Préstame tu vida
Echa un polvo con su novio pensando en sus amigos.
Hace mucho tiempo que no estaba así de caliente. Puede que sea la historia que han contado Marcos y Sonia, pero seguro que las copas de más que me he tomado han ayudado a ponerme así. No sé porqué siempre que quedamos los cuatro acabamos hablando de lo mismo. Bueno, sí lo sé. Nos encanta el sexo, pero a cada uno a su manera. La verdad es que a veces entiendo a Jesús cuando me pide que sea un poco más caliente en la cama, después de escuchar a estos parezco una mojigata. Pero él también debería entenderme a mí, entender mis inseguridades, mis complejos, y dejar de pensar con la polla.
Lo cierto es que hoy yo también me he calentado mucho. Nunca se lo digo, pero cuando Marcos y Sonia cuentan una de las suyas me los imagino con todo lujo de detalles. Igual que hoy. Mientras hablaba me imaginaba a Marcos desnudo, entrando en el baño, esperando que Sonia saliera de la ducha y cogiera su toalla. Seguro que mientras la esperaba estaba empalmado el cabrón. Tanto alcohol desata mi imaginación. Casi podía ver como la abrazaba por la espalda nada más salir de la ducha mientras le recorría su cuello y sus hombros con sus labios, mordiéndola, lamiéndola. Podía escuchar como ella gemía y suspiraba imaginando y deseando a partes iguales lo que vendría después. Imaginé como ella dejó caer la toalla que la cubría al suelo sin que apenas le hubiera secado su piel, como arqueó su cuerpo hacia Marcos dejando que esté la sujetara con sus brazos. Él empezó a agarrar sus grandes pechos con fuerza sin dejar de comerle el cuello, quizás fue algo brusco, pero hoy todo iba a ser más pasional, más visceral. Ella no se opuso, todo lo contrario. Tomó una de las manos de Marcos y la fue guiando lentamente por su cuerpo. Su vientre, su ombligo, hasta llegar a su coño. Al llegar donde ella quería sintió un escalofrío que recorrió su espalda y abrió los ojos bruscamente buscándose en el espejo. Le encanta mirarse mientras Marcos la posee, como si fuera una espectadora, una voyeur que espiaba a una pareja de novios mientras lo hacían. Se calentaba viendo como él frotaba su monte de venus con energía mientras adoptaba una postura forzada para poder lamer su pezón rosado y duro.
Solo habían contado la mitad de su polvo y yo ya estaba tan caliente que notaba como mi pantalón se mojaba a la altura de mi entrepierna. No fue buena idea pedir más vino pensando que me ayudaría a pasar calentura. Hubiera sido mejor decirles que parasen de hablar. Pero no lo hice. En el fondo no quería que parasen.
Él no iba a dejar que se corriera así. Al menos no tan pronto. Sin decirle nada le dio la vuelta, la levantó y la dejó sentada encima del lavabo. A pesar de que su culo estaba sobre el mármol y de que su espalda se apoyaba en el espejo, lo que menos sentía Sonia era frío. Marcos le separó las piernas todo lo que pudo dejando a la vista su rajita abierta. En más de una ocasión ella pensó en depilárselo entero y se lo decía a Marcos, pero a él le gusta así, con las ingles apenas depiladas y una floreciente mata de vello oscuro recorriendo su entrepierna. Sin dejarle tiempo a que respirara él hundió su cara en su entrepierna, viendo como la humedad de su conejito delataba lo caliente que ella estaba. Y empezó a jugar con su lengua separando suavemente los labios de ella, dedicándose primero a uno y después al otro, sin descanso. Sonia cerró los ojos y relajó sus piernas recostándose sobre el espejo que tenía a su espalda a la vez que lanzaba un suspiro de satisfacción. Le encanta que Marcos le coma el coño, a veces rápido, a veces lento, pero siempre conseguía hacerla gritar de placer. Sentir como va separando con su lengua sus labios. No quería saber dónde había aprendido a hacerlo así, porque eso no se aprende en los libros. Le encanta que la recorra de arriba abajo y de abajo a arriba con su lengua, no demasiado rápido, no demasiado lento, sin hacer demasiada presión sobre el clítoris. Eso ya vendrá después. El pudor hacía que no dejará a Marcos pararse en la entrada de su culito, pero en su interior deseaba que él llegara con su lengua más allá de donde acaba su rajita. Quiere que su lengua la recorra por completo. Sus ingles, sus labios, su coño entero. Le gusta que le meta la lengua todo lo que pueda, como si fuera un dedo más que intenta masturbarla, y que la meta y la saque, la meta y la saque.
Estaba deseando correrse sin que Marcos apartara la boca de su coño. Quería que su lengua subiera al clítoris y empezara a trazar suaves círculos alrededor de él. Que cada vez fueran más rápidos y más fuertes hasta que alcanzara el orgasmo. Pero hoy Marcos tenía otra idea. Cuando supo que ella estaba a punto de correrse se levantó sin decir nada y la penetró con su verga erecta enérgicamente sin encontrar resistencia alguna. Sonia estaba tan mojada que cuando se quiso dar cuenta y abrió los ojos ya tenía a Marcos penetrándola una y otra vez a un ritmo endiablado. Notaba como la humedad de su coño le resbalaba por la piel con cada embestida de él hasta humedecer el lavabo. Con los ojos entreabiertos acercó sus dedos a la boca y los lamió a conciencia, como si fueran la polla de Marcos. Quería que estuvieran bien mojados. Después los llevó hasta su monte de venus y empezó a tocarse en círculos mientras él seguía follándosela sin descanso. No podía evitar tocarse siempre que el se la follaba, buscaba el orgasmo con impaciencia, de una forma egoísta pero sabiendo que en el fondo a él le excitaba verla así. Su respiración se aceleró bruscamente hasta convertirse en un grito de placer justo cuando la inundó el orgasmo, contrayéndose bruscamente para después exhalar el aliento en el cuello de Marcos mientras este la agarraba con fuerza. Ese fue el estímulo que Marcos necesitaba para, de una última embestida, terminar corriéndose en su interior mientras caía desplomado sobre sus pechos.
Cuando Sonia terminó de contar el polvo que Marcos le había echado en el lavabo fui corriendo al baño a mirar mis bragas. Me quité la falda y vi que estaban empapadas y que mis labios estaban hinchados del calentón y de tanto roce bajo la mesa. No iba a dejar pasar la oportunidad y me iba a hacer un dedo como Dios manda, me daba igual que estuviera en un bar, necesitaba correrme. Pero no sé que cambió en mí que de repente pensé que podría hacer algo mejor. Iba a comportarme como Sonia, iba a ser tan puta como ella. Jesús aún no lo sabía pero hoy iba a ser su día de la suerte, jajaja.
Cuando despedimos a Marcos y Sonia y nos montamos en nuestro coche ya no estaba tan caliente como antes, pero no podía sacar de mi cabeza la idea de dejar los tabúes y los complejos a un lado y disfrutar de mi cuerpo como nunca lo había hecho.
Con la excusa de que esa noche hacía demasiada calor me quité los pantys en el asiento del copiloto mientras Jesús conducía. Hice todo lo posible porque él viera, en la oscuridad de la noche, el principio de mis bragas, aún con restos de mi calentura. Separé un poco los muslos y apareció el inicio de mis braguitas azules de encaje. Yo no soy como Sonia, pero a pesar de estar más depilada que ella, algunos vellos púbicos se dejaban ver a través de uno de los elásticos. Sé que Jesús me miraba de reojo y que se moría por tocarme la fina piel de mis muslos. Lo conozco y sé que está a mil, seguro que la tiene superdura, igual que Marcos cuando se folla a Sonia. Dejo fluir los pensamientos y los recuerdos de la historia de esta noche hacen que la humedad vuelva a mi entrepierna. Escurro mi culo por el asiento, como una perrita en celo, de manera que la falda queda cada vez más arriba y mis bragas más a la vista. Me estoy poniendo mala sólo de verme, de ver la zorrita en la que me estaba convirtiendo.
Jesús metió el coche en el garaje del piso y al bajar yo aproveché para recolocarme la falda y echarle un ojo a su entrepierna. Parecía que le iba a estallar. Mientras esperábamos al ascensor me acerqué a él y empecé a besarle suavemente en los labios para ir poco a poco a más. Rápidamente aparecieron los mordiscos y mi lengua encontró a la suya. Las puertas del ascensor se abrieron y entramos casi sin querer sin dejar de abrazarnos. Él me pegó contra una de las paredes y empezó a tocarme una de mis tetas por encima de la blusa. Le dije al oído, entre susurros, que me la arrancara, mientras yo le jadeaba y arañaba con mis uñas su espalda. Notaba como la barandilla del ascensor se me clavaba en la espalda pero no me importaba, ahora nada importaba. Jesús se pegó a mí y me levantó la falda por encima del culo, dejándome sólo con unas bragas que se me pegaban como una segunda piel de la humedad que desprendían. Con una pierna rodeé su cuerpo de tal manera que mi coñito empezó a rozarse con su polla erecta que aún estaba en sus pantalones. Empecé a frotarme cada vez más, masturbándome contra sus pantalones, creo que si no hubiera llevado bragas me habría corrido allí mismo. Él, una vez que liberó mis pechos de la blusa, pasaba su lengua de un pezón a otro, alternando besos con mordiscos, en un vaivén que me volvía loca. En ese momento levanté la vista y me vi en el espejo. En ese instante imaginé lo que sintió Sonia cuando Marcos le comía el coño, cuando agarraba su cabeza y la hundía una y otra vez en su entrepierna. Me asuste al pensarlo, pero en ese mismo momento hasta yo le hubiera pasado la lengua por su coño.
Cuando el ascensor llegó a nuestra planta Jesús me levantó en brazos, yo me abracé a él y así me llevó hasta la puerta de casa. Una vez que abrió y entramos me llevó directamente al sofá del salón. No hubo palabras, sólo me tumbó bocabajo en uno de sus brazos y me bajó las bragas. Mi coño y mi culo quedaron desnudos ante su vista y antes de que me diera tiempo a pedírselo se quitó los pantalones dejando su dura verga ante mis ojos. No aguantaba más, deseaba que me follara, y se lo dije a gritos: "Follame ya".
En un instante mi deseo se cumplió y Jesús empezó a penetrar mi coño mojado. Me agarró fuerte por las caderas y empezó a entrar y salir de mí. Cada vez más rápido y cada vez más fuerte y profundo. Cerraba los ojos y podía ver a Marcos follandose a Sonia. Veía su polla entrando y saliendo de ella, como la agarraba de la cintura y la hacía resbalar hacia él. Lo escuchaba gemir y sentía que quería descargar su leche en su interior. Así, con los ojos cerrados, sentía que se acercaba el orgasmo. Abrí todo lo que puede mis piernas para que me entrara hasta el fondo, agarré con fuerza un cojín y me corrí: "ahhhh, me corro, Marcos, me corro"
-¿ Marcos? ¿Qué cojones dices?-
Sí, metí la pata, pero no me arrepiento. Fue mi mejor polvo en años
Estoy a su entera disposición en: