Primas de vacaciones
Vi claramente como la espina de mi prima se arqueaba levemente y un ahogado gemido me avisaba de su venida. El olor de su sexo me llegó hasta las fosas nasales. Y sin siquiera haberme tocado sentí cómo yo me comenzaba a venir, y fue imposible, sí, fue imposible que contuviera un muy leve gemido. Gemido que me delató.
El verano comenzó bien desde los primeros días, todas las primas nos juntamos para pasar unas vacaciones lejos de la casa de nuestros respectivos padres. Trabajo nos había costado convencerlos de que nos encontraríamos perfectamente bien estando solas y lejos de casa, pero afortunadamente habíamos conseguido el permiso.
Éramos en realidad cuatro jóvenes, todas hijas de familia, la más joven con 18 y la mayor de 24. Pues bien, nos encontrábamos en el aeropuerto esperando a la última que faltaba y llegó justamente antes de la hora de la cita, nuestros padres nos acompañaban y nos daban los clásicos consejos: "no se separen, háganle caso a Sandra (que es la mayor), no tomen demasiado, aléjense de los chicos, etcétera.
Por fin después de las despedidas y muchos más consejos nos perdimos entre las salas y pasillos y abordamos el avión que nos llevaría hasta las hermosas playas de Cancún, en México. Serían varias horas de vuelo así que nos pusimos a platicar sobre cualquier cosa. Efectivamente varias horas después ya nos encontrábamos descendiendo de la aeronave en el aeropuerto de ese paradisíaco lugar del caribe. El calor se dejó sentir desde el primer momento y lo primero que hicimos fue ir a rentar una camioneta en la que pudiéramos viajar todas cómodamente.
Después del papeleo y esas cosas inmediatamente nos dirigimos hasta nuestro hotel. Ocupamos dos habitaciones dobles, así podríamos estar más a gusto por si alguna o algunas decidían salir y otras no. En fin, nos duchamos, nos cambiamos y a eso de las cuatro de la tarde ya estábamos listas para salir a dar nuestro primer paseo.
Exploramos la playa más cercana, y para la noche todas salimos a una disco y nos la pasamos muy bien, bailamos con algunos chicos y aunque ellos quisieron invitarnos a "algún lugar más privado", ninguna de nosotras acepto.
La mañana siguiente desde temprano salimos a la piscina del hotel, estuvimos ahí hasta el medio día. A las dos de la tarde me estaba duchando y Romina, mi prima favorita, me avisó que iba a salir. Terminé de ducharme y me sequé, salí desnuda y me recosté en la cama disfrutando del aire acondicionado de la habitación. Recostada en la cama como estaba comencé a acariciar mis senos muy lentamente, mis pezones estaban duros como una piedra, jugué con ellos y mi otra mano comenzó a acariciar mi estómago; muy levemente los dedos que me acariciaban iban logrando que mi piel se erizara y comencé a mover la mano más abajo. Debí haber aceptado la invitación de alguno de esos chicos, necesitaba algo de acción.
-¿Aún no terminas de bañarte, Tania?
-¡Ya casi, me estoy secando!
-Apúrate, vamos a ir al Hard Rock.
-Ya voy.
Efectivamente al salir me encontré con mi prima recostada en su cama viendo la televisión. Poco después, ya vestida y arreglada, Romina y yo nos reunimos con Leslie y Sandra. Pasamos una agradable tarde en el mencionado establecimiento y cuando comenzaba la noche salimos a caminar por la costera. Platicando y bromeando caminamos hasta nuestro hotel. Leslie y Romina nos comentaron que esa noche deseaban ir a un bar al otro lado de la ciudad. Yo me encontraba cansada y no tenía muchas ganas de salir, pero no quería ser la aguafiestas. Afortunadamente, Sandra dijo que se sentía cansada y que no tenía ganas de salir, cosa que aproveché diciendo que no podíamos dejarla sola y que mejor sería que le hiciera compañía.
-¡No te preocupes! Puedo quedarme sola, no hay problema.
-No, claro que no... no te voy a dejar sola... ¿Por qué no se van ustedes?
-¡Bueno, esta bien!... ¿Estás de acuerdo Leslie?
-Sí, por mi no hay problema.
Así quedamos, y al llegar al hotel yo me fui a un cuarto con Sandra mientras que Leslie y Romina se fueron a arreglar a la otra habitación. A las 10 de la noche nuestras, las dos primas se despidieron y nosotras nos quedamos mirando la televisión.
No me di cuenta de a qué hora me quedé dormida, pero cuando desperté no escuchaba más sonido del televisor y visualizaba casi completa oscuridad aparte de la luz que la luna emitía, por lo que podía suponer que ya era de madrugada. Me quedé despierta, pero sin moverme ni hacer ruido, mirando únicamente hacia la oscuridad del cuarto. Apenas divisaba la silueta de Sandra y alcanzaba a ver las sombras de los muebles en la habitación. Lentamente mi mirada se acostumbró a la densa oscuridad y pude ver un poco más.
Sandra estaba cubierta hasta el cuello con la sábana y recostada de lado, dándome la espalda, pasaron cerca de veinte minutos, y justo cuando mis ojos se comenzaban a cerrar, escuché cómo mi prima se movía. Abrí los ojos de nuevo y pude ver como ella estaba ahora boca arriba, de pronto su brazo se estiró por debajo de la sábana e hizo esta a un lado. Sandra quedó completamente destapada, traía puesta una playera a tirantes de color blanco y debajo únicamente unas bragas negras de encaje. Volví a cerrar los ojos y otro sonido hizo que los volviera abrir, era una sonido apagado que no identifiqué en el momento. Mi prima se estaba acariciando los senos, sus manos se movía despacio sobre las dos masas pectorales produciendo el ruido que segundos antes me había obligado a abrir nuevamente mis ojos. Sentí de inmediato como una punzada aguijoneaba mi corazón y este se aceleraba hasta el tope. Sentí miedo, angustia, excitación y ansiedad. Todo a la vez. Estaba espiando en lo más sagrado de una persona, su privacidad. Esta idea, la de estar espiando a mi prima, me espantó y me excitó al mismo tiempo. Mi respiración se agitó enseguida y tuve que hacer grandes esfuerzos para contenerme, ya que de lo contrario me delataría y ella se detendría en sus propósitos, lo cual no quería que ocurriera tanto por vergüenza de que me descubriera como por las ganas de seguir viéndola. En fin, como pude me contuve y seguí observando sin siquiera moverme.
Las manos de Sandra seguían sobre sus pechos, todavía sobre la tela de la playera. Un muy leve gemido escapó de sus labios. Se volvió a mirarme, por unos segundos pensé que me había descubierto y cerré los ojos, pero era imposible que me viera detalladamente en esa oscuridad. Los volví a abrir. Mi prima cruzó sus brazos y sujetó los costados de la playera, luego jaló y la sacó por su cabeza. Sus senos se dibujaron perfectamente en las sombras de la noche. Siguió jugando con sus tetas ahora desnudas, sus dedos apretaban sus pezones y yo sentí que los míos se erectaban junto con los de ella. Luego de unos segundos así, una de sus manos comenzó a descender lentamente por su pecho, su estómago y su vientre; claramente vi como sus dedos se metían debajo de las bragas. Se escuchó ese leve sonido de cuando los dedos rozan la mata de vello y luego unos segundos de silencio y más tarde la piel restregándose contra la piel. Yo tenía todas las ganas de tocarme pero me era imposible, pues cualquier movimiento me delataría.
El movimiento de la mano sobre la vulva fue aumentando minuto a minuto en intensidad y poco después se comenzó a escuchar ese ruidito que producen los jugos vaginales restregándose entre las paredes de la vagina y los dedos. Vi claramente como la espina de mi prima se arqueaba levemente y un ahogado gemido me avisaba de su venida. El olor de su sexo me llegó hasta las fosas nasales. Y sin siquiera haberme tocado sentí cómo yo me comenzaba a venir, y fue imposible, sí, fue imposible que contuviera un muy leve gemido. Gemido que me delató. Sandra se giró hacia mí y sin más encendió la luz de la lámpara, sorprendiéndome con los ojos abiertos y mirándola. Rápidamente se puso en pie, sin cubrirse, y se paró frente a mi cama.
-¿Nunca te han dicho que es malo espiar a la gente? – dijo en un tono fuerte y enfadado.
Seguía emitiendo palabras, pero mi mente estaba en blanco y solo podía ver sus sonrosados labios moverse. Sentía cómo la vergüenza me cubría el rostro y no atiné a decir nada, podía haber argüido mil excusas, pero nada se me vino a la mente en ese instante. Y esa misma duda fue lo que me impidió razonar a continuación: coloqué mi mano en su nuca y empujé a Sandra hacia mí, la besé como si lo hubiera hecho miles de veces antes y saboreé con mi lengua tanto como podía de su boca. Abrió bruscamente con sus manos la camisa de mi pijama, los botones volaron por todos lados. Mis pechos quedaron desnudos y Sandra sin más se prendió de uno. Sentí su lengua caliente lamiéndome, sus labios apretando y succionando mi pezón. Volví a tomarla del cuello y la besé de nuevo, sentía que moriría si dejaba de hacerlo. Mil cosas se vinieron a mi mente y olvidé entonces que se trataba de mi prima.
-Deberíamos... deberíamos detenernos – susurró ella débilmente mientras yo besaba su cuello.
No le hice caso y subí a su oreja para lamerla. Sabía que estaba mal, nunca había pensado en una situación así con ella. Mi cerebro tomó el control durante un segundo, moví mi cuerpo para tratar de zafarme pero me fue imposible, Sandra tampoco quería que esto terminara.
-Sandy, no tienes que seguir...
Mi prima no contestó, bajó a mi seno y comenzó a lamerlo, además, con una de sus manos comenzó a acariciar mi entrepierna. Sentí más miedo, más frustración al no poderme escapar, pero al mismo tiempo había algo que comenzaba a hacer de esta situación algo morboso. Los labios de mi prima fueron recorriendo mi pecho y subiendo lentamente por mi cuello, me acarició con una mano la cabellera mientras que con la otra seguía sobando mi vulva. Yo tenía las piernas cerradas y no dejaba que ella avanzara demasiado, pero ella sabía donde tocar. Cuando sus labios se apoderaron de una de mis orejas sentí la piel de mi cuerpo se erizaba completamente.
Sandy... no, Sandy- Hablaba más en gemido que en protesta.
Sentí como los senos de ella se apretaban contra los míos y su boca volvió a invadir la mía, esta vez mi lengua ya no se resistió y todos mis miedos y prejuicios se fueron quedando atrás. Sentí su saliva intercambiarse por la mía y la sorbí gustosa. La abracé y acaricié su cabellera azabache.
Hay que olvidarnos de todo– dijo mi prima en mi oído.
Me volvió a besar y luego muy lentamente fue descendiendo por mi cuerpo, me mamó de nuevo los senos, esta vez uno y luego el otro. Bajó por mi vientre plano y al llegar al pantalón de mi pijama lo bajó lentamente descubriendo mi vulva. Su lengua comenzó a recorrer mis muslos mientras que sus labios succionaban el sabor de mi piel. La boca de mi prima no tardó en llegar a mi vulva y jugó con mucha calma con mis labios, me hizo sentir mil cosas que nunca antes había experimentado. Estaba cerca al orgasmo sin que nada hubiera entrado en mi conducto, únicamente con rozar mis portes con sus labios y lengua. No paraba de gemir, no quería que se detuviera. Después de jugar un poco, el ataque de mi prima fue más directo y se enfocó en mi clítoris. Con expertos movimientos, Sandra recorrió ese pequeño punto, sin lastimar ni apretar. Eran movimientos suaves, armoniosos con la punta de su lengua al contorno de mi clítoris. Gemí y halé aire en innumerables ocasiones antes de experimentar el más húmedo de los orgasmos que hubiera tenido en mi vida. Sentí como los jugos bajaban por mis nalgas y no dejaban de salir.
-No te detengas, Sandy, por favor, no te detengas.
Mi prima abrió mis labios con sus dedos y dejó que su lengua se introdujera lo más profundamente posible dentro de mi canal. Lamió una a una las paredes de mi vagina, sorbiendo todos los jugos que yo expelía y me acerqué más y más a un nuevo orgasmo. Pero esta vez quería otorgar algo del goce que ella me regalaba.
-Yo quiero tocarte – dije entre gemidos. -Déjame tocarte.
Sandra se detuvo unos instantes y se puso de pie en la cama, bajó sus bragas mostrándome apenas su bien depilada vulva.
-Eres preciosa– exclamé.
-¿Entonces quieres seguir? – preguntó mi prima con evidente excitación.
-Sí, quiero seguir.
Esta vez ella colocó las rodillas a un lado de mi cabeza y me pidió que bajara un poco más mi cuerpo, entonces vi su vulva más de cerca, sus labios rojizos y húmedos por su anterior masturbación. No sabía qué hacer, pero tenía que seguir mis instintos. El cuerpo de mi prima se posó entonces sobre el mío y mi boca inició con su trabajo. Pasé mis manos por debajo de sus muslos y abrazando cada uno acaricié las nalgas hermosas de mi prima. Acerqué mi boca a su vulva y sentí ese tibio aroma que expelía esta. Pasé mi lengua muy tenuemente sobre la piel de su vulva y por primera vez, sentí el agridulce sabor de su jugo, de un jugo de mujer. Volví a lengüetear sus labios vaginales esta vez metiendo más la lengua entre ellos.
Qué bien lo haces, no vayas a detenerte – dijo ella separándose de mi vulva al ritmo que mi lengua se movía.
Continué explorando ese delicioso manjar que se me ofrecía y descubriendo en cada momento un punto que la hacía estremecerse. Ella por su parte trabajaba como toda una conocedora en mi vagina y hacía que mi cuerpo se erizara y expulsara más jugos cada vez. Yo ahora le comía completamente la vulva, abarcando con toda mi boca esos tiernos labios que me besaban y me regalaban ese néctar tan delicioso, tibio y agridulce.
Después de un intenso orgasmo, nos quedamos tendidas en cama, ella acariciando mi vulva y yo su trasero. Sandra se levantó para acomodarse a mi altura y nos besamos, intercambiando nuestros propios jugos, su vulva se restregaba con la mía y sus tetas con mis tetas. Al oído ella me preguntó si me gustaría intentar algo diferente. Definitivamente yo estaba aún caliente y enseguida dije que sí sin, imaginar lo que a continuación vendría.
Sandra se levantó y fue hasta uno de los cajones en donde había guardado sus cosas, lo abrió y sacó algo que yo no pude ver. Luego vi que de levantaba una pierna y luego la otra y de pronto mi prima tenia pene. Sí, se puso un arnés tipo braga con un pene bien erecto al frente. Sandra caminó con esa cosa balanceándose, llegó hasta mi lado y me hizo sentarme en la cama. Acercó ese palo de látex a mi rostro y me pidió que lo mamara. Abrí mi boca y dejé que la gruesa cabeza de ese palo artificial se metiera en mi boca. Lo chupe lentamente como lo habría hecho con un pene de verdad y sentí en mis labios y lengua cada una de las venas y curvas de la verga plástica. La situación comenzó a ponerme más caliente, pues además de estar chupando ese palo, acariciaba las redondas nalgas de mi prima y veía sus senos balancearse sobre mi cabeza. Después de chuparla varios minutos, ella me tendió de espaldas en la cama. Mis piernas estaban caídas y ella las sujetó con sus manos y las puso sobre sus hombros. Acercó el palo a mis labios y sentí la presión de la cabeza. Lentamente me empezó a penetrar. Mis carnes se fueron abriendo y ella avanzó decidida hasta llegar a lo más profundo de mi ser. Me estremecí al sentir esa gruesa verga tocar mi matriz. Ella se quedó quieta y mirándome a los ojos.
Nunca había pensado en hacerlo contigo... y ahora no quiero parar – dijo ella.
Yo tampoco quiero que pares, incluso si está mal.
¿Eso te importa?- Sonrió.
Ya no contesté, únicamente moví negativamente la cabeza y esa fue la señal para que ella retrocediera sus caderas. El ariete de látex comenzó a abandonar mis profundidades, y ya cuando este había avanzado hasta la mitad, ella reingresó en mí. Sus movimientos eran suaves, lentos y profundos. Mis ansias se regaron mucho antes de lo que había supuesto, el palo de mentira fue regado con las mieles de mi ser.
No te detengas, ve más fuerte – pedí.
Sandra siguió moviendo sus caderas dentro de mí sin pausas, me besaba los tobillos y jugueteaban sus manos con mis senos, el siguiente orgasmo tampoco tardó demasiado tiempo en presentarse y entre movimientos de mis caderas e impulsos de las suyas, nuevamente festejé esos segundos de dicha.
Era tiempo de regalar lo aprendido a mi profesora y rápidamente me coloqué el juguete que ella había dejado.
¿Cómo quieres que me ponga? – me preguntó.
Muéstrame tus hermosas nalgas, preciosa.
Sandra se quedó empinada en la orilla de la cama, sus nalgas redondas se marcaban perfectamente y dejaba ver su sexo bañado de jugos viscosos. Me acomodé detrás de esas ricas redondeces y apunté esa barra contra los labios vaginales. Comencé a empujar viendo como la punta iba perforando la hendidura. La cabezota entró completamente y de una sola embestida me fui hasta dentro de su vagina. Ella gimió ella tan fuerte que temía que alguien nos escuchara, pero no me importó.
Me sujeté de sus caderas y comencé a penetrarla lentamente, justo como ella lo había hecho. La gran verga sintética comenzó a entrar y salir de esa deliciosa vagina mojada, produciendo deliciosos sonidos, y yo fascinada apreciaba como perforaba las carnes de mi prima mayor. Su explosión interna fue anunciada con gemidos entrecortados y palabras incoherentes que escapaban de los más profundo de su ser. Sus caderas se movían también circularmente haciendo más placentero el gocé de ambas pues mi vulva no dejaba de soltar sus mieles y estas escurrían por mis suaves y blancos muslos. Cómo ella me lo enseñó, la dejé descansar unos segundos tras su orgasmo y después continué perforándole su centro.
La cogí de esa forma un rato más sin mayores cambios hasta que por fin llegó a su desahogo lúbrico.
Nos tendimos en la misma cama, sudorosas, llenas de jugos vaginales, con la respiración agitada; pero completamente saciadas y satisfechas. Así nos quedamos dormidas una al lado de la otra y no despertamos sino hasta que nuestras otras primas tocaron a la puerta, rápidamente nos medio arreglamos y abrimos, al entrar ellas comentaron que olía a sexo y no había modo de negarlo. Entonces graciosamente inventé que por la noche después de que se fueron nosotras habíamos salido a caminar y nos encontramos con unos chicos muy agradables, los invitamos a la habitación y terminamos teniendo sexo. Las dos se lo creyeron y envidiaron nuestra suerte pues ellas no pudieron encontrar nada en el bar al que fueron.
Sandra y yo nos volvimos a separar en cuanto terminaron las vacaciones y fue muy duro regresar a nuestras vidas normales. Solamente nos vemos muy de vez en cuando, pero cuando lo hacemos no paramos de amarnos hasta quedar completamente saciadas de todo ese tiempo sin sexo.