Prestando a mi novia a un amigo
Un amigo y mi novia llevan algún tiempo coqueteando... Lo sé, y se lo voy a poner fácil.
Mi novia y yo teníamos 29 años cuando ocurrió esto. Por aquel entonces vivíamos juntos en un piso con habitaciones de sobra, por lo que a menudo se quedaban amigos a dormir para no coger el coche después de haber bebido.
La noche de la que hablamos en este caso se habían quedado dos amigos y una amiga a dormir, cada uno en una habitación, y mi novia y yo en nuestro cuarto. La cosa es que ese día, cuando nos retiramos todos a dormir, mi novia y yo empezamos a follar discretamente. Todos habíamos cerrado las puertas de las habitaciones así que era fácil que no se escuchara nada.
Mientras la estaba penetrando, con sus piernas en mis hombros y mis manos en sus pechos, me habló ella:
- Seguro que a Pedro le gustaría tenerme así…
Me quedé por un momento sorprendido. Pedro era uno de los amigos que estaban durmiendo en casa. Yo ya sabía, porque me lo había dicho mi novia, que los dos alguna vez habían coqueteado, pero nada demasiado serio, aunque se notaba que le tenía ganas él a ella.
- María, eso depende de ti, sabes que yo te dejo hacer lo que quieras – le respondí, mientras seguía penetrándola.
- Es que nunca se da una buena situación de oportunidad – rió María.
- ¿Y por qué no hoy? – le pregunté, moviéndome más ampliamente en ella.
Fue ella quien entonces se quedó parada unos momentos.
- No sé, me da vergüenza, no sé ni cómo acercarme…- contestó ella.
- ¿Pero tú quieres ir? – pregunté, tumbándome más sobre ella.
- Yo qué sé, yo tengo muchas ganas de que me follen… - gimió ella mientras movía también las caderas.
- Pues ya sabes dónde puedes ir – le dije con toda la intención, mientras la penetraba más fuerte.
- Tú también te estás llevando un festín – suspiró ella.
Seguimos follando un poco más, hasta que ella habló de nuevo:
- ¿Sabes en qué acabo de caer? – susurró María.
- Dime – le dije, moviéndome en ella.
- Que Pedro solamente ha estado con dos chicas, y con las dos usaba siempre preservativo – fue contándome María entre suspiros – y aprovechando que me tomo la píldora y es de confianza, seguro que le encantaría probarme a pelo…
- Entiendo, sí, seguro que le gustaría – reí con suavidad, penetrándola mientras.
- ¿No te parece mal? – preguntó María.
- Si él te da seguridad, no veo el problema – asentí.
- Yo solamente lo he hecho contigo a pelo, y él con nadie, yo lo veo seguro – concluyó ella.
- Lo sé, si no tengo problema – insistí.
Ella se aceleró, moviendo más las caderas.
- Cualquiera diría… - empecé diciendo yo – que te gusta la idea.
- Sí… - gimió ella- ser la primera con la que lo hace a pelo… Y se corre dentro… Sí, sí…
Me coloqué de rodillas entre sus piernas, aun penetrándola pero tocándole por fuera con los dedos.
- Ufff… córrete ya… - pidió ella.
- No – reí yo, tocándola más despacio.
- ¿Y eso? – preguntó ella, confundida y excitada.
- Vete, vuelve aquí con una corrida y yo me corro en después donde te falte – le dije.
- Ufff… Eso me pone mucho, dos corridas para mí… - suspiró María.
Salí de ella y la animé a levantarse de la cama. La puse contra la pared, empezando a follarla, cogiéndola por sus grandes tetas y su cuello como le gustaba, besando su nuca. Cuando empezó a gemir y acelerarse, salí de ella, llevándola hacia la puerta. Me miró divertida y algo aturdida:
- ¿Me vas a sacar de la habitación así? ¿Desnuda? – preguntó María.
- Sí, así nadie pierde tiempo – contesté.
- Qué locura… - respondió ella, para después darme un largo beso.
Salió de la habitación y yo cerré la puerta. Al poco escuché la puerta del cuarto de mi amigo abrirse y cerrarse. Dudé un poco, pero luego me puse el pijama y salí de la habitación sigilosamente. Pegué mi oreja a la puerta del cuarto donde estaban María y Pedro. Fue pasando el rato y lo único que se escuchaba a veces era algún crujido de la cama. Cuando ya me iba a dar por vencido y volver a mi cuarto, empecé a escuchar crujidos más rítmicos al otro lado de la puerta. Dudé si volver al cuarto, pero al escuchar algunos gemidos amortiguados de María decidí quedarme. Poco después el sonido se detuvo y se escuchó a los dos bajando de la cama. Me aparté de la puerta, sin saber qué ocurría o si iban a salir. Cuando escuché crujir el escritorio al ponerle peso, supe lo que ocurría: Estando conmigo, a mi novia María le encanta inclinarse sobre el escritorio, dejando su cabeza y sus pechos apoyados en él, dándome la espalda y estando lista para que me la folle… Solo que en esa ocasión, Pedro era quien se estaba beneficiando de ella.
Me alejé de la puerta, volviendo a mi habitación, metiéndome en la cama. Con ambas puertas cerradas no se podía escuchar nada en realidad, así que me limité a esperar a oscuras.
Al rato entró María en la habitación, metiéndose en la cama con una risita nerviosa. Al ver que no decía nada, me acerqué a ella.
- ¿Qué tal? – le pregunté.
Ella se rió y me abrazó.
- ¿Tú qué crees? – dijo al final ella.
- Dime tú – insistí yo.
María deslizó la mano por mi torso hasta llegar al pene, encontrándolo erecto, empezando a acariciarlo.
- Pues al principio estaba muerta de vergüenza – empezó a contar ella - pero conseguí que me dejara sitio en la cama, estaba muy dormido. Me pegué a él, que iba en pijama, dejándole sentir que iba desnuda, y nos empezamos a meter mano… Y bueno, ahí ya te puedes imaginar el resto.
- Venga, no me hagas eso, dame detalles – pedí, acercándome para besarla, pero ella apartó la cara.
- ¿Seguro? – preguntó ella.
- ¿Y eso? – dije yo.
- Pues… - contestó con una risita – se acaba de correr en mi boca.
Entonces me aproximé aun más, y sin notar nada raro, la besé.
- Pues yo no noto nada – reí yo.
- Quería causar una buena impresión y me dejé follar la boca hasta el fondo y que se corriera allí – confesó ella.
- Ya entiendo… – asentí.
Me alejé de ella y le hice darse la vuelta, quedando boca abajo, para después colocarme sobre ella, penetrándola con facilidad:
- Sí que estás abierta, sí… - comenté.
- Con la noche que llevo, como para no estarlo… - gimió ella.
Fue besándole el cuello mientras me seguía moviendo en ella.
- Va, quiero esos detalles… - le susurré al oído.
- Qué vergüenza… - rió suave ella.
- ¿Ir a follártelo no te da vergüenza pero contármelo sí? – contesté, penetrándola más fuerte.
- Ufff… - suspiró ella – vale… Ahora mismo no siento que me pueda negar a nada – rió María – pues como te decía, me metí en su cama y nos metimos mano, al principio todo un poco tímido y confuso… Luego me bajé y se la estuve comiendo, yo estaba súper mojada. Al poco, luego me subí encima… ay, qué vergüenza…
- No me seas así, dime – reí yo, volviendo a penetrarla más rápido hasta animarla a hablar.
- Pues… - gimió ella – me subí y enseguida me dijo “buah, no tengo condones, qué rabia…”. Le contesté “no te van a hacer falta conmigo, fóllame tal cual”. Se le puso súper dura, me lo tomé como un sí… Y ahí ya hice que me la metiera – terminó diciendo entre gemidos.
- Uy… ¿Eso te ha gustado recordarlo? – le dije, metiéndosela hasta el fondo y sacándola entera, despacio pero con intensidad, una y otra vez.
- Sí – gimió ella – yo me frotaba contra él mientras me tocaba las tetas…
- ¿Y te corriste ahí? – pregunté yo.
- Sí, como ahora… Ufff… - suspiró María, mordiendo las sábanas, ahogando sus gemidos.
Yo me aceleré aun más, penetrándola y besándole el cuello, haciéndola llegar al orgasmo. Cuando ella terminó, yo me detuve, pero aun dentro de ella.
- ¿Salgo? – pregunté unos segundos después.
- No, no, sigue – contestó enseguida ella entre suspiros.
Seguí follándola despacio, besando su espalda, volviendo a recuperar el ritmo poco a poco.
- Pero me dijiste que Pedro llegó en tu boca… - apunté yo.
- Sí… - susurró ella, y luego dijo con una risita – también le dije de seguir…
- Dime – reí yo.
- Después de que llegase yo, nos levantamos y me puse contra la mesa – confesó María – ahí me sujetó por las caderas y empezó a follarme… Con bastantes ganas, no sé si se habrá oído…
- No se oía nada con tantas puertas cerradas, no te preocupes – le dije yo, volviendo a penetrarla con más intensidad.
- Qué vergüenza… - rió María, y luego siguió hablando – la cosa es que al rato me dijo que empezaba a estar cerca de correrse, y yo le dije “vale, adelante”… Y ahí se apretó fuerte contra mí, creí que iba a correrse, pero no, salió. Viéndole con ganas, por mi cuenta me arrodillé delante de él y empecé a metérmela entera en la boca, hasta que notaba el final con los labios… Y enseguida se corrió dentro del todo… - dijo, con una risita nerviosa al final – y luego me volví contigo.
Empecé a moverme con más ganas en ella.
- Yo creo que ya te has ganado tu premio… ¿verdad? – le dije.
- Sí, sí… - gimió María.
Ya sin contenerme en absoluto, me fui acelerando hacia el orgasmo. Llevaba un buen rato de calentón, ya con ganas de liberarme, escuchando a María gemir, así que me aferré a ella moviendo las caderas, bombeando abundantemente en su interior al llegar.
- Ufff… - suspiró ella, estando yo aun dentro.
- Dime – le dije, besándole el cuello.
- Me has dejado a puntito esta vez… - rió ella.
Salí de María y me coloqué a su lado, sin dejarla girarse, empezando a tocarle el clítoris tal como estaba.
- Sí, sí… - suspiró María.
Probé a meterle un par de dedos, haciendo que se estremeciera, así que seguí con los dedos por fuera y por dentro a la vez, primero más despacio y luego cada vez más rápido.
- Pues sí que tenías tú ganas de más… - sonreí yo.
- He tenido unos cuantos pequeños, ahora quiero el orgasmo grande que lo remata – suspiró ella.
Seguí tocándola más y más, hasta que empezó a retorcerse y a gemir contra la almohada con un potente orgasmo.
- Bufff… Qué barbaridad… - rió ella, tumbándose boca arriba y tapándose.
- ¿Grandecito? – pregunté, tumbándome a su lado.
- Sí, como el tuyo, menudos dos… - suspiró ella, abrazándose.
Nos quedamos un rato abrazados. Al rato habló María:
- Oye…
- Dime – contesté.
Pensé que iba a decirme de dormirnos ya.
- Te vas a reír pero… - empezó a decirme ella – estoy súper mojada y abierta en plan de “venga, más, adelante”.
- Eso tiene solución – dije, llevando mi mano a su entrepierna.
Ella me besaba mientras la tocaba.
- María… - le dije yo – Tengo una propuesta…
- Ahora mismo lo que sea… - dijo con una risita, besándome.
- ¿Y si te ato a la cama e invito a Pedro? Le envío un mensaje con tu móvil, a ver si viene… - le propuse.
- Bufff… Qué locura… - suspiró ella.
- ¿De mal o de bien? – reí yo, acelerando mis dedos tocándola.
- De locura, de que estoy muy puesta… – gimió ella.
- Entonces… ¿se lo digo? – pregunté, sin dejar de masturbarla.
- Sí, yo qué sé, lo que quieras – rió ella entre gemidos.
Me levanté a por su móvil y me coloqué entre sus piernas, tocándola con una mano y con la otra escribiendo en el móvil.
- A ver qué le pones – dijo María.
- Te lo leo – contesté yo: “No sé si estás despierto, pero si lees esto al poquito de que te lo envíe, ven a mi cuarto, que estoy solita y lista para otra follada”. ¿Qué tal así?
- Joder, qué locura todo… - rió ella.
- ¿Eso es que bien? – reí yo.
- Sí, sí, venga, vamos allá… - asintió ella – y que sepas que me tienes a punto otra vez…
Yo aceleré un poco más los dedos, haciéndola gemir.
- ¡No, no! ¡Menos! – dijo de pronto ella.
Frené mis dedos bastante, algo confundido.
- Es que así llegó luego… - sonrió metiendo la cabeza bajo la almohada, hablando luego amortiguada – con Pedro.
- Vale, lo entiendo – asentí yo.
Me separé de ella un momento para ir a buscar las cosas que necesitaba para vendarle los ojos y atarle los brazos y piernas, extendidos cada uno hacia una esquina de la cama. Mientras la ataba, me habló María:
- ¿Y no te sabe mal a ti? ¿No te sientes mal ni nada? – preguntó preocupada de verdad por momentos.
- No, está todo bien, no te preocupes… - confirmé yo – una noche es una noche, tampoco pasa nada un poco de locura…
María asintió, algo más tranquila.
- ¿Y tú qué vas a hacer mientras? – preguntó ella.
- No te preocupes, eso es cosa mía… - concluí yo, terminando de atarla.
Una vez la dejé preparada, me puse el pijama y me tumbé entre sus piernas. La conversación anterior parecía haber amortiguado un poco la lujuria, así que pensaba animar las cosas un poco antes de irme.
- Voy a despedirme – anuncié.
Empecé a besar sus muslos, acercándome hacia su clítoris poco a poco, besándolo al llegar, lamiéndolo y succionándolo. Primero despacio, y luego poco a poco con más intensidad y velocidad. Cuando empecé a escucharla respirar más rápido y gemir más, me detuve.
- Ufff… ¿Me dejas así? – protestó ella con una sonrisa.
- Es lo que querías… ¿no? Ahora mismo le envío el mensaje a Pedro… - dije yo, cogiendo el móvil y dándole a “enviar” – bueno, pues ya me contarás…
Me despedí dándole otro beso en el clítoris, saliendo por la puerta en silencio. Me fui hacia la entrada de la casa, caminando sin hacer ruido, quedándome allí a la espera. No tardó mucho en escucharse una puerta abrirse, cerrarse, unos pasos hacia la habitación de María, y luego otra vez el sonido de la puerta. Dejé un poco de margen y miré la hora en mi móvil. Eran las siete y media de la mañana, y de hecho empezaba a amanecer… Luego me acerqué a la puerta.
Tardó un rato en escucharse algo, pero finalmente empezó a oírse el sonido de la cama crujiendo rítmicamente, junto con alguna risita y gemido ahogado. Al principio maldije mi suerte al darme cuenta de que la habitación donde estaban esta vez era más grande y se podía escuchar menos lo que hacían. Cuando un tiempo después de pronto se abrió la puerta de otra de las habitaciones, disimulé como pude a tiempo, encontrándome con Carlos que se levantaba, madrugador como era. Cuando le hice gestos para que fuéramos al salón, agradecí mi suerte por que no se escuchara bien lo que ocurría en la habitación…
Así, me tuve que ir al salón junto con Carlos, y nos quedamos allí charlando. Lo malo era que desde el salón se veía nuestra habitación, así que no iba a poder salir con disimulo Pedro… Y no había otro lugar lógico donde estar.
Al rato me llegó un mensaje de María al móvil:
María: Se oye gente fuera… ¿Pedro puede salir?
Yo: Está Carlos levantado, estamos en el salón.
María: ¿Y entonces cómo va a irse?
Yo: Si hay vía libre te aviso.
María: Ok.
Yo: ¿Tú cómo vas?
María: …
María: Qué vergüenza…
Yo: Di, sinvergüenza jajaja
María: Pues que mientras hablamos, estoy de lado con el móvil y me está follando desde detrás…
Yo: Entonces… Intuyo que tampoco tienes prisa por que pueda salir Pedro.
María: No jajaja si era él quien quería ver si podía salir.
Yo: ¿Eso mientras te folla?
María: Es complicado lo que ocurre aquí dentro jajaja
Yo: Entiendo jajaja pásalo bien, yo te aviso si cambia algo aquí fuera.
María: Gracias por todo. Cuando todo acabe, lo vamos a hacer tú y yo muy fuerte…
Yo: Lo daba por supuesto jajaja venga, céntrate en nuestro invitado y ya nos vamos contando.
Sobre las nueve de la mañana, ya con el sol entrando por las ventanas, se levantaron Miguel y Claudia, los dos amigos que quedaban por despertarse. Nos saludamos y se quedó Miguel con Carlos y conmigo en el salón, mientras que Claudia decidió que ya iba a coger el coche para volver a su casa. Un rato después, Carlos y Miguel perdieron el miedo a hacer ruido y comenzaron a hablar en voz alta, sin miedo de “despertar” a María y Pedro, que suponían cada uno durmiendo en su cuarto.
Volvieron a llegar mensajes a mi móvil:
María: Se oye mucho ruido fuera… ¿Ya está toda la gente levantada?
Yo: Sí…
María: Aquí tengo un lío importante, estaría genial poder ir al baño jajaja
Yo: ¿Algo serio?
María: No en realidad… Pero se ha corrido en mis pechos… Imagina cómo voy…
Yo: Jajajaja ¿otra vez le ha dado cosa correrse dentro?
María: Eso creo…
María: Da igual
Yo: ¿El qué da igual?
María: Lo de limpiarme, porque está cogiendo el semen de mis tetas y me lo está llevando a la boca mientras hablamos.
María: Y ahora me está comiendo las tetas… Menudo repaso…
María: Estoy muy puesta y ahora quiero que vengas a follarme también tú, los dos.
Yo: ¿Y eso? No me lo esperaba de Pedro.
María: No le he dicho nada aun
María: Aquí lo tengo en mis tetas mientras le pajeo con una mano y te contesto con la otra.
Yo: Pues pregúntale lo primero, y si te dice que sí, ya lo vemos
Pasó un buen rato. Carlos y Miguel sacaron la consola y nos pusimos a jugar en el salón, aunque yo estaba más atento al móvil, desde luego.
María: Ahora sí que necesito tu ayuda.
Yo: ¿Qué te ha dicho?
María: No sobre eso, es que quiero ir al baño, me estoy meando mucho.
Yo: A ti no hay problema que te vean salir de la habitación, es Pedro el que es complicado de explicarle verle salir de ahí.
María: Es verdad, estoy algo atontada al final jajaja
Al poco se escuchó la puerta, y los tres del salón vimos a María salir en bata.
- ¡Buenos días, bella durmiente! – le saludó sin reparos Miguel.
- Luego voy a seguir durmiendo – contestó María, sin mirarles y pasando directa al baño.
Los tres nos reímos. Me levanté del sofá:
- Voy a ver cómo está… - les dije a mis amigos, yendo hacia el baño.
Esperé que María acabara, y cuando empezó a abrir la puerta del baño, me metí dentro con ella.
- ¿Cómo vas? – le pregunté.
Ella como respuesta rodeó mi cuello con sus brazos, besándome con ganas. Tenía la bata abierta, sin nada debajo, mostrando toda su desnudez, oliendo a sexo.
- Me siento una diosa del sexo ahora mismo – se rió María.
- Es que lo eres… - le contesté yo, acariciándole el clítoris ya húmedo.
Como respuesta, ella fue tocándome la entrepierna, notando mi erección.
- Me gusta esto que noto… - sonrió María, para luego empezar a quitarme los pantalones - ¿Me prepararías para que luego vuelva con Pedro?
- Eso ni se pregunta… - le devolví la sonrisa yo.
Al momento ella se inclinó sobre la pila, levantándose la bata y dejando al descubierto su trasero. Yo terminé de bajarme los pantalones y la tomé por la cintura, penetrándola fácilmente.
- Estás muy mojada y abierta… - reí yo – poca preparación queda aquí por hacer…
- Ya lo sabía, solo quería que me follaras un poco tú… - gimió María.
Seguimos haciéndolo un par de minutos más, hasta que nos separamos, colocándonos la ropa los dos.
- Tengo un par de planes, a ver si me salen bien – se despidió María, dándome un beso después.
- Vale, pero espera… - le dije, sentándola encima del baño, volviendo a bajarme los pantalones.
Sin que le dijera nada, empezó a mamármela con ganas.
- Si no interfiere en tus planes… -le dije - repásemela un poco con la boca y luego entras y le das un buen beso.
La idea pareció gustarle, ya que empezó a meterse mi pene entero una y otra vez. No se separaba de mí.
- Venga, ve… - dije, apartándola pero con muy poco entusiasmo.
María me la chupó un rato más, antes de levantarse.
- Sin beso de despedida, me reservo – rió ella, saliendo del baño.
Yo la seguí al poco, poniéndome bien el pijama, volviendo con Carlos y Miguel. María volvió a entrar en la habitación. En el salón, mis amigos seguían ensimismados con la consola, así que no parecían haberse dado cuenta de nada.
Media hora después me llegó un mensaje de María al móvil: “Ven a ocupar mi boca”.
Enseguida les hablé a Carlos y Miguel y les dije que iba a ver si despertaba ya a María, dejándoles allí jugando. Me fui a la habitación, y al abrir la puerta vi que aun estaba a oscuras, con la persiana bien bajada. Apenas se veía nada, pero distinguía el movimiento y los bultos en la cama.
- Ven al borde – susurró María.
Ella estaba tumbada en el borde, de lado, tapada hasta los hombros. Tenía los ojos vendados. Detrás de ella se adivinaba que estaba Pedro, tapado hasta la cabeza, moviéndose rítmicamente. No pude evitar sonreír ante la idea de que estuviera teniendo vergüenza Pedro, tapándose así, pero mientras se follaba a mi novia…
Me bajé los pantalones y me acerqué a María, que empezó a chupármela, moviéndose adelante y atrás al ritmo de la penetración de Pedro. Poco a poco nuestro amigo fue cogiendo más confianza, aferrándose a los pechos de María o besándole el cuello desde atrás. Mientras, mi novia iba gimiendo más y más alto, y probablemente se le habría oído si no fuera porque tenía la boca ocupada con mi miembro.
Estiré la mano hacia María, deslizándola por su torso hasta llegar a su entrepierna, tocándole su húmedo clítoris. Mientras seguía tocándola, tuve una sospecha, y la toqué más lejos entre las piernas, metiéndole dos dedos, pero sin encontrarme con el pene de Pedro, que sin embargo se la estaba follando… Y en ese momento entendí lo que sucedía: Estaba follándose el culo de mi novia.
Normalmente María y yo no teníamos sexo anal, quizás una o dos veces al año… Así que era algo excepcional.
Después de reponerme de la sorpresa, volví a meterle los dedos, notando como la penetraba Pedro cada vez que se movía. Además, mi mano rozaba el clítoris de María, haciendo que ella pronto empezara a gemir más, hasta el punto que empezó a temblar y tuvo un fuerte orgasmo.
María me apartó la mano enseguida, estando ya muy sensible, mientras me colocaba con los brazos para mamármela mejor. Me fijé en que, aunque Pedro había parado por momentos, enseguida iba, poco a poco, volviendo a coger ritmo. Decidí por mi cuenta destaparles, revelando la escena: María, además de tener los ojos vendados, estaba atada de pies y manos, mientras Pedro le tocaba los pechos y la penetraba, ya sin miramientos. Con sus manos atadas juntas, María me cogió la mano y la colocó en su cabeza. Solo paró un momento de chupármela para decirme “fóllame la boca”.
No me hice de rogar, sujetándole la cabeza con las manos y usándola a placer, mientras se sacudía por las embestidas de Pedro. Nuestro amigo empezó a moverse con más ganas, sujetándola por las caderas, empezando a gemir. María gimió también ahogadamente, moviéndose ella misma para que entrara en su boca más profundo, dejándome sentir su garganta. Los gemidos de ambos me indicaban que estaba Pedro corriéndose dentro del culo de ella, a lo que pronto me uní yo, teniendo mi orgasmo con el extremo del pene notando la garganta de María.
Nos dejamos caer los tres en la cama, extasiados. Yo fui el primero que se puso en marcha al escuchar movimiento fuera de la habitación. Cuando salí, me encontré a Carlos y Miguel con la puerta abierta del cuarto donde había dormido Pedro.
- El tío parece que se ha ido sin decir nada… - asumió Carlos.
- Me parece raro, pero bueno… - se encogió de hombros Miguel.
- Como sea… - me miró Carlos – nosotros vamos a irnos ya, que hemos quedado a comer.
Me despedí de los dos y, ya con la casa solo con María, Pedro y yo, volví a la habitación. Aunque esa mañana no haríamos nada más (excepto dormir) la tarde y la noche siguiente serían moviditas… Pero eso es otra historia…