Prestada una semana (I)

Una chica es prestada una semana por su marido, a cambio de una deuda. Nuestro protagonista va a aprovechar esa semana para cumplir muchas de sus fantasías

Prestada una semana (I)

La desesperación se mostraba en los ojos del joven matrimonio.

-Carlos, no podemos devolverte el préstamo. Lo hemos intentado todo, pero no hemos podido conseguir el dinero

-Tendré que ejecutar la garantía y quedarme con vuestra casa

-No –gritaron a la vez Patricia y Luis

-Ya os lo dije cuando me pedisteis el dinero. Varias veces. Os aconsejé en contra de la tienda que queríais montar. Lo siento.

-Pero eres amigo nuestro. Fuiste al colegio conmigo

-Amigos muy amigos, pero a vaquiña polo que vale, que decían en mi pueblo.

Patricia y Luis se miraron. Se animaron con los ojos a hablar.

-Estamos dispuestos a hacer cualquier cosa

-¿Qué queréis decir con eso?

-Cualquier cosa, Carlos. –Afirmó rotunda Patricia.

-¿Cualquier cosa, Patricia?

Ella calló, dejando que Carlos calara el significado completo de la frase. Este miró a su amigo Luis quien asintió ruborizado y en silencio. Tras dudar unos segundos, Carlos contestó:

-No te puedo negar que me siento tentado, Patricia. Pero es mucho dinero el que me debéis. Por ese precio, consigo una orgía de modelos. Así que no, y mejor que no sigamos por ese camino

-No te pedimos que nos perdones la pasta, sino que aplaces por un año la devolución.

-Lo siento. Las condiciones del crédito eran claras, os aconsejé que no lo hicieras hasta hacerme pesado. Ahora tendréis que afrontar las consecuencias.

-Carlos –Luis habló con decisión- Una semana. Patricia estará contigo una semana. En tu casa, como una esclava obediente de todos tus caprichos. Y te aseguro que sabe obedecer…

Ahora fue el turno de Patricia para ruborizarse. Mientras, Carlos sintió en la ingle un calor súbito. Patricia había sido siempre fruta deliciosa y prohibida; ahora estaría a su alcance durante una semana. Discutieron brevemente las condiciones del doble préstamo, el económico y el de Patricia, por el que exigían discreción con los amigos comunes y que nada le hiciera daño. Él casi se indignó ante esto: Jamás se le ocurriría hacer daño a alguien.

Ella llegó al día siguiente, muy de mañana, tímida y con una maleta. Carlos la recibió en calzoncillos ajustados, que mostraban una erección rebelde y expectante. Patricia, con su larga cabellera morena y ojos oscuros, con tres o cuatro kilos de más estupendamente puestos, sus pechos robustos, su afición a los pantalones ceñidos que marcaban su apetitoso culo, estaba por fin a su alcance. Y obligada a obedecerle en todos sus caprichos. ¿Cómo evitar la erección?

-Prepárame un café, Patricia. –le dijo Carlos con pocas contemplaciones.

Mientras lo tomaban, le recordó las condiciones.

-No te voy a hacer daño ni a humillar públicamente. Pero te quiero como esclava obediente esta semana. No discutas; no protestes; no me montes broncas. Si no quieres, este es el momento de decirlo, Patricia –notó cierto titubeo en ella, así que añadió- Te recuerdo que esta no ha sido idea mía, sino vuestra.

-Lo sé, Carlos, pero tengo cierto miedo a lo que me puedas hacer.

-Tranquila, mis perversiones son bastante comunes. De momento, vete preparándome el baño, que me gusta tomar uno los sábados por la mañana. Espérame en una camiseta de asas sin sujetador y en braguitas blancas. Las tengo esperando para ti en mi habitación.

Tras unos minutos conteniendo las ganas, Carlos se acercó al baño. Allí estaba ella, entre el vapor, con su camiseta ceñida y ya húmeda que marcaba sus pechos y sus pezones puntiagudos.

-Échale más espuma al baño

Se inclinó, con sus breves braguitas, y su culito en pompa. Sería tan fácil penetrarla ahora, pensó Carlos… Sin miramientos, tal como está. Pero prefería dilatar la espera, disfrutar de todo el morbo previo, y de ese peculiar preludio que estaba viviendo y disfrutando. Tener a esa belleza a su antojo. Le costaba caro, pero no tenía necesidad de ese dinero ahora. Así que iba a satisfacer todos sus caprichos y fantasías esa semana.

-Por cierto –le dijo- he decidido tomarme unos días de vacaciones, así  que mañana nos vamos a Andalucía. Mis padres tienen allí una casa en la playa.

Ella le miró sorprendida, pero esbozó una ligera sonrisa

-Mejor

Carlos se desnudó entonces, con el pene completamente erecto apuntado a Patricia, quien lo observó de refilón.

-No te cortes. Mírala bien. Te va a hacer compañía esta semana.

Y Patricia la vio espléndida y enérgica. No demasiado grande, pero elegante de formas. Nada dijo, pero sus pezones estaban ya en punta.

-Ahora –dijo mientras entraba en la bañera- límpiame bien. No tenemos prisa.

Ella lavó primero sus cabellos. Carlos sentía sus manos masajeando la cabeza y depositó la suya en el culo de Patricia. Lo acarició suavemente, tocándolo sin rumbo y propósito mientras sentía cómo las manos de ella se deslizaban por espalda y hombros. Se acercaron entonces a su pecho, enjabonando los pezones y bajando cada vez más decididamente por el estómago. Las manos de Patricia llegaron por fin a la polla, y la aferraron enjabonada y decidida a acariciarla  y limpiarla.

En ese momento, Carlos bajó su propia mano, que hasta entonces jugaba en el culo de Patricia, hasta su coño, deseando, anhelando que estuviera húmedo, como prueba de que ella también estaba excitada. Y sí, lo notó mojado a través de las braguitas.

-Estás mojada

Patricia quedó en silencio.

-Me encanta que estés mojada. Has ganado muchos puntos conmigo

-¿Sí?

-Sí, eso demuestra que eres una putita cachonda

-No digas eso

-Es verdad, y esta semana te vas a acostumbrar a escucharlo. Y quiero que me digas que lo eres, y que, al menos esta semana, te lo creas. Parte del trato, Patricia.

Ella tras un titubeo dijo

-Sí, soy un poco puta.

-Pues sigue lavándome con cuidado, todo, todo mi cuerpo.

Ella, sonriéndose, introdujo entonces su dedo en el culo de Carlos, mientras éste jugaba al mismo juego en el  de Patricia.

-Así me gusta, ahora polla y culo a la vez

Patricia le masturbó entonces la polla mientras el dedo penetraba en su culo. Notó cómo Carlos estaba cada vez más excitado, dejándose llevar por las sensaciones de una mano vigorosa deslizándose sabiamente por la polla y un dedo valiente entrando en su culo. Tras un par de minutos así, asintiendo y gimiendo, durante los cuales aprovechó para introducir dos dedos en el coño de Patricia, Carlos sintió que se iba a correr.

-Me corro. Agáchate, rápido, y trágatelo.

Patricia obedeció, e inclinándose sobre la polla de Carlos empezó a succionar el líquido con rostro goloso. Carlos se relajó unos segundos y se dirigió a Patricia

-Gracias por tragártela. Si no, estaría ahora todo el semen en el agua

-No hace falta darlas. Era una orden.

-Sí, pero también a una esclava se la trata con educación. Ahora, voy al bar, a tomar un café y leer el periódico. Prepárame la ropa y, cuando me vaya, limpia el baño que ha quedado asqueroso y no se ocurra pajearte, que me enteraré si lo haces.

Mientras cerraba la puerta, Carlos se dio cuenta de que iba a disfrutar mucho esa semana…