Presunción de inocencia
Dahlia Hawthorne está en problemas. Acusada de asesinato y con un abogado de oficio tiene que conseguir la manera de obtener un veredicto de no culpabilidad.
12 de Febrero 14:23, Tribunal del distrito, sala de acusados número 2
Miles Edgeworth todavía no podía creérselo, era imposible que aquella joven saliese libre de aquel tribunal. Había demostrado de sobra que ella mató a la victima pero el juez no paraba de repetir: “faltan pruebas, faltan pruebas”… ¡Qué más pruebas necesitaba! Había tirado por la borda toda su cuartada, sus huellas estaban en el arma, había testigos que la habían visto por las cercanías… Pero aún así no había conseguido meter entre rejas a aquella asesina. Pero sin duda lo que más le dolía a Miles es que el abogado que le había ganado ni siquiera era de prestigio, era un abogaducho de oficio.
11 de Febrero 10:00, Centro de detención
Buenos días señorita Dahlia. – Dijo un joven sentándose al otro lado del cristal. – Mi nombre es William Therrd y seré su abogado.
Buenas. – Dijo con una sonrisa torcida. - ¿Hace cuanto conseguiste la insignia de abogado?
Si te soy sincero, hace dos meses. – Dijo con un tono nervioso. – Tú vas a ser mi primera “cliente”.
Dahlia suspiró al oír eso, sabía que con ese inútil defendiéndola acabaría en la silla eléctrica.
Estaría bien que me comentaras cual es tu versión de los hechos, tan solo tenemos un día para preparar el caso.
Tranquilo. – Dijo la joven segura. – Si para esta tarde me cumples un par de cositas, este caso será coser y cantar.
William cambió el gesto de la cara, parecía no entender que quería hacer su cliente.
- William, tan solo necesito un par de cosas para que consigamos mi inocencia. – Dijo la joven en un tono sensual. – Necesito que me consigas el nombre y la dirección del juez del caso, un permiso para salir 3 horas de aquí, tu móvil y que me prestes 50€.
El abogado enseguida se dio cuenta de que las “exigencias” de su cliente eran reales.
¿¡Cómo voy a conseguirlo!?
No lo se. – Dijo con voz lastimera.- Pero te prometo que si lo haces saldré libre.
La cara de William era un poema, era muy difícil conseguir lo que su cliente le pedía y realmente no sabía como eso iba a ayudar a ganar el caso. Entonces el abogado escuchó algo que le hizo cambiar de idea.
Se que el fiscal será el famoso Miles Edgeworth, ¿No te gustaría ser el primer novato que le vence? – Decía Dahlia con una sonrisa en la cara. – Te prometo que te daré esa victoria.
Haré lo posible por conseguirlo señorita Dahlia Hawthorne por cumplir con lo que me ha pedido.
Gracias.
Tras decir eso se dio media vuelta y se marchó. Dahlia volvió a su celda, William era su única esperanza, se tumbó en la cama e intentó dormir. Pasaron varias horas y el joven abogado apareció frente a su celda, iba acompañado de un guardia que procedió a abrirle la celda. Entonces se fue. William y Dahlia se quedaron solos.
La joven salió con velocidad de su celda, no tenía tiempo que perder, su abogado se acercó y le colocó una chaqueta en la espalda.
- En el bolsillo tienes todo lo necesario. – le susurró. – Tienes que estar de vuelta dentro de tres horas.
Dahlia asintió y se despidió con la cabeza y se escapó rumbo a su primer objetivo. Sacó un sobre y miró el nombre del juez, le sonaba, era un juez que había estado en algún que otro escándalo pero siempre había salido impune de todas las acusaciones. Pero ese no era su primer objetivo, si sus cuentas no le fallaban, sabía donde tenía que estar al hombre que buscaba.
Cogió un taxi y le dio una dirección exacta, en menos de un cuarto de hora estaba frente al laboratorio de la policía local. Entró rápida y guiándose por los paneles informativos llegó a su destino. La puerta estaba medio abierta por lo que se asomó la cabeza para asegurarse que su “víctima” estaba donde tenía que estar, entonces entró.
Mientras, en el interior el inspector Dick Gumshoe empaquetaba todas las pruebas para pasárselas al fiscal que no era otro que el señor Edgeworth. Escuchó como se cerraba la puerta y miró instintivamente, vio a Dahlia y se sorprendió de sobremanera.
¿Qué haces tú aquí? – Preguntó Gumshoe confuso.
Tranquilo inspector. – Dahlia sacó un papel de su bolsillo. – Tengo tres horitas de libertad.
Gumshoe lo leyó, estaba en lo cierto, estaba firmado por su abogado y por el encargado de esa zona.
¿Y se puede saber a qué has venido aquí?
Tranquilo inspector, no vengo con malas intenciones. – Dijo bajándose uno de los tirantes de su vestido. – ¿O quizá si?
Gumshoe no entendía muy bien que estaba pasando, una supuesta criminal se había colado en uno de los laboratorios y estaba insinuándosele. Dahlia se iba acercando lentamente hacia el inspector, moviendo sus caderas, jugando con la otra tira de su vestido. Gumshoe daba pequeños pasos hacia atrás, hasta chocar contra la mesa en la que estaban todas las pruebas del caso. La joven no tardó en cazar a su presa, se colocó frente al inspector, le miró a los ojos y se bajó el otro tirante, en consecuencia, el vestido de Dahlia cayó al suelo. Gumshoe no pudo evitar mirar el cuerpo de la joven que se desplegaba frente a él. Tan solo llevaba un sujetador y un tanga negro que se resaltaba más con el tono pálido de su piel.
- ¿Te gusta lo que ves? – Dijo mordiéndose el labio.
Gumshoe no separaba la mirada de aquel dulce cuerpo que se contoneaba lentamente. La joven juntó su cuerpo al del inspector y ambos se fundieron en un pasional beso. La pelirroja movía su lengua buscando la de su pareja, éste colocó sus brazos alrededor de la cintura y comenzó a investigar la suave espalda de la muchacha que no paraba de besarle. Dahlia colocó sus manos en el pecho de Gumshoe y comenzó a quitarle la ropa con habilidad. Gumshoe se estaba calentando mucho y no tardó en comenzar a amasar las nalgas de la joven que empezó a gemir muy levemente. Eso calentó aún más al inspector que con un solo movimiento consiguió soltar el sujetador, tiró con una mano de aquella prenda y los pechos de la joven quedaron al descubierto. Una de las manos del inspector fue directa a acariciar uno de los erectos pezones y la otra continuó acariciando el tierno culo de Dahlia. Dick acercó a su pareja más a él, para que sintiera su pareja lo duro que él estaba. Le dio un azote en el culo y le besó con pasión sin dejar de pellizcar aquel pezoncito.
Los gemidos de Dahlia iban aumentando más y más. Ésta cogió la mano del inspector y la colocó en su entrepierna, tenía el tanga empapado, es algo que notó al instante. Apartó hábilmente la tela y comenzó a acariciar el mojado clítoris de la joven. Ésta no pudo evitar gemir, tenía un tono de voz muy elevado y eso a Gumshoe le ponía aún más. El inspector movía su mano con velocidad arriba y abajo por la rajita de su acompañante, hasta acabar deslizando dos dedos en el interior de la joven. Comenzó a moverlos con habilidad y el flujo y los gemidos fueron saliendo a borbotones. Dahlia no paraba de pedir más y más y Gumshoe seguía deslizando más dedos en el interior, también aprovechó para meterse en la boca uno de los duros pezones de la joven. Tenía la mano empapada, Dahlia echaba muchos fluidos por ahí abajo y eso le volvía loco.
- Inspector, inspector… - Dijo Dahlia entre largos gemidos. – Métemela ya, la necesito dentro…
Gumshoe saltó como un resorte al escuchar aquella orden y obedeció de inmediato. Se llevó una mano a la bragueta y enseguida salió a la luz el erecto pene del inspector. Dahlia no pudo evitar mirarlo y su sorpresa fue máxima al ver el gran volumen de aquel pedazo de carne. La joven abrió las piernas y deslizó su tanga a un lado dejando a la vista su húmedo sexo. Pero los planes de Gumshoe eran otros, cogió a su pareja por la cintura y le dio media vuelta dejándola apoyada contra la mesa, le bajó el tanga hasta las rodillas y sin pensarlo dos veces deslizó su rabo al interior de la joven.
Dahlia lanzó un grito al sentir como el inspector la iba penetrando más y más. No tardó en meterla por completo, una vez dentro comenzó a mover sus caderas de manera rítmica haciendo que esta entrase y saliese del cuerpo de la joven que no paraba de estremecerse. Aquella sensación era fantástica, con cada embestida sentía como las paredes interiores se pegaban a su miembro provocando un gran roce entre ambos, haciendo que el placer fuese mayor para ambos. Gumshoe no pasó la oportunidad de amasar aquellas dos tiernas nalgas que tenía frente a él, y sin dejar de embestir, colocó sus manos sobre el culo de la joven y lo acarició a conciencia.
Dahlia no se podía creer lo que estaba pasando, la sesión de sexo que estaba teniendo con el inspector era de primera categoría, si eso seguía así no tardaría en llegar al orgasmo. Un azote la sacó de sus pensamientos, no había duda, había sido el inspector que cansado de amasar sus nalgas ahora se dedicaba a dar azotes de vez en cuando. Dahlia había comenzado a mover las caderas instintivamente, necesitaba llegar a ese ansiado orgasmo. Gumshoe entendió la situación y comenzó a penetrarla con más intensidad. Se oía como el rabo del inspector chapoteaba en el flujo que inundaba la rajita de Dahlia, que no podía dejar de gritar pidiendo más. Los gritos de Dahlia eran cada vez más rápidos y su cuerpo no paraba de sentir espasmos. Gumshoe siguió golpeando hasta que la espalda de la joven se arqueó lanzando un gran gemido, lo había conseguido, había llevado a su pareja al orgasmo.
Dahlia pasó varios segundos quieta disfrutando la sensación que su cuerpo recorría, pero aquello no duró demasiado, tenía una misión que cumplir, por lo que se dio la vuelta y se arrodilló frente a su pareja.
- Bien inspector, ahora te toca a ti echarlo todo. - Dijo la joven masturbando el miembro con velocidad.
Dahlia sabía perfectamente lo que hacía. Con una mano masturbaba velozmente al inspector mientras que con la otra masajeaba sus testículos con dulzura. Como guinda a aquel pastel de placer era los tiernos lametones que le daba en el capullo de vez en cuando.
Aquello no pudo aguantarlo ni siquiera un minuto y tras lanzar un gran gemido comenzó a disparar sobre las tetas de la joven que poco a poco se iban tiñiendo de blanco. Fueron alrededor de seis lanzamientos que dejaron aquellos pechos totalmente inundados. Dahlia dio un par de besitos al aún duro miembro del agente y después le pidió si podía traerle una toalla para limpiarse todo. El agente se incorporó y tras arreglarse la ropa salió en busca de la toalla.
Ese fue el momento que aprovechó la joven, se levantó con velocidad y buscó un paño. Lo cogió y se fue a la mesa de pruebas. Mientras Gumshoe se la follaba había tenido tiempo de sobra de verlas y tenía que alterarlas para poder salir libre mañana. Usando el pañuelo abrió una de las bolsas en la que se hayaba el cuchillo con el que había matado a la víctima, pasó el pañuelo repetidas veces por el mango para eliminar las huellas dactilares. También cogió una pequeña bolsa en la que había un mechón suyo y la guardó en su chaqueta. De reojo consiguió ver la dirección del testigo que iba a declarar en la audiencia del día siguiente, era aquel señor que le había visto con sangre en las cercanías de la escena del crimen.
En ese momento llegó Gumshoe, entró rápido cerrando la puerta tras de si.
Aquí tienes - Dijo ofreciéndole la toalla.
¿No prefieres limpiarme tú? - Dijo la joven en tono meloso.
El agente comenzó a acariciar los pechos de la joven a través de la toalla. Hacía movimientos lentos disfrutando de aquellos pequeños montículos, los apretaba de vez en cuando haciendo que Dahlia se estremeciera de placer. En ese momento sonó el móvil de Gumshoe, éste haciendo un gesto de decepción se alejó de la joven y cogió la llamada. Dahlia terminó de limpiarse y aprovechó para vestirse y macharse de allí. Aún tenía gente a la que visitar.
Entró en un taxi y dio la dirección que acababa de ver en el laboratorio. Miró el reloj digital que había en el coche y vio que aún le quedaban dos horas, esperaba no tardar tanto con su siguiente víctima sino andaría muy justa...
El coche paró frente a una casa, Dahlia pagó y salió del taxi con prisa. Comenzó a subir escaleras hasta llegar al tercer piso, entonces toco la puerta. Un hombre abrió la puerta y cuando vio quien estaba al otro lado se le cambió el rostro.
-¿¡Qué haces aquí Dahlia!?- Dijo el hombre alterado.
- No, se equivoca. - Dijo la joven con un tono dulce de voz. - Soy Iris, su hermana, pero si que vengo a hablar de Dahlia.
El hombre entonces hizo memoria. Si que recordaba a Iris, se la cruzó en comisaria. Ella salía de la sala de visitas y el entraba a dar su testimonio a la policía. Lo que no entendía es que hacía ella aquí.
"Iris" parecía nerviosa, miraba todos los rincones de la casa y temblaba levemente. Había muchas fotos de aquel hombre con su mujery sus dos hijos, todas miraban a cámara y sonreían.
Entonces, ¿cuál es el motivo de su visita?
Quería hablarle de mi hermana. - Dijo con tono asustadizo. - No puede testificar en el juicio de mañana, si lo hace... - A Iris se le cortó la voz mientras dejaba sus pertenencias encima de la mesa.
Lo siento Iris, es mi deber como ciudadano, he sido citado para testificar y no puedo negarme.
Por favor señor, no puede hacerle eso a mi hermanita. - Dijo con lágrimas en los ojos. - Haré lo que sea por la inocencia de mi hermana. - Dijo en un tono más o menos provocativo.
Aquellas palabras resonaron sobre la cabeza del testigo, por el tono sabía que aquella joven estaba dispuesta a hacerlo con él con tal de que no testificara mañana. Por lo que podía aprovechar la situación, podía tirársela y mañana testificar igualmente. Seguro que Dahlia estaba detrás de todo esto, le habría pedido a su hermana que le seduciera a cambio de su no declaración. Pues le iba a salir el tiro por la culata...
Volvió al mundo real y vio que Iris estaba mucho más cerca que antes, apenas distaban entre ella y él un par de pasos. Avanzó hasta ponerse frente a la inocente jovencita y tras mirar la hora, acarició la cara de la joven.
Su mujer no llegaría hasta la hora de la cena por lo que tenía todo el tiempo del mundo pero aún así no quería que esto durase demasiado, podría complicarse la cosa si había algún imprevisto.
¿Estás segura de lo que dices? - Dijo acariciándola.
Sí, solo quiero que mi hermana salga inocente.
Muy bien.
Tras decir eso deslizó su mano a la nuca de la joven y la acercó para besarla. El beso pareció cogerle por sorpresa a Iris que tardó varios segundos en comenzar a mover su lengua. Poco a poco el beso fue tornandose más y más pasional cuando de pronto el hombre separó a Iris de sus labios. Aún la tenía agarrada por la nuca y la joven enseguida notó como aquel hombre hacía fuerza hacia abajo. Iris no se resisitió y enseguida acabó de rodillas frente a su entrepierna.
- Venga Iris, no seas tímida. - Dijo bajándose la bragueta. - Saluda a tu compañero de juegos.
Tras decir eso salió a la luz el miembro del testigo, estaba bastante duro gracias al beso de antes, pero no estaba totalmente erecto, estaba claro que aquello podía crecer aún más.
Iris sintió como la volvían a empujar, veía como aquella polla se acercaba más y más hacia su cara. Entonces la joven no dudó. Abrió la boca y dejó que aquel pedazo de carne entrara por completo. Una vez dentro, cerró la boca y deslizó su lengua por todo el rabo haciendo un camino de saliva. Iris sentía como aquello comenzaba a crecer y notó como la mano de la nuca le obligaba a comenzar a chupar aquello con más energía. Empezó a mover la cabeza adelante y atrás con más soltura dejando un rastro de saliva a su paso. El testigo suspiraba mucho, le ponía a mil tener a una jovencita de rodillas para él. Iris no paraba de devorar el rabo que tenía entre sus dientes, se lo tragaba por completo, moviendo la lengua en círculos en cada embestida y cerrando mucho la boca para hacer más fricción con los labios. La mano de la nuca empezó a acariciar la cabeza de Iris, sin duda estaba haciendo un buen trabajo.
- Te estás portando muy bien. - Dijo con la respiración muy agitada. - No pares de chupar y asegurate de tragartelo todo.
Tras decir eso el hombre cogió la cabeza de Iris con ambas manos y comenzó a follarle la boca. Movía sus caderas con velocidad haciendo que su miembro se deslizara por completo por la garganta de la joven que seguía moviendo su lengua.
- ¡Si!... ¡Muy bien!... ¡Aquí viene!- Dijo entre gritos.
Tras decir eso metió su rabo por completo en la boca de la joven y lo descargó todo. Iris sentía los chorros de esperma caliente deslizarse por su garganta. Ella no paraba de tragar, no tenía otra, era eso o atragantarse. Acabó devorándolo todo, el hombre sacó su rabo y golpeó un par de veces la cara de la joven. Le ayudó a levantarse y le dio un piquito.
- Voy a por un condón. - Dijo mientras se iba. - Cuando vuelva te quiero desnuda.
Dahlia recogió todo de encima de la mesa, puso especial atención en su móvil. Le dio al botón de detener y la cámara dejó de grabar, le dio a reproducir y una sonrisa salió en los labios de la joven. La escena se veía perfectamente. El testigo entró en la sala de nuevo y se sorprendió al ver a Iris totalmente vestida y con intención de irse.
¿Qué estás haciendo? - Preguntó confuso.
Se acabaron las payasadas. - Dijo Dahlia cortante.
¿Dahlia?
Mañana no vendrás al juzgado. - Dijo hurgando en el móvil. - Si no, no me dejarás otra alternativa que enseñarle esto a tu mujer. - Dijo reproducciendo el video.
¡Pero que coño...
Ya sabes lo que hay, como me jodas la vida, te jodo la tuya. Así que más te vale que mañana no aparezcas sino dile adiós a tu mujercita y a tus críos.
Tras decir eso salió de la casa. Bajó a toda velocidad, le quedaba algo más de hora y cuarto pero aún tenía que visitar al juez Ericksen. Lo más difícil ya había pasado, la última visita iba a ser coser y cantar, solo esperaba que su cita no se alargase demasiado. Por lo que se metió en un taxi y fue a la última dirección que le faltaba.
Enseguida llegó al despacho en el que se encontraba el juez que iba a instruir su caso, Dahlia le dijo a la secretaria que le dejara pasar, que tenía que hablar con el juez de urgencia. La secretaria se negó, no era la única que tenía urgencia para hablar con él. Habían llamado del laboratorio y de la oficina del fiscal, parece que tenían muchos problemas para poder llevar la acusación del juicio de mañana. Al oír eso la joven sonrió, todo había salido a pedir de boca, ni siquiera tendría que acostarse con el juez. Se dio media vuelta y volvió a su celda, no se perdería por nada el juicio de mañana.
12 de Febrero 14:23, Tribunal del distrito, sala de acusados número 2
Dahlia sonreía desde el banquillo de los acusados, el juez acababa de declararla inocente por falta de pruebas. El juicio había salido a pedir de boca. William, el abogado defensor, no podía creérselo. Habían desaparecido las huellas del arma del crimen y el testigo estrella decía no recordar nada de lo sucedido el día del crimen. No sabía muy bien que había hecho su clienta en aquellas tres horas pero tenía razón, había ganado el juicio al renombrado fiscal Miles Edgeworth, se había convertido en el novato del año.
Y las sorpresas no se acababan allí, pasadas un par de horas, William estaba en su despacho organizando el papeleo del juicio cuando sonó su puerta.
- Adelante... - Dijo sin demasiadas ganas.
La puerta se abrió y se sorprendió bastante al ver a su cliente al otro lado.
Buenas. - Dijo la joven entrando en el despacho.
Buenas Dahlia, ¿Qué te trae por aquí? - Dijo el abogado levantándose.
Quería agradecerle la buena defensa que ha llevado hoy en el juicio. - Empezó a andar de nuevo dirección al joven.
De nada mujer. - Dijo sonriendo - Aunque admito que yo no he tenido excesivo trabajo, has sido tu con las tres hora de... - William no pudo seguir hablando ya que los labios de Dahlia taponaban los suyos.
Ambos se besaron con pasión, las manos de ella fueron directas a acariciar la fuerte espalda del abogado, éste en cambio acarició dulcemente la melena de su cliente mientras deslizaba la otra mano por la cintura. El beso mo dejaba de aumentar en intensidad, jugaban con sus lenguas, se mordían los labios, gemían juntos y recorrían el cuerpo del otro a base de caricias.
Dahlia jugaba con la cremallera del abogado, la subía y la bajaba acariciando con su mano el notable bulto que había, el abogado tenía alojadas sus manos en las nalgas de la joven, no paraba de magrear aquellos tiernos gluteos y más con el calentón que le estaba dando el sube y baja de la cremallera.
Dahlia se fue separando de los labios de su pareja y comenzó a descender lentamente. A William le salió una sonrisa de oreja a oreja, había averiguado las intenciones de su clienta y le encantaba el método que ésta había escogido para agradecerle el trabajo hecho.
Dahlia se arrodilló frente al abogado y tras buscar varios segundo en su bragueta consiguió descubrir el erecto miembro del letrado. Éste inconscientemente colocó su mano en la cabeza de la joven y comenzó a atraerla hacia su miembro. A Dahlia no le pareció mala idea y poco a poco fue abriendo su boca para que aquella barra de carne se pudiera hacer paso por su garganta.
Dahlia comenzó a tragarse el rabo del abogado, lo hizo lentamente, al ritmo que éste imponía. Movía mucho su lengua por el rabo llenándolo de saliva. El miembro se deslizaba bien y poco a poco se fue abriendo paso hasta llegar al fondo de aquel oscuro agujero. Dahlia miró a William a los ojos. Aquella imagen era el erotismo personificado. Tener a una chica con rasgos delicados, arrodillada frente a él tragándose toda su polla William la miró y le acarició la cara, ésta respondió con una sonrisa pícara. Al abogado eso le puso a mil, bajó sus manos a la altura de la nuca de la joven y la sujetó bien, entonces con un golpe de cadera le sacó e introdujo el miembro en la boca. A Dahlia no parecía haberle molestado ya que seguía sonriendo por lo que William comenzó un lento mete-saca en la boca de la joven. Gracias a la salivación de ella, el miembro entraba y salía casi por completo sin dificultad. Al abogado le excitaba oír a su compañera gemir y eso hacía que acelerara la velocidad de las embestidas. Dahlia tenía las manos a la espalda y lo único que hacía era mover su lengua con voracidad por aquel miembro que entraba y salía a toda velocidad de su boca.
- Dahlia, no puedo más. - Dijo entre gemidos.
Williamo soltó la cabeza de la joven y esta comenzó a moverla autónomamente, continuó varios minutos tragándola sin parar, hasta que sintió un espasmo en el rabo que se estaba comiendo. Entonces se lo sacó casi entero, tan solo dejó la punta dentro y tras un gran grito de placer, el abogado empezó a lanzarlo todo sobre el interior de aquella dulce cueva. El abogado llenó casi por completo la boca de la joven que le miraba sorprendida. Pegó un trago y todo el semen desapareció de su boca.
William le ayudó a levantarse y colocó una mano bajo su vestido, el tanga que llevaba la joven estaba encharcado Dahlia de un movimiento rápido le apartó la mano de ahí.
- Creo que ya está lo suficientemente agradecido conmigo, señor abogado. - Y tras decir eso, se dio mediia vuelta y salió del despacho.