Preso (II)
Secuestrado por una señora de múltiples y sombrías cualidades
Extenuado me acerque a María y disculpándome pedí permiso para pode marcharme a descansar algo que ella con una gran sonrisa me dijo que si. Pili apareció tras abrir la puerta también sonriéndome y abriendo un albornoz que traía en sus manos me ayudó a ponérmelo. Subimos a la habitación y directamente me tumbé sobre la cama cayendo casi en el acto en los brazos de Morfeo.
Sobre las 9 de la noche Pili y Mili me despertaron para prepararme para la fiesta que debía acompañar a María. Tras unas explicaciones sobre la conducta que debía llevar durante la fiesta bajamos y María ya me estaba esperando en el coche para irnos. No tardamos en llegar a una casa rodeada de un espeso bosque donde una enorme verja cerrada impedía cualquier entrada de nadie. Estuvimos quietos con el coche en marcha no más de 20 o 30 segundos hasta que la puerta casi por arte magia se abrió. Seguimos un camino estrecho que nos llevó hasta lo que parecía un garaje donde varios mozos nos abrieron las puertas del coche y se hicieron cargo de aparcarlo. Subimos por un ascensor hasta la primera planta donde nada más abrirse un gigantesco salón y multitud de gente que nos miraban. Entre toda esa gente pude ver como muchas de las mujeres que por la mañana se encontraban en aquella fiesta sexual acompañaban a los maridos. Unas al verme me sonreían ocultándose con la copa, otras hacían un gesto con la mano pero la mayoría apartaba su vista de mí. María se limitaba a sonreír mientras agarrada a mi brazo caminábamos hacia un extremo del salón. Nos paramos a saludar a varias personas entre embajadores y sus respectivas señoras y/o acompañantes, grandes empresarios… gente de muy alto nivel socio cultural y económico.
Yo me sentía entre toda esa gente excluido y no estaba para nada a gusto. María pareció darse cuenta e intentó presentarme a gente más acorde a mi edad y me dejó con varias personas más acordes a mi edad que situados de la mesa de las bebidas no dejaban de ponerse copas una y otra vez. Me tomé con ellos 3 o 4 copas riendo sus gracias mientras en mi cabeza rondaba la idea de partirles el cuello oyendo sus tonterías y sandeces. Gracias a que me entraron ganas de mear pude escaparme de ellos y me encaminé al baño. Me mojé la cara para refrescarme y olvidarme de todo lo que acababa de oír y tras mear en uno de los urinarios volví de nuevo en busca de María para pedirla por favor volver a casa con la excusa de no encontrarme bien. Intenté convencerla de mi estado pero María lo único que me dijo fue: “Nos quedamos hasta que yo lo diga”. Acepté su decisión con desagrado pero sin rechistarla y me fui a por otra copa. Con mi copa en la mano después de observar por unos minutos a los invitados a aquella fiesta opté por salir a la calle a que me diera un poco el aire y esperar fuera a que María decidiese que ya era hora de irnos. Estando sentado en un banco alejado todo lo que podía de aquella casa una pareja entre risas contenidas me asustó al pasar muy cerca de mí. Al principio no entendí que coño harían allí y pensé que si iban a follar porque hacerlo allí teniendo una casa tan grande donde poder hacerlo.
Se pararon a escasos metros de donde yo estaba y pude ver como una de las crías del grupo con los que yo había estado dentro de la casa iba de la mano de un hombre bastante mayor. Se pararon detrás de unos árboles a darse el lote. Yo moviendo mi cabeza de un lado hacia otro dí otro trago a la copa y cuando elevé la vista de nuevo la chica estaba de rodillas en el suelo con la polla del viejo metida en la boca. Como pude intenté irme de allí sin hacer ruido intentando no ser descubierto. Según me estaba marchando me pareció ver moverse algo entre unos arbustos a la vez que algo se oyó partirse o chascar. Me quedé paralizado unos segundos creyendo que yo había sido el causante hasta que me cercioré de lo contrario. Ante la intriga de averiguar que sería, me acerqué hasta los arbustos que ocultaban lo que fuese que estuviera allí y pude ver a una señora agazapada observando a escasos metros de la pareja. Por su figura parecía ser una mujer alta, su figura ancha a la vez que su vestido de un tono chillón no eran precisamente los más adecuados para pasar desapercibido. De un salto me eché encima con todo mi peso y tapándola la boca la dije “¡Sssshhhh! No se preocupe, no voy a hacerla nada, ¿Qué hace aquí?”. Quité mi mano de su boca al comprobar por sus ojos que había más miedo y vergüenza que sorpresa, se giró y me dijo: “Ese de ahí es mi marido pegándomela, ¡El muy hijo de puta!” en una mezcla de lloros y odio. Con mi poca destreza gracias al alcohol en mi sangre la ofrecí mi mano para marcharnos de allí y que no siguiese viendo esa escena. Dando pequeños pasos entre las hierbas nos fuimos alejando. Cuando creímos que ya estábamos lo suficientemente lejos la ayudé a incorporarse y tras mirarla unos instantes de arriba abajo pude ver realmente su figura completa. Efectivamente era más alta y ancha que yo y diría que los sesenta años los pasaba muy largo. Lo único que mi cabeza acertó en hacer en ese momento fue ofrecerla mi copa y aunque primeramente ella no la aceptó alegando que no bebía, se la volví a ofrecer de nuevo con más insistencia. Esta vez, encogiendo sus hombros a la vez que un suspiro se escapó de su boca aceptó la invitación. Me arrancó la copa de las manos como si de un náufrago fuese se bebió de un trago la copa que estaba casi entera. Si no fuera porque antes de dar el último trago reaccioné y pude quitársela, me hubiera quedado a secas. Tras esto, me miró fijamente como si fuera un cordero al que acabasen de degollar y aún siguiese vivo mirando a su asesino y se echó a llorar en mi hombro. Yo intentaba consolarla durante todo el tiempo, a la vez que sus ojos vomitaban lágrimas, como buenamente podía mientras ella no paraba de golpearme el hombro furiosa con su puño. Sin darme cuenta que entre el alcohol de mi cuerpo y el roce de aquella señora contra mi cuerpo me estaba empezando a poner cachondo. Ella seguía llorando mientras mi mente y mis manos actuaban por cuenta ajena paseándose por todo su cuerpo sin ignorar ni su trasero, sus pechos… Cuando ella dándose cuenta de lo que estaba haciendo se separó de mi con un ”¡Que haces!” a la vez que una de sus manos se dirigía directa a mi cara. Con destreza pude atrapar su mano antes de que llegase a golpearme pero mi segunda cabeza ya pensaba por si sola y lo siguiente que hice fue sacarme la polla y agarrándomela con su mano la dije “Si el se folla a una jovencita, tú tienes la oportunidad de pegársela a el también”. Ella soltando mi polla se llevó las manos a la boca e intentó salir corriendo de allí pero rápidamente la alcancé por detrás. Como pude la llevé hasta un árbol con un tronco lo suficientemente ancho y la puse de espaldas a mi con su cara apoyada en el. La sujetaba con una de mis manos mientras con la otra la subía el vestido metiendo mi mano entre sus piernas. Nunca me había comportado así y habría jurado si me hubieran preguntado nunca actuar de esa manera con una mujer pero en ese momento estaba ido, no sé si por culpa del alcohol o de las experiencias vividas días atrás. Me sentía como si una fuerza extraña me hubiera poseído y no fuera quién debería ser.
Forcejeamos un rato hasta que pude romperla las bragas de un tirón, me terminé de desabrochar el pantalón con mi otra mano y los dejé caer junto a mis calzoncillos hasta los tobillos. Me descalcé y sujetando con mis talones la ropa me liberé de ello otorgándome más libertad. Tiré de su brazo hacia un lado obligándola a girarse y quedarse frente a mí. Su mirada al verme de nuevo había pasado del lloro y desconsuelo al miedo por mí, pero eso en aquel momento era algo inocuo si pretendía conseguir darme pena o tuviera compasión de ella o su cuerpo.
Mi cinturón pasó de sujetar mis pantalones a sujetar sus manos en alto atadas alrededor del tronco. Mientras con una mano la arranqué el vestido a trozos dejándola frente a mi en sujetador con la otra me masturbaba lentamente sin dejar de mirarla. Mis ojos inyectados en sangre me impedían ver la atrocidad que estaba a punto de cometer con aquella pobre mujer que minutos antes veía como su “amado marido” la engañaba. Acaricié mis manos por su cuello comenzando a bajar hasta sus pechos ocultos tras el sujetador. Agarrando cada uno de ellos los liberé dejando el sujetador por debajo de ellos. Primero mis labios ocultaron sus pezones mientras mi lengua jugaba a bordearlos una y otra vez. A su vez, seguí bajando mis manos recorriendo cada pliegue de su piel, acariciando su tripa con delicadeza y suavidad hasta que llegué a su tesoro que para mi sorpresa no estaba como creí que debería estar. La humedad y el calor que emanaba de allí me indicaban otro estado que pude comprobar cuando elevé mi vista a su cara. Absorto por mi estado no había dado cuenta que de los gritos y solicitudes de que parase habían dejado paso a los suspiros, gemidos mientras sus dientes mordían su labio inferior. Mis dedos buscaron su entrada entre sus juntas piernas que poco a poco se fueron abriendo dejándome total libertad de movimientos. Abrí sus labios con mis dedos mientras mi lengua repasaba el interior de su fruto de abajo a arriba recogiendo los primeros jugos. Con mi lengua repleta de ellos, me levanté y los llevé a su boca.
-Este es tu sabor- la dije cuando terminé volcarlos en ella.
Para mi sorpresa, una pierna me bordeó tirando de mi culo hacia ella. Pensé en liberarla de mi cinturón para que pudiera moverse libremente, pero verla allí atada a mi merced me pareció mas erótico y aunque ella me pidiese su liberación me negué. Metí mi mano entre ambos agarrando mi polla que restregué una y otra vez por su coño que por instantes se convirtió en un manantial de jugos. Su talón me oprimía una vez tras otra las nalgas cuando mi glande se paseaba por su entrada.
-Por favor… - dijo casi inaudible.
-¿Por favor que? – contesté yo.
-Hazlo ya – me contestó y su lengua intentó buscar la mía. Eché mi cabeza para atrás alejando cualquier posibilidad de que pudiera lograrlo.
-Pídemelo – la contesté mordiendo mi labio
-¡Métemela ya! – me contestó sin casi dejarme tiempo a reaccionar con su mirada fija en mí.
Froté mi glande con su coño un poco más jugando con su botón hasta que consideré ya era suficiente sufrimiento mientras ella no paraba de repetirme ser follada ya. Apoyé mi glande en su entrada que sin hacer mucho esfuerzo entró de un solo golpe. Una mezcla de suspiro y gemido se abrió paso de su interior cuando mi polla entró todo lo que daba. Para mi gusto personal, me gusta quedarme unos instantes dentro sin moverme sintiendo como mi polla es atrapada por cada músculo en la primera penetración. Mis manos pasaron a apoyarse una en su cuello y la otra en su culo para marcar yo el ritmo. Dejé que por una vez fuera ella quién se apoderase de mi lengua que atrapó sin contemplación. Comencé a ejercer presión con mi mano en su culo hacia mí impidiendo que pudiera moverse de aquella posición mientras mi polla poco a poco salía de su interior para volver a entrar despacio. Una sorpresa me esperaba más cuando ella haciendo caso omiso a mi mano en su culo, cada vez que mi polla se encontraba dentro de ella movía su cadera en pequeños círculos o de delante hacia atrás embistiéndome.
Opté por liberar su cuerpo de mis manos subiéndolas sin dejar un milímetro nuestra piel en dirección a sus manos atadas. Sus dedos se entrelazaron con los míos apretándolos cuando notaron su presencia. A esas alturas del sexo, su talón golpeaba una y otra vez más fuerte mis nalgas a medida que entraba o salía. De su boca solo salían gemidos, unos casi inaudibles y otros podían reventarme el tímpano cuando nuestras bocas se separaban. Por mis testículos goteaban nuestros jugos hasta chocar con el suelo.
Tengo que reconocer que no tardé en correrme dentro de ella que al sentir mi semen inundarla me miró como estábamos a escasos dos milímetros el uno del otro.
-Gracias – se limitó a decirme hasta que volvió a coger aire – hacía años que mi marido no me tocaba.
Yo me limité a mirarla con una leve sonrisa y no pude articular palabra al ir recordando lo que acababa de hacer. Cuando por fin pude recobrar el aliento y mi cerebro pudo pensar algo:
-Siento esto, no sé que ha podido hacerme llevar a esto con usted de esta manera – dije sin separarme de ella con mi polla todavía en su interior. Apoyé mi frente en su hombro buscando un punto de apoyo tras decirla eso y ella me dijo:
-Ssshhh… En verdad, me hacía falta. No te estoy perdonando tus maneras pero si que te agradezco el haberme hecho sentirme más mujer y deseada todavía por alguien. Ahora si no te importa, ¿podrías soltarme las manos? – me preguntó mirando nuestras manos enlazadas todavía.
-Si, si, voy, perdona – contesté. Desabroché el cinturón y sus manos cayeron sobre mí. Juntó su cara contra la mía mientras sus manos se paseaban por mi espalda, cuello y cabeza quedándonos abrazados sin soltarnos.
Descansamos un poco después del esfuerzo y al levantarnos me dí cuenta de que rompí sus bragas y vestido haciendo imposible volver a la fiesta. Ella se miró y al mirarme a mi dijo:
-No pasa nada. Voy a llamar por teléfono a mi ayudante y a decirla que venga a buscarme a mitad del camino con el coche para que nadie me vea de esta guisa – y llevando su mano hacia mi polla de nuevo acariciándola me agradeció de nuevo mi “trabajillo” con un beso en mi mejilla.
Yo me vestí y la acompañé hasta el coche. Antes de despedirse de mí, cuando la pregunté si volvería a verla ella me dijo:
-No te preocupes por eso. Yo sé donde buscarte – y cerró la puerta sin dejar de mirarme. Me quedé unos segundos viendo como el coche ser alejaba mientras en mi cabeza pensaba en esas últimas palabras. Me giré y emprendí camino a la casa cuando la voz de María me interrumpió metros antes de la puerta de entrada y me hice el sorprendido.
-Hola María, ¿Qué tal la fiesta?
-Muy bien, gracias. Veo que has estado aquí fuera.
-Si, necesitaba tomar el aire – contesté.
-Tomar el aire y algo más – me contestó metiéndose en el coche en un tono demasiado sarcástico.
-Veo que sabes que ha ocurrido – contesté sin mirarla metiéndome dentro yo también.
-Yo me entero de todo – dijo abrochándose la chaqueta – solo espero que no me la juegues – y tras esto no volvió a dirigirme la palabra por más que yo lo intenté.
Pili y Mili me miraban a través del espejo retrovisor desde los asientos delanteros sin decir nada. Llegamos a casa y María tras despedirse de nosotros dándonos las buenas noches indicó que me llevasen a la habitación y no me permitieran salir bajo ningún concepto. Fue oír eso e intenté expresar mi descontento por su orden cuando María se giró una última vez con una mirada que hasta al más fiero león haría salir corriendo con el rabo entre las patas. Pili y Mili me acompañaron en silencio a la habitación y mientras me ayudaban a desnudarme me explicaron quién era esa señora a la que yo había conseguido follarme.
-Esa señora es a la última que la señora María quisiera ver entrometida en cualquier aspecto de su vida – me dijo Mili metiendo la ropa que llevaba en la fiesta en un cesto de mimbre – Esa señora es hermanastra de María por parte de padre y desde pequeñas siempre han sido enemigas acérrimas – sentenció.
-No lo sabía – contesté.
-Procura que nunca jamás vuelva a ocurrir – dijo Pili mientras sacaba unos pantalones de un armario.
Cuando terminé de ponerme la ropa para dormir me metí en la cama. Pili y Mili cerraron la puerta apagando las luces. Las oí hablar entre ellas acordar hacer los turnos de guardia en la puerta atendiendo a las órdenes de María. Yo no tardé en quedarme dormido sin pensar más en lo ocurrido esa noche.
A la mañana siguiente me despertó Pili cuando aún ni siquiera había amanecido. Indicándome que guardara silencio con su dedo en la boca, su mano tiró de la manta y cogiéndome la mía me sacó de la habitación de puntillas. Yo aún medio dormido la seguía sin soltarme a través del pasillo. Me metió en la cocina y tras sentarme en un taburete me ofreció un café que sin desagrado acepté. Casi en silencio para no alertar a nadie de nuestra presencia allí me contó toda la historia desde que María y aquella señora que “conocí” la noche anterior. Su padre era el hombre más rico y poderoso se podría decir que casi el planeta tierra. Se podría decir que este hombre era el “jefe” del planeta tierra. Debido a ello, ambas al ser de distintas madres se peleaban por ser la única heredera. Aunque el padre dejó por escrito que ambas obtendrían la mitad de sus posesiones había algo que no se podía dividir: El poder. O una o la otra pero no a la vez. Yo pregunté Pili porqué me contaba aquello y ella me dijo que, aunque no era de su agrado, se sentía en la obligación de contármelo.
Estuve varios días recluido en la habitación sin más contacto que con Pili y Mili. Creo que como “castigo” por lo de la fiesta. Un día después de haber comido en mi habitación, me encontraba sentado frente a la ventana mirando al horizonte sin más pensamientos en mi cabeza que estar en blanco cuándo sentí abrirse la puerta y al girarme vi a María caminar hasta donde estaba. Me levanté de la silla para ofrecerla mi sitio y ella la rechazó sentándose en otra.
-¿Qué tal estás? – me preguntó.
-Bien. Podría estar mejor, pero bien – contesté yo.
-Quiero que entiendas que no puedes hacer nada sin que yo te lo diga. No quiero tener que volver a explicártelo de nuevo. Se que Pili, como tú la llamas, te ha contado la historia y quiero que entiendas mi posición frente a ello. – dijo mirando a unos pájaros que comenzaban a volar de unas ramas cercanas a la ventana.
-Lo siento – atiné a decir.
-No pidas disculpas. No las quiero. Vengo a decirte que si quieres puedes salir o irte de la casa si crees que este no es de tu agrado o no te sientes cómodo.
Miré a María con cara de tonto al oír sus palabras. Por un lado, mi cabeza me gritaba salir corriendo de allí pero por otro la intriga y la necesidad de contestación de muchas preguntas casi me obligaban a quedarme.
-Gracias pero de momento estoy bien aquí – contesté mirándola. María puso su mano fría encima de la mía y con una sonrisa parecía agradecerme mi postura.
-Acompáñame, quiero que veas una cosa – me dijo levantándose de la silla. Salimos fuera de la casa y me llevó hasta el otro lado de la inmensidad de todo lo que rodeaba la casa llegando hasta lo que parecía otra casita casi oculta entre los árboles y muros. Abrió la puerta y ofreciéndome a entrar dentro con su mano extendida me metí hasta que debido a la oscuridad me tropecé con lo que parecía una caja.
-Perdona – dijo María accionando el interruptor. Al hacerse la luz dentro de la casa pude ver un montón de cajas apiladas unas encima de otras y girándome hacía María la pregunté:
-¿Qué es todo esto?
-Son tus pertenencias. He mandado recogerlas y traerlas – me dijo mientras abría una de ellas sacando de su interior unas fotografías de mi niñez – Sabía que no te irías y creí que lo más conveniente sería que las tuvieras cerca – dijo mirando una por una las fotos.
-Pero… ¿y mi casa? ¿Mi vida anterior? – muchas preguntas me invadían.
-No te preocupes. Estarán bien cuidadas – se limitó a decir.
-Muchas gracias – dije sin poder pestañear mirando a mi alrededor.
-De nada. Cuándo estés preparado o sientas necesidad puedes venir aquí cada vez que lo necesites. Ahora si me disculpas, tengo que irme a arreglar unos asuntos.
-¡Espera! – dije mientras me acercaba a María y tras abrazarla la di dos besos. Ella no parecía esperarlos pero tampoco hizo nada por evitarlos. Me senté en el suelo mientras una por una fui abriendo las cajas hasta que llené el suelo de mis cosas. Mili me esperaba en la puerta y al salir de allí me tropecé con ella.
-¿Ya estás listo? – Me preguntó
-Si, si – contesté yo.
-Bien. Vas a venirte conmigo a aprender unas cuantas cosas – me dijo abriéndome la puerta del coche.
-¿A dónde vamos? – pregunté.
-Ahora lo verás – me contestó.
Se sentó junto a mí en la parte trasera y ordenó al chófer llevarnos. En el trayecto, Mili me fue explicando a dónde íbamos. Me llevaban al puerto marítimo dónde un barco nos esperaba listo para llevarnos a un hotel propiedad de María. Dos guardias armados nos esperaban y nos llevaron al camarote. La verdad es que el viaje se me hizo corto, no creo que durase más de dos horas hasta que llegamos al hotel. Un hombre esperaba al lado de un carrito de esos que usan los golfistas cuándo bajamos del barco. Nos llevó al hotel una mujer morena con una chaqueta con el logo del hotel estampado nos atendió en nuestra llegada. Tras enseñarme el recinto en lo que parecía una visita turística me llevó a mi habitación en la última planta donde, desde luego, tenía las mejores vistas de la isla.
Por la tarde noche, me bajé a la recepción del hotel y tras peguntar al recepcionista por las playas y demás sitios que pudieran visitarse me ofreció una guía turística con los lugares mas emblemáticos. Llamé a Mili y la pregunté si podría salir del hotel esa noche para ver los alrededores y conocer aquel sitio. Me dijo que si y que si fuera a necesitar algo, fuese la hora que fuese la llamase tras negarme a que me acompañara en mi salida. Me dio una tarjeta por los gastos que pudiera tener y un teléfono para poder localizarme. Al salir del hotel, paré un taxi que me llevó hasta el pueblo más cercano. Al llegar me dejó en la puerta de un restaurante, el cual por lo visto, era el mas conocido del lugar. Me sentí en aquella calle al salir del taxi como si me hubieran liberado después de pasar toda mi vida en cautividad, rodeado de gente que aún no conociéndolos, iban de un lado para otro sin fijarse en mi o estar siempre con alguien vigilándote. Caminé un rato observando escaparates, viendo el mar de fondo, los bares con la gente en las terrazas tomando algo… Miré el teléfono y llamé a Mili que rápidamente me contestó:
-¿Dónde estas? – me preguntó con tono serio.
-Necesito que vengas a buscarme – contesté – no tardes.
-¿Estas bien?
-No, necesito que vengas, pero que vengas tú – contesté yo y sin darla tiempo a alguna pregunta más colgué. Me senté en una de las terrazas a esperar que Mili llegase y pedí dos copas. Coloqué una silla y la copa enfrente de mí y me senté. En menos de 5 minutos Mili se presentó con un coche y varios guardias corriendo creyendo que me hubiera ocurrido algo o estuviese en peligro. Me miró de pie y abroncándome me dijo:
-No me llames si no me necesitas para algo urgente. Como lo vuelvas a hacer, nos volvemos al hotel y de ahí a casa.
-Espera un momento. No soy ningún crío y no puedes castigarme a tu antojo. Te he llamado por una razón – dije yo – Aquí no conozco a nadie y a la única persona que podía llamar era a ti. Quiero que tomemos algo solamente, como amigos, ¿vale?
-Uno: No puedo, estoy trabajando. Dos: No bebo.
-Pues pide otra cosa pero quédate, nos tomamos esto y si quieres me llevas de nuevo al hotel o te vas tu sola.
Mili me miró y soltando el bolso que traía sujeto entre los brazos lo dejó encima de la mesa.
-Está bien pero me tomo algo y me voy.
-Me parece bien – contesté yo.
Estuvimos sentados allí creo que cerca de dos horas y tras varias copas el ambiente ya estaba mas que relajado. La propuse tomar la última en un local de fiesta que estaba allí al lado pero se negó alegando de nuevo que ni siquiera debería estar tomando nada conmigo y menos aún, de fiesta. Insistí pero no hubo forma así que opté por aceptar la propuesta de volver al hotel pero andando, nada de coche ni guardias. Con alguna reticencia que otra la convencí y tras pagar la cuenta nos pusimos en camino. Separándome de ella me metí en la playa y tras descalzarme seguí andando mientras ella desde el paseo me seguía. Llegamos a unas rocas que me impedían seguir andando por la arena así que me giré y tras llamarla a voces conseguí que viniera hasta donde estaba. Mili con invadida por la vergüenza ajena de llamarla a voces con los zapatos en la mano corrió hacia mi mientras me decía que dejase de hacer el tonto.
-Sentémonos un momento, por favor – dije.
-¿Para que quieres sentarte? Vámonos, anda que el alcohol se te ha subido – me dijo tirando de mi brazo hacia arriba.
-¡Espera, espera! Solo un minuto, me apetece ver el mar y aunque sea de noche ya, para una vez que he podido salir de la cárcel…
-Mira que eres… está bien pero un minuto – me dijo soltando los zapatos y el bolso – además, entre las copas y estos zapatos que me están matando… me vendrá bien – dijo tocándose los dedos de los pies.
-Nunca había visto el mar… - mentí
-¿No? – Preguntó extrañada
-No y menos aún un baño… -contesté yo
-Ni se te ocurra, no lo hagas – me dijo Mili mientras me quitaba la camisa - ¡Para! ¡Quieto!
-Llegas tarde… - dije mientras mi camisa, pantalones y demás ropa quedaba en la arena y yo corría desnudo al agua – además, ¿No te irás a asustar por verme desnudo por millonésima vez?
-No pero esto no está bien – contesto seriamente.
-Pues si no quieres que me chive vente al agua – dije mientras me apoyaba en las rocas ocultándome de su vista.
-¿Dónde estás? ¡No me la juegues! ¡No seas cabrón! – me gritaba mientras yo en silencio esperaba oculto.
-¡Joder! ¡Quién coño me mandaría ofrecerme a esto! – Oí decirla - ¡Vámonos!
Mili al ver que no obtenía respuesta se quitó la falda y la blusa y en ropa interior se fue metiendo en el agua. Yo desde mi posición podía ver como poco a poco el agua la iba tapando.
-¡Joder! – Pensé para mí – Con ropa parece menos…
Cuando creí que estaba mas despistada salí de mi escondite y levantando el agua con mis manos la mojé entera.
-¡Para! ¡Para! ¡Estate quieto! – me gritaba a medida que la iba mojando.
-¡No! ¡Vamos! ¡Métete!
-¡Vale! ¡Vale! ¡Pero no me mojes más! Ya voy – y se lanzó al agua – Espero que esto nunca salga de aquí. No puede enterarse nadie.
-No tranquila – contesté yo – nadie sabrá nunca nada, prometido.
Mili metiendo sus manos dentro del agua se quitó la ropa interior y la llevó a las rocas dejándola colgada de un saliente.
(He de decir que Mili ya tiene unos pocos de años y por lo cual podría pasar por mi madre o la madre de alguien de mi edad, al igual que Pili. No tenían mucho pecho pero si generoso. De culo o caderas no anchas, grandes o fofas pero si proporcionadas.)
Estuvimos un rato metidos en el agua jugando a hacernos aguadillas, nadando… hasta que al cabo de un rato decidí irme a las rocas y sentarme allí en una pequeña planicie que quedaba justo a la altura del nivel del agua con mis piernas metidas en el agua. Mili se acercó tras de mi y apoyando sus brazos cruzados sobre la piedra con mis piernas abiertas se quedó allí mientras charlábamos sobre tonterías.
En esa charla salió el tema de la mujer de la fiesta y aunque al principio no me hacía gracia entrar al trapo terminé cayendo en el tema.
-No estuvo bien lo que pasó esa noche – me decía Mili
-Ya lo sé – contesté yo – pero no se porque pasó, ni se porque lo hice.
-Procura que no vuelva a pasar.
-Ya lo sé, pero te vuelvo a repetir que no se que me pasó para hacer eso.
-Yo creo que te puso cachondo ver al marido con la chica y entre el alcohol y las vistas… -me dijo guiñándome un ojo
-Pues a lo mejor pudo ser… pero, por mas que lo pienso, no consigo entenderlo… - y aunque era verdad lo de no entender mis actos, empecé a recordar a la señora atada desnuda a aquel árbol y mi polla comenzó a ponerse morcillona delante de Mili.
-Veo que te acuerdas bien – me dijo Mili señalando mi polla.
-Lo siento – dije yo mientras me tapaba con mis manos.
-¿Por qué te tapas ahora después de haberte visto follar con aquellas mujeres?
-¡Joder, no es lo mismo! - repliqué
-Es igual, anda, no seas tonto y deja de taparte que ya te la he visto muchas veces…
-Es verdad – y quité mis manos dejando mi polla apoyada sobre mi muslo.
-Tengo que orinar y no hay ningún baño cerca – dijo Mili mirando alrededor mientras metía su mano debajo del agua.
-Pues mea ahí, está metida dentro del agua, no pasa nada – Dije yo
-Ya pero es una guarrada. Y estoy que me revienta la vejiga.
-Pues yo que tú mearía. Total, ¿Qué mas da?
-Bueno, pero chitón ¿eh?
-Si, si.
-Mmmm… ¡Que a gusto! – decía mientras soltaba el pis.
-No tardes que yo también me estoy meando – dije sujetándomela.
-Tú puedes mear ahí si quieres, claro, y si no te da vergüenza…
-¡Si, claro! – Dije yo entre risas - ¿Quieres que te pringue o que?
-Hazlo – me dijo seriamente – Quiero ver como lo haces.
-Venga, no digas tonterías. Déjame hueco para poder mear – dije yo haciendo el amago de levantarme.
-No, hazlo ahí sentado – y ayudándose por las manos se subió al resquicio donde estaba sentado y sentándose encima de mi con las piernas abiertas la volví a preguntar:
-¿Seguro? – Dije – Pero, ¿estás totalmente segura?
-Si, venga, hazlo – me contestó poniendo mi polla en el suelo con su mano – Suéltalo.
Me concentré en soltar mi pis que no tardó en salir y Mili apuntando mi chorro a su coño. Yo creía que habría terminado de mear en el agua cuando ella también volvió a mear.
-Nunca había visto a un hombre mear – me decía mientas nuestros chorros se acumulaban entre sus piernas como si un embalse fuera.
-Yo tampoco había visto a una mujer mear – dije
Cuando terminamos de soltar nuestras meadas Mili tirando de mi polla me metió en el agua. Me limpiaba el glande con su mano como si me estuviera masturbando y claro, mi polla terminó de ponerse dura en su mano. Algo que ella no pasó inadvertido.
-Me gusta – dijo Mili mientras su otra mano se limpiaba el coño.
-Y a mi… - dije yo.
-Sabes una cosa – me dijo Mili.
-Dime
-Hace muchos años que no estoy con un hombre y bueno…
-¡Anda ya!
-Es verdad, desde que trabajo para María no he vuelto a tener, ya sabes…
-Si, si… sé de lo que hablas pero si quieres eso puede acabar ahora mismo… - contesté yo
-María me va a matar pero no aguanto más – dijo Mili llevando mi polla hasta su coño – ¡Por favor que esto no salga de aquí! – repetía una y otra vez - ¡Que nadie se entere o me matan! ¡Joder que gusto!
Yo entre cachondo que estaba y sorprendido por el cambio de actitud de Mili me dejaba hacer para que pudiera disfrutar y desahogarse.
-¡No te corras dentro! Avísame antes, ¿vale? – Dijo Mili entre gemidos y suspiros.
-Si, si, te aviso - contesté
Me estaba machacando contra las rocas pero en ese momento me daba igual. Cuándo empecé a notar que me iba a correr me separé de Mili, me subí a la roca con mis piernas abiertas y ella entendió lo que quería y sin dudarlo pasó sus brazos por debajo de mis piernas acercándome más hacia ella hasta que mi polla estuvo casi pegada a sus labios. No dudó en chupármela y hacer que me corriera en su boca a los pocos minutos. Nos miramos y no sé como o porqué nos empezamos a reir como tontos. Tras recuperar un poco el aliento, salimos del agua, nos vestimos y nos fuimos al hotel.