Primer Trabajo
El trabajo no es sólo obligaciones, las relaciones humanas son muy importantes
Ya estaba por cumplir 20 años y mi vida no se veía muy prometedora. Después de la secundaria entre a un Instituto para estudiar una carrera técnica relacionada con la salud, pero era un desastre como alumna, era más fácil y entretenido andar de fiesta, que pasarse una noche entera preparando exámenes.
Tampoco me agradaba mucho la idea de trabajar, sobre todo porque como no sabia hacer nada, seguramente me tocarían los trabajos peor pagados, y con largos horarios.
Pero como en casa ya no aguantaban que estuviera de vaga todo el día, me inscribí en una oficina municipal para que me colocaran en algún empleo, y como tenía conocimientos de salud me colocaron en un hospital, detrás de una ventanilla para dar información a las personas.
El trabajo era simple, me gustaba hablar con las personas y además tenía un teléfono a mi disposición.
Mi jefe era extremadamente atento conmigo, tanto que me llamaba a mi casa para saber como estaba, si tenía algún problema en el trabajo, que viera en el un amigo y un montón de cosas de ese estilo.
Después, comenzaron las invitaciones a salir o tomarse un trago, o a bailar salsa, que era lo que a el le gustaba.
La verdad a mi no me desagradaba el tipo, tenía una cuarenta y tanto, bien llevados, no era nada feo, y el hecho de que estuviera casado no me incomodaba, total, no es mi problema.
Así pasaban los días, yo no le decía que no a sus invitaciones, pero tampoco que sí, me gustaba su interés, pero no sabía si quería que me vieran con un tipo tan mayor en público.
En fin, en un minuto pensé que ya era bastante de hacerme la interesante y salimos a bailar a un lugar muy bonito, aunque la onda era de gente más grande, lo pasamos bien, nos rozábamos mucho bailando y era evidente que estaba muy prendido, pero aparte de tomarnos de las manos o que me tomara de la cintura no pasó mucho más.
El ataque más frontal vino en el auto, cuando estábamos cerca de mi casa, estaciono y se me abalanzó como una fiera, me besó y me manoseó entera, metió sus manos por todas partes mientras su boca trataba de apoderarse de mis tetas. Como pude me escape de la situación, salí de auto, me despedí con un “llámame” y me metí a la casa.
La verdad es que el tipo me dejó muy caliente, con mi chorito bien mojado, pero no podía permitir que algún vecino me viera con las piernas abiertas y un señor metiéndome su verga (mmmmm, que rico pensamiento), una tiene que cuidar su rePUTAción, sobre todo en el barrio.
Apenas me había acostado cuando mi jefe llama a al celular y me dice que como podía dejarlo así, con tanto deseo por mí, con tantas ganas de comerme, que había sido muy mala con él, una “calienta sopas”. Le contesté que no era mi culpa, que el se había hecho ideas equivocadas conmigo, y que ya me había acostado y que me dejara dormir.
Al rato se repite la llamada, e insiste en que salga de la casa, y como que empieza a convencerme, total, pienso yo, este señor no debe tener muy buena opinión de mí, debe creer que si salgo con un tipo casado debo ser bastante liviana, por otro lado, no me interesa una relación seria con el, así que no hay razón para hacerse la tan difícil, así que le propuse encontrarnos mañana sábado, a la hora que su esposa le permitiera salir de casa.
Al día siguiente hablamos y quedamos de acuerdo en encontrarnos en un parque, el pasaría a recogerme y nos iríamos a otro sitio, o sea, debería estar atenta para subirme al auto en cuanto llegara. Yo sentía que actuando de esa manera permitía que me tratara como a una perra, nada de delicadeza, ojala por lo menos me devuelva a mi casa y no me deje tirada por ahí.
Pasó a buscarme a la hora acordada y me llevó a un motel pequeñito, pero nada feo, la habitación era agradable y como el tipo no tenía mucho tiempo, nos desnudamos rápidamente para entrar en acción. Nos tiramos en la cama y comenzamos a frotarnos, a tocarnos, mordernos, comernos mutuamente. Me apretó los pechos con sus manos, me mordió los pezones, me los chupó, metió los dedos en mi vagina, me pellizcaba el culo y en un instante se paró frente a mí, me levantó y nos besamos apasionadamente mientras no despegaba sus manos de mis nalgas, las apretaba, las abría pasando un dedo por fuera de mi ano, jugando con él.
En eso me toma de los hombros y comienza a empujarme hacia abajo, hasta dejarme de rodillas frente a el, yo me agacho aún más y beso sus pies, sus dedos, sus rodillas, sus muslos hasta llegar a sus huevos que ya estaba acariciando con una mano.
Por supuesto que lo que mi jefecito estaba esperando era que le chupara el pico, así que lo miré hacia arriba, con cara de inocencia, acerque mis labios a la punta de su miembro, saqué la lengua y la pase por su glande, para terminar engullendo completa su herramienta, repetidas veces, me la comía entera, deliciosa, golosa, me daban ganas de morderla, como si fuera una comida exquisita. Me acosté sobre la cama, me abrió completamente las piernas y teniéndome así, bien abierta, me lo metió de un solo golpe, dejando caer su cuerpo sobre mí, cruzando mis piernas por su espalda, mientras entraba y salía de mí, de forma furiosa, y me decía lo rico que era culparme, meterme el pico, disfrutar de mi culito, mis tetitas, mi hoyito, que le respondía atrapando su pene, engulléndolo, aprisionándolo, deseando que no se saliera nunca, que siempre me tuviera el chorito lleno de su verga, hasta que llegó un orgasmo vibrante, mojado, gritado.
Sentí como su semen me llenaba, mientras resoplaba, jadeaba y a trataba de recuperar la respiración.
En eso sonó su celular, lo requerían de su casa, así que se fue volando, dejándome sola en el motel, con dinero para pagar el cuarto, un taxi, y una buena cantidad para mí, supongo que era un regalo, no un pago, bueno, después se lo pregunto.