Previa con la MILF

Una adolescente de 18 años va a casa de su mejor amiga a prepararle una fiesta sorpresa de cumpleaños.

Miraba a la joven como si fuese la primera que hubiera visto en su vida. María no sabía cómo reaccionar ante la inesperada visita de la mejor amiga de su hija, la había pillado en la ducha y solo había acertado a ponerse un albornoz algo desgastado, y ahora se sentía avergonzada por dar tal imagen, pero una leve excitación nacía de sus entrañas. Ella amaba a su marido, llevaban casados desde los veinte años y hacía escasos meses habían celebrado sus bodas de plata, pero al ver a esa adolescente de diecisiete años esa sed incansable que le había perseguido toda su vida volvió a despertar, quería saber lo que era tener una mujer entre sus brazos gimiendo como nunca nadie había gemido.

Admiraba a la chiquilla mientras esta le explicaba la razón de que estuviera allí. Acariciaba con la mirada esa media melena planchada a la perfección de un color cobrizo que acompañaba a su perfecta piel de un tono oliva, haciendo un gran contraste con los ojos verdes tan intensos que tenía y los labios de ese rosa tan pálido que le apetecía morder hasta que se tiñeran de rojo. Bajó despacio la mirada con disimulo para admirar ese cuerpo, solo le cubría un vestido de color azul pálido muy ajustado por la parte superior, dejando ver la perfecta forma de sus pechos y revelando la ausencia de sujetador, cayendo libremente la tela al llegar a la cintura, para dejar ver sus piernas de medio muslo para abajo. Quería comérsela despacio mientras ella le pedía que no parase.

—Entonces, ¿Le parece bien si organizo la fiesta sorpresa?

—Claro, deja que me vista y te ayudo, Alya. —Dejó que la joven pasase y tras cerrar la puerta fue a su habitación, necesitaba calmarse un poco y pensar que hacer a continuación.

Mientras tanto Alya decoraba la casa con guirnaldas y globos, una gran pancarta y un mantel blanco sobre la mesa en la que colocaría los aperitivos ahora y unas cuantas bebidas alcohólicas cuando la madre de su amiga se hubiera ido. Cuando estaba colocando los sombreros de fiesta que había comprado por las fotos tan ridículas y graciosas que se harían con ellos puestos escuchó los pasos de la mujer que vivía allí y se giró a mirar.

—Ya estoy acabando, no hace falta que se moleste en ayudarme… —Se quedó en silencio al ver a la madre de su amiga con una falda de tubo negra y una blusa blanca algo desabotonada por la parte superior, le parecía la mujer más sexy que había visto, pero nadie sabía que era lesbiana, y revelárselo a una mujer que llevaba media vida casada con un hombre porque acababa de fantasear con ella no era su idea de salir del armario.

—No te preocupes, cariño… Yo te ayudo con lo que queda. —El corazón les latía desbocado a ambas, a una por el nerviosismo de provocar a una joven que a duras penas era legal y a la otra por querer mantener la serenidad ante tal MILF.

Cuando María llegó a la altura de la joven se acercó demasiado para coger los gorros que le quedaban en las manos, haciendo que sus pechos rozasen entre ellos, ahogando ambas un suspiro que la otra no pudo escuchar.

Alya no pudo moverse mientras veía como la mujer colocaba los gorros que faltaban y se agachaba a por los que habían caído al suelo por no estar del todo bien colocados, dejando ver sus infinitas piernas por debajo de esa falda y dejándole adivinar a la joven el color del tanga que llevaba. Cuando terminó volvió a acercarse a la adolescente para abrazarla con fuerza, dejando que metiera la cabeza entre sus pechos, revolucionándose ambas así.

—No sabes lo que me alegra que mi hija tenga amigas así de buenas… —Mientras hablaba sentía como Alya subía lentamente las manos por su cintura, sentía su respiración acelerada y su excitación subir al ritmo de sus manos.

—N-no es nada… Es amiga mía desde siempre… —Subió la mirada para dejar de tener la cara entre los excitantes pechos de esa mujer, pero solo le fue a más el corazón, sus labios quedaron muy cerca, casi pegados.

—No se hace esto por cualquier amiga… deja que te compense de algún modo.

—De verdad no es necesario… —Sus labios se rozaban cada vez que hablaban, así que cuando esa mujer le mordió suavemente la boca, se abandonó a ella.

María no se resistió más al ver que cedía, subiéndole el vestido de forma agresiva para ponerla luego sobre la mesa y empezar a masturbarle lentamente el clítoris y los labios vaginales, buscando que soltara leves suspiros de placer antes de empezar a tratarla como le gustaba tratar a sus parejas en la cama.

—Señora M… —Alya fue interrumpida mientras sentía como estiraban de sus bragas hasta romperlas.

—Shhhh… Ahora solo puedes llamarme señora… nada de nombres, cariñito, o perderá la magia. —Al terminar la frase estiró su mano para coger uno de los gorros de fiesta que habían puesto en las sillas de alrededor de la mesa, bajándolo hasta el culo de su nueva zorrita, quien lo cerró por instinto y la miró con ojos asustados.

—Nunca me han penetrado con nada... Solo me he acostado con alguien una vez y era una compañera tan virgen como yo… No usamos nada extraño… —María sonrió y se acercó a los labios de la joven para besarla lentamente y tranquilizarla, empezando a arañar la entrada de su culo con el gorro de fiesta, buscando su excitación para que lo relajase y entrase de buenas maneras, sin causarle dolor para que se fiase de todo lo que fuese a hacerle.

Mientras Alya se relajaba notaba como su culo empezaba a ceder, dejando que esa mujer le revelase un mundo nuevo, disfrutando también del dolor que eso le causaba. Cuando empezó a ahogar gemidos en la boca de su señora esta se apartó y empezó a mover más rápido los dedos que le estimulaban el clítoris y los labios exteriores para después mover violentamente la mano con la que agarraba el gorro de fiesta, destrozando lentamente su culo con cada embestida, haciendo que sangrara un poco y manchara el mantel en el que poco después se dejarían los aperitivos de la fiesta.

La joven se retorcía de dolor y placer, no quería parar ese mundo tan maravilloso por mucho dolor que le causase, nunca le habían provocado un orgasmo y estaba a punto de disfrutar del primero. En el mismo momento en que todo su cuerpo se tensó y contrajo sus músculos por el orgasmo que había tenido, sintió como la MILF que tanto placer le había dado le arañaba suavemente el clítoris, aumentando aún más sus sensaciones de dolor y placer.

Mientras Alya se adecentaba avergonzada, María la abrazaba desde atrás una vez se puso de pie y le daba pequeños besos en el cuello.

—Me has roto las bragas… No quiero estar sin unas toda la fiesta…

—Ssssh... vas a llevar estas —La mujer le extendió una caja con unas bragas vibratorias, teniendo ella el mando en la mano para poder controlar la vibración a su antojo —, y si consigues que nadie se de cuenta de que las llevas durante toda la fiesta, al acabar te enseñaré a comer un coño y también la satisfacción que da que te lo coman.

Alya asintió mientras se ponía las bragas y María sonreía mirándola, no era su primera infidelidad, pero si la primera con una mujer, y tal vez también la única en la que sentía algo más que puro deseo sexual.