Primer día con mi cross
El primer encuentro como Amo con mi cross
Hoy, por fin, vamos a conocernos.
Después de semanas de escribirnos, hoy hemos podido concertar una cita.
Estoy en mi hotel y te espero.
Llamas a la puerta. Abro y aún no entras.
Me voy hacia la cama y tú, obediente a las órdenes recibidas, sin hablar, vas directamente al cuarto de baño.
Espero mientras te arreglas.
Pasa más de media hora y, por fin, sale del baño Ariel.
Estás elegante. Muy elegante. Con un traje sastre de ejecutiva moderna. Con tu pelo media melena. Zapato no muy alto. Uñas pintadas en un color marfil discreto. Poco maquillada. Como a mí me gusta.
Podrías venir a una reunión de trabajo.
Te paras en medio de la habitación para que te vea.
No hablas. Miras modosamente al suelo.
Me levanto y me acerco.
Te rodeo despacio.
Me llega tu aroma y me gusta. Es un perfume muy discreto. No es colonia de puta barata. Mi hembra tiene clase y se nota.
No te mueves durante mi inspección.
Toco tu culo, perfectamente contenido por la falda. Es duro y a la vez se intuye suave. Le doy una ligera cachetada y tú respondes: "Gracias,Amo".
Estás bien educada.
Miro tu cara. Poco maquillaje.
Te tomo de la barbilla y levantó tu cara para verla bien.
La había visto en fotos y por Skype, pero así me gusta más.
Has pintado los ojos demasiado. No me gusta y te lo hago saber. Tendrás que corregirlo para la próxima vez. "Gracias por la corrección. No volverá a ocurrir, Amo"
Te doy la mano y te dirijo hasta la zona del saloncito.
Tiro un poco de tu mano hacia abajo. Muy poco. Es más una insinuación.
Las conversaciones anteriores por mail te han educado y sabes lo que tienes que hacer: te arrodillas a mi lado. Me miras directamente desde abajo. Es la única postura en la que lo tienes permitido
Elevo tu cara y acerco mi boca a tu boca.
Te beso muy levemente.
No hueles a tabaco ni a chicle, como te había ordenado.
Sirvo dos copas de champán de la botella que está en una cubitera con hielo. Brindamos y bebemos.
Una gota escurre de tus labios y la recojo con mi lengua.
Saco de mi maletín un dogal de cuero, forrado de piel muy suave. Tiene nuestras iniciales, L y P en plata.
Abro la hebilla de plata y te hago un gesto. Adelantas tu cuello hacia mí y te coloco el dogal. No apretado, pero tampoco colgante.
"Gracias, Amo", dices modesta.
Me gusta verte así.
Te ordeno que te quites la chaqueta. Lo haces y la dejas bien doblada sobre la silla.
La blusa blanca es ligera y puedo entrever debajo el sujetador negro.
Te abrazo desde atrás y toco tus tetas. Las acaricio sobre la blusa mientras te beso el cuello y te mordisqueo suavemente.
Meto mi mano derecha debajo de tu blusa y te acaricio por encima del sujetador.
Hueles deliciosamente.
Te giro y te beso.
Busco tu lengua con la mía y agarro tu culo, apretado por la falda.
Voy desabrochando la blusa.
Te la quito y te quedas en sujetador.
Me acerco al cajón de la mesilla y saco un antifaz negro que te doy y te ordeno que te lo pongas. Obedeces.
Te llevo de la mano hasta la cama y te tumbo en el centro.
Saco dos juegos de esposas forradas de piel. Coloco una en cada una de tus muñecas y las sujeto a la cabecera de hierro de la cama.
Con una corbata y un pañuelo hago lo mismo con tus pies, amarrándolos a los pies de la cama. Las piernas abiertas.
Es excitante verte así: disponible para mis deseos, anhelante.
Con una pluma de avestruz empiezo a acariciar tu piel. Sigues con el sujetador, la falda y las medias.
Recorro con la pluma tus hombros y tu vientre, tus brazos y tu cuello.
Te mueves excitada.
Te quito el sujetador y quedan tus tetitas al aire.
Las acaricio con la pluma lentamente.
Me acerco disimuladamente a la cubitera y cojo una piedra de hielo.
Vuelvo a tu lado. Me recuesto a tu lado y te beso.
Me separo y, sin que lo esperes, paso el hielo por tu pezón. El frío repentino te hace estremecer y tu pezón reacciona al instante disparándose hacia el cielo. Hago lo mismo con el otro. Y vuelvo dos o tres veces.
Antes de que acostumbres saco de debajo de la almohada unas pinzas para pezones, regulables, con bala vibradora y, colocándolas en presión ligera, te las pongo.
No quiero que mi niña se lastime, pero quiero que sienta un poco, sólo un poco, de dolor e inquietud.
Reaccionas como me esperaba. Un primer momento de incertidumbre que te lleva a gritar. Te calmo con mis palabras y mis besos.
Una vez que te has acostumbrado a la presión, pongo en funcionamiento la vibración y tus sensaciones cambian.
Despacio, mientras te acostumbras, te desato los pies y te quito la falda y las bragas.
Tu polla salta como un resorte.
Vuelvo a atarte.
Me desnudo.
Mi polla está a reventar. Toda la sensualidad de verte sometida me ha puesto a míl.
Mis calzoncillos están mojados y mi polla reluce con el precum.
Me acerco a la cama y te hago volver la cabeza hasta que la tengo donde quiero.
Acerco mi rabo a tu boca. Lo pongo sobre tus labios y, al reconocerlo, abres golosa la boca.
Tus labios rodean mi glande y tu lengua empieza a ensalivar.
Con mi mano derecha agarro tu polla y empiezo a menearla.
Inicio un mete-saca en tu boca.
Noto como te excitas.
Mi pene en tu boca, los pezones presionados por las pinzas y con la vibración, mí mano masturbándote y la imposibilidad de moverte, el saberte sometida, todo eso te excita y a mí también.
Me pongo sobre ti, sin sacar la polla de tu boca.
Hacemos un 69.
Meto tu polla en mi boca. Ensalivo mi dedo índice y lo llevo a tu apetitoso y cerrado culo.
Lo acaricio mientras nos chupamos.
Penetró tu esfínter y busco tu próstata. Encuentro el punto exacto y aprieto. Noto como tu polla crece más si cabe. Con la otra mano aprieto tus testículos. Me encanta sentir su peso y su textura depilada.
Meto otro dedo en tu culo y casi no me da tiempo a más; te corres sin avisar y sin dejar de mamar.
Te he prohibido tocarte durante una semana y sé que has cumplido mis órdenes. Tu esperma es abundante y espeso.
Tu lefa, con tantas sensaciones ayudando, parece que es especialmente sabrosa.
Me corro casi a la vez que tú y no me retiro hasta que expulsas la última gota. Tu haces igual.
Cuando nos hemos quedado bien limpios, te desato y te permito quitarte el antifaz y las pinzas.
Nos besamos dulcemente y te abrazo.
Me gusta sentirte así, mía y agotada, después de follar.