Primera cita en Europa

En mi primer viaje a Europa tuve una noche de placer con una mujer que quizo que le diera un masaje sensual.

Recibí una invitación por correo. Se trataba de un viaje a España para participar en un foro de asuntos políticos migratorios entre Latinoamérica y los Estados Unidos, invitado por una sede diplomática. Era la primera vez que podía visitar de pleno ese país europeo, ya que en otras ocasiones solo pisé el aeropuerto de la capital, al hacer escala para regresar a los Estados Unidos.

Siendo periodista estadounidense de origen mexicano, había interés de los colegas españoles por saber el tipo de cobertura que estábamos haciendo los chicanos en América sobre el tema.

Al llegar fui objeto de infinitas atenciones, más de las que me imaginaba para un miembro de la comunidad hispana, por lo que me dejé llevar por mi popularidad inmerecida en un país donde nadie conocía nada de mí.

El foro fue un éxito. Una vez terminado, los organizadores dispusieron una recepción en el mismo hotel de lujo donde se había celebrado el evento. Subí a mi habitación y me dispuse a asearme, cambiarme de ropa y a medio preparar mi equipaje, ya que al día siguiente  por la tarde viajaría a los Estados Unidos. Mientras me arreglaba, alguien llamó a la puerta y al preguntar quién era, una voz de mujer contestó:

-Soy Rosa Cuellar, del Ministerio del Interior, vengo a presentarle un saludo institucional y a felicitarle.

-Un momento, por favor…me estoy vistiendo .-Le contesté.

-No importa, le espero .-Dijo ella.

Me sentía mal por hacerla esperar, así que me apuré a ponerme el pantalón, la playera y la camisa. Abrí la puerta y se presentó. Rosa era una chica rubia, delgada, de unos 30 años, muy guapa. Traía un vestido largo de noche. Sus pechos casi se salían por el escote de su vestido. Realmente, muy sensual, muy atractiva. Mientras me estaba acomodando la corbata, observé que llevaba dos botellas, una de vino español y otra de champaña francés, que dijo ser un detalle de cortesía de los que me habían invitado.

-Estas botellas se la iban a subir los de la administración, pero me tomé la libertad de hacerlo yo misma. Espero que no se moleste por ello .-Dijo.

- No, al contrario.... y discúlpeme por dejarla ahí fuera, pero pase por favor!- Le dije, dándole paso al interior de la habitación.

Mientras terminaba de arreglarme, ella se paseó por la habitación y logró ver un estuche que había dejado abierto, que contenía artículos personales, como plumajes, telas de seda y de terciopelo, aceites, preservativos, viagra, gel lubricante y discos compactos de música de la nueva era.

-Veo que tiene Vd. casi todo listo para marcharse pronto. Ya se va mañana, verdad?- Preguntó.

-Si, mi vuelo saldrá mañana a las 6:00 pm directo a Nueva York y luego a Los Ángeles .-Contesté.

Entretanto, ella miraba con poco disimulo e inusitado interés la pequeña maletilla de mis cosas tan personales, todas ellas muy curiosas y que parecían  haber despertado en ella una curiosidad salaz. La miré y me di cuenta que ya tenía en sus manos mi estuche íntimo de trabajo para masajes sensuales y eróticos.

No me molestó su acción, pero me vi obligado a decirle:

Ah! si, en un momento lo guardo.

-Tiene cosas muy curiosas. ¿A qué se dedica?- interrogó ella.

-Periodista y dramaturgo. Lo que ves ahí es parte de mi pasatiempo, para matar las angustias y la soledad.- Fue mi respuesta.

La dejé pensativa y con cara de asombro. Terminé de arreglarme, tomé el estuche, lo cerré y lo puse en el buró de la cama. Antes de salir, ella me comentó que había visto loción para el cuerpo y otras cosas. Le tuve que aclarar que en mis ratos de ocio daba masajes sensuales, sin que ello fuera mis especialidad, sino algo que yo hacía para mi propia terapia sexual.

Ella se quedó algo intrigada y en sus ojos pude advertir un brillo fuera de lo común y un interés fuera de lo común por incidir en el tema.

-Nuestra mente y nuestro cuerpo pueden llegar a mucho sin que lo sepamos. Si le interesa....me gustaría explicárselo, si tengo ocasión, para que pueda dejar volar su imaginación.-Le dije.

- Si, me interesa muchísimo....! -Insistió ella, con mirándome a los ojos con evidente ansiedad.

Como debido a la hora ya no podíamos demorarnos más, le dije que ya estaba listo y salimos de la habitación. En el camino a la recepción, le expliqué que el órgano sexual mas grande es el cerebro y a partir de los estímulos que emite, se aprende la respuesta orgásmica. Le avisé de que mis masajes eran relajantes, que los hacía con caricias afectivas y en ocasiones caricias eróticas, llenas de calor humano para proporcionar una satisfacción extremadamente placentera.

Ella me escuchaba atentamente, con cierto aire de desconfianza. Para tranquilizarla, le confesé que yo tenía diabetes y que me dedicaba a los masajes como una terapia a mi impotencia orgánica. Le conté como había sido humillado, rechazado y abandonado por este asunto. Le dije que este tipo de impotencia era como tener una olla llena de leche con una tapa hermética, pero yo solo no la podía destapar, por lo que mi fantasía desde hacía varios años era encontrar a alguien que me la destapara y que pudiera gozar de los aromas de la leche y tomarse la que ella quisiera. Pero hasta ahora nadie se había aventado.

Le recordé que a partir de los 50/55 años se daba el proceso denominado “andropausia”, cuando el hombre empieza a necesitar mayor tiempo de estímulo sexual para alcanzar las  erecciones, y que éstas pueden llegar a ser  menos duras, pero son más duraderas hasta alcanzar el orgasmo, lo que puede redundar en un mayor goce sexual para la mujer, por lo prolongado de los coitos.

Por las razones expuestas la mujer que se sometía al disfrute de mis masajes no tenía ningún riesgo de ser arrastrada a realizar el acto sexual completo, debido a mi impedimento eréctil. Solo en el caso de que mi invitada deseara asumir el reto de resucitar la capacidad de mi libido,  pasaba a complacerla usando la ayuda del viagra.

-Si se anima a visitarme alguna vez en América, en ningún momento se sentirá incómoda y le daré toda la confianza del mundo para que tenga el control completo en una sesión demostrativa.- Continué informándole.

-No veo porqué hay que esperar tanto tiempo. Estoy interesadísima en saber más. Viajar a América es algo a futuro y hay que vivir el presente .-Me contestó con un aplomo que no esperaba.

-Estoy de acuerdo con usted. Como ahora tendré que atender a mis anfitriones, al término de la recepción, si le parece, volveremos a hablar y concretamos una sesión de experimento.-Le propuse yo, sorprendido por su actitud tan decidida.

Ahí, paró la conversación. Llegamos a donde se realizaba el acto de recepción, donde fui muy bien recibido y agasajado; había una orquesta, bebida, comida, baile, discursos. Rosa me presentó a algunas personas importantes y después de la cena ya no la volví a ver. La busqué para hacer más plática y quizás seguir la conversación que dejamos truncada, pero ya no estaba en la sala. Me quedé platicando con algunas personas y ya era casi la medianoche cuando decidí irme a mi habitación, después de despedirme de todos. Por el camino hacía mi cuarto, me pregunté cual podía haber sido la causa de la deserción de Rosa, ya que su desaparición sin avisarme contrataba con su reciente interés por encontrarse conmigo. Tal vez, había considerado algún  riesgo que la había hecho desistir.

Cuando llegué a la habitación, prendí la luz y escuché dentro música de la nueva era, lo cual me extrañó, ya que era la música que utilizo para mis sesiones de masajes. Pensé que la había dejado en la tocadora de CDs y no le di demasiada importancia. Dejé mis cosas a la entrada de la puerta y entré al baño a hacer mis necesidades y para darme una ducha.

Terminé, me sequé el cabello y salí envuelto en una toalla, dirigiéndome a la mesita de la cocina para tomarme una última copa de vino. De repente, la música subió de volumen, y me llamó la atención que seguidamente volvió a bajar, para luego escuchar una voz familiar.

-Buenas noches distinguido señor.....!- Era Rosa quién se encontraba con un traje transparente puesto, con la botella de champaña en la mano y dos copas preparadas. Me sirvió en una y me dijo:

-Quiero que me des un masaje sensual, esta misma noche.

Su proposición me agarró por sorpresa, dejándome en actitud indecisa, pero me repuse rápido y le respondí que no había problema alguno en hacerlo ya mismo si estaba dispuesta. Luego tomamos la copa brindando por nuestra complicidad. Enseguida vi que había acomodado la habitación acorde a una sesión sensual.

-Ya me di cuenta que tu viaje a América no iba a ser muy pronto….!-Le dije.

Dispuse de las sábanas y colchas de la cama, haciéndolas a un lado. El colchón no estaba muy aguado y las almohadas las tenté y sentí que estaban buenas para formar parte de la sesión.

Mis cosas ya estaban acomodadas, y entonces observé que ella colocaba las cortinas y de forma muy sensual, como una gatita se deslizó sobre la cama.

-Bueno, Rosa, todo debe comenzar con tu cuerpo desnudo en reposo, tapado apenas con  una tela de terciopelo. Esta ropita que tienes puesta, pronto desaparecerá de tu cuerpo.-Le dije a modo de inicio.

Puse la música, busqué la tela y poco a poco le quité lo que traía puesto. Su figura era escultural.

-Vas a sentir mucho cariño bañándose en todo tu cuerpo y vas a encontrar la feminidad que vive en ti.-Le dije.

Ella sólo escuchaba y cerraba sus ojos con un gesto de voluptuosidad.

-Vas a descubrir el fuego que llevas dentro y vas a conocer de cerca el significado de “nada más importa ahora”.-Continué hablándole.

La acomodé recostada en la cama, mientras ungía  en sus espaldas un aceite aromatizante.

-Vamos a descubrir juntos cual es el ritmo para llegar al placer completo. Mis dedos acariciarán todo tu cuerpo.

Mis manos le untaron aceite en la nuca y en la espalda y luego empezaron a masajear primero su cuello, subiendo y bajando la parte posterior de las orejas. Empecé a secar mis manos con su cabello, mientras preparaba una porción más de aceite aromatizante para que su cuerpo se sintiera más receptivo a mis caricias.

Después, froté suavemente su cuerpo, desde arriba hasta la punta de sus dedos y regresé a su cabeza. Mis manos recorrieron sus brazos y sus dedos de una manera sensual. Repetí lo mismo con los dedos de sus pies, uno por uno.

Luego, mis besos y caricias inundaron su cuello, su espalda, sus senos y su ombligo. Le di masaje desde los omoplatos hasta las asentaderas, unté más loción y aceite pasando por en medio de sus nalgas, logrando rozar ligeramente el orificio de su cola.

-Mmmm! Si....papi, si papi, as텅- Me animaba ella.

Mis manos y brazos se deslizaban por su espalda, sus nalgas, piernas pantorrillas, tobillos y cada dedo de sus pies, los cuales lamí sin dejarme ninguno.

Le pedí que se volteara boca arriba, para partir desde la punta del pie hasta arriba, masajeando las rodillas, las piernas, llegué a su torso y me acomodé detrás de ella, levantándola para que me diera su espalda. Mis dos manos y brazos extendidos recorrían en círculo sus pechos enormes, cuyos pezones estaban ya bien paraditos. Tomé un plumaje y la hice acomodarse de pecho hacia abajo, que cerrara sus ojos y se dejara llevar por la sensación.

La pluma la recorría por toda la columna vertebral, sus piernas y sus glúteos y en medio de ellos.

-Si, papi, si papi…! -Gemía mimosa.

La última acción provocó que ella levantara las nalgas y se expusiera para que pueda rozarle la pluma suavemente en su clítoris y en sus dos orificios.

- Si, así, si asiiii…!

La volteé de nuevo boca arriba para besar a lo ancho su piel, desde las orejas, sus senos, su torso, hasta que llegué al sitio conocido como Monte de Venus, masajeando con dos manos esa parte tan sensible.

Ella me pedía que no parara, que siguiera ya que quería llegar a lo máximo.

-No pares. Hazme tuya de esta manera. No te limites. El cielo del clímax es el límite!!.- Me urgía embriagada de placer.

Entonces, mi lengua empezó a trabajar en esa área, lamiéndole hasta que gimió una vez más de gusto. Después, mis dedos pulgares abrieron su vulva para ayudarle a que lubricara más y descubrí que estaba totalmente empapada.

-Haz lo que tienes que hacer.... No pares, por favor…!- Me ordenaba Rosa.

Atendí su demanda y mi lengua entró en acción lamiéndole, succionando y dándole uno que otro mordisco; mi barba crecida del día, le picó los lugares más sensibles de su ser y siguió  suplicando

-Ah!, siiiiiii….más, más, más, maaaaassss…!

Y siguió su gimoteo hasta que empezó a tener un intenso orgasmo…..

- Ah! Aaaah! Aaaahh! Ah! Ah….!!

- Ah! Aaaaaaahhhh…..!!!!!!

Después de su primera descarga, su cuerpo estuvo un momento tembloroso hasta que volvió a relajarse. Bebí sus licores que escurrían de su vagina y seguí incitándola en la zona genital que más le gustaba. Así, pronto estuvo lista para una nueva descarga y continué manteniéndola excitada, en pleno frenesí, hasta que unos minutos mas tarde alcanzó un segundo orgasmo.

-Aaaayyy! Aaaahhh! Aaaaaaaaaaaaaaaaaaahh! –Suspiraba loca de placer.

Después de las  convulsiones orgásmicas, le pedí que se pusiera a cuatro, mi dedo pulgar entró en su ano y los otros cuatro en su vagina.

-Despacito papá, despacito, que quiero gozarlo....! –Me susurraba con voz cachonda.

De nuevo, mi lengua se puso a trabajar y puse nuevamente loción en mi pulgar para dilatar su culito hermoso. Mientras, mi otra mano le daba un masaje por la espalda y empezaba a tocar sus senos con delicadeza, exprimiéndolos tiernamente.

-Ah! Uuuuuuuuuh! Así, más, así, más, así, siiiii….!

-Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhh, siiiiiii!.

Después de esto, la volteé de espalda y puse sus pies en mi cuello para que mi lengua actuara de nuevo en su lubricada conchita, succionando sus sabrosos jugos. Así estuve hasta provocarle un tercer orgasmo.

-Aaaaayyy!! Aaaaaaaaaaaaayyyyy!!

Entonces sentí que se iba relajando entre temblores, totalmente satisfecha. Me quedé con ella recostado, nos tapamos los dos con una tela de terciopelo hasta que ella se quedó dormida entre mis brazos.

En aquellos momentos, no pude dejar de pensar, maldiciendo mi infortunio  de no disponer de la buena condición sexual de mis buenos tiempos para disfrutar de aquella deliciosa hembra que tenía junto a mi, totalmente entregada. Hubiera dado todo el oro del mundo por tener una súbita erección con la que poder atravesar aquel precioso cuerpo.

Después, me paré de la cama, fui al baño para asearme y me metí en la regadera para refrescarme. Mi mente estaba excitada, mi cuerpo algo caliente, pero siendo impotente, no había tenido la suerte de tener una buena erección para aquella venturosa ocasión, a pesar de los lances tan candentes que acabábamos de vivir.

Debido a ello, normalmente no está previsto que en mis sesiones de masajes llegue a tener relación sexual completa con la dama a la que estoy tratando, lo cual para ellas es una garantía de libertad, a menos que ella en agradecimiento o por enfrentarse al desafío de producir una reacción en alguien que tiene dificultad eréctil, se prestara a hacerme el favor de una prueba.

Regresé a la habitación, totalmente desnudo. Ella despertó y pudo ver mi verga flácida, sin asomo de una deseada erección. Como ya conocía mi problema no se sorprendió, solo miró tristemente mi miembro alicaído.

Rosa se levantó, se fue a mi maletilla y sacó dos pastillas de viagra, un total de 100 miligramos y me dijo:

- Creo que conmigo no las vas a necesitar, pero si quieres puedes tomártelas. De una forma u otra, yo te ayudaré a destapar la tapa de tu olla ardiente.

Me pidió que me acostara y empecé a ser ahora yo el que iba a recibir el agradecido tratamiento de mi bella compañera.

Si quieres tomar el papel de Rosa Cuellar, continua con tu versión del relato.

O si quieres tener una sesión en vivo conmigo, escribe a laga1954@hotmail.com