Pretty Boy

¿Alguna vez has visto la película de 'Mujer Bonita'? Bueno, Julia Roberts se sentiría muy orgullosa de este chico.

ADVERTENCIA: ESTA HISTORIA CONTIENE ESCENAS EXPLÍCITAS DE SEXO ENTRE UN ADULTO Y UN MENOR. SIN EMBARGO TODO ES BAJO CONSENTIMIENTO Y NINGÚN ACTO DE VIOLENCIA SE EFECTÚA CONTRA NINGUNA PERSONA.

N.A.: Esta historia es un producto de la imaginación del autor. Es una fantasía. Por lo tanto es completamente ficción. Nunca pasó. Eso no significa que apoye o condone los actos que aquí son descritos. El autor no quisiera que este tipo de situaciones ocurrieran en la vida real. SÓLO ES UNA HISTORIA, ¿VALE?

N.T.: Esta historia está basada parcialmente en la película 'Pretty Woman' (Mujer Bonita). Incluso dentro de la historia se hacen alusiones a ella. Se los juro, Julia Roberts estaría muy orgullosa de nuestro chico.

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Pretty Boy

Por Cutter08

Traducido por NinoCloudz

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Well it's a sharp shock to your soft side

Summer moon

Catch your shut eyes

In your room

In my room

-Soft Shock- Yeah Yeah Yeahs

-PARTE UNO-

¡Hacía un frío de mierda! Y estaba hambriento. Dos cosas que no podía soportar. El frío y el hambre. Ya iba siendo hora de rendirme y ceder.

Llevaba cuatro meses en las calles, y jamás me había sentido derrotado. Había robado una cubeta y una esponja de Home Depot, y durante el tiempo que llevaba en la ciudad me había dedicado a limpiar los parabrisas de las personas cuando paraban en los semáforos de los cruceros. Incluso los más tacaños me daban un poco de cambio. Aunque no todos. Algunos incluso me gritaban por ser una molestia.

Ahora Dallas esperaba una tormenta de hielo. Recordaba la del año pasado. Nunca en mi vida había sentido tanto frío, incluso dentro de mi casa, pero eso había sido antes de escapar. Así que, o podía regresar al almacén abandonado, lo cual sería una carrera contra el tiempo antes de morir de hambre o de frío, o podía hacer lo que los demás hacían.

Imaginar mi cuerpo siendo devorado por las ratas me ayudo a tomar una decisión.

Me tragué mi orgullo y caminé hasta una esquina. Ahí era donde los otros chicos se paraban a esperar. De vez en cuando llegaba un auto y los recogía. No soy estúpido. Sabía a qué se dedicaban. El simple pensamiento me revolvía el estómago, pero no tanto como el de las ratas royendo mi esqueleto.

Miré alrededor para ver si no había algún policía antes de cruzar la calle. Pasaron dos minutos cuando un Buick de 1998 se detuvo frente a mí. El conductor parecía tener sesenta y cinco años, por su aspecto no se había rasurado en más de una semana.

-Hey, niño,- dijo el señor con la ventana a medio abrir. Entonces con un gesto de su cabeza indicó que me acercara un poco más.

Caminé hasta la ventana, y eché un vistazo hacia su entrepierna. Tenía la polla de fuera, y la estaba acariciando, provocando que se balanceara hacia adelante y atrás. La tenía suave y no circuncidada. Prácticamente podía oler el esmegma apestoso desde donde estaba.

Mirando al interior de su auto pude ver botellas de cerveza vacías y paquetes de cigarrillos arrugados sobre los asientos.

-¿Te gusta lo que tengo para ti?- me preguntó, mientras agitaba su polla flácida para mí.

Imaginé que tendría que masturbar por horas su pene para lograr que ese pedazo de carne inservible tuviera una erección. Después probablemente querría matarme, o peor, no me pagaría.

-Vamos, súbete,- dijo en un tono bajo.

-Tengo hambre, pero no para tanto,- dije, y me alejé de la ventana.

El hombre me escupió a los pies, y pisó el acelerador.

Mientras veía como las luces traseras del auto desaparecían por la avenida, algo llamó mi atención. En la siguiente cuadra una limusina blanca se estacionó en el área de valet parking del hotel. Con curiosidad me acerqué, pensando en que me encontraría con una celebridad. Tal vez una estrella de cine o alguien de la TV.

Me quedé esperando al otro lado de la acera. Finalmente, la puerta se abrió, y un hombre muy apuesto salió.

Un pedazo de papel escapó volando del auto cuando el hombre cerró la puerta. Flotó con el viento y terminó tirado a mis pies.

Lo recogí, y en un nanosegundo corrí hasta donde estaba el hombre.

-Señor… señor… se le ha caído esto.

Se dio la vuelta y me miró desde arriba. Estiró su mano para tomar el papel, sus ojos nunca dejaron de observarme.

-¿Qué estás haciendo fuera en una noche como esta?

-Me congelo, señor. ¿Y usted?- respondí.

-Vengo de una cena de negocios aburridísima. La chaqueta que llevas puesta es muy ligera, te va a dar neumonía.

-No importa. Probablemente muera de hambre, antes de enfermarme, - dije.

-Ya veo. Bueno, probablemente te merezcas una recompensa por haberme devuelto esto. ¿Qué te parece si te invito a cenar?- dijo mientras se metía el papel en uno de los bolsillos de su abrigo.

Entramos al hotel. En la recepción le hizo una pregunta al encargado.

-¿Enviaste el paquete que te pedí?

El empleado me miraba fijamente cuando contestó:

-Sí, señor Barton.

-Perfecto,- entonces sacó su billetera y a través del mostrador deslizó un billete de cincuenta dólares.- Tú no has visto a nadie.

El encargado sonrió de manera sabionda.

-¿Ver a quién, señor?

En el elevador pude sentir que los ojos del señor Barton no dejaban de observarme. Yo sabía que estaba sopesándome, y había llegado a la conclusión correcta: era un niño de la calle dispuesto a cambiar sexo por dinero.

La suite era enorme y muy hermosa. No se parecía en nada a los moteles baratos que visitaba con mi mamá.

-Hay un menú de servicio a la habitación en la mesa al lado de la cama. ¿Por qué no le echas un vistazo mientras me refresco?

Lo seguí hasta la habitación, en donde se quitó su abrigo y entró al baño. Podía ver el pedazo de papel asomándose del bolsillo de su abrigo, el cual descansaba sobre el colchón. A primera vista pude ver que se trataba de un cheque de algún tipo.

Miré a través del menú, preguntándome si primero podía comer, o si antes tenía que hacer ‘eso’. No sabía qué cosa del menú podía combinar mejor con el esperma. Pensaba… una hamburguesa doble con aderezo de corrida, o quizás helado de vainilla con semen para el postre. Ninguno de ellos sonaba muy apetitoso. Pero al menos estaba adentro, donde estaba caliente, y al parecer hasta iba a tener una comida decente.

El señor Barton salió entonces del baño. Tenía la idea de que iba a salir desnudo, pero no fue así.

-¿Ya decidiste qué quieres comer?- me preguntó, mientras sacaba el cheque de su abrigo y lo metía en un maletín.

-No sé de cuanto sea la ‘recompensa’ que está dispuesto a pagar, así que mejor decida por mí. Me gusta de todo… uh… casi todo.

Soltó una risita y tomó el teléfono.

-Por favor, quisiera un bistec de solomillo, con los vegetales que crean que le van mejor, una jarra de té dulce, y dos pasteles de queso. Gracias.

El señor Barton me dedicó otra mirada investigadora.

-¿Cómo te llamas, chico?

-Wylie.

-¿Willie?

-No, Wylie, como el coyote del correcaminos.

-Estás de broma. Que terrible,- se rio.

-Ni que lo diga. Yo he tenido que vivir con él.

-¿Y de dónde eres?

-De South Oak Cliff.

-No sabía que todavía quedaba gente blanca en ese lugar.

-Pues me escapé, yo era el último.

El señor Barton se dobló de la risa.

-Eres un niño gracioso. Tal vez por eso te nombraron en honor a una caricatura.

-Dudo mucho que haya sido un bebé chistoso, creo más bien, que lo desarrollé con el tiempo.

-Gracioso e inteligente. Que buena combinación. Bueno, si te hace sentir un poco mejor, yo también crecí en South Oak Cliff. En Fernwood.

-Me lo imaginaba, es una calle muy bonita en comparación con Fordham.

-¿Creciste en Fordham? ¿De verdad? ¿Qué número?

-En el 1715.

Barton se estremeció.

-Oh, conozco ese lugar, era un basurero antes de que yo naciera.

-Sí, ahí mismo,- dije como confirmación.

-Así que escapaste, ¿ahora qué?

-Trato de sobrevivir.

-¿Quieres darte un baño antes de cenar?

Para mí eso se escuchaba a que tendría la oportunidad de cenar antes de ponerme a trabajar. Porque cuando terminara de comer… tendría que comer más.

-Uh… seguro.

-En el baño hay toallas y una bata que puedes utilizar antes de salir.

No me gustaban las implicaciones de eso. Estaría desnudo, y me sentiría más vulnerable de lo que me habría gustado.

-Um… no lo sé… quiero decir, yo nunca he…

-No te preocupes, estás a salvo. No soy ningún violador.

Parecía honesto. Y definitivamente necesitaba y quería darme una ducha.

¡Dios! Ese baño fue una gloria. Había estado bañándome en los baños de las gasolineras desde hacía cuatro meses. Me quedé debajo del chorro de agua caliente hasta que mi piel se puso arrugada. Creo que casi me acabé el champú, incluso utilicé acondicionador. Me sentía de maravilla.

Al terminar me lavé los dientes, me sequé y me vestí con la bata. Pude ver que la cartera de Barton descansaba sobre el lavabo. Eso había sido muy estúpido de su parte. Jamás debías dejar cosas de valor frente a los ojos de un niño desconocido. Afortunadamente para él, yo no era ningún ladrón. Aunque más pronto de lo que me gustaría admitir me convertiría en una puta.

La bata me quedaba gigantesca, así que la até fuertemente alrededor de mi cintura. Me miré al espejo para verificar que nada indebido se asomara y salí.

-Tu comida ha llegado, al mismo tiempo que la tormenta, me temo,- me informó Barton.

Levantó el domo plateado que cubría el plato. No podía creer lo que mis ojos veían.

-Ese es el pedazo de carne más grande que haya visto en mi vida,- exclamé.

-Gracias por el cumplido, pero ¿qué te parece el corte?

Tenía que reírme.

-Es evidente que no soy el único con sentido del humor.

La referencia a su ‘pedazo de carne’ ayudó a aligerar el ambiente. Me sentí relajado, al igual que él.

-Es un bistec de solomillo, es el más grande del menú. No sabía que tan hambriento estás.

-Creo que tendré que llevarme las sobras en una bolsa. Podría comer esto por una semana.

-Como te dije, la tormenta ha comenzado, no creo que sea buena idea que te vayas esta noche. Ahora, si me disculpas, yo también necesito una ducha.

Comí hasta sentirme saciado, y aún así sólo me las arreglé para comerme un cuarto del bistec. No probé el pastel de queso. Había ordenado dos, así que asumí que uno era para él. Habría sido de mala educación no esperarlo.

Barton regresó de su ducha, utilizaba una bata que hacía juego con la mía. Sin embargo, a él le quedaba perfecta, mientras que las mangas de la mía se empeñaban en cubrir mis manos.

Era mi turno de observarlo. Era alto, de hecho, era un tipo apuesto, no era musculoso, pero sí tenía hombros amplios y buenas piernas. Era todo lo que podía ver.

-¿Y tienes nombre? ¿O debo llamarte señor Barton?

-Greg, pero me puedes llamar como tu desees. ¿Cuál es tu historia?

-Ya sabes, lo típico. Me cansé de ser maltratado por mi madre adicta al crack y de su amante en turno.

-¿Cuánto tiempo llevas en las calles?- preguntó Greg.

-Cuatro meses. Me había ido bien hasta que cambió el clima.

-No hay muchos clientes en invierno, ¿eh?

Eso me dolió. No pude dejarlo pasar, y me puse a la defensiva.

-Yo no soy… es decir, yo nunca he… bueno, no hasta el día de hoy… mierda, no importa ya…- dije con frustración.

-¿Cuántos años tienes?- preguntó Greg.

-Doce. ¿Por qué? ¿Tienes algún límite de edad para tus putas?

No sabía por qué había dicho eso, supongo que era un mecanismo de defensa.

-Creo que esa me la tenía merecida,- dijo Greg a modo de disculpa.

-Sí, y para tu información jamás había hecho esto. Me gano la vida de forma honrada, nunca he vendido mi cuerpo.

Por alguna razón no pude contenerme y estallé en lágrimas. No quería que él pensara en mí como un simple prostituto.

-Estoy desesperado, y tenía hambre y frío.

Greg me observó por un minuto y después preguntó:

-¿Alguna vez has visto una película llamada ‘Pretty Woman’?

Me limpié los ojos y la nariz con un pañuelo que Greg me tendió.

-No, ¿está buena?

-Hay personas a las que le fascina. Tiene uno de esos finales felices en donde un caballero de brillante aradura salva a la princesa.

-Se escucha muy cursi. ¿Por qué me preguntas si la he visto?

-Bueno, pues si no tienes mejores propuestas de trabajo, me gustaría que te quedaras conmigo unos cuantos días. Para que me hagas compañía, y conversemos.

-Uh… ¿unos cuantos días?

-Te pagaré por tu tiempo.

-¿Cuánto?

-Digamos, unos cien dólares al día.

-¿Cien dólares al día?- Eso era más lo que ganaba limpiando parabrisas en varias semanas.

-Bueno, entonces doscientos.

¿Doscientos? Claro, pero, ¿qué me pediría hacer a cambio de tanto dinero?

Greg observó que estaba dudando.

-Vale, entonces trescientos. Es mi oferta final. Pero por ese precio, ya no debes llorar.

-Trato hecho.- Las palabras salieron disparadas de mi boca. Oh, mierda. ¿En qué lío me había metido?

-PARTE DOS-

Miraba a través de la ventana, estábamos a diez pisos de altura, y la ciudad estaba cubierta de hielo.

Cuando me encontré con Greg, apenas estaba anocheciendo, ahora ya eran casi las diez de la noche. Sabía que eventualmente tendría que enfrentarme a mi destino, y hacer algo que jamás habría querido hacer.

Ver el hielo acumulándose en la acera de abajo me hizo sentir feliz de no estar al aire libre, al menos estaba a salvo.

Greg estaba al teléfono, hablando con alguien de Los Angeles.

En ese momento pensé que tal vez las cosas serían más fáciles si no veía lo que estaba haciendo, así que caminé por la habitación y apagué todas las luces, me quité la bata, y me acosté sobre la cama. Era la más cómoda que había probado en mi vida.

Mientras me acomodaba sobre las sábanas pensaba: ojalá que no quiera hacerme… eso… pero si lo pide, al menos estoy en un buen lugar. Era obvio que pediría algo a cambio. Me estaba pagando un montón de dinero. ¡Mierda! De hecho, sólo lo había mencionado, pero no había sacado nada de su cartera. Mi mamá siempre había pedido el pago por adelantado. Aunque, a decir verdad, Greg parecía ser honesto. E incluso si no me pagaba, por lo menos estaba en un lugar cálido y con la barriga llena. Si terminaba estafándome, al menos me serviría de experiencia. En fin, muy pronto tendría que desquitar mi sueldo. Al menos iba a ser con un hombre apuesto y amable. No como el cretino del Buick que agitaba su pene asqueroso para mí.

Parecía que había pasado una eternidad, cuando por fin Greg regresó a la habitación. Yo estaba acostado boca arriba en el centro de la cama, con una sábana cubriéndome hasta el cuello, esperando por algo que seguramente sería una experiencia dolorosa.

Mi corazón comenzó a latir fuertemente dentro de mi pecho cuando escuché que empezó a acercarse hacia mí. No podía ver nada, pero imaginé que se estaba quitando la bata, entonces, la sábana que me cubría se levantó para luego cubrirme de nuevo mientras Greg se acostaba a mi lado.

Su cuerpo entró en contacto con el mío. Pude sentir su piel pegándose a la mía, desde mi hombro hasta mi rodilla. ¡Estaba desnudo! Ambos lo estábamos, acostados lado a lado.

Tomé un respiro muy profundo, y sin querer suspiré. Tenía que enfrentarme a esto de una vez por todas. Combatir mis miedos, como había hecho cuando decidí escapar de casa, así que rodé para acostarme de lado, apoyé mi cabeza sobre su hombro, y mi mano la descansé sobre su pecho. Su brazo me envolvió en un abrazo.

Para mi sorpresa, noté que no tenía mucho pelo en el pecho. Pero lo que más me sorprendió, fue sentir que yo tenía una erección. Me daba un poco de vergüenza, porque no había manera en que Greg no pudiera sentirla presionándose contra su cadera.

Me quedé quieto por un momento. Podía sentir, debajo de mi mano, que su corazón también latía muy fuerte. No estoy seguro de quien de los dos tenía el corazón más descontrolado. Greg no dijo ni una sola palabra cuando mi mano comenzó a moverse hacia abajo, a través de su torso. Aguanté la respiración por lo que estaba a punto de hacer. Entonces lentamente deslicé mi mano a través de su abdomen. Cuando llegué a donde se suponía que estaba su ombligo, mi mano chocó con algo.

¡Jesús! Esa no podía ser su polla. ¿La punta de su pene llegaba hasta su ombligo? La mía no llegaba ni de broma hasta ahí. Levanté un poco mi mano, y con la punta de mis dedos comencé a tantear el objeto. Definitivamente se sentía como la cabeza de un pene. Uno muy grande, además. Deslicé mi mano a través de la asta, hasta que llegué aproximadamente a la mitad y la envolví en un puño. Mis dedos no alcanzaban a cerrarse alrededor de ella. De ninguna manera ese monstruo me iba a caber en la boca, lo cual no era un buen presagio. Él esperaba que lo satisficiera de una forma u otra. Para eso me estaba pagando. Los clientes insatisfechos de mi madre usualmente la molían a golpes.

Comencé a masturbarlo, al principio lo hice lentamente, de la misma forma en que me acaricio yo mismo cuando comienzo a tocarme. Gradualmente comencé a acelerar el paso. Greg no tenía intención de detenerme. Poco tiempo después, noté que había algo húmedo en la punta de su polla. Era muy resbaloso, así que lo utilicé para frotar la cabeza con mi puño. Greg seguía sin detenerme. Tal vez podría salir bien librado con sólo masturbarlo. Volví a acelerar el ritmo, asegurándome de girar un poco mi puño cada que vez que lo dirigía hacia la punta, tal como me gustaba a mí. Greg soltaba un gemido en cada ocasión que mi mano se envolvía alrededor de la cabeza de su pene. De repente su cuerpo entero comenzó a tensarse, se quitó la sábana de encima, mientras yo sentía como su pene palpitaba varias veces entre mis dedos. Sabía que se estaba corriendo. Y de alguna forma me daban ganas de verlo. Nunca había visto a alguien tener un orgasmo. Lo seguí masturbando, sólo para asegurarme que de verdad había terminado. Podía sentir que ahora había más de esa sustancia pegajosa en la cabeza de su polla.

Después de un minuto su respiración se tranquilizó. Se removió sobre el colchón, y escuché que tomaba pañuelos de la caja que estaba sobre la mesa de noche. Por alguna razón, no había soltado su polla. Con el pañuelo se limpió el pecho, el abdomen y la cabeza de su pene. Todavía tenía mi mano envuelta en su sexo cuando me tomó de la muñeca y me limpió los dedos.

Cuando hubo terminado, volví a recostar mi cabeza sobre su hombro, y mi mano sobre su pecho. De forma inesperada, me empujó y me acostó sobre mi espalda, entonces estiró su mano hasta tocar mi pene. Nadie me había tocado ahí antes. Solté un gemido cuando su mano se presionó contra mi pequeña verga. Fue entonces cuando pude sentir que tres de sus dedos y su pulgar comenzaron a acariciarme lentamente.

Debo admitir que lo hacía mucho mejor que yo mismo. Aunque, evidentemente, él tenía muchos más años de experiencia que yo. No había notado lo caliente que estaba. Después de un minuto, me encontré empujando mis caderas contra su mano, con cada movimiento mis nalgas se levantaban del colchón.

Entonces mi mente explotó con mi primer orgasmo provocado por alguien más.

Cuando terminé, Greg soltó mi polla, y con su mano frotó mi abdomen. Esperaba que no se sintiera decepcionado por no encontrar evidencias de mi orgasmo.

Volvió a recostarse sobre la almohada, y yo retomé mi posición sobre su hombro. No estaba seguro de si la noche había terminado, pero no me sentía con muchas ganas de más. Sin perder el tiempo me quedé dormido.

Desperté cuando sentí que el cuerpo de Greg se movía debajo de mí. Se quitó las sábanas de encima y caminó de forma torpe hacia el baño. Miré su cuerpo desnudo mientras se alejaba. Era más apuesto de lo que había imaginado. Su trasero era contorneado, y los músculos en sus muslos se tensaban al caminar.

Escuché el chorro de su orina chocar con el agua del inodoro, lo cual me recordó que yo también necesitaba ir al baño. Después de un minuto, la puerta del baño se abrió y Greg salió. Dirigí mi mirada hacia abajo. Ahí estaba la polla que había tenido en mi mano hacía tan sólo unas horas. Incluso flácida se veía enorme. Regresé mi mirada hacia su rostro, y me dedicó una sonrisa. Sabía muy bien qué parte de su cuerpo había estado observando.

-Voy a ordenar el desayuno,- dijo.

Tomó el teléfono, dejándome admirar su cuerpo desnudo. Y no lo culpaba. Si yo también tuviera un cuerpo así, dejaría que me admiraran.

Un momento después colgó, y tomó asiento al borde de la cama. Puso su mano sobre mi pecho, me acarició suavemente, y después la movió hasta el borde de la sábana que me cubría de la cintura para abajo.

-¿Quieres que el chico de servicio a la habitación te vea desnudo en mi cama?

Negué con la cabeza y Greg se levantó para permitirme salir. Tapé mi cuerpo lo mejor que podía con la sábana, cuando mis pies tocaron el suelo salí disparado hacia el baño. Pude sentir que sus ojos siguieron cada uno de mis movimientos. Mientras orinaba, recordé con amargura que mi bata se encontraba tirada a un lado de la cama. Mi ropa estaba en el baño, pero se encontraba extremadamente sucia. No quería volver a utilizarla.

Llenándome de coraje, abrí la puerta, caminé al lado de Greg para recoger mi bata y me vestí. Su mirada se conectó con la mía. Sabía que había visto mi verga. Tenía una sonrisa de admiración, así que eso me hizo sentir mejor.

Creo que ordenó todo lo que había en el menú. Había huevos cocinados de tres formas distintas, tostadas, salchichas, wafles, fruta, café, leche, jugo. Sabía tratar bien a sus invitados.

Fue bastante agradable comer mientras conversábamos. Jamás había tenido un desayuno así. Se rio de mis chistes y preguntó acerca de mi vida. Dijo que admiraba mi coraje por escapar de esa vida, pero también me advirtió sobre los peligros de la calle.

Me contó que él era un hombre de negocios, que viajaba mucho y que no tenía esposa ni hijos. Cuando me dijo eso, recordé su polla, y pensé: las mujeres se están perdiendo de mucho. Oh, bueno, pues que mal por ellas.

Después del desayuno, Greg hizo otra llamada a Los Angeles. Mientras tanto yo me quedé en el ventana, admirando la ciudad, que ahora se encontraba cubierta por un hielo de color blanco resplandeciente.

Me di la vuelta cuando escuché que Greg gritaba al teléfono:

-¡¿Veinticinco mil?! Está bien, siempre y cuando incluya el paquete completo. Y digo todo. Vale. Llámame cuando el papeleo esté listo.

-La ciudad se ve aún más extraña cuando está cubierta de hielo y la observas a diez pisos de altura.

Greg se asomó por la ventana y mostró su aprobación.

-Parece que nos hemos quedado atrapados. Un día o dos.

Nos sentamos sobre el sofá, y Greg me ofreció un poco de café. Nunca lo había probado, así que acepté. Sirvió dos tazas, y agregó azúcar y crema a ambas. Me encantó, ahora sabía por qué había gente adicta a él.

Mientras daba un pequeño sorbo, Greg se dio la vuelta sobre el sofá para mirarme, apoyó su rodilla sobre uno de los cojines. Esto provocó que su bata se abriera lo suficiente para que yo pudiera ver la punta de su polla descansar sobre el sofá.

Traté de no mostrar ninguna reacción, y seguí sorbiendo de mi taza. Sin embargo, a cada rato mis ojos se desviaban hacia la cosa más interesante de la habitación. Pronto comencé a notar el silencio que reinaba. Levanté la mirada para mirar a Greg, y pude ver que me había atrapado mirando su entrepierna.

-¿Te encuentras bien?- me preguntó con una sonrisa.

-Um… sí. Me preguntaba por qué no estás casado. Eres muy atractivo, y obviamente ganas muy bien. ¿Por qué no te ha atrapado una cazarrecompensas?

Volvió a reírse.

-El único propósito que podría tener una mujer en mi vida, es para darme hijos. Quiero evitarme la molestia de estar casado. No quiero que alguien me diga todo el tiempo lo que debo hacer, que me reclame porque viajo demasiado, que gaste mi dinero en tonterías…

-He escuchado que son buenas para otras cosas. Y odio ser repetitivo, pero ese es el pedazo de carne más grande que haya visto,- dije, y mi mirada volvió a dirigirse hacia su polla.

Greg colocó su taza sobre la mesa central, también quitó la mía de mis manos. Desató el cinturón de mi bata, metió sus manos por debajo y las deslizó alrededor de mi espalda para abrazarme, entonces de un tirón me acercó hacia su cuerpo y comenzó a besarme. Al instante me puse duro. Empujó la bata por encima de mis hombros para desvestirme, y me levantó. Todo esto sin romper el beso. Me llevó cargando hasta la habitación y me recostó. Lo miré mientras se quitaba la bata, su polla dura sobresalía de su cuerpo, su propio peso evitaba que se mantuviera erguida.

Estaba cautivado por ella. La envolví con mis dedos, y pude ver que mi pequeña mano apenas y cubría una cuarta parte de su longitud. No sabía lo que quería hacer conmigo, pero yo sí estaba seguro de que quería probarla. Me levanté, me senté sobre el colchón y tomé la cabeza entre mis labios.

Greg dejó salir un gemido muy fuerte en el momento en que lamí suavemente el frenillo de su polla. Envolví mis labios sobre el glande, y traté de meter más dentro de mi boca, aunque sólo pude llegar un poco más allá de la cabeza.  A pesar de que sólo estaba comiendo la punta, era suficiente para llenarme completamente. Comencé a mover mi cabeza de atrás hacia adelante.

Sólo había pasado un minuto cuando Greg me tomó del cabello y me alejó de su entrepierna.

Levanté la cara y pude ver una mirada de deseo en sus ojos al mismo tiempo que me recostaba con las piernas abiertas sobre el colchón. Greg se recostó a mi lado, con la cabeza a la altura de mi cadera, y entonces se metió mi verga en la boca.

-¡Oh, Dios!

Jamás en mi vida había sentido algo similar. Mierda. En un instante mi espalda se arqueó sobre el edredón. Y de repente mi cabeza estalló. Greg solamente siguió con su tarea. Continuó lamiendo y acariciando con su lengua, al mismo tiempo que sus labios se apretaban alrededor de mi polla para masturbarme con el movimiento de su cabeza. Trataba de hacerme sentir un segundo orgasmo. Y en unos cuantos minutos, tuvo éxito. Mi mente volvió a estallar.

Cuando recuperé la cordura, levanté la cabeza para mirar hacia abajo. Él me regresó la mirada, mientras sostenía mi pequeña verga entre sus dedos y lamía la punta. No pude hacer más que cubrir mi cara con mis manos por la vergüenza. Era la primera vez alguien me veía tener un orgasmo.

Greg se movió sobre el colchón y retiró mis manos de mi rostro.

-Por favor, no te escondas. Eres hermoso.

Entonces comenzó a besarme de nuevo. Envolví mis brazos alrededor de su cuello y me derretí con el beso.

Después de unos momentos separé nuestros labios y lo empujé de los hombros para acostarlo sobre la cama. Su polla estaba clamando por mi atención. No dejaba de sorprenderme que mis dedos no lograran cerrase alrededor de ella. Noté que había una gota transparente escapando de la rendija de la punta, así que me incliné hacia adelante y la limpié con mi lengua. Para nada tenía mal sabor. Con una mano exprimí su polla para sacar más, y también lo limpié, pero esta vez con mis labios. Entonces, volví a engullir su verga. Hice lo que pude, aunque estoy seguro de que no era suficiente. Con una mano envuelta en la base comencé a masturbarlo al mismo tiempo que movía y apretaba mis labios alrededor de su pene. Eso pareció gustarle a Greg, porque comenzó a levantar sus caderas y a soltar gemidos.

-Estoy a punto de correrme,- me advirtió.

Sabía lo que me esperaba, lo que no sabía era cuánto esperma iba a salir. Sentí que los primeros dos disparos se fueron directo a mi garganta. Me las arreglé para tragármelo, pero cada vez eyaculaba más y más, al punto de llenar mi boca. Yo solamente seguía tragando y tragando. Si hubiera visto como se corría la noche anterior, me habría hecho una idea de lo que me esperaba. Pero en ese momento sentí que me iba a ahogar con su semen. Aunque eso no me importaba, porque era el semen de Greg.

Descubrí que me gustaba el sabor, así que me las arreglé para comérmelo todo, disfrutando cada bocado que me llenaba la lengua antes de enviarlo a mi garganta. No sé si chupar pollas era algo innato en mí, pero al menos me gustaba hacerlo con Greg.

Un momento después saque la verga de mi boca, sólo para limpiar el glande esponjado con mi lengua. Al mismo tiempo, observé fascinado como el pene se reblandecía en mi mano. Levanté la cara para mirar a Greg. Estaba sonriendo. Había descubierto que me encantaba chupársela. Pude sentir que mis mejillas se sonrojaban como nunca.

Al final solté su polla y me acosté a su lado. Greg me acomodó sobre un costado y presionó su abdomen contra mi espalda, me envolvió entre sus brazos y me besó en la nuca. Jamás me había sentido tan a salvo.

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Cuando desperté seguía entre sus brazos. Podía sentir su polla acunada entre la abertura de mis nalgas. Al parecer Greg tenía una erección a medio completar. Sabía que los hombres podían hacer… eso, pero parecía imposible que alguien pudiera meter algo tan grande en su interior. El simple pensamiento me provocó escalofríos. Pero al mismo tiempo, demonios, era una idea bastante erótica. Me hacía sentir provocativo. Más ahora, que estaba desnudo y en los brazos de mi hombre. Si Greg lo decidía, podía metérmela sin esfuerzo, y yo no podría hacer nada para evitarlo. Si él quisiera, podría violentar mi interior a su conveniencia y eyacular galones dentro de mí. La misma corrida que tenía un sabor delicioso. Su semen me llenaría, sería de su propiedad.

Meneé mi trasero contra su polla, disfrutando de la sensación de su erección completándose. En ese instante la mano de Greg se posó sobre mi pecho. Tiró de mi cuerpo hacia atrás para que nuestras pieles tuvieran contacto completo y me besó en el cuello.

-Greg. Vas a pedirme que… ya sabes,- le pregunté, y volví a mover mi trasero contra su polla.

Noté que levantó su cabeza de la almohada, y pude sentir sus ojos taladrando mi nuca, así volteé para mirarlo.

-¿Alguna vez lo has hecho?- me preguntó.

-Nunca. Bueno, anoche fue mi primera vez. Oh, sin contar lo que hicimos hace una hora.

-¿Es algo que te gustaría intentar?

-Um… para eso me estás pagando. De alguna forma asumí que tú…

Greg me interrumpió.

-Te estoy pagando para que me hagas compañía durante la tormenta, no para que seas mi puta. Eres muy inteligente, ingenioso y es divertido estar contigo. Sin mencionar que eres hermoso. Espero que lo que hemos hecho hasta ahora sea porque lo deseabas, y no porque creías que te estaba pagando por sexo.

Me di la vuelta completamente para abrazarme de su cuello. Esta vez fui yo quien inició el beso. Pude sentir su mano frotando el área donde empezaba mi trasero. De alguna manera eso me parecía más excitante que cuando me acariciaba la verga.

-Si te soy honesto, hasta hace unos días jamás habría pensado que haría tales cosas. Incluso ayer, antes de hacerlo por primera vez, no tenía ganas. Pero estaba desesperado. Casi me subo al auto de un anciano asqueroso. Afortunadamente no tuve el valor de hacerlo. No quiero ser como mi mamá. Pero entonces te vi, y ese cheque flotó hasta mí. Lo tomé como una señal, o algo así.

-¿Sabías que se trataba de un cheque?

-No, hasta que entraste al baño y lo vi asomándose del bolsillo de tu abrigo.

-¿Te diste cuenta de cuánto era?

-No.

-Medio millón de dólares.

-Medio… millón de… ¿estás mintiendo?

-No.

Recobré la compostura.

-Como sea, al instante te diste cuenta de que era un niño de la calle, y me hablaste como si fuera una puta. Eso me dolió mucho

-Me di cuenta de que eras un niño de la calle, sí, pero lo otro no se me cruzó por la mente. No te robaste el cheque. Por supuesto, existe la posibilidad de que supieras que jamás podrías cobrarlo. Sin embargo, no lo tomaste y tampoco pediste una recompensa por él. Fue cuando decidí dejar mi billetera en el lavabo. Tampoco tomaste nada. Había más de mil dólares ahí, y aún así ni siquiera la tocaste.

-Lo recuerdo, pensé que eras muy estúpido por dejar tu billetera a la vista de alguien desconocido. Pero para tu suerte, no soy un ladrón.

-No eres un ladrón, y tampoco te prostituyes. Son dos cualidades muy inusuales para ser un niño de la calle.

-Si ya sabías que no era una puta, ¿entonces por qué me ofreciste dinero?

-La verdad es que necesito a alguien con quien conversar. Eres muy misterioso. Además, no podía dejarte afuera con este clima. Sé que necesitas el dinero, así que fue un buen incentivo para convencerte y que te quedaras.

-Entonces por qué tuviste sexo conmigo.

-Primero que nada, un prostituto pide dinero por adelantado. Segundo, alguien que se dedica a tal cosa no se ve muerto de miedo, y tampoco tiembla de temor en la oscuridad, menos aún se siente aterrado de tocar la verga de alguien debajo de las sábanas. Tercero, no me acuesto con gente así. Y cuarto, si tuviera sexo con putas, habría follado tu pequeño y lindo culo tan duro que en este momento no podrías ponerte de pie.

Volví a besarlo.

-¿Eso por qué fue?

-Dijiste que tengo un trasero lindo.

-Tienes un trasero increíblemente sexy y adorable,- agregó.

-Y tú tienes el pedazo de carne más grande que haya visto,- dije, y agarré su polla.

-Eso ya lo habíamos discutido.

-¿Te sientes decepcionado de que aún no pueda venirme?

-Para nada. Eres hermoso y sensual y me fascina hacerte sentir bien.

-En eso eres un experto.

Nos besamos y abrazamos por un rato, entonces, decidí que quería admirar su polla de cerca. La examiné como si estuviera debajo de un microscopio. Greg recortaba su vello púbico, y se afeitaba las bolas. Me gustaba su apariencia.

Recosté mi cabeza sobre su abdomen y el resto de mi cuerpo lo descansé sobre el colchón. De esa forma tenía una mejor posición para jugar con su verga. Greg me observaba, mientras con una de sus manos acariciaba lentamente mi culo.

Unos minutos después, levanté mi cabeza y la posicioné por encima de los testículos, con suavidad lamí el escroto lampiño, para después tomar uno de ellos entre mis labios y luego dentro de mi boca. Uno acaparaba casi todo el espacio, sus testículos también eran enormes.

Levanté la mirada para observarlo. Me estaba sonriendo.

-Tengo la impresión de que te gusta mucho mi polla.

-Umm hmm,- balbuceé con su testículo presionando mi lengua.

-Es de mala educación hablar con la boca llena, jovencito,- dijo en tono de broma.

Levanté la cabeza y el escroto escapo de mis labios con un sonido húmedo.

-Sí, tengo que admitirlo. Me encanta tu polla. ¿Cuánto te mide?

-Veintisiete centímetros de largo, y diecinueve centímetros de circunferencia. Pero contigo se hace más grande.

-¡Dioses! Eso es casi tres veces el tamaño de la mía.

-No lo creo. ¿Cuándo fue la última vez que te la mediste?

-Antes de huir, hace cuatro meses.

-A tu edad el pene crece bastante rápido.

-Gracias por los cumplidos,- dije, y besé su polla en agradecimiento.

-¿Cuáles cumplidos?

-Sí, primero dijiste que yo hago que tu polla sea más grande, y después que tengo una verga decente para mi edad. Hay que comprobarlo.

Me levanté de la cama y me dirigí hasta el área del estudio. Tome una hoja de papel del librero.

Los ojos de Greg se mantuvieron pegados a mi cuerpo durante todo el proceso.

-Me fascina verte caminar desnudo, ¿qué estás haciendo?

Me sonrojé antes de contestar:

-Las hojas de tamaño carta miden veintiocho por veintidós centímetros.

-¿Cómo sabes eso?

-Shh, escucha.

Con mi mano levanté su polla del abdomen y la comparé con el lado más largo de la hoja, desde la base hasta la punta.

-Te tengo buenas noticias, te mide más de veintiocho centímetros. Mira, un poco de la punta sobresale más allá del borde de la hoja.

-Como te había dicho, cuando estoy contigo se hace más grande.

Posteriormente medí la circunferencia con el ancho de la hoja, haciendo una especie de tubo alrededor de la asta para que la medición fuera más exacta.

Cuando hube terminado levanté el tubo de papel y dije:

-¿Ves? Esta es tu polla.

-Vale, parece que tiene buenas medidas.

Un momento después me acosté a su lado y sostuve el tubo de papel justo al lado de mi erección para comparar los tamaños.

-Mira la diferencia.

-¿Alguna vez alguien te ha dicho que el tamaño no importa?- dijo con una risa.

-Para mí, tu tamaño sí es importante.

-¿Por qué?- preguntó perplejo.

-Mira esto.

Coloqué la base del tubo por detrás de mis testículos, y el largo lo posicioné por encima de mi barriga.

Greg me miró con asombro, mientras yo repasaba mi anatomía y en cómo se adaptaría a su tamaño.

-¡Dios mío!- dijo, imaginando lo que su polla haría en mi interior.

Un instante después, su cara flotó por encima de la mía antes de besarme apasionadamente. Greg encimó su cuerpo sobre el mío, atrapándome entre su peso y el colchón. Podía sentir su polla palpitando entre nosotros. Sabía con seguridad que quería follarme. Aunque para mí no era una idea tan deseada. El experimento con la hoja de papel solamente había servido para provocarme escalofríos.

Cuando rompió el beso sus ojos se encontraron con los míos. Sabía que podía ver mi miedo en ellos.

-Uh… salgamos a dar un paseo. ¿Te gustaría?

-No puedo.

-¿Por qué no? Tus piernas no están rotas.

-Mi ropa es una asquerosidad. No creo que quieras que me vean contigo vestido de esa manera.

-Perfecto, así ya tenemos un pretexto para salir. Hay una tienda departamental en la siguiente cuadra.

-Um… ¿te refieres a Saks Fifth Avenue?

-Sí, ¿por qué?

-Me estás pagando muchísimo dinero, pero no quiero gastarlo todo en una playera.

Greg soltó una risita y se agachó para darme otro beso.

-Eres adorable. Ahora, levanta ese increíble culito de la cama.

-°-°-°-°-°-

Al salir del elevador recordé que estábamos a treinta de diciembre. La recepción del hotel seguía engalanada con las decoraciones de fin de año. Las luces eran más luminosas de lo que recordaba. Lo mismo me sucedió con las decoraciones de la calle. Me parecían más brillantes y alegres.

La Navidad jamás había representado una fecha especial para mí. Nunca había recibido regalos, ni tampoco había asistido a la iglesia para agradecer a Dios. Para mí, esas fechas me parecían deprimentes.

Al entrar a Saks volví a sentir lo mismo. Por todas partes veía luces y decoraciones. Aunque la tienda estaba casi vacía. Supuse que el frío espantaba a los clientes, o quizás la mayoría ya había comprado sus regalos.

Un guardia de seguridad se acercó a nosotros. Bueno, en realidad tenía los ojos fijos en mí.

-¿Hay algún problema, oficial?- preguntó Greg de forma educada.

-¿El chico viene con usted?

-No es que eso le incumba, pero sí, viene conmigo.

-No quise importunar. Sólo estoy haciendo mi trabajo.

En el departamento de ropa para niños el vendedor me dedicó una mirada similar al ver que nos acercábamos.

-El chico necesita de todo,- dijo Greg al empleado.

-Eso es más que evidente,- contestó el vendedor.

Roger, eso se leía en su placa identificadora, me tomó varias medidas, y después comenzó a correr por todo el piso para recolectar ropa. Cuando terminó, me tomó de la muñeca y me arrastró hasta uno de los probadores.

Con premura me despojó de mi chaqueta, mi playera y los vaqueros. Al final me bajó los calzoncillos.

-¡Oiga!- dije, tratando de agacharme para volver a cubrirme.

Roger me dedicó una mirada exasperada.

-No eres el primer niño al que veo desnudo, ¿vale?

Me tragué mi orgullo, y con vergüenza salí de mi ropa interior, la cual estaba envuelta alrededor de mis tobillos. Me quedé desnudo frente a un espejo, esperando a que él abriera un paquete de calzoncillos. En el reflejo pude ver que no despegaba la vista de mi cuerpo.

Tomó una prenda del paquete y la sostuvo a la altura de mis rodillas para que metiera los pies y me vistiera.

-Si me permites decirlo, tienes un trasero increíble.

Coloqué mi mano sobre su hombro para mantener el balance.

-Gracias. Aunque es propiedad privada. Así que no me pongas las manos encima.

Deslizó los calzoncillos lentamente hasta mis caderas.

-¿Pertenece al caballero que te acompaña?- preguntó, con una sonrisa sabionda.

Yo solamente sonreí, y dejé que interpretara mi silencio.

Cuando terminó de vestirme, me tomó de la mano y me sacó a la sala de espera para que Greg me viera. Estaba al teléfono, pero mostró su aprobación un pulgar arriba.

Roger me llevó de vuelta a los probadores, y realizó el mismo proceso con un nuevo juego de ropa.

-Entonces, ¿eres como una… Julia Roberts?

No tenía ni idea de a qué se refería, pero volví a dedicarle una sonrisa.

Repetimos el mismo escenario en varias ocasiones, hasta que Greg dijo:

-También va a necesitar un traje. Mañana atenderemos una cena importante.

-¿De verdad?- le pregunté.

-Sí, en el salón de fiestas del hotel.

El empleado volvió a tomarme más medidas, y unos minutos después volvió con un saco muy elegante y una corbata que le iba a juego. Me llevó de nuevo a los probadores, y cuando hubo terminado de vestirme me miré al espejo. Debo admitir que me veía espectacular. Ese sentimiento fue comprobado cuando Greg entró por la puerta y me vio. Cuando miró mi reflejo me dedicó una mirada de admiración.

-Maravilloso. Es un niño completamente diferente,- dijo Roger.

-Es espléndido,- agregó Greg.

Nos dirigimos a la caja para pagar, y mientras Greg tecleaba números en la terminal, Roger le dijo en tono confidencial:

-Es un hombre muy afortunado.

-Gracias. No podría estar más de acuerdo,- dijo, y despeinó mi cabello.

Salimos de la tienda, ambos estábamos cargados de paquetes.

-¿Quién es Julia Roberts?

-¿Por qué lo preguntas?- quiso saber Greg.

-Porque Roger me preguntó si yo era una Julia Roberts.

Greg se rio tan fuerte que soltó dos de los paquetes que llevaba cargando. Cuando recobró la compostura, me dijo:

-Es una referencia a Pretty Woman. Se refería a una escena muy famosa a donde ella va de compras a una tienda muy lujosa.

-Tengo que ver esa película. No me gusta ignorar cosas que quizás sean importantes.

-°-°-°-°-°-

Estaba colgando mi ropa nueva en los ganchos del closet, cuando Greg me preguntó:

-¿Te importa si tiro esto a la basura?

En su mano sostenía una bolsa con mi ropa vieja.

-No… ¡Oh! ¡Espera un momento!

Corrí hasta donde estaba, y del bolsillo de mis vaqueros saqué el collar de Scruffy.

-¿Qué es eso?

-Es el collar de mi perro. Murió un día antes de que escapara. Fue como la gota que derramó el vaso. Siempre conté con él. Y de repente lo encontré muerto, y me sentí solo. Creo que el amante de mi mamá lo envenenó, pero no pude probarlo.

Me quité la ropa nueva que llevaba puesta y la colgué con el resto. No quería que se ensuciara. Greg regresó unos minutos después con su iPad.

-He descargado Pretty Woman. Pensé que te gustaría mirarla mientras hago algunas llamadas.

Conforme la película avanzaba comencé a entender las referencias. Julia Roberts era una prostituta. Richard Gere era su caballero de brillante armadura. Tal como Greg me había contado. Roger también había tenido razón, Julia era como yo comprando ropa de lujo en una tienda carísima. Incluso reconocí las miradas que recibí del recepcionista del hotel y del guardia de seguridad. Todo había sido como en Pretty Woman. Estaba en un lugar al que no pertenecía, y todo el mundo lo sabía. Roger incluso había deducido que me estaba acostando con Greg. Y lo dejó claro, muy descaradamente, cuando le dijo que era un hombre muy afortunado. Me había visto el culo, incluso le había gustado, y al final adivinó que Greg había estado disfrutando de él.

Sin embargo, no todo había sido igual a la película. Yo no había tenido la oportunidad de decirle a los empleados de una tienda que habían cometido un ‘error muy grande. ENORME.’ Pero podía notar las similitudes con certeza.

Cuando Greg entró a la habitación me encontró acostado sobre la cama, pensativo. Se sentó en el borde del colchón, y deslizó la punta de sus dedos desde mi pecho hasta el elástico de mis calzoncillos nuevos. Mi verga se puso dura en un instante. Tenía ese efecto sobre mí.

-Estás muy callado. ¿Hice algo malo?- me preguntó.

-No, lo de siempre. Todo el mundo piensa que soy una puta.

Greg soltó una risita.

-Nadie piensa tal cosa.

-Claro que sí. Veo la forma en que me miran. Incluso Roger dedujo que estábamos teniendo sexo.

-¿Qué te hace pensar eso?

-Cuando me vio desnudo me dijo que mi trasero era increíble, y después, antes de irnos te dijo que eras un hombre muy afortunado.

-¿Te miró el trasero?

-Me miró todo.

-Que se considere bien servido, entonces.

-¿Y por qué todo el mundo está tan obsesionado con mi culo?

-Porque es increíble.

-Eso es lo que me dijo Roger.

-Vamos a cenar algo,- contestó, cambiando de tema.

Cuando salimos del elevador el recepcionista se quedó perplejo al verme en mi ropa nueva. Pude notar que tardó en reconocerme, y era evidente que le parecía difícil de creer que pudiera lucir guapo.

-Ahí está otra de esas miradas de la película,- dije con un susurro a Greg.

Le echó un vistazo al recepcionista, y entonces, en un tono lo suficientemente alto para que pudieran escucharlo dijo:

-Solamente está celoso porque eres mío, y él jamás podrá tenerte.

Ese comentario me provocó un suspiro.

La cena fue maravillosa. Mi madre nunca había sido una buena cocinera, así que la disfruté al máximo. Y pensándolo bien, si lo analizaba, mi mamá nunca había sido buena en nada, especialmente en ser mamá.

Cuando regresamos a nuestra suite, tomé a Greg de la muñeca y lo arrastré hasta el baño.

-Vamos a bañarnos juntos.

-¿Qué pasó con el niño tímido que conocí?- preguntó Greg mientras nos arrancábamos la ropa.

-Aprendió bien de Julia Roberts,- dije, y envolví mis brazos alrededor de su cuello.

Él me acunó en sus brazos y apretó mis nalgas con sus manos.

-Debí haberte comprado una corbata cuando fuimos de compras,- dije.- Pero tendría que arreglármelas para cubrir la abertura de mi trasero, tal como hizo ella con su vagina,- finalicé con tono sugerente.

Greg se alejó y me miró a los ojos.

-Eso quiere decir que tú…

-Eso creo, pero sólo si prometes no lastimarme demasiado.

-Vuelvo en un momento.

Salió disparado del baño.

En lo que Greg volvía, ajusté la temperatura del agua y me metí debajo del chorro.

-¿A dónde fuiste?- pregunté cuando se unió a mí.

-Tenía que hacer una llamada.

Me parecía que era una hora muy extraña para hacer llamadas. Pero eso dejó de importarme, porque estábamos desnudos, y compartíamos la ducha.

Fue el mejor baño de mi vida. Nuestros cuerpos mojados se frotaron fuertemente debajo del agua. Nos besamos. Mi lengua lo lamió por todos lados. Sus labios besaron partes de mi cuerpo que no sabía que podían sentir tanto placer. Nos enjabonamos el uno al otro. Greg incluso me besó los pies.

Justo en el momento en que regresamos a la habitación alguien llamó a la puerta.

-Ese debe ser Larry. En momento regreso.

Se vistió con la bata, y se dirigió hacia la puerta. No pude ver nada, pero escuché la voz de un hombre.

-Jefe, jamás he puesto en duda lo que me ordena, ¿pero para qué necesita esto?

-Te lo explicaré después,- dijo Greg y cerró.

Regresó a la habitación con una bolsa colgando de su mano derecha. Volvió a desvestirse y se metió en la cama conmigo.

Me besó apasionadamente de nuevo.

-¿Estás seguro de que quieres intentarlo?

Yo solamente le dediqué una sonrisa y asentí con la cabeza. Comenzó a rebuscar entre la bolsa y sacó un pequeño frasco con un líquido transparente, después, revolvió las cosas un poco más y extrajo un objeto de plástico que parecía un árbol de navidad, pero era liso y de color negro.

-¿Qué es eso?

-Es un tapón anal.

De inmediato supe lo que tenía planeado hacer con él.

-¿Por qué querrías taparlo cuando te lo estoy ofreciendo? Pensé que eso era lo que deseabas.

-Obviamente. Y más de lo que te puedas imaginar. Pero no quiero lastimarte. Este objeto hará las cosas más fáciles para ti.

Vertió un poco del líquido del frasco en la punta del dilatador. Yo tomé eso como una señal para ponerme boca abajo.

Greg masajeó mi espalda y me acarició las nalgas.

-Trata de relajarte,- me dijo suavemente.

Entonces sentí el dilatador posicionarse sobre mi ano, al mismo tiempo que Greg agregaba presión sobre el esfínter. El lubricante ayudaba a que resbalara lentamente. Greg comenzó a follarme con el objeto de forma lenta, pero con un ritmo constante. Sabía que con cada empujón que daba el dilatador se introducía más y más profundo. También sabía que, por la forma que tenía, con cada estocada estiraba mi ano alrededor del extremo más grueso, así que podía imaginar lo que estaba pasando detrás de mí. Pronto pude sentir como mi ano se dilataba cada vez que lo metía más profundo. No me dolía para nada, así que me dedique a disfrutar de la sensación. Entonces Greg se agachó y me besó en la nuca; sentí como agregaba más presión, y de repente mi esfínter se cerró alrededor del extremo más estrecho del dilatador. Lo tenía dentro de mí, lo único que sobresalía era la base plana y circular.

Me acarició el hombro con preocupación cuando dejé escapar un gruñido.

-¿Te encuentras bien?

Como contestación sólo pude asentir con la cabeza sobre la almohada.

Dejó que mi ano se acostumbrara a la sensación, pero, después de un minuto, sentí que sus dedos agarraron la base del dilatador y tiró del él para sacarlo. Mi músculo lo liberó de mala gana, y volví a soltar un gruñido. Sin perder el tiempo Greg volvió a penetrarme y a sacarlo otra vez. Cada vez que lo hacía yo dejaba salir un gemido. Después de superar la incomodidad de las primeras estocadas, comenzó a gustarme. Mi verga nunca había estado tan dura.

Unos minutos después dejó de follarme con el objeto. No pude evitar sentirme decepcionado, porque lo estaba disfrutando muchísimo. Entonces, escuché que volvió a revolver las cosas de la bolsa, así que eché un vistazo sobre mi hombro en el momento en que Greg sacaba otro dilatador, el cual era notablemente más grande que anterior. Lo presionó sobre mi ano y el proceso volvió a comenzar. En esa ocasión pude sentir que, aparte de dilatarme, también llegaba más profundo. Cuando se inclinó para besarme en la nuca ya sabía lo que me esperaba. POP. Mi esfínter cedió. Esa vez solté un gemido mucho más fuerte.

-¿Te encuentras bien?

Asentí con la cabeza, y él volvió a besarme en el cuello.

-Lo estás haciendo muy bien.

Me penetró con el dilatador una y otra vez, en cada ocasión lo retiraba completamente para después deslizarlo a través de mi ano, hasta que mi esfínter se cerraba sobre la base. También aceleraba el ritmo, literalmente me estaba follando con él. Con cada uno de sus movimientos yo levantaba las nalgas para recibir el objeto. Entonces, todo volvió a detenerse.

Volví a escuchar el sonido de la bolsa, pero esta vez ya no miré. No quería saber lo que venía después.

Cuando comenzó a penetrarme pude sentir que el objeto era más grande. Greg me dilató más rápido en esa ocasión. Al principio el dolor era casi insoportable, pero yo no podía hacer nada más que gemir. Greg pareció darse cuenta de que sentía dolor, así que desaceleró el ritmo de sus movimientos para que mi cuerpo se ajustara a ese nuevo tamaño. Si no hubiera sido por el ardor y el dolor de mi esfínter al ser dilatado, me habría fascinado sentir como me llenaba con esos objetos.

Una vez más Greg se agachó para darme un beso en el cuello. Yo solamente me agarré fuerte de la almohada y él empujó el dilatador.

-¡MIERDA!

-Ya pasó lo peor,- dijo con un susurro y volvió a besarme.

Entonces tomó la base y lo sacó, lo cual fue igual de doloroso, solamente para volver a empujarlo en mi interior. Así hizo varias veces antes de dejar descansar a mi ano.

Una vez más, escuché el sonido de los objetos siendo revueltos en la bolsa, no pude evitar mirar sobre mi hombro. En mi mente rezaba para no volver a tener que pasar por lo mismo. Afortunadamente, solamente extrajo un pequeño tubo con una boquilla.

-Ve al baño y utiliza esto.

Al leer las instrucciones cobró sentido. Hice lo que me pidió. Cuando me senté en el inodoro no pude evitar llevar una mano a mi trasero. Con mis dedos sentí mi entrada, lo que solía ser mi pequeño esfínter ahora era enorme.

Cuando regresé a la cama, Greg me preguntó:

-¿Te lastimé, cariño?

-Sólo un poco,- mentí.- ¿Así va a ser siempre?

-No, te prometo que irá siendo más fácil.

Me acosté a su lado y comenzamos a abrazarnos y a besarnos. Mi erección volvió al instante.

-Creo que estoy listo.

-¿Estás seguro de que quieres intentarlo? No te sientas obligado.

-Por supuesto que quiero hacerlo. No me sometí a esa preparación por nada.

Greg vertió lubricante sobre su polla. Mientras tanto, yo me acosté de lado, ofreciéndole mi espalda. Tuve que recorrer mi cuerpo hacia abajo para obtener un mejor ángulo y que su verga estuviera justo sobre mi ano. Me besó el cabello al mismo tiempo que aplicaba presión contra mi trasero. Un momento después, mi esfínter cedió y la gorda cabeza de su polla estaba dentro de mí. Me dolió un poco.

Una vez en mi interior, Greg me envolvió en un abrazo y comenzó a mover su cadera en pequeñas estocadas. Mi ano había sido dilatado, pero para mi cuerpo, esta era una sensación completamente nueva. No estaba mal, sólo era diferente. Me dolía, pero era un dolor delicioso. De repente Greg dejó de moverse.

-¿Por qué te detienes?- le pregunté.

-Estás muy apretado, no me quiero correr tan rápido.

No estaba seguro de si yo quería que se corriera o no. Porque si lo hacía, todo habría terminado. Cuando comenzó a moverse de nuevo, pude sentir que con cada movimiento me penetraba más y más profundo. Al recordar el experimento con la hoja de papel llevé una mano hasta mi barriga. ¡Dioses! Realmente podía sentirlo ahí dentro. Justo por encima de mi pubis podía sentir como el glande de su pene se movía debajo de la superficie. También recordé lo profundo que podía llegar. Si mis cálculos eran correctos no me había metido más de la mitad de su polla. Mi verga estaba dura como una piedra. Dejé mi mano sobre mi abdomen para calcular el progreso que hacía con cada estocada.

Entonces recordé su expresión cuando vio el tubo de papel encima de mi abdomen. Así que tomé su mano que descansaba sobre mi pecho y la presioné sobre el área debajo de mi ombligo para que sintiera lo que hacía dentro de mí. Se detuvo, alejó su cadera un par de centímetros, y entonces me penetró, más profundo que antes.

-Dios mío. Eres un puto ángel.

Aceleró el ritmo, y yo comencé a disfrutar de su polla dentro de mí. De repente, sentí que su verga comenzó a palpitar y que una cálida humedad llenaba mi recto.

Cuando su orgasmo terminó, Greg me dedicó varios besos en el cabello.

-Eres asombroso. Te amo.

Me preguntaba si iba a ser doloroso cuando Greg retirara su polla. Pero pronto descubrí que no tendría que preocuparme por eso, porque las caderas detrás de mí comenzaron a moverse otra vez. No había perdido su erección. Esa vez su penetración fue más lenta, en cada movimiento retiraba casi completamente su verga, sólo para metérmela en un empujón rápido. Su mano estaba presionada firmemente sobre mi abdomen, para que pudiera sentir el progreso de su polla.

Al parecer su semen había lubricado mi interior, porque podía sentir menos resistencia. Greg me estaba follando sin piedad, y a mí me encantaba. Con una mano levanté mi pierna en el aire al mismo tiempo que empujaba mi culo hacia atrás para recibir su polla. Quería sentirla cada vez más y más profundo.

-Así… fóllame, Greg. Fóllame duro.

Nos corrimos al mismo tiempo. Ni siquiera sabía que los hombres podían venirse solamente por tener una polla en el culo. Pero eso era lo de menos, porque ese había sido el mejor orgasmo de mi vida.

Poco a poco recuperamos la respiración.

-¿Te encuentras bien?

-Te lo haré saber una vez que deje de mirar estrellas.

Su polla blanda se deslizó fuera de mi cuerpo. Me di cuenta de que quería volver a tenerla adentro. Greg se levantó de la cama y se dirigió al baño. Creo que perdí la consciencia por unos instantes, porque lo próximo que supe fue que Greg estaba utilizando un paño cálido para limpiarme. Abrí los ojos, y pude ver su verga gigante justo frente a mi cara. No supe por qué lo hice, pero levanté una mano y la acaricié cariñosamente. Supongo que quería volver a ponérsela dura para que me penetrara otra vez.

Cuando se metió a la cama volvió a abrazarme, con su pecho y abdomen pegados a mi espalda. No pude evitarlo y metí una mano entre mi culo y su polla para tomarla entre mis dedos. Simplemente no podía soltarla.

-No puedo creer que me la hayas metido completa.

-No fue así. Creo que sólo metí tres cuartos de su longitud.

¿Tres cuartas partes? Demonios. En ese momento hice la promesa de que mejoraría para tenerlo completo dentro de mí. Había sido muy bueno conmigo. De alguna forma tenía que regresarle el favor.

-Lo siento.

-No hay ninguna razón para que te lamentes. Follarte ha sido la experiencia más increíble de mi vida. Eres asombroso. Perfecto.

Me dio un beso en el cabello y me abrazó más fuerte. En sus brazos me sentí seguro y me quedé dormido.

-°-°-°-°-°-

Creo que mi ano se recuperó durante la noche. Porque en la mañana, unté la polla de Greg con lubricante, me senté a horcajadas sobre él y traté de penetrarme con su pene. Al principio parecía que mi esfínter no cedería, y estaba tan desesperado por tenerlo dentro de mí que me empuje fuerte contra su verga. Cuando por fin logró penetrarme, solté un grito y me colapsé sobre su cuerpo.

Greg me abrazó fuertemente mientras yo gemía sobre su cuello.

-Tranquilo, nene. No estás obligado a hacerlo.

-Lo sé. Pero te deseo, y quiero hacerlo por ti.

Cuando mi trasero se hubo acostumbrado a la invasión, comencé a mover mi culo hacia adelante y atrás. No pasó mucho tiempo cuando por fin tuve al menos veinte centímetros dentro de mí. Quería tenerla toda, así que me puse en cuclillas y traté de sentarme sobre ella, pero con eso sólo pude introducir unos centímetros más.

-Madre mía, ¡mira eso!- dijo Greg.

Podíamos ver que su polla sobresalía por encima de mi pubis, y por debajo de mi piel.

Levanté un poco las caderas, y después di una sentadilla rápida para que Greg pudiera ver como se empujaba dentro de mí.

-¡JODER!

Greg se vino a chorros. Me encantaba sentir su semen en mi interior. Sabía que estaba haciendo un buen trabajo.

Cuando su orgasmo terminó, levanté mis caderas y saqué la polla de mi ano. Me dirigí a la ducha para darme un baño. Al regresar Greg me hizo una pregunta.

-¿Hoy quieres ir al cine o algo así?

-Creo que nunca he ido a uno,- dije con una sonrisa.

Desayunamos en el restaurante del hotel y después salimos a las calles. Mirando alrededor pude notar que el hielo se derretía rápidamente. Solamente quedaba un poco en los lugares donde daba la sombra. Me distrajo una limusina blanca que se estacionó frente a nosotros. Era la misma de la noche en que había conocido a Greg. Un momento después, el hombre más grande que haya visto en mi vida salió de la puerta del conductor para después abrir la puerta para Greg.

-Te presento a Larry. Es mi chofer, guardaespaldas, y mejor amigo.

Levanté la mano para saludarlo.

-Estoy encantado de conocerte, Larry.

La cara de Larry cambió su expresión de amabilidad a sorpresa en un instante.

En ese momento reconocí su nombre. Larry era quien había llevado los dilatadores anales a Greg la noche anterior. Seguramente había deducido que eran para mí.

Después de terminar con las presentaciones subimos a la limusina. El interior era enorme.

-Larry ya sabe,- dije, enfrentando a Greg.

-Probablemente.

-¿Eso te tiene sin cuidado?

-Por supuesto. Es mi mejor amigo y confío en él completamente.

Durante la película no pude concentrarme. Sabía que afuera el sol estaba derritiendo mi tiempo con Greg. Cuando salimos del cine no quedaba hielo en ninguna parte. De repente me encontré rezando por una tormenta invernal, pero no funcionó.

Cuando regresamos a la suite, Greg hizo más llamadas telefónicas. Mientras él estaba en eso, reuní mis pertenencias. Acomodé mi ropa en dos pilas. Entonces me senté sobre la cama y esperé.

-¿De qué se trata todo esto?- me preguntó cuando me vio.

-La tormenta ha terminado, así que será mejor que me vaya. Esta ropa ya la utilicé, pero esta de acá todavía tiene las etiquetas. Probablemente puedas pedir una devolución si las llevas a la tienda.

-Ya veo. Pero las he comprado para ti.

-Vivo en la calle. No tengo donde guardar esta ropa tan bonita.

-Vale, comprendo. ¿Entonces piensas irte a las calles otra vez?

-Bueno… yo… me dijiste que me contratabas para hacerte compañía durante la tormenta. Y ahora que ha terminado, pensé que querrías continuar con tu vida.

-Todavía tenemos la cena de esta noche. En el salón de baile. ¿Recuerdas? No querrás que pase la noche de fin de año a solas, ¿o sí? Por favor, quédate un día más.

Me levanté del colchón y envolví mis brazos alrededor de su cintura.

-Yo soy el que debería estar rogándote,- dije y levanté la mirada hacia su rostro.

Entonces me elevé sobre la punta de mis pies para besarlo. Obviamente, una cosa llevó a la otra, y pronto ambos nos encontrábamos desnudos sobre la cama. Greg volvió a utilizar uno de los dilatadores para abrirme. Cuando terminó de trabajar sobre mi ano, me di la vuelta para acostarme boca arriba y con mis manos agarré mis rodillas y las jalé hacia arriba para mantenerlas abiertas.

Greg entendió mi sugerencia, así que alineó su cuerpo encima del mío. Se inclinó para besarme en los labios al mismo tiempo que acomodaba la punta de su polla encima de mi agujero. Me penetró fácilmente, y no pasó mucho tiempo antes de que Greg me follara rápido y duro sobre la colcha. Pude notar que se contenía de no metérmela completa. Para indicarle que quería más, moví mis manos sobre su espalda hasta llegar a su culo, el cual apreté y empujé hacia mí para sugerirle que podía ir más adentro. Aunque en su cara pude ver que dudaba.

-Por favor, Greg. Métemela completa,- dije con un gemido.

Ladeó su cabeza y me miró de forma extrañada, pero pronto cambió su expresión por una sonrisa y volvió a besarme.

Envolví mis piernas alrededor de su cintura. Quería estar completamente abierto para él. Entonces, gradualmente, comenzó a penetrarme más y más profundo, hasta que pude sentir su vello púbico chocando con mis nalgas. Llevé una de mis manos hacia mi abdomen y pude sentir la cabeza de su polla por debajo de mi ombligo.

Traté de no hacer ningún sonido al momento en que se introducía en mí, pero una vez que comenzó a follarme sin piedad, no pude dejar de gemir muy alto. Con cada estocada de sus caderas sacaba su polla casi completamente, solamente para metérmela en un movimiento rápido y firme. Mi ano le daba la bienvenida sin poner resistencia. Cada vez que su cadera se empujaba hacia mi trasero yo levantaba el culo para sentirlo completo en mi interior. Tuve un orgasmo, y Greg me seguía follando. Cuando me vine por segunda vez Greg lo hizo conmigo, pude sentir mi esfínter apretarse imposiblemente alrededor de su verga mientras él eyaculaba dentro de mí.

Prácticamente me encontraba en coma cuando Greg dijo:

-Creo que te gustará ver esto.

Levanté mi cabeza y traté de concentrarme. Sobre mi abdomen había unas gotas de color perlado.

-Dioses, Greg. Me follaste tan duro que provocaste mi primera eyaculación.

No sé quien de los dos se sentía más orgulloso, yo por haberme corrido por primera vez, o él, por haberlo provocado.

-De haber sabido que tener una polla en el culo iba a provocar eso, lo habría hecho antes,- dije en tono de broma.

Una expresión pensativa se dibujó en la cara de Greg antes de que se inclinara a besarme.

-¿Por qué ese cambio de humor? Creí que follarme te haría muy feliz.

-Eso es obvio, pero no se trata de eso. Antes de hacerlo ya sabías que te dolería mucho, que incluso podría lastimarte. Te sacrificaste. Creo que nunca nadie había hecho tal cosa por mí. Después del experimento con la hoja de papel, sabías hasta donde podía llegar mi polla dentro de ti. La primera vez que lo hicimos, no dijiste una sola palabra, aunque yo sabía que te dolía bastante. Estabas dispuesto a tomarla toda, aunque eso te provocara dolor. Cada vez que lo hacíamos, te sacrificabas por mí.

Entonces se agachó sobre mi abdomen y limpió con su lengua las gotas perladas que descansaban en mi piel, después las compartió conmigo en un beso muy apasionado.

-°-°-°-°-°-

Estábamos sentados en una mesa muy grande, nos acompañaban muchas personas que se deleitaban con el banquete en el salón de fiestas. Habíamos llegado un poco tarde porque nos habíamos bañado juntos, y al parecer no podíamos dejar de tocarnos. Greg lucía muy apuesto con su traje negro, y yo me veía mejor que nunca en mi traje de lujo. También era la primera vez que utilizaba una corbata.

Entre los invitados que estaban en la mesa se encontraba una pareja. El hombre probablemente pasaba de los cincuenta años, era calvo y regordete. La mujer que lo acompañaba parecía ser treinta años más joven que él, lucía un escote para mostrar sus tetas de cirugía, llevaba el cabello pintado de rubio, y tenía diamantes colgando por todas partes. Obviamente era una esposa trofeo.

A lo largo de la noche la mujer estuvo haciendo comentarios sarcásticos, nada muy evidente contra mí, pero había comenzado a molestarme.

Cuando Greg se levantó para ir al lavabo, me preguntó:

-¿El caballero es tu padre?

-No.

-Entonces es tu tío.

-Tampoco.

-Supongo que eso sólo nos deja una opción,- dijo con tono de desprecio.

-Señorita, creo que todo el mundo sabe cual es esa opción, pero a diferencia de usted a mí me están dando veintiocho centímetros. ¿Y a usted cuantos? ¿Diez centímetros?

Su esposo la envolvió con su brazo, y le dijo algo al oído. Solo pude escuchar que mencionaban a Barton. Entonces la mujer cambio su tono.

-Lo siento mucho, jovencito. Creo que me pasé de la raya.

Cuando llegó la media noche todos brindamos por el año nuevo. Incluso a mí me habían ofrecido una copa de champaña. Detesté su sabor. Cantamos a coro Auld Lang Syne, y Greg me besó frente a todo el mundo. No me besó en la mejilla, sino que fundió sus labios con los míos. Creo que la mujer que había estado molestándome casi pierde el cabello cuando nos vio.

A eso de la una de la mañana, volví a sentir a Greg dentro de mí. La penetración inicial seguía dando problemas, pero estaba aprendiendo a manejar mejor el dolor y a relajarme más rápido. Ya no me daba miedo dejar que mi culo fuera invadido por toda la longitud de su polla.

Cuando me corrí volvieron a aparecer esas gotas perladas sobre mi abdomen. Así que, oficialmente ya eyaculaba al tener un orgasmo.

-°-°-°-°-°-

Yo fui el primero en despertar, los brazos de Greg me envolvían fuertemente, haciéndome sentir a salvo. Era una sensación que nunca había sentido. Me quedé quieto, esperando a que él despertara. Pensaba en lo mucho que había prolongado mi estadía.

Cuando Greg despertó, le pregunté cuáles eran sus planes.

-Creo que hoy nos iremos directo a Florida. En auto.

Mi corazón se rompió. Había esperado que me pidiera que me quedara un día o dos más. Quizás un año.

-Oh. Ya veo. ¿Pero por qué en auto? ¿Te dan miedo los aviones?

-No, pero no tienes ninguna identificación, así que será prácticamente imposible comprarte un boleto de avión.

-¿Qué? ¿Para mí? ¿Has decidido que quieres que sea tu puta personal?

-No eres una puta.

-Eso ya lo sé, pero todo el mundo piensa que me estoy acostando contigo por dinero. Incluso en la fiesta de anoche. ¿Qué pasaría si uno de tus socios decide que yo también sea su puta? Como en la película. Prácticamente violaron a Julia Roberts. No quiero follar con nadie que no seas tú. Um… es decir… no seré la puta de nadie.

Greg sonrió y me besó en la punta de la nariz.

-¿Te gusta Bryson como nombre?

-¿Qué? ¿Eso qué demonios tiene que ver?

-¿Te gusta ese nombre? ¿O no?

-Sí… supongo. ¿Por qué lo preguntas?

-La mayoría de la gente me conoce como Bryson G. Barton. La G es por Greg. Sólo dos personas me llaman Greg. Tú y mi mamá. De hecho, cuando era niño mi mamá me llamaba Greggles. De vez en cuando se le escapa.

-Que bonita historia. ¿Pero eso que tiene ver con todo esto?

-Bueno, nadie pensaría que eres una puta si tu nombre es Bryson G. Barton Jr.

Estoy seguro de que mi expresión fue de conmoción. No podía articular ningún sonido.

-Ven a Florida conmigo. Ya he empezado con el papeleo. Estoy seguro de que nos estará esperando cuando lleguemos a casa. Te prometo que no tendrás que venderte con nadie. El peor escenario es que me dejes, y comiences a vivir en las calles de Florida, pero por lo menos ahí hace calor todo el año. Si te quedas conmigo te prometo que jamás te hará falta nada.

-Pero… ¿qué le contaremos a las personas? No se van a tragar que de repente tengas un hijo.

-Que vivías con mi madre. No sé por qué, pero tengo reputación de ser un mujeriego. Nadie pondría en duda que tenía un hijo oculto.

-¿Y qué hay de Larry? Él sabe lo nuestro.

-Será un secreto más a su lista.

Justo en ese momento alguien llamó a la puerta. Greg ni siquiera se vistió para ir a abrir.

Era Larry.

-Dijiste que querías que te despertara temprano.

-Sí. Mete todo en las maletas. Estamos listos.

-¿Estamos?- preguntó Larry.

Acto seguido ambos entraron en la habitación. Era bastante obvio que me encontraba desnudo, al igual que Greg. Era evidente que habíamos follado la noche anterior.

-Larry, te presento a Bryson Jr.,- dijo Greg, y también agregó:- Ese es su nombre, siempre y cuando acepte mi propuesta.

Pude ver que Larry no comprendía del todo la situación. Así que me levanté de la cama y caminé hasta ellos. Di una vuelta lentamente para que pudiera verme completo.

-¿Qué te parece, Larry? ¿Valgo la pena?

Greg estaba apretando los labios para no estallar en carcajadas.

Finalmente, Larry recuperó la voz.

-Asombroso. Ojalá pudiera encontrar una chica con ese trasero.

-No existe. Y éste es mío,- dijo Greg.

-Jefe, no te culpo. Este niño es hermoso,- continuó Larry.

-¿Entonces vendrás con nosotros?

-¿Puedo visitar a mi madre antes de contestarte?

-Sí, por supuesto.

-°-°-°-°-°-

Una multitud de niños se reunieron para ver la limusina, al tiempo que esta se estacionaba frente a la casa de la calle Fordham. Incluso Jamal, el matón del vecindario, la miraba con admiración.

-Ese niño ha sido un dolor de cabeza desde siempre. Está manejando una bicicleta que me robó hace seis meses. Yo la construí con partes que iba recolectando.

-¿Has escuchado eso, Larry?

-Sí, me haré cargo, jefe.

La figura inmensa de Larry salió del asiento del conductor. Si eso no había sido suficiente para asustar a Jamal, levantó la solapa de su saco para mostrarle la pistola que llevaba escondida. Después de eso me abrió la puerta.

Cuando todos me vieron soltaron un suspiro al unísono.

-Oh, hola, Jamal. Veo que encontraste mi bicicleta. Puedes quedártela, ya no la voy a necesitar,- dije, y señalé la limusina.- Larry, quédate al lado del auto. En este vecindario hay un montón de ladrones.

-Sí, señor.

No reconocí a las dos personas que estaban inconscientes en la sala. Por todo el suelo había agujas, cucharas quemadas, y bolsas de frituras. Encontré a mi mamá en la habitación del fondo, estaba acostada con su amante. Nunca me habría gustado verla desnuda, pero llevaba años prostituyéndose.

-Mamá,- traté de despertarla, pero no se inmutó.

-¡Mamá!- dije, y esa vez moví su pie con mi zapato.

Levantó su cabeza, pero parecía no reconocerme.

-Me voy, mamá.

Estoy seguro de que ni siquiera sabía que yo estaba ahí. Probablemente tampoco había notado que llevaba cuatro meses fuera de casa. Quería decirle que la amaba, pero eso habría sido una mentira.

-Aquí ya no hay nada para mí,- le dije a Greg cuando regresé al auto. Ni siquiera sentía ganas de llorar.

-¿Eso significa que vendrás conmigo?

-A donde tú desees. ¿Llegaste en esta limusina a Dallas?

-No, este auto es rentado. En casa tengo una mucho más grande. Y otros tres coches que te gustarán.

Apreté el botón del intercomunicador.

-Larry, llévanos a casa.

-Fin-