Primera experiencia con Silvina (parte 2)

Cuando finalmente reaccioné Silvina estaba recostada sobre su costado mirándome y sonriendo con complicidad. Nos dimos un tierno beso y entonces me preguntó - Ahora sí, ¿estás lista para aprender a darme y darte placer? –

Cuando finalmente reaccioné Silvina estaba recostada sobre su costado mirándome y sonriendo con complicidad. Nos dimos un tierno beso y entonces me preguntó

-              Ahora sí, ¿estás lista para aprender a darme y darte placer? –

-              Si por favor, quiero que me enseñes – mi respuesta era casi una súplica –

-              Mmm… – dijo Silvina en un tono que no dejaba dudas – Me encanta. Vamos a empezar de a poco ¿Si? Lo primero es ponernos cómodas. Dejame que ahora sea yo la que se acueste – y se recostó a mi lado mirando el techo – Podemos empezar suave, tal vez con unos besos, podrías no sé, comerme la boca –

Sin esperar otra indicación de su parte, me lance sobre sus labios con desesperación. Besarla había sido una de las cosas más excitantes que habíamos hecho. Nuestras lenguas jugaban en ese baile frenético y sensual que se estaba dando entre nuestras bocas.

No sé si por inexperiencia o por la excitación, pero muy rápidamente mi mano bajo a su entrepierna buscando directamente su concha. Ella con mucha dulzura me frenó y me explicó que era mejor ir más despacio, paso a paso, elevando la excitación y la calentura por cada centímetro de la piel. Me indicó que comenzara por besarle el cuello mientras que con mis manos podía ir acariciando y descubriendo su cuerpo, que ahora me parecía lo más lindo del mundo. Me recosté de costado a su lado como ella había hecho antes conmigo y lleve mis labios a la piel tersa de su cuello. El olor a manzanas que emanaba de su pelo aun lo puedo recordar. Mis manos fueron bajando de a poco a sus tetas y mis dedos encontraron primero uno, y luego otro, sus enormes pezones rosados. Me pidió que parara un segundo sólo para llevar mis dedos a su boca y mojarlos de saliva.

-              Ahora sí, juga en redondeles en mis pezones y no dejes de mirarme a los ojos mientras lo haces – mi pidió

Nunca me hubiera imaginado que unas caricias podían generar tanto en los pezones. Los sentía ponerse duros y erectos a cada segundo entre mis dedos. Sus ojos y el agitarse en su respiración, me mostraban más cosas de las que se pueden decir con palabras. Ambas estábamos en algún lugar lejano donde no existía nada más que nosotras.

Entonces ella tomó mi mano y comenzó a enseñarme como y donde se escondía el placer

-              Así Sofi, suave, despacito. Sentí con las yemas de tus dedos la piel de mi cuerpo. Sentí como se va erizando – me decía con voz seductora mientras llevaba mi mano desde sus tetas a su panza y volvía a subir. Llevaba mi mano hasta los límites de su concha y la regresaba nuevamente a sus tetas.  – No hay apuro Sofi, no hay apuro – me repetía constantemente mientras yo notaba como su calentura iba en aumento, así como se elevaba también mi desesperación por comenzar a explorar esa concha que hasta unos días atrás me era indiferente y ahora me tentaba tanto - ¿Te morías por tocármela no? – me preguntó – Yo me muero por que me la toques, mmm…- y llevo su mano suave hacia abajo pero justo en el momento en que creía que iba a pasar, siguió bajando y depositó mi mano sobre sus muslos – mmm, así, acaríciame los muslos Sofi –

Claramente mi amiga estaba gozando y excitándose, y yo también. Ni siquiera me había tocado y yo ya sentía mi vagina despidiendo jugos a raudales. Mi mano se deslizaba muy sutil por sus muslos; por dentro, por fuera; muy suave o  por momentos rasguñando con mis uñas.

Mi amiga ya empezaba a gemir de excitación y comenzó a pedir que no parara,  eso me volvía loca. Decidí cambiar de posición para estar más cómoda y me arrodille a su lado. Ahora podía hacer muchas cosas que en la otra posición me eran difíciles, y además de seguir acariciándola con mi mando entre sus piernas, me puse con mi otra mano a acariciarle sus enormes tetas. Ambas estábamos como poseídas.

En su desesperación Silvina llevó mi mano a su concha y me pidió que le hiciera lo mismo que ella me había hecho a mí. Empecé entonces a acariciársela por fuera con mucha suavidad y pasión. Era literalmente la primera vez en mi vida que lo hacía ya que ni siquiera me había masturbado a mí misma, pero parecía que daba resultado porque su respiración de pronto se comenzó a agitar mucho y sus gemidos eran cada vez más fuertes. Silvina abrió mucho sus piernas y arqueó su espalda. Estaba llegando y me lo hizo saber. Su orgasmo parecía mucho más fuerte que el que ella me había arrancado a mí. Su cuerpo de golpe se tensó y sus manos se aferraron a las sábanas. En ese punto yo lo estaba disfrutando tanto como ella.

-          No pares, no pares – me pidió entre dientes – Así, así, así…. – y explotó en un tremendo orgasmo. Yo iba a parar de a poco como ella había hecho conmigo, pero  me pidió que siguiera – ¡No pares Sofi, no pares que viene otro! – gritó, y en pocos segundos volvía a acabar.

Yo hasta ese momento no sabía que existían los orgasmos múltiples, y menos que mi amiga solía tenerlos. Pero ahí estábamos, ella que ya iba por su segunda acabada y me pedía más, y yo que estaba hipnotizada por lo que estaba logrando en mi amiga y que tampoco quería parar.

De pronto Silvina tomo la mano con la que le estaba haciendo la paja, se la llevo a la boca y la lleno de saliva, para después apoyarla justo sobre su clítoris y pedirme que la masajeara fuerte y rápido en círculos. Verla y sentirla lamer mi mano llena de sus flujos disparó algo en mí que no sabía que existía. De repente tenía ganas de conocer ese sabor y recordé las sensaciones que me habían generado el aroma a su concha que había olfateado en su bombacha negra, y sin pensarlo demasiado me arrodillé entre sus piernas abiertas y baje mi cara a su concha. La primer lamida que le día me desarmó por completa y a ella también ya que soltó un alarido de placer brutal. Amé el olor de su concha y el gusto de sus flujos se me hicieron un manjar.

Ella solo murmuraba un par de palabras una y otra vez que desde donde yo estaba sonaban a un pedido de que no me detuviera.

Mi lengua jugaba con su clítoris por momentos, o se metía dentro de ella, incluso recorría sus labios vaginales de arriba hacia abajo recogiendo cada gota de sus fluidos para tragarlos con deleite.

En un momento de lujuria y donde ya no podía pensar con demasiada claridad, mi lengua fue un poco más abajo y rozo la entrada de su cola. Ese fue el detonante para que Silvina terminara por perder los estribos y me agarró fuertemente la cabeza apretándola contra su entrepierna dejando mi nariz en su concha y mi lengua buscando entrar en su culo.

Sólo un par de minutos de lamidas fueron lo que necesitó mi amiga para alcanzar, lo que después me describiría, como el mejor orgasmo de su vida hasta ese momento.

En el mismo momento en que Silvina terminaba en mi boca, yo también llegue al orgasmo sin siquiera haberme tocado.

Terminamos las dos abrazadas casi sin poder respirar y en un estado de limbo sumamente hermoso. Nuestros cuerpos transpirados eran un nudo y nuestra felicidad plena.

No se cuento tiempo estuvimos en ese estado, solo sé que en algún momento ella me despertó preguntándome si quería ir a la ducha con ella.