PRIMER ENCUENTRO INFIIEL - Con regalo soñado

Como, por fin, nos entregamos a nuestro primero encuentro soñado y furtivo y como recibo, por parte de mi amante, el regalo más apetitoso

Llego con mi coche a un pueblo.

Un pueblo lo suficientemente lejano de nuestros lugares de residencia, como para tener la confianza de que no nos íbamos a cruzar con ningún conocido.

Me estás esperando dentro de una tienda, mirando algunos productos de manera disimulada y al verme sales a mi encuentro sin mirar a los lados.

Abres la puerta y entras en el vehículo. No nos decimos nada, ni siquiera nos miramos. Había tensión y nerviosismo en el momento que estábamos viviendo.

Arranco y me dirijo a las afueras del pueblo. He encontrado un moblé que al parecer está muy bien y a la vez, lo suficientemente apartado, que nos permita seguir con nuestra confidencialidad.

Recojo las llaves y con el coche llegamos a la puerta de la habitación. Seguimos sin decirnos nada, pero nada más cerrar nos fundimos en un beso loco, apasionado, excitante. El primero y el deseado.

Nos besamos y nos tocamos todo lo que nuestras manos abarcan.

Aprieto mi pubis contra el tuyo y solo se separan nuestras bocas para lanzar algún quejido de placer o tomar aire. Subo un poco tu falda, lo suficiente para llegar a tus bragas, meter mis manos en ella y apretándote las nalgas, acercarte más a mi bulto.

Tú desabrochas la cremallera de mi pantalón sacas mi pene y lo rozas sobre tus bragas.

Abres las piernas para que el roce alcance de lleno tu raja y junto a mi oído lanzas un alarido de placer obsceno.

Poco a poco, entre besos, caricias, jadeos, nos vamos desnudando. Llegamos a la cama y de rodillas sobre ella, nuestros cuerpos juntos, totalmente pegados, nos seguimos besando, aunque ya más relajados.

La pasión es la misma, pero el ímpetu es más sosegado. Mis manos aprietan tu culo.

Tus manos acarician mi nuca, mi cara, mi espalda. Noto tus enormes pezones hinchados sobre mi pecho.

Tú notas mi pene, totalmente abultado, sobre tu pubis.

Nos separamos. Te echas ligeramente para atrás y te inclinas hacia mi pene. Yo quedo a un lado de ti.

Ya no hay marcha atrás. Ya vamos camino a cumplir con nuestro deseo más íntimo.

Introduces mi glande en tu boca y yo lanzo un quejido de autentico placer. No solo por el hecho de sentir la humedad de tu boca en mi polla como por el deseo contenido desde hace tanto tiempo.

Una de mis manos acaricia tu nuca,  tu espalda, tus nalgas. La otra se acerca a tu coño y dos dedos

se introducen en él. Juegan con tus labios, con tu clítoris. Entran y salen despacio.

Tu boca deja escapar mi pene cuando siente mis dedos jugar con tu vagina.

Pero sigues chupando y lamiendo. Tu boca atrapa mi polla con facilidad y rapidez.

Sabes que debes hacer que sea suave. Sabes que debes lubricarla muy bien para la función que debe realizar después y que tienes muy premeditada

En cuanto los fluidos que emana de tu coño comienzan a ser mayores y menos líquidos empiezo a llevarlos hacía el orificio de tu ano.

Tus quejidos se hacen más fuertes cuando notas mis dedos  empapar el preciado agujero que vas a entregarme. Sabes que pronto se mezclaran dolor y placer, entrega y deseo.

Cuando el alveolo de tu ano está suficientemente empapado introduzco uno de mis dedos en tu vagina.

Hasta el fondo. Separas tu boca de mi polla, elevas ligeramente la  cabeza y lanzas al aire un alarido de placer sin límites.

- "¡Mi vida, mi vida, cariñoooo!" - son las únicas palabras que brotan de tu garganta. Lo demás son sonidos ininteligibles, roncos, apagados.

Extraigo el dedo que ha estado empapándose en la humedad de tu sexo. Lo acerco a tu ano y poco a poco lo introduzco en él.

Dejas de lamer mi pene a la vez que tomas aire, aunque sin separarte de él y pacientemente esperas que la penetración del mi dedo acabe, para continuar lubricando y a la vez disfrutando de la polla que tanto habías ansiado lamer.

Una vez que tu orifico anal asumió el grosor de mi dedo, lo extraigo y vuelvo a tu vagina  para repetir la misma operación anterior con otro. Esta vez es el dedo corazón el que recibe la función de empaparse con tus flujos para luego de nuevo realizar la operación de suavizar y agrandar el agujero que deberá cobijar un miembro mucho más grande.

Cuando la dilatación comienza a notarse evidente introduzco a la vez mis dedos índice y corazón.

Esta vez y a pesar de hacerlo muy despacio, tu grito, tu alarido es ya una mezcla evidente de dolor y

también de placer.

Una vez están dentro del todo, mis dedos se separan. Juegan, rozan tu interior, se mueven y el canal que no  tardará en cobijar un pene deseoso comienza a abrirse también poco a poco como ansioso por fin llenarse del huésped verdadero.

Tu ano está dilatado y lubricado suficientemente. Mi pene erecto al máximo, mojado con tu saliva.

- "¡Amor.... penétrame ya!. Mi culo es para ti. ¡Rómpelo mi vida!" - y casi sin respiración por la fatiga del momento - "este es el regalo que quería para ti en nuestro primer encuentro" .

Apoyas tu cabeza sobre la cama y con tus manos separas tus nalgas. Tus piernas están del todo abiertas y me ofreces el agujero que más he deseado en sueños y en todas nuestras conversaciones

Apoyo una de mis manos sobre una de tus caderas y con la otra acerco mi polla hacia el abierto agujero de tu culo. El glande, totalmente duro no tiene ningún problema en penetrar en cuanto acometo el primer empujón hacia ti. Una vez dentro me quedo parado, esperando tu respuesta.

- "¡Si, si, siiii, mi amor. Fóllame mi vida, fóllame. No me duele, mi amor. Rómpeme, rómpeme, cielo! ¡Hazme tu puta ya!" - era el pistoletazo de salida que necesitaba oír para culminar mi sueño sexual contigo y a la vez aceptar el regalo que desde nuestros inicios me habías prometido y ser tú la primera en ofrecerme el mágico y estrecho agujero.

Estaba entrando pausadamente en él y me veía fuerte ante la avaricia sexual que dejabas escapar y que me desbordaba. Superaba con creces lo que habíamos vivido en nuestras más obscenas conversaciones y escens virtuales.

Si hubiera escuchado un grito de dolor hubiera extraído mi polla de tu dilatado agujero y el lugar de destino hubiera sido sin duda tu coño depilado, como tenía ganas de verlo. Pero la respuesta que sentí ante la primera acometida me hizo seguir hacia dentro esta vez ya sin pausa.

Agarrado a tu cintura y notando como te acercabas a mi pubis, en unos instantes notabas como mis testículos se apretaban contra tus nalgas. Mi respiración se volvió más entrecortada.

De mi garganta salían sonidos guturales extraños. Tus jadeos eran inmensos, más parecidos a un animal felino que a la mujer  que tenía penetrada por detrás con mi polla tan deseosa de la experiencia que estaba  viviendo.

Una vez el pene llegó al final de su anhelado recorrido empezamos los articulados y sincronizados movimientos entre los dos para que mi polla y tu apretado ano recibieran el roce necesario que estimularan nuestros sentidos hasta la máxima expresión.

Cuando notaste que mi jadeos eran más intensos y mis gritos de pasión, expulsando toda la lujuria contenida, eran más repetitivos, suplicaste un: - "¡Córrete mi vida, córrete. Inunda mi culo con tu leche!" - y añadiste con cierta fatiga - "¡mi amor, yo también me voy a correr contigo. Me voy a correr, mi vida!" .

Apretándome con todas mis fuerzas contra ti, dejé escapar todo el semen que mis testículos contenían y que habían deseado vaciarse desde hacía tiempo en ese lugar apretado.

Te dejaste caer sobre la cama y sin despegarme, como animales después de la cópula, me dejé caer sobre ti.

Besándote la cara, la nuca, la espalda. Solo era capaz de articular un “gracias” por el momento que me habías regalado y que era el inicio de los muchos que vendrían y compartiríamos con la idéntica pasión y lascivia de esta primera vez