Primera cita

Este relato es la siguiente parte de "La domadora flaca"

La reunión del empresario.

Lo que más me apasionaba de estos hombres era las situaciones que me hacían vivir y sobretodo que me hacían sentir. Me hacían ser 100% la protagonista, se dejaban hacer, como un bebé en brazos de su madre. Una vez llegaba al sitio me sentía muy observada, pero eso duraba unos minutos, me atrevería a decir unos segundos. Ya qué preferían seguir disfrutando de su bebida pasada en años o seguir hablando de temas que prácticamente nunca me entraban.

Algunos me habían hecho el trabajo más fácil, ya que tenían el pantalón desabrochado. Otros había que esforzarse un poco más porque no te ayudaban prácticamente a nada. Deberían sentir esa superioridad de macho alfa. Yo por eso me esforzaba para que se les pasara en cuánto les miraba con mi carita de ángel arrodillada enfrente. Se derretían y me dejaban su polla a total disposición.

Solo tenía que ser hábil para bajar el pantalón o simplemente sacar la polla entre la cremallera. Algunos de esos hombres sufrían, como digo yo, de enanitis genital...no sé si me pillas. A estos había que bajar el pantalón para tener más maniobra. Dios, se veía de todo. Grandes, pequeñas, feas, horribles, apestosas, deliciosas,... Pero nunca dejé una sin el placer máximo.

Recuerdo todo el trayecto con esos hombres, un poco incómodo, pero había vivido situaciones peores. Llegamos y el chófer nos dejó en la entrada. Cogida al brazo de ese señor, al estilo de una abuela, subimos unas escaleras hacia la planta de arriba. No había mucha gente y él intentó abrir alguna puerta, cualquiera... pero estaban cerradas. Yo estaba casi segura de que querría follarme, sin más. Cosa a la que no podría negarme; total, pagaba un pastón por ello, ¿qué más daba ahora que luego? Al fin una puerta se abrió…

  • ¿Cuántos años tienes? Preguntó el hombre mientras entrábamos.

    1. Fui escueta. Estaba nerviosa y me salió así.
  • Entiendo. No parecía interesarle mucho.

  • ¿Cuántos años tienes tú? Le pregunté para romper el hielo.

  • 43, dijo serio. Mientras se sentaba en un sillón y yo me quedé mirándole como tonta. Entonces se bajó la cremallera y se sacó la polla.

-Anda relájame un poco. Me arrodillé sobre sus pies y empecé a pasar la lengua por su polla, ya al descubierto.

-Estás muy buena, si fuese por mí no estarías de aquí para allá como Iván te obliga a hacer…-Dio un pequeño gemido mientras metía su polla en mi boca. Su polla aún sin estar a pleno rendimiento ya tenía un buen tamaño. Continuó tras el gemido... irás cogiendo años y nada de esto te habrá servido de nada.

Me hizo pensar un poco, qué quería decirme con esas palabras. Joder, yo iba a chupársela de todas formas, no hacía falta que me hiciera reflexionar en cosas de la

vida en ese momento. Pero intenté centrarme y seguí con la mamada, acariciándole la polla y pasándole la lengua.

  • ¡Trágatela de una puta vez! Dijo, poniéndose cómodo.

Obedecí y empecé a chupar a fondo. Así estuvimos un buen rato. Estaba realmente cansada de la postura; ya no sabía qué hacer, quería que este tío se corriera cuanto antes. Entonces a mi espalda se abrió la puerta, yo paré de chupar, pero él me agarró la cabeza y no me dejó que me la sacara de la boca. Parecía ser un amigo suyo, sólo pude ver que era un tipo gordo. Se sentó en el sillón de al lado y pude ver de reojo un hombre muy gordo.

-Al fin te encuentro, joder... dijo el gordo.

-¿Qué pasa?, estoy relajándome un poco. Tras esas palabras soltó una pequeña carcajada.

Ese comentario me hizo sonreír. Porque quería decir que le estaba gustando, ¿no?

-Yo me quiero ir enseguida... me esperan.

-Lo siento, aún no lo tengo, espera a mañana, ¿vale?

-Joder, ¿tú de que vas?, acordamos que me lo darías hoy... Al final me meteré en un lío.

-Tranquilo, mañana lo tendrás, relájate. O que te relaje...

Entonces el tipo al que yo se la estaba chupando, me levantó la cabeza poniendo los dedos en mi barbilla y me hizo mirar hacia arriba, sacando su polla de mi boca. Un poco de saliva resbaló por mi barbilla y la limpie rápidamente con mi palma. Me hizo una simple señal dándome a entender que se la chupara al gordo. Qué remedio. Como un gatito me acomodé entre las piernas de ese hombretón.

-¿Quién es esta? dijo el gordo.

-Una amiga. Es buena, deja que te relaje un poco, y mañana te doy lo que te debo. Dijo mientras se apretaban la mano.

Me relajó que dijera amiga y que era buena. Mientras esperaba a que acabaran de hablar, mi estómago hizo una señal, parecía no estar muy ilusionado con esa polla. Me daba bastante asco, tenía pinta de ser un gordo con problemas de transpiración, con dedos gordos y pelos salvajes en las cejas... Abrí su cremallera y le saqué la polla; la tenía gordita, no tenía tan mala pinta como imaginaba, esa polla era igual que el dueño: gorda. Se bajó el pantalón hasta los tobillos acercando su polla a mi cara. No tenía claro qué pretendía y era una situación muy incómoda.

-¡JODER! –Exclamó.

Entonces se levantó, me cogió del brazo y me llevó hasta un mueble de esa sala. Cuando me levanté vi al hombre que había pagado por mí, apoyado en un mueble bar antiguo con un vaso en la mano. Le miré pidiendo explicaciones. Creo que mi mirada le hizo sentir algo y dijo:

-Te lo pagaré tranquila. Dijo entre dientes, sonriente.

El gordo me dio un tirón y me puso de espaldas, haciendo que me inclinara en el dicho mueble. Me subió ligeramente el vestido, bajó las bragas y me la intentó meter torpemente. Yo no daba crédito, estaba a punto de ser follada por aquel gordo sudoroso sin haber establecido los principios básicos. Esperaba que después de tanto sacrificio pasase algo bueno.

Pero el gordo parecía estar demasiado enfadado, y si no le consolaba una mamada, tampoco una simple penetración. Su polla dio unos refregones por toda mi raja y después buscó mi culo. Después de un intenso esfuerzo por su parte y algún que otro escupitajo empezó a metérmela por el culo. De una enculada tuve toda su polla en mi interior. Me dolía a rabiar, pero ya era casi una profesional. Así que respiraba intentando aliviar ese dolor.

Me folló durante un buen rato. Tardó tanto en estar satisfecho que mi culo empezó a estar perfectamente lubricado, y la polla a veces salía completamente y volvía a entrar como si mi culo fuese un juguete sexual. De repente el gordo se cansó, la sacó, me puso de rodillas y metió la polla en mi boca. Su polla estaba sabrosa, ya sabéis a qué me refiero. Hasta que empezó a correrse, y como ya imaginaréis, me tragué todo el semen. Hay a algunos a los que les encanta que rebañes hasta los restos. El tipo dejó caer las últimas gotas por mis labios, como si se tratara de un delicioso y preciado manjar.

Colocó sus pantalones, y se fue sin mediar palabra. Mi hombre se había movido a un sofá, seguía con el vaso en la mano y se pajeaba lentamente por el morbo de la escena... se levantó y se acercó a mí, que seguía de rodillas intentando recomponerme. Su polla estaba llena de flujo preseminal, blanco y espeso.

  • Abre la boca. Dijo.

Le hice caso, abrí la boca de par en par mirándole a los ojos, y se corrió lanzando todo su semen sobre mi lengua. Cuando acabó me dijo que me preparara para salir. Mientras lo hacía comenté:

-No está siendo la noche cómo la había imaginado.

-Mejor llena de sorpresas que no de evidencias.

Yo no estaba molesta, aunque reconozco que el gordo me había hecho daño. No tenía mucha experiencia pero el sexo anal se debe hacer con más delicadeza. El sexo anal es demasiado delicado, luego no te puedes sentar a gusto durante un par de días.