Primer amor. Único amor

Historia de un amor que perdura en el tiempo. Historia sobre lo importante que es decir las cosas cuando deber de ser dichas

La conoció en la guardería. Ninguno de los dos hablaba, sólo balbuceaban, pero se cayeron bien. La profesora notó enseguida que iban a ser buenos amigos.

Como todos los niños, tenían sus pelean, sus celos. Bueno, más bien ella. Si él cogía un juguete, ella lloraba hasta que conseguía tenerlo. Él nunca le quitó ninguno de los que ella cogía. La madre de Juan, que lo llevaba todos los días por la mañana a la guardería, y su padre, que iban a recogerlo, esperaban con ansias su primera palabra. Su madre, que fuera mami, o mamá. Su padre, por supuesto, que fuera papi o papá. Pero no fue ninguna de esas. Una mañana, cuando su madre lo dejaba en la puerta de la guardería, Juan señaló a su pequeña amiga y dijo : "Ana". La madre sintió un poco de celos de aquella pequeña mocosa.

Fueron al mismo colegio, aunque no coincidieron en la misma clase. Se encontraban en el recreo. Juan siempre con Ana. Ana siempre con Juan. Era su caballero andante. La defendía cuando otros niños trataban de quitarle el bocadillo. Alguna que otra vez recibió más de un golpe por ello. Pero siempre salía en su defensa.

Del colegio pasaron al instituto. Ya eran más grandecitos. Juan se empezó a dar cuenta de que Ana no era simplemente su amiga. Ana era la mujer de su vida. La quería desde que tenía memoria. Juan, para ella, era su amigo íntimo. Se lo contaba todo. Confiaba en él. Pero...era su amigo. Sólo su amigo.

Juan fue el primero al que le contó que ya era mujer, incluso antes que a su madre. Él fue al primero que le comentó que había un chico que le hacía tilín. Su cara no lo reflejó, pero el corazón de Juan se rompió. Era un adolescente muy tímido. Tenía dificultades de relación con el sexo opuesto. Y aunque con su amada Ana tenía confianza para hablar de casi todo, no era capaz de confesarle sus verdaderos sentimientos. Pero siguió a su lado. Siempre a su lado.

La gente llegó a pensar que era homosexual. Siempre con Ana, sin más amigas o amigos. Pero no lo era.

Ana tuvo su primer novio de verdad a los 16 años, aunque no pasó de besos y algún sobeteo. Por supuesto, todo se lo contaba a su amigo del alma, a su querido Juan, que la escuchaba y la aconsejaba, aunque por dentro sufría. Pero le era imposible decirle el porqué.

La abrazó y la consoló el día que ella descubrió a su novio besando a otra. La apretó contra su pecho. Le quería decir que no se preocupara. Que él la quería. Que siempre estaría con ella. Pero no se lo dijo. Maldita timidez.

Con 18 años, Ana conoció a otro hombre. Juan enseguida notó que éste era diferente. Ella estaba muy ilusionada. Feliz...enamorada. Un día empezó a querer salir sólo con él. Juan se sintió desplazado. Pero era normal. ¿Qué era él para ella? Sólo un amigo. El otro era su novio, su amor. Es lógico que quisiera estar con él. Aún así, seguían hablando. Ana le seguía contando todos sus secretos. Todos sus anhelos.

La situación con Ana había llegado a un punto tal que hablar con ella le hacía sufrir. Ella le contaba sus sentimientos, le pedía consejo. Y Juan por dentro sufría. Pero el no hablar con ella, el no verla, lo haría sufrir más. Así que se resignó. Ella notó el cambio.

-Juan..¿Qué te pasa últimamente?

-Nada.

-Te conozco desde siempre. No estás como antes. Algo te preocupa.

-No es nada...

-Yo te lo he contado todo siempre. Todo. Pero tengo la sensación de que tú siempre te guardas cosas para ti. Que no me lo cuentas todo.

-Que no es nada, de verdad.

-Bueno, como quieras. Espero que algún día seas de verdad sincero conmigo.

Ser sincero con ella. Es lo que más deseaba en el mundo. Pero no le salían las palabras. Simplemente la cogió de las manos, las apretó.

-No es nada.

Los día siguientes procuró estar con ella como antes, más alegre. Procuró que el pesar de su corazón no aflorase. Pero recibió otro golpe.

-Juan...Rodrigo me ha pedido que me acueste con él.

Juan tardó en contestar. No le salía la voz. Trató de impedir que ella notase que sus manos le temblaban. Cuando por fin pudo hablar, le preguntó:

-¿Lo harás?

-No lo sé...Le quiero mucho...Cuando nos besamos y me acaricia....ya sabes...me excito...pero es un paso muy importante. ¿Tú que me aconsejas?

¿Que qué le aconsejaba? Juan quería decirle que dejara a ese Rodrigo. Que él sí que la quería. Que deseaba casarse con ella y estar juntos para siempre. Pero al mirarla a los ojos, comprendió que a quien ella amaba era al otro. Que él sólo era su amigo, al que pedía consejo. Y como amigo, le contestó.

-Si de verdad lo quieres....

-Lo amo.

-Pues entonces...Piénsatelo bien. No lo hagas sólo porque el te lo pide. Si lo haces...hazlo porque tú también lo deseas.

-Gracias Juan. Te quiero mucho. Siempre cuidando de mi.

Le dio un beso en la mejilla. Juan procuró sonreír, aunque por dentro llorara. Como lloró esa noche, en su cama. Su niña amada se alejaba de él. Se maldijo a si mismo por ser incapaz de reaccionar, de gritarle su amor. Siempre escuchándola. Siempre defendiéndola. Siempre apoyándola. ¿Y a él? ¿Quién le escuchaba a él? ¿Quién lo apoyaba a él?

-"Estúpido. Eres un estúpido. ¿Cómo quieres que te escuche si no le hablas? ¿Cómo quieres que te apoye si no le cuentas en qué?" - se reprochaba a si mismo, entre lágrimas de amargura.

Dos días después Ana lo llamó.

-Hola Juan. ¿Tomamos un café?

-Claro. ¿Dónde siempre?

-Vale, nos vemos.

Se vistió y fue a la cafetería de siempre. Ella ya había llegado. Enseguida se dio cuenta de que estaba feliz, exultante. Se sentó junto a ella.

-Lo hice

-¿El qué?

-Me acosté con Rodrigo.

El mundo se le cayó encima a Juan. Su niña había dejado de ser niña. Se había convertido en mujer. Y fue con otro.

-¿Te lo pensaste bien?

-Sí, claro que lo hice. Lo amo con locura. Lo deseaba con locura. Tú consejo me ayudó mucho. No lo hice sólo por él. Lo hice por mi.

-Bien...si es así....Me alegro.

MENTIRA. No se alegraba. Pero eso era lo que un amigo diría en ese caso.

-Fue maravilloso. Me trató con mucho cariño, con mucho amor. Y me hizo gozar....Uf!!! No sabes cuanto. Tienes que probarlo. A ver cuando te echas novia y así podemos salir los 4. Formar una pandilla.

-Vale. Voy a poner un anuncio :"Se busca novia para follar y formar una pandilla"

-Joooo, que bruto eres, Juanito! jajajaja. Pero lo de la novia va en serio. Siempre estás conmigo y así no vas a conocer a ninguna chica.

-¿Es que no te gusta que esté contigo?

-No seas bobo. Claro que me gusta estar contigo. Siempre hemos estado juntos. Y siempre lo estaremos. Somos amigos. Eres mi amigo, mi mejor amigo. Pero si no amplías tu círculo te quedarás sólo. Bueno, no sólo. A mi me tendrás siempre. Pero necesitarás una novia..una mujer..una esposa.

-Bah!!! Desde que quiera puedo conseguir las novias que quiera.

-Jajajajaja. No seas fantasma, Juanito.

Ana se convirtió en la novia formal de Rodrigo. Para colmo de males, el tal Rodrigo no era mal chico. A Juan hasta le caía simpático. Si lo viera colgando de un puente, agarrado con la punta de los dedos, a punto de caer al vacío, le pisaría esos dedos. Pero no era mal tipo. Su único defecto era que Ana quería a Rodrigo y no lo quería a él. Y eso no era culpa de Rodrigo.

Durante los tres años siguientes, continuo el noviazgo de Ana y Rodrigo. Juan seguía siendo el confidente de Ana. Ella le contaba cuando reñían. Le contaba cuando se reconciliaban. Y Juan siempre estaba para ella. Y encima, un día el bueno de Rodrigo también empezó a pedirle consejos. Y el tonto de Juan se los daba.

El peor día de la vida de Juan amaneció como otro día cualquiera. Como muchas veces, Ana lo llamó para tomarse un café. Quedaron en la cafetería de siempre. No venía sola. Venía con Rodrigo.

-Hola Juan.

-Hola Ana. Rodrigo.

-Sabes que siempre has sido mi mejor amigo. Para mi has sido..más que un amigo. Casi...casi un hermano...

"¿Hermano? ¿Pero no te das cuenta de que lo que quiero ser es tu hombre, tu marido, tu compañero, tu amante?"

-...y por eso quiero que tú seas el primero en saberlo. A Rodrigo le han ofrecido llevar una de las fábricas de su padre en Argentina. Quiere que me vaya con él. Me ha pedido que nos casemos, y le he dicho que sí.

Le mostraba orgullosa el anillo de compromiso que lucía en el dedo. Su cara radiaba felicidad. Se abrazó fuerte a Juan. Pero los brazos de Juan no le correspondieron. Quedaron muertos. Él se quedó...sin reaccionar.

-¿No te alegras por mi?

-Eh? Oh..claro..claro que me alegro por ti - mintió.

Lo volvió a abrazar. Esta vez Juan hizo un esfuerzo y la abrazó. No para felicitarla. La abrazó para despedirse de ella. Se casaba. Se iba a Argentina...Al otro lado del mar. No se dio cuenta, pero una lágrima cayó por su mejilla.

-¿Por qué lloras, Juan?

Rápidamente se limpió la cara.

-Es que...me..me alegro por ti...Mucho...lloro de... alegría... y de tristeza de no volver a verte.

Entonces Ana cayó en la cuenta de que efectivamente se iban a separar y también empezó a llorar.

-Oh, Juan..mi Juan...Nunca nos habíamos separado..Pero..vendré de vez en cuando. Y nos escribiremos.....No perderemos el contacto..¿Verdad?

-Claro que no.

Con el corazón echo añicos, extendió su mano hacia Rodrigo y lo felicitó. Juan era un caballero hasta el final.

Los preparativos de la boda fueron un suplicio para Juan. Ana insistía en que los acompañara en todo. A elegir el vestido. A elegir la comida. En todo. Juan aguantaba estoicamente.

El gran día llegó. Juan, en su casa, ya se había puesto el traje comprado para la ocasión. Se estaba terminando de arreglar para salir para la iglesia. Mientras se miraba en el espejo, pensaba...

"Ella se marcha mañana. Hoy se casará. Será su día especial. Será feliz. Y mañana cogerá un avión y se irá para siempre. Y yo tendré que mirar como da el sí. Como le levanta el velo y la besa. Como bailan en el banquete. Y luego despedirme"

Llevaba años sufriendo en silencio. Todo hombre tiene un límite y él lo había sobrepasado. Así que se quitó el traje y no fue a la boda.

Cuando Ana entró de brazo de su padre en la iglesia, buscó con la mirada a su amigo del alma. No lo encontró. Durante la ceremonia, de vez en cuando buscaba entre los presentes a Juan. Pero no lo encontró. Más tarde, durante el banquete, se escapó un momento a un teléfono y lo llamo. Pero no contestó. No entendía por qué no había venido. Pero su nuevo marido la cogió de la mano y la sacó a bailar. Se olvidó de Juan.

Al día siguiente, en el avión, se preguntaba porque Juan le había hecho esto. Se preguntaba porque no había estado con ella en el día más importante de su vida.

Una vez en Argentina intentó ponerse en contacto con su amigo, pero fue imposible. Sus padres le dijeron que él no quería hablar con ella. Lo siguió intentando por un tiempo, hasta que se dio por vencida y desistió.

Pasaron los años. El matrimonio de Ana fue bueno, con altibajos, pero bueno. Tuvo 2 hijos, niño y niña. Rodrigo quiso llamar al niño Juan, pero Ana no quiso.

Juan llegó a casarse. Conoció a una buena mujer y se casaron. Pero el matrimonio duró poco. Ella no era Ana. Ninguna mujer era Ana.

Cuando Ana tenía 55 años, Rodrigo murió. Ana quedó desolada, y aunque sus hijos y sus pequeños nietos intentaban consolarla, sentía un gran vacío. Aguantó cinco años más, pero al final, con 60 años, no pudo más y regresó a España. Sus hijos eran Argentinos, y se quedaron.

Ana volvió a su ciudad. A su barrio. A la casa de sus padre. Su madre aún vivía. Todo había cambiado, pero todo seguía igual. Había un parque en donde antes estaba la cafetería en donde ella y ....Juan...¿Que habría sido de Juan? ¿Vivía aún? ¿Seguía viviendo allí?

No tardó en conocer la respuesta. Paseando un día por ese parque, sentado en un banco que estaba aproximadamente en donde estaba la mesa en donde ellos solían sentarse, había un hombre leyendo el periódico. Tenía menos pelo, y gris. Un poco más gordo. Pero era Juan. Su Juan.

Se acercó a él y se quedó delante, de pie.

-Hola Juan.

Juan levantó su mirada. La miró. No podía ser. Era Ana. Pero Ana ya no estaba. Hacía muchos años que lo había dejado.

-¿No me reconoces? ¿Tan vieja estoy? ¿O es que te has olvidado de mi? 40 años son muchos años.

El periódico se le cayó de las manos.

-Ana...¿Eres tú?

-Claro que soy yo...

Se levantó y la abrazó. Ella lo correspondió.  Era Juan. Su amigo. Su confidente. Estaban otra vez juntos.

Con los ojos cerrados, estuvieron abrazados mucho tiempo. Al fin, ella habló.

-¿Que ha sido de la vieja cafetería? Invítame a un café.

La llevó a una cafetería nueva. Bueno, no tan nueva. Tenía por lo menos 10 años. Se sentaron y pidieron dos cafés. Ana le cogió las manos y sonrió. Era las manos de un hombre maduro, no las manos que recordaba de su amigo. Claro que las de ella tampoco eran las manos de una chiquilla. Tenían tanto de que hablar.

-¿Cuándo volviste?

-Hace poco.

-¿Y ..Gabriel?

-Murió hace 5 años

-Lo siento.

-¿Y tú? ¿Estás casado?

-Lo estuve. Pero no duró.

-Lo siento.

-Bah..cosas de la vida. ¿Tuviste hijos?

-Si, dos preciosos hijos. Niño y niña. Y ahora tengo 2 nietitos. Se quedaron en Argentina. Yo no podía seguir allí. ¿Tú tuviste hijos?

-No, el matrimonio fue..corto. No hubo tiempo. Mejor así. ¿Te quedarás?

-Creo que sí.

Juan le apretó las manos

-¿Por qué ni viniste?

Le soltó las manos. Desvió la mirada.

-No podía...

-¿Por qué no? Era el día más importante de mi vida y tú, mi mejor amigo, no fuiste. Creo que merezco una explicación, Juan.

Juan necesitó 60 años para armarse de valor y por fin abrir su corazón a Ana.

-Hace 40 años me dijiste, sentado en una cafetería como estamos sentados ahora, que esperabas que algún día fuera sincero contigo.

-Sí, lo recuerdo. Recuerdo que había algo que nunca me contaste.

-Ese algo eres tú.

-¿Yo?..No te entiendo.

-Ana..desde que tengo uso de razón...he...

Tragó saliva. Las palabras no le salían.

-Juan..por dios! Suéltalo de una vez!

-Desde que te conozco he estado...enamorado de ti. Ana, te quiero desde siempre...

-Juan..pero....¿Por qué...por qué no me hablaste nunca de eso?

-Por que no podía, Ana. No podía. Lo intenté, pero ..no pude. Sólo quería estar a tu lado. Estando a tu lado era feliz. Para ti yo sólo era tu amigo, tu paño de lágrimas, tu consejero. Y tú para mi lo eras todo.

Ana lo miraba. Ahora, después de tantos años, empezaba a comprender.

-Cuando rompiste con aquel novio a los 16 fui yo quien te consoló. Me alegré que rompieras con él, pero mientras estuviste con él, sufría. Y luego apareció Gabriel.

-Juan...yo...

-Déjame terminar. Llevo 60 años sufriendo y ya es hora de que lo suelte. ¿Cómo crees me me sentía cuando me contabas lo feliz que eras con él? Cuando me dijiste que quería acostarse contigo. Cuando me dijiste que lo habías hecho. Cuando me dijiste que te casabas con él y que te marchabas de mi lado quería morirme. ¿Cómo esperaras entonces que fuera a tu boda y verte marchar? No..no pude.

Juan vio como las lágrimas caían por los ojos de Ana. Ella al fin comprendía la vida de sufrimiento que él había tenido. Nunca le pidió nada y siempre estuvo allí para ella. Ahora sabía lo que sufría a su lado, pero aún así estuvo con ella.

-Lo siento, Juan. Lo siento.

Él la miró. Su amor, su único amor, estaba llorando. La había hecho llorar. Por un momento había querido castigarla por haber hecho su vida tan desgraciada. Pero se dio cuenta de que ella no tenía culpa. La abrazó.

-Ana..No llores...Por favor..no llores. No es culpa tuya. Nada es culpa tuya. Él único culpable soy yo por no haber sabido decirte las cosas cuando tuve que haberlo echo.

-Juan...pero has sufrido tanto por mi....

-Y te he amado tanto... Si hubiese sido más valiente quizás las cosas hubiesen sido diferentes.

-Quizás....

-Ana...

Ella lo miró.

-Te quiero

60 años para decir dos palabras. Dos simples palabras.

Acercó sus labios a los suyos y la besó. Lo que sintió en ese momento fue tan sublime que casi valen esos 60 años de pesar. Ella no lo devolvió, pero tampoco lo rechazó. Simplemente se dejó besar y luego le sonrió.

Se siguieron viendo. Volvieron a salir juntos. Otra vez volvieron a ser los amigos inseparables que fueron. Pero ya no eran dos chiquillos. Ahora eran un hombre y una mujer cuyas vidas, en vez en empezar, se dirigían a su final.

Ahora Ana sabía, por fin, los sentimientos de Juan hacia ella. Su sentimientos hacia él cambiaron, lentamente, pero cambiaron. Nació el amor. Ahora que sabía porqué la trataba siempre como a una reina, empezó a sentir cosas hacia aquel hombre. Hacia su amigo.

Cuando paseaban, le cogía de la mano. Aquel beso que le dio nunca se repitió. Ella esperaba que la volviera a besar. Esta vez se lo devolvería. Pero él...bueno..Él volvía a ser Juan. Estaba claro que ese hombre tenía un problema. Así que se decidió a coger el toro por los cuernos.

Aprovechó su 61 cumpleaños para invitarlo a comer.

-Juan...

-¿Sí Anita?

-Anita! JA! 61 tacos y me dices Anita.

-Jajaja. Yo también tengo 61 años. Y ya me llamabas Juanito de joven.

-Pues sí. Eres un 'jovencito' de 61 años.

-Sip.

-¿Cuánto tiempo te queda de vida?

-Coño, pues no sé. Espero que muchos años.

-Y yo. Por tu incapacidad para expresarte, perdiste tus primeros 60 años. Perdiste tu oportunidad de ser feliz..conmigo.

-Ana...

-Calla. Me dijiste que me querías. Me besaste. Y después de eso, nada. Otra vez estás haciendo lo que ya hiciste. ¿Si aparece otro hombre en mi vida, me aconsejarás y me dejarás otra vez plantada en el altar?

Juan no sabía que decir. La miraba asombrado.

-Juan..¿Tú me amas?

-Con todo mi corazón.

-¿Y entonces por qué coño no me lo dices? ¿Por qué no me besas? ¿Por qué no luchas por mi? Sólo tienes que abrazarme y besarme.

Juan estaba petrificado. Ana no pudo más.

-Así, Juan. Así tienes que hacer.

Se acercó a él, lo abrazó y lo besó. Y Juan, por fin, reaccionó. Tomó la iniciativa. Se la comió a besos. Y ella respondía a esos besos.

De reojillo, Ana se dio cuenta de que dos jóvenes miraban como aquellos dos puretas se besaban como chiquillos.

-Ven conmigo, Juan.

-¿Adonde?

-He cogido una habitación en el hotel de aquí al lado. Quiero que mi regalo de cumpleaños sea el resto de mi vida..contigo.

En el ascensor se volvieron a besar, ahora sin que nadie los mirara. Cuando entraron en la habitación, a los dos les latía el corazón.

Se sentaron en la cama.

-Siento que mi cuerpo ya no sea tan bello como antes.

-Ana....para mi tu siempre serás lo más bello de este mundo.

-Desnúdame...Juan...desnúdame.

Con las manos temblorosas, Juan fue desabrochando los botones de la blusa de su amada. Le quitó la blusa, y luego el sujetador. La admiró.

-Eres...hermosa Ana.

-Mentirosillo.

Le levantó la barbilla con su mano.

-Eres..hermosa.

La besó y cayeron hacia atrás, en la cama. Si separar sus labios llevó sus manos a sus pechos. Los acarició. Sus pezones estaban duros. Ana gemía. Hacía años que no la acariciaban así. Hacía años que no sentía deseo hacia otro hombre. Sentía los labios de Juan en sus labios. Su lengua jugar con la suya. Sus dedos acariciar sus pechos. Y luego como besaba sus mejillas. Su orejita. Su cuello...lentamente, hasta que atrapó uno de sus endurecidos pezones entre sus labios.

-AAM Juan....no me sentía así...desde...hace..tanto tiempo...

-Yo...no me había sentido así..nunca.

Cuando notó la mano de él acariciar sus rodillas, se estremeció. Y gimió de placer cuando la mano de él, lentamente, acarició la piel de sus muslos...dirigiéndose poco a poco bajo su falda..hacia sus braguitas. Juan toco con sus dedos, delicadamente, la prenda. Notó su calor. Notó su humedad. Su amada niña estaba excitada. Excitada por él. Ya no tenía que oír como otro hombre la excitaba. Ahora él era el protagonista. Pasó un dedo sobre la rajita del sexo de su amada, que nuevamente gimió. Entonces, con delicadeza, introdujo la mano por debajo, acariciando el suave vello púbico, y luego, por fin, piel contra piel, su humedad. La recorrió, de arriba a abajo, frotando, acariciando.

-Aggggg.....Juan.....me gustan..tus caricias..

Él deseaba ver su carita. La cara que tenía grabada a fuego en su cerebro desde siempre, así que se incorporó un poco y la miró. Sus ojos se clavaron en los de ella. Estaba tan hermosa, con los ojos entornados...la boca abierta, respirando. Cuando con las yemas de sus dedos describió círculos alrededor de su clítoris, se mordió el labio inferior y arqueó la espalda. Cerró los ojos, para volver a abrirlos y mirarlo. Su Juan, su amigo...la estaba acariciando tan tiernamente..tan delicadamente...con tanto..amor. Para ella siempre había sido más que un amigo. Y ahora era incluso más de lo había sido. Ahora era su amor.

-Ummmmm  mi...amor...vas a hacerme.....

No pudo seguir hablando. Juan cerró su boca con un beso. Cuando oyó que le decía 'mi amor' casi se le sale el corazón del pecho. La siguió masturbando sin dejar de besarla hasta que Ana se estremeció en un fuerte orgasmo, que hizo tensar su cuerpo al ser recorrido por corrientes de placer. Los dedos de Juan se llenaron de sus jugos al ser atrapados entre las piernas de Ana, que las cerró con fuerza en medio de su placer.

Pasaron unos minutos abrazados. Ana con su cabeza apoyada el pecho de Juan. Empezó a quitarle la camisa a él. Luego pasó sus manos por su pecho, para después quitarle, con la ayuda de él, los pantalones y luego su falda. Desnudos los dos, se volvieron abrazar y acariciarse. Juan sintió una mano de su amada acariciar su duro sexo.

-Hazme el amor, Juan. Ámame.

61 años le habían costado a Juan el poder estar dentro de la mujer amada. De su primer amor. De su único amor. Todo por no haber podido, por no haber sabido, decirle que la amaba. Pero ahora era suya. Y lo sería para siempre, hasta que la muerte los separase. Y en el más allá, si lo había, Rodrigo la tendría que compartir con él. Ya nada ni nadie se la iba a quitar.