Primer orgasmo anal
Mi mujer me enseñó a tener orgasmos anales
Mientras estaba en el trabajo, mi mujer me llamó por teléfono y me comentó que había reservado una habitación en un hotel de la ciudad para la noche siguiente. Me dijo que tenía ganas de hacer el amor conmigo de una forma un poco diferente. No sin cierta sorpresa le respondí que me parecía muy bien.
Después de cenar en un restaurante próximo, nos fuimos al hotel. La habitación era muy amplia, tipo suite. Nada más entrar, me dio una nalgada, me agarró los glúteos, luego mi paquete y sin soltarlo me morreó. Me dijo que abriera las cortinas y que me fuera desnudando mientras ella iba al baño. Sus magreos y su forma de dar órdenes me sorprendieron. Era la primera vez que me metía mano de aquella manera y me hablaba en ese tono. Sentí incertidumbre pero la situación me excitó mucho. Hice lo que me ordenó. Sin prisas, abrí las cortinas, me quité toda la ropa y me tumbé sobre la cama. A los pocos minutos salió del baño vestida de negro. Estaba impresionante. Medias con liguero, sujetador y bragas transparentes, guantes largos, botas de tacón alto, pendientes de aro con colgantes, un collar metálico con varias cuentas, cintas en los brazos y un látigo en la mano. Se detuvo ante mí. Me quedé pasmado. Se dio la vuelta y me regaló la visión de sus nalgas encajadas en unas bragas tipo culote. Sacó de su bolso unas medias, un liguero, unas bragas y un sujetador de color carne y me ordenó que me los pusiera. Se sentó en el borde de la cama y me ordenó que me reclinara sobre sus rodillas, con las manos y los pies en el suelo. Colocó mi pene entre sus muslos y lo apretó. Empezó a zurrar mis nalgas con su mano derecha, alternativamente, imprimiendo cada vez más fuerza hasta que sentí calentura y dolor. Mi polla agradeció el roce constante de sus muslos con una erección. Se quitó el guante derecho. Tras escupir varias veces en mi ano, introdujo el dedo índice hasta el fondo. Sentí dolor y placer. El vaivén de su dedo penetrándome y acariciando mi próstata me dio placer. Escupió de nuevo en mi ano y lo fue penetrando con varias cuentas de su collar. Me ordenó que me tendiera sobre la cama con los brazos y las piernas abiertos en cruz, boca arriba. Me ató a la cama por las muñecas y los tobillos. Levantó su sujetador, apretó sus pechos contra mi rostro y así estuvo ahogándome durante varios minutos. Se quitó las bragas y sentó su coño sobre mi rostro. Permaneció restregando su culo, su coño y su ano contra mi boca y mi nariz. Yo respiraba con dificultad. Me ordenó una y otra vez que comiera y chupara sus nalgas, su coño y su ano y que los penetrara con mi lengua. Se levantó y me puso sus bragas en la cabeza. El protector cubría mi nariz y mi boca. Me dijo que las había llevado todo el día y que estaban llenas de jugos, que se había masturbado y se había corrido llevándolas puestas. Me obligó a chupar el protector, lo introdujo en mi boca y me obligó a lamerlo una y otra vez. Puso de nuevo sus bragas en mi cabeza. Cogió el látigo y empezó a acariciarme el pecho, las piernas, la polla y los huevos hasta que las caricias se convirtieron en ligeros latigazos y luego en latigazos no tan ligeros. Fue al baño a por una toalla grande que colocó plegada bajo mi culo. Sacó de su bolso varias pinzas de tender ropa que colocó en mis pezones y en mis huevos. Se arrodilló encima de mí con sus manos sobre mi pecho. Me sacó la polla, penetró su coño y me cabalgó con fuertes nalgadas. Con sus manos iba apretando y tirando de las pinzas de los pezones. Las pinzas de mis huevos se iban apretando con las embestidas de su culo. Se colocó arrodillada pero del revés. Su mano penetró la entrepierna de mis bragas y asió fuertemente mis huevos. Continuó cabalgándome con la misma intensidad. Noté en mis huevos gotas de orina caliente que ella iba dirigiendo con la otra mano hacia el interior mi ano. Se incorporó y restregó su coño en mi boca. Lo limpié a fondo. Se levantó. Me desató y me ordenó que me colocara en la misma posición pero bocabajo. Volvió a atarme a la cama por las muñecas y los tobillos. Me bajó las bragas. Tiró de mi polla y de mis huevos hacia atrás y los apretó. Con el látigo me acarició la espalda, las piernas, las nalgas, la polla y los huevos hasta que las caricias se convirtieron en fuertes latigazos dirigidos contra mi espalda y mi culo. Recorrió varias veces el canalillo de mis nalgas con el mango de su látigo penetrando ligeramente mi ano. Me dolió. Se arrodilló sobre mis nalgas, las abrió con sus manos y las mantuvo abiertas con sus muslos. Noté un pequeño caudal de orina caliente surcando mi canalillo hasta el ano que enseguida se llenó inundando mis huevos. Se levantó. Sacó de su bolso dos penes, uno pequeño y grueso y otro más largo y delgado, y un arnés. Introdujo el pene pequeño en su coño y el más largo por el orificio del arnés. Se lo ciñó a la cintura. Se sentó delante de mí. Me mostró como masturbaba su pene frenéticamente. Me sujetó la cabeza y me folló por la boca. Se puso tras de mí. Colocó su polla junto a la mía y las masturbó a la vez con ambas manos. Colocó dos cojines bajo mi vientre. Mi culo quedó elevado y el ano totalmente abierto y expuesto. Me dijo que me iba a sodomizar, que quería romperme el culo. Y así fue, rompió mi ano virgen con su polla de una sola embestida hasta el fondo. Tiró de las pinzas de mis pezones hasta arrancarlas. Siguió dándome mientras pellizcaba y tiraba con fuerza de mis pezones. Su arnés iba embistiendo sin piedad mis huevos pinzados una y otra vez. Al poco oí un largo y sostenido grito. Se estaba corriendo. Yo también me corrí casi al unísono. Fue mi primer orgasmo anal, una combinación de dolor y placer. Recogió mi semen. Me ordenó que limpiara su mano con la lengua, que tragara hasta la última gota y que me meara en las bragas. Obedecí.
Aquella fue nuestra primera vez.