Prima, tía, las vecinas y ¡mi mamá también! III

Agapito del Mazo Duro, se coge a su prima, Adela, y la verga no se le baja, su madre al verlo lo lleva al médico y le diagnostica priapismo isquémico intermitente. Mariana la madre de Agapito, no puede evitar calentarse cuando lo ve, se contiene de lanzarse sobre él, pero su tía Aurora no

Hemos visto como, Agapito del Mazo Duro, descubrió a su prima, Adela, bañándose, ella tiene un cuerpo delicioso, grandes chiches, cintura estrecha, piernas torneadas y un culo como para quitar el sueño, lo invita a cogérsela.

Y después de aventarse varias cogidas, ella ve que la verga no se le baja, la tiene tan dura, o tal vez más, que antes de que se la metiera, así que Agapito, llega con el chile más duro que un poste y su madre al descubrirlo se asusta y lo lleva al médico que le diagnostica priapismo isquémico intermitente.

Mariana la madre de Agapito, no puede evitar calentarse cuando él le enseña el camote, aunque se contiene de lanzarse sobre de él, pero Aurora, su hermana, madre de Adela, quiere probar esa verga y habla con su hermana para que la deje cogerse al muchacho.


Tal y como lo acordaran, Mariana y Aurora, al día siguiente, sabiendo que su hermana se encontraba sola en su casa, le dijo a Agapito que le llevara una cazuela que le había pedido prestada.

El muchacho, obediente como siempre, tomó la cazuela y se dirigió a ver a su tía, dentro de todo tenía miedo, ya que no sabía cómo iba a reaccionar la mujer después de que todos en el pueblo supieran que se había cogido a su prima Adela y que esta le había dejado el camote tieso.

Su tía Aurora, era una mujer hermosa, igual que su madre, con el mismo tamaño y medidas similares en el cuerpo, sólo que, su tía, vestía más sensual, era más abierta y directa en todo lo relacionado con el sexo, a tal grado que, a muchas de sus amigas las incomodaba.

Cuando llegó a la casa de ella, la vio con minifalda, luciendo sus hermosos muslos, una blusa pegada y entallada que amenazaba con romperse incapaz de soportar la presión de aquellas chichotas deliciosas.

Le entregó la cazuela y le dijo que se iba.

Si la verga se le había bajado un poco desde en la mañana que viera a su madre casi desnuda, ahora al ver a su tía luciendo ese cuerpo sabroso, se había vuelto a poner dura como un tronco.

—Tómate un vaso de agua, por lo menos, hace mucho calor —le dijo Aurora deteniéndolo— luego te vas… ¿o acaso tienes mucha prisa?

Agapito, no le respondió, la vio voltearse y dejar la cazuela en la estufa, sus nalgas se veían estupendas con aquella minifalda, incluso, ella se agachó un poco más para ofrecerle una mejor visión de su trasero.

Cuando se dio la vuelta ella, se fijó en el paquete que lucía su sobrino, en aquella verga grande y fuerte, apretada por el pantalón de manta.

Aunque, Agapito, lo notó, no hizo ni dijo nada, se había recargado en una de las sillas del comedor y su garrote lucía en todo su esplendor aún bajo el pantalón. Ella no quitaba la vista, estaba sorprendida y caliente.

—A ver sobrino… —dijo ella de pronto— quiero que me digas si es verdad eso que se anda contando por ahí de mi hija y tú… sabes que te quiero mucho y que no me gustan las mentiras, así que hablame francamente.

Agapito no se esperaba aquello, en realidad no sabía que decirle, los ojos de ella no se apartaban del bulto de su pantalón y tenía una mirada vidriosa y cargada de deseo, esperaba ansiosa la respuesta de él.

Su tía era dos años mayor que su madre y poseía uno de los cuerpos más hermosos y sensuales del pueblo, muchos eran los que anhelaban poder disfrutar de aquellas chiches firmes, grandes y redondas, su cintura estrecha se abría para dar paso a aquellas caderas grandes y carnosas.

Tenía unas nalgas que eran el sueño anhelado de muchos hombres, además, era ardiente como pocas, no obstante, Aurora, no tenía relaciones sexuales como ella hubiera querido, sabía darse su lugar y se hacía respetar, y ahora estaba ahí, frente a él pidiéndole que le explicara la forma en que se había cogido a su hija.

—Es que… bueno… yo…

—No te cortes, hablame como si fuéramos amigos… sólo quiero que me digas las cosas tal y como tú las viviste… —insistió ella con un tono de voz cordial.

Agapito, sintió confianza ante aquella actitud y comenzó a hablar, contándole detalladamente lo sucedido entre él y su prima, y a medida que lo hacía, el rostro de Aurora se fue enrojeciendo de pasión, sus ojos brillaban aún más.

Cuando terminó de hablar, ella ya no aguantaba las ganas que tenía de que se la clavara de una sola vez, no obstante, supo que tenía que tener un poco de calma para que su sobrino no se fuera a asustar.

—¿Y te gustó todo lo que hicieron?

—Sí, se sintió muy rico, tía.

—¿Y qué opinas de mí? ¿Estoy mejor que Adela o no?

—La verdad, es que Adela, es muy hermosa, pero tú tienes un culo más bonito, y tus chiches se ven ricas.

—Y eso no es todo, yo te puedo enseñar unas cositas ricas… sólo quiero que me prometas que jamás se lo vas a contar a nadie, ni siquiera a tu madre… ¿te gustaría?

—Sí… si me gustaría y te prometo que no se lo digo a nadie.

—Bueno, por lo pronto, enseñame eso que tienes ahí… —le dijo al tiempo que le señalaba el bulto que se hacía en su pantalón.

Agapito, ni siquiera lo dudó, se bajó el pantalón y su camote salió cabeceando, firme y poderoso, haciendo que los ojos de Aurora se abrieran como platos, al tiempo que su verija palpitaba anhelante por sentirlo.

Aurora, se despojó de sus ropas y al verla completamente desnuda, la verga de Agapito, cabeceó ansiosa ante la mirada de su tía que sonrió satisfecha de provocar aquella reacción en su sobrino, sabía que su cuerpo era sensual y enloquecedor y ahora lo comprobaba plenamente.

Contoneando las nalgas de una manera cachonda, caminó hacia él, lo tomó de la macana y lo llevó hasta un sofá en donde lo sentó, ella se puso de rodillas frente a aquel badajo que cabeceaba llamándola.

Sin contenerse, la sujetó por la base con su mano y comenzó a metérsela en la boca con deleite, golosa como ninguna, disfrutando de aquel momento.

Fue una chupada monumental, la tía llevaba meses deseando paladear un pito como el que ahora disfrutaba a plenitud.

No sólo chupaba como una ventosa, sino que además movía la lengua como ninguna y mientras mamaba, su cabeza se movía con ritmo, mientras una de sus manos acariciaba los huevos de su sobrino, la otra estaba sujeta al tronco del garrote que no alcanzaba a meterse en la boca y lo chaqueteaba.

Agapito, se sentía en la gloria, aquella experta y golosa boca le chupaba el camote como si fuera la última cosa que haría en su vida y él sentía que le iba a sacar hasta los sesos, con sus manos la agarró de la cabeza, siguiendo el ritmo de la mamada.

—Me encanta… está bien ricaaahh… —dijo ella dejando de mamar por un segundo — esto es deliciosoooh— y volvió a pegarse a la tranca con golosidad

Y la cachonda Aurora, chupó y chupó hasta que un potente chorro de leche se estrelló contra su garganta, aquello la hizo alcanzar el orgasmo, lo que le provocó que siguiera mamando con más pasión, tragándose toda la leche que su sobrino le regalaba de manera generosa.

Después de unos minutos, cuando hubo limpiado bien aquella verga, que tanto placer le había dado, no se sorprendió de que esta siguiera tan dura y potente como cuando se la metió a la boca, por el contrario, la encendió más.

Sin poderse contener, sujetándolo por la tranca, lo llevó hasta la recámara, en donde se acostó de espaldas y se abrió de piernas, luciendo su peluda panocha, viéndolo fijamente a los ojos y comenzó a darle instrucciones para que él le devolviera el favor, dándole una mamada en toda regla.

Siguiendo las instrucciones de su tía, la lengua de Agapito, empezó de arriba abajo, desde aquellos hermosos pechos que tanto le gustaban.

Tenía unas tetas grandes con unos pezones marrones que se le endurecieron de inmediato, mientras que su lengua, inexperta, pero golosa, los recorría.

—¿Te gusta que te mamen las chiches, tía? —le preguntó mientras se pegaba a uno de los pezones como si fuera un becerro recién nacido

—Mucho, mucho… sigue chupándomelas… cabrón… lo necesito.

Aurora. se sentía feliz de que su sobrino fuera tan buen alumno, mientras le mamaba los pechos, el dedo corazón de la mano derecha de Agapito, acariciaba su clítoris, tenía el bizcocho encharcado mientras la lengua ansiosa del muchacho, recorría su ombligo. Aquella inquieta lengua, era una tea ardiente cuando llegó a su empapada pucha y lamió el endurecido clítoris, sin dejar de recorrer todos los contornos.

—¡Ay, ay, me corro, me corro…! ¡Sigue, sigue, mamame, sobrinito…! ¡Cómeme entera, soy toda tuya, hare todo lo que me digas, lo que quieras! Pero no dejes de mamarme así… así… ooohhh… que ricooohhh

Los labios de la boca de Agapito, se aferraron a su clítoris con suavidad, lo recubrió de besos, tal como ella le había explicado, su lengua recorrió sus labios mayores, chupó sus flujos, su clítoris vibró y se estremeció, cuando la lengua repiqueteaba sobre él.

—Esto es maravilloso, ay, ay… no pares nunca… estoy en la gloriaaa… nunca me la habían mamado así… eres increíble, cabrón.

Ella gemía y gemía, así que lo jaló de la cabeza con ambas manos, le dio un cachondo beso en la boca y…

—Cogeme… métemela hasta los huevos… cogeme de una buena vez… ya no aguanto más las ganas de sentirte dentro de mí —le dijo ardiente, con ganas de sentir aquel trozo de carne duro y palpitante en su interior, llenándola de ese placer que sabía que iba a disfrutar.

Agapito, supo seguir las instrucciones de su tía, le había puesto la cabezona sobre su empapada verija, la movía sobre su clítoris como si fuera el dedo corazón de su mano, la chaqueteaba con la verga, la hacía recorrer toda la ardiente abertura, de arriba abajo, muy suavemente, como se lo indicara, ella lloraba y tenía los ojos en blancos.

—¡Métemela, métemela, por favor…! ¡Ay, ay, métemela ya, métemela ya!

La verga, dura y palpitante, estaba en las puertas de su panocha, lista y dispuesta para hacerla feliz, Agapito empujó con las caderas, como lo había hecho con su prima y su chorizo se fue abriendo camino en aquel estrecho y chorreante conducto. Se la fue metiendo muy lentamente, como ya había aprendido de Adela.

—¡Qué dura y sabrosa la tienes…! ¡Que grande, la siento dentro de mí!

Y el muchacho empezó a galopar, empujando y reculando con todo deleite, cada vez le gustaba más aquello, se movía vertiginosamente, uno dos, uno dos, entrando hasta los ovarios y sacándola hasta la punta de la cabeza, para luego volverla a meter de un solo empujón hasta el fondo.

—¡Sigue, sigue, Aaayyy, aaayyyy! ¡Cielo, sigue, sigue, no te pares, que bien lo haces mi vida! —lo motivaba ella, abrazándolo con brazos y piernas.

Agapito la sujetaba por las nalgas, apretándoselas, disfrutando de la dureza de aquel culo delicioso.

Se movía frenéticamente y ella se contorsionaba para sentir la verga en todo su esplendor, dureza y potencia, entrando y saliendo, limando en sus entrañas, despertándole una sensación deliciosa, nunca había disfrutado de un camote como ese y ahora sentía que se volvía loca.

—Así, así, por favor, no pares nunca.

Los dos se encontraban disfrutando plenamente, aquella cogida, la cual no tenía comparación, Agapito, sentía como las paredes de la vagina de Aurora se apretaban contra su camote y eso lo motivaba más a seguirla cabalgando con toda la potencia de sus caderas, mientras entraba y salía de ella, la sabrosa mujer, rotaba sus nalgas tallándose todo el camote en su pucha.

Ella se vino una y otra vez como una loca, de manera plena y total. Incluso cuando la verga de su sobrino descargó su líquido blanco y caliente, como cañonazos después de la batalla, ella tuvo un último espasmo de pasión.

—Ha sido maravilloso —dijo Aurora, feliz de haber disfrutado de aquel palo que tanta falta le hacía— ¿te gustó, Agapito?

—Sí, tía, fue muy rico… y sentí delicioso cuando te mamé toda…

—Bueno, pues cada vez que quieras, puedes venir, ya verás todo lo que te voy a enseñar, cabrón, te voy a volver un experto cogiendo mujeres.

—Yo quiero aprender todo, tía, haré lo que tú me digas…

Esta historia… continuará…