge todas las noches.

Yo – Tiene con quién quitarse las ganas…qué se te antoja ahorita, eh? –le pregunté mientras se la jalaba sobre el pantalón, yo moría por meterle la mano y tocársela, mamársela-.

Raúl – Tú qué crees? –entonces le abrí el pantalón, metí la mano y se la saqué-.

Yo – Uy, qué rica!! Quieres que te la mame?

Raúl – Muero porque lo hagas, Ingrid –me incliné y se la lamí, tenía líquido preseminal en la puntita…lo lamí también, después empecé a mamársela-.

Yo - Mmmmmmm…mmmmmm…mmmmmmmm…-él enseguida me acarició las nalgas, me desabotonó la falda, bajó el cierre y me las agarró delicioso; después de unos minutos metió la mano debajo de mi calzoncito-.

Raúl – Ay, no jodas, Ingrid…que rico me la mamas.

Yo – Mmmmmmm…mmmmmmmm…mmmmm…te gusta? Te gusta cómo te la mama tu directora de logística? Mmmmmmmm…mmmmmm…mmmmmm

Raúl – Uy, sí, y está re buena, la canija –me agarró fuerte las nalgas- que rico tener una directora así?

Yo – Así, cómo? Mmmmmmm…mmmmmm…mmmmmmmmmm…-sentí cómo el coche se detenía, supuse se había parado en alguna calle oscura en el camino-.

Raúl – Así de caliente como tú, Ingrid…vamos a un hotel, quiero cogerte ya.

Yo – No, hoy no…llévame después del evento –lo masturbaba- para que me cojas rico...mucho…

Raúl – Mmmm…sí, quiero metértela!

Yo – Quiero que me la metas bien rico…hace mucho que no me dan una buena cogida.

Raúl – Te la voy a dar, Ingrid! –su verga palpitaba ya-.

Yo – Se me antoja tenerla adentro…quiero que me cojas como una puta –le susurré-

Raúl – Ay, sí…ay, no mames… -se vino en mi mano aunque salpicó un poco su coche; le embarré la verga con su semen mientras se la jalaba otro poquito- puta madre, me calentaste un chingo.

Yo – Qué rico…así quiero que me calientas tú, eh –me incliné y le di un par de mamaditas más-.

Raúl – Déjame tu calzón, Ingrid –me dijo mientras se vestía-.

Yo – Qué??!! Por qué??!!

Raúl –Recuerdo…y para jalármela oliendo tu panochita.

Yo – Jajajaja...quieres que llegue sin ropa interior a mi casa?

Raúl – No creo que le importe a tu esposo, no?

Yo – Eres un cabrón pervertido –le dije mientras me quitaba mi panty, en ese momento me di cuenta de que estábamos a una cuadra de mi casa- no la friegues, Raúl, cómo te paras aquí???

Raúl – No te preocupes, no ha pasado nadie.

Yo – Hay que ser discretos, no la amueles! Por cierto, dos condiciones; que no se entere nadie de la oficina y nada de celos ni esas tonterías, eh. Cada quien hace de su vida un papalote; tú te coges a quien quieras y yo también. Estamos?

Raúl – Las cartas sobre la mesa…me parece muy bien. Entonces nos damos una escapada después del evento?

Yo – Claro. Aquí te dejo lo que me pediste.

Cuando entré a la casa mi esposo tenía unos minutos de haber llegado, estaba en la cocina tomando algo, lo saludé mientras me servía un vaso con agua y mientras salía de la cocina, me dijo:

Carlos - Así te fuiste a la oficina? Sin ropa interior?

Yo – Qué raro que lo hayas notado. Buenas noches.

Carlos – Te ves muy bien…se te ve muy bien…todo –sentí su mirada en mis nalgas-.

En cuanto llegué al cuarto le mandé un mensaje a Raúl:

Yo - “Estoy muy hot” –para mi sorpresa me respondió-.

Raúl – “Yo también; mientras te veía caminar a tu casa olí tu panty…se me volvió a poner dura”.

Yo – “En serio?”

Raúl – “Sí. Muero de ganas de probarte la panochita”.

Yo – “Qué rico!” –comencé a desvestirme-.

Raúl – “Así que estás hot?”

Yo – “Sí, me dejaste muy inquieta”.

Raúl – “Y qué vas a hacer para quitarte esa calentura?”

Yo – “Pues…solita.”

Raúl – “Por qué no te coges a tu marida; que vea lo que ya no se va a comer.”

Yo – “Qué cruel eres jajajaja.”

Raúl – “No se te antoja?”

Yo – “Hace mucho que no lo hacemos”.

Raúl – “Provócalo, no se va a resistir.”

Yo – “Ok…mañana te cuento.”