Primer encuentro en Madrid
Iniciación de un sumiso hetero primerizo
Mientras iba de camino a casa de mi Amo me daba cuenta de lo que había cambiado. De gustarme exclusivamente las mujeres a convertirme ahora en un sumiso que se excita ante la idea de caer a los pies de otro hombre.
Llevaba mucho tiempo fantaseando con este encuentro. Había intercambiado varios mail con el que se iba a convertir en mi Amo y lo habíamos concretado todo para crear una atmósfera excitante en la que estuviéramos a gusto los dos. Nada más traspasar la puerta de mi Amo y escuchar sus palabras ‘Hola esclavo, ponte en disposición de recibir tu castigo’ me limité a obedecer. Me di la vuelta ante mi Amo, me baje lentamente los pantalones cortos, los calzoncillos, arqueé mi cuerpo mientras apoyaba los brazos en la pared. Allí, de cara a la pared y con los pantalones bajados, mi culo quedaba expuesto ante mi Amo. Acto seguido, sentí cómo sus manos se posaban en mis nalgas para palparlas y acariciarlas a placer, para después sentir el primer azote que se estrelló en mi trasero. Zasss, quiero que cuentes hasta diez y contonees el culo después de cada azote. Zassss, el segundo azote aterrizó sobre mis nalgas, y pude pronunciar un ‘dos’ a la vez que bamboleaba mi culo como si fuera un perro contento de recibir un castigo. Zassss, tres, zasss, cuatro, zasss, cinco...Los azotes cada vez eran más fuertes y sentía cómo mis nalgas se iban coloreando ante el castigo de mi Amo, pero a pesar del escozor de los azotes no podía evitar un escalofrío de excitación trepando por dentro. Y zassss, este último azote resonó por toda la estancia y, a la vez que decía ‘diez’, resbalé de rodillas al suelo. ‘No te preocupes, tu Amo sabe cuidarte. Y diciendo esto me ordenó levantarme y desvestirme de mis prendas totalmente. Una vez estaba completamente desnudo ante él, me ordenó ‘de rodillas, y levanta la cabeza’ Así lo hice y sentí cómo mi Amo colocaba alrededor de mi cuello un cinturón que abrochaba a modo de correa. Acto seguido tiró de él y me vi obligado a seguir sus pasos como el sumiso en el que me había convertido. Me condujo hasta el salón, y se sentó en su sofá frente al televisor, que pude ver que proyectaba imágenes de una película porno. Mi Amo se puso cómodo y me ordenó ‘Ahora, masajéale los pies a tu Amo’. Rápidamente me entregué a la tarea de cumplir con su deseo y mis manos masajearon los pies de mi Amo hasta que este lo creyó suficiente. Entonces, inclinándose, mi Amo escupió en cada uno de sus pies delante de mí, mientras yo esperaba absorto su nueva orden. ‘Ahora, sácale brillo con la lengua a los pies de tu Amo’. De repente me vi postrado a los pies de mi Amo, sacando la lengua y lamiendo los pies de la persona que se estaba convirtiendo poco a poco en mi Señor y cuya autoridad sobre mí cada vez era más poderosa. ‘Alza la cabeza y abre la boca’. Obediente, levanté la cabeza desde mi posición postrada y mi Amo a su vez levantó el pie e introdujo su dedo gordo en mi boca. ‘Saboréalo’ y mientras obedecía sentía cómo mi Amo metía el pie y lo sacaba de mi boca como si me la estuviera follando. Una vez lo creyó conveniente, situó la planta de su pie sobre mi frente ‘Buen sumiso,creo que me voy a divertir mucho contigo’. Y asiendo su mano de la correa que seguía en mi cuello, se levantó y de un tirón me puse a cuatro patas para seguir sus pasos, los pasos de mi Amo. Me llevo hasta el baño y se paró junto al váter. ‘me han entrado ganas de mear, levanta la tapa y sácame la polla. De rodillas ante mi Amo tuve un momento de duda ante tal petición, pero una bofetada de mi Amo me hizo comprender que le pertenecía y no me quedaba otro remedio que obedecer. Así que desde mi posición arrodillada levanté la tapa, bajé el calzoncillo de mi Amo y rodeé con mi mano su miembro apuntando hacia la taza. ‘y más te vale que no caiga ni una gota fuera’. Así que dirigí lo mejor que pude la polla de mi Amo hacia la taza y mi Amo empezó a miccionar. Allí de rodillas, contemplando como el meado de mi Amo pasaba delante de mi cara, me di cuenta de que ya le pertenecía. ‘A qué esperas, sacúdemela, que no quede ni una gota’. Obediente y sin rechistar comencé a menearle la polla suavemente para que cayeran las últimas gotas. ‘Sigue, no dejes de sacudírmela despacio’ y obediente me entregue a la tarea de pajearle lentamente hasta que la polla de mi Amo empezó a correrse. (Continuará)